Céspedes
Carlos Manuel de Céspedes, el iniciador (+Videos, audio y fotos)
Cuentan que llegó al mundo un domingo en la noche, cuando arreciaba un aguacero, con truenos y relámpagos, cual presagio de su vida tormentosa, de grandes decisiones, golpes y tiros.
En la aristocrática casa, la número 4, del callejón de la Burruchaga, en Bayamo, había tremendo ajetreo aquel 18 de abril de 1819, pues estaba a punto de nacer el hijo primogénito de Jesús María de Céspedes y Luque y Francisca de Borja del Castillo y Ramírez de Aguilar, dama de excelente educación, inteligencia y bondad.
Momento singular aquel: la lluvia que aumentaba, el sonido de los truenos, la comadrona Gertrudis Fornaris, más conocida como doña Tula, y el médico José María Izaguirre, de origen venezolano, empeñados en que todo saliera bien, el nerviosismo de los familiares…
Por fin, a las 11 de la noche, aproximadamente, se escuchó el llanto del pequeño Carlos Manuel Perfecto del Carmen de Céspedes y López del Castillo.
LA INFANCIA DEL PADRE DE LA PATRIA
Poco se habla de esa etapa de su vida. El historiador Aldo Daniel Naranjo, quien trabaja en varios volúmenes sobre el quehacer y la obra del patricio, dijo que su infancia fue característica de niño rico, con muchas comodidades, y juegos como ponerle la cola al burro.
Le gustaban los ajiacos, las viandas y bañarse en el río, lo cual hizo con frecuencia cuando la familia se trasladó a la hacienda Santa Rosa, propiedad del abuelo materno Francisco del Castillo y Miranda, en el actual municipio granmense de Buey Arriba.
Había ocurrido un ataque de corsarios en la zona de Manzanillo y se especulaba sobre la posibilidad de otro y el avance hasta la Villa de San Salvador de Bayamo, por eso la familia de Céspedes estuvo algún tiempo en aquel sitio rural.
Casi nunca se menciona a su primera maestra Isabel Cisneros, quien lo recibió en la escuela a los cinco años de edad y seguramente caló muy hondo en él, pues, además de enseñarle a leer, escribir, y aspectos elementales del catolicismo, también le narraba leyendas de güijes y hadas del monte.
No encontramos referencias a una amistad desde la niñez, con otros infantes que se convirtieron en grandes patriotas, como Francisco Vicente Aguilera y Perucho Figueredo, pero no es descabellado pensar en esa posibilidad, pues vivían muy cerca y tenían edades y costumbres sociales similares. La historia demostró luego que también poseían maneras parecidas de pensar y comportarse.
De ese período, hay una anécdota que revela el profundo humanismo, valor y solidaridad del futuro Padre de la Patria, pues en una ocasión cuando salió de las clases vio como un niño más grande maltrataba a otro en el colegio, y le dijo “abusa conmigo, ven”. Minutos después, comenzó la pelea en la cual venció.
Más tarde, citaron al padre a la escuela, y el director lo felicitó por la gallardía y sentido de la justicia del hijo, quien tuvo cuatro hermanos, y, pasados algunos años, empezó los estudios del bachillerato en La Habana, los cuales terminó un semestre antes de lo habitual, gracias a su inteligencia elevada, reconocida por los profesores.
El historiador Miguel Antonio Muñoz López, especialista del Museo Casa Natal de Céspedes, resalta que la madre fue muy importante en su formación, quien tuvo la capacidad y mesura para mediar entre él y su padre, el cual también tenía un carácter fuerte y una manera de pensar muy diferente a la de quien se convirtió en el Primer Presidente de la República en Armas.
Aquel muchacho lleno de virtudes, amante del arte y los bailes, que ganaba con facilidad el agrado de las damas y sabía tocar música de piano, dejó la tranquilidad y los lujos por empuñar las armas e irse a la manigua en busca de un sueño para su país, y esa fue una de sus mejores enseñanzas.
LA DEMAJAGUA Y EL 10 DE OCTUBRE
El 10 de octubre de 1868, en La Demajagua, cerca del mar y a unos 13 kilómetros de la ciudad de Manzanillo, Céspedes, el abogado, el ser humano de ideales independentistas, el patriota cabal, alcanzó una estatura sin límites, cuando liberó a sus esclavos y convocó a todos los presentes a la lucha.
Día de gloria aquel, cientos de hombres aguardaban desde la tarde anterior. La joven Candelaria Acosta, más conocida como Cambula, ya había elaborado la bandera que presidiría el momento, para la cual no encontraron la tela adecuada y emplearon entonces la única disponible, incluidos trozos de un vestido y un mosquitero.
Aquella mañana de coraje y decisión, la muchacha de piel blanca y pelo rubio platinado, entregó el estandarte al abanderado Emiliano Tamayo, quien tenía entre 20 y 22 años, y expresó “Primero mueran antes que verla deshonrada”, tremendas palabras de quien apenas tenía 17 años de edad.
Céspedes procedió a realizar el juramento a la bandera, a lo que todos respondieron ¡Juramos!, y el Padre agregó: “Por mi parte, juro que os acompañaré hasta el fin de mi vida, y que si tengo la gloria de sucumbir antes que vosotros, saldré de la tumba para recordaros vuestros deberes patrios y el odio que todos debemos al gobierno español, venganza, pues, y confiemos en que el cielo protegerá nuestra causa «.
En ese momento también se dio a conocer el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, prueba de que el alzamiento y la voluntad de luchar, tenían un profundo basamento en las ideas, con objetivos definidos más allá de lograr el triunfo.
CÉSPEDES, SIEMPRE VIVO
Su vida en lo adelante fue difícil, salpicada por contradicciones, tragos amargos y envidias hasta la muerte física el 27 de febrero de 1874 disparando su revolver contra los soldados enemigos en San Lorenzo, zona oriental. Sin embargo, tiene asegurada la inmortalidad, como parte de las esencias fundamentales de la nación.
En la primera plaza denominada de la Revolución en el país, ubicada en el Centro Histórico Urbano de Bayamo, su figura esbelta y segura, en forma de estatua, parece observar con su serenidad de siempre.
Ahora, cuando se cumple el aniversario 150 del alzamiento en La Demajagua, inicio de las guerras en Cuba, su ejemplo permanece fuerte, cual brújula de victoria y dignidad.
Contar la historia desde el arte: el discurso artístico cespediano
Céspedes se nos presenta inmarsecible en nuestra memoria histórica. Su ímpetu de lucha dibujó el camino de la historia que se labraba, una historia marcada por las ansias de libertad, por la rebeldía y por la conformación de una identidad sin ataduras. Precisamente, en torno a su figura ha existido un discurso que se sustenta en imágenes, en el arte, que es el que le ha creado una imagen corpórea, tangible, concreta, gracias a quienes lo inmortalizaron dentro de la historia del arte cubano.
Daguerrotipos, dibujos, óleos, grabados y esculturas del gestor de las luchas independentistas, construyeron el discurso artístico-iconográfico en un contexto de construcción del imaginario nacional; cada una respondiendo a las exigencias y los imperativos de la metamorfosis histórica y política que experimenta el país.
Independientemente de estas particularidades del contexto histórico, la iconografía cespediana en muchos de sus ejemplos clasifica como Patrimonio Cultural de la Nación, y tiene dos momentos creativos que clasifican por etapas: la colonial y la republicana.
La etapa colonial tuvo apenas representatividad en el discurso artístico; no obstante, la etapa republicana fue antítesis en ello. El momento histórico que se vivía era espejo de las consecuencias en el ámbito creativo. La llegada de la República significó una transformación en toda la iconografía colonial, que respondía a las exigencias de representación de toda una hornada de patriotas, lo que fue válido tanto para la pintura como para la escultura.
El discurso artístico-iconográfico cespediano se sustenta en las primeras realizaciones del siglo XIX que sirvieron de base genealógica a la producción fecunda del siglo XX. Tanto en la pintura como en la escultura la representación de la historia a través de los grandes próceres, y dentro de ello, al gestor de las luchas Carlos Manuel de Céspedes, signaron la conformación de un imaginario nacionalista mediante referencias simbólicas que sustentan un discurso.
La etapa republicana –en materia de representación cespediana– supera con creces la etapa colonial, aunque tampoco puede catalogarse como cuantiosa al respecto. En ello la escultura se desarrolló en menor grado que las artes plásticas (la realización de monumentos llevaba la autorización y pertinencia de proyectos). Por tanto, la etapa de la República viene a ser como una especie de génesis en las producciones subsiguientes.
Los frutos tangibles de ese discurso artístico constituyen hoy parte del Patrimonio Cultural de la Nación. La mayor significación cultural radica en que se trata del resultado de un proceso histórico dentro de la conformación de un imaginario social-histórico-nacionalista, pilares de construcción identitaria.
Las cuestiones formo-conceptuales erigen un testimonio que más allá de la estética, el simbolismo, la tradición histórico-academicista o las particularidades representativas de las manifestaciones, hacen del discurso artístico cespediano la memoria de una producción histórica –y por ende– patrimonial.
Valora la AHS de Santiago de Cuba su trabajo en los últimos años
Para valorar lo realizado en los últimos dos años y medio, y renovar o ratificar la actual dirección provincial, miembros de la Asociación Hermanos Saíz de municipios de Santiago de Cuba se reúnen desde este sábado en esta ciudad, hasta el venidero 25 de enero.
Los representantes de municipios llegarán este domingo a la urbe santiaguera y luego de los trámites de acreditación y alojamiento, asistirán a las 19:00 horas al Cabildo Teatral Santiago, en la calle Enramadas, para disfrutar de la obra Cartografía de elefantes sin manada, a cargo del grupo La Caja Negra, dirigida por Edilberto Sosa, quien es además, presidente de la AHS en el territorio.
A las 21:00 horas, los delegados de la reunión se trasladarán al Iris Jazz Club, frente a la Plaza de Marte, para asistir a un concierto de artistas de la propia asociación.
El lunes 24 de enero, a las 10:00 horas, en la Fundación Caguayo, en el reparto Vista Alegre, la AHS entregará la Medalla 35. Aniversario al escultor Alberto Lescay Merencio, Héroe del Trabajo de la República de Cuba y Premio Nacional de Artes Plásticas 2021.
También, la “35. Aniversario” la recibirán otras personalidades e instituciones de la Cultura en Santiago de Cuba, en un encuentro que tendrá lugar a las 14:00 horas en el Salón del Son, en la calle Aguilera, actividad a la que seguirá un nuevo concierto en el Iris Jazz Club.
El 25 de enero, último día del programa, la primera acción a las 08:30 horas será el homenaje de la AHS a la memoria del Héroe Nacional de Cuba, José Martí Pérez; del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes; de la Madre de la Patria, Mariana Grajales, y del Líder Histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz.
Una hora después será la reunión prevista en la agenda, en el Salón de los Vitrales de la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo y según fuentes de la asociación, se espera que en todo el programa participe Rafael González, presidente nacional de la AHS.
La filial santiaguera tiene 108 miembros, jóvenes creadores de diferentes manifestaciones del arte y la cultura, agrupados en el seno de la AHS, asociación fundada el 18 de octubre de 1986 en la sesión final del Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores, Artistas y Técnicos de la Cultura, que tuvo lugar en el Palacio de las Convenciones, en la Capital cubana.
Según aparece en sus estatutos, la AHS es resultado de la unión de tres organizaciones surgidas en las primeras décadas de la Revolución: la Brigada Raúl Gómez García, que reunía a los instructores y técnicos de la cultura, con un sólido trabajo en la comunidad; el Movimiento de la Nueva Trova, que agrupó a talentosos cantautores del país y resultó influyente en otros lugares del continente, y la Brigada Hermanos Saíz, integrada por escritores y artistas de varias manifestaciones.
La actual agrupación adopta su nombre, a partir del que llevaba la Brigada Hermanos Saíz, un homenaje permanente a la memoria de Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, jóvenes intelectuales de 17 y 18 años, asesinados en San Juan y Martínez , Pinar del Río, por la tiranía de Fulgencio Batista, el 13 de agosto de 1957.
A pesar de su juventud, Luis y Sergio “dejaron una obra literaria incipiente pero de mucha calidad”.
Se afirma, que la AHS nunca envejece y se debe a que periódicamente sus filas son nutridas con nuevos integrantes quienes pueden militar en la asociación hasta los 35 años pues al cumplir 36 años, automáticamente se deja el grupo, excepto los directivos que permanecerán en este hasta cumplir su período como dirigente.
También afirman los estatutos, que desde “su fundación la AHS ha ido creciendo y reclamando nuevos espacios. Hoy está presente en todas las provincias de Cuba, mediante las Casas del Joven Creador, y articula un sistema de becas, premios y eventos que posibilitan a jóvenes artistas (sean miembros o no) promover y posicionar su obra, muchas veces emergente y alternativa”.
Añaden, que la asociación es “de carácter nacional, no lucrativa, con fines culturales y artísticos que agrupa en su seno de forma voluntaria y selectiva a los jóvenes escritores, artistas, investigadores y promotores culturales cubanos residentes en el territorio nacional de reconocido prestigio y se define como continuadora de las tradiciones culturales más genuinas de la nación cubana.
“La AHS reconoce la orientación política del Partido Comunista de Cuba y de la Unión de Jóvenes Comunistas, organización dirigente del movimiento juvenil cubano. Por lo que se establece como principio, la más firme voluntad de todos sus integrantes en defensa de los ideales de la Revolución Cubana” y que “…fundamenta su trabajo en la política cultural de la Revolución para impulsar el arte, la literatura, la crítica y la investigación cultural, y contribuye con sus medios específicos al desarrollo de la sociedad cubana”.
«Entre la carta y el asalto»: La fuerza de la Historia (Dossier + libro)
Presentación al libro “De la carta al asalto” de Frank Josué Solar Cabrales
Por: Dr. Eduardo Torres-Cuevas
Sin su reconstrucción, la historia tiende a ser pura ficción no siempre novelada y carente de la poesía de la vida sobre la cual se construyen mitos y leyendas, juicios prejuiciados, imaginarios colectivos y seudohistorias. Si se trata de los procesos más recientes —piénsese en la relatividad de los tiempos históricos—, la complejidad puede asociarse a vacíos en la información, documentación incompleta, testimonios interesados —casi siempre vistos los hechos desde el observatorio en el que estaba colocado el testimoniante— y la carga subjetiva del escribidor —seleccionador de textos y testimonios y autor de la lógica e intencionalidad de lo escrito—. El tiempo suele jugar malas pasadas a los analistas porque lo más difícil no está solo en la interpretación de textos y contextos, también se halla en el espíritu de una época; la diversidad de individualidades —visiones y culturas personales—; en el sentir y en el vivir de una generación colocada en situaciones propias e irrepetibles, alguno de cuyos rasgos parecen mutilados por Cronos. El historiador se encuentra conque actores importantes de la época que quiere estudiar perecieron en la vorágine de los acontecimientoso producto del transcurrir de los años. Su silencio es definitivo. Solo tendrá intérpretes interesados.
La historia de la Revolución Cubana no es el estudio ideal de un proceso sin contradicciones —en blanco y negro—; constituye un intrincado campo de opciones, debates, reveses, alternativas —convergencias y divergencias— en el cual la unidad es compleja porque las circunstancias, no pocas veces, alteran el resultado de las intenciones. En ello influye la formación diversa de los hombres y mujeres que participan. El golpe de Estado de Fulgencio Batista y la suspensión de la Constitución de 1940, dan inicio a la creación de una situación revolucionaria. Desde la génesis hay una marcada diferencia entre los viejos políticos desplazados y una juventud que no solo quiere combatir al régimen dictatorial, sino a todo el sistema corruptor y corrupto que ha sufrido Cuba desde la década de los años treinta. Fidel Castro llama a su organización: “La Generación del Centenario”.
La Universidad de La Habana es, desde el mismo día del cuartelazo, el más destacado centro contra el régimen impuesto. Una juventud —la mayoría entre los 14 y 30 años— siente el deber de liberar a Cuba no solo de la dictadura, sino de los males que introdujeron la corrupción interna y la dependencia externa. Uno de los primeros grupos creados para combatir la dictadura fue el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR). Su líder, el profesor Rafael García Bárcena, expresó el sentir de la juventud cubana pocos meses después del golpe de Estado: no queremos lo que se instauró el 10 de marzo ni lo que existía el 9 de marzo. Muchos de los jóvenes participantes del MNR fueron, en 1956, de los primeros integrantes —junto con los moncadistas y la organización oriental de Frank País—, del Movimiento Revolucionario 26 de julio, primera organización de unidad revolucionaria.
El 26 de julio de 1953, los jóvenes integrantes de la Generación del Centenario ejecutaron los ataques a los cuarteles Moncada (Santiago de Cuba) y Carlos Manuel de Céspedes (Bayamo). El documento de defensa de su líder Fidel Castro, conocido como La historia me absolverá, resultó el más completo texto para un proyecto revolucionario de transformación de la sociedad cubana tal y como lo deseaba lo más avanzado de su juventud. El propio acto insurreccional sirvió de ejemplo: a la dictadura se le combatía; no se entraba en falsas negociaciones ante las cuales el batistato nunca haría concesiones estratégicas.
En el interior de la Universidad de La Habana, el movimiento estudiantil se radicalizaba bajo el liderazgo de un joven estudiante de Arquitectura, José Antonio Echeverría —con apenas 19 años cuando se produjo el cuartelazo batistiano—. El 30 de septiembre de 1954 era elegido presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU); como vicepresidente lo acompañaba otro indiscutido líder revolucionario, Fructuoso Rodríguez. A partir de ese momento, el enfrentamiento al régimen castrense fue la prioridad de la FEU, lo cual implicaba, no solo la lucha armada en Cuba sino también contra los regímenes dictatoriales en América Latina.
El 24 de febrero de 1956 —fecha en que se conmemoraba el inicio de nuestra Guerra de Independencia— José Antonio hace pública la creación del Directorio Revolucionario, no solo como brazo armado de la FEU sino como promotor de la unidad revolucionaria y partícipe de “la Revolución Nacional”. El discurso de José Antonio el 9 de marzo de 1956, Contra las dictaduras de América, expresaba el principio latinoamericanista que acompañaría a las proyecciones del Directorio.
La obra que presentamos es un riguroso trabajo sobre las búsquedas y dificultades para el logro de la unidad revolucionaria. Más que prejuicios, se resaltan las dificultades que el acontecer diario coloca en un proceso en el que los protagonistas no siempre tienen la comunicación necesaria y lo impredecible deja huellas y heridas profundas. Para lograr la unidad revolucionaria existen estrategias. La de Fidel, centrada en el programa transformador del Moncada, concibe al Movimiento Revolucionario 26 de Julio como la expresión militante activa, ideológica y política de los revolucionarios desvinculados de la vieja política y sus personeros; la del Directorio, partía de la unión de todas las fuerzas antibatistianas.
Es importante destacar aquí que el Directorio no nació solo para derrocar a la dictadura. Como organización revolucionaria tenía una definición revolucionaria. En su Manifiesto al Pueblo de Cuba, en el punto 11, se afirma: “La Revolución se asienta sobre principios fundamentales de Libertad Política (Democracia), Independencia Económica (Nacionalismo) y Justicia Social (Socialismo)”. Los referentes históricos eran diferentes a los del 26 de julio. Mientras este último se expresaba como continuador de las luchas mambisas, el Directorio lo hacía en el referente universitario de la revolución de 1933: el Directorio Estudiantil de 1930. Ello marcaba dos estrategias de lucha diferentes. El Directorio Revolucionario centraba sus acciones en La Habana, en el “golpear arriba” para desencadenar la huelga general; el 26 de Julio se apegaba a la experiencia mambisa de crear un ejército libertador en las montañas orientales.
No resultaban extraños, en medio del fragor de la lucha, los debates entre las organizaciones revolucionarias. Muchos conceptos están cargados y recargados de incidentes o visiones de época. En un documento publicado en el suplemento de la revista Alma Mater de marzo de 1956, se afirma que los obreros constituyen “la clase revolucionaria por necesidad y conciencia” y que el Directorio tiene su pupila visionaria en “la gran tarea de la Revolución Nacional, a la cual han de prestarle toda su energía creadora las fuerzas sanas que integren o coordinen con el Directorio Revolucionario”. La democracia, el nacionalismo y el socialismo conforman los objetivos de la “Revolución Nacional” que promueve el Directorio Revolucionario.
Las interioridades, complejidades y acontecimientos del proceso revolucionario y, en particular, las circunstancias y hechos que marcan la trayectoria del Directorio Revolucionario, con sus antecedentes y consecuencias entre la firma de la Carta de México y el combate del Palacio Presidencial, constituyen el objeto de esta obra. Abunda en información, en muchos casos no conocida. No pretende su autor hacer la historia del Directorio. Lo que nos presenta, apenas es un segmento de ella, pero trascendental para entenderla y comprender las dificultades de la unidad revolucionaria.
El ataque al Palacio Presidencial ha provocado debates no siempre históricamente bien fundamentados. Algunas veces mal intencionados. No se trató de un hecho desesperado, mal planificado o de ingenuidad militar. La tesis del Directorio de “golpear arriba” no descansaba solo en el ajusticiamiento del dictador. Ello se concebía como punto de partida para una insurrección con el régimen decapitado y desarticulado. Esa insurrección llevaría a una huelga general nacional que pondría fin al batistato y, más importante, abriría las puertas a la Revolución. Esta acción no resultaba un hecho aislado; era la operación principal dentro de una estrategia política revolucionaria planificada por la dirección del Directorio. La de Radio Reloj le daba su dimensión política al 13 de marzo. Por ello, el máximo líder de la organización, José Antonio Echeverría, a su pesar, no está en el enfrentamiento de Palacio. Su misión consistía en dirigirse al pueblo de Cuba y llamarlo al combate; iniciar la insurrección —que tendría su estado mayor en la Universidad— y provocar la resistencia popular que desembocaría en la huelga general. Era importante destacar que las acciones las desarrollaba el Directorio Revolucionario con importantes participantes que habían pertenecido o pertenecían a la Organización Auténtica (OA).
En las reuniones de la dirección del Directorio se valoraron diversas variantes. La incorporación de Menelao Mora Morales y su grupo permitió precisar las características de la operación; sería una acción comando, teniendo en cuenta el armamento, las municiones, los hombres y el tiempo. En la cuestión puramente militar, tres hombres resultaban importantes por su experiencia —que no poseían los generales de salón del ejército batistiano—. Adelanto aquí un asunto importante a la hora de valorar, desde el punto de vista militar, el asalto a Palacio. El desarrollo de este tema forma parte de los contenidos de mi obra en preparación Los eslabones quebrados. Los tres militares eran españoles —por lo que, entre los cubanos, se les conocía como los tres gallegos—. Sus lugares y destinos en estos acontecimientos fueron diferentes, lo cual tuvo serias consecuencias en el fracaso de la operación.
El primero a tener en cuenta es Daniel Martín Labrandero. Poseía una historia extraordinaria y un conocimiento en la preparación de operaciones militares. Ex coronel jefe de la décimoquinta Brigada Internacional en la Guerra Civil Española, pasó a Francia al término de esta; al ser ocupado el país por los alemanes, se incorporó a la resistencia; capturado, se le internó en un campo de concentración del que fue liberado en 1945; solicitó de inmediato trasladarse a Cuba; en 1947 participa en los preparativos de Cayo Confite. Para el Directorio, Daniel era el jefe militar indiscutido para la preparación y ejecución de la acción de Palacio. Pero, los acontecimientos frustraron su participación. En medio de los tanteos de los preparativos es apresado por las fuerzas de la tiranía. El Directorio organiza su fuga de la prisión del Castillo del Príncipe, pero, durante el hecho, cae muerto el 30 de diciembre de 1956. Julio García Olivera, segundo jefe de acción del Directorio, en su libro Contra Batista, escribe: “Reflexionando mucho sobre esto, he pensado que con la presencia de Martín Labrandero se hubieran salvado muchos de los problemas” (p. 319).
El segundo de los “gallegos” era Carlos Gutiérrez Menoyo. Su historia no era menos impresionante. A los 16 años se incorporó a las fuerzas de la Francia Libre en África bajo el mando del famoso general Leclerc, participando en la “guerra del desierto” contra las fuerzas alemanas del Afrika Korps que estaban bajo el mando del mariscal Rommel. Con posterioridad combatió en Italia, en el desembarco de Normandía y en Alemania. Fue condecorado y obtuvo el grado de subteniente. Emigrado en Cuba, participó en los preparativos de Cayo Confite, en 1947. Era el hombre ideal para un ataque comando, pero no tenía la experiencia organizativa de Martín Labrandero. Por ello, se le nombró jefe del comando que atacaría el Palacio y le daría muerte a Batista. Durante esta acción pierde la vida.
Del tercer “gallego” se tienen pocos datos y estos son confusos. Conocido como Ignacio González, también usaba el nombre de Marcelino Manen, había sido combatiente en la Guerra Civil Española. Se le asignó la jefatura de las fuerzas de apoyo. Estas no entraron en acción. García Olivera escribe: “Marcelino Manen jamás se presentó después a dar una explicación sobre lo sucedido. En el mes de junio salió al exilio hacia Costa Rica donde se unió a Eufemio Fernández” (pp. 318-319).
Eufemio era uno de los principales “jefes de acción” de la Organización Auténtica. Había participado en la Guerra Civil Española y tenía fuertes vínculos con la emigración republicana española en Cuba. Desde 1948 estaba vinculado al presidente Carlos Prío Socarrás. Antes, en 1947, fue uno de los principales organizadores de la expedición contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Lo más interesante resulta la composición del Estado Mayor de su batallón, el Guiteras: Daniel Martín Labrandero, jefe del Estado Mayor; Carlos Gutiérrez Menoyo, jefe de la 1ra. compañía; Ignacio González, jefe de la 3ra. compañía. Algunos de los desertores del 13 de marzo también se unieron a Eufemio en Costa Rica, entre ellos “veteranos de la Guerra Civil Española”. ¿Qué papel desempeñaron la Organización Auténtica, y en particular Eufemio Fernández, en los extraños sucesos que rodean a la acción de Palacio? Mucho queda por estudiar teniendo cuidado con las versiones interesadas.
En su alocución por Radio Reloj, José Antonio precisa que es el Directorio Revolucionario el ejecutor de las acciones del 13 de marzo, al que se le han unido otros grupos independientes, como el de Menelao Mora, caído heroicamente en Palacio.
Los jóvenes del 13 de marzo, como antes los moncadistas, fueron a liberar a Cuba de la tiranía siempre conscientes de que la muerte era una posibilidad. Es en ello en lo que radica la valentía, el patriotismo, la entrega —si es necesario— de la propia vida. Cuando se leen los documentos, se observa la alegría de poder entrar en combate; de romper la inercia de la espera: la aspiración de ser héroe, pero sabiendo que también se puede ser mártir. A eso es a lo que se está dispuesto. Es una actitud de los jóvenes del Directorio y del 26 de Julio; es la convicción íntima y profunda de los revolucionarios de una generación generosa, patriota y revolucionaria.
La documentación del Directorio constituye una fuente importante que invita a la meditación. Las obras de tres de los miembros de la dirección de la organización antes del 13 de marzo y participantes activos en los acontecimientos de ese día glorioso abundan en información, a veces contradictoria, pero complementaria. Me refiero a los libros y escritos de Enrique Rodríguez-Loeches, Faure Chomón —jefe de acción del Directorio y segundo jefe de la acción de Palacio— y Julio García Olivera —segundo jefe de acción del Directorio y responsable militar de la operación de Radio Reloj—. A esta información deben añadirse las diversas entrevistas realizadas a otros miembros de la dirección del Directorio, entre ellos, a Guillermo Jiménez.
En los sucesos del 13 de marzo y de Humboldt 7, el Directorio pierde a sus dos líderes, José Antonio Echeverría y Fructuoso Rodríguez. Resulta la única organización que ha quedado descabezada. Hay otro asunto determinante, José Antonio y Fructuoso tenían la doble condición de ser los máximos dirigentes tanto de la FEU, como del Directorio. No existía ninguna otra figura que tuviese esa doble pertenencia de dirección. El autor de esta obra analiza con profundidad esta situación y sus consecuencias. Estrategias y tácticas se centran en reconstruir la dañada estructura de la organización, en tanto se continúa la lucha revolucionaria. Ello debe ser objeto de otros estudios, pues no son las pretensiones de la obra que se presenta.
En 1959, el Directorio es un activo participante en las transformaciones que se operan en el país. La línea de su periódico, Combate, dirigido por el comandante Guillermo Jiménez, es de total adhesión y defensa del proceso revolucionario. Sus principales figuras y la mayoría de sus militantes están comprometidos con las acciones revolucionarias. De aquellos jóvenes del Directorio que tuvieron un importante papel en la etapa de la Revolución en el poder merecen ser recordados Antonio, Tony, Santiago García, infiltrado en los grupos contrarrevolucionarios y asesinado el 9 de enero de 1961; Gustavo Machín Hoed de Beche, que formó parte de la guerrilla del Che en Bolivia y cae en combate el 31 de agosto de 1967 en Vado del Yeso y Raúl Díaz-Argüelles García, quien, al frente de las Tropas Especiales del Ministerio del Interior en Angola, muere en combate en la madrugada del 11 de diciembre de 1975. Otros miembros del Directorio participaron en estos últimos 60 años en importantes acontecimientos, entre ellos, Víctor Emilio Dreke Cruz y Julio García Olivera. La mayoría de los hombres más destacados del Directorio murieron en Cuba en funciones revolucionarias: el Chino Figueredo, Alberto Mora, Enrique Rodríguez-Loeches, Humberto Castello, Guillermo Jiménez, el Moro Asef, Tony Castell, entre otros. Quien fuera su secretario general, desde 1957, Faure Chomón Mediavilla, fallece siendo miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 5 de diciembre de 2019.
El 16 de julio del presente año, al conmemorarse el nacimiento de José Antonio (1932) en la Universidad de La Habana, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) develó el busto restaurado del inolvidable líder revolucionario. Allí estaban presentes combatientes que aún viven del Directorio Revolucionario.
El proceso de la unidad revolucionaria tuvo un artífice, Fidel Castro Ruz. No siempre el camino de la unidad, deseado por el 26 de Julio y por el Directorio, tuvieron los mismos signos y no siempre convergieron. Esta obra reconstruye el difícil camino de la unidad. No cubre todas sus etapas, pero permite entender sus dificultades.
El Directorio Revolucionario es, junto al Movimiento 26 de Julio y al Partido Socialista Popular, una de las tres organizaciones que se unen, en 1961, en la Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) como cuerpo político único de la Revolución.
La lectura de esta obra, cuyos acontecimientos transcurren en apenas seis meses y trece días (entre la firma de la Carta de México y el ataque al Palacio Presidencial), será nutriente para explicar, comprender y pensar mejor la historia de la Revolución Cubana.
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ENTRE LA CARTA Y EL ASALTO.PDF
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13 de marzo: el coraje de la historia
Por: Frank Josué Solar Cabrales
A raíz de un debate generado en las redes sociales en marzo de 2020 sobre los contenidos, significados y alcances de la Carta de México y las acciones del 13 de marzo de 1957, el sitio digital cubano La Tiza inauguró un espacio dedicado al abordaje de un asunto cardinal, el de las relaciones entre las diversas fuerzas de oposición a la dictadura de Fulgencio Batista, con la intención de «llevar la polémica más lejos, hacerla rendir mejores frutos, sumar al conocimiento de su objeto a más personas y volverla vehículo de recuperación de la memoria histórica». Gracias a ese empeño, que bajo el título «La unidad no es hija única» continúa abierto hasta hoy, salió publicada una serie de tres artículos con los que buscaba contribuir al intercambio mediante el análisis de los vínculos entre el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio desde la firma del documento unitario de agosto de 1956 hasta el heroico asalto al Palacio Presidencial.
Por sugerencia del Dr Eduardo Torres Cuevas los artículos fueron ampliados y convertidos en el libro que presentamos hoy, fundado en la convicción de que el estudio sobre la historia de la Revolución cubana, más allá de la pasión por el dato y el conocimiento histórico, tiene una repercusión directa en la disputa política actual sobre su legitimidad y permanencia. En tal sentido, este pretende ser un texto de combate en defensa del proyecto revolucionario cubano. Y la mejor manera de hacerlo desde la investigación histórica no es con el ocultamiento de sus asuntos más controversiales o con la adecuación del pasado a relatos preestablecidos desde el presente, sino con el acercamiento desprejuiciado y riguroso a su historia, que garantice la mayor objetividad posible, y permita entenderla en toda su complejidad, diversidad y grandeza. Los mitos y falsedades que sobre ella se tejen desde el campo contrario se alimentan justamente de nuestros silencios.
Uno de los mitos construidos alrededor del 13 de marzo de 1957 es el que asegura que las acciones de ese día fueron planeadas y ejecutadas exclusivamente por el Directorio Revolucionario, de espaldas al Movimiento 26 de Julio y otras organizaciones, para darles un golpe de mano en el derrocamiento de la dictadura. En realidad, el DR desarrolló las operaciones de ese día “hermanado en este empeño con grupos afines en la acción y en el propósito que nos animó”.[1] No fue una empresa individual, sino realizada de conjunto con otros sectores insurreccionales.
Por eso consideraba la fecha como “inicio de la confraternidad revolucionaria”,[2] y como la concreción de la unidad por la que había estado abogando desde su proclamación pública. A diferencia del 30 de noviembre de 1956, cuando no se pudieron poner en práctica los acuerdos unitarios alcanzados antes en México y en Miami, el 13 de marzo de 1957 significó para el Directorio que “se hizo verdadera por primera vez la unidad revolucionaria”.[3] En el segundo aniversario de la jornada histórica, en 1959, Faure Chomón insistió en calificarla como “la primera acción de unidad revolucionaria que se llevó a cabo en la lucha contra la tiranía”.[4]
Un examen detenido de los documentos elaborados por el Directorio Revolucionario después del asalto al Palacio Presidencial devela que existía un plan general en el cual a la organización le correspondía cumplir con una parte,[5] que hubo sectores comprometidos en ese plan pero no obligados directamente con el DR,[6] y que aproximadamente la mitad de los caídos en la acción no pertenecía a sus filas.[7]
Como otras fuerzas, el Movimiento 26 de Julio también fue invitado a participar, pero no lo hizo, entre otras razones, “porque esa no era su tesis de lucha”[8] según explicó Faure Chomón dos años después. En ese momento el Movimiento tenía como prioridad el fortalecimiento del destacamento armado de la Sierra Maestra, los planes para la apertura de dos nuevos frentes guerrilleros, en el Escambray y en el norte de Oriente, y el inicio de los preparativos para la convocatoria más adelante de una huelga general. Sin embargo, Faustino Pérez intentó, infructuosamente, apoyar la operación una vez iniciada.
La historiografía revolucionaria más útil no es la que elude o deforma acontecimientos y procesos para que encajen en los roles asignados según esquemas actuales, o elabora narrativas apologéticas y edulcoradas, en las que no existen las contradicciones, sino aquella que asume la conflictividad y las tensiones entre revolucionarios como una variable natural de cualquier proceso transformador, y profundiza en el estudio de las causas, los condicionamientos, los contextos y las relaciones de fuerzas, para explicar mejor las distintas actitudes y comportamientos.
El análisis de las dificultades, obstáculos e incomprensiones que rodearon la perenne aspiración de unidad revolucionaria durante el enfrentamiento a la dictadura batistiana facilitará la extracción de lecciones muy valiosas para nuestros retos presentes y por venir.
Notas:
[1] Manifiesto del Directorio Revolucionario al pueblo de Cuba, abril de 1957. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
[2] Ídem.
[3] “Carta del Directorio Revolucionario a los miembros de las organizaciones revolucionarias y a todos los cubanos sin banderías en la lucha por la Libertad”, junio de 1957. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
[4] Discurso de Faure Chomón en el 2do. aniversario del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1959, en Combate, La Habana, 15 de marzo de 1959, Época II, Año III, no. 1, p. 6.
[5] “Proclamar, con orgullo, que toda nuestra militancia: Obreros, Estudiantes, Empleados, Profesionales… que participaron en las acciones del día 13, lo hicieron conforme a lo convenido en el plan general”. Circular del Directorio Revolucionario a los militantes, abril de 1957. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
[6] En el caso del dirigente sindical auténtico Calixto Sánchez White se afirmaba lo siguiente: “Si bien no estaba directamente obligado con el Directorio a realizar ese día determinadas acciones, sí se hallaba comprometido en el plan y cobardemente no hizo nada”. Ídem.
[7] “EL DIRECTORIO REVOLUCIONARIO rinde homenaje póstumo (…) a quienes sin ser militantes de nuestro organismo cayeron heroicamente luchando por nuestra libertad: Carlos Gutiérrez Menoyo, Menelao Mora Morales, José Castellanos, Luis Almeida, Pedro Téllez, Gerardo Medina, Eduardo Domínguez, Norberto Hernández, Ángel González, Salvador Alfaro y Celestino Pacheco”. Ídem.
[8] Resumen de la intervención de Faure Chomón en el programa televisivo “Conferencia de prensa”, en Revolución, La Habana, 12 de marzo de 1959, no. 82, p. 15.
¡Sé bendito, Hombre de mármol!
La historia de Cuba, entre sus muchos héroes, ha perpetuado un nombre: Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo. Justo cada mes de febrero Cronos trae a la memoria el aciago recuerdo de su muerte, aquel 27 de febrero de 1874, el día que abandonó el espacio terrenal y que comenzó a vivir para siempre en la memoria del pueblo cubano. Han transcurrido desde entonces 147 años.