Bladimir Zamora
AHS no es una sigla tranquila
«Será indispensable el complemento de la labor apasionada de todos los miembros, quienes no pocas veces, en mi opinión, todavía no claman con igual fuerza por sus deberes, como lo hacen por sus derechos”
Preguntarse qué es la Asociación Hermanos Saíz, a poco más de tres años de fundada, puede parecer, cuando menos, una broma pesada, si sale de boca de un joven creador cubano. Sin embargo, todavía en el plenario del Consejo Nacional de la agrupación a finales de 1989, alguien se alzó con la interrogante. Vale la pena, entonces, reflexionar sobre la intención y la extensión del trabajo desempeñado por ella en los últimos tiempos, para aproximarse a una idea de su peso dentro de nuestro contexto cultural.
Quienes tengan la posibilidad de transitar con frecuencia por las múltiples ciudades del país — si se interesan por ello — habrán podido comprobar que en proporción directa con su potencialidad artística, la AHS es una fuerza visible, aunque no siempre libre de dificultades para proyectar su labor. Las dificultades pueden ser idénticas a las del resto de los creadores y también generadas por las características particulares de la obra de los jóvenes.
En cualquier caso, aunque todavía la Asociación está lejos de una perfecta intercomunicación entre sus miembros, cada vez que la instancia nacional ha tenido noticias de estas situaciones en algún punto del país, ha tratado de contribuir a la solución, por las vías y medios a su alcance, los cuales no en todos los caso han resultado suficientes.
Aun cuando la atención a los asuntos capitalinos de la AHS absorbe gran tiempo a su Ejecutivo Nacional, se ha observado en él un creciente acercamiento a las demás provincias, motivado no sólo por la obligación de acudir en momentos críticos, sino por la dinámica cotidiana del plan de trabajo emprendido por esta agrupación, en el que se contemplan, en general, a todos los territorios del país, para la realización de festivales y encuentros. Distribuidos en cada sitio, casi siempre a partir del probado desarrollo de alguna especialidad artística en el lugar; y algunas otras veces en ciudades en las cuales el solo hecho de convocar una cita de creadores de todo el país, ayuda a incentivar el trabajo futuro.
Otra preocupación muy laudable de la dirección nacional de la AHS, a mi juicio, es su preocupación por trazar sus líneas de trabajo futuro a partir del conocimiento de las aspiraciones que los asociados tienen.
Se trata de erradicar así la tendencia de imponer o sugerir lo que estos deben hacer e implantar la norma de servir como polea de transmisión y apoyo de los proyectos surgidos en la base (léase los asociados, con iniciativas de una o varias personas, para ser acometidas de la manera que estos estimen).
Naturalmente, para que este empeño fructifique de modo cabal deben perfeccionarse los mecanismos de intercomunicación entre las diferentes instancias de la Asociación. Lo cual no se verificará sólo con la gestión itinerante del Ejecutivo Nacional, sino con la sostenida trasmisión de abajo hacia arriba iniciada en los municipios, seguida en las provincias, para culminar en un alto flujo de iniciativas que le llegue a la instancia superior, como la mayor evidencia de que la AHS cobra su amplia y sintética imagen, a partir de innumerables motivaciones particulares.
En sus inicios, el intercambio con otras instituciones culturales no pasaba, creo yo, del gentil protocolo; pero en la medida en que la AHS ha probado su responsabilidad para enarbolar sus propios puntos de vista, estos han sido cada vez más tomados en cuenta. En ello ha tenido que ver la amplia perspectiva de la Asociación frente a la realidad cultural cubana en general. Sea en sus reuniones de trabajo o en las actividades propiamente artísticas que organiza, el empeño esencial no se restringe a la parcela de los jóvenes, ni se gastan en la discusión bizantina de si los viejos no y nosotros sí, sino que la resultante fundamental es la búsqueda del cómo actuar dentro del universo de creadores del país, con el cual se siente la AHS responsabilizada, en calidad de continuadora de un largo proceso que tiene sus raíces en el período de génesis de la nacionalidad cubana.
Esta reflexión comenzó con una interrogante, con un tufo a broma pesada, dije, y se me ocurre continuar con otra mucho más seria, reiterada con no poca frecuencia entre los asociados: ¿Qué le da la AHS a sus miembros? Supongo que cuando esta surge es porque muchos de quienes la integran, sienten la carencia de muchas cosas, cuya obtención, a su juicio, debe venir por los cauces de la Asociación. Sería improbable saber de momento cuántas y cuáles son estas cosas, pero una de las más socorridas es la petición de que la AHS los represente debidamente ante el resto de las instituciones culturales y de la sociedad. En mi opinión, pecaría de injusto quien negara que ella los representa ya en varias circunstancias, en las cuales, sin participación de la AHS, sería muy difícil que los jóvenes artistas pudieran ocupar determinados espacios. Pero también es cierto que, con independencia del interés sostenido por la Asociación por lograr para sus miembros el más justo reconocimiento social e institucional, esto varias veces no puede acometerse hasta las últimas consecuencias, porque la AHS opera mayormente con su autoridad moral — en virtud del prestigio de gran parte de sus miembros — , pero no puede enfrentar su trabajo con plena autoridad legal, porque actualmente no está reconocida jurídicamente como muchas otras asociaciones. Por tanto, para proyectar sus intereses tiene que recurrir, en última instancia, a la UJC y al Ministerio de Cultura, quienes incluso le asignan anualmente, de sus respectivos presupuestos, determinada cuota para el desempeño de su trabajo.
El pleno status legal de la Asociación Hermanos Saíz es lógico, a mi juicio, y ha de entenderse como una consecuencia coherente con el desarrollo que ella ha evidenciado hasta este momento, el cual se podría superar positivamente con más rapidez, si pudiera contar en un futuro breve con efectiva operatividad autónoma. Es previsible el logro de tal condición, porque la madurez de la labor de la AHS, traducida en expresiones artísticas concretas, ha sido observada con beneplácito por la dirección de la Unión de Jóvenes Comunistas, quien ha expresado su voluntad de ayudar a que la AHS obtenga su personalidad legal como asociación, en consecuencia con la manifiesta disposición de sus miembros de responder a la política cultural de nuestro Partido, así como por su natural complacencia por ser uno de los sectores de la juventud cubana al amparo de la tutela ideológica de la UJC.
Para cuando ocurra la óptima categorización legal de la AHS, muchos de sus miembros tendrán que acentuar su sentido de pertenencia de la Asociación, porque si bien es elocuente la incomodidad por tener que resolver nuestros asuntos mediante intermediarios, también es cierta la costumbre en muchos de nosotros, de pedir a otros la viabilización de las inquietudes propias. Entonces tendríamos la necesidad de enfrentarnos a plena capacidad a nuestros asuntos, para lo cual no bastaría el trabajo de los mejores ejecutivos a los diferentes niveles. Será indispensable el complemento de la labor apasionada de todos los miembros, quienes no pocas veces, en mi opinión, todavía no claman con igual fuerza por sus deberes, como lo hacen por sus derechos.
*Texto publicado originalmente en la edición 266 de El Caimán Barbudo, 20 de enero de 1990.
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