Cantante


El universo musical de Heidy Cepero (+Video)

La música es un elemento indispensable en su vida, como el aire y la comida, según sus palabras. La inspira para estudiar, la calma cuando está estresada, la alegra en momentos de angustia… Cuando pequeña su madre Leonor, quien fue cantante del Coro Profesional de Camagüey, le inculcaba ese amor y hasta le pedía que interpretara algunas melodías. La pequeña Heidy Cepero Recorder lo hacía incluso mientras caminaba. Así sigue ella, entre armonías y sueños, aunque también ciertas canciones le causan tristeza, porque la remontan a pasajes de dolor.

Aquella mujer amorosa dejó de estar físicamente cuando Heidy era apenas una niña, pero continuar en el camino de la creación es también una manera de estar más cerca, de sentirla viva.

Amante de los conciertos de música clásica, popular o de alguna agrupación vocal, recuerda con agrado su infancia, cuando solía jugar con muñecas, al parchís, a las cartas y al kikimbol. Ni siquiera los largos apagones en el denominado período especial borraban su sonrisa.

En quinto grado comenzó a estudiar en la Escuela Vocacional de Arte Luis Casas Romero, más tarde en el Conservatorio de Música José White, y luego Musicología en el Instituto Superior de Arte (ISA), en La Habana, donde se graduó en 2007.

Actualmente Heidy Cepero Recorder es musicóloga, máster en Cultura Latinoamericana, profesora en la filial del ISA en Camagüey, jefa de la sección de Crítica e Investigación de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en esa provincia, miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y aporta sus conocimientos en el Estudio Caonao, perteneciente a la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem).

Madre de una pequeña, esta joven dedica muchos esfuerzos a la investigación, y ha obtenido reconocimientos, como el Premio Nacional de Musicología de la Uneac Argeliers León en 2008, y el Memoria Nuestra en dos ocasiones (2008 y 2020), dentro del Festival Mundial de Juventudes Artísticas Romerías de Mayo.

La ocasión más reciente fue en 2020 por su trabajo A rumbear en serio, sobre el conjunto Rumbatá y los orígenes de ese género musical en Camagüey. También ha indagado sobre la música de los grupos de antecedente haitiano Caidije, Desandann y Bonito Patuá.

Sonríe con frecuencia, mueve las manos y levanta la mirada, de fondo se sienten suaves melodías. Asegura que nunca ha pensado irse de su ciudad de tinajones, porque «soy apegada a la familia, me gusta ser camagüeyana, me encanta la calma de esta provincia.

«Me siento muy útil impartiendo clases aquí y como investigadora adjunta del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (Cidmuc). Creo aportar más desde esta región al programa de investigaciones que desarrolla el Instituto Cubano de la Música a nivel nacional.

«Las clases en la Universidad me mantienen al día en la búsqueda bibliográfica, me exigen superación como docente y los alumnos cada día están más actualizados, por lo que el reto crece de manera constante», dice quien se define como una persona sencilla, sincera y alegre, que le teme a la soledad y disfruta la libertad, compartir un café, conversar y descubrir lugares nuevos.

Añade que en el Estudio Caonao el ambiente es muy favorable, y se siente afortunada por la oportunidad de compartir con los artistas y contribuir a que cada obra quede lo mejor posible. «Esa interacción me complementa la teoría, me aporta como profesional y también como persona que ama y siente de manera especial la música», asegura quien también tiene un cariño singular hacia la AHS, organización que cumple 34 años este 18 de octubre.

«La AHS es parte importante de mi vida, un espacio de crecimiento e intercambio, de sueños y aprendizajes. Valoro mucho todo lo que hace a favor de los jóvenes creadores, particularmente de los investigadores.

«Me gustaría que siga logrando más alcance y también más protagonismo en universidades y otros centros académicos, más allá del arte. Son muchos los motivos para celebrar este cumpleaños 34», refiere la también miembro de su Dirección Nacional en representación de la sección de Crítica e Investigación.

Para esta agramontina que no ha dejado de crear durante la etapa de pandemia, resulta vital conocer y preservar las raíces musicales de Cuba, «para conocernos nosotros mismos como pueblo, saber de dónde venimos, nuestras identidades sonoras, que forman parte de nuestra alma como nación».

Heidy habla de manera pausada, en ocasiones acelera un poco el ritmo de las palabras. Sus ojos muestran un brillo peculiar cuando comenta sobre proyectos y anhelos. «Mis metas son seguirme superando; y en lo personal hacer feliz a la familia y a quienes me rodean, sobre todo ser una gran madre, sembrar en mi hija la semilla de la búsqueda permanente del conocimiento y la felicidad», manifiesta con entusiasmo.

Tal vez, cuando leamos estos párrafos ella esté frente a su computadora, disfrute nuevas creaciones en el estudio Caonao, intente algunas notas con imágenes de la memoria o juegue junto a su pequeña, fuente de melodías especiales.

*Publicado originalmente en Juventud Rebelde y el blog Mira Joven


«Todo cambió» para Gisselle Lage

Escuchar su voz es tener la sensación de sentir una caricia necesaria, un leve suspiro afianzado en el más oscuro silencio. Quien percibe su timidez en el escenario, también encuentra madurez, valentía y sensibilidad. El feeling, la trova, el bolero, el jazz o la bossa nova, le abren espacio y la entronizan hasta convertirla en una de las cantantes más talentosas en el panorama musical cubano. Limpieza y sinceridad en sus interpretaciones caracterizan a Giselle Lage Gil, cantante, pianista y compositora de Santiago de Cuba, miembro de la Asociación Hermanos Saíz.

Aunque prefiere dedicarse a la música popular, confiesa que estudiar canto lírico y piano le ha brindado muchas herramientas en su desempeño posterior. No tener antecedentes de músicos en la familia, convirtieron a Giselle en una exigente estudiosa de las piezas que interpreta. Un piano, obras clásicas de la literatura, además de papeles con anotaciones, y una bandera cubana, colonizan el pequeño estudio donde ella crea, se define, transforma lo visible en hermosas melodías para el alma. Con un poco de nervios nos cuenta cómo es que llega a la música.

«Comienzo desde que tenía seis años, empiezan las cantorías infantiles de la Sala Dolores. Me dio la oportunidad de participar dos años seguidos en el concurso Cantándole al sol y presentarme sistemáticamente en el Teatro Heredia, el Teatro Martí y otros espacios. Fue muy bonito, ya que me fue creando la disciplina de ensayar, pues había que cantar el fin de semana. Además del compromiso, los niños lo disfrutábamos mucho y lo veíamos como un juego. Eso fue una excelente preparación para lo que vino en el futuro.

Aunque iniciaste con el canto, luego estudiaste piano. ¿Recuerdas que te hizo cambiar en aquel momento?     

Estando en la cantoría me empieza a gustar el piano. En la Sala Dolores, sede de la Orquesta Sinfónica de Oriente, veíamos los instrumentos, pero siempre el piano me llamó la atención especialmente. Comienzo a estudiarlo a los seis años de manera particular con la maestra Deysi Díaz Páez y estuve con ella hasta que ingresé a la Escuela Vocacional de Arte a los nueve años. Allí estudié piano básico y dejé de cantar hasta noveno grado. Luego me presenté para ingresar en el Conservatorio Esteban Salas y pasé de nivel en piano básico igual.

Foto Bárbara Aguilar/ cortesía de la entrevistada

En segundo año, el canto regresó a mi vida de una manera bastante casual. Un día estaba un compañero mío René Avich, estudiante de guitarra que debía hacer la prueba de acompañamiento con la canción “Veinte años” de María Teresa Vera, él no tenía con quién hacerla y me brindé porque era un tema que conocía y me gustaba mucho. Hicimos el examen, él salió excelente porque es un músico supervirtuoso. Después me llamaron, me felicitaron y me propusieron ser parte de unas brigadas artísticas que se originaban en el Conservatorio y era liderado por el Jefe de Cátedra de Guitarra Mario Pujals. Sorprendida dije que sí, ya que desde niña no cantaba y fue una alegría que me dijeran que lo había hecho bien.

A raíz de pertenecer a esas brigadas artísticas, tuve la oportunidad de cantar en diferentes espacios dígase comunitarios, en hospitales, en instituciones culturales y a los 18 años, tuve el privilegio de participar en el Festival Boleros de Oro, aquí en Santiago de Cuba. Eso fue un giro radical en mi carrera porque ver a esas glorias vivas del bolero en esta ciudad fue muy inspirador. Eso marcó aún más mi objetivo en cuanto a la música. Posteriormente, al unirme profesionalmente con René Avich después de graduarme, estuve en el Festival de la Trova, pues incursioné en la música tradicional cubana.

Al retomar el canto, sabía que para dedicarme a eso tenía que hacerlo bien, entonces decidí estudiar canto lírico con dos maestras extraordinarias como Cristina Delisle y María Isabel Prado. Mi objetivo principal era asimilar toda la técnica, todos los recursos para encaminarme en otro tipo de interpretación, no en el canto lírico, sino la música tradicional o la música popular.

Estudiar el canto lírico y el piano son complementos en mi formación porque me gradué de piano en 2008, y aquí la formación de piano es clásica. Mi formación fue netamente clásica. Pero por mi parte fui estudiando acerca de la música popular, técnicas, armonía a la hora de hacer los arreglos al piano, de rearmonizar las canciones. Pero la técnica de la música clásica es primordial para todo lo que he podido hacer luego, es la base para tener elementos y herramientas que te permitan abordar el género que quieras. Sin esa técnica es muy difícil caminar en otros géneros.

¿Existe la posibilidad de que en algún momento des un giro a tu carrera y te dediques a la música clásica?   

Realmente no lo creo, no desecho esa posibilidad pero desde el principio que estudié el canto lírico sabía que quería mejorar mi voz, adquirir técnicas, herramientas, y luego interpretar otro tipo de música. Quizás en otro momento use algunos recursos de la técnica en algo específico.   

La belleza y ductilidad de tu voz te permite pasearte con acierto en la trova, el jazz, el bolero, la bossa nova y otros géneros. Sin embargo, quien te escucha reconoce tu estilo sin mucho esfuerzo. ¿Cómo lo logras?

Eso es algo que ha ido sucediendo un poco al azar, pero también he propiciado que pase, porque me gusta ser fiel a mi esencia. Y aunque vaya pasando de un género a otro me gusta abordarlo desde esa esencia que tengo como creadora. Entonces uso el jazz o la trova como una plataforma, un lenguaje con códigos específicos para expresarme. No me modifico cada vez que cambio de género, trato de mantener esa esencia que me identifica como cantante.

Muestras fluidez cuando interpretas bossa nova. ¿Te resulta complejo este género?   

Es algo que me apasiona muchísimo y tenía esa inquietud, quería hacer temas de bossa nova que me gustan. Estudié el idioma y aprendí elementos de la fonética que están en el portugués y hay que asimilarlos. Me aprendí temas y en mis presentaciones incluyo algunos en portugués.  .

¿De todos los géneros que interpretas cuál prefieres?

Esa es una pregunta difícil. Realmente me gustan muchos géneros porque hay canciones específicas que me han llevado a esos géneros. No me he propuesto decir que voy a cantar bossa nova por el género, son las canciones las que me llevan a ese punto. Y más que quedarme con géneros, me quedo con canciones porque puedo hacer muchas cosas.

cortesía de la entrevistada

¿Influencias…? 

Muchísimas, sobre todo de la música cubana, Benny Moré, Elena Burke, Omara Portuondo, Emiliano Salvador, Chucho Valdés y otros. Creo que esos referentes te ayudan a encauzar tu interpretación a la hora de abordar la música.

Aunque no se conozca mucho esta faceta, también eres compositora. ¿Cómo es el proceso creativo? 

Tengo algunos temas de mi autoría, algunos donde he hecho la letra y la música, pero lo que más he hecho es musicalizar textos de otras personas o poemas. Me resulta más fácil musicalizar los temas que hacer la letra. Y he musicalizado diferentes textos; recientemente le tocó a uno de mi madre Sara Gil. Ella escribió un tema precioso titulado “Todo cambió”, dedicado al distanciamiento social que vivimos durante la cuarentena y que de cierta manera debemos mantener. Me presentó el texto, lo leí, y me pareció hermoso. Tiene imágenes bastante conmovedoras y lo musicalicé. Eso lo hemos hecho en otras ocasiones.

¿Cómo tu familia te ha apoyado en tu carrera?   

Eso es muy importante, y sobre todo mi madre que ha estado ahí paso a paso desde mis inicios en la música, llevándome a la cantoría, a la Escuela Vocacional de Arte, preocupada siempre por todo. Yo digo que los padres de los niños que estudian música aprenden también, porque los escuchan estudiar todos los días, y participan con los pequeños en ese momento.

Entonces mi madre ha vivido el proceso desde los inicios y ha sido un apoyo fundamental en mi carrera todo el tiempo. Ahora que me dedico a la música, ella trabaja conmigo como mi representante artística y hacemos un buen equipo.

Foto Sara L. Gil / cortesía de la entrevistada

¿Cuán importante ha sido para ti el espacio Crónicas de mi ciudad?

La peña me ha ayudado mucho a desarrollarme. Ahí tengo que fungir de presentadora, hacer entrevistas, conducir el espacio, interactuar con otros artistas. Al principio lo hacía con muchísimo temor, pero poco a poco, con el choque constante, fui creando los mecanismos y ya me siento a gusto, me siento relajada al conducir el espacio. Ha sido una gran escuela porque pruebo temas, incluso con los artistas que invito y ya se ha convertido en una especie de laboratorio.    

Proyecciones en el futuro…  

Me encuentro grabando un disco de música cubana, acompañada del excelente pianista Portillo Herrera, junto a sus músicos del Trío Cauce. Es un fonograma que combina bolero, feeling, trova tradicional y he disfrutado mucho el proceso, debido a que su formato original es trío, o sea, piano, bajo, drum y voz. Los arreglos van desde conservar esa esencia tradicional, hasta combinar la música tradicional con el jazz, es decir, que es un álbum que tiene un poco de todo.    

Ganadora de la beca El Reino de este mundo en 2018, convocada por la Asociación Hermanos Saíz, la joven cantante, compositora y pianista santiaguera Gisselle Lage adereza con su voz una ciudad. Temas como “Escribiendo sobre lo mojado”, su hermosa versión de “Alfonsina y el mar”, o su interpretación de “Bringa nunca mais” de Tom Jobim y Vinicius de Moraes, son una prueba fehaciente de su talento. En el piano conquista el silencio y nos devuelve su voz como un regalo, como una sublime confesión de que la belleza aún existe.  

 


Música de autor o descarga de parque

«El disfrute de la música en vivo» es la respuesta que casi siempre obtengo cuando le pregunto a algún nuevo rostro que veo rondar la Asociación Hermanos Saíz en Ciego de Ávila, que busca encontrar o le atrae del lugar. Lo que aquí se hace, no escapaba de un público selecto, de artistas, uno que otro asociado o amigos de quien desempeñaba el roll de organizador.

Un cambio fue notable cuando abrió las puertas su Café Barquito y se oficializó la peña Trovadrugada de César Brown y su banda, acompañado de un incremento organizativo de calidad que ya traía el colectivo de trabajadores de la institución. Quizás fue solo el café o el ejemplar desempeño laboral, y el grupo no tuvo nada que ver, pero de, trovador a guitarra limpia, a banda a dos voces con tres, guitarra, bajo y percusión, hay que vivir la transmutación y ver al público centrar su atención, luego, brindar aplausos.

«Lo de los rockeros» o «Lo de los pelús» así le llamaban año y medio atrás a la institución representante de la joven vanguardia artística, cuando a alguien intentabas darle referencia del lugar, tuve la experiencia. Aún hay quien le hace rechazo pues, no somos un pueblo donde prevalece el gusto por la cultura; o el individuo tuvo la mala experiencia de pasar el día que se hizo algo por salir del paso y aunque la promoción estuvo, la organización o exposición, no fue la ideal.

Recuerdo una noche de lluvia, que tres amigos y yo, esperábamos que al menos un poco escampase, ya a las 11:00 p.m., y de las afueras de la cristalería me hizo entrar un conjunto de instrumentos donde sobresalía un saxofón, a quien luego reconocería como Livan Tartabull, director del Quinteto Saxofones, y por primera vez, presté atención a la obra de César.

Identidad de César Brown Band

Personalmente, soy alguien que disfruta muchísimo, escuchar sonar guitarras en cualquier esquina o en las descargas de parque. Ahí donde se canta a Sabina, Buena Fe o Melendi, y lo que se le ocurra o sepa tocar el guitarrista que a esa hora no está para improvisaciones.

Cuando escuchas a Ramón David en su aire psicodélico vocalizar «…rockockococó…» o el simpático Óscar Sánchez que se mueve de un instrumento a otro sin cesar, y la inercia te voltea y te preguntas qué está pasando ahí ¡Eso no es lo que pasa siempre! Un trovador, a pura guitarra, no siempre se escucha gustoso.

En Ciego de Ávila, por suerte, no solo yo me he dado cuenta de eso. Las dos agrupaciones con fuerte lazo hacia la institución se han crecido de forma tal que un conjunto de instrumentos genera arreglos que te hipnoticen, como un bajo o clarinete, protagonista; o el acompañamiento de un chelo o un saxo a una trovadora o Dj, aspecto a tener en cuenta cuando no se es diestro un cantante en la guitarra o su arreglo no es precisamente un Concierto de Aranjuez.

Yeni Turiño en Trovándote 2020, en acompañamiento de un chelo

No se puede descartar que los músicos son de pagar y pocos trabajan de gratis (peña Trovadrugada) pero hay que encontrar la forma, de que se haga algo con calidad y de que se les pague, claro. O cómo le explico yo a los amigos, no asiduos a este círculo, que emocioné por los cielos para que viesen este Trovándote 2020 a Rolo Rivera, de quien sus canciones ocupan parte en todas mis listas, con ese estilo muy jazz que tiene de representar ritmos cubanos.

Rolo Rivera en Trovándote 2020

Un claro ejemplo fue, en el mismo festival, Kamankola, quien a concierto trajo un guitarra acompañante, y a dos guitarras, una acústica y otra eléctrica, acompañando su voz; no hubiese podido encantar más al público de lo que lo hizo. ¿Cómo fue el concierto de Marta Campos que hizo sonar tan bonito la bella canción «Sabor Salado» de Diego Gutiérrez? La respuesta está clara, cuando se quiere se puede.

Marta Campos en concierto en el Patio de la UNEAC, Ciego de Ávila

La vanguardia musical cubana no puede perder la brújula

Entre los logros de la sección de música de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en los últimos años se encuentra el haber logrado potenciar los géneros menos favorecidos como son: la trova, el rock, el jazz y el hip hop, a través del sistema de premios y becas que otorga la organización, así como la realización de eventos de carácter nacional. Así se reconoció en la Comisión Música del 3er. Congreso de la AHS, que sesionó en el Centro Cultural Maxim Rock, de esta capital.

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