Anisley Miraz
Oro en el estado más puro de la poeta
Cuando hablamos de Anisley Miraz Lladosa, ¿qué nos viene a la mente? ¿La narradora? ¿Su literatura infantil? ¿La poeta? ¿O sencillamente la escritora? Yo me voy a ir por esta última, no solo porque es lo que es Anisley, sino porque tiene mucho que ver con el libro en cuestión Rotten Gold (Oro Podrido, traducción literal). Ediciones Aldabón 2019. El libro se divide en tres secciones bien definidas en cuanto a temáticas. Sin embargo, hay un hilo conductor que se puede definir por dos frases:
1- Lo difícil es ser. Nadie lo duda.
2- El loco escribe desde su celda la putridez del oro de su especie.
Ya desde ese momento puedes notar que Anisley juega con un sujeto lírico escritor que aparecerá en varias ocasiones durante todo el libro. El escritor que nos habla de la épica, de la literatura, de la muerte, las crisis, miserias humanas y la locura, entre otros muchos temas afines. Anisley también juega con el lenguaje, la construcción de imágenes muy sugerentes, algunas veces crudas mientras que otras bastante románticas.
Sin embargo siempre son imágenes sinceras, con un lenguaje bien refinado y una gran síntesis de palabras, y gusto por el detalle y la palabra precisa. El libro tiene a la música, y en particular, al rock como hilo conductor o banda sonora durante todo el libro; mientras se habla de Axel Rose, Santiago Feliú, Sabina, Beatles, entre otros. En este hermoso y triste musical que Anisley nos presenta con Rotten Gold, (y que hasta cierto punto, por los tópicos tocados y la banda sonora de fondo, si tuviera que buscar una referencia, esta fuera Hair, por el uso de la música, la locura, la épica, una especie de estrés post traumático asociado a la muerte, por ejemplo), podrás hallar un gran número de intertextualidades y referencias a obras literarias, películas y personajes históricos, reales y ficticios, con los que incluso el sujeto lírico interactúa. Algunos de estos personajes se repiten (como el caso de Maddy, quien aparece tres ocasiones en el libro) conversan en el texto, presentándose y presentando a otros personajes y situaciones, en determinados momentos en el libro.
Además, presenta una cosmogonía muy rica y variada, donde “el poeta” nos habla de múltiples religiones y dioses, de cualquier parte del mundo y momentos históricos; lo que demuestra la amplitud y riqueza del universo presentado por la autora. Anisley ha creado con el orden de los textos, la temática y el uso de estos recursos una dramaturgia muy rica, equilibrada creando una narrativa, una historia rica en capas y más capas, entiéndase: niveles de lecturas que cada lector podrá descifrar y en dependencia de sus conocimientos, podrá llegar a capas más profundas o más superficiales. Al mismo tiempo, estos son poemas que cada vez que se lean, el autor descubrirá nuevas capas, elementos e interpretaciones distintas y complementarias.
Anisley nos presenta diferentes visiones (quizás sea la misma) visión del escritor/sujeto lírico en su celda. Véase la celda de forma metafórica, sea ella su casa, su realidad, su trabajo, su vida, e incluso su muerte; como bien Anisley nos deja ver en este libro. El oro podrido en su esencia de pecador, de imperfecto ante la visión del humano, pero, oro al fin, de gran valor para el poeta, que puede encontrar lo hermoso y valioso de cualquier situación, incluso, del dolor. En especial, del dolor. Ese dolor que Anisley cual minera sabe excavar, llegar a la veta madre y extraer lo más valioso y traducirlo en palabras, en imágenes.
Esas experiencias que son lo que forman a la persona y la hace actuar, pensar y ser tal y como somos, como son las de este cuaderno… en las que quizás se inspiró para escribir este libro. Porque lo difícil es ser, y más, ser escritor, ser cronista de su época, de su momento. Difícil hablar de lo que hacemos y queremos hacer, de nuestras conjeturas, deseos, y sobre todo, de nuestras locuras. Porque, al final, para escribir hay que estar loco. ¿De qué otra cosa escribe este poeta si no es de este “oro” que es la vida del poeta, del escritor y del artista como somos cada uno de nosotros.
Síndrome de Cotard, un delirio imposible de negar
Síndrome de Cotard (Ediciones Loynaz, 2019) es el título del libro de cuentos escrito por Anisley Miraz Lladosa. El libro reúne once cuentos que rondan la temática de la negación, en múltiples facetas sicológicas, haciendo así, honor al nombre asignado por la autora. Aunque nunca trata al síndrome de Cotard típico (en el libro está la definición justo al inicio), sí trata de la esencia de este y los trastornos asociados a la mente humana. El síndrome de Cotard es el hilo conductor de todos los cuentos. Una fina costura, visible en cada uno y entre ellos. Como es el caso del cuento inicial El tulipán en el reloj de arena.
En este relato resalta la vena poética de la autora. El cuento se puede ver como un poema, donde uno o varios de los protagonistas niegan continuamente los que sucede a su alrededor; niegan el amor, niegan el desamor, se niegan a ellos mismos… En El tulipán en el reloj de arena la autora utiliza un hermoso y bien logrado lenguaje poético plagado de analogías; donde el tulipán es aquello que lucha por emerger a pesar de las adversidades del clima o la dureza e inhóspito del terreno. Emerger del hombre y el amor incluso en condiciones difíciles y en contra de lo “políticamente correcto” o establecido por la sociedad. El caer de la arena, no es otro que el correr del tiempo. O la analogía entre las flechas y los insultos; donde estos pueden herir más que una saeta real. Hacer más daño, ya que las ofensas hieren el alma y las reales la carne.
Polifagia, es un cuento que bien podría considerarse como hiperrealista, ya que roza la frontera de lo real y lo fantástico. Quizás este sea el valor agregado más interesante del cuento y del libro. Como bien declara el concepto de este trastorno sicológico, el texto habla del aumento de la necesidad de “comer”. Aunque en este caso, Anisley vuelve a hacer uso muy sutil e inteligente de un juego de palabras que cualquier cubano será capaz de entender.
Además, la autora muestra el fruto de una profunda investigación (característica recurrente en el libro) sobre este trastorno y lo combina magistralmente con el de Cotard y la negación. La historia parece ser apreciada desde la mente del personaje principal de una forma bastante surrealista; donde llegas a creer que los orgasmos hacen el mismo efecto que la insulina. El cuento puede tener varias lecturas, en dependencia del nivel de conocimiento que tenga el lector sobre este trastorno mental y las posibles causas que lo ocasionan.
De ahí mi recomendación, no solo para este texto, sino para todos los del libro: estudien, aunque sea superficialmente cada uno de los trastornos o temas abordados, para que tengan una mejor visión de la historia. Aunque, cada cuento está tan bien escrito que es perfectamente disfrutable ignorando completamente todo.
Retractus, así es como se dice “retrato” en latín. Es un relato narrado en una atmósfera bastante oscura, lúgubre, de acorde a la historia. Retractus cuenta la investigación de un extraño caso donde una joven clama haber sido violada en un cementerio, y le piden que realice el retrato hablado del asaltante. En el texto se respira ese espíritu añejo de los cuentos de la época de Poe, Shelley y Lovecraft y al mismo tiempo conserva lo moderno de Chéjov y Stephen King. Es uno de los relatos más cortos, y como es habitual en este tipo de cuentos, al final te queda esa sensación de que la historia es más profunda de lo plasmado en el papel. Un delicioso sabor en boca de aquello nunca dicho, pero dejado ver entre toda esa atmósfera oscurecida a propósito.
Y si con cuentos anteriores la autora jugaba con los límites de lo real, ya con Danza de anillos invisibles Anisley da el salto al vacío y narra la historia de un grupo de amigos: durante una noche en una funeraria cualquiera, en una Cuba X, en un tiempo X, y alrededor de un extraño personaje aparecido de improviso. Nuevamente, no se puede saber si lo que sucede en el texto pudo o no pudo haber pasado en realidad, o es un cuento de corte fantástico. De hecho, la Cuba que se narra bien pudo/puede ser una Cuba real y los personajes ser o haber sido reales. Todo está tan bien narrado que parece estar escuchando la voz de la autora, sentir el murmullo de las voces en los salones y el olor del café. La sinestesia, empatía y caracterización de personajes son elementos perfectamente logrados en el cuento. Además, durante una parte del texto se puede apreciar un atractivo debate filosófico sobre qué es la vida y la muerte, y la mejor forma para “vivir” ambas fases.
Y si de filosofía se trata, nada mejor que Las verduras, la lluvia y la filosofía moderna. Esta es la curiosa reunión de X, N, G, Z, J y H, seis desconocidos que coinciden bajo el toldo de una tienda. No llegan al mismo tiempo, sino se van sumando a medidas que transcurre el relato.
El interesante debate filosófico y religioso entablado por los seis personajes, se ve desde la perspectiva de cada cual, e influenciado por sus profesiones u oficios. Esto le brinda mayor riqueza y matices al cuento. La autora logra un balanceado contrapunteo de opiniones en seis vías, argumentos y visiones totalmente diferentes; donde la protagonista, la escritora (suerte de alter ago de la autora) ejerce como especie de moderadora de tan atípico panel. Como en todas las historias, la negación hace presencia y toma peso en muchos de los argumentos filosóficos-religiosos expuestos por cada uno de los seis personajes.
Bolero para una tarde de verano, nuevamente la negación se muestra y esta vez desde una visión más profunda, sicológica, incluso hasta social; como la persona que niega la posibilidad de ser feliz. El nombre del cuento es una analogía entre un famoso bolero y Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. El relato en sí es una intertextualidad entre lo romántico del bolero y lo cómico, absurdo y onírico de la obra teatral. Estas intertextualidades y negaciones están perfectamente tejidas para conformar el corpus de una historia, no tanto de amor, ya que lo niegan, como de sexo.
El ángulo hace la mira es el siguiente relato. Este es un cuento de esos que se te queda grabado en la memoria al terminar de leerlo. Puede considerarse como un triángulo amoroso o una historia de dos hombres enamorados de la misma mujer, o tres amigos que se aman. Pueden verlo como gusten, pero es más que eso. El cuento narra esa búsqueda del ángulo perfecto, del punto de vista y configuración óptima para tomar la mejor foto del Hotel Globo (perfecta analogía a la vida misma). A medida que transcurre la narración, entre términos fotográficos la autora va insertando fragmentos de la vida de los personajes hasta llegar a ese clímax/foto final que se queda grabada en la memoria, como esas magníficas fotografías tomadas por los protagonistas. El ángulo hace la mira aparenta ser una historia lineal, pero eso es solo la punta del iceberg, por debajo, leyendo entre líneas, hay otro cuento, uno más profundo y argumentalmente más triste e interesante.
Con Otro nombre de guerra, directa intertextualidad a la canción Con nombre de guerra, de Héroes del silencio, la autora vuelve a tejer una historia donde la letra de la canción toma un protagonismo especial en el relato. El relato narra el encuentro sexual de una pareja, de forma muy sutil y con un erotismo más implícito que explícito, pero existente y muy sensible. Toda la historia está llevada de la mano de la balada que la nombra. Es una forma muy interesante de darle varios niveles de lectura al lector cada vez que se acerque al cuento; tanto antes de escuchar la balada, como luego de oírla. Es entonces cuando logras ver bien dónde Anisley inserta el Síndrome de Cotard en su cuento.
Vana es una masterclass de tipos de vinos. Vana no es más que “vino” en latín, de ahí que la historia entera gire en torno a esta bebida. El cuento trata del cortejo más atípico entre una de las parejas de enamorados más diferente alguna vez narrada en la historia. Dos jóvenes, ella con la costumbre de guardar un corcho de botella de vino por cada hombre que haya pasado por su vida; él, coleccionista de cintas fúnebres.
En esta especie de caja china, donde las historias de varios de los corchos de la protagonista se entrelazan con la de ellos dos, la autora va describiendo la trama como si fuera una cita entre el lector y la historia. Anisley ameniza la noche con baladas de Marco Antonio Solís, varias botellas de vino y canciones de The Beatles, Deep Purple y Pink Floyd hasta llegar al plato principal. De este, lo más interesante es la forma en que el protagonista va desempolvando la historia detrás de cada corcho/hombre, mientras forma su propia estrategia de cortejo, la cual solo se revela al final.
Koniek no es el fin, aunque lo parezca. Es el décimo cuento y la autora retoma aquel lenguaje onírico, poético del primero. La historia de Sasha, la palavina que nos remonta a la época de la perestroika y del período especial. Un cuento nostálgico, lleno de referencias rusas y soviéticas de aquellos tiempos. Koniek es un cuento triste, narrado de tal manera que llega a notarse la belleza que yace tras esa tristeza de imágenes y memorias que se niegan a olvidar.
Catalepsia es el cuento que cierra este ciclo de historias y trastornos sicológicos bien raros. Y no podía ser otro que la catalepsia para terminar de movernos a través de una colección de relatos como esta. Nuevamente la autora nos lleva a otra época a través de descripciones precisas de sucesos, personajes y personalidades. En este caso específico, Anisley nos traslada a la época de la guerra de Angola.
Catalepsia es quizás el cuento con mayor profundidad sicológica, tanto en el argumento como en los personajes. La autora narra la historia de Néstor Vargas, un veterano de esta guerra. A la par de la historia en sí, el lector puede observar la evolución sicológica del personaje, apoyado en un narrador focalizado en él. Pero no solo observamos esta evolución a través de lo que nos dicta el narrador, sino también por sus propias acciones, sus remordimientos, etc.
La catalepsia es un trastorno repentino en el sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la movilidad y de la sensibilidad del cuerpo. Durante este estado el cuerpo permanece paralizado por completo. Esto fue lo que le sucedió al protagonista de la historia y el principal gancho argumental que mantiene en ascuas al lector hasta el final. Sobre todo, porque se aprecia que la parálisis e insensibilidad del protagonista no es solo física, sino también sicológica y esta venía de muchos años atrás.
Muchas son las causas que pudieron llevar al protagonista a este estado, y son sugeridas entre pistas falsas y verdaderas a lo largo de la narración. Sin embargo, no es hasta el final cuando la autora sorprende al lector con una nueva historia de negación.
Aunque no lo haya dejado claro en cada sinopsis de cuento, todos tratan de un modo u otro algún aspecto de la negación; característica clave del Síndrome de Cotard. Los textos y el libro como un todo, tiene una gran profundidad sicológica y filosófica envueltas en un surrealismo típico cubano. Ya que, para muchos, no hay nada más surrealista que la vida real.
Por otro lado, la autora hace gala de una gran cultura y variedad de conocimientos: médicos, históricos, culturales, tecnológicos, sociales, entre muchos más. Cada cuento tiene tras sí una exhaustiva investigación que le brinda gran verosimilitud, tanto a la historia como a los personajes.
De ahí que la gran riqueza oculta en Síndrome de Cotard es que el lector pocas veces puede decir con certeza “esto no sucedió o esto no puede suceder en la vida real”. Las fronteras de lo absurdo, lo fantástico, lo real maravilloso o el realismo mágico se confunden con la realidad. Tal pareciera que mientras lees, vieras la historia a través de espejuelos mal graduados o de una ligera niebla. Todas las historias parecen espejismos engañosos donde no sabes qué es real y que no. O quizás sí sabes lo que es real y cuál es la verdad, pero te empeñas a negarlo.