Casa Editora Abril
Do not disturb y su mundo de siluetas
Un viaje de sensaciones, silencios e imágenes; un universo de sombras físicas y espirituales en el interior de un motel y sus alrededores, pero especialmente dentro de sus personajes, es la propuesta del libro Do not disturb, del joven escritor espirituano Ariel Fonseca Rivero, ganador del Premio Calendario de Narrativa (2020) que otorga la Asociación Hermanos Saíz. La riqueza narrativa y la solidez de la obra definen, entre otros rasgos, esta entrega de la Casa Editora Abril, que contó con la edición y corrección de Laura Álvarez Cruz, y con la fotografía de interior y cubierta de Lino Valcárcel.
Desde el primer relato (“Room 12”) hasta el último (“Room 45. No se admiten mascotas”, el lector se sumerge en historias interconectadas por circunstancias, personajes y un espacio común, con un trasfondo psicológico que enriquece lo narrado y a sus protagonistas. Las historias transmiten más allá de las palabras, dejan una sensación agradable y la posibilidad de imaginar situaciones y recrear múltiples finales en la mente de los lectores.
Los diferentes relatos tienen vida individual, pero igualmente se complementan en la construcción de una atmósfera general: un motel con sus propios pálpitos. Todo transcurre cerca de algún desierto, se menciona el equipo de los Red Sox y hay un niño con una casaca roja, pero el lugar pudiera ser cualquiera, porque el punto central de esta obra son las sensaciones, los traumas y temores, los dolores y singularidades de su gente.
El libro incluye otros elementos universales como globos, payasos, un carro de helados, música, desamor, columpio, nubes, ladridos… que en su conjunto confluyen de manera natural en diferentes ambientes. En cuanto a lo formal, nos brinda tres secciones, diez relatos y 79 páginas, con una narración limpia, diferentes puntos de vista y cambios temporales frecuentes que ayudan a entender la forma de pensar y actuar de sus seres.
El jurado de Calendario, integrado por los escritores Nelton Pérez, Yunier Riquenes y Ernesto Pérez Castillo, resaltó que “arma bien una historia con un buen uso del lenguaje y la creación de personajes bien diseñados”. Como expresó la escritora Beatriz García Huidobro, “en este libro desaparecen las fronteras entre cuento, novela, elementos de eventuales memorias y pinceladas de crónicas literarias, lo que demuestra que toda apuesta es válida cuando posee una poética propia”.
Cuando nos sumergimos en sus páginas, caminamos por senderos conocidos, por influencias de algunos audiovisuales u otras lecturas, pero sin duda, Do not disturb tiene un alma muy propia que atrapa y nos lleva a pensar en ese sitio que seguramente tiene vida más allá del papel.
Graduado del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, autor de varios títulos y miembro de la Asociación Hermanos Saíz, Fonseca Rivero logra una obra sugerente, con despliegue de sensibilidad y capacidad para agrandar pequeños detalles como siluetas y rasgos subjetivos.
- * Publicado orginalmente en el blog del autor Mira Joven. Tomado del Portal Cubarte.
José Luis Estrada: «Un tipo eminentemente feliz»
Me hubiera encantado entrevistarlo en persona, tomarnos un café, verlo reír con la sonrisa amplia que le imagino. Tutearlo desde el minuto uno, porque hay una calidez en su trato, que ni el chat a kilómetros puede enfriar. Me hubiera gustado abrazarlo al terminar la conversación. Pero las confesiones de José Luis Estrada Betancourt, el tunero, el periodista, el autor, el multipremiado entrevistador de las estrellas, me llegaron vía email. Me he divertido, emocionado, llenado de orgullo por alguien a quien quiero llamar amigo, mientras leía su historia de vida, el testimonio del azar y la vocación, del talento y la entrega, de la buena energía y la calidad humana, que ahora les entrego.
¿Qué remembranzas guardas de Las Tunas?
Guardo en un lugar muy custodiado de mi memoria las reuniones familiares de los domingos, presididas por mi abuela, la Niña, y su hermana Gloria, quienes se hacían rodear de sus hijos, nueras, nietos, parientes lejanos y cercanos… Nunca más he visto juntos tantas botellas de cervezas metidas en tanques colmados de bloques de hielo que parecían un trozo de la Antártida y tantos carneros colgando de una mata de ciruela, puercos chillando ante el presentimiento de la última hora, gallinas azoradas presagiando el peligro.
Adoraba bañarme en el aguacero, perderme en el “bosque” que se extendía detrás de las casas de la cuadra; jugar ajedrez, convertirme en los personajes principales de las aventuras de turno, ir al cine, pasarme horas montado en lo que fuera con tal de zambullirme en la playa La llanita (Puerto Padre); seguir el rodeo en la Feria, practicar esgrima; estar entre los privilegiados que en el cine-teatro Tunas fueron testigos de los conciertos de Estela Raval y los Cinco Latinos, del grupo vietnamita Flor de Loto, de la mexicana María de Lourdes, antes de que le robaran su sombrero de mariachi y los botines…; aprenderme tres acordes de la guitarra con Bertica Maestre con los que cantaba un millón de rancheras y clásicos de la trova tradicional…
Ahora mismo le haría un monumento a la Casa de Cultura Tomasa Varona donde me perfeccioné como bailador popular. Pueden tirarme lo que sea: lo mismo un danzón o un mambo, que un chachachá o una cumbia. ¡Y si es un casino, apártate! Le haría otro a la comparsa Zabala y a la conga Mau Mau, al Dancing Lights (discoteca), a la Fonoteca en los altos de la Fuente de las Antillas, de la Longa, donde bebía menta y, lejos del tapaboca de Juana (“cuando usted trabaje…”), fumaba con total libertad. También a El Cornito, la querida guarida de El Cucalambé, de los bambúes y de los tuneros que se dejaron arrebatar la tradición de hacer sus picnics los fines de semanas, en el lugar más espléndido de la árida naturaleza tunera.
No obstante, la maravilla mayor para mí fue el IPU Luis Urquiza Jorge. Mis compañeros de entonces, mis hermanos de hoy, consiguieron el milagro de engendrar la amistad que no se destiñe, que no cree en distancias ni en años que pasan, que no filtra atendiendo a posibilidades económicas o estatus social. Inventaron un calor persistente que no entiende de vendavales ni fríos.
¿El niño José Luis soñaba con escribir o con grandes inventos y ecuaciones?
El niño José Luis quedó fascinado primero con el mundo de los números. Era excitante ver un problema matemático y que la solución se fuera dibujando en mi mente a medida que avanzaba en la lectura. Me encantaba que me mandaran a la pizarra a resolver los ejercicios y explicarlos para toda el aula. Mi casa se pasaba todo el tiempo llena de mis compañeros a quienes repasaba una y otra vez. Ellos adoraban los batidos que le tumbaban a mi mamá. Decían que yo siempre les salvaba la vida. Todavía me lo dicen cuando me encuentran por la calle y me abrazan.
Siempre fui un niño muy aplicado. Todo se me pegaba en el aula con tremenda facilidad y después no necesitaba volver a la libreta para recordar un paso, un dato, una explicación de un fenómeno… Me fascinaba la escuela, sin embargo, no era muy consciente de esa capacidad para aprender. Me percaté en el IPU Luis Urquiza Jorge, cuando me encontré, de repente en aquel grupo 1, donde reunieron a los primeros 50 estudiantes del municipio. Estaban todas las papeletas para que el experimento resultara insoportable, pero me encontré con las personas más nobles, humanas, solidarias, integrales, que existían en todo Tunas, y luego divertidas, tan auténticamente jóvenes. Imagino que para los profesores haya sido un dolor de cabeza entrar al grupo 6 pero las clases en el 1 eran tan espléndidas…
En el preuniversitario tuve los mejores profesores del mundo. Este 2020 se cumplen 35 años de que nos graduáramos y todavía recuerdo sus nombres, sus rostros, sus clases. La gramática que me enseñó la profe Maribel es la que me ha acompañado hasta hoy, con la que me he defendido “a la cara”. Te aseguro que el profe Denys jamás eligió mis composiciones para leerlas en voz alta como hacía con las genialidades que escribía mi socia Gisela Paredes para que los demás aprendiéramos.
Imaginé que sería científico, ingeniero, abogado, economista… mas el Periodismo no clasificó ni en la última casilla. Confieso que, lleno de vanidad, me propuse elegir una carrera que fuera difícil de alcanzar. Era consciente de que había nacido para ser maestro, pero, pobre de mí, pensaba que merecía algo superior y desdeñé la profesión más hermosa y esencial del universo.
En una actitud autosuficiente, cuando las pruebas de ingreso eran para casos excepcionales (entonces se otorgaban según los resultados académicos), me decidí por las únicas que exigían requisitos casi extraordinarios, las llamadas “Nucleares”, impulsado además por el convencimiento que siempre tuve de que haría la universidad fuera de Cuba. Así me vi viajando para Bulgaria con el propósito de convertirme en uno de los ingenieros físico nucleares que desde la Ciudad Nuclear de Juraguá transformarían a Cuba en un país poderosamente desarrollado.
Son Bulgaria y la Universidad de Sofía amores distantes, ¿cuáles son los motivos de ese “enamoramiento”?
Parece que es imposible rememorar y no idealizar el pasado. Pero creo que, si pusiera en una balanza las felicidades y los momentos tristes, amargos, abundaron más las risas que los llantos. No obstante, fui víctima del miedo. Es cierto que el miedo paraliza. Lograba disimularlo, cubriéndome con máscaras, pero ahí estaba: vivo. No me atrevo a imaginar qué hubiera pasado conmigo si algunos de mis compañeros en la Preparatoria hubieran convencido al decano de la Facultad haciéndole ver que alguien como yo no era digno de representar a la Revolución cubana en el extranjero. ¿Cómo habría enfrentado a mis padres, a mi familia, a mis vecinos, a mis compañeros? ¿Qué harían con tanto orgullo? No sé… Imagino que solo se enterarán de este hecho que me marcó para siempre, que pisoteó mi inocencia, si leen esta entrevista…
No haré la historia. Solo te diré que el miedo me sacó todas las lágrimas que habían acumulado mis ojos. Y mencionaré un nombre: Gladys Nexys Martínez, la gordita del aula que estaba protagonizando ella misma, en carne propia, todas las escenas de la Ofelia de Una novia para David, mas dejó a un lado su mal de amores para contarles a mis profesores búlgaros por qué su alumno con Título de Oro de pronto se negaba a participar en las celebraciones por el 24 de Mayo, Deniat na Slavianskata pismenost i cultura (el Día de la Escritura y la Cultura Eslavas). Ellos se pusieron en sus 13. O yo o ninguno.
¿Por qué me enamoré perdidamente de Bulgaria? Porque lo que había conocido hasta esa fecha era, por decirlo de una manera, una “caricatura” de la felicidad. Mi increíble profesora de idioma búlgaro, Zdravka Georguieva, lo predijo: “Cuando llegues a Bulgaria todos te amarán. Mi país se pondrá a tus pies”. ¡Palabra santa! ¿Qué les atraía de mí? Imagino que les llamaba mucho la atención encontrar en aquel contexto un negro que hablara su lengua con una fluidez tremenda y, bueno… uno tiene su simpatía personal, la verdad (risas).
No, en serio, creo fue haber descubierto la libertad. No la sensación de libertad, sino la certeza de la libertad. Me refiero a la libertad personal, no a otra; a soltar amarras, a respirar el aire a todo pulmón, a vivir como si cada día fuera el último. Ellos, los búlgaros y las búlgaras, me echaron a perder.
Supe por tus estados de Facebook que fuiste el primer negro de tu Alma Mater ¿cómo fue esa vivencia? ¿dramática, divertida, rara?
Divertida, divertidísima. ¡Una mosca dentro de la leche! Ese era yo en aquel auditorio. El primer día de clases llegué un poco cortado y todos me miraban con disimulo. Al segundo, ya andaba repartiendo besos como buen cubano y como si nos conociéramos de toda una vida. Algunos aprovecharon la cercanía para rozarme el brazo con las yemas de los dedos para luego revisar si se les habían manchado. A otros les dio por evaluar la consistencia de mis pasas… Tu juro que el filin fue inmediato. En Bulgaria dejé a mi otra gran familia.
Suele pensarse que las personas son óptimas o talentosas en un solo ámbito del conocimiento. Así, ser bueno en las Humanidades, excluye las habilidades para las Ciencias Exactas, sin embargo, transitaste de la Ingeniería al Periodismo. ¿Cómo y por qué?
La vida. El regreso de Bulgaria fue traumático para mí. La caída del campo socialista me obligó a dejar aquella tierra sin poderme despedir. Todo me tomó por sorpresa. Creí que, en quinto año, avanzando ya en la tesis, terminaría allí mi carrera… Nada sucedió como lo preví.
A mi regreso tomé una decisión: me quedaría en La Habana, la única ciudad de Cuba donde consideraba que podía seguir siendo feliz. El sueño de Juraguá había muerto para mí. Permanecía intacto el amor por Las Tunas, pero mi espíritu se había ensanchado tanto que necesitaba de teatros, cines, conciertos, peñas…, y solo la capital podía saciar ese enorme apetito…
Por el año 91, 92, comenzaba a vislumbrarse un serio problema que luego se agudizaría: la escasez de profesores. En un tiempo en que era obligatorio para los graduados universitarios retornar a su lugar de origen, dar a un paso al frente para sumarme a los que darían clases en secundaria básica posibilitó que me librara de que me aplicaran dicha resolución. Y fue así como me volví a conectar con la profesión de mi vida: el magisterio.
De mi madre heredé, para bien o para mal, un sentido de la responsabilidad, una pasión y un compromiso por cada proyecto que emprendo, que mi entrega se torna algo enfermiza. Así ha sido con todo: cuando amo, amo. Y con el amor no tengo límites. No me importa si la otra parte se percata y se aprovecha de mi “debilidad”. Estoy incapacitado para darme a medias.
De poco valía que un profesor se ausentara de la escuela, porque los muchachos sabían que con “el Físico” no había turnos de clases perdidos. Daba lo mismo que tocara Matemática, Español, Química, Inglés…, de séptimo, octavo o noveno, que estuviera libre o en otra aula. Ahí me aparecía lleno de tiza de la cabeza a los pies, haciendo de esos 45 minutos un show (yo creo que Fidel se inspiró en mí para idear a los Profesores Generales Integrales). Porque, además, tenía un control absoluto sobre la escuela. Ahí están muchos de esos alumnos entre mis amigos de Facebook. Si les preguntas dirán que no miento: que me tenían “terror” y me amaban. A cada rato les da por sacarme las lágrimas, me agradecen por esa obsesión mía de convertirlos en hombres y mujeres de bien.
Pero las personas como yo, que se levantan a las seis de la mañana y llegan primero a la escuela para limpiar sus tres plantas cuando el esposo de la compañera encargada de la limpieza recibe tratamiento de hemodiálisis, o se toman muy en serio eso de ser Guía Base, de preparar muchachos para concursos nacionales y que con el primer lugar consigan elegir la carrera de sus sueños…, cuando se decepcionan son como el burro negado de Van Van, que ni a palo sube. A mí me pasó alrededor del año 2000, justo en el momento en que, vencido el período especial, los medios de comunicación se sintieron en condiciones de retornar a la normalidad, solo que una buena parte de los periodistas hacía rato que habían decidido buscar otros horizontes.
Fue una gran amiga, Ana María García Salvador, extraordinaria profesora de Historia, quien me habló del Diplomado de Periodismo en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí: un curso emergente e intenso dirigido a egresados universitarios que, de aprobar los exámenes de aptitud, se formarían en un año. Cuando quiso embullarme para que juntos nos presentáramos, me negué de plano. “Mija, si yo no sé ni escribir una oración compuesta”, le dije para que me dejara tranquilo. “Además, jamás me ha pasado por la mente ser periodista”, proseguí con mis argumentos, pero no entendió. Cuando vine a ver, el 64 fue pasando cada una de las rondas eliminatorias hasta que mi nombre apareció en uno de los dos primeros grupos que protagonizaron esa experiencia, que luego tendría dos o tres ediciones más.
Cuando recibí la primera clase con el profe Luis Sexto quedé fascinado. ¿Dónde había estado el periodismo que jamás me había fijado en él? ¿Cómo hasta ese momento le había mirado fijo a los ojos para saber que otro amor verdadero tocaba a mi puerta? Desde el principio esta profesión me conquistó. Y se lo debo a esos profesores, verdaderos “monstruos”; lo más grande: José “Pepe” Alejandro Rodríguez, Manuel González Bello, Ariel Terrero, Víctor Joaquín Ortega, Julio García Luis, Antonio Moltó, Herminia Sánchez, Isabel Moya, Caridad Carrobello, Toni Prada, Dixie Edith. Ellos son los primeros culpables.
Me esforcé mucho, también debo decirlo. Recuerdo que a mi grupo le correspondió, desde el primer día, hacer prácticas en las mañanas y recibir clases en las tardes. Empezamos el recorrido por prensa escrita, pero ¿quién encuentra un alma periodística en un periódico a las nueve, diez de la mañana? Ni siquiera a las 12 m. Me quejé, y fui a dar a la Agencia de Información Nacional (AIN), hoy Agencia Cubana de Noticias (ACN), siento que como un castigo, y resultó un regalo. Aprendí a escribir notas informativas de hasta lo “innoticiable”. Quería estar en todas partes, cubrirlo todo. Tremendo entrenamiento. Luego vino Radio Reloj, otra etapa que me marcó. Me dio la síntesis.
Juventud Rebelde era para mí lo inalcanzable. Tanto que ni siquiera me imaginé en el medio que considero el reino del periodismo cubano. No fui uno de esos alumnos sobresalientes del Diplomado, más bien creí por momentos que los profesores no notaban mi existencia. Por tanto, te confieso que jamás esperé terminar en la “pecera” (redacción de promiscuidad total delimitada por cristales). Estaba feliz imaginándome en la AIN o Reloj, pero el destino lo tiene todo muy bien planeado.
¿El Periodismo es para ti un modo de vida o un medio de vida?
Vivo para el periodismo desde que se instaló con firmeza en todos mis poros. Le dedico 48 horas al día. Me desvela pensando en la entrevista que tendré mañana, en la palabra con la cual intentaré atrapar al lector como si se tratara del néctar irresistible con el cual las plantas carnívoras hipnotizan a los insectos. Yo no quiero “tragármelos”, pero sí que busquen mi nombre en las páginas del periódico cada día, que me lean y hasta que decidan escribirme, ser mis nuevos amigos.
Las entrevistas son un género en el que se te descubre cómodo, resuelto, y pese a que te acercas a grandes de la escena o del arte en general, no eres presa del “efecto halo” o las peculiaridades de los entrevistados, ¿cuál es la fórmula para conectar con ellos?
Disfrutar del placer de una buena conversación. Creo que fue Chéjov quien, comparando a los libros con la conversación, dijo que los primeros son las notas, y la segunda, el canto. Pero para mantener una buena conversación hay que saber respetar y escuchar. Interesarse en verdad por lo que te están contando. Solo así compartirán, a corazón abierto, lo que sienten o piensan, y se establecerá esa esencial empatía cuando estén convencidos de que eres alguien seguro, ético, cuando estén convencidos de que lo cuidarás, de que te transformarás en “tumba” si fuese necesario.
Si algo he tenido muy claro es que en las entrevistas que hago no soy el protagonista y mucho menos me interesa que el lector perciba un supuesto elevado nivel intelectual ni que note cuán vasta puede ser mi cultura. Para mí lo más importante es tener la humildad de mostrarme como un propiciador de la abundante virtud de los otros. Que sean ellos quienes tejan la historia, con sus satisfacciones, sus frustraciones, sus ansias.
¡Por supuesto que me preparo bien! Pero cuando tengo a mi entrevistado al frente jamás me verás leyendo una guía, más interesado en la próxima pregunta que le voy a soltar que en lo que me están diciendo. Y es justo en ese instante cuando se deja escapar la gran historia. ¡Ocurre con tanta frecuencia! A veces ni siquiera lo dejan que concluya una idea.
Me parece que en otra vida debo haber sido algo así como un confesor (lo que sin dudas me ayuda hoy) pero sin confesionario de por medio, que no juzgaba ni castigaba.
La crítica de arte es casi siempre un tema espinoso. Hay quienes claman porque se haga y quienes exclaman cuando se hace, ¿cuál ha sido tu experiencia?
Resulta complicado ejercer la crítica, máxime en un país donde se le tiene fobia. Da lo mismo el campo en que se mueva. En el caso del arte, los creadores abogan por ella hasta que los afecta. Entonces se acusa el análisis de ser superficial, de no haberse acercado al proceso creativo, de no reconocer el esfuerzo con el que se ha realizado la obra en tiempos de tantas carencias… ¿Existirá algún creador que esté consciente de que su obra tiene fallos y que además lo reconozca?
¿Es necesaria la crítica de arte? Vital. Y será más en la medida en que sigamos asistiendo a una banalización del arte cada vez más creciente y esté menos de moda un pensamiento complejo. Pero no basta con ser periodista cultural para expresar un juicio de valor con argumentos. La academia no ofrece las herramientas que se requieren para llevar adelante una tarea que exige responsabilidad.
En mis inicios, con esas ganas de comerme al mundo, hubo ocasiones en la cuales tal vez se me fue un poquito la mano. O al menos eso pensaron quienes me estuvieron llamando por teléfono para decirme: “Te salvas que vives en Cuba, porque en otro país hubieras amanecido con la boca llena de hormigas”. Desde entonces me mido un poquito más (risas).
El Periodismo Cultural bien hecho supone conocimiento plural y casi enciclopédico ¿cómo logras prepararte, sedimentar toda la información para abordar las distintas expresiones artísticas?
Leyendo lo que me cae a la mano, viendo lo que me gusta y lo que me recomiendan, intentando mantener una vida cultural bien activa, lo que no siempre logro conseguir porque el diarismo representa una rutina productiva verdaderamente fuerte, sobre todo cuando quieres que en cada edición aparezca, como mínimo, un trabajo digno. Es lo que menos se puede hacer en un país con una cultura tan poderosa.
A ver, seamos claros: yo soy el tipo más “cojo” que existe sobre la faz de la tierra. Hay tantas lagunas en mí que si todas esas “aguas” se unen se va a desbordar mi río de desconocimiento. Posiblemente “ustedes son unos corte y pega” sea la frase más exacta que encontraron algunos profesionales del periodismo para definirnos a los “reorientados”, lo cual se traduce, en el argot popular de Las Tunas como: “ustedes son unos caraepapas”, y quizá tenían razón. En mí no está ese conocimiento enciclopédico al cual te refieres. Por eso me cuido mucho de abordar manifestaciones artísticas que siento más lejanas, al menos desde la crítica de arte. Lo que te aseguro es que amo mi profesión e intento ser digno de ella todo el tiempo.
Hay en tu trabajo un evidente apasionamiento por el ballet, ¿qué lo motiva y nutre?
Nunca me fue difícil entender esa expresión tantas veces utilizada de que la cultura es escudo y espada de la nación (aunque en nuestros medios lo olviden con frecuencia cuando esa es la primera página que “se va del aire” a la hora de los ajustes, cuando casi nunca constituye un titular de portada o de nuestros noticiarios, etcétera.). Porque la nación, la patria, a “pequeña” escala termina siendo uno mismo. Y a mí, desde que he tenido uso de razón, la cultura me ha salvado, me ha hecho feliz, me ha dado fuerza para resistir, me ha llenado de esperanzas.
La toma de La Habana por este tunero en los ya lejanos años 90 fue dura, dolorosa. Y aunque los guajiros somos fuertes, como dicen mis queridos “habaneros”, no escasearon los períodos en que pensé rendirme y regresar al calor de mi hogar, a la protección de mi Juana, esa madre a la que tengo un altar, obstinado de dormir en parques, de “velar” muertos ajenos en funerarias, de tandas especiales en el cine Yara, de alquileres de los que me desalojaban sin previo aviso… Entonces decidía ir a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana por última vez, solo que el que salía nada tenía que ver con el tipo abatido que entraba. Este José Luis se llenaba de tanta energía, de tanta belleza, de tanta fuerza interior que podía venir la fiera que él la estaba esperando.
Claro, lejos andaba de imaginarme que mi vida tomaría este rumbo. Cuando en JR demostré “que servía para algo” y creyeron no solo que podía escribir de temas culturales sino además intentar encaminar esa Redacción Cultural que privilegiaron firmas como Ángel Tomás, Emilio Surí, Leonardo Padura, Soledad Cruz, Rufo Caballero, Joel del Río, Magda Resik, Tania Cordero, Joaquín Borges-Triana…, me acerqué al Ballet Nacional de Cuba ansioso por contar una historia llena de gloria de cara al escenario y tras bambalinas. Y de paso, darle las gracias.
Sobre esto has escrito y publicado dos libros, ¿cómo fue esta experiencia de involucrarte en procesos editoriales no periódicos y con otras rutinas productivas y tempos? ¿Hay algún libro en progreso?
Excitante. Quizá a mí no se me hubiera ocurrido nunca esa idea. Respeto tanto a los escritores. Las entrevistas que recoge De la semilla al fruto. La compañía, vieron la luz primero en mi querido Juventud Rebelde, aunque muchas de ellas aparecieron aquí enriquecidas con confesiones que por cuestiones de espacio no pudieron salir en el diario. Por tanto, no fueron escritas pensando que llegarían a conformar un libro.
La idea comenzó a adueñarse de mí después que publiqué mi diálogo con José Manuel Carreño, gracias al cual me llegó un correo de un muy joven lector holguinero, Jorge Santiago. En su mensaje, este amigo me hacía partícipe de la gran satisfacción que había sentido leyendo la historia de ese notable bailarín cubano. Casi me rogó que le mandara las anteriores, y después de un tiempo me envió otro correo suyo donde me aseguraba que los lectores merecían conocer de cerca el fabuloso quehacer de la agrupación danzaria más importante de Cuba a través de las voces de quienes la sustentan.
Así nació De la semilla al fruto. La compañía (por ese título se extravió entre los estantes de la imprenta dedicados a textos de agricultura, a pesar de que en su portada aparecen unas fabulosas piernas fotografiadas por Nancy Reyes, que comienzan en unos blanquísimos tutús). Fue un proyecto con prólogo del irrepetible Rufo Caballero que me sonroja, aunque sea difícil notarlo.
El libro fue acogido con entusiasmo por la Casa Editora Abril y la Editora Juventud Rebelde para luego echar una larga siesta en el almacén del periódico que no termina hasta hoy. Ahí está todavía rendido ese libro que me llena de orgullo y que se propuso tasar los primeros sesenta años de una de las instituciones culturales más prestigiosas de Cuba y el mundo: nuestro Ballet Nacional.
Como si no hubiera sido suficiente mi tributo a la Alonso y su Compañía, regresé a atreverme con El mundo baila en La Habana. Se lo debo nuevamente a esos amigos, muchos, que no han dejado de estimularme. Cuando le conté a una de ellos, Teresa Plaza, que en De la semilla… no había logrado publicar todas las entrevistas que había conseguido realizar a no pocas de las principales estrellas del ballet mundial me preguntó: “¿Y por qué no lo haces? ¿Qué esperas?”, y me mostró un posible camino: Logística del Arte y su director Enrique Martínez, Quique.
Gracias a esa empresa española, al diseñador estrella Jorge Méndez Calas que permitió que pusiera a volar mi imaginación, a la respetada editora Ana María Muñoz Bachs, a la genial correctora Marvelis Artigas, al superamable prólogo de Eduardo Heras León, a las fotografías más artísticas del universo, a Iris Gorostola que me impulsó a querer más, a soñar sin freno…, resultó un libro hermosísimo, una obrita de arte. ¡Hasta con afiche salió!
El mundo baila en La Habana me dejó la satisfacción de que el único día en que se pudo vender en moneda nacional, el de la presentación en medio de una de las ediciones del Festival Internacional de Ballet de La Habana, parecía que se estaba regalando carne de res. El Museo Nacional de la Danza no alcanzó para reunir a tantas personas. ¿Podrá sentir un escritor felicidad mayor? A veces me lo encuentro en alguna que otra librería de moneda “semidura” (juro que no recibí por él ni un medio picado por la mitad), lo tomo en mis manos y me emociono por lo que conseguí. Las vendedoras que ni siquiera han curioseado mirando las solapas donde destaca una foto mía (ese día estaba bello), no logran entender a fe de qué saltan mis lágrimas. Entonces me las seco, lo vuelvo a colocar en su estante y sigo mi camino.
Tengo muchos libros en mente. De entrevistas todos, en tanto me lleno de coraje para ver si se me da la narrativa.
¿Cómo ha sido tu experiencia laboral en Juventud Rebelde? ¿Es este medio tu zona de confort?
El mejor lugar que pude soñar para realizarme profesionalmente y sentirme pleno como ser humano. Mi otra casa. Puedo considerarlo mi zona de confort pues allí me siento cómodo, libre, como si anduviera descalzo bañándome otra vez en el aguacero. Pero yo me exijo infinitamente. Para mí no hay diferencia entre un texto para las ediciones de martes a viernes mientras te reservas y otro para el buscado dominical, nuestra propuesta de lujo. Me creo en serio que estoy llevando adelante la labor que merece la rotunda cultura cubana, mostrando a sus principales hacedores: los consagrados y los que hoy la sostienen y mantienen en un sitial de honor.
Tu talento ha sido reconocido en concursos nacionales. ¿Qué sabor dejan premios como el «26 de Julio»?
Uno muy dulce. Pienso que todo el que envía una obra a concurso es porque considera que se ganará el premio. Evidentemente la mayoría de las personas está equivocada o el jurado es incapaz de apreciarla en su justa medida. Tengo la corazonada de que poseo el récord de ser el periodista más “mencionado” de la prensa cubana. Por un buen tiempo dejé de enviar al concurso y este año regresé. Fue un doblete. Yo también considero que he madurado mucho.
¿Qué opinión te merece la joven vanguardia artística cubana?
¡Qué país el nuestro para tener talentos! ¡Qué manera de haber escritores y artistas tan admirables como jóvenes! Verdaderos virtuosos capaces de imponerse en cualquier escenario del mundo. La Asociación Hermanos Saíz posee una fuerza brutal como organización. Lo más importante es que sus miembros creen en ella, confían en ella. Es una lástima que en las escuelas de arte, por ejemplo, no se conozca suficientemente su importantísimo papel. Esos muchachos podrían hacerla más poderosa, porque eso de que en la unión está la fuerza, no falla. No obstante, aunque podría ser más numerosa, no existen dudas de que se trata de una vanguardia viva, rigurosa, que apuesta por la belleza.
Superar 50 años implica para algunos hacer un inventario de sus logros vitales, ¿cuáles integrarían tu lista?
He sido un tipo eminentemente feliz. Un gozador de la vida. He vivido con intensidad máxima cada segundo. Cada paso ha sido dado desde el amor. Esa es una gran suerte.
Por favor, define en frases breves lo que representan para ti estas palabras:
- Cuba: mi amante más fiel.
- Cultura: el alma, la energía, mi salvación.
- Ballet: mi paseo por las nubes.
- Familia: ¡me gané la lotería!: así fue como me la pedí.
- Amigos: Mis piernas, mis brazos, mi pecho… la luz.
- Escribir: la felicidad.
Premios Calendario: Poder de la letra joven (+Fotos)
Muchos volvemos a las páginas durante estas jornadas de coronavirus y aislamiento, conscientes de que la literatura también salva, con su poder para cultivar el espíritu, transmitir conocimientos y hacernos soñar. Decenas de autores ahora mismo escriben en sus casas, conforman mundos con mezclas de fantasía y realidad. Seguramente en el futuro tendremos libros, nacidos durante esta etapa de temores y esperanza, que conquistarán concursos y llegarán a nuestras manos con el encanto de lo auténtico.
Los textos ganadores del premio Calendario, uno de los más importantes en Cuba, siempre son buenas opciones para adentrarnos en lo mejor de la literatura de jóvenes en el país. Hoy les proponemos acercarnos a varios que tal vez ya usted adquirió en las ferias del libro del 2019 ó el 2020, o puede encontrar en diferentes librerías. Todos fueron publicados por la Casa Editora Abril y sus autores son miembros de la Asociación Hermanos Saíz. Estas son obras con el poder de lo atrevido y el talento, pasos de quienes desean crecer siempre.
HÉROES MÁS HUMANOS
El mensajero (2020), escrito por la villaclareña Leidy González Amador, tiene el encanto de lo ágil y preciso, el humor y la historia. Narra las peripecias de un niño llamado Manu Tejeda, hijo de un mambí a las órdenes de Antonio Maceo, que murió como consecuencia de heridas de guerra. El pequeño, delgado y algo “entrometido”, también se suma a las tropas insurrectas empeñado en cumplir la voluntad de su padre.
El infante, fruto de la imaginación de la autora, al igual que otros personajes como Julián Planazo y el negro Cebiche, nos muestra su visión de sucesos y hombres reales de la contienda de 1895, como el propio Maceo, Quintín Banderas, Máximo Gómez y Panchito Gómez.
Ahí va él, caminando entre los demás, lleva cartas como mensajero, siente hambre, cansancio, pero sigue en la invasión hacia Occidente, disfruta las anécdotas y bromas de los más viejos, prueba el aguardiente, es curado con hiervas de una herida en la pierna, pierde a su mejor amigo en la manigua, tiene dolor y orgullo…
González Amador, ganadora también de los premios nacionales Hermanos Loynaz 2013 y 2017; Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2015; Eliseo Diego (2016), Fundación de la Ciudad Fernandina de Jagua 2017 e Ismaelillo 2019, vuelve a demostrar su fuerza como escritora, a pesar de tener solo 31 años de edad.
Los lectores cubanos, especialmente los infantes, necesitarán siempre de propuestas literarias como esta. Ojalá El mensajero, texto para pequeños y adultos, esté en las escuelas primarias, tenga una versión digital suficientemente atractiva y pase también a la vida como audiolibro, con la certeza de que en las creaciones más recientes de la narrativa cubana hay personajes con suficiente fuerza para encantar a los más pequeños y ser referentes muy autóctonos y atractivos.
LAS LÍNEAS Y LA VIDA
Publicada también en el año 2020, la novela Líneas de tiempo, de la granmense Elizabeth Reinosa nos hace reflexionar sobre el significado de la vida misma, en la cual hay tristezas, anhelos y desesperanzas.
Compuesta por 82 páginas, presenta cuatro capítulos o líneas, denominadas Infancia (1939-1955), Juventud (1956-1970), Adultez (1971-2000) y Vejez (2001-2016), con una armónica narración que presenta relatos breves. Desde Patio (1943), fecha en la cual asumimos que el personaje protagónico tenía cuatro años, hasta Retrospectiva (2016), el lector encuentra sufrimiento, miedos, golpes, sueños y también dolor y pesimismo, como en Estragos (1978), con la certeza de que “…la felicidad solo dura unos minutos…”.
Como expresó Rafael de Águila, integrante del jurado que otorgó el Calendario de Narrativa en 2019 junto a Francisco López Sacha y Ahmel Echevarría, Líneas del tiempo es “rotunda, dura, telúrica, viñética, angustiosa, escrita como a zarpazos tristes”.
Reinosa Aliaga consigue una especie de doble sentido entre el título general, los de los capítulos, las partes de la narración y el ferrocarril y los trenes, pues estos dos últimos elementos atraen a su personaje desde la niñez, un ser que no tiene apellidos ni es ubicado en ciudad o poblado específico.
El lugar de los sucesos pudiera ser cualquiera, pero se siente mucho el sabor a Cuba, el ambiente de este país y el vínculo con algunos hechos de la historia nacional, incluidos Balseros (1994) y Presagios (1998). Esta es la vida de un hombre, que pudiera transcurrir en etapas sin definir, más allá de los años marcados. En su estilo preciso y limpio, la novela tiene también poesía; sin dudas una obra que despierta sensaciones agradables durante y después de su lectura.
UN LIBRO PARA CORREGIR
Un sistema inventado para corregir: El discurso penitenciario y la prisión en la Cuba decimonónica (2020), del joven licenciado en Derecho Adrián Jesús Cabrera Bibilonia es sin dudas una obra interesante.
Ganador del Calendario en la categoría de Ensayo, posee un estilo coloquial y tiene de literatura en cuanto a estilo, a pesar de la hondura de sus exposiciones y análisis.
Según las palabras del propio autor, profundiza en la manera en que la prisión logró su existencia, la necesidad de crear espacios de encierro para moralizar y corregir. O lo que es lo mismo: el nacimiento de un fundamento de por qué el estado moderno puede y debe castigar: la “corrección del delincuente”. Que es, además, un fundamento perfectamente reconocible en la contemporaneidad.
Nacido en La Habana en 1994, Cabrera Bibilonia estudia temas penitenciarios desde su etapa como alumno en la Universidad de La Habana, con una visión más cercana a lo humano y lo social. Para él, “un libro siempre debe tener como máxima transformar comportamientos cotidianos”, por eso considera esencial transcender el campo académico y calar en las personas.
MUNDO DE ROMPIMIENTOS
Cuando despiertes (2018), del también habanero Daniel Burguet es indudablemente una propuesta bien lograda en cuanto a formas y contenidos.
Constituida por 88 páginas y siete relatos, presenta una armónica interrelación entre ellos, con buen empleo de las técnicas narrativas y la variedad de estructuras, con exactitud en los diálogos, y la construcción de personajes y ambientes con un alto nivel de realidad, a pesar de lo suigéneris de los escenarios y sus protagonistas.
Como expresó Eric Flores Taylor, miembro del jurado que le concedió el galardón, esta obra “es una muestra de la literatura de ciencia ficción más humanista y menos tecnológica, donde los gadgets (dispositivos pequeños con un propósito y una función específica) revolucionan el mundo ficticio, mas no por ello son el epicentro de la trama”.
En esta obra hay “tacos” (aparatos para programar como deseas que sea el día…), objetos voladores, un ser con el poder de dirigir guerras desde su casa y verlo todo en una gran pantalla…, pero lo más importante son siempre las personas, sus pensamientos y modos de comportarse, sus amores y desamores, el miedo, las incomprensiones, las traiciones y los sueños en medio de un mundo a veces negro, siempre desafiante.
Daniel Burguet, un muchacho delgado con el pelo largo, recrea dos “realidades” paralelas: la de los conectados y la de los desconectados, ambas con diversos puntos confluyentes, conflictos y anhelos.
Desde el primer cuento, Anatomía de la melancolía, hasta el último, El ojo cosmológico, gravita una especie de metafísica que va creciendo con cada página, dentro de una dramaturgia en la que a veces hay aparente tranquilidad, pero también sangre, muerte, sorpresa y sensibilidad hasta en los seres más impensados.
Llama la atención como el final del último relato cierra también el libro y aporta un elemento que enriquece historias anteriores. Cuando despiertes tiene algo de novela, pero sobre todo de sensibilidad en dos mundos de rompimientos y coincidencias, como es a veces la existencia de los seres humanos.
CONFLICTOS ENTRE NÚMEROS Y LETRAS
Los impares, de Claudia Damiani Cavero, cautiva por la diversidad de formas narrativas y cierta singularidad de las historias. Compuesta por 14 cuentos, la obra abarca cierta experimentación en la relación entre las matemáticas, la vida y los temas de conversación de sus personajes, con diálogos que, en ocasiones despiertan sonrisas.
Los argumentos de ellos en leves disputas verbales revelan el conocimiento de teorías y particularidades de las ciencias, aunque los sucesos ocurran en lugares como un pasillo durante una guardia escolar en la madrugada.
Su autora aseguró que para escribirlo utilizó por primera vez la búsqueda de información a conciencia en función de la literatura, algo que se nota en sus páginas, sin restar frescura y ritmo a la narración.
El jurado que le concedió el galardón, integrado por Daniel Díaz Mantilla, Atilio Caballero y Aida Bahr, resaltó que presenta una “cambiante gama de conflictos, emanados de las relaciones interpersonales y la cotidianidad”.
Graduada de Diseño Gráfico, su autora, una muchacha de cabello rubio, espejuelos y aparente timidez, logra una buena construcción de los personajes quienes actúan y hablan con naturalidad, en coherentes relaciones entre ellos, sus acciones e ideas. El humor nunca parece ser objetivo, pero sí capa subterránea.
Es interesante como emplea la segunda persona del singular en algunas narraciones, especie de conversación con los lectores o meditaciones en voz alta. Ganadora también del Premio David (2018) la primera gran pasión de Damiani Cavero fueron las historietas, por eso no sorprende que actualmente sea también ilustradora y autora de la imagen de portada.
Líneas de tiempo desde las letras de Elizabeth Reinosa
*Tomado de Cubahora
La vida es un conjunto de líneas o una sola, a veces enrevesada, confeccionada por nosotros mismos y las circunstancias, una sucesión de pasos y decisiones, sueños, metas que no siempre se alcanzan.
En estos tiempos de coronavirus y aislamiento en las casas, leer es una de las opciones que salva, por eso les proponemos la novela Líneas del tiempo, de la joven escritora granmense Elizabeth Reinosa Aliaga (Bayamo, 1988), miembro de la Asociación Hermanos Saíz y graduada del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
Desde la ficción, ella nos hace reflexionar sobre el significado de la vida misma a través de este libro, ganador del Premio Calendario 2019 y publicado por la Casa Editora Abril en 2020, en el cual hay tristezas, anhelos y desesperanzas con el reflejo de la existencia de su personaje protagónico desde la infancia hasta el fin.
Compuesta por 82 páginas, esta novela, se estructura en cuatro capítulos o líneas del tiempo, denominadas Infancia (1939-1955), Juventud (1956-1970), Adultez (1971-2000) y Vejez (2001-2016), con una armónica narración que presenta relatos breves, muchos de los cuales podrían funcionar de manera aislada, pero en verdad van creciendo con la trama.
Desde Patio (1943), fecha en la cual asumimos que el personaje tenía 4 años, hasta Retrospectiva (2016), el lector encuentra tristezas, miedos, golpes, sueños y también dolor y pesimismo, como en Estragos (1978), con la certeza de que “la felicidad solo dura unos minutos. Al final todo es sangre, todo raja la piel de un modo irreparable”.
Como expresó Rafael de Águila, integrante del jurado que otorgó el Calendario de Narrativa en 2019 junto a Francisco López Sacha y Ahmel Echevarría, Líneas del tiempo es “rotunda, dura, telúrica, viñética, angustiosa, escrita como a zarpazos tristes”.
La autora nos presenta un ser humano que conoce el sufrimiento desde pequeño, cuando es abandonado por su madre con el pretexto de un suicidio, crece y trabaja en el lugar que deseaba, pero no logra su mayor propósito. Elizabeth consigue una especie de doble sentido entre el título general, los de los capítulos, las partes de la narración y el ferrocarril y los trenes, pues estos dos últimos elementos atraen a su personaje desde la niñez, un ser que no tiene apellidos ni es ubicado en ciudad o poblado específico.
El lugar de los sucesos pudiera ser cualquiera, pero se siente mucho el sabor a Cuba, el ambiente de este país y el vínculo con algunos hechos de la historia nacional, incluidos Balseros (1994) y Presagios (1998). Esta es la vida de un hombre, que pudiera transcurrir en etapas sin definir, más allá de los años marcados. En su estilo preciso y limpio, la novela tiene también poesía; sin dudas una obra que despierta sensaciones agradables durante y después de su lectura.
Ganadora de diversos reconocimientos, como los internacionales de poesía Voces Nuevas (España, 2016) y Décima al filo (Cuba, 2015); y los nacionales Francisco Riverón (2015) y Ala Décima (2017), Reinosa Aliaga es también autora de los libros Formas de contener el vacío (Samarcanda, España, 2016), Striptease de la memoria (Ediciones Montecallado, 2016), Las seis en punto (Editorial Sed de Belleza, 2017) y Brújulas (La Luz, 2018).
Confinamiento: la posibilidad de crear hasta que llegue el día cero (+ galería)
Pausa obligada, el silencio parece ser parte esencial de la escena, espacios públicos cerrados, los gobiernos han decidido suspender las que consideran actividades no esenciales para la vida. ¡Confinamiento!, Isolamento!, Lockdown!, Confinament!, es una orden, ¡estamos en guerra!, el enemigo no se puede ver.
Hace tan solo un año, algo así, parecería el libreto de alguna obra distópica, futurista, el presente anuncia que es nuestra realidad. Según ese libreto las actividades culturales no calificarían como esenciales para la vida. Nada está más alejado de la realidad. La cultura ha demostrado su capacidad de salvar, de sacar entre tanta desgracia lo mejor del ser humano para sobrevivir a la crisis. Sin embargo, aunque se espera el día final del asilamiento y se extraña el regreso de la actividad cultural y el esparcimiento, los artistas no están de brazos cruzados, no están esperando el día cero para volver a la normalidad.
Por el contrario, en estos días se acentúa su necesidad de crear, de aprovechar el tiempo para poner a disposición de las personas producciones que emanan de los días de encierro. Vía WhatsApp, para respetar el confinamiento, localizamos a Carlos Daniel Sarmiento entre los artistas más jóvenes, él es de los que no tiene tiempo para aburrirse, de los que el quedarse en casa le ha sido muy útil para crear. El joven que forma parte del Grupo de Teatro El Caballero habla al Portal del Arte Joven Cubano sobre qué hacer.
–¿A qué dedica sus días Carlos Daniel Sarmiento, tienes algún montaje en proceso de producción?
Antes de la pausa que estamos viviendo en muchos sectores nuestra sociedad debido a esta catastrófica situación, que nos obliga a permanecer en casa, estábamos iniciando el proceso de montaje de mi texto más reciente, Player.
–Adelántanos detalles del argumento…
Player es una mirada a jóvenes muy particulares. El tema central de la obra es la libertad personal y sexual, contado a través de dos parejas swingers y la relación de estos jóvenes con algo tan delicado como polémico: la pornografía.
El objetivo es intentar escudriñar la manera en que la nueva generación asume sus relaciones de pareja. Las adicciones a los videojuegos, la rebeldía, el interés material, la migración, así como la imagen que brindamos con el fin de conseguir seguidores en las redes sociales, son algunos de los tópicos fundamentales sobre los cuales coloqué la diana para construir esta historia.
–¿Cómo ha sido el proceso de investigación para el montaje?
La investigación estuvo basada en el acercamiento a varios adolescentes y jóvenes que brindaron su testimonio, el cual me sirvió de guía para la creación de la pieza. Estamos en presencia de una generación que cambió sus límites y conceptos en cuanto a las relaciones de pareja, por lo tanto, la primera labor de la investigación fue intentar pensar como ellos y mezclar sus experiencias y vivencias con las temáticas sobre las cuales pretendía dialogar.
Elementos presentes en nuestra sociedad actual, los cuales necesitaba destapar, cual caja de pandora, y así intentar abrir un debate con el espectador. Luego vinieron algunas lecturas sobre estudios de juventud, películas y series que abordan estos temas, pero fundamentalmente la observación y la entrevista fueron los principales recursos para la investigación.
–¿Cuánto han aportado al proceso creativo estos días de confinamiento?
Durante estos días he tenido la posibilidad de insertarme más a fondo en el universo de los gamers y los videojuegos, que es un aspecto esencial dentro del argumento de la obra, de la construcción de los personajes y del concepto de puesta en escena. Otro de los elementos importantes fue que pude culminar la versión definitiva de la obra para entregar a la Casa Editora Abril, que tendrá a su cargo la publicación del texto y me he mantenido teletrabajando con la diseñadora para perfeccionar la propuesta definitiva de escenografía y vestuario.
Además del trabajo con Player, durante casi todo el día me mantengo en labores propiamente creativas. Preparo por estos días un blog especializado en teatro, en cual el objetivo fundamental es realizar una serie entrevistas a personalidades de las tablas, proyecto que ya presenté al Consejo Nacional de las Artes Escénicas para comenzar a ejecutarlo con la mayor brevedad posible.
Además, estoy escribiendo el guion para un documental e investigando para iniciar a escribir una nueva pieza teatral, aunque todas estas cosas las efectúo con un ritmo más lento de lo habitual, ya que la energía y el ambiente de esta situación que estamos viviendo son, en ocasiones, un obstáculo para la creatividad.
Resulta muy interesante el diálogo y las dinámicas de trabajo que se establece entre los actores y el director, lidiar con la evolución, con sus caracteres, con sus diferentes experiencias, todo ha cambiado, las rutinas están mediadas por la tecnología.
–El teatro es un arte muy cercano, ¿cómo es el proceso de dirigir a los actores desde casa?
Realmente dirigirlos es prácticamente imposible, solo que estamos en los primeros momentos dentro del proceso creativo y a través de WhatsApp hemos podido reescribir una de las escenas de la obra. Les he podido brindar a los actores y actrices algunas orientaciones para que trabajen desde sus casas, dígase pautas específicas para que puedan aprovechar este tiempo.
También les he indicado lecturas o temas que voy descubriendo y que siento les pueden ayudar a entender mejor su personaje, la situación y las diversas circunstancias por las cuales atraviesa la obra.
También recomendamos series, películas, artículos, videojuegos, los cuales serán de mucha valía para cuando podamos retomar el proceso de trabajo.
–¿En el tiempo que no estás creando, qué haces?
Increíblemente aun en este tiempo de confinamiento no me alcanza el día para todo lo que quiero hacer. Además de toda la labor creativa que ya te comenté, intento adelantar lecturas que tenía acumuladas desde hace tiempo y este puede ser el momento perfecto para esa empresa. También veo series y películas que eran viejas obsesiones. Además de perfeccionarme en las labores de la casa para que mi esposa pueda teletrabajar y adelantar su tesis de Maestría en Derecho Constitucional y Administrativo.
Así pasan los días entre el trabajo y la vida cotidiana cuando paredes conforman el único universo posible para salvar el cuerpo, cuando el alma no puede ser retenida. Así seguirán siendo sus días hasta que llegue el día cero, hasta que puedan volver a actuar.
Debatirán Ignacio Ramonet y Rosa Miriam Elizalde sobre colonialismo 2.0 en Dialogar, dialogar
El catedrático y periodista español Ignacio Ramonet, doctor en Semiología e Historia de la Cultura, y Rosa Miriam Elizalde, doctora en Ciencias de la Comunicación y vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba, serán los invitados en el espacio Dialogar, dialogar este 19 de febrero, para debatir en torno al Colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda. ¿Qué hacer?
A partir de las cuatro de la tarde de ese día debe comenzar el intercambio en el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba, sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz, en el cual pueden participar todas las personas interesadas, quienes tendrán la posibilidad de preguntar, expresar sus opiniones y enriquecer el debate.
También deben asistir estudiantes universitarios, incluidos algunos de la facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, quienes la semana anterior realizaron un taller con parte del equipo de Dialogar, dialogar, sobre algunas particularidades del tema, especialmente en el país caribeño.
Autor de libros como “El imperio de la vigilancia”, “La explosión del periodismo”, “¿Qué es la globalización?”, “Propagandas silenciosas” y “La tiranía de la comunicación”, Ramonet tiene amplia experiencia en el análisis de fenómenos relacionados con la comunicación, las plataformas digitales y las disputas políticas e ideológicas en diversas regiones del mundo.
Fundadora del prestigioso sitio digital Cubadebate, autora o coautora de obras como “Clic Internet” y ganadora en varias ocasiones del premio periodístico Juan Gualberto Gómez, el más importante concedido en su país para reconocer la obra de un periodista durante un año, Elizalde es una profesional con amplio reconocimiento en el campo de la comunicación y las nuevas tecnologías, por su dominio de la teoría y la práctica, demostrado en diversos proyectos como Dominio Cuba.
Creado en el año 2013 por iniciativa de la Asociación Hermanos Saíz, Dialogar… se mantiene como una plataforma para el intercambio sincero, valiente y responsable entre varias generaciones de cubanos, con líneas temáticas relacionadas con la cultura, la historia y la sociedad en general.
Los temas más recientes han sido “José Martí en la hora actual de Cuba”, “La responsabilidad colectiva, ¿cómo se construye, cómo se destruye?”; “El rol de los jóvenes creadores en la Cuba de hoy”; “Resistencia y creación: La cultura de nuestro tiempo”; y “El dirigente como servidor público”.
Este espacio es un homenaje permanente al sobresaliente intelectual Alfredo Guevara, fallecido en abril de 2013, quien fue eternamente joven por sus ideas y la capacidad para polemizar y soñar junto a las nuevas generaciones.
Las transcripciones del Dialogar, dialogar pueden leerse en dos libros, titulados Hacia una cultura del debate, en sus volúmenes uno y dos, los cuales fueron publicados por la Casa Editora Abril.
Los impares, conflictos entre números y letras
Los impares, primer libro de la escritora Claudia Damiani Cavero, Premio Calendario 2018 y miembro de la Asociación Hermanos Saíz, cautiva por la diversidad de formas narrativas y cierta singularidad de las historias, que muestran escenas de la cotidianidad cubana, especialmente la de los más jóvenes.
Compuesto por 14 cuentos, la obra abarca cierta experimentación en la relación entre las matemáticas, la vida y los temas de conversación de sus personajes, con diálogos que, en ocasiones despiertan sonrisas.
Los argumentos de ellos en leves disputas verbales revelan el conocimiento de teorías y particularidades de las ciencias, aunque los sucesos ocurran en lugares como un pasillo durante una guardia escolar en la madrugada.
Su autora aseguró que para escribirlo utilizó por primera vez la búsqueda de información a conciencia en función de la literatura, algo que se nota en sus páginas, sin restar frescura y ritmo a la narración.
El jurado que le concedió el galardón, integrado por Daniel Díaz Mantilla, Atilio Caballero y Aida Bahr, resaltó que la obra presenta una cambiante gama de conflictos, emanados de las relaciones interpersonales y la cotidianidad.
Con títulos como Múltiplos (Narrado por Ariana); Breve teoría sobre las influencias (Del libro Breves teorías sobre números y personas); Ecchi (El sueño de Pablo); Solo apto para números enteros (Historia de Pablo y Ariana) y Ser o estar (Narrado por Joan), Los impares tiene un entramado, en el cual el humor nunca parece ser objetivo, pero sí capa subterránea.
Graduada de Diseño Gráfico, su autora, una muchacha de cabello rubio, espejuelos y aparente timidez, logra una buena construcción de los personajes quienes actúan y hablan con mucha naturalidad, en coherentes relaciones entre ellos, sus acciones e ideas.
Es interesante como emplea la segunda persona del singular en algunas narraciones, especie de conversación con los lectores o meditaciones en voz alta.
Ganadora también del Premio David (2018), por su novela Seres invisibles, Damiani Cavero, en entrevista concedida en septiembre de 2018 reconoció la importancia de Los Impares para ella al expresar que significó el antes y después en su carrera hasta el momento, ya que se convirtió en su libro primogénito, con el cual pasó a una forma de escritura más consistente.
Publicado por la Casa Editora Abril (2019), este hijo de papel, con varios relatos individuales y a la vez interconectados en una historia general, fue un ejercicio bien logrado, preámbulo de lo que sería luego Seres invisibles.
Resulta curioso que los primeros intentos literarios de la autora, ganadora del tercer lugar en el concurso de narrativa de la revista Juventud Técnica (2013) y Mención en el David (2017), fueron en la etapa del preuniversitario, con una novela de ciencia ficción, que, según dijo, nunca terminó y ya abandonó totalmente, “con la suerte de que fue olvidada por todos”.
La primera gran pasión de Claudia fueron las historietas, por eso no sorprende que actualmente sea también ilustradora y autora de la imagen de portada de su libro, el cual indudablemente constituye una sugerente propuesta.
Luz y semilla
*Texto tomado de Juventud Rebelde
«…Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!».
José Martí
Este 8 de enero estaría cumpliendo 80 años Sergio Saíz Montes de Oca. Creo que nunca serán suficientes las acciones que realicemos para mantener vivo en las nuevas generaciones el ejemplo de vida e ideales revolucionarios de Sergio, así como de su inseparable hermano Luis Saíz Montes de Oca, quienes contaban apenas con 17 y 18 años de edad, cuando fueron vilmente asesinados por esbirros de la dictadura el 13 de agosto de 1957, en San Juan y Martínez, Pinar del Río, día que habían escogido ambos hermanos para realizar una acción por el cumpleaños de Fidel.
Sergio y Luis cayeron compartiendo los sueños y luchas de aquella Generación del Centenario, que desde 1953 se había entregado a la causa de la verdadera independencia y justicia social para Cuba, dispuestos a dar su sangre y vida para que el Apóstol siguiera viviendo en el alma de la Patria.
Basta echar una ojeada a sus textos literarios y políticos para quedar sorprendidos y admirados de cómo, a pesar de su corta edad, había despertado en ellos una especial sensibilidad y vocación hacia el arte y la literatura, así como por la radicalidad, hondura, madurez y originalidad de su pensamiento político. No menos destacado fue su papel en el accionar revolucionario de la época. Encoleriza pensar hasta dónde hubieran llegado esos jóvenes —pudiéramos decir adolescentes— de no haberles arrebatado sus vidas la sangrienta dictadura.
Para explicarse las posiciones de ambos hermanos hay que tomar en cuenta la influencia determinante que recibieron en el seno familiar, tanto de su madre Esther Montes de Oca como de su padre, el juez municipal Luis Saíz Delgado, quienes los hicieron crecer en un ambiente marcado, además de por excepcionales valores humanos, por el conocimiento de la obra de José Martí, la historia de Cuba y universal, y lo más avanzado del pensamiento humanista.
A su corta edad habían leído además de a Martí, a Julián del Casal, Simón Bolívar, Benito Juárez, García Lorca, José Ingenieros, José Enrique Rodó, Haya de la Torre, Carlos Marx y Vladimir Ilich Lenin. El alegato de autodefensa de Fidel, La historia me absolverá, fue un texto que ejerció mucha influencia en ellos.
Todo ese acumulado cultural, más sus experiencias prácticas, los llevó a defender un proyecto autóctono socialista para Cuba, erigido sobre las columnas del pensamiento ético y emancipador de nuestro Héroe Nacional, distanciado de las malformaciones que ya advertían en el socialismo europeo. Aspectos que se vislumbran con gran precisión en el texto Por qué luchamos, considerado su testamento político.
Actividad revolucionaria intensa
Sergio nació el 8 de enero de 1940 en San Juan y Martínez, Pinar del Río. Hizo sus estudios primarios en la escuela José de la Luz y Caballero, donde enseñaba su madre Esther. Según los que lo conocieron, tenía un carácter inquieto e impetuoso, pero a la vez reflexivo. Igual que Luis, cultivó la poesía y de manera autodidacta la pintura y el dibujo.
Su actividad revolucionaria más intensa la desarrolló en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río, donde fue electo secretario de la Asociación de Alumnos. Desde esa institución impulsó la creación de una escuela popular nocturna para elevar la preparación y conciencia política de los obreros y campesinos, pero esta experiencia no sobrevivió mucho tiempo al ser clausurada por el régimen. Sergio llegó a graduarse de Bachiller y Letras y soñaba con estudiar la carrera de Medicina.
Durante esa etapa se incorporó al Directorio Revolucionario y más tarde al Movimiento 26 de Julio. En esta última organización sería nombrado jefe de Acción y Sabotaje en el municipio de San Juan y Martínez. Fue tal su activismo político en las tánganas, protestas y otras acciones contra la dictadura que sería fichado por el Servicio de Inteligencia Militar como el joven del «jacket verde».
Entre los papeles que lograron preservarse para la posteridad de ambos hermanos se encuentra el diseño por Sergio de una Cátedra Martiana que comprendía un curso de cinco años sobre la obra de José Martí. También aparecen apuntes para un proyecto de Constitución municipal, en materia de política agraria y política educacional, en gran medida, las transformaciones que llevó adelante la Revolución después del 1ro. de enero de 1959, en especial la Reforma Agraria, la Campaña de Alfabetización y la democratización del acceso a la cultura. «Se crearán misiones culturales —señalaba Sergio—, con bibliotecas y museos ambulantes, cinematográficos, radio, música y otros estímulos. Se abrirán bibliotecas públicas en toda la nación».
Por qué no vamos a clases
Una de las acciones más audaces y destacadas que protagonizó Sergio contra la dictadura se produjo luego del asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, cuando leyó su texto ¿Por qué no vamos a clases?, frente al claustro de profesores del Instituto de Segunda Enseñanza. Entre otras ideas expresó:
«Ser estudiante no es solo repetir en un examen materias, la mayor parte de las veces aprendidas ligeramente, ni asistir todos los días a clases y hacer de vez en cuando una trastada.
«Hay mucho de comercial en el estudiante solo preocupado por la obtención de un título: para él, el instituto o la universidad, serán graciosamente estanques de juegos. Ser estudiante es algo más que eso, es llevar en su frente joven las preocupaciones del presente y el futuro de su país, es sentirse vejado cuando se veja al más humilde de los campesinos o se apalea a un ciudadano. Es sentir muy dentro un latir de patria, es cargar bien pronto con las responsabilidades de un futuro más justo y digno, es “guiar al ciego y llevarlo al porvenir”. Es “dolor por el espectáculo de un pueblo que como quiere pan y circo y solo pan y circo, no mira quien se lo da”.
«Ante esta situación de fuerza, de vejación y de sentir de patria dolida es imposible que el estudiantado retorne a sus clases tranquilamente como si en Cuba nada hubiese pasado. El régimen pretende presentar a los ojos del mundo que Cuba es la realización del nirvana budista, que a la juventud solo le interesa el rock and roll, que en la tierra, “donde el suelo tiembla, pero los hombres no”, ni siquiera el Pico Turquino está alzado, en fin que Dios no ha mudado para acá el paraíso por falta de tiempo o de congestión en el tráfico celestial. ¿Y no contribuiremos nosotros a dar esa impresión si tranquilamente volviéramos a clases y abofeteando a nuestros muertos, declaráramos de mayor importancia un teorema de Física o Geometría que la sangre que diariamente se derrama para conquistar la libertad? Un pueblo donde los estudiantes no vayan a clases, donde la escalinata grita airada su dolor al mundo no es precisamente un remedo de paraíso de Adán y Eva. Es por eso que no vamos a clases señores profesores».1
Hermoso y simbólico acto
Aquel 13 de agosto de 1957, Luis y Sergio fueron cobardemente baleados muy cerca del portal del otrora cine Martha, por el soldado Margarito Díaz, apoyado por el cabo Pablo A. Zayas. Antes de salir de la casa le habían dicho a su madre: «No temas, algún día te sentirás orgullosa de nosotros».
No pasaría mucho tiempo en que el orgullo de una madre se convertiría en el orgullo de un pueblo y, en especial, de una joven vanguardia de intelectuales y artistas que agrupados hoy en la Asociación Hermanos Saíz, rinde tributo a Luis y Sergio poniendo lo mejor de nuestra cultura en manos del pueblo, dispuesta al igual que hicieron ellos, a cumplir como generación la misión histórica de nuestra época.
Es la misma AHS que cada 13 de agosto, en lo que se ha convertido ya en una tradición, asciende el Pico Turquino, y allí, en el punto más alto de Cuba, en un solo haz de luz unen en hermoso y simbólico acto a Martí, Fidel y los hermanos Saíz.
Notas
- Tomado de Luis A. Figueroa Pagés, Cuerpos que yacen dormidos. Obras de los hermanos Saíz, Casa Editora Abril, 2012, pp. 269-270.
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