Cecilia Meredith Jiménez


«No me imagino haciendo algo que no esté relacionado con el arte»

A Christopher Simpson el arte le viene en los genes. Hijo único de dos artistas visuales, de su padre, Luis Simpson, heredó el gusto por la música anglosajona. «Mi papá es melómano, es fanático, sobre todo, del rock británico de los 60, y es una persona a la que siempre acudo cuando tengo dudas sobre alguna banda. También siempre ha estado vinculado de diferentes maneras con las artes, pues fue fundador del grupo humorístico Los hepáticos».

Por otra parte, su madre, Marod, además de desempeñarse en las artes plásticas, estudió música de pequeña, específicamente guitarra, e inspirado en un cuadro suyo, Elevación del silencio, Christopher nombra a su grupo Elevación.

Esa influencia quizá determinó que «nunca me haya visto haciendo nada diferente que no tenga que ver con las artes en sí o con la música». Y le ha dado rienda suelta a esta aspiración a partir de sus múltiples inquietudes artísticas. En un momento de su vida deseó dedicarse al cine, anhelo que ha logrado materializar, en cierto modo, al realizar cada uno de los audiovisuales de su banda. Asimismo, ha participado en los diseños de portada de sus discos, y, como le gusta mucho la caricatura y su madre, además de ser artista visual, es sicóloga, pues fue el ilustrador de Descubriendo el ADN de la pareja, libro publicado por ella.

La imagen como expresión de la personalidad artística

El nombre de Elevación no es la única alusión a las artes visuales que se aprecia en la banda dirigida por Simpson. Esta manifestación igualmente cobra vida a través del maquillaje de los músicos, sello performático e identitario del grupo.

Fue en 2021, en el primer concierto en vivo de la agrupaciόn, en el teatro Sauto, cuando por primera vez se maquillaron, para establecer una especie de analogía con el nombre de su disco En la línea. A partir de esto, se realizaron líneas en el rostro que manifestaran lo que cada uno quisiera expresar, para crear, de este modo, su propia identidad. «Por ejemplo, yo me hago la raya en el ojo derecho porque soy zurdo, y se dice que en los zurdos el hemisferio del cerebro que más trabaja es el derecho. Este recurso es simplemente una expresión del ser, que puede ser interpretada de la manera en que uno desee» y, además, sirve para identificar el trabajo de Elevación y separarlo de otros que puedan realizar sus integrantes de manera independiente.

Por otro lado, la banda también se distingue por su vestimenta negra, elegida por cada uno de acuerdo con su personalidad artística, «y yo siempre con mi sombrero, estética que vengo usando desde 2014».

Compartir el arte: una necesidad

Uno de los elementos que define la carrera de este joven músico son las colaboraciones con otros artistas. «A pesar de que sobre el tema existen opiniones diversas, puesto que hay a quien estas no le agradan porque prefieren mantener la pureza de su discurso artístico, hay personas a las que como a mí me gustan mucho porque simplemente veo interesante la propuesta de otro artista, sea mediático o no, y siempre antepongo la necesidad de compartir el arte con otros. Además, ver la música de uno interpretada por otra persona es algo muy bonito y le da un plus a tu propia obra».

Y como Christopher vive en un constante proceso de creación, su desbordante iniciativa ha hecho que no espere a que se le acerquen para hacer trabajos conjuntos, sino, todo lo contrario, él siempre lleva la delantera.

Esto lo ha llevado a colaborar con todo tipo de artistas: desde Jotabarrioz, Adrián Berazaín y Abel Geronés, con los que regularmente, fuera de materiales fonográficos, comparte en conciertos; hasta el repentista y escritor Roly Ãvalos; el grupo Ron con Cola, que desarrolla sonoridades completamente diferentes a la de Simpson, pues su estilo es más pop rockero; Alex Duvall, que se desenvuelve en la música urbana; o Eddy Suárez, influencer cubano radicado en Estados Unidos. De hecho, su disco Intermezzo es una prueba de ello, ya que se compone casi en su totalidad de colaboraciones.

En este sentido, Christopher relata que solo le faltaría por colaborar con un salsero o un timbero, lo cual le encantaría, pero no se le ha presentado la oportunidad. No obstante, el joven artista no cesa en su afán de explorar nuevas sonoridades sin estar precisamente ligado a su banda, que ya tiene un sello sonoro más marcado. En este empeño, también desarrolla trabajos conjuntos con algunos integrantes de Elevación, como es el caso de Jorge Saénz, su mano derecha en la agrupación y coautor de varios de los temas de esta.

La melodía de la versatilidad

«La versatilidad viene de la creatividad, o sea, es un proceso en que todo está combinado en tu vida. La creatividad comienza desde el surgimiento de una idea, la cual uno va desarrollando de muchas maneras. Esa idea se puede traducir en una canción, en un arreglo musical, en una propuesta de disco o de single; y, a su vez, ese single se traduce en una portada o en un videoclip que necesita el tema musical para poder ser promovido. Es decir, una sola idea puede generarte esa versatilidad, partiendo, primeramente, de hacerte las siguientes preguntas: ¿tenemos los recursos para hacerlo?, ¿tenemos el personal o todo lo que hace falta para poder ejecutar esa idea?, ¿cómo puedo suplir esas necesidades con la mayor autonomía posible? De ahí viene la versatilidad. Y, por supuesto, en el momento en el que se empiezan a dominar lenguajes que van más allá de lo que uno estudió, entonces ya se es capaz de poder ejecutar esas formas de arte con más conocimiento, fluidez y confianza. También la práctica de esa versatilidad me hace seguir siendo versátil».

Es que a Christopher Simpson lo mismo lo vemos como violinista, pianista, productor musical, vocalista, director de una agrupación… Por ello, aspira a que todas sus personalidades artísticas se fundan en un solo ser y que el público se interese por conocer su obra desde estas diferentes escenas. 

Por si fuera poco, asimismo lo hemos visto como conductor del programa televisivo Música sí, lo cual, en palabras suyas, representó un desafío, porque, pese a que a le gustan los retos, toda nueva experiencia genera como mínimo alguna tensión. Y, en su caso, esto ocurrió primeramente cuando, además de tocar el violín, empezó a cantar, puesto que se cohibía, al sentir que se estaba exponiendo mucho al público. Igual le pasó con la conducción, en la que se hallaba aún más al descubierto, «porque en la música al menos te escudas detrás de una melodía o un performance»; pero cuando se habla se tiene que lidiar con la forma de pensar sobre un referido tema, con las muletillas, cuidando las repeticiones, ya que, aunque existe un guion de base, el presentador siempre le incorpora su impronta y él, como músico, investigaba para poder emitir sus propios criterios. Sin embargo, esta vivencia le sirvió de entrenamiento, ya que la conducción es algo que no descarta hacer en el futuro.

Para este creador innato, el hecho de tener la posibilidad de desarrollarse en diversas áreas del escenario musical y de poder trabajar con tantas personas le ha permitido desplegar todo su potencial, al siempre buscar —y encontrar— formas de traducir y mostrar todo lo que lleva dentro.



El diseño de revistas en Cuba: pasado y presente

El diseño comunica en un contexto específico. Irrumpe en cada detalle de la vida del hombre; funcionalidad y estética se imbrican en aras de satisfacer las demandas cotidianas. Entre sus modalidades, la gráfica es la que mejor testimonia —artísticamente— la realidad. Proporciona información de una forma más transparente e impulsa la cultura visual.

Este tipo de representación siempre se ha debido a su tiempo. Aunque se emparenta con la plástica y obedece a sus tendencias, se ha anticipado a esta en la inclusión de códigos visuales de avanzada y en el retrato veraz de la sociedad. Incluso, con la aparición de la imprenta en Cuba, en el siglo xviii, lo cual supuso un primer hito en el país en materia de diseño, el comienzo de la actividad tipográfica se adelanta en casi dos décadas a las incipientes muestras de las «bellas artes».

A pesar de que en el siglo xix aparecen en la isla significativas publicaciones que contribuyeron al proceso de formación de nuestra identidad, como la Revista Bimestre Cubana en 1831, una de las de más larga vida en la nación, una primera eclosión del diseño gráfico la podemos apreciar en la Neocolonia. Las publicaciones periódicas recogen estilos de vida y las de esta etapa fueron cardinales en la renovación visual del arte cubano de vanguardia y en la imagen de modernidad de la República. Los caricaturistas, ilustradores y portadistas de la época colocaron al país al nivel de lo que se hacía en esta especialidad internacionalmente. 

Conrado Walter Massaguer, considerado uno de los padres de la caricatura cubana y el pionero del diseño gráfico moderno, es la figura más representativa. Sus ilustraciones y caricaturas de estilo costumbrista lo convirtieron en el cronista visual del período republicano e hicieron que su proyección gráfico-comunicativa fuera de las más significativas para definir tal momento. Esto le ganó un renombre en la gráfica internacional. Se caracterizaba por la precisión en los trazos, con énfasis en los detalles —tan importantes como los elementos centrales—, con lo que, unido a su atinado humor, lograba una técnica exquisita. Su notable desempeño —ya fuera como editor, ilustrador o director (artístico)— se evidencia en tres trascendentales revistas: Gráfico (1913-1918), Social (1916-1938) y Carteles (1919-1960).

Gráfico y Carteles se apoyaban en la fotografía para abordar importantes acontecimientos mundiales. La última, en 1924, con un cambio de formato y un despliegue de iniciativas, se propuso convertirse en «la mejor revista gráfica de Cuba Republicana». También incluyó en sus páginas la publicidad, lo que mostraba su habilidad para estar a la altura de publicaciones europeas y norteamericanas de este tipo. 

Por otro lado, Social, la más relevante de las tres (y de todas las del período), se estima que fue la primera revista del mundo en hacerse completamente con la técnica de impresión fotolitográfica. Su objetivo fue reflejar la vida habanera. Con su visualidad y colorido logra posicionarse entre las publicaciones homólogas de América. Representó la transición de la gráfica cubana de los años 20. Trascendió por su elevado valor artístico, justificado no solo por sus textos sino también por su lucimiento fotográfico, ilustrativo y tipográfico. Manifestó la influencia de la gráfica norteamericana y europea en el dibujo cubano, lo que se muestra, por citar un ejemplo, en el uso del cubismo en las portadas realizadas por el dibujante José Manuel Acosta.

Massaguer, aunque como buen alumno superó a su maestro, tuvo como referente al periodista y caricaturista Ricardo de la Torriente, conocido por la creación del popular personaje Liborio, que representaba al pueblo cubano y constituía una crítica contra el imperialismo yanqui. Con una hábil mixtura entre dibujo y texto, De la Torriente censuraba desde la caricatura. Graficó la revista El Fígaro, el periódico La Discusión y el semanario La Política Cómica, en el que alcanzó fama.

Otra publicación emblemática fue Bohemia, la más antigua de las revistas cubanas y latinoamericanas. Su primera edición circuló el 10 de mayo de 1908. Respaldada en la ilustración, reflejaba los sucesos actuales más relevantes. Su formato era parecido al de publicaciones europeas del momento. A partir de 1914, con el uso de portadas en tricromías (primera en hacerlo en Cuba) y el aumento de páginas, se afianza como negocio editorial.

La Revista de Avance (1927-1930), difusora del vanguardismo en la creación artística, también sobresalió por su contenido y diseño. Sus coloridas portadas contribuyeron a la promoción de la plástica. Carlos Enríquez, Eduardo Abela y Víctor Manuel figuran entre los pintores que dejaron huella en sus páginas.

 Estas revistas ofrecieron una visualidad artística a un público desprovisto de otras opciones para apreciar las tendencias más renovadoras de la pintura. Igualmente, se presume que, a través de ellas, se anticipó en, al menos una década, la aparición del arte moderno. 

Con el triunfo revolucionario se modeló una nueva imagen de Cuba, a tono con los cambios políticos y sociales. Se operó un cambio de paradigma, una forma distinta de ver y comunicar. Con la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), la Casa de las Américas, la Imprenta Nacional y, en 1967, el Instituto Cubano del Libro, ocurre un verdadero impulso de la gráfica (nuevamente a la vanguardia con relación a las «bellas artes»). Se amplían la creación y circulación de revistas, principalmente culturales.

Lunes de Revolución (1959-1961) se caracterizó por el notorio uso de la fotografía y la calidad de su diseño, que contó con los artistas de la plástica Raúl Martínez, Antonia Eiriz y Mariano Rodríguez, y con el caricaturista René de la Nuez. Como ferviente deudora «de un legado que viene desde finales de la colonia cuando se fundan dos magníficas revistas: El Fígaro y La Habana Elegante, y que tiene su continuidad en el período republicano con Bohemia, Gráfico, Carteles y Social, así como una gráfica vinculada a los medios publicitarios en los cincuenta»,[1] revolucionó la gráfica del momento.

Casa de las Américas (1960); INRA (1960), luego devenida en Cuba (1962); Unión (1962); La Gaceta de Cuba (1962); Pueblo y Cultura, posteriormente Revolución y Cultura; El Caimán Barbudo (1966); y Tricontinental (1967) fueron de las revistas mejor diseñadas. Sus perfiles editoriales se impregnaron de visualidad y dinamismo, de la mano de diseñadores como José Gómez Fresquet (Frémez), Héctor Villaverde, Rafael Morante, Tony Évora y Alfredo Rostgaard; y de los fotógrafos Alberto Díaz Korda, Raúl Corrales y Liborio Noval.

Si bien en los años 60 y 70 el diseño gráfico cubano tuvo sus días de esplendor, a lo que contribuyeron los procesos de alfabetización y democratización del libro, los 80 y 90 fueron de crisis. Cerca de los 2000 ocurrió un renacimiento de las publicaciones periódicas, y muchas revistas comienzan a tener versiones digitales o electrónicas, que les propician un mayor alcance y nuevas posibilidades en su diseño.

En la actualidad, con el uso de la tecnología, el diseñador ahorra tiempo y esfuerzo, pero, a su vez, se vuelve más arriesgado y experimental. Las nuevas técnicas —de la cámara fotográfica, la computadora y los equipos de impresión— ofrecen mejores resultados en la visualidad y calidad de los productos impresos, todo en pos de llamar la atención del espectador e incitar a la lectura, ofrecer una comunicación expedita y eficaz, así como aprehender las transformaciones operadas en el individuo y la sociedad. 

Nota:

[1] Ãngel Herrera Oviedo: «Cinco revistas que impulsaron el desarrollo del pensamiento cubano (1831-1959)», en http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=17142&idseccion=35.