Alexy Dumenigo
Nunca he intentado romper moldes
No he tenido la oportunidad de conocerlo a profundidad. Me refiero a ese encuentro, provocado o al azar, que en ocasiones nos coloca a los escritores en un mismo punto del tiempo y el espacio, y que permite ciertas formas de interacción. Sin embargo, creo que he llegado a descubrir un poco de las esencias de Alexy Dumenigo Águila a través de sus obras y de las impresiones que estas han causado en mí. Quizás esta sea la mejor forma en que un escritor alcanza a conocer a otro.
¿Te consideras un narrador estrictamente de ciencia ficción o uno que hibrida en sus textos diversos géneros? ¿O eres de los que cree que la literatura no ha de dividirse en géneros, sino en categorías y jerarquías de calidad?
Me gusta la ciencia ficción por las posibilidades que ofrece para contar, pero no me limito a un género. A veces escribo fantasía o relatos puramente realistas. No los clasifico hasta luego de terminar. De ahí que me resulte imposible etiquetarme como autor de ciencia ficción, ni mucho menos decir que hibrido géneros.
Trabajo con ideas y recursos narrativos, al menos en la parte consciente de la escritura. Siempre queda un porciento del texto que no sabría decir de dónde salió. En la parte que sí controlo del proceso, me gusta tomar de aquí y de allá. Intento no pensar en términos de género. Los géneros son útiles para que el público encuentre cierto tipo de libro o para que los académicos y críticos puedan organizar su discurso; pero también tienen el efecto de que, como ocurre con la ciencia ficción y la fantasía, obras muy diferentes entre sí van a caer en el mismo saco, para bien o para mal. Ahí no valen tampoco las jerarquías de calidad. Tienden a confundirse con gustos y prejuicios. Personalmente, dedico mucho tiempo a pensar en el dilema de los géneros y a veces me digo, “escribiré un cuento dentro de este género”, porque ayuda tener un punto de partida, pero luego voy adonde me lleve la historia.
¿Qué opinión te merece la literatura de ciencia ficción joven que existe hoy en día en nuestro país? ¿Cuál es un principal hándicap?
Creo que hoy los autores están mucho más informados de lo que estaban hace una década. Se trata de una ciencia ficción escrita por nativos digitales, en un mundo interconectado. Los referentes actuales pueden llegar de lugares como China o Nigeria, que antes no figuraban en nuestro mapa de la ciencia ficción. El abanico de temas y estéticas se ha ampliado mucho.
¿Hándicap? Muchos de los textos que leo de autores contemporáneos están salpicados de referencias y tópicos ya abordados en sagas literarias exitosas, series de televisión, películas, etcétera. Raras veces la mezcla se produce de forma orgánica. Parece que la ciencia ficción cubana está todavía en proceso de asimilar todas esas influencias externas. Como amante de las buenas historias, me preocupa que los argumentos se subordinen al afán especulativo y a las referencias.
¿Cuáles son los temas o asuntos que te preocupan a la hora de escribir y cómo transcurre tu proceso creativo?
Me gusta probar suerte con los tópicos de la ciencia ficción. Mis argumentos son muy diferentes entre sí. Lo mismo me pasa con otros géneros. Solo encuentro un elemento en común: el individuo. Suena demasiado vago y general pero, analizando mis cuentos y la forma en que se desarrollan, veo que el foco de atención siempre está en el mundo interior de los personajes. Mientras más imperfectos y vulnerables, mejor.
Por raro que suene, dedico la mayor parte de mi tiempo libre a complicar la vida de personas imaginarias. En ese sentido, la ciencia ficción me ofrece un arsenal de situaciones desagradables o extrañas que puedo dejarles en el camino. Trato de no extenderme en la descripción de sociedades o tecnologías, aunque me divierta hacer lo que llamamos worldbuilding (construcción de mundos).
Casi todos mis relatos están entrelazados con el punto de vista de los protagonistas, a tal punto que un noventa por ciento de las ideas que vienen a mi cabeza acaban desechadas porque no encuentro a los personajes adecuados. Cuando aparecen los personajes ya hay conflicto, y entonces el cuento se escribe solo… lo cual es un sentido figurado, porque bastante que me cuesta. Escribo lento, a lápiz, y tengo la mala costumbre de corregir a cada rato. Ese es mi proceso creativo y no se lo recomendaría a nadie. Los horarios y la cantidad de revisiones varía con cada cuento. Y suelo reescribir mucho.
¿Es importante que los jóvenes creadores tengan referentes de las generaciones anteriores?, ¿o piensas que es preciso que los jóvenes rompan con moldes anteriores y que solo se miren en el espejo de sus contemporáneos?
Nunca he intentado romper moldes. Mis preocupaciones suelen ser mucho más inmediatas. Trato de no hacer comparaciones. Una amiga escritora me ha calificado de “arqueólogo literario” porque paso más tiempo leyendo novelas del siglo XIX que poniéndome al día con el panorama literario cubano. Desde que abandoné la condición de inédito, intento llenar ese vacío cultural, porque hay que tener de qué conversar en los eventos y ferias del libro.
Lo cierto es que leo principalmente por placer y curiosidad. Cualquier comparación de mi obra con la de mis contemporáneos me parece un acto mezquino. Cualquier comparación con los clásicos puede ser fatal para mi autoestima.
Conversemos un poco sobre el debate de si existe el fantástico o la ciencia ficción netamente cubanos, entendiendo que esa categoría no incluye la condición nativa de aquellos que escriben sino la elección de figuras, temas, leyendas, mitos, religiones, etc. propias de nuestra región geográfica. ¿Este es un riesgo que nos puede conducir a una escritura localista o constituye un paso adelante en cuanto a la idea de formar un corpus creativo de raíz nacional?
Pienso que la cultura cubana es mucho más universal y compleja de lo que parece a simple vista. Siempre se agradecen las historias fantásticas que reflejan nuestra identidad, pero se corre el riesgo de mostrar una visión caricaturesca de lo que significa ser cubano. Por atractivo que resulte un corpus creativo de estas características, no debería otorgársele más valor del que tiene ni debería limitar la elección de argumentos por parte de los autores.
Como escritor cubano, puedo escribir historias que se desarrollen en Nueva York o Japón, incluso con situaciones que parecen sacada de un cómic norteamericano, y siempre habrá algo de cubanía en el modo de representar esos rasgos culturales foráneos.
Los grupos literarios, ¿beneficiosos o negativos para un escritor?
Si algo hemos aprendido durante la pandemia del coronavirus es que, por mucho que la sociedad nos corrompa, el aislamiento no nos hace ningún favor. Eso aplica también a la formación de los escritores. El Centro Onelio, el Taller Espacio Abierto y el taller literario de la UCI han sido claves en mi aprendizaje y no sé qué rumbo hubiera tomado mi escritura sin ellos. Posiblemente no hubiera pasado de ser un hobby.
Mi experiencia personal en estos grupos puedo calificarla como positiva. Es verdad que se corren riesgos. Puede ser difícil para un autor formarse un criterio propio bajo la influencia de un grupo. Siempre hay una parte de nosotros que quiere agradar, que busca ser aceptada y disolverse en la multitud. Depende de hasta qué punto el escritor consiga mantener su individualidad. Pero no hay duda de que se aprende. De lo bueno y de lo malo.
Háblame un poco de tu libro Izokumi, Premio Calendario de Ciencia Ficción en el 2019.
Izokumi es el último de cuatro cuentos que conforman el libro. Y los cuentos no guardan relación entre sí. Así que es difícil explicarlo como un todo, aunque por lo general mis presentadores se las arreglan para definirlo mejor que yo (aquí pondría un enlace a la reseña de Abel Guelmes que está en el blog de Espacio Abierto).
La colección inicia con Edén, una reescritura de un cuento de Edgar Allan Poe en clave de ópera espacial. Luego viene el cuento más largo de todos, Tiempos convulsos, donde me di el gusto de contar una historia de intriga y espionaje en un 1962 alternativo, donde la Crisis de los Misiles toma un nuevo giro.
Hostal 51 es un cuento que escribí y reescribí varias veces sin parar de reirme de mis propios chistes. Lo mejor es que a otros también les ha hecho gracia. Trata de un hostal que alquila a extraterrestres en la Cuba de hoy, o al menos la Cuba de hace unos meses.
Izokumi es una historia sobre universos paralelos y el bombardeo nuclear a Nagasaki, en 1945, y es mi cuento favorito del libro. El hilo que conecta las narraciones, si hay alguno, podría ser el tratamiento de los personajes y su manera de afrontar la adversidad, pero ese es el tipo de explicación que los autores nos inventamos sobre la marcha. Si alguien me dice a la cara que son solo cuatro cuentos que reuní para ganar un concurso, posiblemente no se me ocurra nada que contestar.
Leí con curiosidad, y hasta con un poco de sorpresa, que de los tres jurados que concedieron dicho premio, solo uno estaba vinculado directamente al mundo de la ciencia ficción y la fantasía. ¿Es positivo que nuevos jurados, provenientes de la literatura mainstream, valoren las obras que se enfocan en el género fantástico? ¿Se corre un riesgo o se amplía un espectro de referencias?
A menudo se oye decir que la literatura de género no es tomada en serio ni por la crítica ni por otros escritores. En ese sentido, la inclusión de autores ajenos al género, pero de vasta trayectoria y autoridad en el mainstream, permite que exista ese acercamiento tan deseado.
Me gusta pensar que esos jurados pueden expandir sus horizontes y su comprensión de la literatura popular, al mismo tiempo que aportan un punto de vista estrictamente literario. Lo ideal sería mantener un equilibrio en la mesa donde se valoran de los manuscritos, pero con un número impar se hace difícil. De hecho, la contradicción entre la calidad literaria y el carácter especulativo es inherente a este tipo de obra. Incluso si hubiera un único jurado, la elección siempre va a ser complicada, por eso los veredictos del Premio Calendario de Ciencia Ficción siempre están sujetos a polémica.
Es difícil encontrar libros perfectamente balanceados. Sin embargo, un buen libro de ciencia ficción debería ser capaz de convencer incluso a los lectores más novatos. La literatura de género muchas veces tiende a aislarse dentro de sus propios límites y creo que ese es el mayor riesgo.
¿Hay variedad estética y estilística en los textos de los escritores de ciencia ficción de nuestro país o se repiten las maneras de contar?
Siempre hay algo de imitación, sobre todo cuando se trata de autores que dan los primeros pasos en la escritura. Es normal. A medida que estos escritores ganan experiencia, se puede notar un estilo y una estética particular. No creo que haya dos autores cubanos de ciencia ficción que escriban igual. Todos tienen sus inquietudes y sus maneras.
¿Hasta qué punto crees que la reciente conectividad de nuestro país con mundo de la media enriquece los márgenes culturales de los escritores?
Es difícil estimar hasta qué punto. Son muchas las bondades del Internet y sus desafíos. Tengo cerca de 10 GB en videocursos de escritura y libros de teoría narrativa que no podré estudiar ni viviendo mil años, por no hablar de la cantidad de ficción que tengo al alcance de un click. Es casi desesperante. Antes, las opciones eran más reducidas y había más tiempo para procesar las experiencias. Ahora, lo que se gana en amplitud e inmediatez, se pierde en intensidad. Y los horizontes de los lectores se amplían también, o al menos su acceso a la información. Eso influye mucho en la forma de escribir, porque se lee distinto.
También, debido a la escasez de vías para promocionar y comercializar las obras literarias dentro del país, Internet es para muchos el camino más rápido y directo hacia una carrera literaria. Es muy popular la idea del escritor/divulgador/influencer, todo en uno. Los autores son mucho más conscientes del medio en que se distribuye su obra y pueden recibir retroalimentación. Parece que la literatura va dejando de ser un oficio solitario.
En mi experiencia personal, la conectividad puede ser también un enemigo de la productividad. Pero es uno de los riesgos que debemos correr. Habrá que adaptarse, porque el Internet no se irá a ninguna parte.
¿Cómo definirías tu propio estilo?
Siempre tengo en mente una frase de Hemingway cuando pienso en el estilo. Decía, más o menos, que son aquellos errores que se repiten en la obra de un autor mientras este trata de crearse un estilo. Yo ni siquiera busco definirlo. Otras personas lo han descrito como sencillo y directo. Mis cuentos están llenos de imperfecciones que se repiten, también de obsesiones que se manifiestan en la forma y el contenido. Arranco con la frase que me parece más esclarecedora y, como nunca me gustó la gramática, voy hasta el final intentando no tropezar con los adjetivos, los advervios o las oraciones subordinadas. Trato, en general, de no complicar las cosas, incluso cuando las ideas que manejo puedan ser excéntricas.