Daniela Font Anzardo


Ofelia de Cuba

El teatro en Santiago de Cuba es una realidad que se presenta llena de excusas. Bien lo saben los actores del Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra cuando se visten de su personaje en Ofelia, una puesta en escena que viene de la mano y dirección de Juan Edilberto Sosa.

Ofelia es un texto imperfecto, simbólico, que busca una excusa para la crítica para la inconformidad. El teatro de Ofelia es una necesidad creativa que invita al diálogo entre el espectador y el actor.

Una obra que se presenta a sí misma como una crítica a los actos de la sociedad patriarcal. Su lenguaje poético y anacrónico heredado del texto de Müller invitan a la reflexión del papel de la mujer que es sometido y opacado en el contexto socio-históricos en el que se cuentan las historias.

diseño de Cartel: Alejandro Cañer

El diálogo se construye con palabras connotativas; cada frase guarda una significación propia pero no aislada del resto. Son frases que narran la historia de cada personaje o presentan la forma de pensar y la frustración de cada uno de ellos; es una escritura que se complementa y le da una perfecta armonía y coherencia a la obra. El tema del drama se podría resumir en dos frases: ‘’Son mis senos más hermosos que mis ideas’’, ‘’Cada país es un poco como Dinamarca, donde hay frustración hay una Dinamarca’’.

Es simple, se pone en duda el valor que se le ha dado a la mujer en la sociedad; la crítica escapa a los espacios familiares para darle relevancia a la problemática social que acaba desencadenando la rebeldía de sus personajes.

En Ofelia no hay margen para la distracción. Cada elemento cobra relevancia en un acto que desorienta al público con elementos anacrónicos. La misma Ofelia nos remite a Dinamarca, pero el espacio temporal se presenta impreciso con cada historia que se cuenta. El dramatismo de sus personajes transita en el tiempo. Las voces de los actores se mezclan en una polifonía con la música que se escucha: no es una mera distracción o un espacio vacío, es un factor determinante que encuadra su propia significación.

El texto es un monólogo donde el actor y el espectador son los únicos que participan en una charla caótica. Los actores son elementos que se aíslan entre sí. Las faltas de comunicación entre ellos se combinan en un todo armónico que construye la obra.

Las historias se escapan al mito de Ofelia. No es una historia contemporánea la que se narra, es un reclamo, una excusa para la crítica social, no hay espacios. Dinamarca no se presenta como un país en sí mismo, es un sentimiento, es agonía, es frustración. Los espacios temporales desaparecen para darle paso a los actos atemporales que narran la obra.

Ofelia no es una mujer en su mejor expresión; el personaje rompe con su atadura carnal para convertirse en el concepto mismo de mujer, la mujer que sufre, la que despierta inconforme, la mujer que no tiene palabra.

No es cualquier mujer, es la mujer que no se ve, es la mujer que vive en un espacio marcado por lo incurable.

Dinamarca se presenta como la sociedad que marca la frustración de sus personajes. El texto deja abierto a la interpretación del público el escenario físico donde se presentan las historias: ¿es Dinamarca un país donde el poder es una excusa, es cualquier país o es el país que avanza y que duele? Puede ser esta tierra o cualquiera, donde exista la inconformidad se verá una Dinamarca con una Ofelia dueña de su propia obra.

La puesta en escena termina con un lenguaje lleno de reclamos, lo que empieza como una excusa termina en rebeldía; es una necesidad creativa, una necesidad de diálogo con ese público pasivo que absorbe lo que se le presenta, es una necesidad para la crítica, para expresar la inconformidad, es una necesidad política, es una exigencia al cambio a la construcción de una nueva Dinamarca para todas las Ofelia.

La obra está recomendada para la revisión de la realidad. Es un texto interesante que puede servir de reflexión de la vida social donde actúa una Ofelia, en cada casa, en cada esquina, en cada espacio.