Benedetti
La mirada atenta y milimétrica de Verónica Aranda
Verónica Aranda no es haijin “accidental”, sino que ha logrado calar en el corazón de ese género casi desconocido que es el haiku. Para ahondar un poco sobre esta arista de su obra creadora, el Portal del Arte Joven Cubano se acerca a ella, agradeciéndole de antemano la amabilidad de acceder a responder las siguientes preguntas:
—En pocas palabras, ¿qué es el haiku para ti?
Es una forma de contemplar y reverenciar la naturaleza a través de los cinco sentidos, y al plasmar algunos asombros derivados de esa contemplación, sentir hondas sensaciones estéticas.
—¿Cómo llegas a él?
En la feria del libro de Madrid de 2001, visitando casetas, me encontré en la de la editorial Miraguano con un libro de Basho que me atrapó, Haiku de las cuatro estaciones. A partir de ahí, llegué a otros clásicos como Issa Kobayashi, Yosa Buson y Shiki, cuya lectura me impulsó a escribir mis primeros haikus y a profundizar en la teoría.
—Algunos estudiosos y haijines, como Javier Sancho, han dicho que el haiku no es poesía. ¿Es o no es?
Su clasificación dentro de los géneros literarios es un tema complejo. Podría encasillarse dentro del subgénero de la poesía breve e incluso de la poesía mística. Pero, es verdad que técnicamente escribir un haiku supone emprender el camino contrario al de escribir poesía: es desaprender la técnica, la construcción de metáforas, olvidarse de las figuras retóricas para llegar a la sencillez y espontaneidad fruto del aware. Así se lo explico a los alumnos en los talleres de iniciación al haiku.
—Haiku y poesía occidental, dos expresiones completamente distintas. ¿Qué recibes de cada una?
Del haiku recibo la mirada atenta y milimétrica sobre las cosas. De la poesía occidental, la indagación en experiencias vitales y en el lenguaje que propician el autoconocimiento.
—En la práctica, hay común acuerdo respecto a que lo divino es precisamente lo que el hombre no sea”, dice Vicente Haya en su tesis doctoral El corazón del haiku: la expresión de lo Sagrado. Pero Río Mekong nos muestra un mundo inclusivo donde el hombre persiste en armonía con la Naturaleza, donde el Aware[1] es eminentemente místico. ¿Haces divisiones o consideras al haiku, al igual que R.H. Blyth, “religious poetry” en su totalidad?
Concuerdo con Blyth, pues considero el haiku poesía mística, y lo percibí con mayor claridad cuando profundicé en el estudio del hinduismo y del budismo. En el haiku no hay jerarquías, todas las criaturas son sagradas por igual, desde el hombre hasta las plantas y los insectos más diminutos. Forman parte de un Todo, del Atman. Esto se percibe especialmente en la obra de haijines como Issa y Hôsai.
—Hoy se habla del “síndrome Benedetti”. ¿Aumenta o disminuye?
Aunque en España se está escribiendo haiku de mucha calidad y en consonancia con los cánones japoneses y la filosofía zen, me temo que, por otro lado, el “síndrome Benedetti” aumenta. Estamos en la era de la inmediatez, de la hiperconexión y del narcisismo, que no invitan a profundizar en nada. Esto y un exceso de ego son la antítesis del haiku, cuyo camino de aprendizaje puede llevar años, incluso una vida entera.
Se publican demasiados haikus y libros de haikus (algunos incluso ganan concursos) que son más bien poemas amorosos o aforísticos. Mucha gente piensa que si lleva la métrica 5-7-5 ya es un haiku, y nada más lejos. Además, no es un requisito indispensable del haiku esa distribución de versos ni que tenga 17 sílabas.
—¿Qué te parece el uso de metáforas en el haiku?
Me parece que las metáforas se deben usar de forma muy dosificada. Aunque, en algunos haikus específicos, pueden aportar mucho y ayudar a la transmisión de una escena o impresión poética. Es más perjudicial, a mi modo de ver, el exceso de purismo, sobre todo, teniendo en cuenta que muchos clásicos, en ocasiones, incluyeron metáforas en sus haikus.
—La poeta y filósofa española Chantal Maillard creó el término anti-haiku. ¿Cómo te parecería mejor llamar a esos poemas que no son haiku?
Según el texto, los denominaría poemas breves, micropoemas, aforismos, máximas o incluso seguidillas, pues ciertos “haikus” se acercan más a la poética del flamenco.
—Alguno que hayas escrito.
Leo a Li Po.
En mi copa de sake
los equinoccios.
—En el libro La poesía zen de Santoka, Maillard cita palabras de Anandavardhana, extraídas del Dhvanyaloka o Teoría de la resonancia, para mostrar la capacidad de sugerencia de la palabra poética. ¿Es el haiku la mano, o lo que ella apunta?
Pienso que ambas cosas. Me viene a la mente la definición de Basho: “Un haiku es un dedo que apunta a la luna, pero si el dedo está ensortijado, el lector se fijará en el dedo, y no en la luna”.
—Referentes que has tenido y que recomiendes para el estudio y comprensión del haiku.
R.H Blyth y su enciclopédico estudio sobre el haiku, cualquier libro de Vicente Haya (recomiendo especialmente: Haiku: la vía de los sentidos y El espacio interior del haiku), El haiku japonés, de Fernando Rodríguez-Izquierdo, y Kigo, de Seiko Ota y Elena Gallego. A un nivel más panorámico, Budismo Zen, de D.T. Suzuki y Claves y textos de la literatura japonesa, de Carlos Rubio.
—Haijines y haikus donde encuentres zenmi (sabor a zen). Uno japonés, otro español y otro cubano.
Taneda Santôka:
Yuki e yuki furu
shizukesa ni oru
Sobre la nieve
cae la nieve.
Estoy en paz.
Isabel Pose:
Sin nadie a quien hablar.
En la montaña
esperando el invierno.
Sinecio Verdecia:
tarde nublada
mi vecino ciego
fríe pescado
Síntesis biográfica de Verónica Aranda:
Nacida en Madrid, filóloga, gestora cultural, traductora, antóloga, fadista y viajera, Verónica Aranda, es una de las poetas españolas actuales más admiradas en Cuba. Algunos títulos de sus poemarios son Poeta en India (Ed. Melibea, 2005), Tatuaje (Ed. Hiperión, 2005), Alfama (Ed. Centro de poesía José Hierro, 2009), Postal de olvido (Ed. El Gaviero, 2010), Cortes de luz (Ed. Rialp, 2010) Café Hafa (Ed. El sastre de Apollinaire, 2015), La mirada de Ulises (Ed. Corazón de mango, Colombia, 2015), Otoño en Tánger (Ed. Trabalis-Aguadulce, 2016), Épica de raíles (Ed. Devenir, 2016), Dibujar una isla (Ed. Reino de Cordelia, 2017), Senda de sauces. 99 haikus (Ed. Amargord, 2011), Lluvias Continuas. Ciento un haikus (Ed. Polibea, 2014), Río Mekong (Ed. Cartonera Island, 2018), Mapas. Antología poética (Ed. Matanzas, 2000- 2015). En los cuatro últimos, podemos ver su labor como haijin[2], también la prestigiosa y selectiva Colección española de haikus de la Editorial UNO: Haibooks, en 2018 recibió gustosamente algunas de sus composiciones en la antología Trece Lunas.
Notas:
[1] Conmoción o asombro del haijin ante cualquier suceso de la naturaleza.
[2] Nombre que se le da al escritor de haiku.
¿Por qué llamarle haiku?
Normalmente cuando se aborda el tema del haiku en algún escrito o artículo, lo primero que se hace es decir qué es el haiku; en esta ocasión no voy a romper esa especie de regla, pero lo voy a hacer un tanto diferente, mostrando, o haciendo un intento por mostrar una pequeña porción de lo que es, desde lo que no es.
Cualquiera puede haber visto algún libro o poema con esta palabra por título: “haiku”. Uno muy curioso es el de Berta Caluff, salido bajo el sello de Ediciones Matanzas: Últimos haikus, en su portada incluso figura un kanji. En este libro podemos encontrar poemas como:
El
Tiempo sobre
sí,
y miente.
También de Samuel Feijóo, uno de los primeros escritores que intentaron acercarse al género, leemos como “haiku libre”, en el libro El pensador silvestre:
Sueño y hago.
Sueño y no hago.
Hago y no sueño.
De Fermín Carlos Díaz, está publicado como haiku:
No busque fuera
La riqueza que escondes
dentro del pecho.[1]
Pedro Juan Gutiérrez es otro escritor que tiene algunos poemas publicados como “haiku”:
Todo el significado del círculo,
No interior, no exterior,
No luz, no sombra.[2]
Y se pueden encontrar muchísimos ejemplos en la literatura cubana y foránea, pero, ¿qué tanto de “haiku” tienen esos poemas? Técnicamente hablando, el haiku está provisto de Kigo, palabra o frase que enmarca al poema en una estación del año determinada. ¿Tienen Kigo estos poemas? No. También vemos que existe en este breve poema el Kire, corte semántico que se realiza, mediante una coma, un punto y aparte, un punto y coma, o muchas veces se dice que está “oculto”; este corte se emplea para separar en dos polos o centros de atención al poema, haciendo que el lector pueda realizar una “comparación interna” (técnica del Katachi) para degustar en cuanto a semejanzas o diferencias de los elementos (naturales) que lo componen, se dice que ahí es donde surge una especie de “chispazo” o “fogonazo” que despierta un fuerte asombro, además que transmite determinadas sensaciones. ¿Tienen Kire y Katachi estos poemas? No, no lo tienen.
Pero es que el Kigo, el Kire y el Katachi en el haiku no han sido de estricto cumplimiento, porque el haiku es una tradición, un arte tradicional japonés, que ha evolucionado y ha modificado algunas de sus reglas y principios. Entonces, ¿qué ha mantenido el haiku inalterable a través de los siglos, generación tras generación? ¿la métrica de 5-7-5 sílabas? ¿las temáticas?
Lo que ha mantenido el haiku, y que ninguno de estos poemas presentados posee, es lo que los japoneses llaman Aware, pero que no es exclusivo de los japoneses. El Aware es lo que permite al haijin (poeta de haiku) escribir su poema y lo escribe, porque luego de llegar al estado de contemplación (aquí y ahora), hay algo del mundo (la Naturaleza) que ha captado su atención y que le ha hecho conmocionarse: esa conmoción, ese asombro, es el Aware, alma o corazón del haiku.
También hay una idea o concepto fuertemente vinculado al principio del Aware, que es el Haimi, o “sabor a haiku”: el Haimi incluye al Aware pero también se abre a todo el entramado de categorías estéticas que sustentan el haiku, planteadas en su mayoría por Matsuo Basho y Masaoka Shiki. Esta idea o concepto, en cuanto al lector, es la que va a medir, es decir, va a decir cuánto tiene un poema de haiku, cuánto “sabe” a haiku; en cuanto al poeta, es la habilidad para incluir en la misma composición, adecuadamente, determinadas estéticas. En estos poemas presentados, tampoco hay Haimi.
El haiku nace o se solidifica, llega a la cúspide de género literario gracias a Basho, porque este poeta rompió con la estética expresiva (Kokoro ari),
donde si “a una luna le ponías un mango, era un abanico”, o donde “el viento peinaba los arrozales”. El haiku logra trascendencia, porque la naturaleza deja de ser instrumentalizada, deja de ser humanizada y a las cosas se les da su lugar, se les empieza a llamar por sus nombres: la luna deja de ser “un abanico”, para ser solo la luna; el viento deja de ser “un peine” para ser el viento.
Basho sustituye el Kokoro ari (lo expresivo) por el Kokoro nashi (lo transparente). Principios estéticos como Hosomi, Butsuga ichingo, Shiori, Futoki mono, Karumi, Zoka zuijin, etc, llevaron al haiku a ser un poema limpio, sencillo, natural, espontáneo, lejano a la injerencia y pretensión del yo. También lo hicieron principios antiguos que Basho retoma del Manyoshu, primera antología del país del sol naciente: algunos de estos son Yuugen, Sabi, Wabi, Mu, Ma. Estas características del haiku, sobre todo la evasión del yo, dejan bien claro que hay una línea divisoria entre este tipo de poesía y la que normalmente se escribe en occidente, como estos poemas expuestos.
Es que estos poemas, ¡maravillosos como poesía occidental! quién lo duda, han salido de la mente, del ingenio creativo, cuanto más hace un intento por acercarse esa especie de Koan Zen de Pedro Juan: pero es que el haiku tampoco es un acertijo, un Koan, un misterio a descifrar. El haiku, al igual que Aware, es Makoto, autenticidad, verdad poética, experiencia; “el poeta es un fingidor”, decía Pessoa, en el haiku no hay espacio para la mentira, porque es todo verdad, sin experiencia (real objetiva, con mundo, con la Naturaleza, llegada mediante los sentidos corporales) no hay haiku.
Estos poetas cubanos presentados acá, a los que se pudieran sumar Lezama Lima, Raúl Hernández Novás, Jesús Orta Ruiz, Juan Luis Hernández Milián, y por mencionar otros conocidos que no son cubanos como Benedetti, Octavio Paz, Borges… apostaron por la reinvención del género desde una perspectiva completamente diferente, asumieron la forma o estructura del poema nipón para expresarse, pero, ¿por qué lo han hecho? ¿por qué han llamado y siguen llamando haiku a algo que NO es haiku?
Para estas interrogantes –según mi criterio–, hay dos respuestas: La primera, es la ignorancia, porque si miramos el recorrido del haiku, desde Basho (siglo XVII) hasta la renovación propuesta por Shiki (siglo XX) y luego revisamos el primer estudio profundo sobre el haiku, hecho en Occidente, por Reginald Horace Blyth (Haiku, Vol. 1, 2, 3, 4; 1949-52), o en castellano, El haiku japonés. Historia y traducción de Fernando Rodríguez Izquierdo, sabremos que el haiku no se reduce a su forma.
Su forma no es lo que importa, pues la de 5-7-5 a la que han querido encasillarlo no es ni siquiera la más utilizada; lo realmente importante es el contenido y, en su contenido, inevitablemente se sustenta por todo un entramado de principios y estéticas (he mencionado aquí las principales), las cuales no tuvieron –y no tienen en cuenta– muchos poetas a la hora de hacer un intento de haiku. Respecto a esto, en su libro El corazón del haiku: la expresión de lo Sagrado, Vicente Haya, considerado en el mundo hispanohablante como el mayor experto en haiku, dice con cierta aspereza, pero muy acertadamente:
Recientemente, Mario Benedetti nos ha sorprendido publicando la más desastrosa colección de haikus que no son haikus con que los castellano-parlantes contamos en la actualidad. Veamos uno de sus menos patéticos ejemplos:
Cuando me entierren
por favor no se olviden
de mi bolígrafo.
Luego vuelve a decir en El espacio interior del haiku:
Tenemos que hacernos conscientes de que su éxito (el del haiku) se debe a claves internas que han de ser comprendidas, y bien comprendidas, antes de pretender que lo que nosotros estamos escribiendo sean haikus. O, de lo contrario, caeremos en el «síndrome Benedetti», que en el mejor de los casos es una falta de respeto a la civilización japonesa y en el peor un mamarracho literario.
También expresa en una conferencia impartida en Sofía, Bulgaria, en el 2010:
La IGNORANCIA occidental respecto al haiku hace que no sepan que además del haiku existe el senryū y el zappai.
Por una parte, se encuentra lo ya explicado anteriormente y, por otra, la cuestión comercial, el nombre de “haiku” es atractivo, vende, tanto así que a centros de ventas, cafeterías y productos como perfumes les han puesto ese nombre.
Entonces, a estos poemas breves, muchas veces hermosos, que se siguen produciendo en Cuba y en Occidente, no se les debería seguir llamando con un nombre que no le corresponde, habría que llamarles “seguidillas”, “tercetos”, “poetrix”, “zappai”, “anti-haikus”, “minipoemas”, etc. Tal vez lleguen a tener la popularidad que ha alcanzado el haiku, y me parecería genial, ¡perfecto!, pero con su propio nombre: no utilizando el nombre de un género que merece ser estudiado y respetado, para alcanzar notoriedad.
Notas:
[1] Fermín Carlos Díaz. Alma en vilo. Ed Montecallado. p.43
[2] Pedro Juan Gutiérrez. Arrastrando Hojas secas a la oscuridad. Colección Sur Editores. UNEAC. p.83
Lourdes Mazorra: «La literatura es un encuentro con uno mismo»
En menos de un año, la joven escritora camagüeyana Lourdes Mazorra obtuvo dos de los principales galardones disputados por los jóvenes narradores cubanos: el Premio Celestino de Cuento, organizado por Ediciones La Luz, sello de la AHS en Holguín, y el Pinos Nuevos, el pasado mayo. El primero por Las fauces, el segundo por Versiones de la sed.
De esta manera su nombre ha empezado a visibilizarse en el panorama literario cubano, con la fuerza del primer empuje, exitoso además. En ambos casos el jurado subrayó el aliento poético de sus cuentos, la atmósfera, el ritmo y la fluidez de sus historias… El del Celestino estuvo integrado por Félix Sánchez, María Liliana Celorrio y Rubén Rodríguez; y el del Premio Pinos Nuevos, por Julio Travieso, Dazra Novak y Raúl Flores Iriarte. Licenciada en Periodismo y graduada recientemente del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, donde obtuvo la beca Caballo de coral, Lourdes asegura que la literatura, sobre todas las cosas, es un encuentro con uno mismo.
Con ella nos encontramos, a través de las redes, con la excusa del Celestino de por medio.
Recibiste con Las fauces el XX Premio Celestino de Cuento, uno de los galardones más disputados por los jóvenes narradores cubanos. Este será tu primer libro… Y nada menos que con el Celestino. ¿Qué ha significado para ti haber obtenido este Premio?
Siempre he dicho que, de manera general, los premios tienen dos ventajas: comienzan a visibilizarte en un panorama bastante complejo y te alientan a seguir trabajando, más fuerte que antes. El Celestino, al ser el primer premio y también la primera publicación, me deja esa sensación de descubrimiento del mundo del libro en Cuba, iniciación en un proceso editorial desde la autoría y sobre todo reafirmación de certezas que ya venían acompañándome. Pero la razón de escribir no puede ser los premios; sigo convencida de que la escritura es un encuentro con uno mismo, por tanto, del Celestino agradezco formar parte de la familia de Ediciones La Luz.
El jurado destacó “la buena construcción de sus personajes, las atmósferas de los relatos, el aliento poético que embellece las historias, lo que influye positivamente en el ritmo y la fluidez de las narraciones, así́ como la adecuada selección del narrador”. ¿Qué encontrará el lector cuando, ya publicado, se adentre en esas páginas?
No puedo decirte qué encontrará el lector, cuando uno pública hace una ofrenda al público, la obra deja de pertenecerte. Espero que cada lector encuentre sus propias respuestas, sus propias dudas y también sus propias batallas.
¿Existe un hilo conductor en estos cuentos, algo que de alguna manera los una?
Este es un libro que indaga en las significaciones para el ser humano de la pérdida y el dolor. No creo que deba decirte más, por aquello de la ofrenda y de que el lector se acerque a Las fauces buscando sus propios caminos.
Hablemos de tus influencias literarias… ¿Qué autores incluirías –además de Julio Cortázar, que sé te interesa bastante– en una especie de “canon literario” creado por ti?
Más que un canon literario, puedo decirte qué autores prefiero y no precisamente con algún tipo de jerarquía. La literatura argentina me encanta: Julio Cortázar (lo siento, no puedo dejar de mencionarlo), Abelardo Castillo, Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Ernesto Sábato, Adolfo Bioy Casares…
También Gabriel García Márquez, Horacio Quiroga, Alejo Carpentier, Onelio Jorge Cardoso, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Virginia Wolf, Antón Chéjov y Mario Benedetti. Ya ves, no es un canon, no suelo hacer estas listas porque leo bastante variado y cada vez que nombro autores, siento que me falta alguno y quedo en deuda.
Te menciono dos cuestiones que quisiera nos comentes… La primera sobre la relación del periodismo, pues eres periodista de formación, con la literatura y sus convergencias…
Yo siempre he defendido que el periodismo es el hijo moderno de la literatura y me disgusta que los vean escindidos. Siento que nos empeñamos en poner etiquetas cuando lo más importante es narrar y un periodista es también un narrador de hechos.
La diferencia entre un periodista y un escritor de ficción es principalmente de estilo, modalidades de trabajo y técnica. Esto no lo digo yo, sino Alejo Carpentier. Siempre que se habla de periodismo y literatura recomiendo la conferencia de Carpentier que se titula “El periodista: un cronista de su tiempo”, de 1975, en la cual queda zanjada excelentemente esta vieja polémica.
Hay escritores cuya obra periodística parece una antología de cuentos, por el manejo preciso de las técnicas narrativas en el ejercicio periodístico; en Cuba, por ejemplo, Onelio Jorge Cardoso. Muchos grandes escritores de ficción han sido periodistas, porque el periodismo es una escuela imprescindible para la síntesis, el manejo de los adjetivos, la inmediatez, las técnicas narrativas…
Esto me hace pensar que el periodismo cubano hoy necesita retomar ese “estilo narrativo”, potenciándolo en la academia. Tenemos guías certeras en cuanto a todo lo que puede lograrse desde la escritura; Reynaldo Cedeño es uno de esos periodistas.
La segunda cuestión es sobre tu reciente paso por el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, donde obtuviste la beca Caballo de coral que otorgan al finalizar…
El Centro Onelio es una de las mejores experiencias que he tenido. Esta escuela te acorta y te alarga el camino, porque organiza tu manera de leer, recomienda autores, ofrece técnicas y herramientas; pero, al mismo tiempo, abre muchísimas puertas y comienzas a ver todo de manera distinta, a leer con otras pautas, a cuestionarte la realidad y a pensar en otros temas. El “Onelio” me regresó con muchas ganas de escribir; a mí no me dio el famoso bloqueo pos-Onelio. Además, fue la primera experiencia de leer algo en público y esto es muy importante a la hora de aceptar críticas, saber escuchar es una virtud. Yo estoy muy agradecida por la oportunidad de recibir clases de escritores como Eduardo Heras León, Raúl Aguiar y Sergio Cevedo.
Obtuviste también el Pinos Nuevos 2020 con Versiones de la sed… Hablemos un poco de un premio también importante que visibiliza la obra de los jóvenes escritores en Cuba…
Sí, es un premio también importante. Es el segundo concurso en el que participo. Sigo diciendo que me niego a trabajar en base a concursos, pero reconozco que en el complejo panorama editorial del mundo y de la Isla, una de las formas más directas y rápidas de publicación es a través de estos premios, más allá de toda la carga subjetiva del proceso de selección y premiación o de las inconformidades que pudieran generar las decisiones finales. Son riesgos que se corren, por eso no se trata de que digas voy a escribir para tal concurso a ver si público. E
n mi caso, escribo y tengo proyectos terminados, luego aparecen estas oportunidades: la convocatoria del Celestino llegó por esos azares a los que Cortázar llama vida, y la del Pinos Nuevos por una recomendación de otra escritora. Lo que sí tengo claro es que solo presento cuando estoy dispuesta a que un libro tome su propio camino y yo humildemente lo deje ir.
Ambos jurados –el del Celestino y el Pinos Nuevos– han subrayado el “aliento poético” de los cuentos…
Lo dije para el periódico Adelante, “a mí este tipo de elogio me deja sin aliento”. Como autora tengo más posibilidades de enmascarar mi voz a través de la narrativa, pero la poesía me resulta más dolorosa, es un desnudo literario y tiene muchos riesgos, para empezar el lector te ve descubierta en los versos. Ahora recuerdo que mis compañeros y profesores del Onelio también comentaron ese “aliento poético” en el texto que leí en clases. Que mis cuentos me salgan con aliento poético no es un propósito explícito, ellos salen y al parecer me estoy quedando también desnuda en la narrativa.
¿Qué crees caracteriza tu generación, si acaso crees pertenecer a una generación literaria?
No me siento capaz de caracterizar una generación literaria, para ello tendría que haber leído muchísimo a los escritores de esta generación y no lo he hecho con la amplitud que me gustaría, y también creo que deberían pasar unos años más, mirar con la perspectiva que el tiempo te concede.
¿Cómo valoras el panorama literario cubano desde tu perspectiva como joven escritora?
Si me preguntas por la literatura cubana de manera general, pues es indiscutible que Cuba constituye uno de los paradigmas literarios en el continente y en el mundo. Si se trata de cómo una joven escritora se inserta en el panorama literario cubano, eso es ya un proceso más complicado, que el solo hecho de publicar no garantiza, porque entraña niveles de calidad, compromiso y responsabilidad no siempre presentes y esto me lleva a una preocupación: en ocasiones, lamentablemente, la calidad literaria de la obra no está entre los primeros parámetros a la hora de decidir publicar o no un libro. Pero, de manera general y desde mi corta experiencia, considero que el panorama literario cubano es un prolífico paisaje de autores, temáticas y estilos.
¿Expectativas con Las fauces? ¿Con el trabajo de Ediciones La Luz?
Las expectativas con Las fauces han ido cumpliéndose poco a poco. Me quedan algunas que corresponden al proceso en el cual se encuentra el libro. La edición es otro momento de suma creatividad y entendimiento con la obra, que además implica a muchas más personas que el autor. En ese trayecto estamos. Ediciones La Luz ha tenido mucha paciencia conmigo, una autora que se inicia, y por eso le agradezco a su equipo la profesionalidad. Han sido además una escuela y una familia.
Te celebro y te canto Mario Benedetti
Conocí a Mario Benedetti de forma casual en la mañana del 17 de mayo de 2009, conocí su fallecimiento y significación poética, ensayística, teatral, novelística y literaria de su obra, que abarcó disímiles temas como el amor, la muerte, la vida, las mujeres, el hombre, el pueblo, el montevideano de clase media, la Revolución cubana. Vino a florecer en mí ese sueño utópico de ser escritor-ensayista, poeta. Ese deseo de dibujar versos en un papel, en una imitación humilde a los primeros poemas suyos que mis ojos tocaron y fomentaron esa osadía de celebrarte con las palabras maestro y guía.
Recuerdo como si fuera ayer descubrir tus Poemas de la oficina, la novela la Tregua, el primer encuentro con la escritura coloquial de tu magno trabajo que ha sido traducido a más de 20 idiomas tocando puerta a puerta la sensibilidad del hombre y mujer común, reafirmando que tu poesía es pueblo y fecunda sencillez que no necesita de tus detractores académicos que han querido encasillarte nombrándote como un poeta menor.
Quien ha leído y estudiando su obra reconoce esa perseverancia de escribir, releer, editar los manuscritos buscando la perfección. Y que no sería hasta su octavo libro cuando alcanzaría llegar a ese público joven que lo consagraría como uno de los escritores latinoamericanos más leídos y editados internacionalmente debido a la generosidad de brindarle al lector emociones, plantearle interrogantes, trasmitirles la luz que necesita la poesía y que otros autores no han sabido explotar enmarcándose en métodos académicos de selectos grupos que no representan el canto general de los lectores.
Mi compromiso es con la literatura y la memoria de un escritor pertenece a sus lectores expresos. Benedetti reconoce la sinergia que debe existir entre el escritor-literatura y el lector. La unidad dialéctica de estos factores está implícita en su labor literaria y ahí radica su legado, su leyenda. Este año 2020 se cumplirá 100 años de su nacimiento (Paso de los Toros, 14 de septiembre de 1920-Montevideo), tierra de grandes escritores que te acompañaron en la generación del 45 como integrante indiscutible e insoslayable a la memoria de los leyentes.
Cuba, como segunda patria, conoció sus pasos y ese vínculo afectivo con Casa de las Américas al ser miembro del Consejo de Dirección de Casa de las Américas y fundador del Centro de Investigaciones Literarias de la institución en 1968. Tu accionar como exiliado uruguayo en Cuba marcaria para la historia el amor incondicional y recíproco con los intelectuales y lectores cubanos, que agradeceremos por siempre su presencia y compromiso con la Revolución cubana.
La escritora Nancy Morejón, Premio Nacional de Literatura, expresaría sobre Benedetti:
«Tanto hemos aprendido con Mario que los que hoy cantamos y escribimos, con su lengua hablamos. Mario no asimila retóricas posibles por eso es que no cabe, no puede ser tronchado en partecitas para ser entregadas a un Olimpo de dioses trasnochados. Mario viviendo con su asma, con esa misma Luz en un breve balcón, escribiendo poemas sin cesar, burlando el rastro de sus fracasados perseguidores, oyendo siempre el grito ahogado de aquel torturador, disfrazado de fantasma azul. Mario, triunfando siempre con la verdad en la mano y, escondido, tal vez, en el capítulo inicial de una novela inconclusa donde lo espera, sentada, la marioneta de trapo con la que Gabriel García Márquez quiso pintar un poema de Mario con un sueño de Van Gogh… y sobre las estrellas montevideanas… un 17 de mayo de 2009. Ahora, sus lectores vamos a entrar, con mucho gusto, en los preparativos de su primer centenario.»
El mejor homenaje en su centenario es releerlo con la promesa de hacer un trato codo a codo con su obra. Con la estrategia simple de siempre necesitarlo.