Alfredo Guevara
Ser un revolucionador de la realidad
«Me voy a pegar a ti, pero no te equivoques», fue lo primero que me soltó al llegar. Protestó por el nivel de las luces «no se pareciera el ambiente al de una sauna». Así, de ese modo jocoso, se inició un nuevo Encuentro con… Alfredo Guevara en el año 2011. Llegó por otra vez al Salón de Mayo en el Pabellón Cuba, donde se presentaba como un asiduo visitante en su pertinaz cercanía a los jóvenes intelectuales y artistas liderados por la Asociación Hermanos Saíz.
A ellos dedicó buena parte de sus últimos años, convencido de la necesidad de transmitirles el conocimiento desde su experiencia. Los muchachos, como también les llamaba, se hechizaban al escucharlo decir cosas como: «Me encanta el desnudo. No hay nada más perfecto en la naturaleza que el cuerpo humano». «Fíjense qué cosa más divertida, les traje un texto que escribí hace 48 años y para mi pesar es de una actualidad absoluta». O «prefiero hablar de las expresiones artísticas de la cultura porque siempre llamamos cultura a las expresiones artísticas, y la cultura es mucho más complicada, amplia y diversa».
Ese día aceptó el reto de evocar sus años juveniles, aunque confesó: «Mi juventud está muy lejos». Pero accedió al riesgo de revisar el pasado entre las revelaciones más personales y la emoción del recuerdo:
«No me gusta hablar de lo privado —explicó; Fidel nos ha dado un ejemplo, y a nuestros dirigentes en general, de lo que es la privacidad. He seguido también ese camino porque, entre otras cosas, siempre me ha gustado más y he sido devoto, y creo más en la aventura que en la rutina.
«Parece que por naturaleza soy antirrutina. Creo que la rutina en todos los aspectos de la vida es la muerte adelantada y por eso decía que no valía ni siquiera la pena hablar de la vida privada porque he tenido vocación y convicción de que es más interesante la aventura que todo lo que queda. Lo que queda siempre termina por ser rutina y ser aceptado porque está. Esto pasa en política también.
«Cuando era muy jovencito me creí que era poeta y cuando comprendí que no lo era y rompí todos aquellos disparates, de todas maneras, me quedé con un verso que es como un lema para mí: “No hay nada más eterno que un amor de aventura”.
«Pienso así de la vida más personal y de todo. Por eso en mi caso diría que no hay nada más eterno para mí que la aventura que fue mi vida de joven. La sigo viviendo haciendo trasposiciones: no hago lo que hacía, hago lo que debo de hacer y eso es ser joven.
«Mi juventud no tiene nada de extraordinaria si no fuera por la generación de la que soy parte. Ya desde el Instituto de La Habana donde estudié, empecé a tener vida política, a inquietarme. Toda aquella generación —me refiero en este caso a una parte de ella, la generación habanera— tenía una vanguardia. Y esa vanguardia de la que fui parte vivía en una inquietud permanente de insatisfacción por la situación del país y de expresión antimperialista.
«Esa fue una característica muy importante de nuestra generación habanera en el Instituto. Eran los años que siguieron a la Guerra Civil Española. En la época una gran parte de la población cubana eran nietos o hijos de españoles, y esto, como he dicho otras veces, incluía a los mestizos, aunque fueran una mezcla afrocubano-hispánica. De tal suerte lo que pasaba en España se reflejó en todos nosotros.
«Estudiamos toda la filosofía desde la Revolución francesa; fue una generación muy estudiosa y recuerdo a muchos de mis compañeros del Instituto de La Habana tan inquietos como estudiosos. Creo que la época se prestaba para ello porque estaba toda esa resonancia de la República española, del exilio español en Cuba, pero también vinieron algunos de los intelectuales más destacados de la República, no solo poetas y profesores, sino pensadores muy especiales.
«Algunos de ellos llegaron a integrarse de tal modo que la gente no se da cuenta cuando lee las publicaciones de la época, entre ellos Gustavo Pitaluga, que escribió un libro sobre Cuba que se llamó Diálogo con el destino, y que todos leímos.
«Claro, no eran solo los exilados republicanos, porque inmediatamente después de la derrota de la República y de este exilio masivo a América comenzó la Segunda Guerra Mundial y eso produjo una efervescencia enorme. Y también, no diría que terror ante el triunfo del nazismo, sino la esperanza en la derrota del nazismo y la admiración por los combatientes antifascistas; en este caso principalmente antinazistas, porque los más crueles fueron sin duda los italianos.
«Al mismo tiempo, eso provocó una pasión de amor, confianza y esperanza en la Unión Soviética, el primer país socialista que había surgido y había tenido
muchos enemigos, pero en ese momento se convierte en una esperanza de la humanidad.
«También nos tocó al final de esa guerra mundial un período corto de esperanza, antes de que se desencadenara por completo la Guerra Fría. Es decir, toda esta generación creyó que había llegado el momento del mundo en que primarían la fraternidad, la confianza; se produjo el proceso de descolonización, a veces forzada por el combate y otras por cambios en la forma de colonización.
«Al final de mis estudios en el Instituto de La Habana y la cercanía de entrada a la universidad, bajo la influencia de algunos de esos profesores españoles, devine, y me fue fácil porque era parte de mi naturaleza, anarquista. Me afilié, milité en una organización que se llamaba Alianza Revolucionaria, en la cual solo Lionel Soto y yo éramos los únicos blancos. Todos eran negros estibadores del puerto y eso me hizo salir de mi medio y empezar a comprender otras capas de la población más sufridas, conocí a los trabajadores de verdad; trabajando y queriendo la transformación del mundo con una determinada idea.
«Esa idea, la del anarquista, da la impresión de un loco con cuatro bombas en la cintura. Algo puede haber de eso, pero lo fundamental en el pensamiento anarquista es la libertad. Prefiero, aunque no rechazo nada, hablar de pensamiento libertario, pero claro, aquella organización era anarquista.
«Estudiando el pensamiento anarquista libertario encontré los libros marxistas contra el anarquismo y lentamente, por esa vía, me fui transformando hacia el marxismo, primero a modo de inquietud y después de un modo radical.
«Curiosamente, y esto es algo más personal, pero lo tengo grabado en la mente, he vivido dos momentos que estarán en mis memorias. Cuando tenía ocho años vivía en el Malecón y mi familia entonces tenía una fuerte tendencia guiterista (Antonio Guiteras) y me tocó ver desde el balcón de casa a la Escuadra norteamericana bloqueando a Cuba. Era una curiosidad enorme de aquel niño estar mirando para verlos, de oír a su familia y de aprender antes que comprender, que Cuba tenía al imperialismo norteamericano como una bota encima.
«Cuando pasaron los años y estaba en el Instituto me costó mucho trabajo. Yo era muy tímido y lo sigo siendo; toda mi agresividad política parte de una superación de la timidez: tener amigos, no porque no se me acercaban los compañeros, sino porque yo no deseaba la amistad de nadie.
«Pero, finalmente tuve un amigo, un jovencito norteamericano. Nuestra amistad surgió a base de discusiones. Por paradojas de la vida él era comunista; hijo de una familia burguesa que había traído los hijos a Cuba para que no los pudieran reclutar. Eran dos hermanos. El mayor estaba en la Armada norteamericana en una base aérea que tenían en San Antonio de los Baños. El menor fue el que coincidió conmigo.
«Resulta que era un comunista que me quería convertir al comunismo y yo lo quería convertir al anarquismo. Por tanto, mi enfrentamiento ideológico inicial fue con un norteamericano mejor que yo.
«Pasaron los años, y el día en que entré a la universidad, yo con 19 años, nos conocimos Fidel y yo, del modo más extraño. Aunque no soy religioso decía y sigo diciendo que tengo protección de “los dioses”. A veces creo en el Dios que proclama el catolicismo, pero a veces también en Changó. Y esto lo digo porque en la calle se me acerca una santera del barrio que me dice: Changó. Y yo mismo, que no entiendo del todo, de todas maneras, he llegado a la conclusión de que, o un arcángel o un orisha, andan por ahí.
Alfredo Guevara (a la izquierda) junto a Fidel, Nicolás Guillén y Alejo Carpentier. Foto: Archivo de JR.
«Porque siempre me salen las cosas bien, al final, y aunque haya pasado por mucho que no voy a narrar aquí, estoy vivo. Conversando con Silvio Rodríguez un día y hablando de estas cosas (que conste que yo siempre no estoy hablando del pasado; siempre estoy hablando del futuro), él puso una cierta cara de asombro y le dije: Mira, Silvio, hay que creer en los milagros. Hay un milagro: que estoy vivo. Pero hay un milagro mucho mayor: Fidel está vivo.
«Las cosas que vivimos juntos, sin llegar a la Sierra, donde nunca estuve porque soy un hombre del asfalto y preferí combatir en La Habana, hubieran
sido suficientes para que ni él ni yo estuviéramos.
«Pero empecé hablando de arcángeles y orishas y pasó algo estrafalario, extrañísimo, digno de una película: vino un joven cuyo rostro se me ha desdibujado, y me dijo, ese día primero: “Tú no me conoces, pero yo a ti sí. Tienes que ir a la Facultad de Derecho a conocer a un muchacho que tiene una agitación tremenda allí y que debe ser tu amigo”.
«Comprendan que yo no era quien soy ni fui más tarde. Simplemente era un muchacho que quería ganar las elecciones estudiantiles en la Facultad de Filosofía para llegar a la FEU (Federación Estudiantil Universitaria). Después de un tiempo me dije: no pierdo nada, déjame ir a ver al chiquito ese. Y me encontré a un agitador estrella que miré con preocupación porque averigüé un poco de él; sabía que venía de una escuela privada católica y pensé: este debe ser un reaccionario, cualquiera sabe lo que va a pasar.
«Pasaron los días, las semanas, nos fuimos conociendo y tuve una suerte tremenda porque yo quería conquistarlo. Miren qué pretencioso, no sabía quién iba a ser. Y resulta que tuvo la buena idea de enamorarse de una muchacha preciosa que formaba parte de mi candidatura en Filosofía, Mirta Díaz Balart. Ya no tenía que ir a Derecho porque él venía a Filosofía a conquistar a Mirta y, en mi fuero interno, a dejarse conquistar por mí.
«Entonces mi vida cambió, no en ese instante porque era turbulenta la época. Pero lentamente pasaron cosas muy importantes en nuestras vidas. En el año 1947 Fidel me hizo la primera proposición de algo que nos llevaría al poder. Un año después nos vimos envueltos en El Bogotazo y poco después yo salí para Europa, donde permanecí hasta 1951, y entonces se separaron nuestras vidas.
«Tuve otras experiencias y, entre ellas, una excepcional: era vicepresidente de la Unión Internacional de Estudiantes y era el único que tenía visa abierta para Occidente; por lo tanto, tuve que atender la Unión de estudiantes de Italia y de Francia. Resulta que fui seleccionado para ir en una delegación de estudiantes universitarios de todo el mundo. Y cuando regresé a Cuba dieron el golpe de Estado. En esos meses previos al golpe ya tenía una relación muy estrecha con Eduardo Chibás y unos supuestos amigos me invitaron a comer pollo frito en las afueras de la ciudad, y de buenas a primeras entramos en Cuquines, la finca y mansión de Fulgencio Batista, y yo pregunté: “pero qué es esto”. De buenas a primeras me quedé solo en la terraza, desapareció todo el mundo y salió Batista. Se sentó en un sillón al lado mío, me saludó. Yo me quedé paralizado. Nunca lo había visto tan de cerca, era un mayoral bananero bien vestido. Cruzó las piernas, me empezó a hablar y al ratico llegó al punto. Me ofrecía la dirección de la juventud de su Partido. Quería una figura juvenil y yo no sabía qué hacer, tenía mis principios firmes, pero él era un hombre temible.
«Entonces no me quedó más remedio que hacer lo que hice. Le dije: “mire, sé que la vida es muy compleja y que a veces los dirigentes políticos son calumniados, pero mientras yo no tenga la seguridad de que usted no ha participado en la muerte de Antonio Guiteras, me parece imposible“. Siguió conversando tranquilamente, no se molestó y unos minutos después se levantó, desapareció; reaparecieron mis amigos enemigos, traidores a mí. Se acabó aquella amistad y me quedé yo traumatizado por aquello. Unos meses después dio el golpe de Estado.
«Creo que yo fui detenido nada más que para darme una lección, porque entre las primeras personas que estuvieron presas tras el golpe de Estado estuve yo. No me pasó nada en esa ocasión, estuve unos días y luego me soltaron. Pero, a partir de ahí, la represión que primero era relativamente leve se recrudeció.
«Le propuse a Fidel volver a la universidad de donde ya habíamos salido, matricularnos y tomarla, por ser plaza autónoma. Él se me desapareció unos días y cuando reapareció ya estaba conspirando; porque fue un conspirador nato. Preparó prácticamente un ejército que nadie se daba cuenta de que existía. Desde el 47 ya habíamos acumulado armas. Cuando salió la manifestación en la universidad quedó un pequeño grupo armado y los que marchaban quedaron custodiados por compañeros que después resultaron ser los asaltantes del cuartel Moncada en Santiago de Cuba.
«A partir del Moncada sentí que se había acabado la lucha de masas, el Frente Único… la sangre derramada allí marcaba otro camino».
—Alfredo, ¿cuándo se acabó su juventud?
—No se ha acabado. He dicho públicamente que soy un joven en una burbuja que me ha forzado a tener un cuerpo viejo.
—¿Y qué es la juventud?
—Ser joven es ser revolucionario. Pero ser revolucionario no es lo que dicen por ahí, ni tampoco ser miembro activo de una organización, nada de eso, y menos darse golpes de pecho en las asambleas. Ser joven es ser revolucionador de la realidad. Por eso he dicho muchas veces que cuando los escritores, los artistas, los intelectuales que llamaba Gramsci orgánicos y los semiorgánicos también, son sinceros y no simuladores, son revolucionarios por definición, porque se la pasan transformando la realidad. También los científicos, enriqueciendo la realidad con sus investigaciones, arrancándole pedazos al misterio de la vida y de la muerte.
«El ideal es que cada ser humano pudiera desplegar todas sus cualidades de modo tal que en ese despliegue encontrara, porque todo ser humano tiene algo de artista, la belleza. Si la descubre la ama; y si la descubre y la ama la enriquece. Eso es lo que es ser joven: revolucionar, revolucionar, revolucionarnos nosotros mismos».
—A veces se escuchan expresiones sobre los jóvenes de hoy que son hasta despectivas, al estilo de «esta juventud está perdida». ¿Cuál es su visión sobre esta juventud de nuestros días y qué le pediría?
—Yo no desprecio a nadie. Creo que todos nuestros contemporáneos son potencialidades. En lo que creo de mi pueblo, y por eso lo amo, es en su potencialidad. Esas potencialidades entre la colonia, el imperialismo, el bloqueo y la estupidez no se han desplegado suficientemente. No sé si estoy describiendo más bien la esperanza. Pero la esperanza que no es ayudada no sirve para nada.
«La tarea de la generación mayor y de la vanguardia de la juventud es construir las condiciones para que ese despliegue de las potencialidades se produzca. Hay una parte de la juventud cubana que estamos perdiéndola los revolucionarios, porque el lenguaje no puede ser el que tenemos, el que sigue teniendo nuestra generación. Todo lenguaje es un sistema de signos que expresa a su vez un sistema de conceptos. Creo que hay que cambiar conceptos y cambiar el lenguaje. Hemos cambiado algunas concepciones, pero no hemos cambiado el lenguaje. Los jóvenes tienen que ser ellos a toda costa y hay que aprender a, cuando sea necesario, nadar contra la corriente».
—¿Qué les recomienda a los jóvenes para ser mejores cubanos?
—Luchar por que Cuba sea mejor y los problemas que tenemos sean superados. Hay problemas que no dependen de nosotros: el bloqueo, la presión sobre Cuba; pero hay cosas que sí dependen de nosotros, y de algunas de nuestras estructuras estatales y nuestros dirigentes. Como soy un optimista profesional, creo que sí se van a superar, y más o menos pronto, algunos de los fundamentales. Algunos no tan fundamentales que pueden establecer un cierto nivel de consenso en la población, imprescindibles para poder trabajar después sobre ellos las vanguardias y tratar de rescatarlos. Pero a los jóvenes no se les puede rescatar con consignas, sino con realidades.
«Para ser mejores cubanos lo más importante es participar, no callar, denunciar lo mal hecho con conciencia, con seguridad de lo que se hace y dice, y no ser pasota. No dejar pasar pensando que ya no vale la pena. Para ser mejor cubano hay que ser mejor persona siempre, en cualquier circunstancia. Y ser mejor persona es ante todo ver reflejado en el otro a uno mismo. Es decir: ser solidario».
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La Revolución cubana, por su carácter emancipatorio, estuvo obligada a convertir la cultura en uno de los ejes centrales de su acción. El complejo escenario de transformaciones y deslindes ideológicos reconfiguró aceleradamente la dinámica del campo intelectual y sus prácticas en el país. Lo social y lo cultural dejaron de asumirse como compartimentos estancos. En el centro de esas variaciones ocupó un espacio principal el debate sobre la responsabilidad, las tareas y el papel del intelectual frente a la Revolución.
Pasadas seis décadas, la continuidad de estos análisis resulta esencial. Importantes variables se han modificado. Cambios de paradigmas y ambientes generacionales, retrocesos visibles en los escenarios en que se forma, produce y se amplifica el pensamiento cultural, tensiones no resueltas en el plano institucional, modificación del eje de resistencia intelectual de la izquierda a escala planetaria, agotamiento de los nichos de reflexión crítica sobre nuestra realidad; pudieran contabilizarse entre los desafíos principales que asumen las prácticas intelectuales en el momento actual que vive la Revolución Cubana.
Sobre el compromiso intelectual, las responsabilidades, el rol de los intelectuales en la Revolución, invitamos a reflexionar el venidero 7 de mayo a partir de las 10:00 a.m. en el Portal del Arte Joven Cubano, sitio web de la Asociación Hermanos Saíz. Acompañarán esta iniciativa la Dr.Cs. Mely Gonzáles Aróstegui, Profesora Auxiliar de la Universidad Central de Las Villas, y el joven historiador e investigador Fernando Luis Rojas, especialista del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.
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La política cultural en los años fundadores de la Revolución cubana. Apuntes para un dilema que no cesa.
Por Mely del Rosario González Aróstegui
Con el triunfo revolucionario en 1959, la noción del compromiso político para los intelectuales cubanos, su pacto con la sociedad, empieza a operar desde otra dimensión, que prioriza la acción y donde el ser de la palabra pasa por los horizontes del deber ser de la política y sus contenidos pragmáticos. El gran dilema de los intelectuales abre sus fauces, expresada en la eterna contradicción entre individuo y sociedad, entre artista y Revolución. En este trabajo apuntamos hacia ese dilema, dilema ético y político sobre todo, del sector intelectual en Cuba, en un contexto que se mueve entre 1959 y 1961, el año de las reuniones de la Biblioteca Nacional y la celebración del I Congreso de Escritores y artistas, momentos claves para comprender el diseño y decursar de la política cultural en el país.
Desde el inicio las interrogantes se multiplicaban: ¿Cómo entender la cultura en una sociedad que entraba a una vía de construcción socialista hasta entonces inédita? ¿Cómo penetrar en el universo cultural cubano siendo sus defensores y a la vez los detractores de muchas visiones, códigos, mitos de nuestra cultura merecedores de olvido y repudio? ¿Cómo defender la cultura nacional sin cerrarse al mundo, sin negar la diversidad, sin rechazar lo foráneo que también puede llegar a enriquecernos? Porque el problema de la cultura, en un proyecto como el de la Revolución cubana, asumido como proyecto de liberación desde el Tercer Mundo, privilegia lógicamente los cambios culturales y políticos, que no pueden esperar al desarrollo objetivo y por supuesto también necesario de sus fuerzas productivas.
En la vía al socialismo no puede desestimarse la necesidad de encontrar los métodos, sistemas de estímulos, instituciones y demás mecanismos adecuados al sector de las actividades intelectuales, precisamente “porque el campo específico de la función del intelectual es el campo de la lucha ideológica” (Barral, 1968:4). El intelectual produce elementos que se integran como cimientos en el campo subjetivo de la sociedad: valores, ideas, comportamientos, costumbres, ciencia. Pero no hay que olvidar que este campo ideológico es también un campo de lucha de clases, campo indispensable en el logro del triunfo revolucionario. En esta lucha siempre existirán individuos que intentarán frenar las nuevas transformaciones, por diferentes razones, y habrá que encontrar las formas de lucha idóneas en cada momento para neutralizar cualquier posición individualista y reaccionaria.
La cuestión aquí sería encontrar el límite y el equilibrio entre el interés del artista y el interés del proyecto revolucionario, la fórmula a través de la cual el interés individual se refrenda en el proyecto colectivo y viceversa. Está claro que las fórmulas tienen que ser inventadas y reinventadas constantemente, que no pueden alejarse de las circunstancias y las necesidades de cada contexto histórico. Pero ¿cómo encontrar este equilibrio, esta confluencia de heterogeneidades, en un contexto en que aún los caminos no estaban del todo delineados y donde decenas de senderos se bifurcaban en el trayecto? ¿Cómo asumir una postura coherente con el interés del individuo/artista y el interés del individuo/revolucionario?
No debe desestimarse, en este entramado de conflictos del mundo ideológico vinculado al sector intelectual y artístico, la forma en que desde el año 1959 se trabajó con el sector de la cultura, no siempre dirigido por intelectuales o artistas propiamente. El Gobierno revolucionario compulsó a la dirección de las instituciones culturales a muchos revolucionarios, aún y cuando no eran propiamente del sector. Así lo reconoce Alfredo Guevara cuando dice que más que intelectuales eran animadores culturales y no protagonistas de la creación, eran más políticos que intelectuales. “Al triunfo de la Revolución éramos guerrilleros, simplemente.” (Estupiñán, 2009:14).
Pero la Revolución, con un proyecto que había conmovido y trastocado tan profundamente las ideas y los sentimientos de todos los cubanos, ahora exigía elaboraciones intelectuales más revolucionarias, porque ya no dependía de lo que en el fondo es decisivo en el capitalismo: la reproducción de tipo capitalista de las relaciones, sino de una intencionalidad creadora de relaciones, de una visión cultural que sostuviera las relaciones sociales y las transformara cualitativamente diferentes al sistema anterior. De manera que la necesidad y el carácter del proceso exigía un pensamiento reflexivo y una radicalización hacia cambios que se acercaran a los ideales más subversivos de la historia de Cuba, vinculados a la búsqueda de una sociedad más justa, más digna, antimperialista y humana. La política se imponía inevitablemente en el entorno, y exigía de definiciones en al campo de la cultura.
Si tenemos en cuenta los logros alcanzados en el campo de la cultura nacional en Cuba, la relación entre política y cultura podría parecer una mezcla sencilla, sin embargo no lo es. Como afirmara el escritor, poeta, dramaturgo y ensayista cubano Antón Arrufat al recibir el Premio Nacional de Literatura 2000, en cualquier momento de la historia “la relación inevitable del artista con el Estado o el Poder no ha sido fácil ni placentera (…)” (Arrufat, 2001: 3).
Las pautas de la política cultural de la Revolución en defensa de ese ideal social que ya desbordaba los límites de la sociedad cubana para extenderse a toda América Latina y el Tercer Mundo quedaron recogidas en “Palabras a los intelectuales”. En un ambiente de muchas tensiones y controversias, se reunieron con Fidel Castro en la Biblioteca Nacional las figuras más representativas de la intelectualidad cubana, artistas y escritores discutieron sus puntos de vista sobre distintos aspectos de la vida cultural y sus posibilidades de creación.[1]
En este contexto, la inconsistencia política del intelectual ante un cambio radical de la sociedad, interpretada como ambivalencia y miedo por muchas de las figuras de la dirigencia revolucionaria, fue vista por algunos como algo inevitable en este sector, por lo que se ha dado en llamar el “pecado original de los intelectuales”. Fidel fue en este sentido muy cuidadoso, para no herir más aún las susceptibilidades “el campo de la duda queda para los escritores y artistas que sin ser contrarrevolucionarios no se sienten tampoco revolucionarios” (Castro, 1960:8). Consideró que no se debía renunciar al convencimiento de todos aquellos que albergaran alguna duda, que estuviesen confundidos o no comprendieran bien el alcance del proceso.
La visión de que dentro de la Revolución estarían todos aquellos intelectuales que estaban de acuerdo con sus posiciones económicas y sociales a pesar de no coincidir exactamente con sus posiciones filosóficas e ideológicas fue un momento de distensión que tranquilizó a muchos intelectuales preocupados por el curso radical de la Revolución. Fidel consideró a este sector de la intelectualidad cubana un reto para el proceso, en tanto debía prestársele una mayor atención, que permitiera un mayor acercamiento, pero en el sentido de ganarlos, no para discriminarlos. Y en eso estaría la grandeza de la obra revolucionaria, que solo renunciaría a quienes fueran activamente contrarios a la Revolución.
Así pues, habría que conformar una política para esa parte de los intelectuales y escritores que no coincidían con todas las proyecciones de la Revolución, o no entendían algunas de sus medidas, pero que nunca se enfrentarían a ella para destruirla o hacerle un daño irreversible. Esos intelectuales debían encontrar su lugar, un campo donde trabajar y crear, donde su espíritu creador tuviera oportunidad y libertad para expresarse. Pero siempre dentro de la Revolución, porque la Revolución también tenía el derecho de defenderse, de ser y de existir, “por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, – define Fidel- nadie puede alegar con razón un derecho contra ella” (Castro, 1960:8). Que no se convirtiera este mensaje en frase manida o discurso vacío, he ahí el gran reto, no siempre bien encauzado y respondido por quienes han tenido en sus manos los resortes de la política cultural en Cuba.
El dilema entre la política y la creación artística.
No hubo tema más debatido en estos años de diseño de la política cultural que no fuera el relacionado con la libertad de creación artística. El tema ya había surgido en las conversaciones de Fidel con Sartre y que Lisandro Otero recogió en el libro Conversaciones en la Laguna. El propio Fidel declaró que también esta cuestión le había sido planteada por el escritor norteamericano Wright Mills, de forma que ya había tenido la oportunidad de ir esclareciendo la posición del gobierno revolucionario.
Muchas de las más interesantes interrogantes se dieron precisamente vinculadas a la dicotomía que surge luego de estas reuniones de la Biblioteca Nacional a partir del problema de la creación artística en la revolución: ¿Cómo mantener el espíritu de la creación artística en los cauces que marcaban las palabras de Fidel? ¿Cómo ser consecuentes con la línea: “Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución ningún derecho”, sin dejar de ser creativos y originales? ¿Quién trazaba la línea divisoria entre el “dentro” y el “contra”? ¿Cómo impedir que en nombre de la “defensa” de la Revolución se escondieran posiciones oportunistas y se cometieran excesos de todo tipo? ¿Cómo neutralizar a la mediocridad que lleva al dogmatismo por no poder interpretar y actuar en la dialéctica que tiene que imprimirse al proyecto socialista? ¿Cómo observar la necesaria e inevitable correlación política/cultura sin que la cultura se convierta en lo que señalaba Fernando Martínez: en “frente” que se atiende “políticamente”? (Martínez, 2009:33)
No era nueva la idea de que dentro de una revolución de carácter socialista habría de llevarse a efecto un cambio en la conciencia de los hombres que construirían la nueva sociedad, y ese cambio tenía mucho que ver con el surgimiento de una nueva cultura y la eliminación paulatina de los rasgos propios de la ideología burguesa. Fidel enfatiza entonces en la necesidad de que se produjera una revolución cultural dentro del proceso de revolución económica y social que vivía la sociedad cubana.
Ya en los momentos en que se desarrollan las reuniones de la Biblioteca Nacional se habían producido mejoras en las condiciones de vida y trabajo de muchos artistas, había comenzado la construcción de Casas de Cultura, el impulso a las instituciones culturales, había comenzado la inmensa obra educacional. Se mostraban garantías, y muchas de ellas se aseguraban como proyección futura, por eso se insiste en que era imposible que la Revolución fuera a liquidar las condiciones que ya había traído consigo.
Las instituciones culturales habían pasado una etapa difícil, entre la usual carencia de recursos y abandono y la cooptación de funcionarios y voceros. A pesar de que Cuba poseía una riquísima historia de la literatura y las artes, ellas eran sobre todo asunto individual y de pequeños grupos, que sobrevivían con duros esfuerzos, compartían esas tareas con el periodismo y con trabajos muy ajenos para ganarse la vida, o conseguían papeles y encargos en radio, y televisión.
Ambrosio Fornet reconoce que los artistas cubanos se habían formado en una fecunda contradicción, con la clara conciencia de que su tradición era la vanguardia. “De ahí que, -dice- mientras los economistas hablaban de la necesidad de salir definitivamente del subdesarrollo, nosotros habláramos de instalarnos definitivamente en la modernidad. Rechazábamos el latifundio, el racismo y el realismo socialista, -para poner tres ejemplos muy disímiles entre si- por la misma razón: todos eran signos de atraso. La Revolución se nos aparecía como el medio más rápido y seguro de lograr nuestro objetivo no solo en el campo de la cultura, sino en todos los aspectos de la vida social” (Fornet, 2009a:6).
Por otra parte, Fornet también enfatiza en que las transformaciones radicales de la vida social, y con ellas la aparición de un público masivo, eran factores que no podían dejar de influir en la obra de los “productores” culturales. Ahora los intelectuales y artistas podrían crear con total autonomía, gracias al apoyo de instituciones autónomas y a la subvención estatal, que los libraba de las “servidumbres del mercado”. Abordar con tanta nitidez las ventajas que para los propios artistas traía el proceso revolucionario, aclaró a muchos que, incluso siendo beneficiados en el orden de la seguridad social y las condiciones idóneas para la creación, se dejaban llevar por la confusión ideológica del momento y los prejuicios hacia un orden que a todas luces imponía mayor radicalización.
Es cierto que en los predios de algunas instituciones culturales, incluso creadas por la Revolución, como fueron por el ICAIC y el magazine Lunes de Revolución, ya se habían producido fuertes encontronazos, (tal es el caso de la intensa discusión surgida a partir de la negativa del ICAIC de exhibir el documental PM), pero también es verdad que hoy se conocen más a fondo las razones, que llevan a desestimar una sobrevaloración de esta cuestión para la etapa. Un criterio de Garrandés subraya esta idea: “las polémicas son buenos termómetros para medir la temperatura intelectual de una época pero no son su verdad” (Garrandés, 2008:286).
Tampoco se pueden obviar los cuestionamientos temerosos de intelectuales como Virgilio Piñera, sobre los límites que se estaban imponiendo a la creación intelectual en la Revolución. Otras figuras prestigiosas, como fue el caso de Guillermo Cabrera Infante, llegaron a prever la posible existencia de un “estalinismo cubano” (Otero, 1984:108).
Fuera del contexto histórico en que se desarrollaban estas discusiones resultaría imposible comprender los límites que comenzaban a imponerse en la esfera del arte y la literatura. Pero si tenemos en cuenta el condicionamiento político de las mismas, remarcadas por las palabras de Fidel, visualizaríamos la razón fundamental que llevó a posiciones concebidas por algunos como “de censura cultural”: la preocupación esencial en esos momentos era la Revolución misma, amenazada de muerte por sus enemigos externos e internos. Esta visión política del momento se impuso y colocó frente a los intelectuales cubanos el dilema desprovisto de toda máscara.
Fidel conduce a la siguiente reflexión: “¿Cuál debe ser hoy la primera preocupación de todo ciudadano? ¿La preocupación de que la Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya a asfixiar el arte, de que la revolución vaya a asfixiar el genio creador de nuestros ciudadanos, o la preocupación de todos no ha de ser la Revolución misma? Porque lo primero es eso: lo primero es la Revolución misma y después, entonces, preocuparnos por las demás cuestiones. Esto no quiere decir que las demás cuestiones no deban preocuparnos, pero que en el ánimo nuestro, tal y como es al menos el nuestro, nuestra preocupación fundamental ha de ser hoy la Revolución” (Castro, 1960:7).
Esta posición permeó las posturas de las más importantes instituciones culturales surgidas al calor del proceso revolucionario, incluso alrededor de otros muchos elementos en discusión, como fueron el derecho de definir qué significaba la Revolución y a quién correspondía la libertad de opinar sobre ella o juzgarla. Pero sobre todo esta línea del pensamiento de Fidel en “Palabras a los intelectuales” mostró una necesidad latente, característica del proceso de defensa de la Revolución: la unidad de todas las fuerzas para consolidarla. Y es que, tal y como sugiere Julio César Guanche, en el fondo de toda esta batalla lo que está en cuestión es el rumbo de la Revolución y la calidad del socialismo que habría de construirse en Cuba.
Años más tarde, Alfredo Guevara reflexiona sobre todo este proceso y considera que no fue la simple prohibición de un filme lo que significó la prohibición de PM, sino la implantación una política de principios de defensa de la Revolución en unos días en que ya se esperaba un ataque armado y por todas partes se emplazaban ametralladoras y anti aéreas. “Prohibir es prohibir; y prohibimos (…) Lo que no estábamos dispuestos, y era un derecho, era a ser cómplices de su exhibición en medio de la movilización revolucionaria” (Guevara, 1998:89). Sin embargo, Alfredo reconoció que quizás en años posteriores hubiera permitido que el film siguiera su curso, porque aunque las condiciones nunca han sido del todo favorables para el proceso revolucionario cubano, el enfrentamiento sería de otro tipo.
Por otra parte, si de reconocer el papel jugado por la política en todo este dilema de los intelectuales se trata, hay que observar la forma en que ésta pugnaba todo el tiempo por salir disfrazada de “criterios estéticos”. Cuando profundizamos en las disímiles polémicas artísticas que desde los primeros años comenzaron a suscitarse, nos percatamos que no eran más que la legitimación cultural de posiciones políticas, inscribiéndose en un debate que no era solo estético, ni académico, ni literario ni cinematográfico. Era un debate profundamente político, donde los intereses de clases acechaban, donde el ideal pequeño burgués se asomaba temeroso.
Pero todas las posiciones, tanto las más ortodoxas como las más contestatarias y herejes, discutían abiertamente, y le imprimían un carácter auténticamente atractivo a estos años. Problemáticas de carácter estético, novedosas o universales, en las condiciones nuevas del socialismo en Cuba, provocaron acaloradas discusiones teóricas y no menos “ataques” teóricos individuales, confrontaciones que vieron la luz en las publicaciones periódicas que propició el movimiento del pensamiento estético desde diversas formaciones ideo estéticas (Pogolotti, 2006:vii).
Estas polémicas continuaron desarrollándose entre Mirta Aguirre y Jorge Fraga (sobre la literatura y el arte, en la que también interviene el poeta Rafael Alcides con sus tesis sobre la literatura y el arte revolucionarios); entre Jesús Díaz, Ana María Simo de ediciones “El Puente” y el poeta Jesús Orta Ruiz, (Indio Naborí). Fueron todas ellas polémicas que provocan el estímulo a continuar los exámenes acerca de los principales temas estéticos a debate con el propósito de establecer su continuidad en el proceso de creación revolucionaria.
Pero nada es sencillo en este análisis, porque en un contexto tan complejo, estaban los intelectuales y artistas, con todos sus miedos, asustados con esa revolución que desbordaba sus intereses y sus propias necesidades. Tal y como corresponde a las relaciones sociales, ningún análisis puede ser “en blanco y negro”, de manera tal que el veredicto que solía darse: -«ese no está claro, tiene problemas ideológicos», comenzó a difundirse de una manera peligrosamente subjetiva, cuando en muchos casos lo que ocurría era que personas con suficiente autoestima y responsabilidad social e ideológica como para negarse a aceptar medidas que luego fueron reconocidas como desafortunadas, expresaban su inconformidad o señalaban desaciertos políticos.
No siempre se tuvieron en cuenta los proyectos personales de los diferentes actores sociales de la etapa estudiada, protagonistas de la oleada revolucionaria, y en el deseo de satisfacer las demandas y sueños colectivos se subestimó al individuo y a su universo de intereses. La reducción del yo en el «nosotros» constituyó un problema muy evidente en aquellos años, porque no se supo encontrar la justa medida entre los intereses sociales y los individuales. Ese ha sido un problema muy generalizado en las sociedades del llamado “socialismo real”: el individuo, con sus intereses y sus necesidades se pierde en el entramado social, provocando exclusiones y rechazos injustificados.
Entre 1959 y 1961 la Revolución victoriosa solo daba sus primeros pasos y ya se observaban asombrosos resultados, pero no todos los que se esperaban, dadas las expectativas existentes en un pueblo que era dueño de una hermosa tradición de lucha y resistencia. Hay que insistir en el hecho de que no siempre los que tuvieron la misión de dirigir los espacios abandonados por los antiguos dueños o los nuevos espacios creados por la Revolución en el poder tenían la preparación y la formación adecuadas. Las buenas intenciones de defender el proceso revolucionario se empañaban con frecuencia por el dogmatismo, el totalitarismo y la mediocridad de los propios actores sociales. Proliferaron posiciones extremistas entre aquellos que no llegaban a entender dialécticamente la construcción de un sistema tan complejo como el socialismo, que puede producir rápidamente profundos cambios económicos, sociales y políticos, pero que no siempre llevan aparejados, con esa misma rapidez, los cambios de la conciencia social de las grandes masas.
Por otra parte, hay que considerar que las políticas realmente en curso fueron transformando los roles de los sujetos sociales y que en esos nuevos roles iba implicada una ruptura con la ideología dominante y una inclinación espontánea hacia una ideología más radical, más revolucionaria, más socializante. Es por esto que, al decir de Juan Valdés Paz, “el proceso de transformación acelerada de la sociedad preparó más que el discurso,…porque el discurso ideológico estaba bastante centrado en la política en ese momento y era bastante incluyente, mientras que los procesos reales eran bastante diferenciadores y excluyentes” (González, 2012b:76)
Todo lo que no fuera “claramente revolucionario” era excluido, y la claridad revolucionaria, desde el punto de vista político, ideológico y moral, era interpretada de una manera muy conflictual. Se abogaba por la unidad revolucionaria y contra el sectarismo, pero más tarde cualquier postura intermedia llegó a ser considerada una debilidad, porque se corría el riesgo de estar con el enemigo o de estar con el “políticamente incorrecto”.
En un proceso donde confluyen tantos rebeldes e inconformes, son inevitables las contradicciones. Es saludable tratar que estas diferencias puedan expresarse, ventilarse, en un ambiente de debate, y que la unidad que resulta indispensable para la defensa de los objetivos del proceso se construya sobre el consenso generado a partir de la discusión abierta entre distintas posiciones revolucionarias. Pero comenzó a proliferar, con el pretexto de no dar espacio al enemigo, una unidad construida verticalmente, sobre la base de la obediencia y la disciplina sin cuestionamientos ante directivas de organismos superiores. Ese espíritu fue caldo de cultivo para muchos de los errores cometidos en la implementación de la política cultural, entre los que se destaca, a la luz del debate que nos ocupa, el desprecio y el miedo por la diversidad, situación que aún se confronta increíblemente, en algunos de los espacios nacionales. Hay quienes todavía no logran comprender que la inclusión de todos y todas en un proyecto social, aún y colmando de sentido político la lucha por la diversidad, no tiene por qué conducir a la fragmentación y al individualismo, sino todo lo contrario, debe llevar a una mayor unidad y al colorido rostro de un socialismo más humano, que desarticule todas las formas de discriminación y promueva la más intensa participación popular en todos los procesos sociales.
Por otra parte habría que considerar también el criterio acerca de las insuficiencias de las concepciones del mundo y de la vida que habían regido frente a las prácticas, urgencias y exigencias de la Revolución, que provocaron en ocasiones actitudes negativas y simulaciones, movidas por los valores y hábitos de la sociedad anterior, y en alguna medida también por el escaso desarrollo de la nueva sociedad. Que había que lograr justicia social, igualdad, educación y salud, seguridad social y solidaridad humana era cuestiones del consenso de todos, lo que no estaba claro y totalmente definido era cómo lograrlo…..y era lógico, porque generalmente, esas respuestas están en el camino, no en el fin. Todos hablaban del socialismo, pero había notables diferencias acerca de cómo concebirlo y cómo entender, sin extremismos, la transición hacia él.
Los numerosos sucesos que se desatan en los primeros años del triunfo del 59 comienzan a mostrar la necesidad imperiosa de que la Revolución abrazara a todos sus hijos en su proyecto social. Pero entonces aparece la otra gran dicotomía: ¿Cómo hacer coincidir a todos en la unidad que se propugnaba si los hijos eran de diversas ideologías, diversas religiones, diversas preferencias sexuales?
Con todos sus aciertos, errores e insuficiencias, los intelectuales cubanos entraron a la historia de los sesenta en Cuba con una impronta marcada por el período de los tres años fundadores. Reconocieron natural que entre los revolucionarios cubanos se presentaran diferencias y divergencias en cuanto a los caminos del socialismo y al marxismo, entre otras cosas porque existió un denominador común que guió las conciencias y las voluntades de los que mantuvieron las ideas y posiciones más disímiles: la defensa de la Revolución cubana, con su justicia socialista y su carácter de liberación nacional. Ese denominador común mantiene su impronta, aún y cuando más profundamente contradictorio se vuelva su entorno y su propio espíritu, aún y cuando no se supere del todo el “complejo del intelectual” y el desprecio de los algunos funcionarios hacia este sector. Aun así, al decir de Aurelio Alonso: “La intelectualidad cubana es una intelectualidad con porcientos de asimilación de su propio papel, de lo que le toca, de lo que puede jugar, de lo que vale la pena ser jugado más allá del vivir mejor. Yo creo que es importante lo que se ha logrado ante todo. (…) Yo creo que en nuestra intelectualidad hay quien rechaza esto de manera brutal y te dicen «quédate ahí con lo que tú tienes que yo me voy, yo me monto en el avión y me quedo en la próxima», pero la mayoría no tiene esa actitud, la mayoría te dice: «yo sigo aquí porque esta cosa es tan mía como tuya» y vamos a ver, porque en definitiva de aquí a cien años Portocarrero sigue siendo Portocarrero y el 90 por ciento de los ministros que han pasado por este país en un Ministerio nadie se acuerda de ellos, a lo mejor ni los nietos. Porque esa es la historia de la sociedad y sus intelectuales” (González, 2012a:15).
Bibliografía
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Estupiñán, Leandro 2009 “El peor enemigo de la Revolución es la ignorancia”. Entrevista a Alfredo Guevara. En: «http://www.revistacaliban.cu/entrevista.php?numero=5» acceso 2 de julio 2010
Castro, Fidel 1961 “Palabras a los intelectuales” (La Habana, Ediciones del Consejo Nacional de Cultura) p.21
Fornet, Ambrosio 2009ª. “La Década prodigiosa” en Narrar la Nación (La Habana, Editorial Letras Cubanas) p.358
Garrandés, Alberto 2008ª. El concierto de las fábulas (La Habana, Editorial Letras Cubanas)
González Aróstegui, Mely 2012a Entrevista a Aurelio Alonso Material inédito en Cuba: Cultura e ideología. Dilemas y controversias entre el 59 y el 61. ISBN 978-959-250-734-0, Santa Clara, Biblioteca de la Universidad Central de las Villas.
González Aróstegui, Mely 2012b. Entrevista realizada a Juan Valdés Paz en Cuba: Cultura e ideología. Dilemas y controversias entre el 59 y el 61. ISBN 978-959-250-734-0, Santa Clara, Biblioteca de la Universidad Central de las Villas.
Guevara, Alfredo 1998ª. Revolución es lucidez, (La Habana, Ediciones ICAIC)
Guanche, Julio César 2006 “El camino de las definiciones. Los intelectuales y la política en Cuba. 1959-1961” en Temas (La Habana) no. 45, mayo 2006, p.106
Martínez Heredia, Fernando 2009b “El mundo ideológico cubano de 1959 a marzo de 1960” en Andando en la historia. (La Habana, Ruth Casa editorial. Instituto cubano de investigación Cultural Juan Marinello). p.208
Sartre visita a Cuba. Ideología y Revolución. Una entrevista con los escritores cubanos. Huracán sobre el azúcar. 1960. Ediciones revolucionarias. La Habana.
Otero, Lisandro 1984 “Un lunes para Cabrera Infante” en Disidencias y coincidencias en Cuba, (La Habana, Editorial José Martí) p. 108.
Pogolotti, Graziella, 2008 “Los polémicos sesenta” en Polémicas culturales de los 60 (La Habana, Editorial Letras Cubanas) p.vii
[1] “Palabras a los intelectuales” fue entonces el documento que recogió, a modo de resumen, las ideas de Fidel sobre todas estas problemáticas, convirtiéndose en uno de los documentos básicos de la política cultural cubana.
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Provocaciones para una construcción simbólica
Por Fernando Luis Rojas López
Agradezco a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) la invitación a este foro. El evento Memoria Nuestra se ha caracterizado por, desde las exposiciones de los propios asociados y jóvenes participantes, convertirse en un escenario de discusión colectiva e intercambio de saberes. Por ello, más que concurrir a este foro en calidad de «especialista» prefiero hacerlo en condición de «facilitador». Para mi alegría comparto este rol con la profesora, investigadora y compañera Mely González de la UCLV.
Dada la amplitud temática que refleja la convocatoria a este foro, me limito a esbozar algunos problemas que considero acompañan el tema y realizar comentarios puntuales.
Primero: ¿Política cultural o Políticas culturales?
Este problema se presenta al menos en dos dimensiones identificables. Una, relacionada con el espacio geo-político e institucional. La incidencia de «problemáticas» internacionales no se limita a sus efectos en materia de economía, comunicación, movimiento internacional de las personas, etc.; todo ello tiene un correlato con la «atención» a las políticas de los organismos internacionales. De hecho, se han incorporado códigos discursivos vinculados a organizaciones del sistema de Naciones Unidas y ello incluye las que se dedican a la cultura. Existe también la que pudiera considerarse centro en las referencias tradicionales a «política cultural de la Revolución», identificada con el ambiente nacional y, específicamente, estatal. Por último, puede encontrarse la propia generación, lectura e implementación que se realiza por organizaciones, instituciones, territorios, etc.
Por tanto, en mi criterio existe una clara diferencia entre lo que se denomina «principios de la política cultural de la Revolución» y «la política cultural» que, en su condición descentrada (internacional, nacional, territorial-organizativa) es diversa.
Otra dimensión tiene que ver con las continuidades y rupturas que se evidencian en este y otros terrenos en los más de sesenta años que han transcurrido desde 1959. Al discutido –cromática y temporalmente– Quinquenio gris acuñado por Ambrosio Fornet, agrego tres ejemplos para ilustrar la complejidad del proceso.
En su libro póstumo Decirlo todo. Políticas culturales (en la Revolución cubana) publicado por la editorial Ojalá en 2017, Guillermo Rodríguez Rivera identifica el par contradictorio política cultural inclusiva y política cultural excluyente, siendo característica esta última del periodo que media entre 1971 y 1976.
Juan Valdés Paz en La evolución del poder en la Revolución cubana –que analiza desde 1959 hasta la actualidad– señala para el periodo 1975 a 1991: «A partir de 1976 la política cultural quedó escindida en una política más abierta para las actividades artístico-literarias y una política regresiva y dogmática para las ciencias sociales y humanísticas, las cuales eran subordinadas a la instauración de una cierta ideología de Partido y de Estado».
Y en 2014 apuntaba Fernando Martínez Heredia en Ciencias sociales cubanas: ¿el reino de todavía?:
No repetiré aquí lo que he escrito y dicho acerca del subdesarrollo inducido que sufrieron el pensamiento y las ciencias sociales cubanas a inicios de los años setenta, ni acerca de los rasgos de aquella desgracia (…) en los análisis que hagamos hoy es imprescindible tener en cuenta que se volvieron crónicos, y que en cierta medida se mantienen todavía (…) A menudo los cambios impulsados se han reducido a puestas al día que no brindan mucho más que buena imagen, pero suelen reforzar el colonialismo mental, y también a permisividades conquistadas. Pero hoy tenemos avances muy grandes. Contamos con mayor cantidad que nunca de especialistas calificados, cientos de monografías muy valiosas, centros de investigación y docentes muy experimentados, y un gran número de profesionales con voluntad de actuar como científicos sociales conscientes y enfrentar los desafíos tremendos que están ante nosotros.
Sirvan estos tres ejemplos para mostrar que las dinámicas de continuidad y ruptura, y las lecturas que se hacen sobre ellas, pueden ser bastante heterogéneas. ¿Hablamos entonces de «política cultural» o de «políticas culturales»? ¿Las «desviaciones» de «la política» son o no expresión de políticas nuevas?
Como me he detenido más de lo necesario en este primer problema, me limito a esbozar algunos otros en términos de interrogantes.
Segundo: ¿Cómo asumimos, al hablar de Políticas culturales, los correlatos entre eso que se ha llamado «el contexto» y los «estudios particulares»? ¿Puede hacerse desde perspectivas binarias?
Tercero: ¿Cómo enfrentamos las porosidades y sintonías que tienen las luchas por la hegemonía en los terrenos político, cultural y artístico-literario?
Cuarto: ¿De qué manera valoramos las dinámicas propias y destiempos que se presentan en las pugnas o polémicas en estos terrenos?
Quinto: ¿Cómo particularizamos las gradaciones y diferencias entre procesos que pueden denotar luchas por el poder (en cualquier ámbito), construcción de identidades diferenciadas, pluralidad en la búsqueda del consenso o ejercicio académico de contrastación de resultados?
Sexto: ¿Qué lugar ocupan las ciencias y la educación cuándo de «políticas culturales» se habla?
Séptimo: ¿Cómo se enfocan las dinámicas entre la creación en el llamado «exilio», la migración, la producción internacional y desde el espacio geográfico cubano?
Octavo: ¿Qué expresa el hecho de que, en varios acercamientos a publicaciones que desaparecieron durante estas seis décadas se toma como punto de partida el cierre –que no deja de constituir un asunto central– y se estructura metodológicamente la narrativa sobre la publicación acomodándola solo a su desenlace?
Termino esta provocación, que ojalá llegue a tal, con un comentario.
Hace casi un año, durante el Congreso de la UNEAC, el actual presidente cubano Miguel Díaz-Canel manifestó:
(…) siempre me ha preocupado que de aquellas palabras [Palabras a los intelectuales] se extraigan un par de frases y se enarbolen como consigna. Nuestro deber es leerlo conscientes de que, siendo un documento para todos los tiempos, por los principios que establece para la política cultural, también exige una interpretación contextualizada (…) sería contradictorio con la originalidad y fuerza de ese texto, pretender que norme de forma única e inamovible la política cultural de la Revolución. Eso sería cortarle las alas a su vuelo fundador y a su espíritu de convocatoria».
No constituye un dato menor, si asumimos que la intervención de 1961 ha tenido un lugar central en los acercamientos a la historia intelectual cubana del último medio siglo, y un carácter regulador –al menos discursivamente– en buena parte de la política y práctica gubernamental hacia los artistas y escritores.
Colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda. ¿Qué hacer? (Transcripción de Dialogar, dialogar + fotos y videos)
*(Transcripción de Dialogar, dialogar)
Yasel Toledo Garnache: Gracias al trovador Yunier Pérez (GAPE), ganador de la beca de creación musical Ignacio Bella 2018, por brindarnos su arte. Gracias también a ustedes por acompañarnos otra vez en el espacio Dialogar, dialogar, impulsado por la Asociación Hermanos Saíz.
Nos alegra ver el Salón de Mayo repleto, con muchos jóvenes, pero también con personas de más experiencia, lo cual puede enriquecer el intercambio.
Veo aquí a dirigentes de varias organizaciones, a los presidentes nacionales de la Federación Estudiantil Universitaria, el Movimiento Juvenil Martiano, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, a miembros del Comité Nacional de la UJC…, muy favorable para aportar visiones diferentes y, sobre todo, para pensar qué más podemos hacer, cuáles son las maneras más pertinentes, atractivas e inteligentes para divulgar nuestras verdades en el ciberespacio, para estar conscientes de cada paso en ese entramado de móviles, pantallas, tabletas electrónicas y redes digitales.
Recordamos que Dialogar, dialogar nació en mayo de 2013, poco después del fallecimiento de Alfredo Guevara, Maestro de Juventudes, quien tuvo siempre la capacidad para debatir, escuchar y convencer desde los argumentos y la pasión. Dialogar intentará ser siempre una plataforma para la polémica valiente y la construcción colectiva, un homenaje a quien tanto hizo por el cine y la cultura en el país.
El tema a debate hoy es Colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda. ¿Qué hacer? Vivimos en verdad momentos muy complejos, en el que a las dificultades del mundo físico se suman las del virtual.
Ahí está la palabra “colonialismo”, un término que a nosotros no nos parece exagerado, ni desfasado, sino muy actual. Cuando uno analiza las particularidades de Internet y el mundo digital, su funcionamiento…, comprende la dimensión de todo eso, con batallas políticas, ideológicas, económicas y de otros tipos, en las cuales se definen cuestiones que trascienden más allá de ciudades y países.
Para desentrañar todo eso nos acompañan Rosa Miriam Elizalde, doctora en ciencias de la comunicación, Vicepresidenta Primera de la Unión de Periodistas de Cuba, fundadora del prestigioso sitio digital Cubadebate, líder del proyecto Dominio Cuba y ganadora en varias ocasiones del premio nacional de periodismo Juan Gualberto Gómez; y el periodista y catedrático español Ignacio Ramonet, doctor en Semiología y Ciencias de la Cultura, un profundo amigo de Cuba, autor de libros como “El imperio de la vigilancia”, “La explosión del periodismo”, “¿Qué es la globalización?”, “Propagandas silenciosas” y “La tiranía de la comunicación”.
Nosotros hace algunos días realizamos un taller con estudiantes de la Facultad de Matemática de la Universidad de La Habana, con el mismo tema de análisis de hoy, un encuentro que fue muy interesante por las singulares opiniones de ellos y porque conocimos algunos de los proyectos de investigación relacionados con las nuevas tecnologías y las plataformas digitales que se realizan en esa Casa de Altos Estudios.
Los invitamos a ver un audiovisual de apenas cuatro minutos, que recoge algunos momentos de ese intercambio. Y luego, escuchemos a nuestros panelistas.
(POYECCIÓN DEL DOCUMENTAL)
Rosa Miriam Elizalde:
Cuando veníamos para acá, conversábamos Ignacio (Ramonet) y yo sobre el concepto de Colonialismo 2.0. Le dije que se puede explicar en dos palabras, “delicioso despotismo”, el título de una conferencia que impartió Ramonet en el Palacio de las Convenciones de La Habana, en febrero de 2002, organizada por Fidel para presentar el libro Propagandas silenciosas. Si mal no recuerdo se imprimieron miles de ejemplares de ese libro, en formato tipo tabloide, y aunque no fue la primera vez que algunos de nosotros escuchamos hablar de los problemas que traía la joven Internet, sí impulsó que siguiéramos obsesivamente estos temas desde una postura crítica.
Propagandas Silenciosas, de Ignacio Ramonet, se publica por primera vez en 2001, cuando todavía no se había producido el atentado contra las Torres Gemelas, momento en que se produce un cambio espectacular en la comunicación: la gente buscó primero la información en la web. El año 2001 se vivió con mucha intensidad no solo por los acontecimientos que estremecieron a Estados Unidos y desataron la “guerra contra el terrorismo”, sino porque en el mundo se estaba produciendo una revolución de la mano de Internet. Cuba no estaba al margen de ese proceso. Por el contrario. Algunos de los proyectos más innovadores de América Latina en este ámbito se produjeron aquí: la red INFOMED; el renacimiento de los Joven Club de Computación; el Polo Científico que integraba distintas disciplinas, incluida la computación; la concepción de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), que integraría la docencia, la investigación y la producción, y que se inauguraría en 2002.
En mayo de 2001 surge La Jiribilla como semanario cultural de periódico Juventud Rebelde, donde yo trabajaba como subdirectora editorial y me convertí, por obra del azar, en editora de esa publicación digital, sin ninguna experiencia.
Todo nuestro país tenía entonces tanta capacidad de navegación en Internet como un hotel en Miami, y sin embargo, La Jiribilla organizó la primera transmisión en streaming de un concierto, desde el Centro Pablo de la Torriente Brau, al que asistió Fidel, en primera fila. Hicimos cosas definitivamente impensables para las posibilidades de infraestructura del país y para el estado del arte de esos momentos en términos de producción de contenidos digitales, pero estábamos imbuidos de aquel espíritu en que parecía que con aquellas herramientas que prometían, en una sociedad como la nuestra, mejorar las condiciones de vida de los cubanos, en términos de acceso a fuentes de conocimiento y de desarrollo científico. Ramonet, con su libro y su conferencia de 2001, venía a recordarnos la dependencia y la nueva colonización en curso que vivía la humanidad a esa misma hora de la mano de las nuevas tecnologías.
Por tanto, “el delicioso despotismo” es la acepción más corta del colonialismo en el mismo momento en que estaba naciendo ya una nueva generación de la web, la 2.0. Un concepto más largo del colonialismo 2.0 podemos encontrarlo en El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, y que nos sirve perfectamente para el tema que nos convoca aquí:
“El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohíbe hacer, te prohíbe ser. El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser.”
¿Qué ocurrió en los pocos años que median desde principio de los años 80, boom de las llamadas nuevas tecnologías, hasta hoy? El reforzamiento de la colonización mental de la que hablaba Galeano, con nuevas prácticas de despojo. No hay que olvidar el nacimiento de Internet debido a un proyecto financiado por el Pentágono, pero hay un hecho previo que jamás se tiene en cuenta, el detonante que hizo posible que esta red se haya convertido en el sistema nervioso central de la sociedad contemporánea: la Crisis de Octubre -o Crisis de los Misiles- de 1962. Ese año el presidente John Kennedy emite una orden ejecutiva para resolver un dilema técnico de primer orden que pone en riesgo el poderío estadounidense frente a la disputa con la URSS, en plena Guerra Fría: la vulnerabilidad de los sistemas de telecomunicaciones en caso de ataque atómico. Pide al Pentágono crear una red que permita la redundancia de la información. Es decir, que si hay un ataque atómico en un determinado punto, se replique y se enrute la información por vías alternativas para mantener vitales las comunicaciones. Fue una proeza tecnológica que se alcanzó con financiamiento público. Las empresas privadas se negaron a participar, porque dijeron que eso era una locura, una inversión inútil de talento y dinero. Siete años después de la orden de Kennedy nació el bebé Internet, ARPANET, que toma su nombre de las siglas de la Agencia de Desarrollo de Tecnologías Avanzadas del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, que tuvo otra característica inusitada: quedó a merced de los profesores y estudiantes universitarios, que siguen desarrollándola y que va escalando con nuevas funcionalidades y servicios, que aprovecha el desarrollo en paralelo de la microelectrónica y la informática, hasta el nacimiento de la web en 1989.
Aquí comienza un modelo de desarrollo tecnológico que se ha repetido hasta el cansancio: proyectos que se inician en entornos militares y se trasladan al ámbito civil, aprovechando el conocimiento colectivo y generalmente desinteresado de muchísimas personas, para retornar al campo militar como poderosísima herramienta de colonización visible o invisible, o ambas a la vez.
En 1993, Estados Unidos establece la política para el desarrollo de la infraestructura de la información nacional (NII), la “supercarretera” de la administración de William Clinton, que creó las bases doctrinales y jurídicas para imponer el protocolo norteamericano como red internacional de telecomunicaciones, el llamado protocolo TCP-IP –que los muchachos de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de La Habana conocen muy bien–, exportando esta infraestructura y obligando a todo el planeta a adoptarla. Fue un golpe maestro de Estados Unidos. El actual dominio político, económico y social de internet que ejercen autoridades públicas y privadas de Estados Unidos es, en parte, consecuencia de la “victoria” del protocolo TCP/IP sobre otros estándares de comunicación, y esto se logró gracias a la imposición de una política diseñada por la administración de William Clinton.
De hecho Clinton se apareció en una cumbre de la Organización Mundial de Comercio, en Ginebra (1998), vendiendo este protocolo como la gran solución a todos los problemas del mundo, en una intervención que, por cierto, Fidel rebate allí mismo. El sueño ciberutópico de Clinton era que en muy corto tiempo todos los habitantes del mundo integrarían la clase media, y Fidel le responde: “¿Y qué planeta va a sostener eso?”
Es importante entender que esta colonización en curso no sale de la nada. Hay poco o nada natural o espontáneo en los procesos que obedecen a estructuras de poder. Al establecer la primera política para el desarrollo de la infraestructura de la información nacional, Clinton dejó muy claro que si había una infraestructura de redes en el mundo esta tenía que ser estadounidense; que si había unos contenidos populares, estos tenían que ser de la industria cultural estadounidense, y unos valores, que estos tenían aquellos donde los norteamericanos se sintieran cómodos. El jefe de Operaciones del Atlántico de los Estados Unidos, Hugh Pope, declaró en 1997: “El mensaje es que no hay nación sobre la faz de la tierra a la que no podamos llegar”.
La capacidad del imperialismo norteamericano para reinventarse con Internet es extraordinaria. En muy pocos años, por ejemplo, transformaron el Ejército de los Estados Unidos. Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de Estados Unidos de George W. Bush, declaró en el 2001 a Internet como nuevo campo de batalla, y a partir de esa definición se reestructuró toda la institucionalidad del sistema de guerra estadounidense para reordenar departamentos, fundir otros y crear, junto a los ejércitos de Tierra, Agua y Aire, el ejército ciberespacial. La frontera estadounidense se extendió oficialmente a todo el planeta, gracias a esta infraestructura transnacional cuyo poder está basado más en el consentimiento que en la coerción, “el delicioso despotismo”, del que hablaba Ramonet en 2001 y que luego se encargarían de documentar Julián Assange y Edward Snowden, con las revelaciones del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional, no solo fuera del territorio, sino dentro de la frontera estadounidense, con un entramado asfixiante de control y práctica totalitaria de la cual no escapa casi nadie.
La idea de que esto es una lucha por el poder; de que el destino de la humanidad depende de en manos de quién queden estas tecnologías; de que la estructura en red fortalece los valores, y si esos valores son hegemónicos, esos valores se fortalecerán y que, por lo tanto, frente a una red hegemónica, hay que contraponerle una red contrahegemónica…, todo eso puede encontrarse tempranamente en el pensamiento de Fidel Castro a fines de los años 90, cuando nos dijo a los periodistas que la Internet parecía inventada para nosotros. Él estaba convencido de que el problema no eran los nuevos instrumentos, sino los valores de quienes disponían de ellos, y que había que aprender de las luchas descolonizadoras pasadas y presentes para reimaginar nuevas formas de colectividad, de apropiación tecnológica, de conocimiento en común y, sobre todo, de solidaridad.
Hay que estudiar el contexto en que se crea INFOMED, para entender cómo el conocimiento científico que permite el surgimiento de esta red de la Salud en Cuba se enlaza perfectamente con los valores de una sociedad como la cubana. La arquitectura técnica de la red INFOMED, creada en el año 1998, es similar a la de Facebook, con importantes diferencias: la cubana se creó seis años antes que la plataforma del pulgar azul, la hicieron compañeros nuestros, desde Cuba, con otros valores diametralmente opuestos a los que de Zuckerberg en Harvard. INFOMED nació para alcanzar a todos los profesionales de la salud en la Isla las novedades del conocimiento mundial en este campo, y para propiciar que un viejito, aun cuando viviera en el último confín de la montaña de Sagua de Tánamo, por ejemplo, pudiera consultarse con el mejor especialista en el Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana, si allí estaba quien pudiera hacer un diagnóstico a su dolencia.
Facebook surgió seis años después con una arquitectura similar a INFOMED, en la gran meca del desarrollo de tecnológico, para dirimir, en la Universidad de Harvard, quiénes eran las muchachas más “acostables” del campus.
¿Qué nos costó esto, compañeros? Que Cuba fuera el primer país del planeta acusado de ciberterrorismo, en febrero del 2001. Lo hizo un alto oficial del Ejército de EEUU cuando todavía no se había producido el ataque a las Torres Gemelas. Estados Unidos se puso a la defensiva, intentó impedir que un país pobre y bloqueado, pero que había hecho una enorme inversión en instrucción pública y en conocimiento científico, creara un modelo diferente, descolonizador, de apropiación de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.
Este es, a muy a grandes rasgos, el escenario. ¿Y por qué hablamos de colonialismo? Porque esta dominación que se sustenta en una nueva infraestructura y que debe su transnacionalización al ensamblaje del poder político y la innovación liderada por los militares estadounidenses, está intentando aniquilar a nuestros pueblos mediante la aculturación, la negación de sí mismos, la colonización invisible de la que nos hablaba Galeano.
En América Latina esto es evidente y ha sido planificado, con cierto éxito, debemos reconocer. En el 2011 se elaboraron las líneas maestras de un programa que algunos expertos llaman “Doctrina de la Conectividad Efectiva”. Comenzó con un estudio, ordenado por John Kerry -entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos-, para intervenir en cada país en América Latina, de acuerdo con su nivel de acceso a Internet y las políticas para la llamada Sociedad de la Información, de modo que se garantizara que la infraestructura, los contenidos y los valores dominantes fueran los norteamericanos, a partir del cálculo de que el 50 por ciento de la población latinoamericana tenía 30 años o menos, y sus relaciones de confianza se estaban construyendo, fundamentalmente, en las plataformas sociales.
Por lo tanto, ¿qué hemos visto en unos poquitos años, desde el 2011 hasta acá? Que América Latina es la región más dependiente, en términos de infraestructura, tráfico de datos, aplicaciones, contenidos… de los Estados Unidos. El 90 por ciento de todo el tráfico que se genera entre nuestros países, e incluso dentro de nuestros países, pasa por Estados Unidos; más del 70 por ciento de todos los contenidos que se generan en el entorno digital están en plataformas de ese país. En el ranking de los diez países que más tiempo consumen en las redes sociales, fundamentalmente en Facebook, cinco son latinoamericanos, con más de cuatro horas promedio diarias en esa red social.
Un estudio de hace unos días, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo, reconoce que el 81 por ciento de los jóvenes latinoamericanos están en Facebook. Pero el 50 por ciento de las personas que no tienen agua potable y a quienes les cuesta alimentarse una vez al día, están en alguna red social norteamericana.
Entonces, cualquier estadística a la que nos asomemos nos van a dar estos datos abrumadores. A esto se suma algo de lo cual ha hablado Ignacio muchas veces: de las diez empresas de más alta cotización en la Bolsa, cinco son de telecomunicaciones, las GAFAM: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft. Apple, por ejemplo, está valoradas en 3,3 billones de dólares. Eso equivale al PIB de 45 países africanos. Eso explica que, debido al carácter supranacional de estas empresas, los gobiernos constatan las dificultades para controlar los efectos no deseados sobre sus poblaciones, mientras que para las plataformas estadounidenses, los mercados transnacionales constituyen una fuente de oportunidades de negocio e influencia a la vez que un espacio de competencia feroz.
Hace unos días atrás, The Atlantic, una importante revista norteamericana, publicó un artículo que revela que Donald Trump va a invertir mil millones de dólares para reelegirse en el 2020. ¡Es una bestialidad!
Durante la campaña presidencial Argentina, el presidente Mauricio Macri, por ejemplo, llegó a invertir dos millones de dólares diarios en las semanas previas a las PASO, las elecciones primarias que se celebraron en agosto de 2019-
¿Por qué ocurre esto? Porque hoy los momentos más innovadores en comunicación política se está produciendo en los momentos electorales. Los grandes laboratorios de big data e inteligencia artificial permiten elaborar con precisión milimétrica los perfiles de los votantes, crear propaganda personalizada tipo “francotirador”, manipular a la opinión pública. Los partidos políticos participan en grandes subastas para comprar los grandes nichos de datos que venden esas plataformas, en las que el usuario entra gratis, pero deja algo muy valioso: toda su información. También, necesitan muchísimo dinero para pagar las pautas publicitarias y sostener cibertropas, robots y equipos creativos que elaboren mensajes personalizados para convencer a la gente de que “no puede decir, no puede ser…”, como dice Galeano. Un “delicioso despotismo” que pone la ciencia y la tecnología al servicio de la manipulación.
Lo hemos visto recientemente en América Latina, donde se ha desatado una carrera armamentista digital, muy visible en 2019 en Venezuela y Bolivia. En este país, por ejemplo, se crearon en muy pocos días 100 mil cuentas falsas con inteligencia artificial de última generación para apoyar el golpe de estado contra Evo Morales. No son perfiles robots convencionales, en los que se puede descubrir fácilmente la automatización: tienen rostros que parecen reales creados con softwares de manipulación de imagen, con historias de vida personalizadas y creadas por máquinas casi en tiempo real, todo falso para generar la percepción de que había un apoyo al golpe de estado, una falacia en un país que en octubre de 2019 -un mes antes del golpe- tenía poco más del 2 por ciento de la población conectada en Twitter.
Ya lo habían hecho antes, cuando la llamada “Primavera verde iraní”, las protestas electorales de 2009, en la que supuestamente habían participado 100 mil personas en Twitter apoyando el cambio de gobierno en Irán. Después se logró documentar que, de las 100 mil cuentas, solo 60 estaban en Irán. Pero entonces y hasta noviembre de 2019 no se podían crear en cuatro días 100 mil cuentas falsas para apoyar a dos o tres actores golpistas, como vimos en Bolivia.
Estas son las nuevas armas que sostienen la guerra híbrida, que es aquella que se produce en todos los terrenos: simultánea, pero con ritmos diferenciados, envolvente, desconcertante, rápida y eficaz para entorpecer la respuesta del adversario. Hay una guerra en la que participan directamente los militares y las cibertropas de un ejército regular, pero hay otras a la par: guerra económica, de información, medioambiental, simbólica, cultural, parecen descoordinados, pero obedecen a un mismo manual, a una misma estrategia en la que el ciberespacio juega un papel articulador. Los descoordinados somos nosotros que no logramos ver el sistema en su totalidad; ellos lo tienen perfectamente delineado, y nos hacen correr detrás de cada guerra por separado como pollos sin cabeza.
Bien, termino y doy la palabra a Ignacio. Es verdad que tenemos enfrente enormes desafíos, pero también es verdad que existen espacios de resistencia en nuestro propio continente que hablan de las enormes potencialidades y la capacidad de lucha de nuestros pueblos frente a este escenario distópico y a estas armas de nueva generación.
La izquierda en Venezuela, Argentina, México ha enfrentado a los grandes laboratorios de manipulación de la derecha, y venció el movimiento popular. En Venezuela se han desplegado todos los tipos de guerra en esta concepción híbrida, y no han podido derrotar a la Revolución bolivariana. No es nada menor, entre las variables que explican la resistencia de ese país, la comprensión de que la lucha hay que darla simultáneamente en las calles y en las redes.
Entonces, hay una nueva colonización en curso, un colonialismo con esteroides, donde hay muchos inertes frente a esta situación, pero otros siguen y seguirán resistiendo; hay muchos que entienden que no podemos enajenarnos de los espacios donde está la gente -siempre digo que si Martí viviera hoy sería facebookkero. Mientras aparecen nuestras propias herramientas, tenemos que ocupar las plazas, sean virtuales o físicas, generar los liderazgos y emplear las nuevas metodologías liberadoras, promover la educación audiovisual en nuestros niños y jóvenes, y disputar los espacios y los discursos; es una disputa cultural y tenemos que oponer, como decía Fidel, a las redes hegemónicas, nuestras redes contrahegemónicas. El mayor desafío no es tecnológico, aunque hemos estado hablando mucho de esto aquí, sino de conocimiento, de conciencia, de cultura.
Comencé con una frase de Galeano y quiero terminar con Frantz Fanon, en Los condenados de la Tierra, y esta no es solo una idea, sino un ultimátum:
“Nuestra misión histórica, para nosotros, que hemos tomado la decisión de romper las riendas del colonialismo, es ordenar todas las rebeldías, todos los actos desesperados, todas las tentativas abortadas o ahogadas en sangre.”
Esa es la invitación.
Muchísimas gracias, compañeros.
(APLAUSOS)
Yasel Toledo Garnache:
Sin dudas, tienen mucha razón quienes se refieren a Internet como especie de campo de batalla, como gran tablero de ajedrez, incluso como un terreno deportivo en el cual existe una competencia constante por posicionar contenidos. Ahí hay disputas políticas, ideológicas, económicas y de otros tipos.
Rosa nos compartía algunas estadísticas muy interesantes. Solo agregar otras. Por ejemplo, según el libro La dictadura del videoclip, del español Jon Illescas, siete de los diez más reproducidos en Youtube entre 2005 y 2015 son de Estados Unidos.
El 61.5% de las banderas que aparecen en videoclips es también la de ese país, multiplicando por seis la frecuencia de la segunda: la de Gran Bretaña. El 90% del total es cantado en inglés.
A eso sumamos que en casi cuatro de cada diez videos (39.8%) hay apología a drogas legales (casi siempre alcohol) y en más de uno de cada diez ilegales (marihuana casi siempre). El modo de vida que más se refleja es el estadounidense, como también pasa en películas y otros materiales audiovisuales.
Además, entre los sitios webs con mayor alcance predominan los de idioma Inglés. Hay una competencia muy fuerte, que a la vez suele ser desigual, lo cual exige inteligencia y trabajo en equipo.
Sé que una idea de Rosa, compartida en otros espacios, es la necesidad de una agenda de comunicación supranacional, una mayor articulación, una estrategia conjunta de la izquierda, o sea, no solo al interior de cada uno de los países, sino de la izquierda internacional.
Esa es una idea también recurrente en Ramonet, quien hace poco, en un encuentro alertaba que a veces los movimientos de izquierda, aun cuando logran estar en el poder un tiempo considerable, no aprovechan todo lo posible la producción audiovisual. Y, en ocasiones, no queda una película, una novela ni libros de ficción que aborden los sucesos, con frecuencia muy heroicos e interesantes. A veces, hasta vienen otros autores y lo hacen desde una posición completamente contraria, que incluye tergiversación y manipulaciones.
A nosotros hoy nos interesa mucho reflexionar sobre cuánto más podemos hacer. Recientemente, releíamos el libro El imperio de la vigilancia, de Ramonet. Lo hacíamos de conjunto varios amigos, y uno decía: “¿Es que acaso debemos tenerle miedo? ¿Es que acaso debemos apartarnos de estas redes, de las nuevas tecnologías?” Yo creo que esa no debe ser una opción; pero sí tenemos que estar conscientes de cada uno de los pasos, de las complejidades, y sobre todo actuar de manera más inteligente y unida quienes tenemos causas comunes a nivel internacional. Son aspectos que seguramente abordará Ramonet.
Ignacio Ramonet:
Primero agradecer a los organizadores la gentileza de invitarme para estar aquí. Y decir también que la última vez que yo estuve aquí fue con Alfredo Guevara, precisamente en una sala también casi más llena que esta, y una quizás de las últimas intervenciones públicas de Alfredo, que era sobre cine, comunicación e ideología.
Uno siente un muy agradable recuerdo, y estoy muy contento de estar aquí esta tarde, en particular en compañía de Rosa Miriam, que ya formamos un dúo, que vamos a tener que hacerlo depositario legalmente, constituirlo oficialmente para que nos manifestemos regularmente, porque lo hicimos hace poco también en la casa de José Martí, además de en la Mesa Redonda.
Y, bueno, por otra parte, felicitar a Rosa Miriam por su brillantísima intervención, en que nos ha dado una cantidad de datos y con un análisis extremadamente pertinente. Lo que ha dicho es fundamental.
El otro día, estuve visitando aquí el Museo Humboldt, que lo acaban de restaurar, y les recomiendo ir a visitarlo porque está absolutamente interesante. Y en esa ocasión, como estoy leyendo una biografía de Humboldt que me recomendó Luiz Inácio Lula da Silva cuando estuve viéndolo en la cárcel. Lula, en vez de estar leyendo o releyendo textos de Lenin, de Gransci y de Marx, estaba leyendo una biografía de Humboldt, escrita por una joven biógrafa alemana, que describe la importancia de Humboldt en este momento en el que hay un sentimiento ecológico particularmente interesante.
Y entonces el otro día, como estaba en la Feria del Libro presentando unos libros con Sandra Sarmiento, que está aquí con nosotros, compré un librito con textos de Humboldt. Y en uno de esos textos él cuenta cómo en 1806, llegó a Caracas, y encontró que era una ciudad extremadamente agradable.
Curiosamente, dijo que Caracas y La Habana eran las dos ciudades más españolas de las que él conocía en América Latina; pero expresó lo siguiente: “En esta ciudad, donde hay un nivel de vida relativamente alto, un conocimiento interesante, no hay un solo periódico. Y no solo no hay un solo periódico, sino que la imprenta aún no ha llegado.”
Y él comparó: “En cualquier ciudad estadounidense de no más de 30 mil habitantes hay un periódico.” Y entonces, digamos, la imprenta se inventó en 1440. ¡Cuatro siglos después en Caracas no había imprenta! Él dice que había una prensa, que no es lo mismo que una imprenta; una prensa, que solo hace hojas, que tenía un francés.
Entonces podemos decir, basándonos en las cifras que daba antes Rosa Miriam, que eso no ocurre con Internet. Internet se inventó, efectivamente, como ha dicho Rosa Miriam, en los años ’60 para el ejército, pero la Web se inventó en 1989. ¿Qué es lo que ha hecho que estemos más familiarizados con el universo de la Web? Porque antes hacía falta un lenguaje intermediario para poder utilizar el correo electrónico, para poder comunicarnos, esencialmente entre universidades, aunque lo creó el ejército con esa base que daba Rosa Miriam.
Si hubiese una destrucción atómica, ¿cómo podríamos seguir comunicándonos? Por eso hablamos de la red, porque si ustedes cogen una red de un pescador, y si le disparan a la red, evidentemente la bala puede pasar a través de la red sin romper nada; pero si ustedes disparan con una Kalashnikov, por ejemplo, y rompen 20 mallas de la red, aún quedan 200 mallas que funcionan.
Entonces la comunicación –decían los norteamericanos– si los rusos desencadenan primeros el ataque, lo que harán es que destruirán todas nuestras grandes ciudades y nuestros nudos de comunicación. ¿Pero entonces cómo nos vamos a comunicar entre, por ejemplo, el centro, donde se encuentre el Estado Mayor, o lo que quede del Estado Mayor, con las fuerzas que hayan sobrevivido, si no se puede comunicar porque los canales se han cortado?
Entonces hay que inventar un sistema que funcione como una red; es decir, que, en vez de ir en vía directa, de un punto a otro punto, vaya dando muchas vueltas, aunque tenga que dar la vuelta al mundo, pero que llegue del otro lado. Ese es el principio que crea la red.
Lo que quiero decir es que, digamos, 30 años o 50 años después de la invención de Internet, masivamente América Latina utiliza los recursos de Internet; no han pasado 400 años. ¿Pero quiere eso decir que ya no estamos en colonia? No, porque hay que reflexionar sobre lo que es la colonia.
Rosa Miriam ha citado dos frases muy importantes de nuestro amigo Eduardo Galeano, pero en realidad hay varios tipos de colonización. Piensen que hoy día, si tenemos que citar cuáles son las grandes potencias de hoy, geopolíticas, las diez principales grandes potencias geopolíticas de hoy son las mismas –excepto China–, que a principios del siglo XX eran Alemania, Japón, Francia, Estados Unidos, Rusia… Son las mismas. Y ya no son imperios coloniales, pero siguen siendo los principales países que dominan el mundo.
Y entonces, ¿por qué lo dominan, si ya no tienen colonias? Y si nos hemos liberado, digamos, los países colonizados de África, de América Latina, de Asia, ¿por qué no ocupamos?, excepto China –y recuerden que China fue la primera potencia del mundo durante 17 siglos, hasta el siglo XVII; dejó de serlo en el siglo XVII, para volver a serlo, entre las principales potencias, actualmente–, ¿pero por qué siguen siendo colonias? Porque descolonizarse no es tan sencillo.
Por ejemplo, de todos los países de América, el único país que no solo se descolonizó, pero que pasó a formar parte del club de los dominantes es Estados Unidos. Los demás países llevan dos siglos, la mayoría de ellos, descolonizados, pero no están en el grupo de países dominantes.
Entonces, con Internet, lo que Internet nos plantea también, son dos cosas evidentemente, que aquí se han subrayado, tú las subrayabas ahorita Yasel: que, por una parte, está el enfrentamiento cultural, la batalla cultural.
¿Hay que desertar de las redes? Sería absurdo. ¡Hay que estar en las redes! ¿Por qué? Porque, aunque no hayamos inventado Internet, la batalla se da hoy en ese espacio, en el ciberespacio, que es un nuevo espacio en el sentido propio de la palabra; es un nuevo espacio, es un nuevo territorio. Digamos, si antes había un espacio, el espacio en el que vivimos normalmente, el espacio tridimensional, el espacio de nuestra vida cotidiana, ahora también vivimos en ese otro, que se manifiesta para nosotros a través de pantallas. Y cuando estamos frente a la pantalla, tenemos un universo mental, imaginario, cultural, de conocimiento, económico, financiero…, todo eso pasa por una pantalla y por el territorio del ciberespacio, que también evidentemente es un espacio de guerra, en el sentido que Rosa Miriam explicaba. Además, ahora las grandes potencias crean un ejército para luchar por él.
Los ejércitos no siempre han sido las Fuerzas Armadas, no siempre han sido complejas como lo son hoy. Las Fuerzas Armadas históricamente, digamos, eran esencialmente en función de los elementos, ¿verdad?
Decía un filósofo griego que nuestro universo se compone de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Este, Internet, sería el quinto. Y observen que se ha creado un ejército para la tierra, un ejército para el mar; uno para el aire; uno para el fuego -que son los bomberos, llamados en algunos países guerreros del fuego-, y ahora, como hay un quinto elemento, que es el ciberespacio, los países están creando este quinto ejército.
Entonces, en esta relación con el quinto elemento, tenemos, por una parte la batalla de ocupar este espacio y de defendernos desde el punto de vista del mensaje y el contramensaje; pero está la otra batalla, que es la de la tecnología. O sea, tenemos que combatir con las armas del adversario. Eso puede conducir a la victoria.
Fidel Castro demostró que con las armas del ejército de Batista se podía triunfar, no era necesario fabricar sus propias armas, o tener una tecnología específica del armamento para ganar la guerra. Pero aquí nos planteamos la cuestión de la descolonización tecnológica también, cosa que Fidel en cierta medida planteaba cuando creó la UCI, es decir, ser capaces también de fabricar nuestras propias computadoras, estar presentes en la reflexión sobre qué es una computadora hoy, qué debe tener como posibilidades, etcétera, y no solo depender de eso.
El presidente Díaz-Canel ha dicho últimamente, en las últimas 48 horas, una reflexión sobre cómo hay que articular ciencia y tecnología; es decir, no solo desarrollar una reflexión teórica sobre la ciencia, no solo enseñar la ciencia, pero desarrollar una tecnología.
El único país del sur que a principios del siglo XX no era una colonia y que formaba parte de los países dominantes –lo he citado antes–, ¿cuál es entre los que cité antes? Japón. La pregunta es por qué Japón no era una colonia. A finales del siglo XIX varios países no habían sido nunca colonizados: Etiopía, Irán, Marruecos, Japón; no habían sido nunca colonizados, nunca. ¿Por qué los demás, Etiopía, Irán, Marruecos, fueron colonizados, y no Japón? Porque Japón apostó por desarrollar su propia tecnología imitando al Reino Unido e imitando a Alemania. En Japón se conduce a la izquierda –ustedes saben eso, ¿verdad–, igual que en Inglaterra, y la obsesión era la de ser tan organizados como los alemanes, y desarrollaron una tecnología propia, un armamento propio, y derrotaron a los rusos en 1910. Primera victoria militar de un país del sur contra el norte. Entonces los japoneses precisamente han desarrollado una tecnología que hoy les permite estar presentes en este universo, digamos, primero, como potencia industrial, la única potencia industrial del sur.
Estados Unidos salió de esa situación en la primera mitad del siglo XIX. Estados Unidos, cuando gana su independencia, es un país que vive del monocultivo del algodón, como Cuba vivía del monocultivo de la caña. Bueno, la pregunta que los historiadores deben hacerse es por qué Estados Unidos salió de su condición de monoproductor de algodón para transformarse en una superpotencia industrial, vencedor de la Primera Guerra Mundial, vencedor de la Segunda Guerra Mundial, vencedor de la Guerra de Secesión del norte contra el sur, cuando Brasil no lo ha conseguido, Argentina no lo ha conseguido, México no lo ha conseguido, etcétera. Es una verdadera cuestión central, y Japón sí lo ha conseguido.
Entonces hoy tenemos, como, digamos, si la cuestión del colonialismo se plantea, es que una cosa es obtener su independencia y su soberanía, y otra cosa es seguir dependiendo tecnológicamente de lo que produce el país dominante, o los países dominantes.
¿Por qué América Latina, aun cuando había doce países progresistas en América Latina, no consiguieron crear ni una universidad de alto nivel, que impidiera que la mayoría de los Doctorandos de América Latina vayan a hacer sus Doctorados a Estados Unidos, o a Alemania, o a Francia, o a Rusia, o a donde sea? ¿Por qué no se ha conseguido eso?
O sea, yo creo que hay que también plantear la cuestión, cuando hablamos de Internet, de por qué no tenemos, en el sur en particular, no tenemos, ni siquiera se piensa en tener una rivalidad, no en materia de contenidos, si bien que es necesario, pero en materia tecnológica.
Observen lo que está pasando con Huawei y la 5G. Los Estados Unidos están llevando a cabo una verdadera guerra, que es una guerra colonial finalmente contra China, para detener el progreso de Huawei en materia de 5G. Pretenden que si un país le compra Huawei a China con la 5G, China, como Estado, estaría penetrando como con un caballo de Troya en ese país. Inglaterra ya ha dado luz verde para equiparse, pero los norteamericanos acaban de detener en Suiza, acaban de intimidar a Suiza para que no sigan adquiriendo la 5G con Huawei.
El temor es tecnológico, porque los Estados Unidos en definitiva, en materia de teléfonos o de telefonía, aunque tienen aún el Iphone, recuerden que cuando empezó la telefonía digital, la empresa que dominaba la tecnología digital, el primer teléfono digital que se impuso como tal era Motorola, que era un gran teléfono así, que hemos tenido varios; grande, que si lo comparamos con los que hay ahora, es un teléfono, casi como el teléfono de baquelita negro que había antes. Entonces era Motorola. ¿Qué ha sido de Motorola? Yo creo que aquí debe haber generaciones que no han oído hablar de Motorola jamás. Y luego, recuerdan ustedes cuando era Nokia. Un país, Finlandia, tenía el mejor teléfono del mundo, y todo el mundo quería tener un Nokia. ¿Qué es de Nokia hoy? Y el Iphone es posible que siga, aunque sigue fascinándonos, es posible que siga ese destino, mientras que hoy los coreanos del sur, pequeño país, que ha imitado a Japón, que se ha dotado de tecnología, Corea del Sur es un país de 45 millones de habitantes, evidentemente cuatro veces más que Cuba, es obvio; pero es un país menos poblado que España, y es una superpotencia tecnológica; y no solo ahora tecnológica, sino miren lo que ha pasado con los Óscares este año, oigan, que es una revolución: primera película coreana del sur en la historia que recibe el Oscar a la Mejor Película y que es una película de Corea del Sur, o sea, que Corea del Sur produce también cultura popular, produce también contenido que seduce al mundo, miren lo que es la K-pop, que debe haber en la propia Cuba millones de adolescentes fascinados por la K-pop la cultura popular coreana, los grupos musicales coreanos.
Yo estuve en el stand de Corea del Sur aquí. La embajada de Corea del Sur en México tenía un stand en la Feria del Libro. Cantidad de adolescentes llegaban allí para preguntar por la K-pop, y los enviaban al stand de Japón manga, que no es lo mismo, como saben ustedes.
Quiero decir que Corea del Sur es aquí un país que ha emprendido una carrera hacia la descolonización, controlando y produciendo su propia tecnología, el Samsung, el LG, y produciendo sus propios contenidos, que conquistan al mundo. Parásitos no solo es el Oscar a la Mejor Película; es la Palma de Oro en el Festival de Cannes a la mejor película, y derrotó a nuestro amigo Almodóvar con Dolor y gloria, que es una película excelente, en mi opinión; pero Parásitos es una película buenísima, y además es una parábola sobre la situación actual, sobre la drogalización, sobre el neoliberalismo. Es una película extremadamente compleja y muy política.
Bien, como ven, lo que estoy diciendo es que descolonizarse no es tan sencillo, aunque cuesta mucho. Evidentemente muchos países han hecho enormes sacrificios; pienso en Vietnam, pienso en Argelia, pienso en Cuba; un enorme sacrificio, para conquistar la soberanía, para conquistar la independencia; pero, bueno, Fidel lo decía también: la segunda independencia está por conquistar. Y ahora hay que ir por la tercera independencia, que es la independencia digital, la independencia tecnológica, el ser soberanos en el ciberespacio. Esta es la misión, el objetivo de las nuevas generaciones en América Latina en particular, porque América Latina, si es consumidora masiva de redes sociales, no es normal que no produzca sus redes sociales. En definitiva, estas redes sociales solo están pasando; no sabemos si dentro de cinco años existirá Facebook, aparentemente sí, pero es posible que no.
Cuando las redes sociales empezaron a desarrollarse, ya ni nos acordamos de los nombres de las redes sociales que parecían absolutamente indispensables y que acabaron por desaparecer.
Yo siempre digo: que estemos en los 30, 40 o 50 primeros años de Internet, recuerden que cuando Humboldt llega a Caracas la imprenta ya tiene cuatro siglos. ¿Qué pasará cuando Internet tenga cuatro siglos? ¿Qué pasará? ¿Y estaremos como estamos ahora aquí? ¿Llegará un viajero a Cuba dentro de cuatro siglos y dirá: bueno, pues aquí aún no hay la propia red social, o aún no hay el teléfono más avanzado? Yo espero que no porque este es uno de los países que tiene más conciencia de esta problemática; porque Fidel, como lo ha dicho Rosa Miriam, fue uno de los primeros que entendió la importancia de Internet; que se puso él mismo –¿te acuerdas, Rosa Miriam–, él mismo se puso a trabajar en una computadora para aprender a escribir en un teclado y le enseñó a Chávez a usar el correo electrónico, y Chávez después también era un apasionado, lo entendió.
Hoy día podemos decir que el presidente Maduro está presente en todas las redes, y en cuanto se crea una red nueva que tiene influencia, inmediatamente está ahí metido. No hay que, evidentemente, abandonar esa batalla; pero yo digo que hay otras batallas, que son de otro nivel, pero que están al alcance del esfuerzo educacional, el nivel científico en particular que tiene Cuba, porque ha hecho prodigios en términos de biotecnología, en términos farmacéuticos, en términos de investigación médica, como ciencia, ¿verdad? Pero hoy es en la inteligencia artificial donde tenemos que estar presentes. Ahí deben estar los matemáticos, es la inteligencia artificial, es la robótica, es la drónica, que es donde hay que estar muy presente cuando llegue la inteligencia artificial.
Yo lo que digo es que, si la inteligencia artificial avanza, y si no la controlamos, es que la inteligencia artificial acabará por excluir al ser humano del planeta; porque una robótica avanzada con inteligencia artificial ya no necesita todas nuestras debilidades; un robot con inteligencia artificial es inmortal y omnisciente, igual que Dios: sabe todo, ve todo y tiene un cuerpo que es eterno. Bueno, ¿qué diferencia hay con Dios? Definan a Dios, y es el robot dotado de inteligencia artificial. Entonces es obvio que ese Dios o esos dioses no van a necesitar al ser humano.
No sabemos qué mundo será. Tenemos que controlarlo. Ese es un desafío para la humanidad. Por eso se habla mucho… ¿Ustedes han oído hablar de qué tipo de sentimientos hay que darle al robot?, si puede haber robots criminales, ya ha habido robots que han matado a personas. Se está desarrollando una legislación para los robots.
En China, últimamente hubo una decisión judicial a favor de un robot que había escrito unas informaciones para la prensa y que la prensa había difundido, y no le querían pagar al robot. Bueno, el conceptor del robot es el que va a cobrar, obviamente, pero el robot había escrito de manera autónoma la información.
Aquí no se lee mucho las informaciones de Bolsa, me imagino, pero en los países capitalistas, donde se lee la información de Bolsa, está enteramente robotizada; la escriben robots. Muchas de las crónicas deportivas que se leen en la prensa de gran tirada están escritas por robots, porque identifican a los jugadores y tienen textos ya hechos. No quiero decir que los cronistas describen como robots, pero los robots describen como cronistas.
Yo creo que el desafío para las nuevas generaciones tiene que ser en la producción, como lo ha dicho el presidente Díaz-Canel, la producción de tecnología, de nueva tecnología, que nos permita también avanzar en ese terreno.
La batalla del contenido, esa la podemos ganar con relativa facilidad, la batalla de las nuevas tecnologías propias, esa es la que hay que ganar.
Muchas gracias.
(APLAUSOS)
Yasel Toledo Garnache: Muy interesante. No diré nada más. Les doy la palabra a ustedes, al público. Pueden preguntar, opinar, lo que deseen.
(Varias intervenciones del público):
Rosa Miriam Elizalde:
Dominio Cuba es realmente un proyecto de innovación digital, que intenta utilizar metodologías de la comunicación estratégica. Necesita la conjunción de diversas disciplinas y ha sido muy difícil de armar, porque todavía no hay condiciones en los medios para integrar estos equipos multidisciplinarios.
Nosotros hemos partido de un principio: no inventar la rueda. Estudiar los referentes internacionales exitosos, qué narrativas impactan en las audiencias, cómo se derivan los mensajes en cada plataforma, qué estándares funcionan en los móviles -la principal pantalla para compartir contenidos hoy-. Fue lo que hicimos en la Cumbre de las Américas de Perú, en 2018, el primer proyecto con el que se inicia Dominio Cuba, aunque todavía no nos llamábamos así.
Algo que es muy difícil entender para un periodista que trabaja en un medio tradicional es que se acabó la época de los los llaneros solitarios en nuestra profesión. Hace falta equipos, con roles especializados, para poder enfrentar la comunicación que se sostiene en una arquitectura compleja donde la estética y los sentimientos son variables de primera importancia.
Se terminó aquella era en la que Ernest Hemingway, cuando se le resistía un título, tiraba la máquina de escribir por la ventana del Toronto Star. Todo dependía de él y su máquina. Eso se acabó. Estamos transitando hacia la era prealfabética, donde la gente se comunica sobre todo a través de las imágenes, donde se apela a emociones primarias, donde no basta con tener la verdad, donde tienes que pelear porque tu mensaje se escuche y se tenga en cuenta en medio de un ruido descomunal.
La izquierda en este sentido ha sido tradicionalmente muy soberbia. Como tenemos ética, como defendemos a los pobres de la tierra, todo el mundo tiene que escuchar cuando nos encaramamos en un cajón de bacalao y gritamos nuestras verdades.
Cuando nosotros emprendimos en 2009 la segunda versión de Cubadebate, hicimos algo parecido: estudiar los referentes más innovadores del momento. El modelo que sirvió de punto de partida era The Huffington Post, un blog de bloggers que fue esencial en la maquinaria que llevó a Barak Obama a la Casa Blanca. Después lo que hicimos fue montar en esa metodología nuestros valores, nuestra línea editorial.
Los medios públicos en Cuba, tantos los tradicionales como los nativos digitales, tienen grandes dificultades para la gestión de la innovación. No solo no tienen presupuesto para ello, sino que se siguen reproduciendo rutinas en las redacciones ancladas en los tiempos en que los medios tradicionales eran hegemónicos. Eso ha cambiado dramáticamente.
Las posibilidades para la transformación del sistema de medios públicos del país están descritas en la nueva política de comunicación social aprobada en 2018. Esta debe aterrizar en decretos-leyes y en nuevas formas de gestión de los medios, que permita incorporar nuevos roles: diseñadores, cientistas de la información, comunicadores, productores audiovisuales, matemáticos, estadísticos, informáticos, cientistas sociales… en función de las necesidades comunicativas, y no por plantilla. Ese es el secreto de Dominio Cuba, que hemos podido organizar en la Unión de Periodistas para mantener un sistema que nos permita simultanear la investigación, la producción, la innovación y la socialización del conocimiento en este escenario.
La compañera que intervino llamaba la atención sobre la generación de contenidos. El 90 por ciento los contenidos de Internet son basura (spam) o no están al alcance del usuario común. Muchas veces son cartas de amor que se hace la gente a sí mismas. Por lo tanto, se necesita un extra para alcanzar la atención, para comunicar, y eso necesariamente exige saberes profesionales.
Y ahí voy a cerrar, porque le voy a dejar la palabra a Ignacio.
Han sido muy interesantes las preguntas y las reflexiones que han hecho los compañeros, que tienen que ver con la necesidad de interpretar este mundo desde nuestra orilla. Desgraciadamente, no hay suficientes espacios desde la izquierda para debatir estos temas. No es que no haya información; hay mucha información en Internet. Si usted quiere investigar sobre cualquier tema desde una perspectiva liberadora, va a encontrar intelectuales y académicos que están interpretando la realidad y que están intentando la transformación de la realidad no solo generando teorías, sino participando en prácticas sociales liberadores. Ahorita les hablé de los argentinos, hay que estudiar esa experiencia. O la experiencia de MORENA, en México, que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de ese país. A AMLO le aplicaron todo tipo de estrategia de ataque y de fakenews, llegaron a crear clusters comunicacionales de muy alta tecnología para implicarlo en vínculos con los venezolanos, los cubanos, los rusos, y su estrategia de campaña utilizó tanto la defensiva como la ofensiva, muchas veces apelando al humor, a los memes. Me acuerdo de un video que se convirtió en viral en medio del supuesto vínculo con Putin, en que López Obrador se presentó como Andrés Manuelovich, con lo cual se burló de todo eso y capitalizó a su favor la campaña tóxica.
Eso no salió de la nada; salió de equipos que, apropiándose de todo estos saberes, metodologías y técnicas de las cuales que hemos estado hablando aquí -incluida la big data y la inteligencia artificial-, enfrentaron la disputa por la narrativa y por el sentido en condiciones superiores a la de los adversarios. Digo superiores, porque cuando existe una simetría en el acceso a la infraestructura y en el conocimiento, la superioridad de la izquierda llega por la ética, por sus valores. Ellos están dispuestos a mentir y a jugar sucio; nosotros no. La inteligencia artificial no es suficiente. Puede llegar a aberraciones como las que contaba Ignacio, pero la inteligencia artificial no es nada si no tiene detrás los analistas que puedan interpretar los escenarios.
El campo popular está lleno de talentos, y hay mucho talento en Cuba. Y a mí me emocionó mucho el video de los muchachos de Matemáticas con el que empezó este Dialogar, porque ese pensamiento es un pensamiento totalmente descolonizado, y eso se está generando en nuestros espacios. El reto –lo decía Ernesto Vera, quien fue presidente de la UPEC, uno de los fundadores de la Unión de Periodistas de Cuba– es qué hacemos cuando la mentira está organizada y la verdad dispersa. La única solución es organizarnos, generar los espacios de debate, de discusión; generar una cultura para poder entender este escenario, compartir el conocimiento, socializarlo y acortar los ciclos de aprendizaje, madurar con carburo.
Nosotros no podemos esperar por que esa cultura digital de izquierda nos llegue por otros; hay que crear los mecanismos, las instituciones, los espacios que permitan integrar las fuerzas poder avanzar porque, es muy asimétrico el escenario, ¡muy asimétrico!
Y voy a cerrar con una idea: no es difícil enfrentar y vencer en este mundo en el que hay que oponerle a la “inteligencia artificial” de unas élites económicas y políticas, el “general intellect” del que hablaba Carlos Marx, las comunidades humanas conscientes, organizadas y preparadas intelectualmente. Hay experiencias en América Latina y en otras partes del mundo ¿Cuáles han sido los instrumentos de los palestinos, por ejemplo, para reforzar los sentimientos de identidad y de defensa de su territorio en los niños y jóvenes? Los videojuegos. Israel abrió el banderín de la conectividad en la Franja de Gaza con la convicción de que sometería a estos pueblos culturalmente. Se equivocaron. La lucha por el territorio es la lucha también por la subjetividad. Ese es el mensaje palestino y ese es nuestro desafío.
(APLAUSOS)
IGNACIO RAMONET. Una vez más sinceramente creo que Rosa Miriam ha marcado la línea, la buena línea; el buen análisis y la buena línea.
Yo simplemente quisiera insistir sobre esta cuestión. En relación con la información, que han planteado las dos personas que hablaron, en realidad, vivimos algo muy excepcional y no siempre tenemos conciencia de ello. Es decir que, si tomamos la historia de los medios de masas, que es una historia relativamente corta, porque aparece a final del siglo XIX hasta el surgimiento de Internet, globalmente la relación que existe es una relación de emisor activo y receptor pasivo; globalmente es eso. La televisión nos habla y nosotros no tenemos nada que decir, a menos que queramos hablar con el televisor, que siempre es posible, o con mi mascota, puedo hablarle a mi perro, o con mi gato, y decirle: no estoy de acuerdo con esto; no le puedo hablar a la persona que está ahí. Con el periódico, igual, aun menos, porque el periódico no habla; hablo en mi cabeza, cuando lo leo. Y con la radio, idéntico: la radio nos habla y nosotros escuchamos.
La mayoría de los estudios, en términos de funcionamiento de los medios, lo que más abunda es estudios de contenido, por definición. Lo menos conocido –yo lo he dicho muchas veces–, el agujero oscuro que no conocíamos era qué hace la recepción, qué hace el receptor con lo que recibe; porque finalmente lo que nosotros sabíamos era esto: esta emisión ha tenido tantos millones de telespectadores. Bueno, pero esos telespectadores pueden pensar que esa emisión no vale nada; no quiere decir que adhieren a la emisión, pueden recibirla con entusiasmo, o con sentimientos críticos, o con rechazo, o puede reforzar sus sentimientos de rechazo, etcétera.
Esto se conocía muy poco, pero en todo caso los roles estaban definidos: había emisores y había receptores. Eso se transforma con la llegada del Iphone. Al inventarse el Iphone, primero, lo que se produce es que este aparato, que seguimos llamando teléfono pero que obviamente no es más que un aspecto de las mil posibilidades que tiene este aparato, que es globalmente una computadora, primero lo que hace es mezclar tres sistemas de comunicación que histórica y tecnológicamente eran muy diferentes: lo escrito, lo sonoro y lo visual. Se han desarrollado artes diferentes: la literatura para lo escrito, digamos el teatro o la radio, para lo oral, la retórica, y el cine, séptimo arte, etcétera. Y de repente… Por eso hay una palabra que ha desaparecido ya de nuestras conversaciones cuando hablamos ahora de los medios: multimedia. Ya no decimos multimedia; esa palabra se decía en los años ’90 porque teníamos un aparato que mezclaba los tres medios, y no solo los mezclaba, sino que los expresa con la misma tecnología.
Rosa Miriam ha recordado ahora un gesto legendario de Hemingway, que es tirar su máquina por la ventana porque no salía un título. ¿Esa máquina cómo se llamaba? La máquina de escribir, ¿verdad?, lo que tira Hemingway por la ventana es una máquina de escribir. Se llamaba la máquina de escribir porque, ¿para qué servía esa máquina? Para escribir. ¿Servía para dictarle, yo le podía dictar un texto? ¡No! ¿Servía para grabar una imagen? ¡No! Solo servía para escribir. Se llamaba máquina de escribir.
Ustedes, en una computadora, pueden escribir; pero pueden hacer mil cosas.
Los teléfonos de baquelita de los que yo hablaba antes, que son teléfonos que se ven en las películas, ¿servían para escribir? ¡No!, solo servían para el sonido. La radio solo servía para el sonido. Quiero decir, había tecnologías que no se podían cruzar. La imprenta, de la que hablamos antes, de la que hablaba nuestro amigo Humboldt, la imprenta no podía grabar imágenes en movimiento, ni sonidos. Ahora sí lo hacemos mediante un sistema digital, ahora los sistemas son que un texto, una letra, es una ecuación matemática. Aquí hay matemáticos, ¿verdad? Es una ecuación matemática escrita con un sistema binario, de ceros y de unos. La A no es una A; en la computadora, lo que transforma visualmente en una A es una ecuación.
Digamos, antes un árbol se parecía a un árbol, y para tener un árbol tenía que fotografiar un árbol; yo ahora puedo sacar un árbol con simplemente una ecuación. Es lo que hacen las imágenes de síntesis cuando vemos la película de animación: son ecuaciones transformadas en imágenes.
Entonces todo eso ha evolucionado de tal manera, que ahora lo que tenemos en las manos, por primera vez en la historia mediática, es un sistema en el que se confunde el receptor y el emisor, el receptor y el emisor es la misma persona. Eso no ha existido nunca.
Yo decía: están ocurriendo cosas excepcionales, y no nos damos cuenta. Esta es una de ellas. Y, además, yo diría que la aspiración política, durante toda la historia de los medios, era la democratización de los medios. ¿Por qué? Porque los medios pertenecían a las clases dominantes. ¿Cuál era la función de los medios? Domesticar a la sociedad. Porque todo el mundo entiende bien que, si yo soy la persona más rica del país, si tengo la empresa más importante del país, si poseo el banco más importante del país, si tengo todo el poder, hay homogeneidad, y tengo todo el poder político además. Pero resulta que yo tengo todo el poder empresarial, todo el poder financiero, todo el poder comercial, y ahora le doy el poder a la gente, establezco la democracia, y digo: ustedes van a decidir. Oye, hay el peligro de que la gente no me elija a mí.
Entonces, ¿cómo yo hago para darle el poder a la gente y, a la vez, quitárselo? O sea, le doy el poder, pero me apodero de su cerebro. ¿Cómo? Mediante el control mediático, que es lo que se llama la propaganda. Van a introducir en nuestras cabezas ideas que no son las nuestras. Es lo que se ha dicho aquí ahora mediante la red.
Entonces ese sistema partía del principio de que la audiencia, la recepción, era pasiva, y todo lo que habíamos explicado hasta ahora era sobre esa base. De repente, cada uno de nosotros se transforma en emisor. Entonces lo que tenemos es un inmenso ruido, que es lo que ha dicho Rosa Miriam, un inmenso ruido, todo el mundo se ha puesto a comunicar y a contar su vida y a escribir. Ha dicho que el 90 por ciento son historias de amor de sí mismos. La gente se oye escribir, o se oye hablar, se graba, graba su fotografía, envía su fotografía; narcisismo total, exhibicionismo absoluto. Hay capítulos sobre eso en mi libro.
Entonces hoy estamos en un momento en que el ruido es tremendo. Y la pregunta es: ¿cómo distinguir? Muy difícil, obviamente, muy difícil. ¿Por qué, además?
Se han planteado preguntas fundamentales: ¿cómo hago yo para saber que una información no es verdad? A veces salta a la vista, pero a veces no tanto salta a la vista; a veces los medios tradicionales ayudan a desmontar una falsedad que las redes sociales se han encargado de difundir masivamente.
Estoy pensando, Rosa Miriam, en la cuestión del camión incendiado en el puente de Cúcuta en febrero del año pasado, cuando quisieron invadir, bajo pretexto de ayuda humanitaria, a Venezuela.
Entonces ahí hubo una investigación del New York Times, aunque evidentemente el gobierno había desmentido, Arreaza en particular, el canciller, había hecho una demostración en Naciones Unidas; pero, como se dijo aquí, eso no trasciende. Cuando lo dijo el New York Times, ya evidentemente los propios defensores, que son globalmente pronorteamericanos, vieron que el medio norteamericano más respetado, más considerado, desmentía la información, ya no la podían seguir afirmando; pero eso no ocurre todos los días.
Y ahora nosotros sabemos eso porque nosotros mismos somos víctimas. Yo he contado experiencias mías, propias, de cómo yo mismo me creo falsedades y las repercuto. ¿Por qué? Hay una disciplina científica que se llama la Neurociencia, ¿verdad?. tengo entendido que aquí se estudia la Neurociencia, y la Neurociencia nos dice que tenemos tendencia emocional a creer aquello en lo que creemos; parece evidente. Si una información confirma lo que yo creo, lo que yo siempre he creído, me la creo.
Por ejemplo, yo soy antimperialista; aquí hay algunos y algunas antimperialistas. Si leemos una información que nos dice que los Estados Unidos son malos en tal o cual aspecto, globalmente nos lo vamos a creer porque sabemos que son malos, y la vamos a difundir, aunque sea falsa, ¿entienden lo que digo? Porque evidentemente nos toca aquello de lo que estamos convencidos, aunque sea falsa.
Entonces eso es lo que se llama ahora la verdad emocional, porque no toda verdad es dos y dos son cuatro. Es lo que Frantz llama ahora el hecho alternativo: tú tienes tu verdad, yo tengo mi verdad, eso dice Frantz. ¿Pero qué es la verdad?
Recuerden que la humanidad, desde que se inició hasta el siglo XVIII, funcionó con una verdad, que se llama la verdad mágica porque, no sé, el Papa escuchaba a Dios y decía qué es lo que había que hacer; o el santero escuchaba, o se tiraban las cartas, o se degollaba una gallina y se veía cómo se movía. Y esa era la verdad.
Oigan, la Grecia antigua, que inventó la filosofía, creía en el oráculo de Delfos; es decir, que una vez al año, en un momento preciso, en Delfos, había una persona que de repente sabía lo que iba a pasar: que había que hacer la guerra o no hacer la guerra, etcétera. Oiga, cosas que llevaban consecuencias tremendas. Bueno, el mundo funcionó durante milenios con la verdad mágica; hace apenas dos siglos que tenemos verdad científica ahí. Eso no ha impedido el fascismo, que ha sido recordado aquí, no ha impedido horrores como los campos de exterminio, en fin.
Entonces quiero decir: hoy estamos en un momento en el que precisamente las palabras, los conceptos en cºomunicación que han surgido últimamente, ¿cuáles son? Fake news, posverdad, verdad emocional, verdad alternativa. Mira, todo eso te está diciendo que hoy las certidumbres no son tan exactas. ¿Debemos por ello bajar los brazos? ¡No!, yo digo como Rosa Miriam; ¡es la batalla que tenemos que librar! Aquí estamos evidentemente. Y hay que hacer masa. Y pienso que esa batalla, en todo caso, cada vez que se pueda, hay que desmentir lo que obviamente es falso.
En este momento la guerra híbrida –como citó antes Rosa Miriam– más importante es la que se da contra Venezuela. No, se ha reforzado también contra Cuba, pero Venezuela es el objetivo número uno. Y ahí un aspecto fundamental de la guerra híbrida es imponer un relato que les dé la razón a los adversarios del gobierno venezolano y de la revolución bolivariana. Contra eso sí podemos luchar, obviamente.
Muchas gracias.
(Aplausos)
Yasel Toledo Garnache: Les agradecemos a todos la presencia durante estas dos horas de intercambio, y los invitamos a adquirir el libro El imperio de la vigilancia, que está en el fondo de la sala. Los invitamos también al próximo Dialogar, dialogar el 18 de marzo, a las cuatro de la tarde aquí, en el Salón de Mayo, para debatir en torno a las Desigualdades vinculadas al color de la piel. Imaginarios y realidades en la Cuba de hoy. Recuerden que pueden sugerirnos temas para el análisis mediante el correo dialogardialogar@gmail.com. Muchas gracias.
DIALOGAR, DIALOGAR: EL COLONIALISMO 2.0 Y LOS DESAFÍOS DE LA IZQUIERDA. ¿QUÉ HACER?
PABELLÓN CUBA, 19 DE FEBRERO DE 2020.
PANELISTAS: ROSA MIRIAM ELIZALDE E IGNACIO RAMONET
CONDUCTOR: YASEL TOLEDO GARNACHE
Colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda, ¿qué hacer?
El colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda, ¿qué hacer?, marcó el centro del debate en el Salón de Mayo durante el espacio Dialogar Dialogar, que cada mes auspicia la Asociación Hermanos Saíz para suscitar la reflexión y análisis sobre temas de la realidad cubana y foránea.
En la conducción del periodista Yasel Toledo Garnache, el espacio se honró al tener como panelistas, esta vez, al destacado periodista e investigador, Doctor en Semiología e Historia de la Cultura Ignacio Ramonet y a la doctora en Ciencias de la Comunicación y vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba Rosa Miriam Elizalde Zorrilla.
Los intelectuales analizaron el contexto latinaomericano desde Internet, región donde cerca del 81 por ciento de los jóvenes están en facebook, y el número de personas que son usuarios de la red asciende a casi 440 millones, “usuarios generadores de contenidos que más del 90 por ciento de ellos pasan por el filtro de los Estados Unidos”, según se explicó en el encuentro.
Considerada por los especialistas como infraestructura dominante, Elizalde Zorrilla se refirió sobre la necesidad de estar alertas a esta nueva realidad en la que aparece una nueva tecnología que se convierte en espacio de guerra, cuarta dimensión o territorio que interviene en todos los aspectos de la vida cotidiana.
“Nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro fue uno de los primeros en alertar sobre lo que significaba Internet, al referir que quien controlara esta plataforma decidiría los destinos de la humanidad. Vislumbró sobre las potencialidades liberadoras de la red de redes, creando un modelo diferencial para un país como el nuestro, desde diversos espacios y desde la preparación del capital humano que los desarrollaría”, dijo la doctora en Ciencias de la Comunicación.
foto: Liester amador
Por su parte, Ramonet señaló cómo América Latina se ha convertido en rehén de esta infraestructura y sus manipulaciones, poniendo como ejemplo el el golpe de estado a Evo Morales, donde solo en tres o cuatro días fueron creadas miles de cuentas falsas en twitter para generar la sensación de que existía apoyo popular al golpe.
Asimismo refirió que ante este contexto se erigen espacios de resistencia evidenciados en Venezuela con la cuenta @chavezcandanga, la cual empoderó a la militancia Chavista, o más reciente, en Argentina, donde ganó la izquierda también gracias al trabajo desde las redes.
De igual modo sugirió que si bien la descolonización tecnológica no es tan sencilla, hay que ser capaces de lograrla, o al menos trabajar en ella, pues Internet es un sitio de fuerte enfrentamiento cultural.
“Hay que estar presentes en las redes, las grandes potencias han creado ejércitos para ese espacio, la batalla debe ser ocuparlo y defenderlo; para ello hay que combatir con las armas del enemigo: la tecnología. El principal objetivo de los jóvenes en Latinoamérica tiene que ser sin dudas ser soberanos en el ciberespacio”, aseveró el catedrático español.
La creación de equipos multidisciplinarios que desde los referentes puedan erigir sitios virtuales para generar contenidos inteligentes, y hacer frente a la inmensa infraestructura de Internet, fueron acápites sugeridos al público que asistió al Dialogar Dialogar, espacio de la AHS que rinde homenaje permanente a Alfredo Guevara, quien fue eternamente joven por sus ideas y la capacidad para polemizar y soñar junto a las nuevas generaciones.
Debatirán Ignacio Ramonet y Rosa Miriam Elizalde sobre colonialismo 2.0 en Dialogar, dialogar
El catedrático y periodista español Ignacio Ramonet, doctor en Semiología e Historia de la Cultura, y Rosa Miriam Elizalde, doctora en Ciencias de la Comunicación y vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba, serán los invitados en el espacio Dialogar, dialogar este 19 de febrero, para debatir en torno al Colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda. ¿Qué hacer?
A partir de las cuatro de la tarde de ese día debe comenzar el intercambio en el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba, sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz, en el cual pueden participar todas las personas interesadas, quienes tendrán la posibilidad de preguntar, expresar sus opiniones y enriquecer el debate.
También deben asistir estudiantes universitarios, incluidos algunos de la facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, quienes la semana anterior realizaron un taller con parte del equipo de Dialogar, dialogar, sobre algunas particularidades del tema, especialmente en el país caribeño.
Autor de libros como “El imperio de la vigilancia”, “La explosión del periodismo”, “¿Qué es la globalización?”, “Propagandas silenciosas” y “La tiranía de la comunicación”, Ramonet tiene amplia experiencia en el análisis de fenómenos relacionados con la comunicación, las plataformas digitales y las disputas políticas e ideológicas en diversas regiones del mundo.
Fundadora del prestigioso sitio digital Cubadebate, autora o coautora de obras como “Clic Internet” y ganadora en varias ocasiones del premio periodístico Juan Gualberto Gómez, el más importante concedido en su país para reconocer la obra de un periodista durante un año, Elizalde es una profesional con amplio reconocimiento en el campo de la comunicación y las nuevas tecnologías, por su dominio de la teoría y la práctica, demostrado en diversos proyectos como Dominio Cuba.
Creado en el año 2013 por iniciativa de la Asociación Hermanos Saíz, Dialogar… se mantiene como una plataforma para el intercambio sincero, valiente y responsable entre varias generaciones de cubanos, con líneas temáticas relacionadas con la cultura, la historia y la sociedad en general.
Los temas más recientes han sido “José Martí en la hora actual de Cuba”, “La responsabilidad colectiva, ¿cómo se construye, cómo se destruye?”; “El rol de los jóvenes creadores en la Cuba de hoy”; “Resistencia y creación: La cultura de nuestro tiempo”; y “El dirigente como servidor público”.
Este espacio es un homenaje permanente al sobresaliente intelectual Alfredo Guevara, fallecido en abril de 2013, quien fue eternamente joven por sus ideas y la capacidad para polemizar y soñar junto a las nuevas generaciones.
Las transcripciones del Dialogar, dialogar pueden leerse en dos libros, titulados Hacia una cultura del debate, en sus volúmenes uno y dos, los cuales fueron publicados por la Casa Editora Abril.
Notas sobre resistencia cultural y creación artística (Espacio Dialogar, dialogar + fotos)
Agradezco a los organizadores la invitación. Es un lujo que la Asociación Hermanos Saíz mantenga un espacio como este que nos permite pensarnos y que también, de muchas maneras, nos confronta. “Dialogar, dialogar” nació para rendir tributo a Alfredo Guevara y quiero recordarlo a él hoy de manera especial, en este lugar que fue también su casa y la casa del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano porque él así lo quiso.
El tema que la AHS nos invita a debatir esta vez propone entre otros el análisis de los vínculos entre resistencia cultural y creación artística. Intentaré aquí un acercamiento preliminar a partir de mi experiencia profesional en la cual confluyen mi trabajo con teatrólogo y mi desempeño como director del Programa de Estudios sobre Culturas Originarias en la Casa de las Américas.
No obstante, necesariamente, debo mencionar antes la resistencia popular que emerge en la región –en Ecuador y Chile– como respuesta a la desfachatez del neoliberalismo y también la resistencia indígena que se levanta frente a ese terrorífico Golpe al Estado Plurinacional de Bolivia que ha remontado el proyecto colonial, excluyente, racista y fundamentalista de la conquista. Lo que ocurre hoy en Ecuador, Chile, Bolivia y ahora también en Colombia no solo nos obliga a expresar nuestra condena a las fuerzas coloniales represoras y nuestra solidaridad con los pueblos que luchan, sino que nos exige estar atentos y pensar-obrar-sentir sin ingenuidad.
Al abordar el tema de la resistencia cultural lo primero que salta a la vista es la necesidad de comprender a fondo la diversidad de actores y contextos que hacen parte de los disímiles procesos en los que esta aparece como una imperiosa necesidad de subsistencia. Ello nos permite evaluar la complejidad que entraña usar una noción que, como explicara Néstor García Canclini, en un texto publicado hace ya casi una década, “es una de las más gastadas y menos analizadas en la retórica crítica” (2010).
Hoy, si bien sigue siendo una noción poco estudiada es, además, uno de los términos apropiados por la derecha ultraconservadora e imperial para sustentar amañados procedimientos de subversión. Lo anterior obliga a poner apellidos a los procesos de resistencia siendo aquellos que enfrentan la hegemonía colonial-neoliberal los que en particular me interesan.
En estos tiempos las prácticas revolucionarias y descolonizadoras operan en un mundo en el cual, mediante la fuerza, pero también con la puesta en marcha de estrategias muy sofisticadas de “colonización del deseo” (Rolnik, 2019), se prefiguran escenarios –parques temáticos– para canalización sectorializada de la necesidad humana de expresar disenso.
Estos compartimentos estancos, que nos obligan a enfocarnos en temas específicos al tiempo que invisibilizan otros, buscan estandarizar los comportamientos, controlar las reacciones y conducir la atención de los individuos –individuos cada vez más individualistas–, hacia zonas alejadas de los fundamentales conflictos del mundo.
En estos sitios está permitido ejercer, dinero en mano, la única libertad posible: comprar, consumir. Lo ignoran algunos, pero, en verdad, formamos parte del ciclo que no solo nos hace devenir consumidores, sino que acaba transformándonos en mercancía, de modo que nuestra vida, como la del antiguo Sísifo, es reducida a una puesta en escena en la que permanentemente nos vendemos a nosotros mismos. Siguiendo esa lógica, podemos decir con claridad que la cultura de nuestro tiempo, que es la de un capitalismo neoliberal despiadado, se caracteriza por la manipulación a gran escala de las subjetividades –individuales y colectivas–, a través de muy sutiles e infinitamente diversificadas tácticas de dominación que operan mediante la exaltación de un egoísmo autofágico y sadomasoquista. Vivimos sumergidos y ahogados en un mundo que, al decir de Homi Bhabha, da “a la cotidianidad alienante un aura de individualidad, una promesa de placer” (2007).
No es raro entonces que cualquier vía que socave, aunque sea en muy pequeña escala, los fundamentos de esa cultura global que estandariza, unifica y quiebra todo vínculo con las esencias humanistas, sea asediada de la manera más acerba por el imperialismo y sus élites locales y trasnacionales o glocales, como algunos prefieren decir.
La justicia social, la solidaridad, la reciprocidad, la complementariedad ponen en crisis el sistema totalitario y homogeneizante y escapan de la lógica del carpe diem. La reemergencia de paradigmas alternativos al neoliberalismo, basados en las propias estrategias de resistencia de los pueblos, y el despliegue con éxito de procesos sociales de matriz descolonizadora, han puesto a funcionar la vieja maquinaria del exterminio, siempre engrasada. El golpe de estado en Bolivia viene a ratificar esa práctica en un subcontinente donde el descontento popular y su expresión ciudadana colectiva crecen y se fortalecen considerablemente.
La creación de un nuevo ejército de evangélicos fundamentalistas trae a escena al mismo protagonista con idéntico objetivo: divide y vencerás. Pero nada de esto es nuevo, esa es la lógica tras las sucesivas conquistas de Abya Yala, y, claro está, la que sostiene por casi 60 años un despiadado bloqueo contra nuestro país.
Entiendo la resistencia cultural como la acción-reflexión descolonizadora y despatriarcalizadora, que visibiliza, de manera dialéctica, las tramas subterráneas de la homogenización neoliberal y busca quebrar desde las macropolíticas, pero también desde las micropolíticas, las estructuras y las narrativas de la dominación imperialista.
No hay dudas de que es esta una batalla que se da fundamentalmente a nivel de subjetividades porque una de las tareas cardinales de esa maquinaria es ocultar los conflictos de clase, género y también los que resultan de los procesos coloniales de racialización. Por ello algunos investigadores hablan en la actualidad de la “invención de los pobres de derecha” como uno de los productos más exitosos del capitalismo de estos tiempos, consumidores sin conciencia de clase y sin voluntad transformadora.
Desde luego que si la estrategia es individualizar hasta la máxima expresión posible el mejor antídoto sería constituirse y fortificarse en comunidad, robustecer los lazos y redes que nos hacen uno con el otro y proteger, a lo interno, las dinámicas naturales de la diversidad, de modo que no sean utilizadas para desmontar las bases de una alianza que no ha de tener más aglutinante que la necesidad de defender la vida, de todos y todas, y el territorio donde esa vida se reproduce. Pienso, por ejemplo, en la resistencia de los pueblos indígenas del continente, avasallados permanentemente en la más absoluta invisibilidad y masacrados con las armas, la biblia, los virus, el dinero, el alcohol…
Son, sin duda, los pueblos originarios los que más genocidios y espistemecidios han resistido y de quienes más debemos aprender. Su unidad como pueblos radica quizás en un hecho que no debemos olvidar. Para los indígenas la tierra es un ente vivo con la que estamos íntimamente relacionados, de modo que comunidad y territorio son una misma entidad no ya desde el punto de vista simbólico, sino también de manera muy concreta.
Si pensamos en la creación artística desde esta perspectiva coincidiríamos, tal vez, en que aquellas obras que contribuyen a la cohesión de la comunidad y a la afirmación de su identidad en un territorio determinado hacen parte de una cultura de resistencia frente al tsunami homogeneizador que individualiza y divide. Sin embargo, hay que ser conscientes de que no basta con sostener y enarbolar ese propósito.
Una obra de arte no es solo resultado de la voluntad del artista sino también de un conjunto de dinámicas institucionales diversas –el propio creador también lo es– y podría reproducir las estructuras e incluso los mensajes de dominación, o en peor de los casos contribuir a la afirmación de estos por un efecto de rebote. Es lo que suele pasar con el panfleto, con las obras que “denuncian” generalizando y con mucha creación-propaganda que acaba repitiendo las mismas fórmulas del melodrama, por ejemplo, y arrastrando, más bien empujando, a los lectores-espectadores con entusiasmo militante al campo enemigo.
No existe la cultura de resistencia sin el arte crítico, capaz de proponer al lector-espectador una estrategia activa de análisis de su realidad, una actividad que en lugar de adormecerlo lo desperece e involucre. Pienso en Bertolt Brecht y en su concepción del teatro épico que no descarta la diversión, pero aspira a una productividad, la cual no puede realizarse sin un creador con sentido crítico y con una intención definida. Al respecto dice Brecht:
Sin criterios y sin intenciones es imposible realizar verdaderas representaciones. Sin saber, es imposible mostrar. ¿Y cómo saber lo que vale la pena saberse? Si el actor no quiere ser ni un papagayo ni un mico debe hacer suyo el saber de su tiempo sobre la convivencia humana, participando en la lucha de clases. Es posible que a alguno le parezca esto rebajarse, ya que -una vez que ha quedado establecido lo que va a cobrar como actor-, coloca al arte en las más sublimes esferas.
Pero las decisiones supremas del género humano se conquistan en la tierra, no en el éter; en el “exterior” y no en los cerebros. Nadie puede estar por encima de la lucha de clases, ya que nadie puede situarse por encima de los hombres. La sociedad no posee ningún altavoz común mientras siga dividida en clases que se combaten. En arte, “permanecer imparcial” significa ponerse del lado del partido “dominante” (1998).
La pregunta “¿Y cómo saber lo que vale la pena saberse?” de Brecht me lleva a pensar en la necesidad de pedagogías decoloniales, las cuales al decir de Catherine Walsh, son entendidas como:
(…) las metodologías producidas en los contextos de lucha, marginalización, resistencia (…) lo que Adolfo Albán ha llamado “re-existencia”; pedagogías como prácticas insurgentes que agrietan la modernidad/colonialidad y hacen posible maneras muy otras de ser, estar, pensar, saber, sentir, existir y vivir-con (2013).
Solo la voluntad de descolonización y de emancipación que implica la puesta en práctica del pensamiento crítico y de una acción transformadora que vaya más allá de la resistencia misma para “producir modos de subjetivación originales y singulares” (2015), puede activar una creación desregularizada capaz de transparentar los mecanismos de control, problematizar la existencia y poner a funcionar el tejido social en función de ese equilibrio del mundo del que hablaba Martí, o del “buen vivir” andino. Parecerá raro, quizás, que yo hable de buen vivir aquí, ahora que los dos países que han constitucionalizado ese principio indígena en el continente enfrentan una profunda crisis de paradigmas producto de la embestida neoliberal y la traición, porque sobre todo traidores hay en esta historia.
En realidad lo hago por la diferencia esencial entre la idea comunal de vivir bien, en equilibrio y armonía con el otro y con el ambiente, la madre tierra o la Pachamama si lo decimos en quechua o en aymara, y el vivir mejor que implica que algunos vivan mejor que otros, o sea que unos tengan más, acumulen más.
Pienso en el ayllu, la comunidad originaria andina, y pienso en la dinámica creadora del teatro de grupo latinoamericano que, afincado en el deseo de construir una comunidad utópica para la comprensión y expresión de nuestras realidades, ha propuesto, fundamentalmente a partir de la segunda mitad de siglo xx, un sinnúmero de experiencias de convivio que radicalizan la necesidad del ser humano de confrontarse en vida con el otro, interrogar nuestras realidades e interrogarnos.
Ese teatro vivo, inquietante, crítico, incómodo, distinto del drama culinario o antiespasmódico, que junta, en el caso de nuestra América, la práctica de Brecht con la del loco Antonin Artaud, ese amigo íntimo de Alejo Carpentier, que viajó a México para encontrar en los rarámuris o tarahumaras una conexión con la vida, humana y cósmica, que no existía en el París de la primera mitad de siglo. Ese quehacer efímero, pero orgánico, constituye un extraordinario reservorio de escenarios y experiencias de resistencia.
Habría que mencionar sin duda el quehacer de figuras como Atahualpa del Cioppo, Enrique Buenaventura, Santiago García, Antunes Filho, Vicente Revuelta, Miguel Rubio y Flora Lauten, el trabajo de los grupos que ellos fundaron. Más acá en el tiempo y centrándome en Cuba podríamos mencionar a Nelda Castillo, Carlos Díaz, Carlos Celdrán, Rubén Darío Salazar, Fátima Paterson, como hacedores de una práctica siempre cuestionadora y revulsiva de esa realidad compleja que muchas veces se muestra en blanco y negro, perfecta o imperfecta, y que las obras de estos creadores discuten, porque nos obligan a abandonar nuestra zona de confort y a dirigir nuestra mirada hacia lugares incómodos de los que solemos apartar los ojos y la mente.
Obviamente, no toda creación teatral participa per se de esa cultural de resistencia, sin embargo, creo que en el teatro como manifestación se dan las bases para que esa cultura se exprese. Jorge Dubatti, un notable crítico y teórico argentino, nos recuerda:
(…) que el punto de partida del teatro es la institución ancestral del convivio: la reunión, el encuentro de un grupo de hombres en un centro territorial, en un punto del espacio y del tiempo. (…) En tanto convivio, el teatro no acepta ser televisado ni transmitido por satélite o redes ópticas ni incluido en Internet o chateado. Exige la proximidad del encuentro de los cuerpos en una encrucijada geográfico-temporal, emisor y receptor frente a frente (…) (2007).
En la reunión de esa comunidad reflexiva que el mejor teatro activa me gusta ver un conjunto de claves que necesitamos comprender. La primera, no estamos solos. La segunda, no somos el centro del universo. La tercera, estamos realmente vivos, no somos zombis, podemos impedir ser convertidos en zombis, quizás, si el mal ha avanzado demasiado, podemos incluso dejar de serlo. “Que nos vean la vida”, decía Martí a sus colaboradores del Partido Revolucionario Cubano, y es recomendación totalmente vigente y lo será aún en este mundo atestado de muertos vivientes, gente hastiada, malgeniosa, amargada que se cruza en nuestro camino diariamente y que a veces se convierte en el camino mismo.
La cultura del mundo occidental actual impone el miedo al otro y propone la soledad del corredor de fondo como salida o refugio. El teatro que prefiero rompe ese aislamiento, busca complicidades y, aunque presente las cosas más terribles, esclarece y conjura, dos cosas que arte en resistencia está obligado a hacer.
Meyerhold y Vajtangov, ambos discípulos de Stanislavki, solían decir, a contrapelo de los postulados de su maestro, que en el teatro el único estado posible era la alegría (Ver Meyerhold, 1988 y Gorchakov, 1962). Sé que hay mucha gente enojada que ha hecho grandes obras que nos enseñan mucho sobre los fracasos del ser humano, pero creo que la mejor de las batallas es la que se combate usando, lo que refiriéndose a Martí, Fina García Marruz denominó, “el amor como energía revolucionaria” (2004).
No sé si el amor de Martí es exactamente el mismo de los Beatles – por aquello de “all you need is love”–– pero sí estoy seguro de que es el mismo estado que Meyerhold y Vajtangov llama alegría, un estado que congrega en la disposición a actuar, que conmina a hacer lo que hay que hacer. El amor y la alegría, no solo son las armas de la resistencia, son las herramientas de la resiliencia, los motores de la acción transformadora que se necesita, sea cual sea la escala de esa metamorfosis.
Porque podemos asumir que hemos perdido la guerra cultural o seguir pelando, sin odios como también decía Martí – en frase que, por cierto, ha sido recordada recientemente por un autoproclamado maestro de democracias—, sin odio, sí, “pero –y vuelvo a Martí— ni una línea atrás de nuestro absoluto derecho” (en García Marruz, 2004). Qué es digo yo el derecho fundamental, obvio, a la vida.
Vivir una cultura de resistencia nos exige no dar nada por sentado, preguntarnos una y otra vez con qué espejuelos miramos el mundo, desmontar el colonialismo internalizado en nosotros mismos y a interactuar conscientemente con los demás, lectores, espectadores, y también con el resto de las instituciones no para afincar nuestro ego, sino para disolverlo en esa acción que transforma y construye. No será fácil claro, habrá traiciones, distorsiones, derrotas, y aprenderemos de ellas si estamos en vida y no nos dejamos matar.
En su último ensayo, Roberto Fernández Retamar, a quien no puedo dejar de recordar si se habla de creación y resistencia porque a él debemos ese Caliban nuestro americano, que sigue siendo una extraordinaria metáfora de la potencia emancipadora y descolonizadora que hay que preservar, proponía una interrogante que hoy, si miramos a Bolivia o a Haití es aún más pertinente. Se preguntaba el poeta:
¿Qué destino es dable esperar, para un mundo sumido de modo creciente en la barbarie, de quienes, mientras consideran inferiores a etnias que no son la suya y como tales las tratan (así habían actuado los nazis), niegan cosas tan obvias y tan peligrosas para todos, incluso desde luego para los Estados Unidos, como el calentamiento global?
“A pesar de la respuesta que al parecer se impone –proponía el autor más adelante— volvamos a confiar en la esperanza” (2019).
El amor de Martí, la alegría de los directores de teatro rusos y la esperanza que siempre invocaba Retamar soy hoy mis calves para entender la resistencia. Confiemos en los pueblos y asegurémonos que estamos del lado de los que aman y construyen esa sociedad más justa que traerá, en palabras del paradigma indígena andino, el tiempo del Buen Vivir.
Referencias bibliográficas:
Bhabha, Homi K. (2007). El lugar de la cultura. Manantial. Buenos Aires.
Brecht, Bertolt (1998). “Pequeño órganon para el teatro”, en Conjunto, No. 110, julio-septiembre, La Habana, pp. 4-16.
Dubatti, Jorge (2007). Filosofía del teatro I, Atuel, Buenos Aires.
Fernández Retamar, Roberto (2019).”Notas sobre América”, en Casa de las Américas, No. 294, enero-marzo, La Habana, pp. 27-37
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* Versión de las palabras leídas en el Encuentro “Dialogar, Dialogar” convocado por la Asociación Hermanos Saíz bajo el tema Creación y resistencia. La cultura de nuestro tiempo”. El encuentro se realizó el 27 de noviembre de 2019 en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba con la conducción de Yasel Toledo Garnache y la participación de Abel Prieto Jiménez y Gisselle Armas.
Un espacio para dialogar y reflexionar
*Espacio Dialogar, dialogar: El sentido de la responsabilidad colectiva. ¿Cómo se construye, cómo se destruye? (Transcripción del espacio)
Yasel Toledo Garnache: Bienvenidos a la casa grande de los jóvenes creadores cubanos.
Hoy es una tarde especial para nosotros, porque retomamos el espacio Dialogar, Dialogar, una plataforma para el debate y la reflexión, creada en mayo de 2013 por la Asociación Hermanos Saíz precisamente aquí, en el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba.
Elier Ramírez, quien era el coordinador del Dialogar y Rafael González Muñoz, actual Presidente de la AHS, nos han contado que aquel día llovió mucho. Hacía poco había fallecido Alfredo Guevara, eterno joven por la manera de pensar y actuar, por la capacidad para polemizar y convencer, sin importar cuán complejos fueran los temas, por eso el Dialogar surgió como un homenaje a ese gran intelectual… y así continuará siendo.
Tenemos que permanecer también como fuente de críticas, reflexiones y polémica responsable, aquí se puede decir con sinceridad lo que pensamos, debe primar siempre el respeto a los criterios y el amor a nuestra Cuba, la cual necesitará siempre de sus hijos y especialmente de los más jóvenes.
Hoy, nos acompañan el profesor Manuel Calviño, Doctor en Ciencias Psicológicas y fundador de este espacio; Enrique Ubieta, ensayista, investigador y periodista con experiencia como director de varios medios de prensa. Está también Luis Emilio Aybar, miembro de la AHS en su sección de Crítica e Investigación.
Dialogar, dialogar sesionará siempre el tercer miércoles de cada mes, a las cuatro de la tarde. Así que esperamos que sea en verdad un espacio para los encuentros, para las reflexiones y para soñar la Cuba que queremos.
El tema que nos convoca hoy es El sentido de la responsabilidad colectiva, cómo se construye, cómo se destruye, muy atinado en la actualidad y los desafíos que vivimos como pueblo y nación.
Yo, leyendo el tema, pensaba: ¡el sentido de la responsabilidad colectiva!, ¡pensar como país!…. Ahora estamos hablando mucho sobre eso. ¿Pero acaso es la primera vez que se habla con tanta fuerza sobre eso en Cuba? Si buscamos en la historia nacional, ¿acaso no hay ejemplos también de personas que ya nos han demostrado eso, que han pensado de esa manera y nos han convocado a hacerlo? A mi mente vienen nombres como Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, José Martí, el propio Fidel. ¿Cuánto nos puede servir beber de toda esa savia? En la actualidad, cuáles son los principales desafíos, cuáles pueden ser los obstáculos en ese empeño de verdaderamente pensar como país, y más que pensar, más que hablar, actuar consecuentemente con eso.
Nosotros hablamos del sentido de la responsabilidad colectiva, pero se menciona también del sentido de la responsabilidad compartida, el sentido de la responsabilidad individual. ¿Pensar como país implica también subordinar algunas aspiraciones individuales a ese empeño colectivo más grande? ¿Es posible hacerlo? ¿Es posible lograr que todo un pueblo piense como país, actúe como país?…
Son algunas de las preguntas que dejamos a los invitados aquí en el panel. Les propongo escucharlos, y que después ustedes puedan preguntar, opinar lo que deseen…
LUIS EMILIO AYBAR TOLEDO.
Muchas gracias. Y buenas tardes. Yo creo que, como decía Yasel, este es un momento propicio realmente, porque hemos visto que había algunas reservas de ese sentido de responsabilidad colectiva, de ese espíritu solidario, que a veces pensábamos que estaban perdidas, pero estaban ahí un poco adormecidas, y en una coyuntura como esta, como en otras que hemos tenido, se han activado. Realmente no ha sido una cosa generalizada, sabemos que hay gente que han pasado por esta coyuntura como si no les tocara sensibilizarse, pero sí sabemos que hay muchas personas que han tratado de sumarse al ahorro energético, a la solidaridad con el transporte, que muchos de los choferes estatales han recordado que su carro es del pueblo y no el suyo propio. O sea, que hay una serie de cosas que no son de ahora, pero sabemos que el Presidente ha estado jugando un papel en ir reactivando esa sensibilidad. Y eso, sin duda, es una buena noticia.
Nosotros estamos en el país que es –como decía Fernando Martínez Heredia– el campeón olímpico de la conciencia política. Eso es lo primero que hay que decir. Nosotros tenemos una historia de sentido de responsabilidad colectiva, expresado en proezas, expresado en actos colectivos, en actos masivos, que es sin dudas muy destacable, y que es parte de ese acumulado.
Cuando nosotros somos solidarios, cuando nosotros sentimos responsabilidad, no lo hacemos en abstracto, sino levantados sobre ese piso, sobre ese piso histórico, sobre esa formación que, sin darnos cuenta, está también nutriéndonos.
Yo quisiera, sin embargo, dedicar la exposición a aquellos elementos problemáticos, aquellos elementos que significan que ese sentido de responsabilidad colectiva se ha ido deteriorando, o que no es todo el que quisiéramos tener, o no es todo el que debería haber en una sociedad socialista.
Me parece que eso es importante porque, cuando a Cuba le tiramos una foto, hay una serie de cuestiones en que nos destacamos en comparación con otros países y con determinadas metas universales. Incluso hoy, con una crisis de los ’90, con todo lo que sabemos que ha pasado, tiramos una foto y hay muchas cosas que son destacables; ahora, cuando le tiramos un video, cuando hacemos un video, empezamos a preocuparnos. La foto nos alegra y nos dice que estamos bien en una serie de aspectos, el video nos empieza a preocupar. ¿Por qué? Porque nos muestra la dirección en la cual muchas cosas están caminando, y nos damos cuenta de que la dirección en la cual muchas cosas están caminando no es necesariamente positiva, y que muchas cosas de ese gran acumulado se han ido erosionando, se han ido deteriorando. Y yo creo que el caso del sentido de responsabilidad colectiva es uno de esos casos donde la gran piedra construida por la Revolución se ha ido erosionando.
Pongo algunos ejemplos: qué está pasando con la gente con respecto a las problemáticas de su barrio; qué está pasando con la higiene de la ciudad; qué está pasando con el cuidado del patrimonio público, qué está pasando con el resultado de mi trabajo, si yo concientizo que ese resultado puede contribuir al bienestar de mis compañeros, de mis compatriotas; qué está pasando con los recursos colectivos, con la riqueza colectiva y con los medios de producción, que está declarado que son de todos, que son propiedad social, que son propiedad del pueblo.
Entonces, cuando vemos que en nuestro barrio están primando muchas veces las soluciones individuales a los problemas comunes, cuando vemos que la ciudad tiene serios problemas de higiene, de cuidado de su infraestructura, de cuidado de sus medios de transporte; cuando vemos que la economía no necesariamente avanza, y que eso tiene que ver en gran medida con la labor de dirigentes y trabajadores; cuando vemos que se roban los recursos, cuando vemos que se corrompe la gente, entonces ahí nos empezamos a preocupar y nos damos cuenta de que hay un problema con el sentido de responsabilidad colectiva, que no es el que debería ser, cuando el socialismo debe caracterizarse justamente por un gran sentido de responsabilidad colectiva como logro cultural. O sea, eso es algo que tiene que estar en las bases mismas del socialismo.
El capitalismo tiene una característica, y es que la estructura, la institucionalidad social está montada sobre bases individualistas y después el sentido de responsabilidad colectiva hay que construirlo por fuera de las estructuras de la sociedad. Por eso es que la caridad en el capitalismo tiene un papel tan importante, porque la misma esencia de la sociedad no está montada sobre esa base. Entonces, como los seres humanos seguimos siendo seres humanos, buscamos realizar nuestra esencia en el marco de esa sociedad; pero siempre es “por fuera de”.
Quiere decir que en el socialismo buscamos que sea “por dentro de”, “en la base de”; es algo que debe caracterizarnos, tiene que preocuparnos y tiene que ser objeto de constante debate y preocupación.
¿Qué pasó? Creo que hay que hacerse esa pregunta: dónde comenzó a deteriorarse el sentido de solidaridad, el sentido de responsabilidad colectiva, los valores altruistas de la sociedad cubana, que ha tenido tantas demostraciones a lo largo de su historia y fueron en un momento hegemónicas, realmente hegemónicas, apabullantes. ¿Qué pasó que ya no son tan hegemónicas, que ya no son lo que necesitamos?
Yo creo que esa pregunta, obviamente, no la vamos a poder responder hoy aquí; pero me parece importante, desde el punto de vista de la memoria histórica, que la vayamos atendiendo porque de ahí se pueden sacar muchas lecciones.
Ahora, yo creo que hay algunas pautas del concepto que hoy nos convoca, la responsabilidad colectiva, que debemos tomar en cuenta para responder esas preguntas.
En primer lugar, lo colectivo está en la base, o sea, tiene que haber alguna identidad colectiva que interpele a la gente. Esas identidades pueden ser el barrio como colectivo humano, puede ser el centro de trabajo, el colectivo laboral; puede ser el colectivo estudiantil, puede ser la nación, el país; puede ser el pueblo.
Nosotros tenemos una Revolución donde ese concepto de pueblo, esa identidad pueblo realmente ha sido una de las identidades más fuertes y ha sido una gran base de un sentido de responsabilidad colectiva. Y hoy casi no hablamos de pueblo. Lo pongo ahí como un elemento a tomar en cuenta. Además, hay identidades individuales, familiares, que en algún momento estuvieron más parejas, o sea que la capacidad de interpelar que tenían estas identidades más amplias, más colectivas, era equiparable a la capacidad de interpelar que tenía ese sentido individual o ese sentido familiar o ese espacio privado. Y, hoy por hoy, hay una mayor zona de la población que está predominantemente interpelada por identidades más específicas, que no necesariamente incluyen a la nación, que no necesariamente incluyen al pueblo.
Lo segundo que hay que preguntarse: bueno, ¿soy responsable respecto a qué? Sabemos que está de base la identidad colectiva; ahora, ¿soy responsable respecto a qué? Tengo que estarme refiriendo a algo, algún objeto de referencia, ¿no? Eso nos lleva inevitablemente a la idea de los bienes comunes: soy responsable, me siento responsable respecto a algún bien o a algún elemento que es común a una colectividad a la que pertenezco. Entonces, para yo sentirme responsable de ese bien común, tengo que sentir que ese bien común es también mío; es un bien común que es nuestro, no solo mío, sino nuestro.
Fíjense, tenemos una Constitución desde hace muchos años, que dice que los medios fundamentales de producción son del pueblo, que la riqueza generada por los cubanos y las cubanas pertenece al pueblo y que tiene que regresar al pueblo como depositario, como protagonista de esa riqueza. Sin embargo, siempre nos estamos preguntando: ¿por qué eso que está dicho la gente no lo siente en la práctica?, ¿por qué eso que está dicho no sucede en la práctica, siendo que, además, nos beneficiamos de esa riqueza colectiva?
O sea, hay un hecho concreto: la posibilidad de que nosotros nos beneficiemos colectivamente de los bienes comunes es porque están declarados como riqueza colectiva y hay la obligación constitucional de usar esa riqueza en función de todos. Nos beneficiamos y, sin embargo, no sentimos que somos parte de eso, no sentimos que nos pertenece.
Yo creo que lo que demuestra la historia y la práctica de todos estos años es que no basta con ser beneficiado, o no basta con ser movilizado, o convocado a salvaguardar, cuidar, alimentar ese bien común, sino que la gente tiene que tener la posibilidad de influir sobre los destinos de ese bien común, sobre la gestión de esos bienes comunes. A mí me parece que esa es una idea fundamental, porque explica también la separación y el despegue de muchos cubanos con respecto a un sentido de pertenencia, con respecto a preocuparse por lo común.
Lamentablemente es difícil historiarlo, pero yo estoy seguro de que ustedes tienen muchas experiencias, a lo largo de todos estos años, de gente que se ha levantado en una asamblea y ha hecho una propuesta, o ha señalado un problema, o ha dicho: este problema lo tenemos que solucionar de esta manera. No solo personas, también colectividades enteras. Y ese problema, o esa propuesta, o ese señalamiento no se ha tomado en cuenta. Y los problemas se han ido acumulando y acumulando, y la gente lo ha visto delante de sus ojos.
Ese es un elemento que tenemos que reconocer que influye en el sentido de pertenencia. En otras palabras, la casa es tuya no solo porque la vives, sino porque puedes definir cómo se pinta, qué modificaciones estructurales necesita, qué muebles le compras, cómo son los horarios de comida, cuándo vas a apagar la luz para ahorrar electricidad. Entonces el sentido de propiedad va mucho más allá de la redistribución. Es un tema: hemos reducido en gran medida el sentido de propiedad a la redistribución.
Y ahora vamos a sumarle a esto –fíjense cómo se va complejizando–: llega a un punto en el que ya tampoco el pueblo siente que se está beneficiando tanto de ese bien común. Por tanto, se erosiona todavía más, porque ese beneficio directo que estaba recibiendo ya no lo estoy recibiendo, o lo estoy recibiendo en una situación de carencias, de escasez; con todas las razones que tiene eso, pero la gente vive en lo inmediato.
Ese beneficio directo ya no lo estoy recibiendo tanto, esos bienes colectivos se están deteriorando, y por otro lado, ya no me convocan tanto a preocuparme y a movilizarme en función de ese bien colectivo, porque en los últimos diez años las movilizaciones para trabajos voluntarios, solidaridad internacionalista, múltiples causas que están en nuestra tradición, han disminuido. Y eso es un problema, porque la movilización es una escuela de solidaridad y de responsabilidad colectiva. La gente se educó en ese espíritu aquí con las Zafras del Pueblo, en las Microbrigadas, en las acciones de los CDR, en las marchas de solidaridad con Palestina. Entonces tenemos que preocuparnos por el trabajo de las organizaciones de masas, el trabajo de las organizaciones políticas, en función de mantener esa efervescencia de construcción y de movilización que, en mi opinión –no sé qué pensarán ustedes, sería bueno discutirlo–, ha disminuido en los últimos tiempos.
Y fíjense si nuestro acumulado es tan grande, que en cuanto empiezan a renacer esas iniciativas, la gente responde. Claro, de todas maneras no se puede abusar, porque en otros tiempos lo que pasó fue que todo eso se desgastó bastante, por la manera en que se hizo, por el exceso con que se hizo, por la no correspondencia entre, por un lado, la cantidad de veces en que yo contribuyo, a partir de lo que define alguien, y por el otro, la cantidad de veces que ese alguien me escucha para saber qué es lo necesario en cada momento. O sea, sabemos que hay que hacerlo de otra manera, pero es una dimensión que pongo sobre la mesa para tomarla en cuenta.
Es decir que para que haya un sentido de responsabilidad colectiva el sujeto no puede ser un sujeto pasivo, sino que tiene que ser un sujeto activo, creador, constructor, y eso tiene que acontecer en la práctica. El discurso es importante, pero no se decreta. Tenemos que entrar a mirar lo que está pasando en la práctica, si el pueblo en la práctica está siendo dueño de lo común, si la gente en la práctica está siendo responsable, y eso nos va a dar la medida de nuestros avances.
Y por otro lado, nuestra participación tiene que ser eficaz, tiene que traducirse en soluciones efectivas, en procesos efectivos; porque yo puedo participar y después eso que decidimos colectivamente viene otro y lo desarma; o esa participación que hicimos, muy entusiasta, esa carta del sindicato que emitimos al Sindicato Nacional, no recibió respuesta. Es decir, la participación tiene sentido porque se traduce en cosas concretas.
Y bueno, ya para terminar, como sabemos que hoy por hoy el deporte nacional es criticar al Estado, a mí me gusta siempre cerrar con propuestas, o por lo menos con algunos elementos, algunos planteamientos, algunos caminos a tomar en cuenta, porque ese es el Estado que tenemos, y a partir de él, transformándolo, hay que hacer el socialismo. Procuro una visión propositiva, y sobre todo una visión protagónica.
Estos déficits de los que hemos hablado generan sujetos paternalistas y paternalizados, que señalan con el dedo al problema que está allá, y yo estoy aquí: no soy parte del problema ni de la solución. Ese es otro de los resultados que tenemos cuando no hay una dialéctica de responsabilidad con participación decisoria.
Creo que hay que continuar los esfuerzos que se están haciendo, que se nota que son reales –aunque no necesariamente los resultados se están obteniendo tan rápidamente como esperábamos–, para satisfacer tantas necesidades acumuladas. Eso es fundamental. Plantear que el asunto no se reduce a la materialización de los beneficios, no significa que dejemos de trabajar en esa dirección. La existencia de bienes comunes tiene que traducirse en el logro del bienestar.
Creo que hay que transparentar el camino de los recursos, la gestión de los medios, porque es la única manera en que podemos ver que el resultado de nuestro trabajo contribuye efectivamente al bienestar propio y al de mis compatriotas. O sea, ¿cómo a una trabajadora de la industria farmacéutica se le hace nítido que las divisas que está ingresando al país están sirviendo para financiar el hospital de Vertientes, por ejemplo? ¿Qué se hace con los recursos, y cómo esos recursos se traducen en la satisfacción de nuestras necesidades?
En ese sentido, hay que superar el proceso de enajenación estatal, de enajenación política. Me explico. En el Estado hay lógicas de discurso que enajenan la propiedad colectiva. Cuando a nivel institucional, como es frecuente, se enuncia: “el Estado, con un enorme esfuerzo, ha entregado las tejas para los techos de los damnificados de tal huracán”, eso es un discurso que no contribuye en la dirección de la responsabilidad colectiva. ¿Por qué? Porque esas tejas las pusimos todos. Si los de la biotecnología no hubieran trabajado para generar esos ingresos, si los trabajadores no hubieran tenido maestros y maestras que los educaron, ni médicos que los curaron, si no trabajáramos como país, no se hubieran generado esas riquezas que permitieron ponerles las tejas a los damnificados del ciclón.
Entonces, el Estado se esfuerza, en el sentido del esfuerzo de sus funcionarios y sus dirigentes para movilizar, facilitar, dinamizar la creación y asignación de esos recursos, pero el esfuerzo lo ponemos todos. Y tenemos que visualizarlo de esa manera. Por eso yo digo: la transparencia de la información, la transparencia en el uso de los recursos, hacer visible en qué se usan, dónde se ponen, y además interpelar a la gente y decir: estos son los recursos del pueblo, que se están poniendo aquí, y estamos todos contribuyendo a satisfacer las necesidades de estos compañeros.
Creo que hay que continuar interpelando y convocando a acciones colectivas. Hay que celebrar a nuestro Presidente por refrescar esas ideas, que no son nuevas; uno se lee los discursos de Fidel, los discursos del Che, la ejecutoria de nuestros líderes históricos, y eso está en la médula, el pensar como país está en la médula, en toda nuestra tradición. Él está reclamando cosas que se habían perdido en el discurso público, se había dejado de interpelar a la gente desde ahí, y hay que seguirlo haciendo, con nuevas maneras, con nuevos métodos.
Creo que hay que transformar las instancias de participación y crear otras nuevas. Esto tiene mucha tela por donde cortar, pero yo hace rato que estoy obsesionado con dos cosas: el Plan y el Presupuesto. Estoy obsesionado con el plan y el presupuesto, sobre todo desde que, por mi trabajo, me he acercado a la obra oral y escrita del Che y me di cuenta de que el Che –y seguramente Fidel en esos años — está todo el tiempo mostrándole al pueblo cuáles son los criterios que se siguen en el uso de los recursos. Y eso cristaliza en un presupuesto y un plan. O sea, el Presupuesto y el Plan de la economía no son otra cosa que una cristalización de necesidades colectivas y de un sistema de prioridades.
Entonces sobre esos recursos, que son los nuestros, tenemos que participar y estar al tanto de cuáles son los criterios que se están siguiendo. Hay una manera de traducir eso entendible para la gente. Hay una forma técnica, que nadie la va a entender –porque un presupuesto es una cosa gigante y un plan es una cosa gigante. Pero hay una forma política de traducirlo; porque el Presupuesto y el Plan son, de conjunto, un proceso esencialmente político.
A mi modo de ver uno de los mecanismos fundamentales para generar solidaridad en la gente es la discusión participativa y democrática del Plan y del Presupuesto. Lo que no lo podemos seguir haciendo como si fuera el plan de mi entidad, el presupuesto de mi entidad. Estamos atomizando una cosa que no es atomizable, porque así el colectivo laboral solo ve una esquina del pastel, cuando en realidad es un pastel global de recursos, y hay un sentido detrás en su distribución, que condiciona lo que se puede hacer en cada entidad.
Y muchas veces, señores, hay un sentido revolucionario, la mayor parte de las veces, en cómo usarlos. Los criterios actuales que se siguen en la asignación de los recursos del Plan y el Presupuesto reflejan una voluntad política revolucionaria. Cualquier gobierno capitalista convencional lo primero que hubiera hecho sería dar un paquetazo. Entonces, ¿por qué no podemos traducir eso para que la gente lo entienda? Y no solo que lo entienda, sino que pueda participar, emitir demandas, conciliar sus demandas con las de otras colectividades y hacer valer los intereses de todos.
De la manera atomizada en que está funcionando, el resultado puede ser el opuesto: puede ser egoísta. Por ejemplo, el sindicato de un centro de trabajo puede tener una capacidad de presión tan grande y fastidiar tanto, que el Ministerio diga: “Contra, vamos a ver si a esta gente me la quito de arriba, vamos a darle tal recurso que están pidiendo.” Y a lo mejor ese recurso era más necesario para los Instructores de Arte del municipio Vertientes. Pero nosotros, como colectivo laboral, ¿cómo lo sabemos? No lo sabemos, porque el sistema de prioridades, expresado en planes y partidas globales y sectoriales, no se difunde, no se discute con los trabajadores.
En cambio, si nuestra participación llegara hasta ahí, como colectivo laboral pudiéramos decir: “Bueno, espérate, sabemos que no hay mucho, y hay que definir las cuestiones más importantes y las cuestiones más urgentes, y verdad que aquí el alcantarillado está malísimo… pero Guantánamo tiene pocos hospitales. Hay que poner un hospital en Guantánamo.” O, por ejemplo, nos hubiéramos dado cuenta hace rato que el Oriente del país es el que menos Círculos Infantiles tiene, y es el que más tasa de natalidad ha tenido históricamente.
¿Dónde se definió eso? ¿Fuimos conscientes nosotros? ¿Pudimos participar en un proceso de definición de prioridades y de asignación de recursos para poder solidarizarnos con Oriente y decir: ahora mismo los recursos tienen que ir sobre todo para los Círculos Infantiles del Oriente? Por eso digo que debemos repensar, reorganizar, transformar nuestras instancias de participación, y eventualmente crear otras nuevas.
Porque lo otro que nos pasa es que después viene el huracán o el tornado y somos muy solidarios, pero no somos capaces de ser solidarios en lo instituido. Somos solidarios en la excepción, muy solidarios; y en el día a día, que es cuando más necesario es que lo seamos porque define nuestra vida, no lo podemos ser porque está mal organizado, porque hay una serie de malas prácticas, etcétera, etcétera. La solidaridad tiene que estar intrínseca, ínsita a nuestras estructuras, a nuestras instituciones, a su diseño y a sus prácticas.
Y, bueno, esto que es muy general, me parece que también nosotros, los presentes, tenemos que traducirlo en nuestra vida cotidiana.
Todos nosotros somos parte de una colectividad barrial, o somos parte de un centro laboral, o somos parte de unas redes sociales; estamos en muchos espacios de influencia que hacen la sociedad. Estas estructuras y estas cosas tan grandes son más complejas de transformar y de cambiar en lo más inmediato; pero hay muchas cosas que tenemos a mano hacer mientras tanto, y muchas veces no las hacemos.
Tiene que ver incluso con que nadie quiere coger un cargo. Puede ser que no puedo asumir porque la circunstancia personal no me lo permite, ser secretario sindical, o ser secretaria de la FMC, etc., pero por lo menos puedo estimular y trabajar con mis compañeros para generar una dinámica colectiva y democrática en todos esos espacios, que propicie los valores socialistas, que reduzca la dependencia a la persona que asume el cargo, y que esa persona no esté sola y estemos todos de conjunto construyendo lo que se debe construir: poder popular.
Yo creo que todo este tema de la responsabilidad colectiva tiene que ver con eso: cómo construimos poder popular en todos los espacios, porque el pueblo está en todos los espacios, y necesita poder para hacer valer sus intereses.
(APLAUSOS)
YASEL TOLEDO GARNACHE. Ahora mismo hay muchísimos temas sobre la mesa, algunos pueden servir para próximos espacios. Está claro que para lograr esto de responsabilidad colectiva, lo primero es lograr que la gente participe de manera permanente, que la gente se sienta dueña, que participe lo más posible en la toma de decisiones, en una construcción que sea verdaderamente colectiva. Incluso, ahí hay muchos aspectos en los que habría que meterse bien por dentro para ver el funcionamiento, para conocer una serie de particularidades, y entonces hacer análisis más precisos de cada uno de ellos.
ENRIQUE UBIETA GÓMEZ. Yo tengo un vicio del que no me voy a desprender a estas alturas de mi vida, y soy graduado de Filosofía. Entonces les voy a pedir que me permitan un poco entrar un poco desde esa perspectiva filosófico-histórica. Y lo primero que quiero refutar es esa vieja creencia –vieja porque ya el socialismo tiene unos cuantos años de vida, el fracasado, el que no ha fracasado y el que está por nacer; tiene años de vida, no tantos como el capitalismo, pero algunos–, hay una especie de estigma que la prensa capitalista reitera una y otra vez, y es que el socialismo se preocupa por lo colectivo y el capitalismo se preocupa por el individuo y defiende al individuo, su individualidad. Y quiero empezar descalificando eso.
Incluso, voy a ir un poquito más allá.Si el socialismo intentara subordinar lo individual a lo colectivo, se propondría algo realmente ajeno a la naturaleza social. De hecho, Marx y Engels, en El manifiesto comunista, en ese texto clásico, dicen textualmente que el comunismo es una asociación… Del comunismo se está hablando, por supuesto, ustedes entienden que no estamos ni cercanos ya a esa etapa histórica, ¿no?, pero entiendan que está perfilando lo que en definitiva todo esto se propone; porque desde el momento en que empezamos a negar el capitalismo, ya estamos en el socialismo. Es decir, el socialismo no se construye; lo que se construye es el comunismo, es la otra sociedad. El socialismo empieza el día en que decimos: en 1961 empezó el socialismo, y entonces decimos: a partir de ahora empezamos a construir una sociedad nueva, porque es un proceso, no es un lugar de llegada. Pero por eso es muy importante saber ese horizonte. Y Marx decía: “Es una asociación en la que el libre desarrollo de cada individuo condicione el libre desarrollo de todos.” Fíjense que está poniendo en primer plano el libre desarrollo, es decir, solo es posible el libre desarrollo de la colectividad, de todos, si está garantizado por el libre desarrollo de cada individuo.
El triunfo o el fracaso de una Revolución que se proponga avanzar por el camino socialista estriba en transformar a las masas, que en el capitalismo suelen ser amorfas, suelen ser conducidas por las transnacionales de la desinformación, y suelen ser inducidas a actuar como consumistas obsesivas; transformar esas masas, ¿en qué? En colectividades de individuos precisamente.
Para ello, lo que hace una Revolución, lo primero que hace una Revolución es una Campaña de Alfabetización, en Rusia, en Cuba, en Venezuela, en Nicaragua; es una Campaña de Alfabetización, porque necesita que la gente conozca, que la gente se instruya, que se inicie un camino hacia el conocimiento. Porque, desde luego, también hay que decir, lamentablemente, que las revoluciones se han producido en países donde el grado de alfabetización es bajo, es decir, países con menos desarrollo del que Marx esperaba en sus inicios. Pero ese momento es indispensable, porque sin una conciencia crítica que pueda enfrentar lo que propone el otro sistema que debe ser derribado, que lo propone además de una manera –ustedes lo saben– absolutamente encantadora, a través de todos sus recursos de seducción; sin una conciencia crítica que sea capaz de enfrentar eso, no es posible avanzar en una construcción socialista.
Llegado a este punto, incluso me gustaría apuntar un elemento histórico que me parece importante: Enrique José Varona, ese gran intelectual cubano, de alguna forma intentó ser un ideólogo de un proyecto de nación patriótico-burgués. Y no lo hablo en el sentido para nada destructivo; al contrario, yo creo que era lo que correspondía probablemente en un momento determinado en que él empieza, lo que pasa es que realmente el proceso histórico en Cuba se dio de manera muy apresurada, el cambio de liderazgo de una guerra a la otra, el cambio de los elementos sociales que condujeron la segunda parte de la Guerra de Independencia en Cuba, la intervención de los Estados Unidos, etcétera, etcétera, pues hicieron imposible ese proyecto. Incluso, el pensamiento que estaba muy adelantado para su época, de José Martí, marcó una pauta que se adelantaba también al momento y que dejó en el horizonte otras preocupaciones que luego fueron retomadas.
¿Pero qué pasa con Varona? Varona no se da cuenta a principios de siglo de que su proyecto individualista no funciona en el mundo, no en Cuba; no funciona. Y yo les traje unas citas pequeñas de él, porque me parece que es muy importante recordarlas. Él dice:
“Quizás el aspecto más trágico en la historia de la humanidad sea este que ahora nos presenta al individuo consciente de su inmersión en el agregado, en la masa, donde tiende a desaparecer.”
Dice Varona: “Estamos en plena crisis del individualismo, y somos individualistas hasta la médula de los huesos.”
Ese es uno de los textos en que él, casi de una manera lastimosa, reconoce su incapacidad.
Dice en otra parte: “No se crean que desconozco los esfuerzos meritorios de no pocos hacendados medianos y pequeños” –en los primeros años de la República– “para rehacer sus propiedades y elevar sobre ellas nuevas fortunas; pero, por desgracia, en la organización actual del mundo de Occidente, es fenómeno económico incontrastable que la forma tomada por la gran propiedad se hace preponderante y ahoga al cabo, y solo consiente vida raquítica a las otras. Es el baobab, que no deja levantar ningún arbusto a su sombra.”
Hasta ahí Varona.
Es decir, Varona, que ha tenido una trayectoria realmente muy atípica, empieza siendo muy conservador, termina en las filas del independentismo, pero finalmente incluso es el símbolo moral del movimiento revolucionario que empieza a nacer en Cuba, comprende el fracaso de ese proyecto individualista.
Ahora salto para el Che Guevara: El proyecto revolucionario cubano, y como lo enfoca el Che; es decir, yo a todo el mundo le recomiendo ese magistral ensayo, que yo sé que es muy conocido, pero yo no estoy tan seguro de que sea leído en profundidad, y que en cada una de sus páginas por lo general se va a algunos aspectos únicamente, que es El socialismo y el hombre en Cuba. Y él hace hincapié en esto, es decir, él dice: “Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento de la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado.”
Y entonces habla de la participación individual, del papel que tuvo el individuo en la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, y después termina hablando de algo que es importantísimo, que es la unidad, la interrelación de lo individual y lo colectivo; él dice: entre el individuo y las masas y entre las masas y sus líderes en esos primeros años de la Revolución. Él dice: eso no lo puede entender alguien que no esté viviendo la Revolución.
Yo les quiero hacer un ejemplo gráfico, que siempre utilizo. No sé qué piensa de eso Fernando Pérez…
No está, pero yo me apropio de eso, como siempre sucede con el arte; el arte aparece, y uno lo interpreta y lo asume, cada quien a su manera.
Yo recuerdo una escena de una película, en la que el personaje, que es una mujer, de pronto dice: “Espérense, que yo participé en esa concentración” –una concentración en la Plaza de la Revolución–, “y yo tengo el periódico ahí, y tiene una fotografía aérea.” Y busca el periódico, y desesperadamente empieza a buscarse. Imagínense, una fotografía aérea de un millón de personas en la Plaza; es decir, hecha con esa impresión de puntos, que al final lo que aparecen son manchitas negras y blancas, y no se sabe quién está. Pero ella está desesperada buscándose en la fotografía, y siente una gran decepción cuando no se encuentra. ¿Pero por qué? Porque esa persona se sintió en ese momento, en ese lugar, como la protagonista; no era una más.
Miren, las revoluciones producen eso, es decir, producen lo insólito, y es que un millón de personas concentradas no son una masa; son una colectividad de individuos conscientes, que están conscientemente situados allí, defendiendo algo que les atañe de manera directa.
Se siente protagonista, y después se defrauda cuando ve que no aparece, porque ella era la más importante, la más importante que había en esa plaza era ella. Así lo sentía, y así es como lo plantea.
Yo creo que habría que entender incluso que lo que nos une a los cubanos –esto es probablemente polémico, y yo estoy de acuerdo con casi todo lo que dijo mi antecesor; fíjense, no es para discrepar con él porque estoy de acuerdo con casi todo lo que dijo–, yo creo que lo que nos une a los cubanos en estos momentos, más que nada, es un proyecto de vida, es un proyecto de sociedad, un proyecto de país, más que cualquier tipo de propiedad que tengamos uno u otro, o cualquier sentimiento de propiedad que podamos tener sobre una entidad u otra, que debe también ser más explícita, ¿no?, debe ser más visible. Y ese proyecto de país, que hemos ido construyendo, que hemos ido armando, que hemos ido discutiendo en los barrios, en las escuelas, en las universidades, porque ha habido debate en este país, de sobra, ese proyecto de país es lo que nos define y lo que nos hace pertenecer a algo.
Yo creo que el sentido de pertenencia, por supuesto, es indispensable; pero, por ejemplo, Martí, para quien el concepto de Patria no era la hierba que pisan nuestras plantas, es decir, no era el lugar, no se materializaba en un lugar; era un proyecto de país, a Martí, cuando en Guatemala lo sorprende la amnistía, después que termina la guerra grande, y le piden que regrese a Cuba, él responde: “No, mi Patria está aquí conmigo, aquella que está allí todavía no es la mía.” Es decir, no está hablando de ninguna propiedad concreta; está hablando de algo a lo que aspira, algo por lo que va incluso a dar su vida.
Y aquí hay un relación entre lo individual y lo colectivo, que es la asignatura más importante –en mi opinión–, yo creo que es la más difícil del socialismo, esa imbricación de lo individual y lo colectivo, porque nosotros de alguna manera hemos logrado –o lo logramos en algún momento y estamos perdiéndolo en algún sentido, porque el golpe, el golpetazo, el mazazo del período especial provocó una regresión en muchos aspectos, yo creo que eso es cierto–, nosotros logramos ciertamente convertir esas masas en colectividades de individuos, de individuos pensantes. Eso nos hace tener opiniones diversas, eso nos hace discutir, debatir, y es necesario el debate, porque somos personas con expectativas y con opiniones, que nos hemos forjado, y nos ha forjado la Revolución; eso es un logro de la Revolución. Ahora, el mundo entero, la contemporaneidad está organizada para que esa nueva individualidad se realice en el individualismo; es decir, todo está organizado para eso. Todo lo que nosotros logramos en convertir esas colectividades en individuos, el enemigo inmediatamente trabaja para hacer que ese individuo nuevo, que ha surgido, marche por el camino del individualismo.
Nosotros tenemos muchas cosas en contra, entre otras, la incapacidad para darle, digamos, el máximo, o para extraer al máximo las potencialidades que creamos en ese individuo. Es decir, yo creo que este país es un país singular, es decir, un país donde hay personas en la calle que estudiaron para ser cosmonautas, hay personas que estudiaron para ser físicos nucleares, hay personas que estudiaron para carreras que son impensables en este país, pero que sencillamente, en un momento determinado de la historia de Cuba tuvieron esa posibilidad, y entonces hay el factor, digamos, de la cultura, que se impone en el mundo, porque es la cultura que se impone, la cultura del capitalismo, la cultura del individualismo, del consumismo, pues también penetra en nuestro país, también nos afecta a nosotros.
Creo que habría que pensar en que es imprescindible también… Yo estoy de acuerdo con el tema de la participación, del protagonismo, de las personas; es decir, cuando alguien deja de participar, si es voluntariamente, es porque se ha roto su vínculo de pertenencia; si es involuntariamente, es un error nuestro, es una debilidad nuestra, porque esa persona de la estamos regalando a otra sociedad que no es la que queremos.
Cintio decía en una ocasión, en una entrevista que yo le hice, que las revoluciones son como los poemas. Él decía que existía un éxtasis poético inicial, que era el que propiciaba la creación del poema, y ese éxtasis, por supuesto, él lo iguala al año 1959, al triunfo de la Revolución, un éxtasis que era muy contagioso; y después ese éxtasis se realizaba en un discurso poético, con aciertos y desaciertos, y ese discurso poético era la propia historia de la Revolución.
Bien, no podemos vivir en éxtasis permanente, o puede haber diversos momentos de éxtasis a lo largo de la historia; pero, sin duda, nosotros tenemos que encontrar la manera de que nuestras vidas estén signadas por el sentido de la cotidianidad, el sentido de lo concreto.
Tú decías, con razón, que había llamados, y yo estoy de acuerdo con que los llamados son imprescindibles, yo estoy de acuerdo en que no es posible dejar de convocar a la población, no es posible dejar que se adormezca ese sentimiento de solidaridad. Y creo que, cuando se convoca, por lo general hay una respuesta bastante generalizada a favor de esa solidaridad. Yo lo viví concretamente con el tema del ébola. Es decir, el enemigo ha hecho campañas para que nosotros lleguemos a creer –y hay algunos que lo creen ya concretamente– que nuestra solidaridad internacionalista está solamente basada en el dinero que el Estado recibe y en los beneficios que el médico puede obtener de su estancia en el exterior.
Yo viví con los médicos cubanos en muchos países. Y sé que hay un beneficio personal, como es lógico que lo haya, pero hay una dosis extraordinaria de sacrificio y de entrega en esos médicos, que también los hace seres mejores; no digo seres superiores, sino seres mejores. Yo creo que, cuando se practica la solidaridad, se es mejor persona. Y por eso yo digo también, en un artículo, que cuando uno pide botella en un carro y el chofer le da botella a uno, no solo el chofer le está haciendo un favor a uno, uno le está haciendo un favor al chofer, le está dando la posibilidad gratificante de ser solidario, y esa interrelación es necesaria en nuestra sociedad.
Y cuando se produjo el llamado del ébola, fueron miles los médicos que fueron a decir que querían ir. Algunos tenían –los vi, los entrevisté– propuestas para Arabia Saudita, para Kuwait –los vi, los entrevisté–, que iban a ganar más dinero; estaban preparándose, por eso hablaban mejor el inglés y por eso también los seleccionaron. Sin embargo, fueron, se presentación voluntariamente. ¿Y qué pasó con el pueblo de Cuba? El pueblo sintió de una manera inequívoca que lo que estaban haciendo esas personas era un acto extraordinario de sacrificio y de entrega y de solidaridad, y el pueblo los adoptó como hijos, como hermanos, como familiares. Y cuando uno de esos médicos enfermó, parecía que era un hijo, sí, parecía que en todas las casas había un hijo enfermo; es decir, todo el mundo estaba preocupado. Tenía que transcurrir una semana de la enfermedad para estar seguros de que no se iba a morir, y todo el mundo contaba los días que iban pasando, hasta que esa persona se curó. Es decir, ahí Cuba realmente pensó como país, era un país unido.
Yo creo que la responsabilidad colectiva tiene un complemento, que es la responsabilidad individual. El término responsabilidad colectiva a lo mejor es el más apropiado, pero, por otra parte, a veces me parece que puede diluir la responsabilidad individual. Es decir, la responsabilidad colectiva es culpa de todos y no es culpa de nadie; es algo que todos debemos asumir, por lo tanto, yo no me muevo si no se mueven los demás, o yo no actúo si no veo que hay una actuación consecuente de otro.
Yo creo que hay que tener claro esa relación de lo individual y lo colectivo, tiene que imbricarse de tal manera que la responsabilidad colectiva debe llamarse también responsabilidad individual. Es una responsabilidad individual, no es otra cosa; no se puede transferir la responsabilidad bajo ningún concepto.
Bueno, por último, solo para apuntar un tema –y estoy siendo caótico–, el tema lo voy a decir y ustedes quizás sonrían: el hombre nuevo. Si ustedes deciden o alguien decreta que es un término envejecido, está decretando la imposibilidad de una sociedad diferente, de una sociedad alternativa. Es decir, el hombre nuevo no es un hombre perfecto, no es el hombre puro, y no puede individualizarse de una manera exclusiva; es el producto de otro tipo de formación y de otro concepto de felicidad, de otro concepto de realización personal. Pero si yo les digo a ustedes que los Cinco de alguna manera son expresión de ese hombre nuevo, quizás estén más de acuerdo conmigo, estén más cercanos a la idea que quiero expresar.
Si dijéramos que algunos de estos médicos, quizás no todos, pero algunos de estos médicos que fueron a curar el ébola se acercan más a ese concepto, entonces podemos llegar a la idea de que aquí se está desarrollando una batalla cultural entre dos conceptos de vida, dos maneras de entender la realización personal, la felicidad individual, y que una conduce a una sociedad nueva y que otra nos lleva de regreso a la vieja sociedad, que es la sociedad en definitiva imperante en el mundo de hoy.
Hasta aquí lo voy a dejar yo.
(APLAUSOS)
YASEL TOLEDO. Profe Calviño, usted en un programa reciente nos decía que para aspirar a lo grande hay que comenzar por lo pequeño.
PROFESOR MANUEL CALVIÑO. Ah, sí.
YASEL TOLEDO. ¿Eso se aplica también a esto? Hay algo que a mí también me preocupa un poco, y es que nosotros a veces, cuando cogemos un término, lo repetimos tanto que la gente comienza a rechazarlo de tanto escucharlo. ¿Corremos ese mismo riesgo de repetir tanto “responsabilidad colectiva”, “pensar como país”?. ¿Acaso no es recomendable buscar otras maneras, tratar de motivar a la gente a hacer eso sin repetirlo tanto? Llegará el momento en que ya, cualquier cuestión, cualquier acto, cualquier acción, sea considerado por algunos “pensar como país”. ¿Qué usted cree al respecto?
PROFESOR MANUEL CALVIÑO. Eso no estaba en el guion. (RISAS)
Bueno, yo les pedí que me dejaran para el final con la idea efectivamente de poder oír un poco a Ubieta y a Luis, a un filósofo y a un sociólogo. Yo soy psicólogo, y probablemente estamos en el medio entre la filosofía y la sociología. Y un poco quería oír, porque pienso que esta idea que nació hace muchos años, Dialogar Dialogar, es muy buena. El diálogo es no solamente una condición básica para tratar de entendernos, para tratar de comprendernos, para tratar de juntarnos en la medida de lo posible y afrontar situaciones comunes; el diálogo es también la necesidad de que los diferentes discursos participen y digan las cosas que tienen que decir, y para mí eso es esencial.
Lamentablemente, ya mi memoria no funciona como antes, pero hace poco leí una cosa de Chomsky que decía: “Si no somos capaces de escuchar y de entender incluso a quien nos contradice, estamos perdidos.” Y yo creo que ese es el dialogo, el diálogo es justamente ese espacio en que los diferentes puntos de vista se exponen y pueden o no lograr convergencias, pero sin duda alguna lo que sí deben producir es pensamiento, y cuando producen pensamiento, inevitablemente producen cambios.
Yo siempre digo, y me perdonan empezar así, pero a mí me resulta –y mi intervención viene por ahí– extremadamente gratificante y extremadamente positivo cuando me acarician el Narciso y el ego, cuando voy por la calle y oigo a alguien detrás de mí que dice: “Ñó, mira quién va por ahí, Vale la Pena, el tipo ese está volao.” Y yo, me hincho. Pero también les puedo decir que hay personas que van detrás de mí y dicen: “Ñó, mira quién va por ahí, qué manera de hablar mierda el gordo ese” (RISAS). Existe eso también, y eso, claro, ya no me gusta tanto. El problema es que, si oigo solo al que me ensalza, estoy condenado al fracaso; como si oigo solo al que me devasta, también estoy condenado al fracaso.
Entonces creo que es muy bueno este espacio, que debe empezar así, y que lo reconstruyamos como una plataforma de diálogo, que significa no solo intentar consensos y acuerdos, sino oír voces distintas, oír miradas distintas. Así nació. Y yo creo que ojalá que podamos hacerlo perdurar así, porque hay muchas miradas.
Yo conversaba, a raíz de que me tocó presentar el libro de Limia, Cuba libre, la utopía secuestrada, y entonces yo decía: es que a veces nosotros miramos un lado de la historia y la distanciamos de las personas. Y cuando entonces efectivamente tú te imaginas a un Agramonte, por una escena del libro, llegando al campamento donde está Céspedes, y sus compañeros de batalla le dicen: “Ahí está Céspedes, ¿no vas a saludarlo?”, y Agramonte dice: “No, hombre, no, el viejo de mierda ese no sabe lo que habla, va a joder la Revolución.” Entonces como que uno dice: son seres humanos, son personas con sus pros y con sus contras, con sus favores y sus desfavores.
Y cuando entonces desde la psicología nosotros miramos al ser humano, encontramos un tema tremendamente importante, ¿no? En los tiempos en que estudiábamos filosofía, yo era un convencido del monismo psicofísico, que la unidad cultural y biológica del ser humano era eso, era una unidad. Pues descubro que no, que por momentos es una unidad, pero por momentos es una diferencia, y que el ser humano sigue un camino en el que va sedimentando, construyendo, reconstruyendo y asimilando todo eso que llamamos cultura y que yo creo que es la clave –coincido plenamente con lo que tú decías– de la posibilidad de construcción de un mundo distinto, de un país distinto, de un ser humano distinto; pero también el ser humano es un ser biológico, y tiene una biología en la que está atrapado y de la solo puede no liberarse, solo puede convertirla en instrumento de su desarrollo, pero lo marca, lo marca cada vez más.
Cuando yo estudiaba biología –y seguramente que Ubieta, a lo mejor tú no, porque eres un poquito más joven que nosotros–, estaba convencido de que el cerebro era uno, el cerebro era una masa superior en la cabeza, y hoy sabemos que no, que tenemos tres cerebros, por cierto, que tenemos cuatro. Para mi suerte, se está descubriendo que hay un cerebro en el estómago, ¡cuatro cerebros! Ya pasamos de uno para tres, y ya para mí eso fue un problema, pasamos ahora para cuatro. Y ese cerebro es una sedimentación y es una absoluta reinstitución de lo arcaico en el ser humano. Quiere decir que efectivamente, por mucho que yo acepte y entienda la necesidad del diálogo y lo favorezca, etcétera, etcétera, cuando el que va detrás de mí dice: “Como habla tonterías el gordo ese”, yo me encabrono, y trato de decir: “No, tiene su derecho a expresarse, es su criterio, es su opinión”, pero no dejo de encabronarme y no dejo de molestarme. Y tengo la posibilidad de intentar construir sobre esa molestia –a veces más, a veces menos– una mirada más tranquilizadora o una mirada menos tranquilizadora; pero está ahí. Y por lo tanto, yo digo que quizás en nuestro amor inconmensurable, y que tiene que ver hasta con nuestra identidad por las utopías, nosotros a veces perdemos de vista las condiciones en que esas utopías pueden o no realizarse. Estoy convencido de que una utopía no es ningún punto de llegada, claro que es un camino, nunca vamos a llegar a ella.
Siempre cito y digo que Martí decía que andar es el único modo de llegar, y yo que le concedo una inteligencia suprema a Martí, y una mirada suprema a Martí, digo que no puede ser que Martí estuviera diciendo una cosa tan elemental como que si no caminas, no llegas. Eso está claro, porque si no caminas, no llegas. Lo que quería decir Martí probablemente –por lo menos así lo asumo yo–, es otra cosa: es que nunca se llega, siempre se anda, y andar es el único modo de llegar. Por lo tanto, siempre estamos andando, siempre estamos llegando.
Entonces yo digo: esos dos grandes pilares de la vida humana los podemos reducir a dos conceptos: la biología del individuo, el individuo, y sus condiciones. Por eso, si nosotros vamos a hablar de este tema de la responsabilidad y de lo que se ha perdido y lo que se ha dejado perder, nosotros tenemos que hablar de muchas cosas que han sucedido.
Y a mí me impactó un discurso de Fidel de 1995 en el Segundo Congreso de Solidaridad, en el Karl Marx. Y Fidel dice casi textualmente, debería ser una cita textual porque es muy comprometido lo que voy a decir; pero, bueno, pueden buscarlo que ahí está. Dice Fidel: en estos momentos lo que tenemos que, sobre todo, salvar las conquistas y la soberanía. Sí, pero el punto no se acaba ahí, él sigue. Y dice: Dejaremos la construcción del socialismo para cuando haya mejores condiciones de hacerlo. Cuando yo leí aquello, me partió en dos; me partió en dos porque, efectivamente, lo que estamos diciendo es: no juguemos a los escondidos, no estamos construyendo el socialismo; estamos intencionalmente mirando a la necesidad, la importancia, el significado político-social-cultural del socialismo como solución a la construcción de la nación, pero, ¡cuidado!
Entonces empiezan los problemas, porque seguimos en un discurso político de socialización, pero vivimos en una condición de desocialización. Hoy, 2019, el dinero es inconmensurablemente más importante que en el 80 o en el 70. La sociedad está dinerizada; si no tienes dinero, no puedes. Resolvimos los problemas a lo mejor de las llamadas injusticias sociales percibidas: los cubanos no pueden ir al hotel. Hoy los cubanos sí pueden ir al hotel, si tienen dinero. Por lo tanto, hoy no hay prohibición; hoy hay limitaciones, y la limitación es el dinero. Hoy nosotros tenemos personas en el país que ganan el equivalente de diez CUC. Bueno, ahora con el aumento, que yo agradezco inconmensurablemente, entre otras cosas porque soy favorecido, y sí cuando ese individuo biológico es favorecido, reacciona de manera distinta que cuando no lo es, lo mira de manera distinta que cuando no lo es. Entonces, claro, conozco a muchas personas que ganan 30, 40 CUC mensuales, y tenemos personas que ganan –que ganan no es la palabra–, que ingresan, por decirlo de alguna manera, porque hay muchas vías de ingreso, 20 mil, 25 mil. Entonces las diferencias son impresionantes. Es difícil pensar que dos personas –desde Marx–, que dos personas en dos posiciones sociales económicas tan diferentes, es muy difícil pensar que puedan entrar en un proyecto común de nación. Es muy difícil, porque ven la realidad de forma diferente, porque, que me perdonen, yo soy propietario de un Geely, que en estos días nos está sirviendo de mucho, pero la vida se ve distinta desde un Geely que desde un P-1, totalmente distinta.
Vino este documentalista que hace muchos años que vive en México, que hacía clips de videos, musicales y eso, bien bueno técnicamente, Fundora. Y me dice Fundora: “Quiero hacerte una entrevista, porque me van a hacer un trabajo para México. Y yo le dije: “Bueno, ningún problema, Fundora, una entrevista de cuánto, ¿una hora? Te digo: son 200 CUC.” Me mira así, y le digo: ¿Qué? Tú vas a ganar dinero por esto, tú estás cobrando tu trabajo, ¿y yo soy qué, el amistoso Manolito? Pues no.” (RISAS) Y cometí un error, porque le dije: “Es más, por 200 CUC hasta me monto en un P-1 contigo.” Dicho y hecho. Me dijo: “Bueno, pues bien.” Comenzamos la entrevista y la terminamos con una cámara en un P1.
Yo hacía años, no les puedo decir que no, yo hacía años que no me montaba no en un P1, en un P nada –bueno, sí, algunas penas he tenido–, bueno, en ningún P, y fue una experiencia traumática, además de que la gente me miraba así, y me decía: ¿Y usted qué hace aquí? Y eso que veían la cámara, veían la camarita.
Entonces yo quiero llamar la atención sobre algo importante: naturalmente, orgánicamente, las personas, los seres humanos somos mucho más simios, monos, animales, de lo que creemos, y tenemos un componente que nos moviliza en esa dirección mucho más allá de lo que creemos, y hemos creado una sanación y una salvación posible para podernos construir como algo más que una conjunción de animales, entiéndase como una sociedad de humanos. Esas dos líneas van juntas en algunas cosas, pero en otras van separadas y son contradictorias.
El niño se desarrolla como ser social, ¿saben cómo? Diciendo: Esto es mío. Préstaselo a tu hermanito. No. Compártelo con tu amiguito. No. Te lo quito. (Grita). Y así se hace ser social. Se construye primero como una individualidad, como dueño de, como amo de, como persona que quiere y que tiene, para después decir: te lo presto. Por lo tanto, entendamos que eso condiciona los comportamientos.
Segundo: la vida tiene un valor finito. La vida se acaba, se los puedo asegurar. Nos podemos creer inmortales por gusto, todos los presentes nos vamos a morir, ojalá que ¡bien pa allá, pa allá!, pero todos nos vamos a morir, y por lo tanto todas las realizaciones de nuestra vida son temporales, y por lo tanto nosotros tenemos que tener claridad en qué cosas en nuestras vidas vamos a lograr y qué cosas no, y si nosotros vivimos en una sociedad que por los efectos que sean, no lo dudo, tiene que estar constantemente modificando las jerarquías, no podemos hacer eso, para empezar, y no sabemos adónde vamos.
La primera vez que llegaron dos carros a mi Facultad, que fueron los Peugeot 404, algunas personas llegaron a la asamblea y dijeron: “Compañeros, hay dos Peugeot, se los vamos a dar a los dos profesores de más experiencia, de más tiempo, al doctor José Guevara, por cierto, hermano de Alfredo, y a una doctora, los dos más viejos. Y yo, que estaba del lado de acá de la asamblea, saqué mi cuenta, y dije: dentro de 52 años tengo carro. Ojo: decir que tengo carro dentro de 52 años es mucho mejor que decir, ¿cuándo me va a tocar? Cincuenta y dos años es una magnitud finita, y yo, honestamente, dije: 52 años, como a esa altura me van a gustar las mujeres jóvenes, porque cuando eran joven me gustaban las viejas, pues entonces, nada, ningún problema.
Llegó el año que viene, y el año que viene llegaron los Lada. Y dijeron: entraron dos Lada a la Facultad, y nosotros creemos que lo más importante aquí son los compañeros que han donado sangre, asistido a las guardias, cortado caña, etcétera, etcétera, y dije: “Coño, se acercó el carro, porque no tengo que esperar 52 años, estas son cosas que yo puedo hacer.”
Llegaron después los Polsky, y cuando llegaron los Polsky, dijeron: “No, la guardia obrera, aquí hay dos compañeros que se han destacado.” Y digo: “Loco, ponme el huevo, porque no sé, yo quiero ganarme el carro, y si me cambian todos los años los criterios, no puedo.”
Y ese es un tema complicado de la vida en este país, y es que por razones –y no voy a entrar en ellas–, hemos tenido que estar cambiando los referentes y los discursos sobre la base de decir: hay una unidad, pero es una unidad intencional. Es una unidad intencional, es una unidad política, y la unidad política tiene el gran inconveniente para el ser humano medio que es a larga distancia, y los seres humanos no somos buenos con la larga distancia. La larga distancia es un problema porque somos
–volvemos al primer punto— básicamente seres sensoriales. Ojo: para nada quiero que se entienda que estoy diciendo –y al final de la intervención intentaré–, no estoy diciendo que estemos sometidos a esa realidad; estoy diciendo que, si nosotros no consideramos esa realidad, tenemos un problema para proyectar la construcción incluso de una sociedad, incluso de un país, incluso de un barrio.
Yo vivo en un barrio donde –puedo hacer una estadística intuitiva– el 70% de las personas no se conocen unos a otros, porque se va gente, viene gente, porque se mudan, porque hay quien viene, porque hay quien vive en la esquina y yo, cuando voy para el trabajo, salgo para la derecha y no para izquierda. Entonces el concepto de barrio, el concepto de comunidad, son intencionalidades representacionales, que forman parte del discurso de lo intencional, del discurso político, pero no nos confundamos, no necesariamente es el discurso cotidiano real de la vida de la gente. Probablemente distinto es si hablo de mi vecino, del que, cuando eructa, yo lo oigo, y de pronto creo que la novela está buena porque lo que oigo de la casa de al lado es… (palmadas) y no es que está aplaudiendo precisamente. Entonces, claro, con ese vecino con quien yo comparto esa sensorialidad las cosas son totalmente distintas. Si además de ese vecino es Fidelito; si ese vecino es además un amigo, un compañero, una persona que comparte ideales, que compartepuntos de vista conmigo, pues mejor todavía. Pero ya me cuesta trabajo con el de la esquina, y estamos hablando de 30 metros. Por lo tanto, la construcción de una sociedad intencional es extremadamente compleja.
¿Cuándo funciona una sociedad intencional? Cuando hay un proyecto común de cambio. Ahí sí funciona. Así funcionó en el 59, –espero que no interpreten mal esto, pero bueno, es mi sentir y lo digo–, además, cuando teníamos un líder excepcional. Y esos líderes excepcionales en la historia… Nosotros hemos tenido mucha suerte, porque hemos tenido dos en nada, en dos siglos, hemos tenido dos en dos siglos, pero no son la media, como tampoco es la media la persona que dice: yo me desprendo de todo lo mío a favor de… Eso, para los que hayan estudiado, en la curva de Gauss, es el 10% de un extremo, no nos engañemos.
Por lo tanto, tenemos que considerar a la gran masa, tenemos que considerar a las personas que pudiéramos llamar normales, y no es que no seamos normales sino que representan la tendencia a la normalidad. Yo digo que el gran problema de la Unión Soviética fue en la colectividad hicieron los koljoses, los sovjoses y todas esas cosas; pero la Unión Soviética –para polemizar– trató de construir un capitalismo para todos, y creyó que la construcción social era que todo el mundo tuviera capitalismo, que tuviera todo el mundo su apartamento, que tuviera dos niños, una hembra y un varón, con tres cuartos, con carro… Eso es insostenible, es imposible. Pero una cosa es decir: convivimos con las diferencias, y otra cosa es decir: no me duelen las diferencias.
A lo mejor yo soy más malo que nadie–me lo dicen para ir mejorando–; pero cuando a mí me pasa por al lado un alumno que sacaron de la Facultad de Psicología por fraude –este no es caso inventado, es un caso real– y se mete a ajicopero, y me pasa por al lado en un carro de último modelo, lleno de cadenas horribles, patéticas, pero tras esas cadenas hay dinero y condiciones de vida que a lo mejor yo invertiría en comprarme un libro, una computadora nueva, etcétera, ¡me jode! Y digo: ¿cómo me van a decir que esta es la revolución de los humildes, para los humildes y con los humildes? Y yo no soy humilde, es decir, en términos económicos estoy hablando, yo estoy por encima de la media; en la cola, de mí para atrás, hay muchos.
Entonces yo creo que nosotros tenemos que entender esa realidad, que no podemos culpar a las personas. Los seres humanos no pueden ser nada más que seres humanos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 30 días del mes, los 365 días del año y, si son hombres, creo que el promedio de edad ya está en 74 años, 74 años de vida. No, no. El gran reto ha sido siempre ese.
Yo el otro día encontré unas caricaturas del periódico de la Asociación de Jóvenes Rebeldes del momento de la Ofensiva. Si le quito el momento, lo que se decían los tipos que estaban en la caricatura: Oye, tengo gasolina para ti; oye, no tengo problema, tengo un socio que me lo resuelve. Y yo decía: ¿Qué ha pasado? Es exactamente lo mismo. ¿Y dónde está la unicidad de eso? En el ser humano. No estoy diciendo que el ser humano está jodido; estoy diciendo que el ser humano ha crecido con una predisposición cultural de 500 años, que se llama capitalismo, y con una predisposición biológica de 3 mil millones de años, que se llama su biología. Y nosotros lo vamos a cambiar.
Nosotros tenemos una ventaja, nosotros somos utópicos. Yo siempre digo: me llama la atención que, cuando nos reunimos en estos sectores, siempre citamos al Che; Carlos Rafael no existe. ¿Por qué? Porque Carlos Rafael es la otra línea, es la línea del cálculo económico, es la línea de vamos a ver las cuentas. Y nosotros nos identificamos naturalmente, más allá de la grandeza de la figura, obviamente, porque llevamos esa… Pero la utopía es más utopía, es más probable utopía cuando nosotros entendemos sus condicionantes, cuando nosotros ponemos los pies en la tierra.Y Marx decía–y me corriges Ubieta– que el primer hecho histórico y lo primero que tiene necesidad la historia para que se produzca es el acto humano más importante, que es vivir, y para vivir hay que comer. Y toda vez que el hombre se encuentre en una situación en la que su condición primaria se le representa afectada, volverá a su condición primaria para satisfacerla. No hay de otra.
Los problemas que nosotros tenemos que enfrentar son los problemas de lo que se construye malsanamente sobre eso. Porque una cosa es que tú legítimamente luches por superar tus deficiencias alimenticias, de transporte, etcétera, y otra es que luches ilegítima e ilegalmente. Pero de que vas a tener que luchar, no te quepa la más mínima duda.
Pero ahora voy a la salvedad: también en esa estructura biológica, en ese determinante biológico milenario, los animales entendieron
–es un modo de decir–, aprendieron –es un modo de decir– que no pueden vivir solos. Y mientras más fueron avanzando en la escala zoológica, más se dieron cuenta de que tenían que vivir juntos, que tenían que andar en manadas, que tenían que compartir, que tenían que mutuamente defenderse, que tenían que mutuamente apoyarse. Es decir, que también en esa herencia biológica milenaria, nosotros tenemos una tendencia mínimamente a lo gregario, porque no podemos sobrevivir sin eso. Los animales entendieron las cosas mucho más rápido que nosotros.
El otro día Harrison Ford –no sé por qué pero, bueno, Harrison Ford, hay que concederle inteligencia a todo el mundo– decía: lo que el ser humano todavía no ha entendido y los animales sí, es que nosotros necesitamos de la naturaleza, pero la naturaleza no necesita de nosotros; la naturaleza vivió sin nosotros, vivió sin nosotros, pero nosotros sí necesitamos de la naturaleza, y la estamos destruyendo. Los animales, por el contrario, eso lo entienden básicamente. Incluso, la aparición de los llamados depredadores denota que nosotros sí tenemos la estructura básica biológica que propende a la socialización, que propende al encuentro. El problema es que las propensiones, como todas, se encuentran con ciertas condiciones que las favorecen o no.
No sé si vieron ya hace bastante tiempo, probablemente un año atrás,uno de los programas de Maladrid, digo, deTaladrid, que fue una genetista que decía: “Yo tengo el gen del alcoholismo, yo tengo el gen del alcoholismo, ahí está; yo nací para ser alcohólica, pero también tengo una capacidad de sobreponerme, si las condiciones me ayudan y me favorecen.” Y de hecho, dice: “No tomo, a lo mejor no puedo ni tan siquiera probar una cerveza, porque me va a incitar el alcoholismo, pero lo puedo controlar.” Y es una definición genética, es decir, de esa estructura biológica primaria.
Por lo tanto, nosotros decimos: tenemos condiciones que favorecen y que entorpecen. Y tenemos sujetos que les hacen el juego a esas condiciones y sujetos que no se lo hacen.
Hace poco estuvo aquí… Por cierto, grabé un programa sobre el tema, dos programas, uno debe salir creo que esta semana, o la semana que viene, que se llama “¿Por qué la gente buena hace cosas malas? Porque a veces se nos olvida que somos buenos, pero hacemos cualquier cantidad de barbaridades, y cuánto las condiciones nos propician muchas veces eso y nosotros entramos en el juego de las tentaciones, por decirlo de algún modo. Y lo digo de algún modo porque estuvo aquí hace poco un importante psicólogo norteamericano, que escribió un libro que se llama El efecto Lucifer. Él dice, lo digo con mis palabras: Lucifer con sus tentaciones está constantemente, y uno tiene que tomar una decisión. ¿Uno puede decir soy víctima de las condiciones? Sí. Uno puede decir: ¿supero esas condiciones? Sí. Pero si las condiciones son… Y yo creo que es la apuesta perspectiva y fue la apuesta más realizada por esta Revolución, por este país, por esta sociedad, sobre todo hasta los años 70. De pronto nosotros empezamos a transformar los conceptos por necesidades operativas, pero aquí hasta el otro día hablábamos de igualdad; hoy hablamos de equidad. Pero son dos nociones impactantes de manera distinta.
Aquí nosotros decimos: volvamos otra vez al instrumento básico del Socialismo: de a cada cual según su trabajo. Perdón, ¿de qué trabajo estamos hablando? El sector del turismo –para no ponernos a nosotros, profesores universitarios, que nos han subido el salario–, el sector del turismo que es, como se ha dicho una vez más –desde Lage–, Lage le decía la locomotora, pero nuestro Presidente acertadamente está diciendo que es lo que mueve la economía, porque cuando hay que sacar un quilo, ¿de dónde sale?, del turismo. El sector del turismo es el segundo salario más bajo del país, ¡es el segundo salario más bajo del país! Ahora mismo están en crisis, están gritando porque dicen: les han subido a todos estos descarados que lo único que hacen es dar clases –eso, para burlarse de mí, ¿no?–, y nosotros, que estamos aportando…
Tercero y cierro: la diferencia entre el futuro y el presente, son cosas totalmente distintas por las dimensiones humanas. El futuro para el ser humano es un anhelo, el presente es una necesidad. Y yo lo digo con absoluta responsabilidad política y militante. Entonces yo digo: el futuro, bueno, sí, en el futuro vamos a tener ocho millones, diez millones, once millones de turistas en el país; el presente no es así, en el presente –y lo digo por unas informaciones que leí justo antes de venir para acá–, la ocupación media en nuestros hoteles está en un 45 o 46 por ciento, y estamos construyendo, solo en la Habana, nueve hoteles más. ¿Para quién? Entonces, claro, hay una respuesta: tenemos que estar preparados para cuando llegue la invasión turística.
A mí, que vivo en K entre 17 y 19, en un apartamento de tres cuartos, bueno, que puedo caminar a pie para todos lados, voy hasta a trabajar a pie, me molesta; pero el que no tiene casa y está hace 20 años albergado, dirá: no, no.
Don Juan Tenorio creo que fue quien, cuando le dijeron: vas a pagar tus culpas cuando mueras, dijo: cuán largo me lo fiáis (RISAS).
Esa dimensión de futuro-presente en el ser humano es extremadamente compleja, porque, vuelvo, estamos dotados de una sensorialidad que somos capaces de superar, pero ella está presente en nuestras vidas.
Entonces, ¿tendríamos solución? Por supuesto que sí, pero para mí… Claro, aquí estamos los científicos sociales, probablemente coincidimos en eso. A mí me dicen que la solución es económica, y yo digo: ¡Cuán largo me lo fiáis! La economía funcional de un país no se levanta en cincuenta ni en cien años. Cuidado, no nos equivoquemos.
La gente dice: no, el fenómeno vietnamita. El fenómeno vietnamita, en primer lugar, si los cubanos vivieran en Viet Nam, hubiera sido otro fenómeno. Tiene que ver con una cultura del trabajo que no tenemos aquí, y aun así, el fenómeno chino: estamos hablando de 60 años, cuidado. Entonces no es tan así. Y yo no soyJuanito Triana, yo no soy economista, yo soy psicólogo. ¿Cuál es la solución? La más difícil de todas, porque la solución es ética. Si efectivamente ese cubano que gana 20 mil CUC tuviera una disposición ética distinta con el que gana 10 CUC, las cosas serían un poquitico menos problemáticas.
Si efectivamente todos los cubanos y las cubanas –y voy a tirar duro ahora– tenemos el derecho de pedir una licencia y alquilar un cuarto, una casa, de lo que tengamos disponibilidad y tener un ingreso, o somos pintores de primera y tenemos la posibilidad, la disponibilidad de vender nuestras obras en 40 mil, 50 mil CUC, lo que sea, me da igual. Primero, si nosotros ocupamos un rol de funcionarios, tenemos una ética que salvaguardar.
Cuando mi hijo más pequeño –los grandes no lo vivieron, pero el más pequeño sí–, cuando mi hijo más pequeño llegaba a mi casa así, y yo le decía: “ ¿Qué te pasa? Me decía: “que me regañaron porque estaba hablando en el aula.” Y le digo: “Te toca, no se puede hablar en el aula.” Y me dice: “Sí, pero a los demás no los regañaron.” Y digo: “¿Y por qué te regañaron a ti?” Dice: “Porque la maestra me dijo que porque yo soy el hijo de Calviño.“¡Le toca, a mi hijo le toca, porque es el hijo de Calviño! A buen entendedor, pocas palabras.
Nosotros tenemos que recuperar esa ética del Che. Tenemos que recuperar esa ética del Che, aquella antológica historia que le digo: usted irá con los tenis peores, no podrá ir nunca jamás con el mejor par de tenis de los alumnos del aula. Sería otro el mundo, sería otro el país. Y tenemos que recuperarla. Y no estoy hablando de ilegitimidad, es legítimo; es decir, no estoy hablando de que haya una apropiación indebida o un beneficio por tener un cargo; estoy hablando de una dimensión ética.
Entonces yo creo, como se decía al principio… No me gusta, por ejemplo, que te digan que tengo que parar el carro, aunque mi carro es particular, que tengo que parar el carro y montar gente. Me gusta que me digan: un buen ciudadano, un buen cubano, lo menos que puede hacer es esto. Y yo quiero ser un buen cubano. Ahora la dimensión no es impositiva; es ética. No quiero que me pongan una foto que diga: fulanito no paró, es un hijo de puta. No. ¿Hasta las cuántas? ¿Qué vamos a crear, una guerra civil de valores? No tiene ningún sentido. Lo que quiero es que reforcemos: los que lo hacen, los que lo hacen bien, los que lo hacen de corazón, los que lo hacen porque lo sienten, porque esos son los que nos dan los ejemplos, y esos son los que, desde el punto de vista biológico, saben lo que producen, una cosa que creemos que es solo social cultural, pero que es también biológica, que se llama, ¿saben qué cosa?, vergüenza. Cuando los monos hacen una cosa mala y el de al lado, el jefe de la tribu lo mira y la hace bien como se debe hacer, aquel hace así y siente vergüenza.
Nosotros tenemos que recuperar esa dimensión ética, esa dimensión valorativa, lo otro son las contingencias de los tiempos. Vivimos tiempos extremadamente difíciles, vivimos tiempos de alguna manera de reanimación del rol de lo individual, de la solución de los problemas individuales; pero también tenemos que aprender que por sí mismo nadie lo puede resolver todo. Y lo que podemos es generar en la búsqueda del otro una construcción de una sociedad ilegítima, ilegal, o una construcción de una sociedad resolutiva. Porque, claro, nadie por sí mismo, el que tiene dinero va y le compra al que no tiene, pero le quita al que debería tener y se genera entonces esa red de absurdos y de malos procederes sociales.
Yo creo que desde allí entonces es donde estoy totalmente de acuerdo: tenemos que lograr, desde esa ética, la participación; pero no una participación de estar, porque estoy cansado de reuniones del sindicato –yo era secretario del sindicato– donde yo digo 97% de asistencia, y el 96% está con cara que ya, para mí con cara de sindicato. Están así… Y cuando tú le dices: Pipo, ponte pa’ esta, les dicen a los jóvenes: “¿Qué tiempo tú llevas en el Sindicato? ¿Dos años? Yo llevo 45, pipo, y eso mismo lo hemos discutido treinta y tres veces, y no ha pasado nada. Así que tranquilo, yo estoy aquí.” Obviamente, esa participación no nos conviene.
En la discusión de la Ley del Trabajo, yo, que a veces tengo mis arrebatos de locura, estudio la ley, la subrayo, me pareció mucho más mala que la que teníamos antes–es mi parecer–, en fin. No he entendido nada de las nuevas figuras emergentes en el universo económico del país, por lo tanto un dueño de un paladar que le paga 40 dólares a un trabajador, le paga por encima de un salario mínimo, que es la obligatoriedad por ley, lo que pasa es que le está dando el 0,05% de lo que gana él. Y esa es la ley, tranquilo. Es decir, una ley que apoya la utilización personal de la plusvalía.
Entonces yo me llevo mis cosas, subrayo a la usanza antigua con plumones de tres colores distintos, lo más importante y dice el tipo: Primer tópico, ¿alguien tiene algo que decir? Yo, a ver profe. Digo. Segundo tópico, ¿alguien tiene algo que decir? Yo. A ver, profe. Tercer tópico, ¿alguien tiene algo que decir? Cuando me paré la tercera vez, me cogieron por atrás y me dijeron: Loco, cállate ya, que no nos vamos a ir nunca de aquí. Y estamos hablando de la Ley del Trabajo, de la que me va a afectar, bueno, a mí ya no tanto porque estoy a punto de jubilarme, digo a menos que suban la edad de jubilación a 70 años; espero que no lo hagan antes de que yo me jubile. Estamos hablando de la Ley del Trabajo, que es la ley que va a afectar. Olvídate ahora de la trascendencia primaria y elemental de los seres humanos, la única trascendencia primaria elemental de los seres humanos son los hijos. Es la ley que va a afectar la condición laboral de tu hijo. Piensa en eso.
Entonces yo creo que cuando decidimos, cuando participamos, cuando somos parte de, creo que nos acercamos más a eso que pudiera ser la responsabilidad individual compartida, que es la responsabilidad colectiva; es la responsabilidad individual compartida como un principio elemental ético, de justicia y funcional. Porque, insisto, solo nadie puede. Todo el mundo necesita de un otro, y todos los otros necesitan de otro.
Muchas gracias (APLAUSOS).
YASEL TOLEDO. Ahora ustedes pueden hacer preguntas, opinar, comentar sobre lo que deseen.
Fragmentos de intervenciones desde el público
1: Yo creo que la responsabilidad colectiva se crea primero en la familia, y después se apoya en la sociedad.
Es verdad que estamos pasando, en términos de la familia, por momentos difíciles. Conozco a muchas personas jóvenes que son madres solteras, que tienen que criar hijos por sí solas, y eso obviamente no contribuye; pero me parece que ahí habría que poner cierto énfasis, y mi pregunta sería un poco al profesor Calviño: ¿cómo usted ve eso? ¿Cómo ves el papel de la familia hoy en Cuba?
Hay otra cosa en que también yo me fijo: yo vivo en un edificio de nueve pisos, dos apartamentos en un piso; hay una comunidad. ¿Por qué no hablamos más de comunidad? ¿Por qué no estimulamos más la idea de comunidad? Comunidad, que por supuesto es familia, escuela, y yo siento la palabra comunidad como el barrio.
Creo que hay que hablar un poco del tema de la burocracia. Yo creo que tiene que haber burócratas, yo fui burócrata durante 35 años; pero hay que eliminar la mentalidad burocrática.
2: Con respecto a lo que decía Calviño, hay una cosa fundamental. Nosotros copiamos a la Unión Soviética en muchos aspectos. Los trabajadores cubanos están en las empresas organizados como lo hacían los soviéticos; por lo tanto, los trabajadores cubanos no tienen un estímulo real, más otros elementos.
Necesitamos que la política de cuadros se modifique, y exista una candidatura, para definir quiénes ocupan los diferentes cargos, y que los trabajadores definan.
Yosvany Montano: Ubieta apuntaba algo: es cierto que estamos en el medio de un debate y de una riña agresiva entre dos modelos culturales. El punto sería cómo estamos respondiendo a ese problema; es decir, si la disputa es entre dos modelos culturales, si la disputa es entre dos modelos de sentido, si la disputa es entre dos formas de entender la ideología, de entender la política, la vida cotidiana, entonces nosotros tendríamos que distanciarnos de lo pedestre muchas veces para poder entender cómo están conformándose esos modelos, y casi nunca lo logramos en la práctica cotidiana.
YASEL PADRÓN. Mi nombre es Yasel Padrón. Una de mis actividades, además de ser investigador, laboralmente una de mis actividades más usuales ha sido la de bloguero en los últimos años. Y realmente me gusta esta actividad porque es un espacio en el cual nos podemos ver las caras las personas; porque realmente, en las redes, se da una dinámica de que tú no estás viendo a la persona con la que estás interactuando, y se da un contexto de agresividad muy fuerte, y realmente son necesarios estos espacios, como Dialogar, dialogar, de verse las caras las personas.
Varias de las cosas que se han dicho aquí me sirven para lo que yo quería decir, porque yo también fui dirigente de la FEEM y de la FEU, y yo choqué con el límite… O sea, cuando yo estaba en la FEU a nivel de Facultad, yo choqué con que yo tenía un límite con el consejo de dirección y con las dinámicas, contra las cuales ya no se podía avanzar más. O sea, yo vi en las instituciones una mediocridad de funcionamiento, y el problema con esto es lo que decía el profesor Calviño, uno dice: hasta cuándo yo voy a estar aquí chocando y chocando y chocando, y qué edad me va a tomar a mí, voy a estar como algunas personas, porque uno puede ver personas de 60 años que han estado toda la vida diciendo las mismas cosas en las reuniones y no han logrado nada, porque existe un fenómeno que es el burocratismo; o sea, cómo hay tomas de decisiones que están concentradas y uno no sabe dónde, y uno se pasa años diciendo las mismas cosas en las reuniones y no logra nada, y ahí es cuando surge la contradicción, que dentro del socialismo no deben ser antagónicas. El socialismo debería tener formas de solucionar las contradicciones; sin embargo, el burocratismo, cuando se empieza a acomodar en un lugar de fuerza, esas contradicciones pueden aumentar.
Yo estudié Radioquímica, justamente una carrera que en este país no tiene camino, no tiene forma de aplicación, y estuve en un momento muy decepcionado del proceso, y realmente estaba viendo que el camino en la vida para mí era el que tomaron la mayor parte de mis compañeros de la Universidad, que es irse para el exterior; muchos están en países de Europa, incluso en los Estados Unidos, en países latinoamericanos, etcétera, porque nuestra carrera aquí en Cuba no tiene casi campo en la física nuclear.
Entonces encontré los libros de Fernando Martínez Heredia, de mucha gente, y me fui por este camino de la herejía, y dije: bueno, revolucionario puedo ser yo por mí mismo, no tengo que ir por un canal establecido, porque ese canal no me está resultando. Y así va surgiendo la contradicción, y es el camino que me ha llevado a los blogs y a las redes sociales.
Estamos hablando de la responsabilidad colectiva, cómo vamos a llegar a la responsabilidad colectiva. En un espacio que para mí en este momento es muy importante, el de la construcción de consensos y la construcción de imaginarios en la sociedad, ¿cómo vamos a llegar a una responsabilidad colectiva cuando estamos en un debate tan negativo de contradicciones? Porque es que no se entiende que muchas veces hay personas, no es mi caso, pero hay personas que están en este medio que están muy dolidas, que algo les ha pasado en su vida, han tenido un momento, un choque, y se han quedado con eso, y son personas que muchas veces han encontrado en las redes sociales la forma de expresar su inconformidad, y que lo único que necesitan muchas veces –yo creo– es que se hable con ellas, que se les tome en cuenta; pero que se sienten que están totalmente apartadas.
Yo quisiera preguntarles a los panelistas qué se hace, porque el problema es que la posición que se está tomando muchas veces es que quien critica entonces es el del problema; o sea, el que critica es quien está al servicio del enemigo. Es un debate que se está llevando con mucha violencia, con acusaciones, que no se han quedado solo en las redes sociales, han llegado incluso a la televisión…
Yo sé que hay muchos oportunistas, disidentes, mercenarios, o sea que están aprovechando esa coyuntura para su agenda; pero el problema es que no se está diferenciando y se está creando un conflicto muy grande. Y no estoy hablando de esto en ánimo de subir la tensión, sino que quisiera que fuera un primer punto la necesidad del diálogo para bajar esa tensión, que nos está haciendo daño a todos.
Otra persona:
Primero, creo que se impone felicitarlos a ustedes por la idea de retomar esta actividad que siempre fue un precedente que yo creo que fue muy favorable y en la que hemos discutido cosas importantes. Igualmente, agradecerles a los expositores por lo maduro de sus intervenciones, algunas de ellas polémicas, como es lógico siempre en estos escenarios.
Creo que nuestro actual Presidente está desarrollando diversas ideas –aquí se ha señalado– tendentes a renovar ideas, accionar sobre toda la sociedad, y también está retomando algunas que fueron de otros momentos, pero que son viables de llevarlas a cabo nuevamente.
Yo quisiera referirme en esto, puntualmente, que hay quien está remando contrario a la corriente que se quiere en el país, entonces eso hay que verlo en su momento y lugar. Me agradó la intervención del Dr. Ubieta, en el sentido de que había que verlo todo como un proceso político. Yo creo que sí, que eso es correcto; pero también hay que hablar de la lucha de clases, que sigue prevaleciendo, está ahí, aunque ya no se habla de ella, yo no oigo en ningún escenario por ahí hablar de lucha de clases ni de lumpen proletarios, aunque muchos de estos irresponsables lo son.
Creo que la prensa ha ido avanzando también, en la medida de lo posible, pero se requiere que la prensa haga mucho más, y yo creo que en nuestro país están creadas las condiciones para eso.
Y por otro lado, a pesar de todas las dificultades que tenemos, hacemos cosas maravillosas. Hemos hecho un Plan Vacacional en este país, que yo no sé cuántos recursos de la Reserva habrán puesto a disposición de eso, porque realmente eso es algo sobredimensionado para un país como el nuestro. Y el país se empeñó, y miles y miles de personas, jóvenes y de todas las edades, disfrutaron de eso.
Los carnavales fueron multitudinarios en todo el país, actividades de cultura de primer nivel internacional se están desarrollando en el país. Entonces yo digo: bueno, es verdad que tenemos, como señalaba Calviño, dificultades de esto, de lo otro, de este problema; sin embargo, hacemos cosas monumentales, de miles y miles y miles de ciudadanos. Por tanto, yo creo que tenemos que estar agradecidos de todo lo que hace nuestro país, nuestra sociedad y nuestro Partido.
Pável: Gracias. Al fin me dan la oportunidad de hablar. Eso me recordó algo que a veces me pasaba en las clases: que yo levantaba la mano y la mano…, y entonces la que estaba dando la clase no me veía. Entonces yo empezaba a hacer así, y seguía sin verme.
Yo veo lo del sentido de la responsabilidad, y yo provengo del área de Derecho. Yo me alegro que cada cual se identifique con su origen profesional. En el área de Derecho la responsabilidad tiene que ver con el deber, con las obligaciones. Lo que pasa que las obligaciones no están separadas de los derechos. Yo hablaría en todo caso de responsabilidad y derecho. Esa es una primera cuestión.
La segunda: yo tengo la buena experiencia de haber vivido en un edificio que tenía más de 130 apartamentos y en el que vivo hace 26 o 27 años tiene 14. Ese que tenía más de 130, por cierto de marinos mercantes, me enseñó muchas cosas.
Los marinos tienen una lógica: toda la tripulación tiene que salvarse, todo el mundo de la tripulación es importante, la prioridad es que el barco no se hunda y llegue a buen puerto. Eso yo no lo he disfrutado en el edificio de 14 apartamentos aquí en el Vedado, donde cada uno tiene un proyecto independiente totalmente. No, lo peor de todo es de dónde viene cada uno de los que residen en ese edificio.
Pero algo se mencionaba ahorita sobre la ética, creo que era Calviño. En ese modelo de vida que tienen los marinos, que están meses arriba de un barco, solos, si el barco encalla y empieza a hundirse, el capitán es el último que se baja. Uno pudiera pensar que eso es un acto heroico o un acto suicida sin sentido, pero hay una ética.
Hay cosas que yo veo que hemos perdido notablemente en la evolución de la sociedad cubana. Usted antes iba a una reunión de trabajadores y los trabajadores opinaban, se les escuchaba, y no es que se tomaba un acta o unas notas, sino que después se hacía algo con eso; ahora, no. Yo coincido totalmente con esa experiencia: la gente va a las reuniones, y entonces 400 veces usted plantea lo mismo, y nada.
Mire, para no dar “muela” ni hablar en el aire, la sonada Ley del Trabajo, vamos a ir un poquitico más atrás: el aumento de la edad de jubilación. Yo no he conocido todavía a un solo trabajador, de ninguno de los lugares con los que he interactuado, que son de diferentes sectores, que me haya dicho que estuviera de acuerdo con el aumento de cinco años para la jubilación; todavía no he conocido al primero. Sin embargo, para sorpresa mía –yo que pensaba que eso no se iba a poder hacer–, se convirtió en norma jurídica.
Eso no ha sucedido solamente con eso. Aprovecho, Elier Ramírez, que tú estás presente, tú, que eres Diputado; tú, que estuviste en la Comisión de la Constitución. No todo lo que está regulado en una ley, incluso en la más importante, que es la Constitución, tiene que servirnos como una camisa de fuerza, debió existir más debate. Es mi criterio, muy modesto, aunque no estuve en ninguna comisión.
Lo otro es el tema de la corrupción. Nadie puede tener un nivel de vida extraordinariamente superior a los ingresos que usted tiene, y aquí hay gente que tiene un modo extraordinariamente superior a los ingresos que tiene siendo funcionario público. Y no tiene nada que ver ni con la historia de la nación, lo debo decir así
–y tú, que eres historiador, Elier, seguramente concordarás conmigo–, los bayameses en 1869, aquellos que le dieron candela a Bayamo por los cuatro costados, tenían un patrimonio muy alto; patrimonio que habían invertido en la fabricación de sus haciendas, sus casas, la tenencia de tierras de cultivo, ganado, dinero, propiedades, etcétera, etcétera, y no dudaron ni un segundo en darle candela a su ciudad, en renunciar a todo lo que tenían. Es decir, que estoy hablando de cosas que vienen de los orígenes, de la raíz de nuestra nación. Eso no nos puede pasar por alto a nosotros, y es de las cosas que yo creo honestamente que están lastrándonos hasta el mismísimo fondo.
En nombre de la brevedad, lo que quiero decir es esto: yo me alegro del tema que se ha traído hoy, me alegro. Ojalá que haya más tiempo para el debate la próxima vez; es decir, no sé si ustedes pueden destinar el tiempo, porque esto lo necesita la nación, no como un área de catarsis, como un área de reflexión colectiva.
YASEL TOLEDO: Ahí les hacemos una propuesta: aquí decíamos ahorita que han salido varios temas, salieron aquí en la mesa, y están saliendo ahora también en el intercambio. Ya hemos anotado algunos, pero además ustedes nos pueden sugerir temas también para los próximos debates.
Ya estamos diciendo que vamos a estar el tercer miércoles de cada mes debatiendo aquí. El próximo Dialogar será el día 16 de octubre. Así que nos pueden hacer llegar temas, lo que ustedes deseen, y vamos a estar debatiendo sobre lo que quieran. Eso nos va a permitir hacerlo de manera mucho más profunda en cada uno de ellos.
Por aquí está pidiendo la palabra Elier. Por acá pedía la palabra Gisel, joven investigadora. ¿Entonces terminamos con Gisel? ¿Coincidimos en eso? Bien
ELIER RAMÍREZ: Bueno, en primer lugar, por supuesto, felicitar las intervenciones de los panelistas, felicitar especialmente a la Asociación Hermanos Saíz por retomar esta experiencia de Dialogar, Dialogar, que creemos y defendemos. Y yo creo que todo lo que se está proyectando en los temas va a ser muy importante, y que ojalá después se pueda ir a otros lugares, a universidades, a centros de trabajo, como lo hemos conversado.
Yo no pensaba hablar, pero de todas maneras esto es un diálogo, un debate con diversidad de opiniones, y Pavel directamente me mencionaba, y la participación, yo diría que la oportunidad histórica que tuve de participar directamente en esa Comisión de los 33 diputados, y lo relacionaba también un poco con el tema; porque, si hubo algún ejercicio totalmente de construcción colectiva, un ejercicio profundamente democrático,–y yo como historiador lo veo así, porque hago el análisis, aunque no viví mucho esos procesos, pero sí los vi en la prensa, los vi por un documental, los procesos anteriores—realmente este no tuvo parangón en la historia, no ha tenido parangón en la historia de la Revolución Cubana, y lo podemos comparar con otras realidades.
Por supuesto, nosotros siempre decimos que siempre se puede hacer más, y siempre es posible reflexionar mucho un proceso, siempre es posible aspirar a más; pero indiscutiblemente, cuando nosotros hacemos un análisis de la historia de la Revolución Cubana, de los 60 años de Revolución Cubana, en mi criterio, como historiador y como cubano de este país, no encuentro comparación de ese proceso incluso con procesos anteriores. Está lo que se hizo en 1976, pero al mismo tiempo era un contexto diferente, un contexto en que no estaban las redes sociales, no había todo el desarrollo de las nuevas tecnologías que hay hoy, que eso multiplicó mucho más el debate que hubo en otras ocasiones.
Yo tuve una oportunidad doble, digamos, al participar en esa Comisión, presidida por el general de Ejército, que para mí fue una enseñanza tremenda, porque estar en un espacio dirigido por él, donde él generaba este mismo clima que estamos viendo aquí, de diálogo, y donde a veces, cuando intervenía, pedía disculpas, decía: disculpen, no quiero que se parcialicen a partir de mi opinión; digan su opinión, su criterio, y donde se valoraba cada una de las opiniones. Para mí fue una enseñanza para la vida y como revolucionario. Tuve esa oportunidad.
Pero, además de eso, pude participar en otra Comisión, que fue la Comisión que analizó y procesó todas las opiniones de la población. Un ejercicio totalmente transparente, muy democrático también, porque está ahí; es decir, algún día la historia, los historiadores del futuro podrán tener toda esa documentación, que también se enriqueció por el desarrollo de las nuevas tecnologías, un sistema que permite hoy buscar una opinión que se dio e ir hasta Guantánamo, incluso el nombre de la persona que lo dio, y cómo eso después se incorporó como propuesta, o no, para después discutirlo en la Asamblea y después volver a llevar eso al pueblo. Es decir, que no solo fue que se le consultó al pueblo, sino que después el resultado de ese proceso de incorporación se volvió a llevar de nuevo al pueblo. Y después, de nuevo una discusión en la Asamblea.
Yo tuve, además, la oportunidad –fíjense cuántos escenarios– de ir a La Lisa, por ejemplo, a varias reuniones en La Lisa, de ir a reuniones en el municipio Playa, y talmente fue un Dialogar, dialogar; hubo un ejercicio también de responsabilidad colectiva. Yo creo que la gente se sintió y tuvo un sentido de pertenencia; algunos no, porque no podemos nunca generalizar, tenemos que buscarles siempre los matices a las realidades y a las cosas; pero yo estuve, por ejemplo, en una en que un compañero llegó con quince páginas de propuestas, y yo quisiera que ustedes vieran el respeto de los compañeros que estaban dirigiendo esa reunión escuchando a ese compañero, que habló casi una hora, y el resto de los que estaban ahí también de alguna manera se impacientaban un poco, pero se escuchó, y se procesaron todas las opiniones, que podían ser muy válidas o no.
Pero realmente, en mi criterio, en ese sentido discrepo de Pavel. Y además, muchos sociólogos, historiadores y analistas que han hecho sus análisis, que escribieron sobre ese proceso, de alguna manera llegaron a ese mismo criterio: que fue un proceso realmente único, en gran medida, en estos años de Revolución. Único en el contexto en que se da, único por los resultados que tuvo, y por supuesto por los que va a tener hacia el futuro. Pero te digo: fue una experiencia para mí también muy importante, que me permitió estar por dentro de todo ese proceso, y que todavía habrá que seguir analizando con los años.
Quería resaltar eso, porque de alguna manera Pavel se refería a mí: bueno, tú que estuviste allí. Bueno, estoy contando de alguna manera mi vivencia personal. Y muchas veces en estos análisis, en estos diálogos fluyen muchas veces la experiencia y las vivencias personales de cada cual, que yo lo veo válido y me parece que es oportuno, que aporta a estos intercambios. Pero, bueno, como tú decías, han salido muchos otros temas, que habrá quizás que ponerlos ahí a debate en próximos Dialogar, dialogar, pero esto es a lo que siempre hemos aspirado, y a que toda la sociedad de alguna manera sea el reflejo de esto. Y por eso, cuando él hablaba, yo pensaba en cómo ese proceso también de la Constitución se convirtió de alguna manera en un Dialogar, dialogar de casi once millones de cubanos.
Yisel: Quería hacer dos comentarios, una pregunta y un señalamiento también.
Primero el señalamiento: En este espacio, Dialogar, dialogar, participamos muy pocas mujeres en los paneles.
Se ha hablado de varios temas importantes en la mesa. Y creo que tenemos acumulados históricos que nos dan algunas pistas para eso, y me remito al concepto de Revolución de Fidel. Para construir esa colectividad debemos tener algo común, algo donde esas necesidades y deseos se vuelvan una misma cosa. Y eso va con el proyecto que se quiere realizar: una sociedad más justa, más digna, o sea el proyecto del que hablamos.
Nosotros éramos un pueblo condenado a vivir en una isla pequeña, insignificante para toda la vida, pero supimos darnos nuestro lugar.
Entonces, en ese sentido, ¿cómo lograr que esas necesidades y carencias del individuo, se conviertan en posibilidades para transformaciones y soluciones. Se suele acudir a la responsabilidad colectiva cuando estamos en momentos de crisis, y eso habría que verlo en la subjetividad. ¿Por qué pasa en las etapas de crisis y no se mantiene constante?
Yasel Toledo: les damos la palabra a los panelistas. Y les ponemos el reto de que sean lo más breves posible.
LUIS EMILIO AYBAR. A partir de lo que se decía de la burocracia: estoy de acuerdo. Y voy a poner un matiz ahí en una cosa que dije. Yo decía que podemos, como parte de esa responsabilidad colectiva, asumir roles, asumir cargos de dirección cuando sea necesario. Se me olvidó decir que si los asumimos, busquemos la manera de hacerlo diferente pues, si lo hacemos de la misma forma, seguimos reforzando ese proceso de burocratización de la sociedad. Yo creo que en hacerlo diferente una cuestión fundamental es esta idea que está rescatando tanto el Presidente de entender al dirigente como un servidor público, el funcionario como un servidor público. O sea, tú no eres el centro, ni eres lo único, ni eres solo, ni eres el dueño, sino que te debes a una colectividad, y tu trabajo debe insertarse en ese trabajo colectivo. Cómo el dirigente se hace parte de una dinámica de trabajo colectivo y participativo, del cual es el resultado y no el punto de partida.
También el compañero decía la propuesta de presentar candidaturas y que los obreros elijan. Yo creo que hay que avanzar en ese tipo de mecanismos. La participación tiene que tener un carácter vinculante; hay que buscar maneras en que la participación sea vinculante porque, aun si en los valores, en las interpelaciones, logramos que los directivos, que los decisores cada vez escuchen más y tomen más en cuenta esa participación, eso está garantizado eternamente. Hay lugares y contextos donde la gente plantea y plantea, y plantea una y otra vez las cosas, y el directivo dice: te escucho, te escucho, te escucho, y no cambia nada.
Tiene que haber un punto donde la gente tiene la posibilidad de un poder de veto, o la posibilidad de revocar o sustituir a ese directivo, ese gerente que está cometiendo una arbitrariedad y que la sigue cometiendo por tiempos y tiempos. De lo contrario la sustitución de ese directivo depende del de más arriba, y sabemos que eso se traba, porque hay procesos de solidaridad burocrática.
Creo que tenemos que quitarles a los directivos esa comprensión que les hemos puesto –lamentablemente se ha practicado de esa manera– de que todos los directivos en sí mismos reproducen la política de la Revolución. Hay dirigentes que la niegan, hay que reconocerlo; hay dirigentes que la niegan, hay dirigentes que hacen daño a esta Revolución y a este socialismo, como mismo hay ciudadanos, ciudadanas, trabajadoras y trabajadores que lo hacen. Digo más: la corrupción, ¿qué cosa es la corrupción? Como estaban diciendo por acá, es un daño grandísimo. Creo que al control administrativo al directivo se le sume un control popular y un control obrero con capacidad vinculante porque, de lo contrario, esos colectivos sociales o laborales pueden estar años con la bota puesta encima, y no tienen capacidad de modificar esa situación.
O sea que yo creo que ideas de ese tipo son necesarias y tenemos que ir experimentándolas cada vez más porque sin dudas, el día que las implementemos, van a transformar muchísimas cosas.
Sobre lo que decía Yosvany. Me parece fundamental eso que tú decías porque tiene que ver con la coherencia entre los diferentes espacios: cómo los diferentes espacios de la sociedad convergen y tributan en una misma dimensión emancipatoria. Podemos tener un centro de trabajo que funciona de una manera democrática, empoderada y de responsabilización colectiva; pero esos sujetos no están solo ahí, esos sujetos van al barrio, esos sujetos vinieron de una escuela, se formaron en un determinado lugar. Entonces la idea es que, como mismo nos educamos en la responsabilidad, en la democracia, en la participación en el centro de trabajo, también nos educamos así en el barrio, también nos educamos así en la escuela, también nos educamos así en las relaciones con los medios de comunicación: que haya una integralidad. Y en ese sentido, la educación es fundamental porque tiene ese peso, ese peso educativo, y ese peso de formar a la persona desde que es muy chiquito.
Yo creo que hay antagónicos en la sociedad cubana, tenemos que reconocerlo. Y los antagónicos en la sociedad cubana, ya desde hace mucho tiempo, no son solamente los mercenarios financiados por los Estados Unidos. Hay una franja de la población que se ha separado de los valores socialistas, de los valores revolucionarios, que no cree en ellos por distintas razones, probablemente muchos no saben ni son exclusivamente responsables de que eso haya sucedido. Tenemos que trabajar en esa dirección, pero tenemos que saber que las iniciativas que nosotros generemos, las iniciativas colectivas, las iniciativas de impulso al empoderamiento, tienen condicionantes complejos a la hora de relacionarnos con esos antagónicos en el marco de esos espacios. Condicionantes complejos porque bajo el argumento de la democracia no se le pueden regalar esos espacios a los que vienen con un proyecto que niega la democracia. Pero, al mismo tiempo, tenemos que reconocer que esos antagónicos no mercenarios tienen derechos constitucionales que deben ser respetados. Ese reto hay que asumirlo, porque es la sociedad que tenemos en este momento.
Por suerte, somos muchos los comunes y los iguales todavía, en el sentido de todos los que apuestan en una dirección socialista, en una dirección revolucionaria, en una dirección antimperialista, por suerte somos muchos todavía, y podemos desde ahí acumular, retomar y reoxigenar la hegemonía socialista.
Ubieta decía una cosa que me gustó mucho, que era cómo tenemos que preocuparnos cuando alguien se separa de los espacios de participación. Que tenemos que preocuparnos cuando se separa voluntariamente y también cuando se separa involuntariamente, porque ese que se va porque nosotros lo separamos, porque nosotros lo excluimos, es un sujeto que perdimos y que se lo entregamos por tanto a otros que vienen con otros valores, que en gran medida van a tributar al proyecto que estamos combatiendo.
Y yo creo que una de las cosas que aquí más nos ha dividido son las etiquetas que, además, han sido etiquetas en gran medida procesadas administrativamente. Cuando nosotros decimos “revolucionario” y eso se convierte en un principio de definición administrativa, ahí hay un margen de discrecionalidad y de arbitrariedad muy grande. Y hay que reconocerlo, se han cometido históricamente muchas injusticias en torno a esos conceptos universales, que son muy relevantes, pero tenemos que saber distinguir entre sus usos.
Yo conozco profesores que hoy por hoy nadie se mete con ellos, nadie les dice contrarrevolucionarios, nadie los expulsa de la Universidad, y en sus clases todos los días enseñan el neoliberalismo; yo los conozco. Y están ahí, incluso publican, y salen por televisión. O sea, que ese es un concepto bastante relativo, que tenemos que buscar la manera de que sea un concepto amplio, sin perder la perspectiva de que las universidades deben formar revolucionarios. Ese es un principio importante, pero el proceso en que nosotros administrativamente incluimos o excluimos personas es un proceso muy delicado y en el que se han cometido muchas arbitrariedades. Muchas veces los altos directivos no son conscientes del proceso que desatan cuando hablan y pronuncian una etiqueta.
Yo supe que, en la Universidad de Oriente, a un estudiante, por publicar en su Facebook “yo voto no”, quisieron expulsarlo, o a dos.
A dos estudiantes que pusieron en su Facebook “yo voto no”, quisieron expulsarlos, en un contexto donde, además de que es un derecho ciudadano, la máxima dirigencia está enfatizando y diciéndoles a todos sus subordinados y a todo el funcionariado estatal: “esto es abierto, todo el mundo puede decir su opinión, es importante que surja la discrepancia, de ahí vamos a construir una mejor Constitución,” etc. En ese contexto, para que ustedes vean cuántas mediaciones, sucedió eso, y yo estoy seguro de que en otros lugares probablemente sucedieron cosas parecidas.
Yo coincido con Yisel en que el proyecto es parte de eso que nos une, es parte de eso común, que es la brújula en esa construcción de la responsabilidad colectiva.
Yo, cuando empezó a surgir esta coyuntura de la crisis energética, mi primera reacción fue: bueno, aquí estamos, a resistir, no hay problemas con eso; por el contrario: este escenario puede servir incluso para que salgamos más fortalecidos políticamente, por la evidencia de una agresión externa, por la posibilidad de que de que se responda de forma creadora. Yo veía a otras personas con las que he compartido que lo ven de otra manera: “Coño, una vez más, este país está de madre, aquí lo que hay que hacer es irse, esto no tiene solución, hasta cuándo,” etc.¿Y por qué hay tanta diferencia en las reacciones? Y es que esas personas no están conectadas con un proyecto social que sostenga una resistencia. Resistir, resistir, ¿con respecto a qué? A la hora de resistir, lo que te fortalece es el proyecto, la posibilidad de estar luchando por construir algo mejor, algo diferente, y tienes la fe y la confianza de que eso va a suceder.
Entonces, en la medida en que ha habido una franja del pueblo que se ha desconectado de un proyecto, que ha caído en la desesperanza y el fatalismo en el que están lamentablemente muchas personas y gran parte del pueblo, ahí la resistencia se debilita. O sea que tenemos que reavivar ese proyecto, sobre todo, reencantar a la gente con la posibilidad de hacer las cosas de otra manera y transformar nuestra realidad.
En ese sentido, voy a decirle algo a mi compañero Calviño, que probablemente le incomode un poco, como parte del diálogo, y es que yo recibí un poco de espíritu fatalista en su intervención. Le voy a tirar la bola.
Obviamente, me parece muy interesante y muy relevante su reflexión sobre los condicionantes de la transformación, de la construcción de un proyecto, de una utopía; eso sin dudas hay que tomarlo en cuenta. Yo decía que la participación y la responsabilidad colectiva tienen que resolver las necesidades, y uno de los problemas que hemos tenido es que nuestra participación, nuestras estructuras, no están resolviendo las necesidades colectivas. Eso afecta, por dondequiera que lo mires.
Y es que, el socialismo se hace para eso¡, para el bienestar. El socialismo como proyecto no es la escasez, no es la pobreza: es el bienestar. Entonces tenemos que lograr que eso se haga efectivo en la práctica.
Ahora, quería hablar también de esta relación entre el condicionante biológico y la capacidad de los seres humanos de superar el condicionante. Yo los conectaría dialécticamente: la manera socialista de resolver los condicionantes biológicos, es a través de nuestra capacidad de superación de esos condicionantes. O sea, no es que están los condicionantes por aquí y la superación por allá, sino que el socialismo los debe conectar. El medio para satisfacer nuestras necesidades biológicas tiene que ser socialista.
Esto no significa que nuestro futuro tiene que ser esa utopía abstracta del reino de la superabundancia libre de contradicciones, que lamentablemente está en nuestra tradición marxista.
Yo parto de lo que Calviño decía: somos seres extraordinariamente contradictorios. Ahora, siempre hay un lado que es el hegemónico. Entonces se trata de una disputa sobre cuál de nuestros dos aspectos termina siendo el hegemónico en el funcionamiento social. En ese proyecto hay que creer; si no creemos, no tenemos nada, es como resignarnos al eterno predominio de nuestro lado miserable.
Calviño: Siempre he sido acusado de hiperoptimista.
El tema de la educación y la familia claro que es basal. Lo que pasa que la familia vive en la condición real en la que está.
Nosotros nos criamos en una familia donde estaban mamá y papá, por lo general, a las cinco de la tarde en la casa, donde el domingo se reunía toda la familia; es decir, nosotros vivimos en un concepto de familia presente, de familia con rasgos de hegemonía, etcétera, pero esa no es la familia de hoy, para nada. Hoy nosotros tenemos personas que salen a las 4 o 5 de la madrugada de su casa, a trabajar, dejan a sus hijos en la escuela antes de que la escuela abra, o lo dejan con un vecino para que los lleve si es muy chiquito, y regresan a las seis y media, siete, ocho de la noche, se ponen a hacer la comida.
Es decir, la familia es absolutamente otra. Y ya no estoy hablando de otros modelos familiares, el gay, etcétera; no, no, estoy hablando de la condición misma de la familia, y la familia vive esas tensiones, y esas tensiones se las transmite a sus modelos educativos, y pasan a través de sus modelos educativos.
Si de alguna manera, entre otras cosas, nosotros optamos por un sistema educacional de acceso libre, e incluso en un determinado momento –errático o no– decidimos becas desde la secundaria básica, era porque teníamos una convicción de que la familia estaba en una situación difícil, y que institucionalmente nosotros podíamos de alguna manera apoyar; pero el problema es que el vínculo familiar es el vínculo familiar, y eso es una determinante básica.
Nosotros hemos estudiado casos de niños separados de sus madres recién paridas. Estoy pensando en un caso en el que me tocó mediar, y me costó. La mujer pare, se fuga del hospital, deja a la niña ahí, se pierde, carné de identidad falso, registro falso, todo falso, y además su decisión de no querer a la hija. Para un hospicio va la chiquita, con un nivel de atención magnífico. Yo no sé si ustedes han estado en una de esas casas donde se cuida a los niños. Es impresionante, me erizo de la atención que se les da.
Bueno, la chiquita, pasaron ocho años de su vida, nueve años de su vida, y no tenía un pelo en la cabeza, ¡no tenía un pelo en la cabeza! A los ocho años, no se sabe cómo, apareció una mujer prostituta, delincuente, sin registro de nada, y dijo: “Ahí está mi hija, y tengo todo el derecho.” Y empezaron los procesos: los psicólogos, los abogados. Para no hacerles largo el cuento, la chiquita empezó a interactuar con su madre, y tres meses después el pelo empezó a crecer impresionantemente. Madre puta, descarada, delincuente, borracha. Entonces yo lo que digo es que no podemos de alguna manera desconocer ese dato primario.
La familia está viviendo muchas tensiones, las vives tú, las vivo yo, las vive la gente. El tiempo real de acción de la familia… Nosotros antes decíamos: cuidemos nuestras condiciones de trabajo porque la tercera parte de nuestra vida la pasamos en el trabajo, la tercera parte resolviendo problemas para trabajar y la tercera parte en la familia, de la cual, cuando vienes a ver, ¿de las 24 horas del día cuánto es tu nivel de interacción con tu familia promedio en el país? Entonces es duro.
Yo soy de los críticos que dice que no podemos dejar a los niños viendo la televisión y jugando con el Nintendo, los que pueden, y jugando con otras cosas; no podemos. ¿Pero qué hace una madre cuando llega a las ocho y media de la noche a su casa? ¿Qué hace de cinco y media de la tarde a ocho y media de la noche? Porque al niño, a las cuatro y media de la tarde, la escuela le dice: se acabó, pipo, para tu casita, que yo no te puedo tener más aquí.
Entonces yo creo en la importancia de la familia, creo en la importancia capital de la familia; pero creo que si a la familia no se le dan ciertas condiciones para ejercer ese modelo, la tienen extremadamente limitada. Y creo en las diferencias. ¿Pero saben lo que me pasa? Que las diferencias me dan que, a pesar de todos los pesares, las familias –vamos a buscar un nombre que creo que los sociólogos no han inventado– beneficiadas tienen mejores efectos educativos que las familias no beneficiadas. Y cuando tú ves los ingresos a la Universidad, los ingresos a la Lenin en su momento, los resultados, qué casualidad que siempre son las familias beneficiadas. Y yo no creo que haya prioritariamente un proceso de corrupción, es que determinadas condiciones son distintas. Y es muy distinto cuando yo me paro allí en el aula y yo tengo un alumno que llega en un Kia particular, que además es tan burro que su padre o su tío le mandó una notebook Chrome, que aquí no sirve para nada porque tiene que estar conectado las 24 horas, por gusto, pero tiene la notebook Chrome, que tiene el Aiphone 19, que no ha salido en el mundo, pero él ya lo tiene. Y tengo al lado a otro con una libreta y un lápiz. ¿Y la apropiación de la influencia educativa será igual? Malas noticias, pipo: Silvio es mi amigo, y yo sé que el rico no hace una cosa, ni el pobre, pero hace una diferencia. El ejercicio de la posibilidad es otra cosa, pero la posibilidad es absolutamente distinta, y lo sabemos, y es un problema que estamos confrontando hoy. Y la salud es la misma para todos los cubanos. Sí, pero no; porque el que llega al hospital con 100 “fulas” en el bolsillo, no llega al mismo hospital que el que llega al hospital a decir: me siento mal. Y no estoy hablando mal de los médicos; al contrario, nada mejor para mí que la opinión sobre los médicos en este país. Lo del ébola es sencillamente casi antinatura, porque cualquier ser humano diría: “¿Qué me voy a ir a joderme y a morir allí?” Y fueron. Es decir, no tengo la más mínima duda. Estoy hablando de ese otro momento, que es el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.
Ella preguntaba: ¿y por qué en los momentos de crisis? Porque esa es la estructura básica. ¿Tú alguna vez has ido al hospital a decirle al médico: hágame un chequeo a ver qué tal estoy? ¡Jamás! Tú vas al hospital cuando te duele la cabeza, cuando te duele el pie, cuando tienes un problema, cuando tienes una herida; el 99 por ciento de la población. Hay algún psicótico que va todas las semanas a chequearse, pero el 99 por ciento no es así. Ese es el ser humano. Entonces claro, por supuesto.
¿Hay modelos y modelos de relaciones? Sí, yo digo, por ejemplo, modelos cooperativos que se han estado intentando instalar en los últimos años en el país son infinitamente mejores que los modelos estatales, infinitamente. Lamentablemente todavía siguen supeditados a los modelos estatales.
El Ministro no me dejará mentir en su esfera, pero veamos otra esfera: cuando a mí se me destrozó el Lada y lo llevé a una cooperativa, me pedían 3,500 CUC los privados por chapistear y pintar el Lada, y en la cooperativa me dijeron: el costo son 316 CUC. Y yo dije: “¿Me lo están regalando?” Y dijeron: “No, no” –ojo, ¡cooperativa! – “nosotros tenemos unos ingresos, sobre esos ingresos sacamos un dinero, y sobre ese dinero apoyamos a personas que no tienen condiciones.” ¡Coño, esa es la cooperativa que yo quiero!
Díceme el tipo: “Pero te digo más: si nos dejaran, podríamos hacer no 80 carros de este tipo al año, podríamos hacer 160; pero, si necesito pintura, no puedo comprarla, tengo que ir al ministerio que me atiende a decirle: cómprame la pintura, y me dirá: no, pero no está en el plan, tienes que esperar al año que viene. Pero, aun así, no importa el modelo.
Al mismo tiempo te digo qué es lo que pasa: nosotros tenemos hoy una contradicción, nosotros estamos diciendo que estamos convencidos de que la gestión fundamental del país es la gestión estatal y empresas estatales, produce el 95 por ciento del Producto Interno Bruto; el sector privado, con un 39 por ciento, ha cambiado hasta un 41 por ciento de la fuerza de trabajo activa, produce el 5 por ciento del Producto Interno Bruto. ¡Es vergonzoso! ¿Y quién tiene mejores condiciones para trabajar? El Estado trabaja uno, a uno, a uno; el cuentapropista, ni por casualidad, el cuentapropista dice: veinticinco a uno aunque me maten; y si puedo ponerla más dura, la pongo más dura, y en eso no se equivoca. El Estado trabaja una, a una, a una. El cuentapropista va, se levanta a las cinco de la mañana, es verdad –Alzugaray sabe de lo que estoy hablando–, y les da la vuelta a todos los guajiros del mundo y les compra directo y les paga directo; el del Estado tiene que pedir la autorización, tiene que licitar tres, tiene que pedir el cheque. Cuando llega para comprar la lechuga, se echó a perder la lechuga. Entonces hay algo que estamos haciendo mal. No podemos ponerle las coyundas al Estado, si es que efectivamente nosotros estamos mirando que el futuro –y yo estoy de acuerdo con eso– está en manos de la gestión estatal, porque es la única que puede garantizar verdadera justicia social. Porque, por bueno que sea el cuentapropista, por bueno que sea –y esa es una bronca que tengo con Silvio–, por bueno que sea el cuentapropista, dirá: yo te suelto algo…
Yo tengo una bronca con Silvio porque le hicieron una entrevista, y dijo: chico, el problema del mundo tiene una solución sencilla; y dice: los ricos no tienen que dejar de ser ricos, lo que hace falta es que sean mejores con los que no han tenido su suerte. Digo: “¡Flaco, me mataste, no jodas, veta pa’l carajo!” ¿Rico o pobre es una cuestión de suerte? ¡No jodas, imposible!
Entonces, no, yo sí creo en la capacidad humana totalmente; creo tanto en la capacidad humana, que efectivamente me dedico a la psicología, y todo mi trabajo es decirle a la gente: tú puedes, podemos, puedes ser mejor persona, podemos tener un mejor país, podemos tener una mejor sociedad. Pero no estamos realizando las cosas que decimos.
Vuelvo otra vez al tema: ¿por qué un cuentapropista, que ingresa 20 mil CUC al mes, tiene la misma libreta de abastecimientos que yo? ¿Por qué razón? Y si les quitan la libreta de abastecimientos a todos, hasta me puedo incluir, que me la quiten a mí también; pero nosotros seguimos pensando que la libreta de abastecimientos, o es para todo el mundo, o no es para nadie. No puede ser, nosotros tenemos que entender que la justicia está en la diferencia, no en la igualdad, la justicia está en la diferencia. Cuando yo trato a este distinto a este es porque su realidad es distinta; esa es la justicia.
La justicia de la Revolución Francesa… Bueno, la justicia de la Revolución Francesa se fue a pique.
Entonces yo creo que hay una capacidad en la población para moverse. Yo lo escribí así y lo viví.
Cuando nosotros fuimos, a 24 horas del tornado, allí a Luyanó, y la gente por sus propios pies llevaban el pedazo de pollo –no el que le sobraba, el único que tenía–, y llevaba el pedazo de pollo, el arroz, el café, lo que fuera, y lo llevaban para allí, ¡ese es este pueblo!
Lamentable también es que la Policía te decía: “¿A dónde usted va? No puede pasar. No, este es un problema del Estado, el Estado se ocupará.” Tenemos que resolver ese problema, pero la capacidad humana existe, porque hasta biológicamente nosotros no podemos vivir sin el otro, no podemos, ¡necesitamos del otro, necesitamos la colaboración! Entonces, para mí, eso es clave.
Lo otro es lo siguiente: y ahí, como tú me tiraste, te voy a tirar yo a ti. Tú hablas de que existen profesores neoliberales, ¿no? Existen políticas neoliberales dentro del gobierno cubano revolucionario y socialista, existen políticas. Cuando nosotros estamos en la comeduría de mierda –me perdonan que hable así–de la excelencia y los niveles de excelencia y las publicaciones en el grupo uno de escupo, digo de Escopo y toda esa mierda, esa es una política neoliberal, que niega nuestra identidad, que niega nuestras narrativas, que niega nuestros modos de pensar, que niega nuestra cultura, que es la base de la solución de los problemas. Tenemos que denunciar también las políticas neoliberales. Y el mismo ministerio que te dice que si no es revolucionario ciento por ciento no puede estar aquí, no es revolucionario ciento por ciento. Entonces es contradictorio, es una situación difícil.
Por eso, yo siempre digo: para mí, militante del Partido, revolucionario y fidelista a morirme, para mí yo siempre digo: ¿la esencia que no podemos perder sabes cuál es? Yo lo digo con mis palabras: “¡Coño, que yo soy cubano, mano, y que yo quiero ser cubano, y yo me siento orgulloso de ser cubano!”
Y don Fernando Ortiz decía: “La salvación está en la preservación, robustecimiento y enriquecimiento del alma cubana.”
Yo creo en el proyecto socialista, y estoy de acuerdo con el proyecto socialista, aunque no entendamos ahora muy bien por dónde vamos, porque hay tantos socialismos distintos, que es difícil; pero entiendo que el socialismo es la consecuencia de algo, no es el punto de partida. Y ese algo es la esencia de este país. Por solo poner un punto de referencia, de 1868 hasta hoy. Y ese es el alma cubana. Y lo que está en juego no es el socialismo; si el socialismo se fuera a pique y apareciera el piripintismo, no pasa nada si ese piripintismo cultiva, desarrolla, enriquece, enorgullece y hace sentir grande al alma cubana.
Enrique Ubieta: A mí me tocó ahora terminar. Quiero decir algunas ideas.
Realmente, ¿cuál es la situación de lo que llamamos este largo período de tránsito en Cuba? La situación es que la cultura imperante a veces; la cultura que se reproduce en bolsón y que por momentos acapara grandes segmentos de la realidad nacional, es la cultura del capitalismo sencillamente. ¿Por qué? Porque es la cultura dominante en el mundo, es la cultura que se reproduce en el mundo de forma “natural”.
El capitalismo es el resultado natural de la biología natural, no de la social.
Entonces ese es un ardid del capitalismo. Es lo natural, lo normal, que la gente se mate unos a otros por tal de hacerse ricos, o que, por tal de tener más y saciar, sus apetitos internos imperen sobre sus ideales o sobre sus convicciones, o incluso sus realizaciones. A lo que aspira el socialismo no es a personas irrealizadas, sino a personas que se realicen precisamente en la participación; no sentados en la asamblea, por supuesto, sino como protagonistas, en primer lugar, de su propia vida –que no puede serlo totalmente en el otro sistema, y después del colectivo, de las personas que lo rodean.
Desde luego, que durante el Período Especial –yo recuerdo esa frase de Fidel que tú citaste; no sé si es exacta, pero es el sentido–, lo que estábamos haciendo era salvaguardando las conquistas de la Revolución y la soberanía, vamos a decirlo así; y no avanzar y no continuar el avance –digamos– en ese proceso de construcción de una nueva sociedad –que es como me gustaría más decirlo.
El problema es que no hay soberanía sin socialismo. Y las conquistas que estamos conservando ya son socialismo; es decir, ya son un camino que tiene que defenderse a partir de un concepto de país, a partir de una concepción de nación. Ahí viene el conflicto entonces.
Claro, ¿qué pasa?: choca, choca. Yo sé que choca a veces el discurso revolucionario con realidades que tenemos en el país, que, como tú decías, nos tienen que doler, porque a mí me duelen las diferencias, esas diferencias me duelen, me molestan; es decir, todas las que puedan existir me molestan, y no me conformo con ellas, no me conformo con ellas. Pero el discurso revolucionario no lo puedes eliminar, decir “ese discurso ya no es de esta época.” Cuidado ahí, porque ese discurso es el que plantea el horizonte, es el que plantea el proyecto de vida, es la brújula, y si eliminamos ese discurso, que está planteando la brújula, el horizonte, entonces sí que esos conflictos y esas contradicciones que sí son antagónicas, aunque estén dentro de nuestro sistema, que sí hay lucha de clases y no vivimos en una sociedad ideal…
De hecho, cuando hablamos de democracia, por lo general lo que tenemos en la cabeza, inconscientemente, es la democracia burguesa, que ha demostrado a todas luces, en América Latina, que no solo es inviable, sino que es una farsa. Los pocos lugares en América Latina que han intentado aplicar las reglas de la democracia burguesa al dedillo están siendo avasallados con trampas, con agresiones; es decir, no respetan eso porque no les interesa respetarlo. Es decir, esta es otra democracia, la que queremos construir nosotros: popular, poder popular, como tú decías, que no tiene esquema de comparación con aquella otra democracia.
Y en esa construcción –disculpen esto que voy a decir– también hay y tiene que haber violencia. Hay guerra, sí la hay; hay conflictos que no se pueden resolver en una conversación. Y lo digo siendo partidarios acérrimo del debate, del diálogo. Lo he demostrado siempre; siempre he estado debatiendo las ideas que defiendo, en las que creo; escuchando al otro y dándole entrada, porque a veces una manera de hacerlo es no darle importancia a lo que dicen los otros. En cambio, cuando las rebato es porque le estoy dando importancia a lo que dicen.
Es decir, yo creo que las contradicciones que están en la sociedad cubana existen, y no van a dejar de propiciar una permanente lucha, un permanente intercambio, que no va a ser muy amistoso en ocasiones, no lo va a ser, y va a propiciar los debates que hoy vemos en las redes sociales y los vemos en otras expresiones de la vida pública.
Yo creo que aquí hemos pasado de lo más general a lo más anecdótico, que no sé dónde está exactamente el punto medio quizás, pero este es un tema que nos lleva de un lado al otro y a veces nos desvía un poco.
La burocracia es un mal que tenemos. Bueno, podría enumerar otros también; ahora, la burocracia no es un mal del socialismo, es decir, forma parte del capitalismo que tenemos dentro de Cuba, forma parte de los bolsones del capitalismo que tenemos, como forma parte de los bolsones del capitalismo la corrupción; la corrupción es un bolsón capitalista que peligrosamente crece, pero es un bolsón capitalista que funciona orgánicamente en el capitalismo. Al socialismo lo destruye, en el socialismo sencillamente es mortal, es un cáncer.
Ah, eso sí lo tenemos que tener claro nosotros: aquí no hay “por ahora”… Y cuando digo “por ahora” quiero decir que mi vida está destinada de alguna manera, en lo poquito que pueda lograr, a impedir que eso ocurra.
Sin embargo, aquí no hay las grandes diferencias sociales que se ven en América Latina, a pesar de que hay diferencias sociales importantes; y digo importantes porque las estoy mirando desde el prisma de mi ideal, de mi proyecto de país.
No podemos renunciar a un proyecto de país; no podemos mirar la solidaridad, no podemos entender la solidaridad, la responsabilidad individual y colectiva, solo desde el prisma de un barrio, de una empresa, de una escuela. Todos esos prismas son importantes, y en todos esos prismas tenemos que participar solidariamente, pero tenemos que tener para ello un horizonte, un proyecto de país, y es ese proyecto de país el que nos une, el que nos da a nosotros los cimientos de la unidad y la razón de ser. El que no lo tiene, pues obviamente se desmarca, no entiende; es decir, solo puede entender la crítica concreta, solo puede situarse en función de su interés individual.
Eso es lo que quería decir (APLAUSOS).
Yasel Toledo: Les agradecemos a todos. Hemos estado casi tres horas debatiendo aquí. Nos vemos el 16 de octubre, a las cuatro de la tarde, para dialogar y debatir.
Espacio Dialogar, dialogar, 18 de septiembre de 2019.
Vuelve el espacio Dialogar, dialogar…
El espacio Dialogar, dialogar…, impulsado por la Asociación Hermanos Saíz, volverá a convocar al pensamiento y debate sobre aspectos medulares de la sociedad cubana, a partir de las 4:00 PM de este miércoles, 18 de septiembre, luego de más de un año sin realizarse.
El Doctor en Ciencias Psicológicas Manuel Calviño, el ensayista Enrique Ubieta y los jóvenes Luis Emilio Aybar y Yasel Toledo reflexionarán en torno al tema “El sentido de la responsabilidad colectiva, ¿Cómo se construye, cómo se destruye?”, en intercambio con el público participante.
Otra vez el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba, casa grande de los jóvenes creadores en el país, será el escenario para una iniciativa nacida en el año 2013, gracias a la AHS y el intelectual Elier Ramírez Cañedo, actual Doctor en Ciencias Históricas y compilador de los dos libros conformados a partir de los referidos debates entre ese año y el 2017, publicados por la editora Abril.
Dialogar, dialogar… se realizará el tercer miércoles de cada mes y tratará de continuar como una plataforma para el intercambio sincero, valiente y responsable entre varias generaciones de cubanos, no solamente en su sede habitual, sino en varias universidades y otros centros educacionales.
Mantendrá como líneas temáticas la cultura, la historia, la sociedad en general, incluidos elementos de la economía. Entre las siguientes propuestas para opinar estarán “¿Cómo debe ser un joven creador en la Cuba de hoy? Vigencia de los Hermanos Saíz”; “La cultura de la resistencia y el triunfo en Cuba”; y “El dilema entre lo banal y lo culto en la música de nuestros días. ¿Cómo superarlo?”
Este espacio es un homenaje permanente al pensamiento de Alfredo Guevara, quien demostró su confianza en las nuevas generaciones hasta sus últimos días, por eso debe su nombre al último libro del sobresaliente intelectual, fruto de una serie de intercambios con estudiantes en varias facultades, como ha expresado en diferentes ocasiones Ramírez Cañedo.
Dialogar, dialogar… aspirará siempre al debate, a la polémica, a las críticas y propuestas desde el amor a la nación y sus esencias, como una posibilidad de pensar al país entre todos.