Escritora camagüeyana recibe Beca de Creación Literaria
La joven escritora camagüeya Rosabel Pi González mereció el Premio de la Beca Casa Seoane 2024, en el género poesía, durante el IX Encuentro Hispanoamericano de Escritores, celebrado del 19 al 22 de septiembre en Santa Clara.
El jurado integrado por los poetas David Gómez Rodríguez (Venezuela), Pedro Plaza (España) y Otilio Carvajal Marrero (Cuba), tras leer minuciosamente las obras finalistas decidió premiar al conjunto de poemas el Eco de los genios, por la decantación cuidadosa de todo ropaje ajeno al asunto poético; la coherencia y unidad entre las piezas que consiguen un tono armonioso y a la vez desenfadado; por el diálogo sutil y fértil con otros poetas que pertenecen a la tradición hispanoamericana y especialmente por el virtuosismo en el uso de algunas formas métricas.
Convocado por la filial provincial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Villa Clara, el concurso incluye además la publicación de la obra ganadora en la revista Violas.
«Los eventos que promueven la creación de los escritores jóvenes son muy importantes y tienen un gran valor para nosotros, de allí nacen nuevos proyectos y se promociona lo que cada autor realiza desde la privacidad de su proceso creativo», comentó Rosabel Pi a Adelante.
«Constituye también un reconocimiento y acercamiento a la labor que están haciendo los jóvenes, con responsabilidad, y al mismo tiempo sirve para adquirir un currículo a los que llevan poco tiempo dentro del mundo literario», agregó.
Rosabel es graduada de Medicina, jefa de la sección de la Literatura en la AHS de Camagüey, e integrante del grupo literario ¡Última hoja! En su corta carrera como escritora ya ha participado en varios eventos y cosechado importantes lauros dentro y fuera de la provincia.
El mejor de todos los mundos posibles
En lo particular, aún no he leído 1984 pero, en cambio, sí leí Refugiados (Casa Editora Abril, 2024). No podría recomendar, por razones obvias, la lectura de uno, pero sí del otro. Para aclarar: recomendaría Refugiados, aunque estoy seguro de que el noventa por ciento de los encuestados invertiría dicha selección. Pero estoy igualmente seguro de que el noventa por ciento de los encuestados no han leído la obra que fuera merecedora del premio Calendario de ciencia-ficción en el año 2023, sino, tal vez otra sería su respuesta, otra la historia a contar.
En este caso, la historia a contar (entendida como trama) resulta fácil de entender. Engañosamente fácil. Presupuestos universales, conflictos de clase, amor filial, ese tipo de cosas. Además, las narraciones basadas en torno a mundos distópicos suelen ser parecidas. Engañosamente parecidas. Atractivas en su lectura para el público en general. A todos nos gusta leer sobre ese tipo de sistemas sociales que marchan mucho más mal que el propio que nos ha tocado en suerte vivir. Sentimos tal vez de esa manera que vivimos en alguno de esos múltiples mundos posibles que logran ser mejores en comparación con otros. Hay gente siempre peor que uno, dicen por ahí, y no lo dice cualquiera, sino que lo plantea Martha Acosta Álvarez, en las páginas de su volumen.
Para los neófitos o desconocedores del término, una distopía es lo contrario a una utopía, y una utopía es ese mundo idílico descrito por el filósofo Tomás Moro en el que todo va admirablemente bien. Las distopías representan a sistemas de gobiernos totalitarios combinados en su atmósfera ficcional a veces con paisajes postapocalípticos y desastres ambientales; en estos escenarios usualmente nada va bien y ni siquiera hay mipymes para suavizar la cuestión.
En el caso del libro de Martha Acosta, dos tramas paralelas (las cuales, al igual que plantea el teorema de Lobachevski, no llegan a tocarse aunque se intuye que lo harán en un futuro inmediato) recrean la distopía desde, literalmente, mundos enfrentados: uno desde una Tierra abandonada por los dioses, llena de refugiados gobernados por máquinas, comida caducada, lluvias ácidas y movimientos de resistencia, y otro desde una nave que orbita el planeta, en la que un grupo de elegidos (además de una cohorte de individuos menos favorecidos) espera regresar a su lugar de origen sin mucho apuro que digamos, una vez que se haya solucionado la situación ambiental.
El anterior comentario respecto a la novela 1984 de George Orwell responde a criterios que he leído donde se compara esa obra con la que mencionamos ahora. Esto de las comparaciones puede ser terreno peligroso pues suelen prefijarse contrastes de semejanzas y diferencias entre una y otra obras, con frecuente desventaja para el texto de más reciente factura editorial, el cual usualmente aún no ha logrado insertarse dentro de un canon crítico que lo valide y respalde ante el público lector.
Recurro entonces a la comparación sin ánimo peyorativo, como método para que el posible lector identifique ciertos patrones en la obra que remitan a otras que pueda haber disfrutado. Más que 1984, creo que Refugiados en su espíritu y ciertos aspectos de su desenvolvimiento narrativo se acerca al universo postapocalíptico de La carretera de la autoría del norteamericano Cormac MacCarthy, tanto en su versión fílmica como en la escrita. Ambos libros comparten el mismo sentido de desesperanza, de todo-está-jodido-y-nadie-vendrá-a-arreglarlo. En los dos, la luz al final del túnel es débil y endeble al extremo, de ser casi inexistente, y la naturaleza se ha tornado en algo inhóspito y abrasivo para la supervivencia de la vida humana. En las dos obras, una pareja de padre-hijo (madre-hijo en el caso de Martha) divaga por un escenario postapocalíptico buscando algo parecido a la supervivencia. Finalmente, en los dos textos, los personajes no poseen nombre mediante el cual poder llamarlos. El anonimato es la palabra de moda en cuanto a distopías se trata.
Sin embargo, la obra de Martha Acosta no resulta epígono de nadie, y mucho de Cormac MacCarthy o de George Orwell. Es la suya una escritura sumamente original, con personajes bien dibujados, poseedores de pasiones y sentimientos claramente definidos, y con los que el lector puede identificarse sin interferencia alguna, y esto remite a ese trasfondo humanitario y de verosimilitud ficcional que la verdadera literatura debe dejar siempre en aquel que lee.
Martha Acosta no es ajena a este tipo de redacción sobre mundos totalitarios: su anterior novela La periferia, publicada en 2018, puede casi leerse como una precuela a Refugiados. Allí también hallamos a chicas inflables de vinilo que transpiran sexo artificial, gobiernos paramilitares y cámaras de televisión que registran los actos de los habitantes de la ciudad; inserta en una guerra mediática y fantasmal contra otra ciudad.
Refugiados, por su parte, resulta ser una pequeña gran novela plena de silencios ensordecedores. Es tan importante aquí lo que se dice como lo que se queda por decir. El horror, la vacuidad, el desconcierto del día a día de protagonistas inmersos en un silencio tan grande como un planeta desgarrado, y tan amplio como las múltiples galaxias del universo en su silente choque de supernovas a todo lo largo de la creación. Ese silencio se ve atravesado por las ráfagas de la guitarra de Slash, por los acordes de la fría lluvia de noviembre de los Guns n´Roses, y se nos hace familiar, cercano. Accesible.
Otras historias subterráneas laten dentro de los intersticios que Refugiados nos deja entrever. Otra pléyade de novelas y cuentos esperan ser narrados para ampliar este mundo ficcional en el que madre e hijo se hallan insertos en un movimiento de resistencia contra las máquinas después de deambular por la naturaleza inhóspita, o para conocer más sobre el devenir de la nave de elegidos que orbita la Tierra para esperar tiempos mejores y devolver a su lugar de origen a esos otros seres humanos, también refugiados, aunque a otro nivel de lectura interpretativa.
¿Es Refugiados una obra que dejará huella en el canon literario nacional? Eso solo el tiempo lo dirá, pero creo que posee las herramientas necesarias para la tarea. Su lectura trasciende géneros y puede ser disfrutada y entendida hasta por aquellos que no siguen o se complacen con la ciencia-ficción dura, las space operas, el cyberpunk o fantasías épicas al estilo Game of Thrones.
Como todas las distopías, este libro resulta ser una advertencia para evitarnos este tipo de futuro. Como lectura, resulta altamente entretenida, mas, como advertencia para tiempos venideros, es invaluable. A todos nos deleita pensar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, y creo que a nadie le gustaría para sí o para sus hijos ese futuro oscuro que Martha Acosta deja vislumbrar en las páginas de su pequeño gran libro: ese tiempo de lluvias ácidas, comidas caducadas, totalitarismo represivo… y sin mipyme alguna para suavizar de cierta manera esa situación.
Convocan a Beca de Creación Literaria Eliécer Lazo 2024
La Asociación Hermanos Saíz (AHS) y el Centro Provincial del Libro y la Literatura convocan en el género de poesía a la Décimo Sexta Beca de Creación Literaria Eliécer Lazo 2024.
La invitación permanecerá abierta para miembros o no de la AHS, menores de 35 años y residentes en el país.
Brian Pablo González Lleonart, vicepresidente de la asociación, ofreció detalles sobre las premiaciones.
” El ganador obtendrá como reconocimiento la publicación de la obra en la revista el Caimán Barbudo, el pago de 3000 pesos moneda nacional y la invitación a participar en la jornada literaria Eliécer Lazo”, detalló.
Los interesados podrán concursar con un poema o conjuntos de poemas inéditos que no excedan las diez cuartillas. Además, los trabajos se recepcionarán por correo electrónico hasta el próximo 20 de octubre.
El resultado se dará a conocer durante el evento literario Eliécer Lazo a celebrarse del 25 al 27 de noviembre del presente año. Asimismo, el jurado estará integrado por prestigiosos poetas cubanos y su fallo será inapelable.
Desarrollan Encuentro Hispanoamericano de Escritores en Cuba
El IX Encuentro Hispanoamericano de Escritores se desarrolla desde este sábado en Villa Clara en el centro de Cuba con la asistencia de autores de España, Ecuador, Venezuela y de esta isla caribeña.
El evento es organizado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de la provincia de Villa Clara y está dedicado al género de poesía.
Entre las conferencias impartidas se encuentran La poesía hoy en la gestión editorial a cargo del español Pedro J. Plaza, y La poesía: una necesidad urgente y para todos, del cubano Roberto Manzano.
También se debatirá sobre el tema: Primera generación de poetas cubanos del siglo XXI, nacida entre 1960 y 1999 y Usos métricos en la poesía popular cubana: redondilla, cuarteta, copla y décima, por Virgilio López Lemus, de Cuba.
Expondrán, asimismo, sobre temas poéticos el ecuatoriano Luis Franco y el venezolano Dannybal Reyes, así como escritores del patio, entre ellos Otilio Carvajal e Idiel García.
Los catálogos de poesía presentados durante el evento pertenecen a las editoriales El Toro Celeste (España), y las ediciones Sed de Belleza de Villa Clara, así como la antología Corazón central, de Ecuador.
En el cierre de la jornada se entregará la Beca Casa Seoane y el Premio Sed de Belleza, correspondientes al 2024.
Buen libro: “Animal de carga”, de Pablo Guerra Martí
Buen libro, del Centro Provincial del Libro y la Literatura en Cienfuegos aborda Animal de carga, del escritor Pablo Guerra Martí, publicado en 2018 por Ediciones La Luz, de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín. El espacio es conducido por el escritor Alain Cárdenas González.
AHS matancera convoca a Beca de creación literaria Eliécer Lazo 2024
La convocatoria auspiciada por integrantes de la Asociación Hermanos Saíz en Matanzas (AHS) y el Centro Provincial del Libro y la Literatura no incluye como condicionante la membresía a la AHS.
Los aspirantes presentarán una obra inédita ya sea un poema un conjunto de estos, 10 como máximo, con la tipografíaTimes New Roman 15, interlineado 1.5 y márgenes a 3 centímetros.
Cada autor enviará su trabajo, con seudónimo, en formato PDF y la plica a la dirección de correo electrónico ahsmatanzas@gmail.com. El plazo de admisión de las muestras vence el venidero 20 de octubre.
El jurado integrado por prestigiosos poetas entregará un único premio consistente en 3 mil CUP. Los poemas ganadores serán publicados en la revista el Caimán Barbudo y su autor participará en la jornada literaria Eliécer Lazo que tendrá lugar del 25 al 27 de noviembre próximos.
Lo importante es resistir: «Piedra de Sacrificio»
Lo importante es resistir parece sentencia filosófica, pero es poesía. Y es que la poesía es raíz y sustancia y, al mismo tiempo, Piedra de Sacrificio. Punzón que atraviesa el alma del individuo y su realidad. Bien lo sabe Alexander Jiménez del Toro (Las Tunas, Cuba, 1987), quien construye desde la sagacidad del artista un discurso poético capaz de remover las fibras más profundas del hombre.
Piedra de Sacrificio su más reciente título, premio Pinos Nuevos (2020), publicado por la editorial Letras Cubanas es un poemario vibrante. Escrito con un lenguaje sencillo, preciso, pero con un ímpetu arrasador en cada imagen poética. A ratos filosófico, reflexivo, angustiante, este libro es un espejo de la sociedad y de cómo vivimos (sobrevivimos) en ella.
La piedra es símbolo. La piedra que es fuerza y resistencia y también inmovilidad. La piedra en el camino del hombre, que como Sísifo repite una y otra vez un sacrificio absurdo. La piedra como metáfora de la sociedad que nos aplasta. No importa:
Lo importante es resistir
como andamios en la resaca de los días,
declarar que estás vivo, que la vida es más
que una habitación en penumbras.
Lo importante es la familia,
los amigos y sus granos de mostaza,
mirar con los ojos limpios
el incendio de los mares…
Y si la piedra es símbolo, el sacrificio es signo. Parece que este mundo nos ha signado el sacrificio, el trabajo como legado. Así lo decretan estos versos:
Fuimos sembrados aquí
como las semillas
de un árbol
que reparte sus frutos en la noche.
Pero hay esperanza, y esa esperanza es la poesía, el verso sincero y visceral. Piedra de Sacrificio es un libro construido desde lo personal y desde ahí nos revela todo el entramado social que nos envuelve y nos supera. Escrito con la sinceridad del hombre y la belleza del artista, Alexander Jiménez confiesa que este texto es casi una autobiografía poética y bien puede ser la de cada uno de nosotros. Su lectura es caminar descalzo por las ruinosas catedrales del miedo y entender, al fin, que el sacrificio consiste en vivir en las palabras.
El Subterráneo, de Juan Edilberto Sosa (décimas + video)
Violencia, sexo, lenguaje
de adultos, un set oscuro
como un túnel sin futuro
en un sótano-paisaje.
Jeans, nuestro gran personaje,
tipo Frankenstein moderno,
disecciona un trauma eterno
y crea un morboso emporio
que es como un laboratorio
muy parecido al infierno.
Un Samurái anfitrión,
maestro de ceremonia
el escenario endemonia,
corta de un tajo el telón.
Aires de autodestrucción
envenenan los segmentos.
Se leen los parlamentos
cual si fueran poesía
o como una letanía.
Corrientes de pensamientos.
Puesta sin cuarta pared.
Lean las acotaciones.
Teatro de operaciones.
Cae el público en la red
como alma muerta de sed
en un ambiente de horror.
Pero no hay tono censor
en la interactividad
sino naturalidad.
El público es un actor.
En las atmósferas grises
de los saltos temporales
no hay dos escenas iguales
ni desenlaces felices.
Cuerpos rehenes, matices
que no caben en la prosa
y el dramaturgo desglosa.
No entres de modo espontáneo
si encuentras el Subterráneo
de Juan Edilberto Sosa.
Delfín Prats: esplendor y humanidad
Delfín Prats es un poeta cubano. Aunque él se niegue a que así lo llamen, la literatura de esta isla no pudiera escribirse si faltara su nombre. Quien se arriesgue a prescindir de él, estará mancillando páginas luminosas que la poesía no olvidará tan fácilmente. Nació en Holguín, en 1945.
Su verso nace espontáneo como él mismo reconoce: “Cuando han venido los poemas, los he escrito”. Su oficio no es el de un aprendiz, el “oficio de poeta se construye frente a los tremendos obstáculos de la composición; es como una partida de ajedrez que se juega frente al lenguaje, donde uno se ve obligado a sacrificar no pocas piezas, que pueden ser versos, estrofas, poemas, que no llegan a abrirse paso hacia las casillas del triunfo”, asegura quien ha tenido que silenciar al silencio, apuñalar la estocada poderosa venida por la espalda.
La suya no es obra que se adhiera a una corriente específica, sino que pertenece, como él mismo reconoce: “a un concierto espléndido de voces”. Lo vivencial y nítidamente lacerante le muestra descarnado en cada verso, pues le “sería totalmente imposible escribir un poema sin tener el calor de la solidaridad humana, sin el apoyo que siempre me han brindado mis amigos en Holguín y en otros lugares de la isla, sin la certidumbre de mi ciudad vista desde la Loma de la Cruz… Además, no imagino la escritura de un poema sin haber experimentado en carne propia la grandeza del paisaje, sin el mar, sin las montañas, sin los ríos, sin haber visto a Cuba desde un avión, sin una puesta de sol en el Oriente de la Isla”.
En 1968, trece poemas nacidos al fragor de las noches habaneras le merecen el Premio David y la publicación de Lenguaje de Mudos, que devino detonante de un amargo silencio a medias roto por su próximo libro Para festejar el ascenso de Ícaro, con el que ganó el Premio de la Crítica, otorgado por las editoriales y el Ministerio de Cultura a las diez obras más representativas de 1988.
Para quien tiene “una fe inquebrantable en la literatura como camino de perfección”, no sorprende que permanezcan –en ocasiones por años– aparentemente dormidos los versos que luego llegarán a feliz nacimiento. Con sencillez y humildad pasmosa Delfín Prats confiesa: “Nunca hice un aprendizaje de la forma a través de manuales de retórica, fue algo que adquirí intuitivamente, la belleza del lenguaje y la limpieza de la expresión son cosas que me interesan mucho”.
La poesía de Delfín Prats sostiene el aliento testimonial y el tono conversacional de los escritores de su tiempo; aunque no pueda clasificársele dentro del conversacionalismo más puro, sino que bebe –por momentos– en las aguas de esa corriente literaria, para luego hacer una poesía de la existencia, una poesía que planteara la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del yo, como él mismo asegura.
Para quien ha publicado poemarios como Lenguaje de Mudos (Ediciones Unión, 1968), Para festejar el ascenso de Ícaro (Editorial Letras Cubanas, 1987), Abrirse las constelaciones (Ediciones Unión, 1994), Lírica amatoria (Ediciones Holguín, 1994) y El esplendor y el caos (Ediciones Holguín, 2002), es muy duro pernoctar en el silencio de la página en blanco. Con la sonrisa torcida reconoce que “a veces quisiera estar escribiendo porque sería una válvula de escape; pero tengo mucho miedo. Como considero logrados algunos de mis poemas, de pronto empezar a escribir, y que eso que escriba no sirva. No quisiera escribir dentro de una retórica, tampoco volver a repetir mis mismos logros. Mas vamos a confiar que en el futuro sí se produzca algo”.
Y se produjo el milagro de la poesía en 2008, con la publicación –bajo el sello Ediciones La Luz, de la AHS en Holguín– del volumen de narrativa testimonial Strip-tease y eclipse de las almas. Además me complace que haya salido igualmente por La Luz, en su colección Quemapalabras, el audiolibro El brillo de la superficie, donde Delfín lee y comenta algunos de sus poemas. La grabación y producción estuvieron a cargo del poeta y realizador audiovisual Pablo Guerra Martí. Y recientemente la misma casa editora publicó El brillo de la superficie. Poesía completa (Ediciones La Luz, 2017).
El audiolibro reúne 21 poemas, en su mayoría escritos en las décadas del 70 y el 80. De su propia voz se le escucha leer los iluminadores y contundentes versos que dieron unidad a las imágenes poéticas que conforman: “Humanidad”, uno de sus más exitosos, como él mismo califica; “No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz”, “Aguas”, “Para festejar el ascenso de Ícaro”, “Abrirse las constelaciones”, entre otros no publicados hasta ese momento como “Lento y difuso”.
Certero y preciso, como son también sus versos, aparecen sentencias como la que reza: “… del poeta, que no soy yo, que al menos no lo soy siempre, nadie es poeta las 24 horas del día”.
Su verso nace espontáneo. Su escritura tiene que ver fundamentalmente con los lugares, con los paisajes, con lo que se experimenta ante los desafíos de la naturaleza, de los espacios abiertos, como él mismo explica: “El Rock del flautista es un rock cuya escritura pretende –sin lograrlo como siempre; la poesía no puede lograr lo que pretende– llevar a la escritura ciertas visiones de Gibara, del mar de Gibara, de la bahía de Gibara, de estancias en Gibara. En este tipo de rock yo logro una gran victoria sobre lo anecdótico. Yo siempre he considerado, a veces de una manera bastante ingenua e inocente, que la poesía auténtica tiene dos grande enemigos: uno es lo doctrinario, tanto la poesía como las canciones están amenazadas por lo doctrinario, y si eso doctrinario entra te arruina totalmente la canción o el poema; y lo segundo es lo anecdótico, o sea la construcción de los versos, del poema –en definitiva– tiene que salvar la amenaza que tiene la anécdota, porque efectivamente, se escribe a partir de algo que se ha vivido, se escribe a partir de un recuerdo, pero la poesía no sirve para contar una anécdota”.
La de Delfín Prats es una poesía de la existencia, una poesía que plantea la realidad del hombre viviendo íntimamente su vida en el seno de la sociedad a partir de la perspectiva del yo. Él mismo asegura, “como tampoco veo que la poesía mía pueda ser calificada como una poesía de la trascendencia, en el sentido ese que se le atribuye a la poesía de Lezama y del grupo ese como trascendentalista. Yo creo que mi poesía ha logrado destacar el brillo de la superficie, desde ese punto de vista es una escritura superficial en el buen sentido de la palabra, es decir, cuando yo acudo a algunos signos como son ángeles, demonios, dios, yo no lo hago en un sentido en absoluto para circunscribirme dentro de un contexto místico, sino única y exclusivamente se están utilizando estos signos, estos símbolos como un referente”.
Delfín autodefine su obra no como erótica, sino una especie de lírica amatoria; los suyos son poemas relacionados con el amor y se explica mejor al argumentar: “Soy alguien que he tratado por todos los medios de evadir en mi escritura las referencias sociológicas y cotidianas inmediatas, porque creo que lo que hacen es lastrar la poesía y, por otra parte, mi reticencia a enfrentar los temas históricos directamente, o sea, en las ocasiones en que lo he hecho, pues siempre he tratado de dar un rodeo a través de la lírica, de la estética. En poesía la alusión directa de ciertas realidades las empobrece, mientras que insertarlas en un contexto distinto, sacarlas de ese discurso habitual y situarlas en el espacio del mito, es donde de verdad estas cosas funcionan, creo que las ennoblece”.
Por demás logros aparecen poemas inéditos y comentarios referidos a los versos que aún no le satisfacen del todo: “Este poema (“Lento y difuso”), con tres o cuatro textos más, es todo lo que tengo que no se ha publicado. Algunos van a parar a algunas revistas, estos son los poemas que a mí no me satisfacen, quizás con el tiempo llegue un día en que haga una cosa que es el hallazgo poético verdadero, que no siempre se logra, cuando tú avizoras algo en un poema pero se trasluce en imágenes, pero el poema no cierra como un poema como “Humanidad”, un poema como “Abrirse las constelaciones”, un poema como “Ámala pero ámala”; que son poemas que con muy pocas palabras, con muy pocos versos redondean una idea, cierran algo, y a ese texto ya no se le puede agregar, es mejor tampoco tratar de quitarle nada”.
En las palabras de presentación del disco, el poeta Pablo Guerra, quien tuvo a su cuidado la grabación y edición de audio, reconoce que “salvar para la memoria esos sonidos amados tiene un valor incalculable, pues de los seres amados, con el paso de los años, el primer recuerdo que perdemos es el sonido de su voz. Los gestos, los rostros, las palabras permanecen, pero el recuerdo no tiene voz propia”. Hoy, además de reconocérsele como Maestro de Juventudes a quien ya es maestro del verbo, se le concedió el merecido Premio Nacional de Literatura 2022.
Un niño perfecto: La magia que necesitamos
Las maestras no hacemos magia. Así le dice la maestra a Ecuánime, madre de un niño especial. Tras esa frase absoluta, la certeza de que no hay cabida para el otro, el diferente, el que no encaja en los estándares.
En Un niño perfecto, el más reciente título de Giselle Lucía Navarro, publicado por la Editorial Abril 2023 y que resultara Premio Calendario de ese mismo año en la categoría de narrativa infanto-juvenil, es un libro singular, como cada uno de los personajes que lo habitan.
Tamer no es un niño común. Saca buenas notas y es el mejor de su clase. Eso debiera bastar, pero no. Tamer es un niño antisocial, no se relaciona “normalmente” y ya sabemos: En las escuelas comune solo te enseñan asignaturas básicas…
A partir de esta situación, que pareciera absurda, sino fuera porque es una historia que se repite en los sistemas de enseñanza alrededor del mundo, se desencadena una trama detectivesca. No hay crimen, pero sí muchas víctimas (de exclusión, incomprensión, desamparo). Tamer, junto a un equipo de investigadores peculiar, de niños especiales –¿cómo él?–, intentarán resolver el misterio de quienes han creado esos estándares que los excluyen.
Desde un lenguaje simple y profundo, en tanto invita a la reflexión y el análisis, la autora logra tejer una historia sensible con personajes pintorescos y a la vez reales. Un novela visceral que aborda la temática del autismo desde la mirada sencilla de los propios niños y su derecho a convivir en paz y armonía sin ser etiquetados como diferentes. Una lectura fluida, con justas dosis de humor, suspicacia e ironía, te regalan estas páginas, unido a la naturalidad con que se abordan temas sensibles, lo que hacen de él un texto necesario.
Cada niño es especial, perfecto, en ellos la esperanza del mundo. Un mundo si exclusión, sin barreras. Para eso, solo nos falta un poquito de sensibilidad y magia.