10 de octubre
¡Sé bendito, Hombre de mármol!
La historia de Cuba, entre sus muchos héroes, ha perpetuado un nombre: Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo. Justo cada mes de febrero Cronos trae a la memoria el aciago recuerdo de su muerte, aquel 27 de febrero de 1874, el día que abandonó el espacio terrenal y que comenzó a vivir para siempre en la memoria del pueblo cubano. Han transcurrido desde entonces 147 años.
Por la cultura, por Cuba, la AHS siempre acompañará
*Palabras del Vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz a propósito del Día de la Cultura Cubana
Compañero Alpidio Alonso Grau, Ministro de Cultura
Queridos compañeros:
Es un altísimo honor estar aquí en esta celebración dentro de la Jornada de la Cultura Nacional, acompañando este justo reconocimiento a figuras imprescindibles para el imaginario espiritual de la nación. Todos los distinguidos hoy son maestros, son la savia que nutre y sustenta el proyecto soberano de país que desde aquel 1868 venimos defendiendo sin reposo.
La cultura cubana recuerda hoy con alegría aquel hermoso 20 de octubre en que, por primera vez, se entonaron en la recién liberada ciudad de Bayamo las notas del Himno Nacional de Cuba. A la clarinada heroica del 10 de octubre, la siguió el gesto hermoso de un pueblo cantando su libertad.
Las naciones son más que el espacio físico que ocupan. Son imágenes, lealtades, emociones. Ser cubano, nos decía el gran Fernando Ortiz, es amar y aceptar todo lo que hace de lo cubano una condición en sí. Es asumir las glorias y aspiraciones de un pueblo y amarlo y defenderlo en cualquier lugar en que se esté.
El proyecto imperial que nos adversa, sabe que la forma más efectiva del desarraigo y la derrota es aquella que vacía al ser humano de las raíces que lo fundan: quitarnos lo cubano y llenarnos con la vacuidad que promueven las industrias culturales hegemónicas, cambiar el culto a Martí por el culto edulcorado a héroes cinematográficos vacíos, aceptar el anexionismo, el pasado, como único destino posible, asumir la heroica resistencia de más de 60 años como un absurdo, arriar todas las banderas que hemos defendido por la promesa del consumismo, que no es más que la expresión máxima de la enajenación y la soledad del individuo contemporáneo.
Hoy el mundo está viviendo tiempos difíciles. Las derechas asesinas han vuelto al poder en numerosos países de nuestro continente y se prestan al juego sangriento e inhumano de rendir por hambre a la hermana República Bolivariana de Venezuela, como desde hace décadas se prestan al de rendir por hambre a la Revolución cubana. El mayor imperio de la historia vive una etapa de tensión social inédita desde los años de la guerra civil, y en el proceso, canaliza todo su odio contra las fuerzas progresistas del continente y el mundo. Su poderoso aparato militar y de manipulación de la conciencia está enfocado en subvertir y desmontar los procesos que de una forma u otra cuestionan su predominio. Por si fuera poco, una pandemia ha venido a trastocar la normalidad establecida, llevándonos a cuarentenas, aislamientos y nuevas normalidades, planteando retos inéditos para el mundo y para Cuba.
La agresividad contra los intelectuales y artistas que, valientemente, respaldan a la Revolución cubana y su obra va en ascenso, alimentada por los mismos intereses históricos y por la desesperada campaña electoral de un magnate.
Ante el odio, erigimos la certeza de que los artistas e intelectuales verdaderamente valiosos, dentro y fuera de la isla, permanecen al lado de la Revolución. Son a esos a los que ponen en espurias listas y a los que amenazan y sabotean constantemente. Pero nuestros artistas cuentan con un arma inigualable, con el arma que ha sustentado las luchas de un pueblo durante generaciones: la vergüenza. Con la vergüenza respondió el Mayor General Ignacio Agramonte, cuando en una de las desesperadas jornadas de la Guerra de los Diez Años, alguien le preguntara con qué contaba para continuar la guerra. La vergüenza de las mujeres y hombres de bien, de los mejores artistas e intelectuales, es nuestra mayor garantía de continuidad.
Ante este panorama, la batalla que debemos librar como nación ya no es solo económica, sino que es también una batalla de símbolos. Es la batalla por un universo de representaciones. Por qué modelos de ciudadano y de nación queremos para el futuro. Es también la batalla por qué arte debemos privilegiar.
Todos los aquí reunidos y muchos más, muchísimos más, edifican con su labor cotidiana, con las ideas y la belleza que constituyen sus obras, esa defensa esencial, primera, que debe edificar cualquier pueblo contra la avasalladora ola neoliberal. Y lo hacen sin renunciar al pensamiento crítico, ese que, desde el compromiso, no duda en denunciar todo lo mal hecho y cambiar todo lo que debe ser cambiado.
Soy de los que cree, firmemente, que en la cultura se decide hoy el destino de nuestra nación. Que es la cultura, como nos indicara Fidel en múltiples ocasiones, lo primero que hay que salvar. Defender nuestra cultura es defender la Revolución, ese hecho cultural superior, como lo definiera el Presidente Miguel Díaz-Canel. No importa que tengamos la propiedad sobre los medios de producción fundamentales, que demos la pelea a brazo partido contra el poderoso enemigo que nos persigue y ataca, si descuidamos por un segundo el necesario proceso de formar, permanentemente, a todo un pueblo en lo bueno, en lo bello y en lo justo. El socialismo no es una utopía, es el único camino posible ante el absurdo del capital. Como advirtiera hace más de un siglo Rosa Luxemburgo, el dilema hoy sigue siendo entre socialismo o barbarie.
Ayer, 18 de octubre, celebrábamos el aniversario 34 de la Asociación Hermanos Saíz. Todos los jóvenes de esta organización, la juventud toda del país sabemos el inmenso deber que pesa sobre nuestros hombros y aceptamos gustosos el reto de permanecer y continuar la obra de los que aman y fundan. Es un gran deber también el de continuar por la senda que ustedes han abierto.
¡Feliz Jornada de la Cultura cubana para todos!
¡Muchas felicidades por el merecido reconocimiento!
¡Abrazos grandes!
¡Muchas gracias!
Regresa El Ciervo Encantando con Zona de Silencio
El Grupo teatral El Ciervo Encantado, con dirección general por la actriz y directora Nelda Castillo, regresa con el performance en escena “Zona de Silencio”, por la actriz Mariela Brito, desde este 10 de octubre al primero de noviembre, siempre a las 8:30 P.M en su sede habitual.
Además, en este reencuentro la agrupación estará celebrando sus 24 años, tiempo en que ha logrado un lenguaje propio a partir de las vivencias personales de sus integrantes.
El Ciervo Encantado es también un espacio que invita a debatir, un grupo que explora en la identidad cultural cubana con toda la riqueza y complejidad que la signa.
La invitación está hecha para todo el quiera convivir junto a “Zona de Silencio”.
Céspedes en el centro de la Cultura
La actualidad digital y convulsa nos indica por suerte o desgracia, que las redes sociales son uno de los mejores termómetros de pensamiento para escudriñar lo cotidiano. Su carácter polémico y desconfiado para muchos, no lastra que allí se pueda observar las catarsis en su estado puro.
Y es que gracias a Facebook, el que todo lo puede, descubro recientemente el nuevo cartel, que para bien promociona la jornada de la cultura cubana del 10 al 20 de octubre. El cartel que, enfáticamente, toma a Carlos Manuel de Céspedes como centro del mensaje pragmático no deja de pasar inadvertido por algunos paisanos que replicaban: ¿Porque Carlos Manuel de Céspedes? Incluso se cuestionaban: ¿Qué se estaban perdiendo de la cultura cubana? ¿Porque Céspedes y no otro?
No voy a ser leña del árbol caído. Pero me veo necesitado en explicar un argumento y una pregunta. Sin conocer al diseñador y sus motivos. Resalta sus elementos épicos alegóricos al crisol que vivió el parto de la cultura. Aunque el criterio esencial es el bicentario del natalicio del augusto Padre de la Patria.
Céspedes es un hombre de luz y de sombras. Su estirpe está fundada en la cultura cubana. Mucho y a la vez poco dominamos sobre su pasión por las artes. Uno de los pilares de su pensamiento es precisamente su sólida base cultural, nutrida de lo mejor de su época y el dominio de una vasta cultura.
Unos de los elementos más importantes en el estallido de la Revolución del 68 fue el desarrollo cultural logrado en la ciudad de Bayamo. La forja de una cultura auténtica y criolla va influir en el protagonismo de los héroes de la Independencia. El contacto directo con grandes sistemas de pensamientos a través de los patricios regresados del extranjero, rápidamente se convertían en portadores en su ciudad de lo mejor del pensamiento filosófico, artístico y científico descubierto en América y Europa.
Los hombres del 68 fundaron su libertad primeramente desde el pensamiento. El papel de la literatura y la educación es más que encomiable en el camino libertario. El dominio absoluto de los mejores autores desde los clásicos de la tradición greco-latina y su mixtura con los ideales del Renacimiento, la Ilustración y el Romanticismo van formando un pensamiento independentista adosados de idealismo y romanticismo, pero acompañado del sublime amor por la libertad patria.
Por esto Céspedes es un hombre de gran apetito literario y con una de las mejores bibliotecas de su época. Compone en coautoría de José Fornaris la letra de La Bayamesa, que se registra como la primera canción romántica de Cuba. Escribes varios poemas de amor y elegías a la patria, es traductor de obras de teatro, poesía y hasta de ajedrez. Escribe para los periódicos de la época. Participa como actor y director de teatro en puesta de escena en Bayamo y Manzanillo. Es amante a la música y Chopin es de sus preferidos. Funge entre los mecenas de la cultura local de su mítico Bayamo.
Mucho se elogia y se detalla el dominio de la alta cultura que tenían estos héroes. Hombres vestidos de seda fina y con prendas de oro brillante, sin nada que envidiar a la gran alcurnia de la Habana o de la fastua Europa. Varios recorrieron los elegantes salones de París, recitaban en latín o francés y vibraban al ritmo de Mozart.
Sin embargo poco se resalta el gran apego que existió a las tradiciones, costumbres y manifestaciones que derivaron a conformar la cultura popular y tradicional que germinaba en Cuba.
Es precisamente estos elementos lo que distinguen la cultura del criollo con el ibérico. Los próceres cultos y refinados, los que tenían un conocimiento enciclopédico y universal también veneraban sus expresiones auténticas y nativas. No solo amaban la música culta sino que también se regocijaban de la contradanza de Saumell. Escribieron décimas y estaban fascinados por los elementos de cubanidad en la poesía de José María Heredia, Plácido o el Cucalambé. Tributaban a las lidias de gallos y carreras de caballo. Cazaban animales jibaros, como Céspedes. Se bañaban en ríos y todos vivían o visitaban con frecuencia y entusiasmo sus fincas apartadas de la ciudad. Sentían orgullo de su estirpe aborigen. Observaban y hasta participaban en los cultos y bailes africanos.
Es precisamente esta condición de terratenientes la que le permite conocer internamente las maravillas de la cultura rural y sus miserias. Al revisar sus versos, sus diarios y testimonios esencialmente cuando están distantes de la ciudad comprobamos la viveza de esta cubanidad fundadora.
Los poetas y novelistas han advertido con espejuelos diferentes a la sociedad, la naturaleza cultural del Padre del Patria. Le coronan su mérito de fundador de la cultura independentista.
Al respecto Lezama Lima comenta: (…) comprende con rapidez nuestra que está en obligación de inaugurar una nueva tradición, donde todo es como una fiesta, un lujo, una amistad, una frase imprevisible 1 …
Nuestra Fina, también lo consagra en su linaje: Céspedes es el fundador de un linaje en
el espíritu, de unas familias más misteriosas y definitivas que la de la sangre 2 .
Tal vez estos argumentos no complazcan del todo. Pero nos ilustran, porque Céspedes se encuentra en el centro de la cultura. El Iniciador no solo se levanto con su espada en la Demajagua, sino que su adarga era la cultura que lo obligó a sacrificar su cómoda vida por dos razones: Independencia y Libertad.
Conlleva entonces a una dolorosa pregunta, qué hemos hecho mal para que algunos cubanos discriminen la vinculación de lo patrio con lo cultural. La respuesta es complicada y se confunde en la urdimbre de cataclismo que ha sacudido nuestra cultura. Como el riesgo de la espada de Damocles que se ciñe sobre nosotros. Las respuestas o al menos mis criterios quedan suspendido para otras líneas.
Recordemos que el 10 de octubre es nuestra fecha de nacimiento y hace síntesis en su colofón con el 20 de octubre cuando al cantar el himno de manera pública para festejar la toma de la primera ciudad de la Cuba Libre. El 20 de octubre no se cantaba solamente un marcha de guerra, brotaba de las gargantas de los bayameses lo cubano como expresión redentora.
La jornada de la cultura cubana no está exenta de retos y hasta son visibles algunos fracasos en conectar lo cubano con zonas que ya son infectadas por la cultura de la banalidad. A pesar de las dificultades económicas que sacuden telúricamente el país, no debemos despreciar estos diez días del mes de octubre, para luchar y festejar con calidad y esmero por nuestra cultura. Conocerla de manera profunda tal vez sea su mayor homenaje.
1 José Lezama Lima: Céspedes, el señorío fundador. Imagen y posibilidad, La Habana, 1981.
2 Fina García Marruz: La poesía es un caracol nocturno. Coloquio Internacional sobre la obra de Lezama Lima. Poesía , Editorial Fundamentos, Madrid, 1984
Ronel González Sánchez: La historia como necesidad vital
Quizás, como hubiera reseñado Carlos Manuel de Céspedes el trayecto hasta San Lorenzo en su diario de campaña, el escritor holguinero Ronel González Sánchez (Cacocum, 1971) registra su recorrido hasta el histórico sitio, el último lugar sobre la tierra que estuvo el Padre de la Patria.
“Salimos el 22 de agosto de 2018 alrededor de las diez de la mañana en el ómnibus 1231 de montaña desde Contramaestre. Hasta San Lorenzo hay 48 kilómetros, pero el trayecto es arduo a través de un zigzagueante camino en mal estado que varias veces atraviesa el río Contramaestre… Recuerdo el viaje como una experiencia estremecedora. Llegamos poco después de la una de la tarde. Por una escalinata de piedras, ladrillos y mármol fuimos hasta la cima desde donde cayó Carlos Manuel por un barranco…”, escribe Ronel, autor de varios libros publicados por los sellos de la AHS, entre ellos los títulos Temida polisemia. Estudio de la obra literaria de Delfín Prats, por Áncoras, en Isla de la Juventud, en 2016, y la antropología de décimas humorísticas Érase un elefante bocarriba, por Ediciones La Luz, en Holguín, en 2018.
Recuerda que llevaba una bandera y tomaron prestada la de La Demajagua, que ondeaba en una de las dos astas de la cima. Luego, junto al barranco, completamente cubierto de maleza, con la enseña sobre los hombros, leyó uno de esos poemas dedicados a Céspedes, le rindió tributo.
¿Por qué –podríamos preguntarnos– revisitar los lugares de la historia de nuestra Patria es para Ronel González Sánchez un acto continuo de fe y sensibilidad concretado en versos de alto calibre? Quizás sea porque el poeta tiene su propio grito, como el del 10 de octubre en La Demajagua, y prefiere la métrica que amplifica la historia como necesidad espiritual y humana.
Con más de 50 libros, en géneros como la poesía, el ensayo y la literatura infantil, siendo uno de los escritores cubanos más publicados, Ronel ha mostrado un marcado interés por los procesos independentistas cubanos y justo detrás de esas palabras existen infinidad de horas dedicadas por completo a la investigación, entre estos se encuentran los cuadernos Teoría del fulgor accesorio, La marcha de la bandera y ¿Cómo se manda un campamento?, ganador este último del Premio Nacional Beca Ciudad del Che 2019, convocado por la Uneac en Villa Clara y entregado recientemente en el Memorial Che Guevara de esa ciudad central.
El primero de estos poemarios fue publicado por Ediciones Ácana, de Camagüey, en 2016, e inicia el abordaje de este importante período de la historia patria. Acompañándose de las posibilidades de la décima, Ronel se acerca a los principales momentos y protagonistas de la gesta del 68, para acercarse a los héroes y devolvérnoslos en carne y hueso, con sus virtudes y defectos. De esta primera exploración a nuestras gestas, asegura Ronel, se desprendió el poemario La marcha de la bandera, pues la temática no se agotó y continuó trabajándola en ese libro.
El texto, bajo el sello de la Editorial Barajagua en formato digital (e-book), fue iniciativa del historiador holguinero José Abreu Cardet, Premio Nacional de Historia, para conmemorar el aniversario 150 de la gesta independentista del 10 de octubre de 1868, por lo que se inspira en este y otros sucesos históricos e importantes figuras del siglo XIX cubano.
“El autor de esas páginas se ha dedicado a investigar y a explorar la historia patria desde hace varias lustros, con intenciones de vivenciar e integrar a su trayectoria vital las heroicas secuencias que ahora se entregan transformadas en poemas que nos impresionan por la honestidad y hondura con que fueron escritos”, asegura el escultor Julio Méndez Rivero, presidente de la Uneac en Holguín.
“La historia está entre mis principales intereses creativos desde que comencé a relacionarme con la literatura. Escribí mis primeros textos en abril de 1980, sin embargo, no tuve verdadera conciencia de la historia hasta que estudié Arte en Santiago de Cuba y me relacioné con estudiosos de esos temas.
“Digamos que soy de los que se dispuso a buscar con el alma a aquel inmenso poeta enamorado y fundador de revoluciones que dijo que por Cuba se dejaba clavar en la cruz”, rememora el también promotor cultural, humorista y guionista radial, los lejanos días en que sintió la necesidad de contar desde la perspectiva lírica parte de nuestra historia.
Las guerras por la independencia de la Isla, asegura el historiador Pedro Pablo Rodríguez, Premio Nacional de Historia, han sido hasta hoy uno los acontecimientos más interiorizados por la conciencia cubana. La historiografía ha tenido –y tiene– una alta responsabilidad en ello, pero han sido infinitos los recursos empleados por la sociedad para preservar la memoria de aquellos procesos bélicos que consolidaron la nacionalidad y la nación y que culminaron en un estado nacional.
Precisamente, para Ronel González Sánchez el recurso, el arma o el machete ante la manera de entender y acercarse a los procesos historiográficos ha sido la poesía, pues asegura que “la escritura de la historia en nuestro país quiere desbordar lo académico, la camisa de fuerza de los datos y las cifras, fríos como una granizada sobre un techo de zinc, la elaboración de rugosos e insufribles ladrillos, porque lo reclaman a voz en cuello estos tiempos que se esfuman a toda velocidad”.
Cree que la historia se enriquece con la mirada de los poetas y narradores. Además, “el historiador, junto con el escritor, o integrándolo, tiene que hacer más atractiva su obra, más placentera, más entretenida”, confiesa.
Lo palpable en la obra de este poeta de estirpe mambisa lo logra el lector al acercarse a la cotidianidad manigüera de grandes figuras de nuestra historia, como Céspedes, Antonio Maceo, Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, el poeta Juan Clemente Zenea, Bartolomé Masó, Quintín Bandera, José Martí, Vicente García, Pedro Figueredo, Máximo Gómez, Calixto García, e incluso desde la visión del soldado español Antonio del Rosal Vázquez de Mondragón… y es que este poeta holguinero ha vivido y revivido junto a los campamentos mambises que se enarbolan bajo las frías y húmedas sombras de los campos cubanos.
Leer su poesía es “como mirarse en un espejo de la Patria” y esta le ha servido para desmantelar cualquier acorazado, porque hombres como Ronel, que viven bajo la palabra, según el poeta Moisés Mayán al reseñar uno de sus libros, son en sí mismos un ejército.