Dairon Martínez Tejeda
Buen muchacho
Esa confesión suya sí que me sorprendió. A quienes conocen y han visto crecer en su ejercicio profesional al periodista Dairon Martínez Tejeda, seguramente igual le tomará por sorpresa saber que la carrera que estudió la eligió por embullo.
Por no separarse de sus mejores amigos del Instituto Preuniversitario Vocacional José Maceo Grajales no optó por Medicina, como quería su madre y era «furia» entonces.
A la luz de hoy, se alegra de aquel entusiasmo suyo que lo llevó a la Universidad de Oriente durante cinco años, decidido ya a dedicar su vida al que con mucha razón han dicho que es el mejor oficio del mundo.
No se sintió incómodo durante la carrera, pues «tuve una profesora en la secundaria que casi me obligaba a mejorar en redacción y ortografía. Incluso me quitaba puntos en los exámenes por mi pésima caligrafía. Si mirabas mi escritura era como si tuviese delante un electrocardiograma», reconoce.
Dice que al principio sentía demasiada presión con todo eso, pero con el tiempo se fue enamorando de las letras y de la lectura de todo lo que caía en sus manos. Fue la huella que en él dejó su profe de Historia. «Y me fue de mucha ayuda en la universidad, primero, en la práctica laboral, después», asegura.
Dairon nació y creció en un barrio bullicioso con calles sin asfalto al oeste de la ciudad de Guantánamo, donde la muchachada alucinada con las carreras de caballo y el juego de pelota en plena vía. Pero él no. Prefería la tranquilidad de su humilde hogar y la amorosa compañía de quien considera la mejor y más influyente profesora con que ha contado toda la vida: su madre.
Tal vez por eso la timidez contra la que se decidió luchar. El primer paso lo dio justo cuando, al graduarse, lo ubican en la radio como corresponsal en Maisí. Dio bateo porque no era el medio en el que pensó crecer profesionalmente. Y logró que se le abrieran las puertas de Venceremos.
En poco tiempo el periódico local se convirtió en su otra casa-escuela, y el colectivo en familia y fuerte incentivo para la superación en todos los sentidos. «Primero me designaron para atender la UJC y ciertamente me acomodé un poco; y me di cuenta que me quedaba atrás en relación con otros de mi graduación. Ellos andaban pateando la calle, haciendo un periodismo más atrevido y con mucho impacto social», recuerda.
No tuvo que esforzarse demasiado para cambiar la rutina, pues Venceremos lo necesitaba, descubrió potencialidades en él y se lo exigía. Tenía que ser más incisivo, más de calle arriba y calle abajo latiendo en la misma frecuencia de la población para poder revelar lo que debía ser cambiado y destacar el protagonismo de la juventud en la construcción de un Guantánamo mejor.
Le comento (y pregunto), que si pudiera volver el tiempo atrás, a su etapa como militante de la UJC, qué cambiaría. Y responde sin ambages:
«Hoy me doy cuenta que nos faltaba organicidad para lograr un impacto real de lo que hacíamos. Todo funcionaba por pura disciplina y nos diluíamos en cuestiones formales. No nos dimos cuenta de que la esencia era demostrar que los militantes podíamos hacer mucho más que cotizar, reunirnos y repetir el contenido de un plegable que nos orientaba desde arriba. Que la organización necesitaba tener una voz real, pues no se trata de construir una imagen alejada de la realidad. Todo eso cambiaría. Todo eso todavía necesita ser cambiado.
Volvemos a su primer encuentro con la vida laboral:
«Venceremos fue el empuje que necesitaba para superar mis temores a herir susceptibilidades, a pensar que la crítica daña, cuando en realidad sana. Creer que resaltar lo bueno es complacencia, cuando es parte de nuestra realidad y tienen que ser reflejado», sostiene.
Con ese aprendizaje se consagra más tarde en la página cultural del medio que le dio nombre y le abrió las puertas en otros. Así, en una misma jornada se le veía tecleando en la redacción del semanario en las mañanas, luego se escuchaba su voz en la radio, más tarde presente ante las cámaras del telecentro guantanamero Solvisión, en el gobierno municipal coordinando sus tareas como jefe del equipo de comunicación. También buscando un tema de trascendencia nacional para cumplir los encargos de Granma, el diario para el que también escribió por dos años.
Esa pasión desarrollada por el periodismo, lo convirtió en un multifacético reportero.
«No paraba. Dejé la piel en las calles, a pie o en bicicleta. Ya estaba demasiado enamorado de mi profesión, pero también necesitaba ganar más dinero para cumplir mi sueño de ayudar a mi mamá a mejorar nuestra casa, que estaba constructivamente en muy mal estado», comenta y agrega que también ejerció buen tiempo como profesor de Historia en cursos por encuentro.
Me dice, cambiando de asunto, que fue un poco por embullo su encuentro con la AHS. Le contradigo, porque no me parece. Y me explica:
-Aunque atender los temas culturales en el semanario provincial me vinculó con la creación artística de los jóvenes guantanameros, ser miembro de la Asociación Hermanos Saíz, también fue, al principio, cuestión de entusiasmo del momento.
¿Cómo sucedió?
-Un día mis amigos, esos mismos que me halaron al periodismo, me preguntaron ¿quieres ser de la AHS? Y les dije, ¡¿yo, artista?! Tenía documentales que habíamos hecho en equipo en la universidad y algunas investigaciones, como la de la presencia china en Guantánamo, y los presenté como parte de mi currículum y así entre a la AHS, en 2018.
En los primeros años no fue fuerte el vínculo, publicaba trabajos en la página web de la AHS y logré empatía con jóvenes creadores, pero solo eso. Cada vez me involucraba más. En un momento, me propusieron, y acepté, ser jefe de la sección de audiovisuales y fue muy bueno acompañar a los muchachos en los procesos creativos. Tiempo después ocupé la vicepresidencia y me dedicaba básicamente de la organización de eventos.
No creo que nada de eso sea fruto de un simple entusiasmo, pero bueno… ¿Por qué has dicho que te sorprendió tu reciente elección como Presidente, tan comprometido como ya lo estabas?
-Cabía la posibilidad de que alguien me propusiera, pero que la mayoría votara por mí para tal responsabilidad, la verdad que me asustó.
¿Y lo aceptaste por esa costumbre tuya de no decir no a nada?
– No creas, me cuesta hacerlo, pero decir sí a todo por no hacer quedar mal a alguien, es cosa del pasado y te confieso que en eso influyó mucho mi incorporación a la AHS, y antes, a la UJC y el Partido Comunista de Cuba. El punto es que también está el compromiso de ser útil donde te necesiten y tu creas que puedes, al menos, esforzarte por hacer las cosas bien.
¿Y entonces, en qué punto está la sorpresa?
– Es un cargo bien complicado y con muchísimas responsabilidades, y de eso me di cuenta cuando lo asumí. Requiere un conocimiento global del mundo del arte y la cultura, la economía…y no me imaginé ahí. Pero ahora que estoy, cada día descubro cosas nuevas y me entusiasma.
Voy aprendiendo a decir que no cuando corresponde y hacer las críticas pertinente; a defender los derechos de los asociados y lo que les corresponde a ellos en el concreción de las políticas culturales del país y de sus propios sueños.
¿Con qué debilidades, asumiste la tarea de representar a la joven vanguardia artística de la provincia?
– Con muchas, pero una de gran peso es la constante emigración, fundamentalmente hacia otras provincias y también más allá de nuestras fronteras como país. Es difícil a veces encontrar la manera de que los muchachos quieran o se sientan motivados a crear desde Guantánamo, o que aun fuera del territorio, traigan su obra a lugar y la gente que lo vieron nacer y lo apoyaron en su momento.
Ahora mismo tenemos, por ausencia de creadores, un proceso de pérdida de espacios que surgieron aquí, como es el evento nacional de titiriteros. El movimiento de bailarines y coreógrafos guantanameros, transita por un momento gris, porque no se garantizó el relevo generacional. Esas son debilidades que impactan negativamente…
Pero no las únicas, ¿verdad?
-Por supuesto que no. Creo que hay que trabajar mucho en la formación de nuevos públicos en la apreciación crítica del arte, mostrarle al guantanamero lo plural que puede ser la cultura cubana en general y la local, que no son solo las manifestaciones tradicionales, como el changüí, sino aquellas que de algún modo nos identifican como pueblo, constituyen tendencias o forman parte del tejido social guantanamero, como el rap, el blues, jazz, los grafitis, los tatuadores que hacen maravillosas obras de arte sobre la piel y aunque existan muchos prejuicios, es parte de la creación joven.
Si tuvieras que dar prioridad a las fortalezas, ¿por cuáles comenzarías?
–Por el hecho de contar con un ejecutivo integrado por jóvenes que tienen una obra, con muchísimas ganas de cambiar todo lo que sea necesario transformar sin esa proyección elitista que tan perjudicial es. El presidente no es nada sin su ejecutivo y el trabajo unido.
Por otro lado, tener vivos y cada vez con mayor alcance, eventos como la jornada de la canción política y proyectos como Cine andante, que acaba de ganar el premio Memoria Nuestra en Las Romerías de mayo, que se celebra anualmente en la provincia de Holguín.
El gran reto, en general, es llegar más a la gente, lograr mayor convocatoria, y voy a dar todo por lograrlo porque los jóvenes siguen creando para sí mismos y para Cuba.
¿Cómo imaginas el venidero 4to Congreso: un foro de quejas y demandas o la oportunidad de una proyección más participativa?
– No estaría mal que fuera un foro de demandas, de hecho creo que lo será, porque los jóvenes creadores necesitan mayores y mejores espacios para manifestarse y exigir un poco más de respeto a su obra. También para que las instituciones sean más proactivas.
Estoy convencido de que será evento de aporte al proyecto social y cultural que es la Revolución Cubana y que se atemperará al momento que vivimos.
Que el tema de la emigración de los jóvenes creadores y artistas, por ejemplo, esté en la mesa de debate para encontrar las vías de que el hecho de dejar su lugar de origen y establecerse en la capital del país o en el extranjero, no sea un proceso de pérdida, como ocurre, sino de ganancia, como necesitamos.
Por otro lado, revisar con transparencia las cuestiones que se acuerdan, porque el olvido entre uno y otro evento de este tipo, es muy nocivo».
¿A qué te refieres, concretamente?
-Revisando lo que ha pasado en los eventos anteriores, me he dado cuenta de que seguimos cayendo en los errores del pasado que en su momento fueron señalados. Me refiero, por ejemplo, a los temas de la comercialización del arte, la promoción y la visibilidad, y uno se pregunta qué hemos hecho para evitar ese círculo vicioso? No podemos caer en eso porque perdemos credibilidad. Adaptado a las circunstancia de cada momento, hay que influir para que se entienda que, si bien es el propio artista quien tiene que dar visibilidad a su obra, creándola, necesita acompañamiento de las instituciones y de quienes toman decisiones y lamentablemente eso nos falta.
Puede ser que no les interesa o sencillamente no son prioridad esas demandas, ¿tú qué crees?
– Creo que, a veces es por desconocimiento de quienes dirigen o de sus asesores, y otras veces por falta de prioridad en sus agendas o sencillamente porque se acomodan en los cargos y puestos de trabajo y no salen de la una rutina ordinaria y dañina.
Muchacho respetuoso, sensible, y muy educado. Eso dicen en su barrio y centros donde ha laborado este joven de 30 años de edad que no piensa desligarse jamás de su oficio. Que parece no rompe un plato, pero si lo provocas y habla, acaba con toda la vajilla, diría yo.
*Versión ampliada.