Creo que hablar del compromiso social es algo muy personal pues depende de la posición que cada una y cada uno asume respecto a los fenómenos y procesos que se desarrollan en la sociedad. Es por ello, que prefiero referirme a la función social de las y los artistas de este país; función que –como bien expone Yailén– es considerada como algo banal y superfluo por muchas personas que no reconocen el papel socio-transformador que cada artista e intelectual, desde su campo de acción, debe cumplir.
Definitivamente, la mencionada función trasciende los marcos de lo meramente lúdico y es la que permite que las diferentes manifestaciones sirvan para denunciar problemáticas económicas, éticas, políticas y de otra índole que se aprecian en nuestra realidad. Es también la que nos posibilita proponer soluciones y, sobre todo, crear desde nuestras múltiples cosmovisiones una nueva sociedad.
Cada artista porta un mundo de conocimientos, de experiencias y vivencias que se reflejan en su obra. De esta suerte, cada una es expresión de sus preocupaciones, compromisos y referentes epistemológicos; es decir, de la forma en que comprende el mundo. Siendo así, no es de extrañar que problemáticas como la discriminación racial y la transculturación hayan aparecido en las creaciones de Eugenio Hernández Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea o que las deficiencias en nuestro sistema educacional sean reflejadas en ese genial filme que es Conducta.
Tomando en consideración lo antes expuesto quiero dejar a las y los creadores de nuestra isla lo que considero nuestra función primordial en este momento histórico en el que Cuba se enfrenta a grandes transformaciones: la decolonización cultural.
Se trata de hacer un arte que nos permita ir más allá del paradigma colonial de la modernidad, que nos ayude a recuperar y sanar la memoria de nuestras historias personales de mujeres y hombres diversos. Un arte que nos ofrezca alternativas de re-existencia, es decir, que nos permita comprender que hoy somos sujetos colonizados, atravesados por diversas matrices de opresión pero que tenemos la alternativa de edificar, con las herramientas que tenemos, una realidad de verdadera emancipación.
¿Cómo cumplir con esta función social de las y los artistas cubanos? Es una incógnita que emergerá en las y los lectores. Sin pretender ofrecer recetas puedo brindar lo que, desde mi perspectiva de intelectual decolonial, puede guiar este proceso. Creo que se trata de que las y los creadores comprendamos que nuestra función transversaliza todos los procesos de la realidad en la que vivimos; por tanto, no podemos vivir ajenas/os a las problemáticas económicas, políticas, sociales y culturales que se están dando en nuestro país y en nuestra geopolítica. Debemos comprender que cada concepto que proponemos es parte de la lucha teórica que debemos dar contra el machismo, el adultocentrismo… la racionalidad colonial moderna en sentido general. Estas son mis reflexiones, ahora son de ustedes también.