Ballet Nacional de Cuba
Impronta del Ballet Nacional de Cuba en Vueltabajo
Memorable, así puede ser entendida la visita del Ballet Nacional de Cuba a Pinar del Río en el mes de mayo.
Con su directora general al frente, Viengsay Valdés[1], la agrupación Patrimonio Cultural de Nuestra Nación –que no visitaba Vueltabajo desde 2016– desplegó una extensa agenda que se movió entre intercambios con profesores y alumnos de la Escuela Profesional de Arte “Raúl Sánchez”[2]; clases magistrales, escalas en centros culturales y zonas de interés, como el Valle Viñales, de la provincia más accidental del país.
Pero sin dudas, la mayor huella que deja el insigne elenco danzario cubano, reposa sobre la escena del Teatro Milanés. Hizo subir a la alta plaza pinareña un programa de concierto donde la variedad estilística (del romanticismo al neoclasicismo) y la calidad se impusieron.
El “pas de deux”, de Coppélia; la “Suite” del tercer acto de Cascanueces y el “Adagio” del segundo acto de El lago de los cisnes demuestran, en tanto hechos coreográficos, un cuidado y una delicadeza en su tejido que confirman su pertenencia a lo mejor y más robusto de la tradición balletística mundial. Una cualidad que da fe del amplio conocimiento estilístico, la sensibilidad y el innegable talento para la escritura escénica de la siempre presente Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso.
Las escenas de Carmen, de Alberto Alonso, y Rítmicas, de Iván Tenorio, en sus especificidades, corroboraron también su calidad coreográfica, frescura y cuidadosa conservación.
Por otro lado, La muerte del cisne de Michel Descombey nos desconcierta, pero al tiempo más nos satisface. Si bien es un solo, se basa en el mismo tema y utiliza igual pieza musical –el Carnaval de los animales, de Camille Saint-Saëns– toma caminos propios con relación a su homónimo, la obra original que en 1905 Mijaíl Fokín creara para la gran bailarina Ana Pávlova.
Descombey da a luz una criatura y apuesta por ofrecerle nuevos sentidos, resonancias, provocaciones. Así pues para marcar su impronta en escena no recurre a il travesti[3], a tratar de evocar a través de éste la delicadeza del gesto fluido fokiniano que se apaga lentamente.
Antes bien, subvierte la compresión que históricamente que se ha tenido del tema original al que se acercara el ruso Fokín, colocando como protagonista de su pieza no a una intérprete, como tal vez se esperaba, sino a un intérprete. De ahí en esta Muerte del cisne…, los cambios abruptos de estado, los espasmos, el gesto enrarecido, la falta de temor ante la caída, lo quebradizo y anguloso, las rupturas del tejido movimental que se hacen responder al gestus masculino, adquieren resonancias discursivas muy interesantes.
Unas que describen minuciosamente con hondura la crudeza de las evidentes escalas de dolor, un tránsito verás de lo que se mueve, lucha entre la vida y la muerte. Resonancias que remarcan infinitas posibilidades de hacer ballet y recepcionarlo en el presente.
Por su parte, Invierno y Dueto, de la primera solista y coreógrafa Ely Regina Hernández, devienen una suerte de joya coreográfica neoclásica. Ambas obras –la primera que resulta una apropiación y recreación de “La escena de las Nieves”, de Cascanueces, y la segunda, una obra original– destacan por su amplio despliegue, su marcada complejidad técnica para cualquier intérprete, pero también por su belleza.
Un preciosismo visual que no solo se perpetra en la correcta disposición espacial o movimental de la obra, sino en la atinada selección del vestuario, en el diseño de atmósferas a través del sistema de iluminación, la música y los efectos con humo. Ely Regina ha echado mano a sus recursos y ha salido airosa en tal empresa. En ella ya se puede reconocer una cantera firme para nutrir de buenas coreografías al repertorio del Ballet Nacional de Cuba.
Además de lo antes referido, otro mérito del programa que presenta en estos días el BNC reside en que está defendido por una parte significativa de sus primeras figuras y por otros bailarines que despuntan con resultados verdaderamente laudatorios.
Entre estos el pinareño Yankiel Vázquez[4], recién nombrado primer bailarín del BNC, que asumió con hondura todo el proceso interno de agonía y defenestramiento del cisne ideado por Descombey. Un grado de organicidad ante el cual el público solo pudo responder con una ovación.
Algo parecido sucede con Diego Tápanes, que en su asunción de Franz en el “pas de deux” de Coppélia o su interpretación en La Muerte del Cisne irradia gallardía, fuerza interpretativa, capacidad para moverse sin problemas de un estilo dramático hasta uno más lírico.
Annette Delgado y Dani Hernández, en Invierno y Dueto, sin dudas demuestran sus devenires llenos de vitalidad, precisión, manejo de una energía vital y cautivadora. Consiguen los experimentados bailarines darle el tono exacto que cada obra requiere: a Invierno la ternura, la delicadeza, y a Dueto, el derroche de energía, el arranque nuclear.
Como de costumbre, Sadaise Arencibia brilló en su interpretación del segundo acto de El lago de los cisnes, de Alicia Alonso, y Carmen, de Alberto Alonso.
Ahora si bien la generalidad los bailarines del BNC poseen indiscutibles condiciones técnicas y físicas para asumir el repertorio que trajeron a Vueltabajo, no es menos cierto que algunos jóvenes deberían trabajar más en pos de la consolidación de sus roles. Nos estamos refiriendo más que a la parte técnica que evidentemente dominan, a la interpretativa.
Hay pasajes de las obras que pierden cierta aureola puesto que todavía a estos muchachos les falta imprimirle vida a los roles, caracterizarlos, sentirse dentro de la circunstancia escénico-ficcional y reaccionar ante ella (no solo bailar bien): en tal condición están Marcel Gutiérrez, en el “pas de deux”, del segundo acto de Coppélia; Ányelo Montero[5] en las escenas de Carmen, y El lago de los cisnes o Gabriela Druyet, en Rítmicas.
Con todo, es aplaudible su seriedad profesional, el cuidado del estilo, de la coreografía. Esas son virtudes que sin dudas les son aplaudibles.
La presentación del Ballet Nacional de Cuba en Pinar del Río, como ya antes hemos referido, ha sido un lujo para dicho territorio. Esta agrupación, de las cinco primeras del mundo, ha traído parte de lo mejor de su repertorio, posibilitando al público asistir, en una hora, a algunos de los momentos más brillantes de los ballets más reconocidos en la historia de la danza. Un privilegio casi sin par.
Por tal razón a la partida del BNC han quedado las puertas abiertas para que este prestigioso elenco nos gratifique con su presencia y estelares actuaciones.
Notas:
[1] Se le entregaron varios reconocimientos importantes a la directora del Ballet Nacional de Cuba, tales como el Escudo Pinareño.
[2] Donde se debatió la imperiosa necesidad de reabrir la Cátedra de Ballet de dicho centro, en el cual se han formado muchos de los bailarines y primeras figuras del Ballet Nacional de Cuba.
[3] Ya es tradición que muchos personajes en el ballet hayan sido o sean interpretados por sujetos del sexo contrario. Por ejemplo, en el siglo XVll y fundamentalmente el XVlll, eran los hombres quienes interpretaban los papeles femeninos. Ante la escasez de bailarines, muchas bailarinas también tuvieron que asumir en el romanticismo papeles masculinos. Una tradición que ha perdurado hasta nuestros tiempos en muchos casos de manera premeditada.
[4] A quien durante su presentación en Pinar del Río se le reconoció sus méritos como bailarín principal del Ballet Nacional de Cuba.
[5] Sobre todo Ányelo que es el menos aventajado en cuanto a parecer sereno, relajado, viviendo el pasaje que le ha tocado interpretar. Por tal razón es que una bailarina como Sadaise Arencivia llega a opacarlo en escena.
Fiesta de la Cubanía: la cultura como escudo y espada de la nación.
“Sin cultura no hay libertad posible”
Fidel Castro Ruz
La XXVI Fiesta de la Cubanía que tuvo lugar en la patrimonial urbe bayamesa ha sido génesis de un nuevo capítulo en la celebración tradicional, convirtiendo la atípica edición en un trascendente espacio que desde escenarios virtuales, desafió las limitaciones por la actual crisis sanitaria que enfrenta el país.
Dedicada al aniversario 125 de la caída en combate de José Martí, al centenario del natalicio de las cubanas Celia Sánchez Manduley y Alicia Alonso, y al primer aniversario de la desaparición física de la Prima Ballerina Assoluta, el festejo incluyó como espacio principal la realización de la XXVIII edición del Evento Teórico Crisol de la Nacionalidad Cubana.
Sirvió también la festividad como homenaje al aniversario 40 de la instauración del Día de la Cultura Cubana, a los 126 años del natalicio de Miguel Matamoros, los 30 de la fundación del Consejo Provincial de las Artes Escénicas de Granma y la creación de los Centros Provinciales de Cine, al 90 cumpleaños de Omara Portuondo y al aniversario 60 de la creación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.
Durante la apertura se realizó el recorrido del revólver Colt 38 –utilizado por Celia Sánchez Manduley y el pelotón femenino Mariana Grajales– desde el Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes hasta el Teatro Bayamo. El objeto patrimonial tuteló la ceremonia inaugural que contó con la presencia del Primer Secretario del Comité Provincial del PCC Federico Hernández Hernández; Francisco Alexis Escribano Cruz, gobernador de la provincia; Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de Las Américas; Ernesto Limia, vicepresidente primero de la Asociación de Escritores de la UNEAC, y Lorianne Rodríguez, directora de Cultura en Granma.
La conferencia inaugural “Cultura y nación ante los desafíos del presente”, estuvo a cargo de Abel Prieto, que refirió claros elementos de la crisis cultural y la industria hegemónica del entretenimiento como enemigos viscerales de cubanía. El culto a lo pueril, el desinterés por la historia y la política, la cultura chatarra, el dilema de las redes sociales y la sutil manipulación de sus usuarios han creado un espacio de negación de la ciencia, sumado a la actual pandemia y el efecto en los núcleos de resistencia cultural.
El Presidente de Casa de las Américas subrayó además, que el poder de las plataformas privadas es mayor que el poder de los estados, actualmente la estética del show ha contaminado la información, los medios hegemónicos han maquillado sus modelos para seducir y crear un esquema de amnesia inducida en la cultura. El papel que antes jugaban grandes literatos como Émile Zola, Tolstói, Jean-Paul Sartre, está siendo sustituido por youtubers e influencers que inducen a una inevitable hipnosis mediática.
Sobre estas amenazas al binomio cultura-nación, el ciberbullying, la fragmentación del conocimiento, el consumo cultural y los imperativos de formar consumidores críticos y conscientes reflexionó el público presente en interacción directa con el prestigioso intelectual, y en el que se destacó la significación de la Fiesta de la Cubanía como espacio que salvaguarda la memoria histórica en medio de una guerra mediática que pretende fragmentar la cultura cubana.
Abel Prieto también intercambió con participantes del Evento Teórico Crisol de la Nacionalidad Cubana durante la segunda jornada del festejo, y se presentó el libro de su autoría Símbolos, fogatas y hechizos infernales.
El evento propició un aguzado debate científico que tuvo como premisa la impronta de la mujer en los procesos históricos y culturales en Cuba y Latinoamérica, enfatizando en las luchas independentistas y revolucionarias hasta la actualidad. Se realizaron conferencias virtuales del Dr.C Pedro Pablo Rodríguez, investigador titular del Centro de Estudios Martianos; la Dra. Luisa Campuzano Sentí, quien dirige el Programa de Estudios de la Mujer en Casa de las Américas y Miguel Cabrera, crítico de danza e historiador del Ballet Nacional de Cuba.
Se desarrolló un panel online a través del Canal Videos Crisol –habilitado para transmitir en redes sobre lo acontecido en la fiesta– con representantes del Frente Feminista de ALBA Movimiento en Venezuela, Argentina y Colombia, profesoras de la Universidad de Granma y la directora de la Casa de la Nacionalidad (institución que auspicia el evento).
La XXVI Fiesta de la Cubanía –que aconteció del 17 al 20 de octubre– contempló también la inauguración de la XXXII Jornada de Cine Cubano e Internacional con la presentación de audiovisuales realizados por el Proyecto Picacho, y se agasajó asimismo a miembros de la filial de escritores de la UNEAC que cumplieron aniversarios cerrados de creación literaria.
En estricto cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias que exige el actual contexto epidemiológico del país, se realizaron presentaciones teatrales, inauguración de exposiciones de artes plásticas, se develó –como es habitual cada año– una escultura en cera policromada del músico y compositor cubano Miguel Matamoros, y durante el acto se amplificó un mensaje de voz de Martha Beatriz Matamoros Audinot, nieta del trovador santiaguero.
Las jornadas de celebración concluyeron tras haberse lanzado la convocatoria de la XXIX Edición del Evento Teórico Crisol de la Nacionalidad Cubana, próximo a celebrarse en 2021 y dedicado esta vez al centenario de Cintio Vitier, bicentenario de Francisco Vicente Aguilera y a los aniversarios 60 de la Campaña de Alfabetización y de “Palabras a los Intelectuales”. En la mañana del 20 de octubre, en homenaje a los 152 años de la interpretación por vez primera del Himno Nacional, se rememoró en acto solemne el patriótico suceso con la habitual Ceremonia de las Banderas.
La Fiesta de la Cubanía, en singular edición, llevó su eclecticismo artístico a su máxima expresión. La Ciudad Monumento, ícono de rebeldía, reafirma su identidad cultural y su compromiso con los más genuinos valores sociales. El desafío al recrudecimiento del bloqueo y el enfrentamiento a una epidemia global no han provocado sino el fortalecimiento de la unidad, el hacer de la cubanía nuestro baluarte principal, el patriotismo como esencial arma, y la cultura como escudo y espada de la nación.
José Luis Estrada: «Un tipo eminentemente feliz»
Me hubiera encantado entrevistarlo en persona, tomarnos un café, verlo reír con la sonrisa amplia que le imagino. Tutearlo desde el minuto uno, porque hay una calidez en su trato, que ni el chat a kilómetros puede enfriar. Me hubiera gustado abrazarlo al terminar la conversación. Pero las confesiones de José Luis Estrada Betancourt, el tunero, el periodista, el autor, el multipremiado entrevistador de las estrellas, me llegaron vía email. Me he divertido, emocionado, llenado de orgullo por alguien a quien quiero llamar amigo, mientras leía su historia de vida, el testimonio del azar y la vocación, del talento y la entrega, de la buena energía y la calidad humana, que ahora les entrego.
¿Qué remembranzas guardas de Las Tunas?
Guardo en un lugar muy custodiado de mi memoria las reuniones familiares de los domingos, presididas por mi abuela, la Niña, y su hermana Gloria, quienes se hacían rodear de sus hijos, nueras, nietos, parientes lejanos y cercanos… Nunca más he visto juntos tantas botellas de cervezas metidas en tanques colmados de bloques de hielo que parecían un trozo de la Antártida y tantos carneros colgando de una mata de ciruela, puercos chillando ante el presentimiento de la última hora, gallinas azoradas presagiando el peligro.
Adoraba bañarme en el aguacero, perderme en el “bosque” que se extendía detrás de las casas de la cuadra; jugar ajedrez, convertirme en los personajes principales de las aventuras de turno, ir al cine, pasarme horas montado en lo que fuera con tal de zambullirme en la playa La llanita (Puerto Padre); seguir el rodeo en la Feria, practicar esgrima; estar entre los privilegiados que en el cine-teatro Tunas fueron testigos de los conciertos de Estela Raval y los Cinco Latinos, del grupo vietnamita Flor de Loto, de la mexicana María de Lourdes, antes de que le robaran su sombrero de mariachi y los botines…; aprenderme tres acordes de la guitarra con Bertica Maestre con los que cantaba un millón de rancheras y clásicos de la trova tradicional…
Ahora mismo le haría un monumento a la Casa de Cultura Tomasa Varona donde me perfeccioné como bailador popular. Pueden tirarme lo que sea: lo mismo un danzón o un mambo, que un chachachá o una cumbia. ¡Y si es un casino, apártate! Le haría otro a la comparsa Zabala y a la conga Mau Mau, al Dancing Lights (discoteca), a la Fonoteca en los altos de la Fuente de las Antillas, de la Longa, donde bebía menta y, lejos del tapaboca de Juana (“cuando usted trabaje…”), fumaba con total libertad. También a El Cornito, la querida guarida de El Cucalambé, de los bambúes y de los tuneros que se dejaron arrebatar la tradición de hacer sus picnics los fines de semanas, en el lugar más espléndido de la árida naturaleza tunera.
No obstante, la maravilla mayor para mí fue el IPU Luis Urquiza Jorge. Mis compañeros de entonces, mis hermanos de hoy, consiguieron el milagro de engendrar la amistad que no se destiñe, que no cree en distancias ni en años que pasan, que no filtra atendiendo a posibilidades económicas o estatus social. Inventaron un calor persistente que no entiende de vendavales ni fríos.
¿El niño José Luis soñaba con escribir o con grandes inventos y ecuaciones?
El niño José Luis quedó fascinado primero con el mundo de los números. Era excitante ver un problema matemático y que la solución se fuera dibujando en mi mente a medida que avanzaba en la lectura. Me encantaba que me mandaran a la pizarra a resolver los ejercicios y explicarlos para toda el aula. Mi casa se pasaba todo el tiempo llena de mis compañeros a quienes repasaba una y otra vez. Ellos adoraban los batidos que le tumbaban a mi mamá. Decían que yo siempre les salvaba la vida. Todavía me lo dicen cuando me encuentran por la calle y me abrazan.
Siempre fui un niño muy aplicado. Todo se me pegaba en el aula con tremenda facilidad y después no necesitaba volver a la libreta para recordar un paso, un dato, una explicación de un fenómeno… Me fascinaba la escuela, sin embargo, no era muy consciente de esa capacidad para aprender. Me percaté en el IPU Luis Urquiza Jorge, cuando me encontré, de repente en aquel grupo 1, donde reunieron a los primeros 50 estudiantes del municipio. Estaban todas las papeletas para que el experimento resultara insoportable, pero me encontré con las personas más nobles, humanas, solidarias, integrales, que existían en todo Tunas, y luego divertidas, tan auténticamente jóvenes. Imagino que para los profesores haya sido un dolor de cabeza entrar al grupo 6 pero las clases en el 1 eran tan espléndidas…
En el preuniversitario tuve los mejores profesores del mundo. Este 2020 se cumplen 35 años de que nos graduáramos y todavía recuerdo sus nombres, sus rostros, sus clases. La gramática que me enseñó la profe Maribel es la que me ha acompañado hasta hoy, con la que me he defendido “a la cara”. Te aseguro que el profe Denys jamás eligió mis composiciones para leerlas en voz alta como hacía con las genialidades que escribía mi socia Gisela Paredes para que los demás aprendiéramos.
Imaginé que sería científico, ingeniero, abogado, economista… mas el Periodismo no clasificó ni en la última casilla. Confieso que, lleno de vanidad, me propuse elegir una carrera que fuera difícil de alcanzar. Era consciente de que había nacido para ser maestro, pero, pobre de mí, pensaba que merecía algo superior y desdeñé la profesión más hermosa y esencial del universo.
En una actitud autosuficiente, cuando las pruebas de ingreso eran para casos excepcionales (entonces se otorgaban según los resultados académicos), me decidí por las únicas que exigían requisitos casi extraordinarios, las llamadas “Nucleares”, impulsado además por el convencimiento que siempre tuve de que haría la universidad fuera de Cuba. Así me vi viajando para Bulgaria con el propósito de convertirme en uno de los ingenieros físico nucleares que desde la Ciudad Nuclear de Juraguá transformarían a Cuba en un país poderosamente desarrollado.
Son Bulgaria y la Universidad de Sofía amores distantes, ¿cuáles son los motivos de ese “enamoramiento”?
Parece que es imposible rememorar y no idealizar el pasado. Pero creo que, si pusiera en una balanza las felicidades y los momentos tristes, amargos, abundaron más las risas que los llantos. No obstante, fui víctima del miedo. Es cierto que el miedo paraliza. Lograba disimularlo, cubriéndome con máscaras, pero ahí estaba: vivo. No me atrevo a imaginar qué hubiera pasado conmigo si algunos de mis compañeros en la Preparatoria hubieran convencido al decano de la Facultad haciéndole ver que alguien como yo no era digno de representar a la Revolución cubana en el extranjero. ¿Cómo habría enfrentado a mis padres, a mi familia, a mis vecinos, a mis compañeros? ¿Qué harían con tanto orgullo? No sé… Imagino que solo se enterarán de este hecho que me marcó para siempre, que pisoteó mi inocencia, si leen esta entrevista…
No haré la historia. Solo te diré que el miedo me sacó todas las lágrimas que habían acumulado mis ojos. Y mencionaré un nombre: Gladys Nexys Martínez, la gordita del aula que estaba protagonizando ella misma, en carne propia, todas las escenas de la Ofelia de Una novia para David, mas dejó a un lado su mal de amores para contarles a mis profesores búlgaros por qué su alumno con Título de Oro de pronto se negaba a participar en las celebraciones por el 24 de Mayo, Deniat na Slavianskata pismenost i cultura (el Día de la Escritura y la Cultura Eslavas). Ellos se pusieron en sus 13. O yo o ninguno.
¿Por qué me enamoré perdidamente de Bulgaria? Porque lo que había conocido hasta esa fecha era, por decirlo de una manera, una “caricatura” de la felicidad. Mi increíble profesora de idioma búlgaro, Zdravka Georguieva, lo predijo: “Cuando llegues a Bulgaria todos te amarán. Mi país se pondrá a tus pies”. ¡Palabra santa! ¿Qué les atraía de mí? Imagino que les llamaba mucho la atención encontrar en aquel contexto un negro que hablara su lengua con una fluidez tremenda y, bueno… uno tiene su simpatía personal, la verdad (risas).
No, en serio, creo fue haber descubierto la libertad. No la sensación de libertad, sino la certeza de la libertad. Me refiero a la libertad personal, no a otra; a soltar amarras, a respirar el aire a todo pulmón, a vivir como si cada día fuera el último. Ellos, los búlgaros y las búlgaras, me echaron a perder.
Supe por tus estados de Facebook que fuiste el primer negro de tu Alma Mater ¿cómo fue esa vivencia? ¿dramática, divertida, rara?
Divertida, divertidísima. ¡Una mosca dentro de la leche! Ese era yo en aquel auditorio. El primer día de clases llegué un poco cortado y todos me miraban con disimulo. Al segundo, ya andaba repartiendo besos como buen cubano y como si nos conociéramos de toda una vida. Algunos aprovecharon la cercanía para rozarme el brazo con las yemas de los dedos para luego revisar si se les habían manchado. A otros les dio por evaluar la consistencia de mis pasas… Tu juro que el filin fue inmediato. En Bulgaria dejé a mi otra gran familia.
Suele pensarse que las personas son óptimas o talentosas en un solo ámbito del conocimiento. Así, ser bueno en las Humanidades, excluye las habilidades para las Ciencias Exactas, sin embargo, transitaste de la Ingeniería al Periodismo. ¿Cómo y por qué?
La vida. El regreso de Bulgaria fue traumático para mí. La caída del campo socialista me obligó a dejar aquella tierra sin poderme despedir. Todo me tomó por sorpresa. Creí que, en quinto año, avanzando ya en la tesis, terminaría allí mi carrera… Nada sucedió como lo preví.
A mi regreso tomé una decisión: me quedaría en La Habana, la única ciudad de Cuba donde consideraba que podía seguir siendo feliz. El sueño de Juraguá había muerto para mí. Permanecía intacto el amor por Las Tunas, pero mi espíritu se había ensanchado tanto que necesitaba de teatros, cines, conciertos, peñas…, y solo la capital podía saciar ese enorme apetito…
Por el año 91, 92, comenzaba a vislumbrarse un serio problema que luego se agudizaría: la escasez de profesores. En un tiempo en que era obligatorio para los graduados universitarios retornar a su lugar de origen, dar a un paso al frente para sumarme a los que darían clases en secundaria básica posibilitó que me librara de que me aplicaran dicha resolución. Y fue así como me volví a conectar con la profesión de mi vida: el magisterio.
De mi madre heredé, para bien o para mal, un sentido de la responsabilidad, una pasión y un compromiso por cada proyecto que emprendo, que mi entrega se torna algo enfermiza. Así ha sido con todo: cuando amo, amo. Y con el amor no tengo límites. No me importa si la otra parte se percata y se aprovecha de mi “debilidad”. Estoy incapacitado para darme a medias.
De poco valía que un profesor se ausentara de la escuela, porque los muchachos sabían que con “el Físico” no había turnos de clases perdidos. Daba lo mismo que tocara Matemática, Español, Química, Inglés…, de séptimo, octavo o noveno, que estuviera libre o en otra aula. Ahí me aparecía lleno de tiza de la cabeza a los pies, haciendo de esos 45 minutos un show (yo creo que Fidel se inspiró en mí para idear a los Profesores Generales Integrales). Porque, además, tenía un control absoluto sobre la escuela. Ahí están muchos de esos alumnos entre mis amigos de Facebook. Si les preguntas dirán que no miento: que me tenían “terror” y me amaban. A cada rato les da por sacarme las lágrimas, me agradecen por esa obsesión mía de convertirlos en hombres y mujeres de bien.
Pero las personas como yo, que se levantan a las seis de la mañana y llegan primero a la escuela para limpiar sus tres plantas cuando el esposo de la compañera encargada de la limpieza recibe tratamiento de hemodiálisis, o se toman muy en serio eso de ser Guía Base, de preparar muchachos para concursos nacionales y que con el primer lugar consigan elegir la carrera de sus sueños…, cuando se decepcionan son como el burro negado de Van Van, que ni a palo sube. A mí me pasó alrededor del año 2000, justo en el momento en que, vencido el período especial, los medios de comunicación se sintieron en condiciones de retornar a la normalidad, solo que una buena parte de los periodistas hacía rato que habían decidido buscar otros horizontes.
Fue una gran amiga, Ana María García Salvador, extraordinaria profesora de Historia, quien me habló del Diplomado de Periodismo en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí: un curso emergente e intenso dirigido a egresados universitarios que, de aprobar los exámenes de aptitud, se formarían en un año. Cuando quiso embullarme para que juntos nos presentáramos, me negué de plano. “Mija, si yo no sé ni escribir una oración compuesta”, le dije para que me dejara tranquilo. “Además, jamás me ha pasado por la mente ser periodista”, proseguí con mis argumentos, pero no entendió. Cuando vine a ver, el 64 fue pasando cada una de las rondas eliminatorias hasta que mi nombre apareció en uno de los dos primeros grupos que protagonizaron esa experiencia, que luego tendría dos o tres ediciones más.
Cuando recibí la primera clase con el profe Luis Sexto quedé fascinado. ¿Dónde había estado el periodismo que jamás me había fijado en él? ¿Cómo hasta ese momento le había mirado fijo a los ojos para saber que otro amor verdadero tocaba a mi puerta? Desde el principio esta profesión me conquistó. Y se lo debo a esos profesores, verdaderos “monstruos”; lo más grande: José “Pepe” Alejandro Rodríguez, Manuel González Bello, Ariel Terrero, Víctor Joaquín Ortega, Julio García Luis, Antonio Moltó, Herminia Sánchez, Isabel Moya, Caridad Carrobello, Toni Prada, Dixie Edith. Ellos son los primeros culpables.
Me esforcé mucho, también debo decirlo. Recuerdo que a mi grupo le correspondió, desde el primer día, hacer prácticas en las mañanas y recibir clases en las tardes. Empezamos el recorrido por prensa escrita, pero ¿quién encuentra un alma periodística en un periódico a las nueve, diez de la mañana? Ni siquiera a las 12 m. Me quejé, y fui a dar a la Agencia de Información Nacional (AIN), hoy Agencia Cubana de Noticias (ACN), siento que como un castigo, y resultó un regalo. Aprendí a escribir notas informativas de hasta lo “innoticiable”. Quería estar en todas partes, cubrirlo todo. Tremendo entrenamiento. Luego vino Radio Reloj, otra etapa que me marcó. Me dio la síntesis.
Juventud Rebelde era para mí lo inalcanzable. Tanto que ni siquiera me imaginé en el medio que considero el reino del periodismo cubano. No fui uno de esos alumnos sobresalientes del Diplomado, más bien creí por momentos que los profesores no notaban mi existencia. Por tanto, te confieso que jamás esperé terminar en la “pecera” (redacción de promiscuidad total delimitada por cristales). Estaba feliz imaginándome en la AIN o Reloj, pero el destino lo tiene todo muy bien planeado.
¿El Periodismo es para ti un modo de vida o un medio de vida?
Vivo para el periodismo desde que se instaló con firmeza en todos mis poros. Le dedico 48 horas al día. Me desvela pensando en la entrevista que tendré mañana, en la palabra con la cual intentaré atrapar al lector como si se tratara del néctar irresistible con el cual las plantas carnívoras hipnotizan a los insectos. Yo no quiero “tragármelos”, pero sí que busquen mi nombre en las páginas del periódico cada día, que me lean y hasta que decidan escribirme, ser mis nuevos amigos.
Las entrevistas son un género en el que se te descubre cómodo, resuelto, y pese a que te acercas a grandes de la escena o del arte en general, no eres presa del “efecto halo” o las peculiaridades de los entrevistados, ¿cuál es la fórmula para conectar con ellos?
Disfrutar del placer de una buena conversación. Creo que fue Chéjov quien, comparando a los libros con la conversación, dijo que los primeros son las notas, y la segunda, el canto. Pero para mantener una buena conversación hay que saber respetar y escuchar. Interesarse en verdad por lo que te están contando. Solo así compartirán, a corazón abierto, lo que sienten o piensan, y se establecerá esa esencial empatía cuando estén convencidos de que eres alguien seguro, ético, cuando estén convencidos de que lo cuidarás, de que te transformarás en “tumba” si fuese necesario.
Si algo he tenido muy claro es que en las entrevistas que hago no soy el protagonista y mucho menos me interesa que el lector perciba un supuesto elevado nivel intelectual ni que note cuán vasta puede ser mi cultura. Para mí lo más importante es tener la humildad de mostrarme como un propiciador de la abundante virtud de los otros. Que sean ellos quienes tejan la historia, con sus satisfacciones, sus frustraciones, sus ansias.
¡Por supuesto que me preparo bien! Pero cuando tengo a mi entrevistado al frente jamás me verás leyendo una guía, más interesado en la próxima pregunta que le voy a soltar que en lo que me están diciendo. Y es justo en ese instante cuando se deja escapar la gran historia. ¡Ocurre con tanta frecuencia! A veces ni siquiera lo dejan que concluya una idea.
Me parece que en otra vida debo haber sido algo así como un confesor (lo que sin dudas me ayuda hoy) pero sin confesionario de por medio, que no juzgaba ni castigaba.
La crítica de arte es casi siempre un tema espinoso. Hay quienes claman porque se haga y quienes exclaman cuando se hace, ¿cuál ha sido tu experiencia?
Resulta complicado ejercer la crítica, máxime en un país donde se le tiene fobia. Da lo mismo el campo en que se mueva. En el caso del arte, los creadores abogan por ella hasta que los afecta. Entonces se acusa el análisis de ser superficial, de no haberse acercado al proceso creativo, de no reconocer el esfuerzo con el que se ha realizado la obra en tiempos de tantas carencias… ¿Existirá algún creador que esté consciente de que su obra tiene fallos y que además lo reconozca?
¿Es necesaria la crítica de arte? Vital. Y será más en la medida en que sigamos asistiendo a una banalización del arte cada vez más creciente y esté menos de moda un pensamiento complejo. Pero no basta con ser periodista cultural para expresar un juicio de valor con argumentos. La academia no ofrece las herramientas que se requieren para llevar adelante una tarea que exige responsabilidad.
En mis inicios, con esas ganas de comerme al mundo, hubo ocasiones en la cuales tal vez se me fue un poquito la mano. O al menos eso pensaron quienes me estuvieron llamando por teléfono para decirme: “Te salvas que vives en Cuba, porque en otro país hubieras amanecido con la boca llena de hormigas”. Desde entonces me mido un poquito más (risas).
El Periodismo Cultural bien hecho supone conocimiento plural y casi enciclopédico ¿cómo logras prepararte, sedimentar toda la información para abordar las distintas expresiones artísticas?
Leyendo lo que me cae a la mano, viendo lo que me gusta y lo que me recomiendan, intentando mantener una vida cultural bien activa, lo que no siempre logro conseguir porque el diarismo representa una rutina productiva verdaderamente fuerte, sobre todo cuando quieres que en cada edición aparezca, como mínimo, un trabajo digno. Es lo que menos se puede hacer en un país con una cultura tan poderosa.
A ver, seamos claros: yo soy el tipo más “cojo” que existe sobre la faz de la tierra. Hay tantas lagunas en mí que si todas esas “aguas” se unen se va a desbordar mi río de desconocimiento. Posiblemente “ustedes son unos corte y pega” sea la frase más exacta que encontraron algunos profesionales del periodismo para definirnos a los “reorientados”, lo cual se traduce, en el argot popular de Las Tunas como: “ustedes son unos caraepapas”, y quizá tenían razón. En mí no está ese conocimiento enciclopédico al cual te refieres. Por eso me cuido mucho de abordar manifestaciones artísticas que siento más lejanas, al menos desde la crítica de arte. Lo que te aseguro es que amo mi profesión e intento ser digno de ella todo el tiempo.
Hay en tu trabajo un evidente apasionamiento por el ballet, ¿qué lo motiva y nutre?
Nunca me fue difícil entender esa expresión tantas veces utilizada de que la cultura es escudo y espada de la nación (aunque en nuestros medios lo olviden con frecuencia cuando esa es la primera página que “se va del aire” a la hora de los ajustes, cuando casi nunca constituye un titular de portada o de nuestros noticiarios, etcétera.). Porque la nación, la patria, a “pequeña” escala termina siendo uno mismo. Y a mí, desde que he tenido uso de razón, la cultura me ha salvado, me ha hecho feliz, me ha dado fuerza para resistir, me ha llenado de esperanzas.
La toma de La Habana por este tunero en los ya lejanos años 90 fue dura, dolorosa. Y aunque los guajiros somos fuertes, como dicen mis queridos “habaneros”, no escasearon los períodos en que pensé rendirme y regresar al calor de mi hogar, a la protección de mi Juana, esa madre a la que tengo un altar, obstinado de dormir en parques, de “velar” muertos ajenos en funerarias, de tandas especiales en el cine Yara, de alquileres de los que me desalojaban sin previo aviso… Entonces decidía ir a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana por última vez, solo que el que salía nada tenía que ver con el tipo abatido que entraba. Este José Luis se llenaba de tanta energía, de tanta belleza, de tanta fuerza interior que podía venir la fiera que él la estaba esperando.
Claro, lejos andaba de imaginarme que mi vida tomaría este rumbo. Cuando en JR demostré “que servía para algo” y creyeron no solo que podía escribir de temas culturales sino además intentar encaminar esa Redacción Cultural que privilegiaron firmas como Ángel Tomás, Emilio Surí, Leonardo Padura, Soledad Cruz, Rufo Caballero, Joel del Río, Magda Resik, Tania Cordero, Joaquín Borges-Triana…, me acerqué al Ballet Nacional de Cuba ansioso por contar una historia llena de gloria de cara al escenario y tras bambalinas. Y de paso, darle las gracias.
Sobre esto has escrito y publicado dos libros, ¿cómo fue esta experiencia de involucrarte en procesos editoriales no periódicos y con otras rutinas productivas y tempos? ¿Hay algún libro en progreso?
Excitante. Quizá a mí no se me hubiera ocurrido nunca esa idea. Respeto tanto a los escritores. Las entrevistas que recoge De la semilla al fruto. La compañía, vieron la luz primero en mi querido Juventud Rebelde, aunque muchas de ellas aparecieron aquí enriquecidas con confesiones que por cuestiones de espacio no pudieron salir en el diario. Por tanto, no fueron escritas pensando que llegarían a conformar un libro.
La idea comenzó a adueñarse de mí después que publiqué mi diálogo con José Manuel Carreño, gracias al cual me llegó un correo de un muy joven lector holguinero, Jorge Santiago. En su mensaje, este amigo me hacía partícipe de la gran satisfacción que había sentido leyendo la historia de ese notable bailarín cubano. Casi me rogó que le mandara las anteriores, y después de un tiempo me envió otro correo suyo donde me aseguraba que los lectores merecían conocer de cerca el fabuloso quehacer de la agrupación danzaria más importante de Cuba a través de las voces de quienes la sustentan.
Así nació De la semilla al fruto. La compañía (por ese título se extravió entre los estantes de la imprenta dedicados a textos de agricultura, a pesar de que en su portada aparecen unas fabulosas piernas fotografiadas por Nancy Reyes, que comienzan en unos blanquísimos tutús). Fue un proyecto con prólogo del irrepetible Rufo Caballero que me sonroja, aunque sea difícil notarlo.
El libro fue acogido con entusiasmo por la Casa Editora Abril y la Editora Juventud Rebelde para luego echar una larga siesta en el almacén del periódico que no termina hasta hoy. Ahí está todavía rendido ese libro que me llena de orgullo y que se propuso tasar los primeros sesenta años de una de las instituciones culturales más prestigiosas de Cuba y el mundo: nuestro Ballet Nacional.
Como si no hubiera sido suficiente mi tributo a la Alonso y su Compañía, regresé a atreverme con El mundo baila en La Habana. Se lo debo nuevamente a esos amigos, muchos, que no han dejado de estimularme. Cuando le conté a una de ellos, Teresa Plaza, que en De la semilla… no había logrado publicar todas las entrevistas que había conseguido realizar a no pocas de las principales estrellas del ballet mundial me preguntó: “¿Y por qué no lo haces? ¿Qué esperas?”, y me mostró un posible camino: Logística del Arte y su director Enrique Martínez, Quique.
Gracias a esa empresa española, al diseñador estrella Jorge Méndez Calas que permitió que pusiera a volar mi imaginación, a la respetada editora Ana María Muñoz Bachs, a la genial correctora Marvelis Artigas, al superamable prólogo de Eduardo Heras León, a las fotografías más artísticas del universo, a Iris Gorostola que me impulsó a querer más, a soñar sin freno…, resultó un libro hermosísimo, una obrita de arte. ¡Hasta con afiche salió!
El mundo baila en La Habana me dejó la satisfacción de que el único día en que se pudo vender en moneda nacional, el de la presentación en medio de una de las ediciones del Festival Internacional de Ballet de La Habana, parecía que se estaba regalando carne de res. El Museo Nacional de la Danza no alcanzó para reunir a tantas personas. ¿Podrá sentir un escritor felicidad mayor? A veces me lo encuentro en alguna que otra librería de moneda “semidura” (juro que no recibí por él ni un medio picado por la mitad), lo tomo en mis manos y me emociono por lo que conseguí. Las vendedoras que ni siquiera han curioseado mirando las solapas donde destaca una foto mía (ese día estaba bello), no logran entender a fe de qué saltan mis lágrimas. Entonces me las seco, lo vuelvo a colocar en su estante y sigo mi camino.
Tengo muchos libros en mente. De entrevistas todos, en tanto me lleno de coraje para ver si se me da la narrativa.
¿Cómo ha sido tu experiencia laboral en Juventud Rebelde? ¿Es este medio tu zona de confort?
El mejor lugar que pude soñar para realizarme profesionalmente y sentirme pleno como ser humano. Mi otra casa. Puedo considerarlo mi zona de confort pues allí me siento cómodo, libre, como si anduviera descalzo bañándome otra vez en el aguacero. Pero yo me exijo infinitamente. Para mí no hay diferencia entre un texto para las ediciones de martes a viernes mientras te reservas y otro para el buscado dominical, nuestra propuesta de lujo. Me creo en serio que estoy llevando adelante la labor que merece la rotunda cultura cubana, mostrando a sus principales hacedores: los consagrados y los que hoy la sostienen y mantienen en un sitial de honor.
Tu talento ha sido reconocido en concursos nacionales. ¿Qué sabor dejan premios como el «26 de Julio»?
Uno muy dulce. Pienso que todo el que envía una obra a concurso es porque considera que se ganará el premio. Evidentemente la mayoría de las personas está equivocada o el jurado es incapaz de apreciarla en su justa medida. Tengo la corazonada de que poseo el récord de ser el periodista más “mencionado” de la prensa cubana. Por un buen tiempo dejé de enviar al concurso y este año regresé. Fue un doblete. Yo también considero que he madurado mucho.
¿Qué opinión te merece la joven vanguardia artística cubana?
¡Qué país el nuestro para tener talentos! ¡Qué manera de haber escritores y artistas tan admirables como jóvenes! Verdaderos virtuosos capaces de imponerse en cualquier escenario del mundo. La Asociación Hermanos Saíz posee una fuerza brutal como organización. Lo más importante es que sus miembros creen en ella, confían en ella. Es una lástima que en las escuelas de arte, por ejemplo, no se conozca suficientemente su importantísimo papel. Esos muchachos podrían hacerla más poderosa, porque eso de que en la unión está la fuerza, no falla. No obstante, aunque podría ser más numerosa, no existen dudas de que se trata de una vanguardia viva, rigurosa, que apuesta por la belleza.
Superar 50 años implica para algunos hacer un inventario de sus logros vitales, ¿cuáles integrarían tu lista?
He sido un tipo eminentemente feliz. Un gozador de la vida. He vivido con intensidad máxima cada segundo. Cada paso ha sido dado desde el amor. Esa es una gran suerte.
Por favor, define en frases breves lo que representan para ti estas palabras:
- Cuba: mi amante más fiel.
- Cultura: el alma, la energía, mi salvación.
- Ballet: mi paseo por las nubes.
- Familia: ¡me gané la lotería!: así fue como me la pedí.
- Amigos: Mis piernas, mis brazos, mi pecho… la luz.
- Escribir: la felicidad.
Nuestra Alicia
En blanco y negro pasan las imágenes. Su figura mítica y delicada de cisne se alza sobre el escenario. Es toda gracia. Esa es Alicia Alonso. Pero la muerte no entendió de belleza y hoy nos ha arrebatado a nuestra inconfundible y única prima ballerina assoluta.
Diálogos con la danza por siempre
A mi amigo Geovanny Montero, quien me tentó a mirar y encontrar el tesoro que alberga.
Diálogos con la danza.
Una de las estrategias que lleva a cabo el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Pinar del Río es promocionar –persistentemente– y tratar de acercar al lector en peñas, ferias y otros espacios culturales, a aquellos títulos existentes en las diferentes librerías de Vueltabajo. Y, por supuesto, uno de ellos es Diálogos con la Danza, de Alicia Alonso.
Antes bien, no constituye exactamente el eje de estas notas la muy reciente presentación del texto de la Prima Ballerina Assoluta, en la Casa de Cultura Pedro Junco, de Pinar del Río[1]. Sin restarle mérito a dicha eventualidad, nos inquieta algo más, algo que nos puede tentar toda la vida: hurgar y redescubrir los méritos de Diálogos con la Danza, el magnífico libro que Alicia regalara en fecha tan temprana como 1986 y que hace nueve años devolvió en edición ampliada la Editorial Letras Cubanas.
Por supuesto, a cualquiera se le escaparía una carcajada al escuchar o leer semejante cosa, ¡pensar un libro a nueve años de su lanzamiento![2] Sin embargo, el acto no tiene nada de descabellado, y sí de muy necesario, de imprescindible, ya que se trata de una obra de inmenso valor cultural y artístico, útil no solo para bailarines cubanos sino del mundo, un material de consulta indispensable para todo teórico e investigador de la escena.
Redescubrir, ubicar este texto es esencial, pues en muchos casos no se tiene conocimiento de su existencia o no se está bien claro de la amplitud de su contenido, del cual el lector puede apropiarse y comprender mejor los vericuetos de la danza.
Diálogos con la danza cuenta con el récord nada más y nada menos de seis ediciones (tres cubanas, una argentina, otra española, y una mixta entre México y nuestro país); cosa que raras veces alcanza un volumen relacionado con la teoría del arte u otra materia en el contexto actual. No obstante, la calidad de la obra se impone y lo merece.
Desde que accedemos a las primeras cuartillas de este libro descubrimos dádivas incontables en vista de que tiene la cualidad de no circunscribirse a lo biográfico, lo cual de por sí lo hubiese hecho interesante, pues estaría contado desde la primera persona, sino que abre su espectro para develarnos los vínculos que ha sostenido la Prima Ballerina Assoluta cubana con grandes personalidades de la danza y el arte, con cuestiones esenciales de la técnica, tradición y teoría de la danza.
Todo un saber que Letras Cubanas agrupa y que vio la luz por primera vez en artículos escritos por Alicia o entrevistas que se le ha realizado y que han sido publicadas en revistas y periódicos de Venezuela, Cuba, EE.UU, España, Portugal, Brasil, Chile, entre otros países.
El amplio volumen de 435 cuartillas se ofrece, según nuestra mirada, en seis partes. La primera de todas, que hemos llamado Exordio, encierra tres paratextos, Envío editorial, por parte de Letras Cubanas; Como un rayo de luz, de Dulce María Loynaz (1902-1992) y Al lector, de Alicia Alonso(1920), que nos dan cardinales y legitiman el contenido de Diálogos con la danza.
Por ejemplo, en Como un rayo de luz[3], Loynaz, tomando como referente palabras de la reconocida danzarina moderna Isadora Duncan (1878-1927), lúcidamente compara a una interprete danzaria con un rayo de luz que se posa en una flor y nos propone una atendible contemplación del oficio de la bailarina y la danza: “El baile es un arte independiente del arte dramático; es un arte puro, casi un rito. La bailarina no es una actriz, es una sacerdotisa, lo ha sido al menos en otros siglos y otras civilizaciones. Es una luz que se mueve, que se desprende de su propio foco, esto es, de su persona, y puede vivir por unos instantes sin asirse a nada… Ningún otra artista lo consigue en la tierra, ni siquiera el poeta” [4].
También Dulce María en Como un rayo de luz, realiza una analogía, una muy justa equivalencia entre el virtuosismo de Ana Pavlova, la más grande bailarina de ballet de todos los tiempos, y Alicia Alonso. De ahí que ha sido muy sabio por parte de Letras Cubanas, incluir en la sexta edición de Diálogos…, la reseña que publicara en el ’40 la Loynaz, pues más que un atisbo literario, funciona como perfecto introito que valida una vez más la figura de Alicia Alonso y su saber, que late en Diálogos con la danza.
Desde luego, si en Como un rayo de luz Dulce María Loynaz define la calidad del arte de Alicia, esta, la Alonso, en Al lector, un prólogo a la edición cubana de 2000, que se incluye en el volumen ampliado de 2010, con extrema sencillez y profundidad nos invita y muestra el amplio caudal de saberes con el que se encontrará y del que se podrá apropiar el lector al recorrer las páginas de Diálogos con la danza.
Así es que los tres exordios que presentan el contenido de Diálogos…, lejos de ser un exceso editorial, son tres necesarios abordajes que se complementan y nos seducen a la lectura del libro firmado por nuestra Alicia Alonso.
Como los actos que componen una pieza de ballet clásico, así Recuerdo y Reflexiones, Textos mínimos, Diálogos con la prensa y Galería de fotos, son secciones que albergan propiamente el saber acumulado durante más de 70 años de vida artística de Alicia Alonso, quien, sin caer en un lenguaje petulante o retórico, nos acerca a pasajes de su vida, su participación en numerosos eventos, concursos artísticos, ofrece su criterio sobre el repertorio y la enseñanza artística de danza entre otros pormenores.
Una las mencionadas secciones y que más no seduce es Recuerdo y Reflexiones. En esta, la Directora del Ballet Nacional de Cuba abre sus memorias al conocimiento y el debate.
Por ejemplo, el primer artículo que abre el libro[5], Primeros recuerdos, primeros pasos en la danza (1981), con extrema síntesis Alonso revela, desde la comicidad del tono con que cuenta, aspectos medulares y poco abordados de su vida personal y artística.
Uno de estos relatos nos muestra cómo después que fueran donadas a la Sociedad Pro-Arte Musical un par zapatillas de ballet y a ninguna de las estudiantes de danza le sirviera, estas fueran exactamente de la talla de la niña Alicia, quien desde entonces quedó prendida con el regalo recibido, tal como sucedió con Cenicienta.
Otro de los sinceros relatos de Primeros recuerdos…, se centra en el momento en que Alicia bailó frente a la gran bailarina argentina Antonia Mercé y olvidó una parte de la obra que interpretaba teniendo que improvisar el resto de la pieza y curiosamente fuera felicitada por su danza o las razones por las que la Mercé tiempo más tarde la identificó entre una multitud frente a su camerino, por dos detalles: nunca olvidó la pieza que bailara la niñita Alicia, y fundamentalmente porque los rasgos físicos de aquella eran muy perecidos a los suyos.
También, la sección Recuerdo y Reflexiones destaca por su riqueza artículos como Sobre la escuela cubana de ballet (de suma importancia para aquellos que deseen conocer los principios que sustentan la Escuela Cubana de Ballet), El ballet romántico, Defender nuestra identidad, El clasismo hoy y mañana, Apuntes sobre Giselle, Fokin en la memoria, Antony Tudor: el creador, el maestro, George Balanchine: el gran músico de la danza, Conversaciones sobre tema y variaciones.
En otras secciones del libro como Textos mínimos y Diálogos con la prensa se muestran interesantes artículos y reseñas como Antonio bailarín de España, En la muerte de Rudolf Nureyev, Danzar por los Orígenes, Disciplinar el talento y De una patria que baila; en el caso de la primera y de la segunda sección Bailo luego existo, Lo inagotable en la danza y La técnica como naturaleza y respuesta emotiva.
Cierra Diálogos con la danza la copiosa sección Galería de fotos, en que gentilmente se reúnen una amplia gama de imágenes de la Prima Ballerina Assoluta acompañada por reconocidísimas personalidades del arte como el eminente pianista Arthur Rubinstein, el pintor Pablo Picasso, la poetisa Dulce María Loynaz, el tenor Placido Domingo, el escritor Alejo Carpentier, el pintor Wilfredo Lam, el sabio y antropólogo Fernando Ortiz, el poeta Nicolás Guillén.
Asimismo componen esta sección retratos de Alicia acompañada por mandatarios como Fidel Castro Ruz, el ex rey de España Juan Carlos, el expresidente chino Mao Tse-tung, y figuras eminentes de la danza como el crítico inglés Arnold Haskell y los excelentes bailarines y coreógrafos Antonio Gades, Ígor Youskévitch, Maurice Bejart, Antony Tudor, Alicia Márkova, Anton Dulin, Margot Fonteyn.
De igual manera, componen Galería… momentos especiales en que Alicia interpreta a Giselle, a Odette en el Lago de los cisnes, Dido abandonada o La Diva María Callas, etc.
Diálogos con la danza no es un libro fácilmente superable. Sus muchas ediciones no se deben a que su autora sea quizás la bailarina más afamada y técnicamente perfecta del siglo XX, sino a que esta extraordinaria mujer se superó más allá de la expresividad de su cuerpo: convirtió la palabra en vehículo para, como tal como lo hacían los antiguos maestros con sus discípulos, legarnos una fuente inagotable de saber, dejarnos ver más a través de la luz de sus pensamientos.
Alicia no sólo se ha posado en escena, tal como un rayo de luz lo hace sobre una flor, sino que ahora, con la marca de sus días sobre cuartillas, se inscripta para bien en nuestras almas. Diálogos con la danza ha sido el excelente vehículo para lograrlo.
[1] Diálogos con la danza, de Alicia Alonso, fue presentado por el autor de estas notas el 22 de agosto de 2019, en la Casa de Cultura Pedro Junco.
[2] Fue presentado por primera vez el 30 de diciembre de 2010 en el Museo de la Danza, en La Habana.
[3] Una reseña que se publicara en 1948 y que motivó a que se le entrega a Dulce María Loynaz el Premio Cervantes (1992), se incluye en la tercera edición y en la del 2010 de Diálogos con la danza.
[4] Alonso, A. (2010) Diálogos con la danza, editorial: Letras Cubanas, La Habana, Cuba.
[5] Estimamos que Letras Cubanas ha realizado un pormenorizado y de tremenda calidad en la edición y corrección de todos los artículos, reseñas y entrevistas que se agrupan en el texto.
El Ballet en Cuba: Apuntes históricos desde Cúpulas
(Publicado inicialmente en La Jiribilla, versionado para el Portal del Arte Joven Cubano)
Su visibilización entre los títulos que estuvieron a la venta en el Pabellón Cuba, sede la Asociación Hermanos Saíz, en el recién concluido Festival de las Artes, y su creciente presencia en diferentes librerías del país, me han convocado a un acto de reconciliación conmigo mismo. He aguardado demasiado en comentar uno de los materiales más interesantes que haya leído sobre la danza, la cultura cubana en general y, por eso, mediante estas notas, hago un ejercicio de justicia donde propongo al lector un acercamiento El ballet en Cuba: apuntes históricos, de Miguel Cabrera.
El volumen de 364 cuartillas, publicado en 2012, es una de las propuestas más atractivas entregadas por la Editorial Cúpulas, de la Universidad de las Artes de Cuba, quien para esta edición colaboró con Ediciones Aurelia.
En ese sentido, remarcamos que El ballet en Cuba…, tiene tanto mérito como hecho poligráfico como por su contenido. Cuando estamos en presencia u ojeamos este título, nos seduce su belleza física, su acabado. Podríamos referir que goza de una de las mejores facturas que podamos encontrar en un libro de estos tiempos nacionales. Sus gruesas cuartillas de papel cromado y su resistente cubierta nos auguran que el libro puede ampliamente resistir el paso de los años.
La selección de colores y la ilustración es un trabajo exquisito. En la portada, como resumen, se encuentran nada más y nada menos que las imágenes de tres importantes bailarinas de todos los tiempos: Fanny Elssler, en el centro Alicia Alonso en sus primeros años como bailarina, y Anna Pávlova. Las figuras de estas grandes presiden la rica gama de fotos, litografías, grabados y dibujos de calidad, que versan de presentaciones o personalidades relacionadas con el ballet cubano, o que son parte de él; ampliando nuestras lecturas y compresiones sobre esta práctica danzaria y sus creadores.
Pero si nos seduce la probada factura del material que entrega la Editorial Cúpulas, mucho más lo hace el texto, el sustancial contenido que lega al mundo de la danza el historiador del Ballet Nacional de Cuba, Miguel Cabrera (1941).
Tenemos la entera certeza que esta obra será fundamental en el ámbito de la danza, y que sobrarán en el mundo aquellos que quieran adquirir este inestimable escrito pues, con una escritura muy clara, en él quedan rigurosamente registrados en 11 capítulos: El nacimiento de una tradición; Coppelia y Pávlova en la República neocolonial; Grandeza y Limitaciones de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana; Alicia, Alberto y Fernando: la gran simiente; Las Cuatro Joyas; Dos Ilustres Herederas: María Elena LLorente y Martha García; Las Tres Gracias; La presencia masculina: consolidación de una estirpe; El Ballet Nacional de Cuba en su gloriosa brega (1948-2011); Valoraciones de la crítica mundial y la Sección de Documentos, los teatros, fechas, personas con que se relacionaron en su visita a Cuba personalidades del ballet como la ardiente Elssler o la inigualable Pávlova.
Además, se profundiza y corroboran datos, se saca a la luz una información acuciosa –creo con mayor profundidad en el siglo XX y XXl– sobre los primeros intentos de crear una academia de ballet en Cuba (aunque no tuviera el interés de preparar a artistas profesionales), por la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana; y la formación en este lugar de la mano de Igor Yavorski, de tres figuras esenciales para nuestro ballet: la entonces Alicia Martínez del Hoyo (después Alicia Alonso) y los hermanos Fernando y Alberto Alonso. Así como la posterior formación en el extranjero de estos que, en el caso de Alicia y Fernando Alonso, integraran las filas de la recién fundada compañía American Ballet Theater, en la que consolidarían su técnica y fama de mano de maestros eminentes como Mijaíl Fokín, George Balanchine o Antony Tudor.
También el texto, del Doctor en Ciencias Miguel Cabrera, muestra cómo se hizo realidad el sueño de la conformación en 1948 de una compañía Ballet Alicia Alonso, y en 1950 de una academia con el interés de formación de profesionales de ballet, a cargo de la tríada Alonso (Fernando, Alicia y Alberto).
De igual forma, nos muestra la frustración de este empeño durante la tiranía de Batista (1952-1959) y su posterior realización, revitalización y desarrollo a partir del triunfo de la Revolución.
Por todo lo mucho que aportan, son imprescindibles para todo estudioso de la danza y la cultura, para el interesado en general, las entrevistas que el historiador del Ballet de Cuba realiza a los Alonso, a las Cuatro Joyas del ballet cubano (Loipa Araújo, Mirta Plá, Aurora Bosch, Josefina Méndez), a la mezzo soprano y la soprano del ballet (María Elena Llorente y Martha García) y las Tres Gracias (Ofelia González, Amparo Brito, Rosario Suárez), quienes ofrecen datos de carácter autobiográfico sobre la trayectoria del Ballet Nacional de Cuba y la Escuela Cubana de Ballet; casi imposibles de obtener en otros materiales, ya que muchas de estas figuras lamentablemente no se encuentran entren nosotros o están en diferentes geografías del mundo.
Así también, nos resulta interesantísimo, aunque rompe con el carácter diacrónico de la historia, el artículo relacionado con la presencia, fuerza y virilidad de muchos bailarines cubanos que han sido reconocidos a nivel mundial como Jorge Esquivel, José Manuel Carreño o Carlos Acosta.
Asimismo, entre otros tesoros que guarda la antología, está una detalladísima lista de los estrenos y presentaciones del Ballet Nacional de Cuba y, a manera de anexos, que complementan perfectamente la compilación, una serie de documentos que están relacionados con su historia. ¡No podría ser más exquisita esta obra que nos entrega Miguel Cabrera!
Si bien nos hubiese gustado tener información más amplia acerca del surgimiento de pequeños esfuerzos locales en función de la enseñanza del ballet antes del triunfo de la Revolución en provincias como Pinar del Río, Villa Clara, Camagüey, Holguín; datos sobre el desarrollo histórico de compañías como el Ballet de Camagüey, el Ballet de Santiago de Cuba, el Ballet del Teatro Lírico de Holguín o las influencias, cambios en la enseñanza y las Escuelas Provinciales de Ballet en Cuba. Después de todo, son parte del universo, del fenómeno del ballet en Cuba.
Estimamos que El ballet en Cuba: apuntes históricos, junto a excelentes títulos como Grandes Momentos del Ballet Romántico en Cuba, de Francisco Rey Alfonso o El Ballet y su mundo, de Roberto Méndez, es un volumen esencial para el arte del ballet y quienes lo amamos, una investigación seria y amplia que se puede reconocer como la primera en su tipo en historiar diacrónica y sincrónicamente el ballet en nuestro país.
Estamos seguros que en el futuro habrá otras investigaciones que miren el fenómeno con otra perspectiva, tal vez con aquella de quien toma distancia temporal del fenómeno. Sin embargo, sabemos que el texto que nos entrega Miguel Cabrera, es y será un referente obligatorio para el estudio serio del ballet en nuestra nación. Ahora, a varios años de su presentación, una y otra vez nos queda disfrutar y aprender de El ballet en cuba: apuntes históricos.
*Maestrante en Estudios Teóricos de la Danza
Interesantes propuestas para celebrar la Jornada por la Cultura Cubana
El mes de octubre está lleno de celebraciones en homenaje al aniversario 150 del comienzo de nuestras luchas por la independencia y de la primera entonación de nuestro Himno Nacional, La Bayamesa. Por la fecha, una jornada colmada de proyecciones cinematográficas, conciertos, exposiciones, presentaciones discográficas y mucho más estará al alcance de los cubanos de cada provincia.
Alicia Alonso también es una cátedra iberoamericana de danza
El escritor Alejo Carpentier aseguró que “Alicia Alonso pertenece a la excepcional estirpe de bailarinas que han dejado —a veces no más de cuatro, de cinco veces por siglos— un nombre egregio en la Historia de la Danza”. No tuvo duda al definirla así, pues ella es un símbolo de exquisito talento artístico y de humanidad que causa la admiración de quienes la conocen o de instancias como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la cual acaba de crear una Cátedra Iberoamericana de Danza con el nombre de la reconocida artista.
Enrique Pérez Mesa: “la orquesta es el instrumento mayor”
Matanzas fue la provincia que lo vio nacer. Allí el maestro Enrique Pérez Mesa tuvo su primer acercamiento a la música a través del violín. Pero no sería este el instrumento que lo catapultaría en el mundo de las melodías y las sonoridades. [+]
Celebró Cuba Día Internacional de la Danza en el Gran Teatro de La Habana
Por: Ismael Francisco
Agrupaciones cubanas celebraron el Día Internacional de la Danza en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, donde destacaron el Ballet Nacional de Cuba (BNC), Danza Contemporánea de Cuba (DCC), el Folclórico Nacional y las también compañías Lizt Alfonso y Acosta Danza.
El 29 de abril se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Danza, instituido por la Unesco en 1982, para ponderar el natalicio del maestro y creador del ballet moderno Jean-Georges Noverre (1727-1810).
La Unesco otorgó a Cuba la sede de las celebraciones este año.