Antonio López Sánchez


Antonio López: hechizo de canciones y ficción

Llegué a su nombre por la lectura de su primer título desde un estante en la otrora área de Investigación de la Música Pablo Hernández Balaguer. Tiempo después nos conocimos por mediación de otro gran amigo e intelectual cubano, Joaquín Borges-Triana. Preparábamos la edición correspondiente al 2010 del Festival de la Trova “Pepe Sánchez” y Joaco me sugirió invitarlo al espacio teórico. Aquella fue una celebración de las trascendentales, con sismo y réplicas incluidos. A los investigadores santiagueros, manzanilleros y de Guantánamo nos acompañaron estudiosos como el propio Joaquín, Alicia Valdés, Ana Casanova, Alain Gutiérrez, entonces fotógrafo del Centro Pablo, y él. Tuve el privilegio de compartir tanto los espacios académicos como los trovados almuerzos, conciertos, descargas nocturnas y hasta el viaje al Santuario del Cobre. A partir de entonces, Antonio López Sánchez se me hizo Tony, el amigo, periodista y escritor cuya obra creció a zonas y reconocimientos literarios, incluso insospechados por él.

Arribas a la Universidad en la carrera de Comunicación Social, la “trovadicción”, ¿antes o después?

La trova-dicción, y todo el resto de mi confesa melomanía, estuvieron casi desde siempre. Te hago una anécdota y creo que en buena medida sirve de referencia. De muy, muy pequeño, tal vez cuatro o cinco años, tenía una guitarrita de juguete y le hacía unos “recitales” a mi abuela (que encima decía que yo cantaba bien, nada como tener abuelita). El final de estas actuaciones, en la sala de mi casa, siempre era con Te doy una canción, de Silvio Rodríguez. Las canciones se quedaron a acompañarme, pero lo que sí no se cumplió del sueño fue la guitarra. Esa la cambié por las palabras en algún sitio del camino. De todas formas, tengo amigos músicos y trovadores muy generosos que, en descargas y hasta alguna que otra vez en escena, me acompañan con sus sonidos y me dejan “echar un par de temas” para matar el enano. Igual, aunque sea en manos de otros, la guitarra sigue conmigo.

Qué herramientas tomaste de tu disciplina para hacer de la trova más allá del disfrute, objeto de estudio.

El periodismo implica entrenar la capacidad de observación y afinar bien los canales propios de comunicación para trasmitir eso que observas. Un periodista es muchas veces un intermediario entre un hecho, sea una canción o una guerra, y un público que por tu trabajo descubre o hasta interpreta contigo este hecho. Eso conlleva una ética, un compromiso con la verdad y, aunque en muchos géneros periodísticos la opinión de un analista es importante, muchas veces hasta ese análisis incluye también ser lo más imparcial posible y dejar que las personas hagan su propia interpretación y no se queden con la de ese intermediario. Mi carrera me ayudó a escuchar mejor, a escudriñar detrás de una obra, de su autor, de los contextos e historias de ambos y luego a tratar de contárselo al resto, para que no se lo pierdan.

Estos acercamientos como oyente y joven investigador confluyeron en el ejercicio de tu tesis de grado dedicada a la Nueva Trova. Para la ocasión tuviste tutoría y tribunal de lujo. Rememoremos aquel momento.

Mi generación tuvo la fortuna de que todavía nos tocaron como profesores grandes “monstruos” de la academia y la enseñanza de este país. A pesar del durísimo periodo donde me tocó estudiar (del 93 al 98 del siglo pasado), la Universidad fue para mí un tránsito muy importante, placentero y formador. Mi carrera, la defensa de mis tesis, y, por supuesto, su hechura previa, me permitieron descubrir que yo era un periodista y que incluso podía hacer algo porque mi disfrute musical fuera también del prójimo. En predios más “universales”, podía aportar un grano de arena con mi trabajo para preservar y esclarecer en algo la riquísima historia trovera y cultural de este país.

Del lujo de la tutoría y de mis evaluadores, te lo resuelvo al modo deportivo. Aquí va este line up de cuartos bates. En el tribunal estaban los periodistas Juan Orlando Pérez, Manuel González Bello y Joaquín Borges Triana. El oponente fue Víctor Casaus. Mis tutoras fueron doña Miriam Rodríguez, que me enseñó a hacer entrevistas (algo de lo que hoy sigo aprendiendo), y Margarita Mateo Palmer, trovadora, profesora y escritora, que me mostró muchas puertas para entrar el mundo de la trova (y en las aulas, al de la literatura).

Como consultor de la teoría de la comunicación estaba don Rafael Rivera Gallardo, un gigante de la enseñanza de esa materia. Valga apuntar que Noel Nicola, además de concederme su entrevista, se tomó el trabajo de ir a la discusión y luego fue el principal gestor de la publicación de ese texto en Atril Ediciones Musicales. Desde entonces, por respeto y honra, trato de que la calificación que me otorgaron se mantenga en todo lo que escribo y hago.

Los resultados de aquella investigación vieron la luz en tu primer libro, La Canción de la Nueva Trova (2001). Del discurso académico a un lector general, ¿cómo se logra el traslado de lenguaje sin prescindir de elementos e ideas esenciales?

Como es obvio, el ejercicio académico de una tesis de grado implica el manejo y escritura de una serie de códigos y elementos de cierto calado y densidad, menos apto para grandes masas lectoras. Sin embargo, como siempre tuve claro que mi tesis era un escalón para llegar a eso que yo quería contarle al público, desde un inició asumí la claridad como territorio y no tuve que luego ponerme a “traducir” del lenguaje doctoral al castizo entendible. Huelga decir que ser directo y claro no eliminan ni el rigor y ni la valía y solidez de ningún argumento. Mi formación como Licenciado en Comunicación Social me permitía que, luego de sortear algunos pasos académicos imprescindibles y sí de mayor profundidad teórica, el producto definitivo casi llegara a los posibles lectores tal cual se había escrito. Además, Manuel González Bello apareció de nuevo en esta historia, se encargó de la edición del texto y así se desataron los últimos nudos ilegibles que pudieran haber quedado. La noticia sobre ese libro es que estamos en conversaciones con una editorial para volver a publicarlo, con nuevas entrevistas y páginas ampliadas. Las verdaderas investigaciones no acaban nunca.

¿Tu pasión por la trova y la experiencia periodística en la Editorial de la Mujer fueron la coalición perfecta para la fragua de Trovadoras?

A la Editorial de la Mujer debo mi acercamiento a un mundo fascinante y un saber muy útil como el de las teorías de género. Por supuesto, sin considerarme para nada un experto, pero algo se pega. Una vez empapado de este aprendizaje, el paso lógico siguiente era unirlo con mi tema habitual de investigación.

Te cuento que Trovadoras es un libro casi fortuito. Las entrevistas de esas páginas eran el complemento de dos investigaciones más amplias, una sobre un recorrido histórico por la participación femenina en la trova cubana y otra sobre la imagen de la mujer en las canciones de la Nueva Trova. Gracias a Aida Bahr, por entonces directora de la Editorial Oriente (y al maestro Eduardo Heras León, por un consejo inolvidable) Trovadoras pudo ver la luz. Te añado una noticia. El ensayo sobre la imagen de la mujer en los textos de la Nueva Trova debió aparecer publicado en esta Feria del Libro 2020, bajo los auspicios de la Editorial Capiro, en Santa Clara, en un libro titulado Convertida en canción. Esperemos que la pandemia nos permita hacerlo en la próxima edición.

 Sitios digitales como La Jiribilla observan el ejercicio de tu criterio, sobre todo en escritos del entorno musical cubano. ¿Dónde radica para ti el encanto de la escritura virtual?

Amiga mía, el encanto lo percibo en toda mi escritura, por el simple hecho de que disfruto, y hasta sufro, por completo todos los actos que implican pensarla y hacerla tangible. Amo escribir, qué decirte, sea cual sea el tema, género o soporte final que divulgará esas letras. Ahora bien, los predios virtuales son un canal más, que cada día gana mayor terreno y ofrece innúmeras posibilidades. Como periodista, con un pie en lo analógico y otro en lo digital, aprendí rápido a asimilar cada nuevo vehículo y a utilizarlo.

Los medios digitales tienen el valor agregado de que un trabajo puede ser leído por muchas personas, en muchas partes, con una velocidad y unas magnitudes que superan las del periódico mejor distribuido. Además de que, en el caso de algún viejo escrito, basta teclear en un motor de búsqueda y ahí está, sin ir a la biblioteca ni coger coriza en estantes empolvados. Por supuesto, nadie asuma que abogo por destruir bibliotecas o algo así. Algunas corizas se estornudan con sumo gusto si nos enseñan algo desde unas páginas reales. De todas formas, gran parte las memorias de estos tiempos ya habitan en las computadoras y ahí hay que estar también. Y sobre la música, al igual que con la escritura, hay placeres agregados en investigarla y contarla.

¿Cuándo descubriste a Tony el escritor de literatura de ficción? ¿Por qué la fantasía heroica y el terror?

cortesía del entrevistado

Eso también se lo debo de alguna manera a la Editorial de la Mujer. Mi primera novela, La guerreras de la luz, se publica en 2011 por esta editorial. Fue literalmente un descubrimiento porque lo que pensaba sería un texto breve, con una historia más o menos sencilla, se convirtió de pronto en una novela con todos los hierros. Agradezco ese volumen, lleno de primeras veces buenas y malas (todas sinceras y apasionadas, eso sí), por mostrarme caminos. Además, la sección de Literatura para niños y jóvenes de la Asociación de Escritores de la UNEAC tuvo la gentileza de concederle el Premio La Rosa Blanca 2012 al mejor texto. Además, me acercó al público.

No soy para nada famoso, pero que un par de lectores te reconozcan y agradezcan en una Feria del Libro es un premio estupendo. No saben ellos que uno lo agradece el doble, pues pocas veces un escritor conoce a sus destinatarios. Luego de esa experiencia, empezaron a llegar ideas y así nacieron las tres novelas siguientes.

 Me gustan mucho las posibilidades de esos géneros fantásticos, además de que siempre he sido un admirador de ese tipo de historias. El horror llegó ahora, con Grimorium, para regresar al catálogo de la Editorial Oriente y sé que ha funcionado para el público. Debo decirte que mi obra de fantasía es la más visible, por ser la más publicada hasta el momento. Pero en mi disco duro, además de un par de libros de literatura infantil, con fantasía también (y hasta su poquito de horror en clave más ligera), hay dos libros de cuentos y otra novela, todos de puro realismo. Hay además otro par de volúmenes, una noveleta fantástica y una historia corta, que deben salir pronto en predios digitales. Sólo que, supongo le pase a otros escritores, escribo más rápido de lo que publico. Eso, para no contarte las páginas que tengo en mi cabeza, esperando nacimiento.

Reinciden en algunos de tus títulos la figura de la heroína, protagonizada por guerreras que luchan contra espíritus del mal encarnados por personajes masculinos. ¿Hay una intención feminista en tu literatura?

No sé si lo logro, pero sí hay una intención feminista. Quizás menos explícita, sin banderas alzadas y con posibles errores, pero tangible y pensada. Por motivos literarios, y vitales, meterse bajo la piel de una mujer, una maga o una guerrera; el intentar descubrir cómo piensa o por qué actúa de cierto modo un personaje femenino, es un ejercicio retador y muy complejo. Un reto, incluso, siendo uno mismo el que las inventa, porque respetar y hacer creíble ese personaje y a sus actos, va incluido en el paquete de lograr que sirva para algo. Además, me gusta que esa suerte de sello propio aparezca en mis textos.

De hecho, en mis obras inéditas también hay muchas protagonistas femeninas. Desde mujeres que defienden sus amores, cabezazos y decisiones vitales, no sin sufrimientos y precios, hasta varitas mágicas y muñecas que también empuñan espadas, combaten a los malos y rescatan ellas mismas a sus galanes. Creo que cualquier aporte que se haga en la lucha por igualar las oportunidades y derechos de mujeres y hombres, y de paso borrar discriminaciones, prejuicios y límites, hará mejor a la sociedad toda.

En fechas recientes has compartido desde tu perfil de Facebook varias series de lo que titulas De–Cimitas. ¿Es un proyecto que trascenderá las demarcaciones de la llamada cuarentena?

Como muchos de los que escriben, profesionalmente o no, también yo empecé haciendo poesía. Todavía algunos amigos recuerdan mis incursiones como poeta en escenarios y peñas de la Universidad, junto a trovadores y humoristas. Por supuesto, aunque menos, todavía escribo poemas. Las De–Cimitas nacieron antes de la llegada de la pandemia. Fue una idea, con la mera pretensión de un divertimento para compartir a los amigos, que me permitió unir dos de mis pasiones, la fotografía y la escritura. Siempre digo que no soy fotógrafo: yo hago fotos, que no es lo mismo. Sólo que esas imágenes, un poco aleatorias, de temas que me saltaban a la vista, no tenían ropajes adecuados para ser publicadas. Casarlas con una décima fue la solución. Así nació la sección, con carácter semanal en mi muro de Facebook.

Sin embargo, con los encierros de las dos cuarentenas en La Habana, cometí la locura de publicarlas en series, de modo diario. Ahí empezó a crecer la bola y pedí colaboración a varios amigos, estos sí, diseñadores, fotógrafos (y fotógrafas), ilustradores y hasta músicos, y terminó saliendo un trabajo interesante y que varias personas me han dicho que disfrutan mucho. Agradezco, además, que me dio la oportunidad de unir mis textos con imágenes de profesionales geniales a quienes quiero, admiro y respeto mucho.

Romperse la cabeza, buscar ideas, tratar de no repetirse aunque los temas sean semejantes y estar a la altura de los dos o tres “bárbaros” con los que hice alianza, son ejercicios muy satisfactorios. Por otro lado, me hizo ganar nuevas amistades y, para mí y quizás para quienes las leyeron, hizo más llevaderas las duras circunstancias que se han vivido este año 2020. Por motivos personales actuales he dejado de publicarlas un tiempo. De hecho, la idea original era hacer la sección sólo por un año. No obstante, pronto debo volver al ruedo y ya estoy pensando cómo estirarlas un poco más.

Al final, pienso que sí, ojalá eso se pudiera reunir y publicar, creo que lo merece, pero no es algo que dependa de mis posibilidades. Hay un par de ideas para tratar de lograr esto, pero todas muy verdes todavía. Más que mis versos, creo que hay dibujos, fotos, intenciones y mensajes que no debieran quedar colgados sólo en Facebook y debieran reunirse. Ofrecerles vida como conjunto podría resultar en un producto interesante y apreciado por muchas personas.

¿Qué propósitos te ocupan en la actualidad?

Escribir y, sobre todo, publicar. Además de mantener mis secciones de colaboración periodística con diversos sitios, en Cubaliteraria, en En Vivo, en las revistas Cartelera, y Palabra Nueva, entre otros, tengo mucho trabajo literario por redondear. Entre novelas, libros de cuentos y otras ideas, al menos tengo tres o cuatro proyectos a medio escribir, sin contarte los que tengo en la cabeza. En predios fuera de las páginas escritas, pues vivir, amar, descubrir, escuchar más música y leer más. Al fin y al cabo, luego las páginas escritas se alimentan de todo eso.