Lisbeth Lima Hechavarría
Performance: arte y denuncia feminista
Tras la lectura y análisis de algunos textos escogidos en torno al fenómeno sociocultural desatado por el Colectivo Lastesis en noviembre de 2019 con el performance Un violador en tu camino, incitado tras las protestas iniciadas el 18 de octubre del mismo año en Valparaíso, Chile, puede una, como simple espectadora diluida en el tiempo, intentar transmutarse, translucir el hecho y arropar algunas lecturas críticas al respecto, donde más que solidarizarnos se constatará lo potencia de sabernos un mismo cuerpo. No es ajeno el sentimiento que movió las demandas sociales en la hermana República Chilena, América toda es un pueblo esclavizado y saqueado, de costumbres, cultura e idiosincrasias reconstruidas a partir de revoluciones que hoy son incapaces de mantener en el tiempo el objetivo de dichas luchas. Y, como es de esperar, a esas luchas de antaño, a las de siempre, se le suman (también las de siempre, ahora con más bríos) las impostergables, las inminentes, porque, como dijera Figueroa en su artículo Comunicación Feminista y Arte Performático: El proyecto político del Colectivo Lastesis:
El discurso moral, conservador y patriarcal, sustentado en el mandato de masculinidad, que ha intentado instalarse en el siglo XXI en América Latina seguirá desestabilizándose, fisurándose inexorablemente hasta ser superado y suplantado por la liberación de nuestros cuerpos y de la tierra que les da el sustento (273).
No fueron únicamente demandas feministas las que envolvieron al país e hicieron eco al mundo durante más de un mes de manifestaciones en Chile, se le llamó “el despertar de un pueblo” ante desigualdades sociales que tras tantos años de dictadura esperaban rebasar. Sin embargo,
(…) los gobiernos de posdictadura consolidaron un modelo económico legado de la última dictadura cívico-militar de Pinochet que estableció una clase político-empresarial que sistemáticamente ha saqueado al territorio y a sus habitantes por medio de privatizaciones de los servicios básicos, imponiendo la flexibilidad laboral, precarizando los trabajos, manteniendo sueldos y pensiones miserables que en promedio no llegan a los 200 dólares mensuales, financiando con el erario público el 60% de un sistema de salud privado que solo atiende al 15 % de la población, mientras que la mayoría muere en las salas de urgencia de hospitales o engrosan largas listas de espera que durante años pacientemente deben aguardar para tratarse u operarse. Una justicia ciega ante la colusión de grandes empresas que -por largo tiempo- mantienen los precios de los medicamentos y alimentos a precios exorbitantes y, cuando son denunciados, después de negociar a costa del pueblo, son “castigados” obligándolos a ir a clases de moral: sin pagar un peso, sin un día de cárcel. Ese mismo modelo nos ha dejado con una educación pública que recibe ataques permanentes porque es la única que denuncia la falta de insumos y financiamiento para estudiantes que dependen de ella para educarse o alimentarse. Con territorios con sequías por la privatización de sus napas de agua pues las grandes empresas desvían cursos enteros de ríos y lagos dejando a la población sin este recurso indispensable para la vida. Estas son las reales condiciones en las que vive la población. “No fueron 30 pesos, fueron 30 años”: los y las estudiantes dieron la muestra de rebeldía, una vez más, demostrando que la evasión del metro era la forma de decir basta, a un modelo neoliberal que para el mundo era el milagro chileno, pero que por dentro se desangra, colapsa, que no es más que una estructura que debía ser permeada por la voz de la gente. (Stevani, 1)
Tras revisar todas las causas que trajeron como consecuencia las demandas del pueblo chileno, era de esperar que, siendo estas de incumbencia y preocupación para todos, las mujeres, que desde siempre han estado presentes en los escenarios de luchas y protestas, aunque minimizadas, también alzaran sus voces. Más, las represiones sí nunca son las mismas para ellas que pare el resto de manifestantes. Nos toca pagar el doble: por denunciar y por mujeres con criterio, sin miedo. Según lo expuesto por María Vanesa Stevani Gisletti en su artículo El octubre chileno: voces y luchas feministas, las mujeres fueron plurales en sus discursos, denunciando:
la destrucción de bosques, la crisis del modelo extractivista, la violencia de género, las desigualdades laborales, la violencia obstétrica, abogaron por un aborto legal, libre y gratuito, exigieron una educación no sexista, lucharon por la valorización del trabajo doméstico formal e informal remunerado, por el resguardo a la crianza, protección de la infancia, por una ley de hogares monoparentales, por proyecto de crianza y maternidad para mujeres privadas de libertad, por la destrucción de un sistema capitalista y patriarcal que es una alianza criminal que nos desplaza e invisibiliza los saberes, creencias y prácticas feministas.
El texto transmite de forma gráfica y nítida las situaciones vividas durante las manifestaciones y las consecuencias que trajo consigo inicialmente: 26 muertos, más de 200 personas con daños oculares por lanzamientos de balines de las fuerzas represivas, 3 casos con pérdida total de la visión, 93 casos de violencia político sexual contra mujeres, niñas, niños y disidencias sexuales, 2670 denuncias por violación a los derechos humanos (Stevani, 2).
¡De Norte a Sur, de Este a Oeste, daremos pelea cueste lo que cueste! Y costó, cuesta. Detenciones arbitrarias a mujeres y disidencias a manos de las fuerzas represivas, violaciones político sexuales que durante las manifestaciones sufrieron muchas de las personas protestantes. Sería una necedad ignorar el hecho de que siempre será el sexo femenino el vulnerable ante el “macho violador”, en este caso representado por el Estado. Así fue fraguándose durante algunas semanas la participación del Colectivo LasTesis en la manifestación del pueblo chileno con su performance Un violador en tu camino. Este hecho marcó la mirada crítica feminista sobre los sucesos del octubre chileno y posteriormente fue un movimiento que estampó hito en varios países, donde replicarlo no solo era un acto de sororidad con las luchas de las hermanas chilenas sino de resistencia ante sus propios sistemas políticos patriarcales opresores.
Partiendo de que las Corrientes Teóricas son sistemas conformados por un grupo de conceptos que se encuentran lógicamente conectados y relacionados y que buscan representar, de manera directa, lo que ocurre en el mundo, como un producto del propio intelecto, podemos entonces analizar en qué rama se ubicaría mejor el análisis en cuestión. En la sociología, por ejemplo, las corrientes teóricas intentan explicar distintas situaciones y realidades que se dan en el contexto social. Teniendo en cuenta la naturaleza del fenómeno y viendo las variadas y transdisciplinarias lecturas críticas que ha tenido este hecho y su repercusión, las cuales podemos ubicar en el marco de las corrientes teóricas vigentes en el trabajo social como: liberal, socio-crítica y decolonial, todas con enfoque feminista, es posible ampliar el espectro de la crítica social ensanchando los vínculos con las luchas libertarias de nuestro tiempo (Gómez 121-140).
La investigadora Esperanza Gómez Hernández en su artículo Corrientes Críticas en el Trabajo Social Latinoamericano aborda la crítica social latinoamericana desde tres corrientes de pensamiento donde explica conceptualmente miradas que permiten entender de forma holística los hechos del octubre chileno de 2019.
Crítica Liberal
Cuando se intenta precisar que existe una crítica liberal vigente, pareciera algo imposible porque nuestra primera referencia es el neoliberalismo. Pero algunos sostienen que efectivamente e liberalismo si bien tuvo un origen común, ha transitado por distintos caminos. Su antecedente principal está entre los siglos XVII y XVIII cuando se presentan transformaciones en el orden político, económico y cultural en Europa y sirven de inspiración a los procesos independentistas de América Latina, consolidando el pensamiento crítico liberal que pervive, con variados matices en la contemporaneidad (Gómez 123).
En el siglo XX, las dictaduras entre 1960 y 1980 generaron una crisis profunda en los ideales de cohesión nacional. Los fenómenos de globalización cambiaron los determinantes del orden mundial, pero no se renunció al modelo racionalista de civilización y desarrollo, eso sí, se abrió el paso a las ciudadanías y Estados multiculturales, siempre en la perspectiva de abrir la participación conservando la unidad nacional. Redemocratización y modernización continúan presentes en el pensamiento liberal del siglo XX y XXI y se mantiene la tensión entre un liberalismo democrático y otro de corte capitalista neoliberal. Sin embargo, los principios del liberalismo parecen engendrar una gran contradicción entre lo estipulado en los documentos constitucionales y sus posibilidades de realización. Su vigencia radica en que el liberalismo nunca tuvo ni ha tenido una verdadera oportunidad en la historia de América Latina por los golpes de Estado y la democracia clientelista, que sigue restringiendo el acceso a la igualdad de oportunidades. Situación que se empeora con los golpes de Estado parlamentarios en América Latina en la actualidad. Así los idearios liberales continúan vigentes en la lucha social de todos los estamentos sociales (Gómez 127).
La corriente socio-crítica
Surge entre los siglos XIX y XX como doctrina marxista heredera de la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés que dan lugar al materialismo filosófico, la ley que precede el movimiento del capital y el tránsito de la sociedad capitalista a la socialista y al comunismo, finalmente. Una visión materialista de la historia permite explicarla en su relación con los modos de producción, las relaciones sociales entre clases (dominantes y dominadas) y la configuración evolutiva de un orden social en el que se define la estructura económica de la sociedad y la superestructura política y jurídica (Gómez 127).
La crítica decolonial
La opción crítica decolonial centra su atención en los procesos históricos de colonización occidental y la implantación de un proceso de civilización naturalizado a través de instituciones de orden religioso, político, epistémico, educativo, cultural y ontológico, creados en las colonias y prolongado aún después de las independencias. Las ex colonias no logran salirse del yugo colonizador y continúan con la auto-colonización, transitando de alianzas supuestamente protectoras de un país u otro, de un paradigma u otro, incapacitadas para dialogar o controvertirles, siempre en la búsqueda de asemejarse y cumplir con los mandatos de civilización y modernidad que, instalados en la institucionalidad política, económica, educativa, social y cultural de los estado-nación y en la globalización, propician, mantienen y reproducen herencias coloniales. Con la colonialidad del poder se instauraron relaciones sociales que institucionalizaron a su vez formas de control sobre el trabajo, pero también sobre la naturaleza, el sexo y la reproducción humana, los seres y sus subjetividades, el conocimiento y la autoridad, para conservar dicho poder y reproducirlo permanentemente, como lo explicita Quijano (2014) en su obra Cuestiones y horizontes. Por su parte, Walsh (2005) es clara en afirmar que la decolonialidad es posible desde los seres negados e invisibilizados por este poder colonial y Escobar (1996) ha mostrado como el desarrollo es una representación, una invención que puede ser deconstruida y superada. No en vano como resultado de la colonialidad del poder se acepta el arrasamiento y la represión de otros sistemas de autoridad propia, de legislación y de gobierno (Gómez 130).
Entre los tres textos revisados para el análisis crítico del performance Un violador en tu camino: Chilean and Transnational Performances of Disobedience: LasTesis and the Phenomenon of Un violador en tu camino, de la autora Deborah Shaw; Comunicación Feminista y Arte Performático: El proyecto político del Colectivo Lastesis, de Noelia Figueroa Burdiles y El octubre chileno: voces y luchas feministas, de las autoras y activistas María Vanesa Stevani Gisletti y Claudia Montero, encontramos un discurso común que dialoga en torno a conceptos que imponen su análisis para poder ejercer una lectura crítica, teniendo en cuenta que también hay otras corrientes teóricas que lo circundan y se trata de los Estudios Subalternos así como las ya mencionadas distintas Teorías Feministas, las cuales matizan los puntos de vista de las explicadas anteriormente. Para ello podríamos en primer lugar hablar de conceptos como: Violencia y Violencia de Género, los distintos tipos de violencia de género que existen, Feminismo, Corrientes Teóricas Feministas, Performace y sería bueno también abordar acerca de la relación existente entre arte y cuerpo femenino. De este modo podríamos responder a interrogantes sobre los rasgos del objeto de estudio que permiten el desarrollo de la lectura recibida y abordar acerca las principales estrategias de lectura realizadas por las autoras de los textos aludidos, los cuales tienen una marcada mirada ginocrítica.
Violencia
Del latín violentĭa, la violencia es la cualidad de violento o la acción y efecto de violentar o violentarse. Lo violento, por su parte, es aquello que está fuera de su natural estado, situación o modo; que se ejecuta con fuerza, ímpetu o brusquedad; o que se hace contra el gusto o la voluntad de uno mismo. Uno de los problemas principales del estudio de la violencia es la falta de una definición precisa que dé cuenta de la multiplicidad de formas en las que ésta se presenta o, cuando menos, señale sus características más importantes y comunes. Además, otra dificultad en su estudio es precisamente esa multiplicidad, por lo que muchas veces se prefiere hablar de las violencias y no de la violencia en singular; de esta manera, se presentan definiciones particulares para cada forma de violencia a estudiar. Desde luego, también el hecho de que a estas violencias se les estudie desde diversos campos de conocimiento dificulta no sólo su estudio en general, sino la aceptación de una definición clara y unívoca. Por otra parte, este abordaje múltiple de violencias particulares y desde diferentes campos disciplinarios ha contribuido, a la vez, tanto a mirarla en su complejidad, como a destacar características más precisas de las causas, las formas en que se presentan y las dinámicas o funciones que asumen las diferentes formas de violencia (Martínez 7).
Teniendo en cuenta esto podemos resumir que existen dos megragrupos que recogen los dos tipos macros de violencia donde quedan incluidos de alguna forma los demás, hablamos de las definiciones en cuanto a violencia física: entiéndase por esto como la agresión física al prójimo o a uno mismo ya sea con objetos o con las manos u otras partes del propio cuerpo. Dentro de ésta podemos incluir las violencias sexuales las cuales gozan de su propia definición también y cuyos daños no solo devienen en lo tangible sino en lo psicológico, vicario, ginecobstétrico y hasta gubernamental; acá ya estamos citando otros tipos de violencias. Por otra parte, está la violencia psicológica o psíquica que es aquella que además de lo emparentado con la violencia física también atañe a los maltratos verbales, las amenazas, establecimientos y abusos de poder de unos contra otros, sumisión, atentados contra la integridad moral, la autoestima, la confianza y el amor propio etc.
Existen muchas teorías acerca de la violencia y entre ellas destaca la conocida como triángulo de la violencia, que fue desarrollada por el sociólogo noruego Johan Galtung, uno de los expertos más importantes en materia de conflictos sociales y de la paz. La primera, la llamada cultural, es la que se manifiesta a través de obras de arte, la ciencia o la religión, entre otras áreas. La segunda, mencionada como estructural, por su parte es la que se considera más peligrosa de todas ellas pues es la que se origina, a través de diversos sistemas, como consecuencia de no poder o no ver satisfechas las necesidades que se tienen, de ahí también las derivadas sistémicas. Y finalmente está la violencia directa que es la que se realiza de manera física o verbal sobre personas, contra el medio ambiente o contra los bienes de la sociedad en general. Robos, asesinatos, daños contra los recursos naturales o ataques a inmuebles son algunas de las manifestaciones más habituales de este tipo, por lo que vemos acá que la violencia no se ejerce solo sobre sujetos sino también sobre objetos, lo cual casi siempre termina repercutiendo en violencia indirecta hacia otras personas.
Varias de los puntos abordados en la definición de este concepto son los demandados por el Colectivo LasTesis en su performance Un violador en tu camino, que aparece en noviembre
de 2019, cuando se incrementaban las violaciones de los derechos humanos, principalmente por parte de agentes del estado, y podemos referirlo sin siquiera definir el concepto de Violencia de Género, el cual queda embebido en lo planteado con la peculiaridad de estar orientado (a groso modo) a definir la violencia (en cualquiera de sus variantes) hacia la mujer. Dicho performance fue inspirado en la lectura de la antropóloga feminista Rita Segato, especialmente del mandato de violación donde señala que la violencia patriarcal es misógina y homofóbica, estableciendo su relación directa con el capitalismo, y especialmente con aquellos que detentan el poder hegemónico, ya no como un problema de desigualdad, sino como un problema de “dueñidad” o “señorío” (Figueroa 270). Alega además que desarrolla la noción de que las relaciones de género son un campo de poder, y que los crímenes sexuales deben considerarse como crímenes del poder, de la dominación y de la punición (Segato 17). Como es evidente la incursión de este Colectivo en las manifestaciones dotó de un enfoque otro a las demandas y cabe entonces abordar el carácter feminista del octubre chileno. Entendiendo como Feminismo en su concepción más básica al movimiento social que busca la equidad en las relaciones entre hombres y mujeres.
En la Revisión Bibliográfica encontré lo que Begoña González llama “una guía para principiantes”, publicada en El Periódico (España) donde justo cita al performance Un violador en tu camino como intro a las explicaciones de conceptos e historia del feminismo.
Tras el #MeToo, ‘Un violador en tu camino’, las movilizaciones cada vez más multitudinarias del 8-M o los casos de violaciones grupales como el de ‘la Manada’, el feminismo se ha ido ganando poco a poco un espacio en nuestra realidad cotidiana y en los medios de comunicación. A pesar de ello, es un concepto con un largo recorrido histórico del que todavía muchas personas desconocen su significado y al que otorgan connotaciones negativas. ¿Sabemos realmente lo que quiere decir?
A lo largo de los últimos años, la palabra feminismo ha ido tomando relevancia en muchos contextos, en algunos de ellos rodeada de una connotación negativa, hasta hacerse un hueco en cualquier debate político o de bar. El feminismo no es odiar a los hombres, ni querer la supremacía de las mujeres. No es una moda, aunque efectivamente, está de moda, es mucho más que eso. La Real Academia Española (RAE) define el feminismo como “el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre, así como el movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”. Sin embargo, todavía hay cierta reticencia a declararse abiertamente feminista o a apoyar esta ideología por parte de algunos grupos a causa del desconocimiento de su significado. No es un antónimo de ‘machismo’ (…)
Atendiendo a lo planteado por Justa Montero en su artículo Feminismo: un movimiento crítico, podemos abordar que el feminismo es también un pensamiento crítico. Sus objetivos de transformación obligan a actuar en el terreno de las ideas a fin de subvertir arraigados códigos culturales, normas, valores, así como el sistema simbólico de interpretación y representación que hace aparecer normales comportamientos y actitudes sexistas, que privilegian lo masculino y las relaciones de poder patriarcal. En este contexto el feminismo desarticula los discursos y prácticas que tratan de legitimar la dominación sexual desde la ciencia, la religión, la filosofía o la política.
Desde todas las teorías feministas, independientemente de su posterior concreción, se formula una fuerte crítica a la acepción androcéntica de categorías supuestamente universales y aparentemente neutras que han sido el soporte del pensamiento de la modernidad: desde el sujeto y la historia, pasando por la libertad, ciudadanía, democracia y justicia al contemplar el mundo, los acontecimientos y los sujetos sociales desde la centralidad del varón, propiciando por tanto la identificación de las personas con los hombres y de éstos con los sujetos universales portadores de derechos (Amorós, 276).
Portadores de derechos sobre el cuerpo femenino también, hecho que, desde las artes, como herramienta universal para denunciar, deconstruir y desaprender (sin h y con h) se ha venido fortaleciendo desde la segunda mitad del siglo XX hasta la fecha. Sin embargo, las relaciones instauradas entre el cuerpo femenino y las artes cuentan con referencias remotas, donde en contadas ocasiones se trató de convenios “ganar-ganar” entre el cuerpo expuesto y el artista, hombre, por supuesto, que, o bien las exponía como piezas decorativas, modelos de obras pictóricas o esculturas entre otras explotaciones. Ciertamente hubo culturas y momentos históricos donde el sexo femenino gozó de su libre manejo tanto en las mencionadas artes como en el comercio, pero, el peso en relación a la esclavitud, sodomización, violación y sometimiento aún persistentes en algunos escenarios no es comparable, por desgracia.
El consumismo que trajo consigo la industrialización, el desarrollo de las empresas textiles, comunicacionales y empresariales de todo tipo, y con ello el establecimiento de los cánones de belleza más perdurables en el tiempo, sobreexplotó y sobreexplota comercialmente el cuerpo femenino instaurando consigo los preceptos de cómo debe lucir, vestir y comportarse una mujer de acuerdo a las normas sociales establecidas bajo el poder hegemónico del machismo y la misoginia. La gesta de las primeras corrientes feministas en los años sesenta, la germinación de diversos movimientos abogando por la reivindicación de la mujer en todos los ámbitos, las luchas por la igualdad social entre géneros, por los derechos humanos sin distinción sexista, el respeto hacia las disidencias, la identidad de género y la preferencia sexual fueron creando las bases de la lucha que hoy se ha extendido hacia todos los sectores de la población, generando a su vez despertares en el orden representativo a través del arte. A consecuencia directa de este fenómeno, el performance, que es una disciplina artística creada a través de acciones realizadas por el artista u otros participantes, pudiendo ser en vivo, documentados, espontáneos o escritos, presentado a un público dentro de un contexto expositivo, tradicionalmente interdisciplinario, comenzó a marcar las pautas, una vez más a través del cuerpo femenino lo que en esta ocasión a modo de denuncia. Instauró un mecanismo de acción que revolucionó las artes escénicas y las luchas feministas.
Diversas han sido las artistas, activistas sociales, literatas e intelectuales que a lo largo de la historia han marcado hito en este ver. Algunas latinoamericanas fueron mentadas por Noelia Figueroa Burdiles en su artículo Comunicación Feminista y Arte Performático: El proyecto
político del Colectivo LasTesis, tales como a cubana Ana Mendieta, Diamela Eltit y Lotty
Rosenfeld y posteriormente el también proyecto chileno las yeguas del Apocalipsis. En los
albores del siglo XXI se multiplican las acciones performáticas que despliegan la crítica a la triada capitalismo/estado/patriarcado (Figueroa 267).
(…) la ocupación del espacio público como forma de “significar el intercambio simbólico en la calle” (Valladares 2014) profundiza su sentido político, a través de la expresión artístico-performática. Discursos y cuerpos irrumpen artísticamente el espacio público a través de la provocación, la denuncia, la belleza o la transgresión; práctica comunicativa donde el cuerpo, la acción directa cara a cara, el montaje colectivo y transdisciplinario enuncian una renovada noción de comunicación. Espacio público en donde converge el performance artístico como mediación de la crítica social con quienes transitan o habitan esos espacios (Figueroa 269).
En el acápite La escritura femenina y el cuerpo femenino, del artículo La Crítica feminista en el desierto, Elaine Showalter, 1981, plantea que algunas críticas feministas radicales, principalmente en Francia, pero también en Estados Unidos, insisten (…) que debemos repensar y redefinir seriamente la diferenciación biológica y su relación con la escritura/arte femenina. Argumentan que «la escritura femenina proviene del cuerpo, que nuestra diferenciación sexual es también nuestra fuente». En Of Woman Born, Adrienne Rich explica su convicción de que:
[…] la biología femenina […] posee implicaciones más radicales que las que hemos
llegado a apreciar. El pensamiento patriarcal limita la biología femenina a sus propias
y restringidas especificaciones. La visión feminista se ha apartado de la biología femenina por estas razones; llegará, creo, a percibir nuestra cualidad física como un recurso en vez de un destino. Para vivir una vida plenamente humana, necesitamos no sólo controlar nuestros cuerpos […] debemos tocar la unidad y la resonancia de nuestra cualidad física, el territorio corporal de nuestra inteligencia.
Las diversas miradas críticas analizadas en este estudio confirman que leer es injertar/se, pudiendo concluir finalmente que el feminismo aporta al conjunto de la sociedad un prisma singular desde el que analizar y ver el mundo, porque las mujeres constituidas en sujetos activos cuestionan e interrogan a la sociedad y a ellas mismas sobre lo que son, lo que hacen, sobre la organización social y lo que les rodea. Realizan de este modo un proceso colectivo de reinterpretación de la realidad, de elaboración de nuevos códigos y significados para interpretarla, para lo que construyen términos con los que nombrar los nuevos fenómenos que el feminismo destapa: acoso sexual, maltrato doméstico y gubernamental porque “lo personal es político”, violencia conyugal, doble jornada entre tantas otras demandas (Montero 172).
“Obras citadas”
Amorós, Celia. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad. Madrid: Cátedra, pp. 463
Figueroa, Noelia. “Comunicación Feminista y Arte Performático: El proyecto político del Colectivo Lastesis”. Revista Nomadías, no. 29, 2020, pp. 257-279
Gómez, Esperanza. “Corrientes críticas en el trabajo social latinoamericano”. Revista Eleuthera, no. 16, 2017, pp. 121-140. DOI: 10.17151/eleu.2017.16.8.
González, Begoña. “¿Qué es el feminismo? Una guía completa para principiantes”. El periódico, 2023. https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20240308/feminismo-que-es-guia-completa-7876808
Martínez, Agustín. “La violencia. Conceptualización y elementos para su estudio”. Política y Cultura, no. 46, 2016, pp. 7-31
Montero, Justa. “Feminismo: un movimiento crítico”. Intervención Psicosocial, vol. 15, no. 2, 2006, pp. 167-180
Segato, Rita. “Introducción”. La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficante de sueños, 2016.
Shaw, Deborah. “Chilean and Transnational Performances of Disobedience: LasTesis and the Phenomenon of Un violador en tu camino”. Bulletin of Latin American Research, 2021, pp. 1-18
Stevani, María V. y Montero, Claudia. “El octubre chileno: voces y luchas feministas”. Descentrada, no. 4, 2020 https://doi.org/10.24215/25457284e111
El cuento como herramienta para viabilizar denuncias sociales
En medio de tantas tesis y dilemas respecto a las técnicas narrativas del cuento en comparación a la novela y sus potencialidades para tratar cabalmente ciertos asuntos polémicos como reflejo de la realidad, amén de sus ficciones, resulta interesante la hipótesis que plantea Ana Rita Sousa en su artículo “La economía del cuento: el caso de María Fernanda Ampuero”. El mismo fue publicado en el no. 9 de la revista académica francesa CECIL (Cahiers d’études des cultures ibériques et latino-américaines) en el pasado año 2023. Basada primariamente en los numerosos y diversos argumentos propuestos por estudios del género en el siglo pasado, como los de Cortázar, Ricardo Piglia, Lauro Zavala, Ignacio Padilla y Andrés Neuman, sugiere que en este nuevo siglo un grupo cada vez más amplio de lectores y autores han venido y vienen solidificando la tradición cuentística latinoamericana. Expone, además, como conjetura medular de su artículo, que “el cuento como género literario está, en el siglo XXI, reuniendo consensos y acercando escritores de regreso a ese proyecto cultural que denominamos Latinoamérica” (226). Fortuito que trate la obra de María Fernanda Ampuero, narradora ecuatoriana catalogada dentro del llamado Nuevo Boom Latinoamericano protagonizado por mujeres, fenómeno mediático que dicho sea de paso pondera al cuento como género bandera en esta retórica literaria. El estudio de caso perfila su mirada crítica en torno al modelo de mediación narrativa con la realidad del continente que caracteriza a dos de los libros de Ampuero: Pelea de gallos (2018) y Sacrificios Humanos (2021). Ambos publicados por Páginas de Espuma, editorial española que se ha dado mayormente a la tarea de brindar espacio a este género (de manera semejante a lo que ocurrió con la novela en el XIX) y a ponderar temáticas en torno a la evidente y antaña (aunque ninguneada) apropiación de un discurso colectivo con enfoques feministas, así como a su relación muy particular con ciertos contextos marginalizados que, en este siglo, se han tornado tópicos literarios: el cuerpo como territorio, el colonialismo interno y la violencia social creciente.
El artículo analiza de forma concreta y objetiva varios acápites que hoy resultan de interés para los estudios acerca de la cuentística latinoamericana. Partiendo de la archidiscutida subalternidad del cuento como género ante la novela, la autora expone en la introducción argumentos para validar dicha sentencia:
(…) mientras la novela es indisociable del objeto libro, el cuento, más antiguo, proviene de una cultura oral que desde el eurocentrismo gráfico se consideró —y aún se considera— menor. Si la primera va conectada con una cultura regida por el binomio escritura/lectura, y todo lo que implica —alfabetización, cierto nivel de desarrollo económico y social, cierta cercanía a las instancias productoras y divulgadoras del libro y, por lo tanto, mayor control institucional y cultural—, el segundo, debido a su origen socio-cultural fue largo tiempo comprendido como el pariente pobre de la narratología que se fue, lentamente, instalando en la casa familiar de la cultura escrita (228).
Sin embargo, resulta una lectura a contrapunto cuando analizamos la praxis, pues, precisamente contemplando los orígenes populares del cuento, la oralidad como herencia latente e indisoluble, constatamos lo pragmático del mismo al ser herramienta de análisis y catalizador de denuncias sociales necesarias. Esta manifestación, lenguaje universal de todas las artes, lleva en su composición génica la posibilidad de deconstruir, criticar de forma más directa y contundente como mismo plantear soluciones a realidades, bien fabuladas, matizadas o contextualizadas tal cual en los argumentos de sus historias. Así lo planteó Cortázar en sus Teorías del Cuento I, 1995, cuando sentenciaba que, a diferencia de la novela, que va ganando puntos capítulo a capítulo, en el que no todos tienen por qué estar en el mismo nivel de impacto ya que cada uno lleva su propio objetivo, previamente calculado y analizado según avance el croquis de la historia, el cuento sí funciona por knockout. La novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, tiene tiempo de narración para ello, pero el cuento va a contra reloj y para estar bien logrado debe ser incisivo, mordiente, mantener el ritmo de inicio a fin, contundente desde la primera frase. Pero, tengo la convicción de que esto no debe entenderse literal a pie de letra, porque el buen cuentista también puede ser un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales quizás parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya la resistencia más sólida del adversario.
En el desarrollo del texto en cuestión, Sousa transita por algunos de los planteamientos que hoy agenda la ginocrítica: “El cuento y las mujeres”, “María Fernanda Ampuero y la urgencia de contar”, “Arquitectura del cuento: la doble historia”, “La juventud: un tiempo doble” y “Cuerpo: territorio de lucha”. Aspectos que ya venían debatiéndose desde los años 70 en otras latitudes sin quedar fuera del todo el contexto latinoamericano, que, aunque a ritmos que ha costado más dinamitar acorde al contexto socio-político y la necesidad de análisis social ante muchas otras problemáticas existentes, de igual modo no ha quedado mudo.
En El cuento y las mujeres brinda un resumen un tanto ambiguo respecto a su postura, en el que no precisamos la voz crítica de acuerdo al auge de la literatura escrita por mujeres, sin embargo, acota una mirada necesaria en torno al fenómeno comercial detrás de cada boom:
(…) La euforia teórica por despatriarcalizar el canon por parte de varias academias, tanto en España como en América Latina –independientemente de sus consecuencias futuras o permanentes– está claramente teniendo un efecto indirecto de motivación en jóvenes escritoras e incluso en las editoriales, en las últimas dos décadas; lo que, obviamente, no está separado de la apropiación del mercado de las mareas feministas que han tomado las calles en los últimos años. Se pasó, como explica Sara Sefchovich en su trabajo más reciente, Del silencio al estruendo (2020), subrayando que ultrapasada la etapa en que las escritoras eran continuamente ocultadas, subvaloradas u olvidadas, vivimos hoy una fase distinta, en que el incremento considerable de la presencia de mujeres, tanto en la literatura como en la academia, promueve nuevas rutas para comprender y valorar su escritura (…)
“Las escritoras ecuatorianas hacen historia”, es la idea esencial que une el último párrafo del acápite anterior con el próximo, donde analiza la forma de armar y narrar el amasijo de realidad y ficción que hilvana María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976) en sus obras. Y lo hace con un análisis particularmente auténtico, referido a la estrategia de titulación que usa su autora en los dos libros de cuentos analizados en el presente artículo: Pelea de gallos y Sacrificios humanos. Sousa remarca la composición más elaborada de dichos títulos al no ser solo una compilación de cuentos escritos y reunidos bajo un hilo conductor casual. “Cada uno de estos relatos participa, por un lado, de un fragmento de una cruda realidad y, por otro, encuentra en la familia como institución social, el eje central de la crueldad y la violencia” (230). Acá vemos otro argumento, en el que de hecho marco especial importancia debido a los aportes que brinda a mi tema de investigación, relacionado al rol de la familia como perpetuadora de la violencia de género, lo cual analizo en este mismo objeto de estudio (Pelea de gallo). “La reproducción, en una espiral descendente, de estructuras de control, opresión y violencia cotidianas, en espacios casi siempre reducidos, es el tema de cada una de estas ventanas a la sagrada casa de la familia” (230), como mismo se evidencia en Sacrificios humanos.
“El cuento es un relato que encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada” (233); este planteamiento de Piglia es la columna del análisis en el acápite sobre la “Arquitectura del cuento”, donde se hace alusión en los estudios de éste y de Borges a una doble historia, lo cual, en resumidas cuentas, no es más que la técnica del dato escondido. La autora aborda el análisis a partir principalmente del cuento “Monstruos” en Pelea de gallos. Brinda especial abordaje al modo en el que Ampuero trata las diferencias de clases, no solo desde lo económico-social sino desde lo afectivo, sondeando hábilmente una vez más el entorno familiar como verdadero demonio.
Una lectura hacia la construcción de sus personajes y el factor etario mereció el protagónico en el subtítulo relacionado a “La juventud: un tiempo doble”. Ciertamente salta a la vista la edad de las y los protagonistas en los relatos de Ampuero, la mayoría niñas, quienes desde una conciencia pueril analizan los contextos realistas más crudos, estableciendo en ocasiones una “falsa” realidad, esa que a su corta experiencia son capaces de ver y dejando una lectura entre líneas hacia la aplastante verdad de los hechos. Pudiéramos especular análisis más profundos al respecto, como, por ejemplo: la necesidad de la autora ante esta condición de usar esos rangos etarios para dar voz a sus personajes, y más que a sus personajes a las denuncias que de una forma u otra tienen lugar en sus historias. Podríamos escarbar en el punto de vista de los niños en relación a los perjuicios físicos y psicológicos que provoca la violencia intrafamiliar, los adultos que serán para la sociedad y para ellos mismos en el mañana, perpetuando así dicha conducta violenta. Otra mirada interesante sería la del incesto, patrón repetitivo también en las dos obras de María Fernanda Ampuero analizadas en el artículo, pero en las que Sousa no reparó, sin embargo, guardan relación directa con las problemáticas bajo el foco crítico. (…) Este aprendizaje duro, forzado, cruel, violento de la niñez y juventud es asimilado aquí, como en casi todos los cuentos de la autora, como el tiempo en que se construye una agencia singular capaz de salvar la vida de las protagonistas en la edad adulta (236). Tenemos acá en esta cita textual lo que podría ser el nexo perfecto entre lo discutido en este acápite y el próximo, pues, “El cuerpo: territorio de lucha”, sintaxis repetida como lema en disímiles contextos para dar voz a las causas feministas, es la idea que cierra el artículo. Funciona como un embudo a través del cual pudiera comenzar a explorarse otros modos de decir y hacer, sobre todo cuando sentimos que la palabra no es suficiente, cuando nos dicen “no seas tan mujercita”, como el padre de la protagonista en “Subasta”, primer cuento de Pelea de gallos, y toca demostrar cuan mujercitas sí vamos a ser.
(…) a partir de la producción literaria de cada momento histórico, los géneros literarios son, antes que nada, «formas del lenguaje social que funcionan como «instituciones» o «mensajes socio-simbólicos». Por su dinámica propia de la doble narrativa, el cuento parece, en María Fernanda Ampuero, el género indicado para imbricar con singular intensidad la perenne violencia social en América Latina con el etéreo cotidiano de sus personajes (237).
De esta forma, demasiado concisa para explorar los recovecos críticos de interés en la lectura analizada, me propongo ir marcando las pautas que brindan estos antecedentes teóricos para mi tesis, donde de igual modo apuesto por el cuento como herramienta de análisis y denuncias a problemáticas sociales con enfoque de género, teniendo como objeto de estudio una de las obras de María Fernanda Ampuero, Pelea de gallos. Más específicamente dirigiré la lupa crítica hacia el rol de la familia como perpetuadora de la violencia, la reproducción de estas dinámicas y sus estrategias de dominación, establecimiento absoluto de poder como práctica machista y misógina instaurada a nivel social como hegemonía patriarcal.
Obras citadas
Cortázar, Julio. Teorías del Cuento, vol. I. Teorías de los cuentistas, 1995
Sousa, Ana Rita. «La economía del cuento: el caso de María Fernanda Ampuero.» CECIL. Cahiers d’études des cultures ibériques et latino-américaines, vol.9, 2023, pp 226-240
Metamorfosis de una idea
Teniendo en cuenta el programa del magíster: Estudios Literarios y Culturales Latinoamericanos, el cual presenta tres líneas de investigación dentro de su espectro: Literatura latinoamericana, Estudios de la cultura y Teoría crítica, pretendo centrarme en el análisis de la literatura latinoamericana con la siguiente temática que esbozo a continuación:
Versión inicial
La última década sugiere un “Nuevo Boom Latinoamericano” con la obra literaria de mujeres como protagonistas. Esto ha incitado que se rescaten del olvido, la marginación y el desprecio a algunas escritoras, aunque no pocas continúen en el ostracismo. Aun cuando sus legados eran suficientes en sus tiempos para ser legitimadas, no es hasta hoy que comienzan a recibir el merecido reconocimiento. Sin embargo, muchas no comulgan con la idea como suerte de reivindicación, pues no hay enmienda posible ante tal barrabasada de la historia, marcada por el arraigado machismo de nuestros pueblos, menos cuando tal enfoque mediático ni siquiera ha tenido en cuenta sus posturas para definirse. No obstante, existen otras lecturas ante esto: ignorar las tendencias sociales es un arma de doble filo, no escapamos de la realidad y hay cierto deber sobre nuestros hombros como cronistas del momento histórico que nos toca vivir, tiempos donde el empoderamiento femenino se impone como necesidad ante injusticias que siguen quedando impunes. Pero, debemos ser cautelosas con el modo en que enfrentamos dicho contexto, protagonizar un nuevo canon no debiera ser solo el objetivo. De ahí que entienda y comparta criterios como los de Mariana Enriquez, Guadalupe Nettel, Samanta Schweblin, María Fernanda Ampuero, Mónica Ojeda, entre tantas otras, cuando refieren que el concepto boom es generalmente comercial, mientras este auge al que nos referimos surge en torno al movimiento feminista y al avance social de la mujer. Cabe entonces replantearnos los métodos que estamos utilizando para visibilizar la literatura escrita por mujeres, debatir si queremos que se nos reconozca a nosotras, a nuestra obra, o ambas.
Sería bueno reflexionar hondamente sobre los problemas que enfrentan hoy las escritoras, contra qué debemos revelarnos y cuáles son los peligros que pueden acechar en nuestra inserción igualitaria en el campo literario, como bien planteara Lorena Amaro en su artículo Como se construye una autora: Algunas ideas para una discusión incómoda (2020). Se impone proponer una lectura de las actuales condiciones para sus luchas, y eso lo proporcionaría un estudio que caracterice la narrativa actual de las escritoras, en este caso latinoamericanas y caribeñas, sus discursos, temáticas más recurrentes en sus obras, estéticas de trabajo; a fin de cuentas, es el legado generacional que deja este movimiento, el cual está marcando las pautas de las generaciones venideras, porque es solo la punta del iceberg de un fenómeno que apenas está desatándose. Recoger esta diversidad de registros solo puede garantizar una cosa: deconstruir, desde el arte como forma universal de transformación en todos los tiempos, una sociedad plagada de errores conceptuales acerca de la mujer, que ya forman parte de nuestro acervo genético poblacional.
Utilizaré recursos como una revisión bibliográfica que permita desentrañar los diversos puntos de vista sobre estas temáticas, versus y sentencias establecidas; entrevistas a las autoras del universo literario con el que quiero trabajar: escritoras latinoamericanas y caribeñas nacidas a partir de 1970. Las respuestas me permitirán saber de primera mano sus posturas respecto al fenómeno, en cuánto creen que sus obras puedan ser consideradas como literatura feminista o solo literatura escrita por mujeres y si consideran que realmente pueda establecerse un versus a partir de ahí. Todo esto estableciendo comparaciones entre asunciones feministas o no en sus obras, en cómo influyen los diferentes tipos de feminismos, las tendencias europeas, lo cual permitirá además determinar los factores que hacen divergir los movimientos (en torno a su representación literaria) y a partir de ahí brindar herramientas que celebren un análisis más a fondo de las obras de estas escritoras.
La salida para dicha investigación sería un ensayo socio-literario sobre Narrativa actual escrita por mujeres en Latinoamérica y el Caribe. Esto permitiría tributar resultados dirigidos hacia líneas temáticas específicas, acordes a problemas sociopolíticos con enfoque de género, lo cual matiza el análisis en el campo de la crítica y la investigación literaria feminista latinoamericana. Todo lo anteriormente planteado ubicaría a Chile a la cabeza, con la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso como epicentro investigativo, pues dentro de su claustro existen especialistas trabajando temas afines.
Procesos de cambios (marzo-abril, 2024)
Inicialmente (octubre, 2022) presenté a la postulación para el programa de magíster una temática general cuya propuesta era el estudio de la literatura latinoamericana y caribeña escrita por mujeres y el establecimiento teórico de un versus entre literatura escrita por mujeres y literatura feminista. Partí de la necesidad de continuar validando la voz femenina, rescatar referentes que han quedado en el ostracismo a lo largo de los años, reivindicar la importancia que han tenido y tienen en la labor social-cognitiva y, sobre todo, teniendo en cuenta el valor histórico-literario que representará para futuras generaciones seguir legando estudios que recojan la diversidad de registros de la más actual literatura escrita por mujeres, lo cual contribuye a la abolición de la supuesta orfandad materna que siempre hemos padecido en la genealogía de la literatura, según refiere Cristina Eugenia Valcke Valbuena en su ensayo Dolores, una escritora en el siglo XIX, compilado en el libro de ensayos Perspectiva de género en la literatura latinoamericana (2010).
Pero, planteado de esta manera, el objeto de estudio de la investigación era demasiado abarcador, por ello, se imponía el pragmatismo en función del tiempo de duración del programa y las pautas para la escritura de una tesina en solo sesenta cuartillas. Por lo tanto, comencé a establecer una serie de filtros para acotar mejor los aspectos que trabajaría dentro de ese mega tema.
Lo primero fue definir exactamente la muestra; ahora mismo cada vez son más los nombres de mujeres que se suman al panorama literario latinoamericano, autoras con trabajos sólidos casi siempre desde la primera obra publicada (Dolores Reyes, Cometierra, 2019), lo cual las posiciona en un rankin difícil de ignorar. Después tuve claro que necesitaba centrar las tareas específicas hacia la resolución de un objetivo general que respondiera a un fenómeno (problema) que ya se ha venido estudiando y cuyo enfoque sociológico es tan importante en las connotaciones sociopolíticas actuales de la agenda latinoamericana: la apropiación y representación de un discurso colectivo consciente con enfoque feminista a través de la literatura. Con eso, la idea era encauzar la investigación en las temáticas que rondan las obras de dichas escritoras, abordar las estéticas de trabajo para tratar los argumentos de sus historias como herramientas de análisis a las realidades que circundan la vida de la mujer latinoamericana en el contexto actual. De este modo más acotado abordaría el tema de los distintos tipos de violencia de género a los que se enfrentan los personajes femeninos (casi todos) de las obras de estas escritoras; cómo las representan en una ficción, que más bien es casi crónica, escritas desde el “yo” de la primera persona narrativa y las resoluciones o salidas que dichos personajes asumen ante esas situaciones y que influye en el comportamiento de las mujeres tras verse representadas, reflejadas, con voz. Para ese entonces también había definido, como una de las pautas que impone al estudio, el trabajar solo con narradoras, luego incluso tras otras valoraciones finalmente reduje el marco al género cuento.
¿Por qué el cuento?
Tanto ha mutado ya con la experimentación creativa este género literario, como el resto de las artes, que resultaría un poco improcedente abordar reglas que a la larga se ven desafiadas por la propia ficción. No obstante, en teoría narrativa clásica, el cuento parte de la noción de límite, y en primer término de límite físico, pues una vez pasado de un número x de hojas, ya se comienza a considerar como «nouvelle» (noveleta), término medio entre la novela y el cuento. No es una ley que se aplique en todas partes, pero sí es real la condicionante de lo conciso ante la idea a desarrollar. A diferencia de la novela, que va ganando puntos capítulo a capítulo, en el que no todos tienen por qué estar en el mismo nivel de impacto ya que cada uno lleva su propio objetivo, previamente calculado y analizado según avance el croquis de la historia, el cuento sí funciona por knockout. La novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, tiene tiempo de narración para ello, pero el cuento va a contra reloj y para estar bien logrado debe ser incisivo, mordiente, mantener el ritmo de inicio a fin, contundente desde la primera frase. Pero, tengo la convicción de que esto no debe entenderse literal a pie de letra, «porque el buen cuentista también puede ser un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden quizás parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya la resistencia más sólida del adversario» (Cortázar, Teorías del cuento I, 1995). No obstante, se puede hacer un balance, intentar una aproximación valorativa de la estructura de este género de tan difícil definición, tan huidizo en sus múltiples y antagónicos aspectos. Pero sí considero importante no olvidar que la creación espontánea precede casi siempre al examen crítico y está bien que así sea.
El factor etario fue otra variable a especificar para definir el corpus de la investigación. Desde el nacimiento de la idea (como evidencio en la primera parte de este texto) propuse trabajar con escritoras nacidas a partir de 1970, que son las que hoy engrosan la lista del mediático Nuevo Boom Latinoamericano protagonizado por mujeres, indicador del auge que han tenido, más allá de las causas (comerciales o no) que lo han hecho posible. Sin embargo, acotar esta cifra cronológica incluso desde el propio título, como lo pensé, me generó un ruido (quizá despreciable) una vez tuve seleccionadas las autoras con las que pensaba desarrollar esa segunda versión de la temática. Guadalupe Nettel (1973), María Fernanda Ampuero (1976) y Mónica Ojeda (1988) fueron las escritoras que finalmente decidí analizar. Todas cumplen ese requisito, pero, vemos que hay entre Ojeda y el resto una diferencia que podría marcar generación, no obstante, sus obras evidencian que se enfrentan a los mismos antagonistas en su escritura, al menos desde las perspectivas que eligen mostrar (aunque en el libro seleccionado para la investigación, Nettel, que es la mayor de las tres, muestra menos el enfoque feminista, pero, viene bien como punto de comparación, por eso no lo desestimé). Este argumento podría rebatir oponencias respecto al rango seleccionado, pero, teniendo en cuenta que en mi concepción más holística me gustaría referirme a filtros que sobrepasen lo determinante según la edad, o el criterio particular de una escritora, rehuyendo a que pueda esto ser visto como postura marcada por el contexto histórico de los 70’ o cercano a éste, decidí no centrar la mirada desde un principio en ese dato.
Aunque los títulos de estas tres escritoras no son demasiados (lo cual no es directamente proporcional a sus éxitos), evidentemente tendría que volver a someter el corpus a más cercos, así que, asumiendo las pautas establecidas hasta aquí, seleccioné tres libros de cuentos, uno de cada autora. Quise entonces trabajar con los más recientes: Los divagantes, de Guadalupe Nettel (Anagrama, 2023); Visceral, de María Fernanda Ampuero (Páginas de Espuma, 2024) y Las voladoras, de Mónica Ojeda (Páginas de Espuma, 2020). De ese modo la actualidad de la investigación estaría saldada, pero, me exponía a dos retos imposibles de ignorar. Uno era la practicidad, no tengo modo de acceder desde mi país (Cuba) a esa bibliografía reciente, ni a la compra, ni siquiera a sitios online donde podría quizás encontrarlos pirateados. El otro desafío es que, precisamente dado lo fresco de los textos, todavía la crítica no ha profundizado en valoraciones que bien podrían servirme como referentes para su estudio. El de Mónica Ojeda, publicado en 2020, escapa a esos problemas, siendo el más antiguo de los tres, entonces pensé en una muestra más homogénea también en cuanto a eso: reducir el margen de tiempo de publicación entre los libros que analizaría, al menos entre dos de ellos, siendo el caso del de Ojeda y Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero (Páginas de Espuma, 2018). Por otro lado, la opción que me quedaba para cuentos por parte de Guadalupe Nettel era El matrimonio de los peces rojos (Páginas de Espuma, 2013), que se aleja un poco más del rango de publicación entre los otros, pero, sin embargo, ahora coincidía una misma línea editorial para la muestra, lo cual incluso podría arrojar una lectura interesante. Fue de ese modo que terminé repensando la selección, quedándome finalmente con el siguiente título potencial: Apropiación de un discurso colectivo consciente con enfoque feminista en las cuentistas latinoamericanas actuales: Guadalupe Nettel, María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda.
Como objetivo general proponía:
-Integrar dispersas perspectivas sobre la apropiación de un discurso colectivo consciente con enfoque feminista en una selección de obras de las escritoras latinoamericanas: Guadalupe Nettel, María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda.
Entre las tareas específicas para dar cumplimiento a dicho objetivo general (metodológicamente hablando) estaban:
-Aportar un marco teórico integrador que permita la validación del concepto “apropiación de un discurso colectivo consciente con enfoque feminista”
-Establecer las implicaciones que tendría para la crítica a la literatura escrita por mujeres en Latinoamérica el tener un marco conceptual con definiciones claras del versus entre literatura escrita por mujeres y literatura feminista
-Especificar el rol de estos conceptos en la adecuada interpretación cultural-sociopolítica de la actual literatura latinoamericana escrita por mujeres
-Aplicar la crítica literaria feminista a la producción de la actual literatura latinoamericana
Redefinición del corpus
Planteado todo esto hasta aquí, una vez descartado el abarcar también la literatura caribeña escrita por mujeres y acotado el objeto de estudio en el continente americano, bien podría pensarse que al menos la maqueta del diseño de la investigación iba en camino, pero, lo cierto es que todavía era necesario seguir delimitando. No todos los cuentos de los tres libros iban a poder ser analizados en la tesina, por ello, era menester hacer una selección por obras, usando una serie de criterios que también me tocaría definir y discutir teniendo en cuenta mis objetivos. En ese proceso de clasificación, luego de releerme los tres libros, Pelea de gallo demostró tener las características más propicias para analizar un discurso profeminista. Esta mirada individual tampoco fue espontánea, confieso que estaba firme en la idea de validar y demostrar con herramientas sociológicas la apropiación de un discurso colectivo con enfoque feminista en la literatura actual latinoamericana escrita por mujeres, pero, seguía siendo un proyecto ambicioso del modo en que lo había concebido.
Pelea de gallos tiene trece cuentos. De ellos aproximadamente nueve podrían ser los que use para el análisis. En la disección objetiva que realicé percibí algo que me llamó la atención puesto a que podría marcar la pauta definitiva para la línea temática, se trata de la representación que hace Ampuero de la familia como perpetuadora de la violencia de género, incluso la incestuosidad es otro de los fenómenos que también tiene una marcada relevancia en la obra. Profundizando entonces en este nuevo enfoque, opino que sería más prudente, para ser consecuente con los tiempos, estudiar a una sola autora estableciendo una lectura sobre una problemática específica. Para esto contaría como guía con estudios similares en obras de otras escritoras de este mismo grupo que me interesa, por ejemplo los análisis sobre la maternidad o el culto a la muerte en la obra de Samanta Schweblin y Mariana Enriquez, realizados por Catalina Forttes Zalaquett (Ausencia maternal, extractivismo y culto a la muerte en “Nuestra parte de noche” de Mariana Enríquez, 2022; El horror de perder la vida nueva: gótico, maternidad y transgénicos en “Distancia de rescate” de Samanta Schweblin, 2018); la mirada hacia la maternidad que también hace Virginia Cirani (La maternidad contaminada: rituales de amor fracasados en “Distancia de rescate” de Samanta Schweblin, 2023) o incluso Atilio R. Rubino con su estudio sobre el enfoque familiar en el artículo La familia y los monstruos de la heteronormatividad la «futuridad reproductiva» en la narrativa fantástica de Samanta Schweblin (2021).
En conclusión, pretendo trabajar entonces a María Fernanda Ampuero con el libro Pelea de gallos analizando cómo el núcleo familiar perpetúa la violencia de género y viendo al fenómeno de la incestuosidad como consecuencia directa del mismo problema.
Agregar que el haber sintetizado la idea inicial hasta esta mínima expresión no me aleja del discurso que pretendía puesto a que estoy de igual modo atendiendo un tema particular que atañe a la literatura actual escrita por mujeres en Latinoamérica. Lo visualizo como el comienzo de un camino investigativo que luego podría engrosarse dando paso a interpretaciones y transducciones más profundas.
Referencias Bibliográficas
- Amaro, Lorena. Cómo se construye una autora. Algunas ideas para una discusión incómoda. En: palabra Pública, 2020
- Valcke, Cristina E. Dolores, una escritora en el siglo XIX, compilado en el libro de ensayos Perspectiva de género en la literatura latinoamericana. Colección La tejedora, Programa Editorial, Universidad del Valle, Colombia, 2010
- Reyes, Dolores. Cometierra. Editorial Página de Espuma, 2019
- Cortázar, Julio. Teorías del Cuento, Volumen I. Teorías de los cuentistas, 1995
- Forttes, Catalina. Ausencia maternal, extractivismo y culto a la muerte en “Nuestra parte de noche” de Mariana Enríquez. Revista de Estudios Hispánicos, IX. 2, 2022
- Forttes, Catalina. El horror de perder la vida nueva: gótico, maternidad y transgénicos en “Distancia de rescate” de Samanta Schweblin. REVELL – v.3, nº.20, 2018
- Cirani, Virginia. La maternidad contaminada: rituales de amor fracasados en “Distancia de rescate” de Samanta Schweblin. Orillas 12, 2023
- Rubino, Antonio R. La familia y los monstruos de la heteronormatividad la «futuridad reproductiva» en la narrativa fantástica de Samanta Schweblin. BRUMAL. Revista de Investigación sobre lo Fantástico, Vol. IX, n.º 2, 2021.
El rol de la familia como perpetuadora del ostracismo en la literatura latinoamericana escrita por mujeres
Reseña crítica al estudio monográfico (ensayo): “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, de la compilación de ensayos: “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana”, por Cristina Eugenia Valcke Valbuena (213).
Hacer una observación panorámica sobre los diferentes aspectos que merecen lectura crítica e interpretación incisiva para desentrañar los temas que atañen a la literatura escrita por mujeres, más específicamente por nuestras escritoras latinoamericanas, pareciera tarea más fácil hoy, cuando ya se cuentan décadas de estudios dedicados a estos asuntos. Asuntos que, según la despectiva apreciación de muchos, son parte de un boom mediático, como si lo tendencial llevase un sello que de algún modo lo sentenciara a lo repetitivo hasta caer en la falta de contundencia. Voltear atrás la mirada con el propósito de seguir rescatando nombres femeninos del ostracismo en el que han quedado relegados, seguirá siendo por mucho tiempo (al menos eso espero) una tendencia, más allá de lo transmedial y las fiebres académicas transitorias. Olvidamos a veces que lo modal está en todo estudio, independientemente de la materia, pues, ¿qué buscamos entonces si no es eso que ha marcado pauta relevante ante el ojo del investigador tras denotar un patrón de repetición o reproducción, lo cual convierte a la cosa en sí en fenómeno?
En el libro la autora se propuso reunir nueve ensayos a obras escritas por mujeres excepto una cuyo autor fue un hombre, pero intenta justificar esa excepción, la cual podría generar debate teniendo en cuenta el grueso del género en la muestra, diciendo que “su inclusión en el estudio es validada a través de la focalización en el universo femenino que recrea la obra y que permite rastrear los puntales del imaginario de género de la época” (12). Revisa con enfoque feminista un campo literario heterogéneo escrito por autoras latinoamericanas entre los siglos XIX y XX, de distintos registros e impacto, obras de gran calibre como producción cultural hecha por mujeres en condiciones históricamente distintas, pero semejantes, elementos que le imprimen un carácter particular a cada una.
Profundas se tornan las lagunas de conocimiento que persisten sobre las particularidades de la literatura latinoamericana escrita por mujeres, no solo por el silencio impuesto a sus obras tras siglos de misoginia y machismo intrínseco de nuestros pueblos, sino por lo engorroso que se torna el rastrear rúbricas verdaderas tras pseudónimos de hombres que jamás cogieron una pluma en sus manos, tal como expone Jana Marie Dejong en su artículo “Mujeres en la Literatura del Siglo XIX”. En “Las Mujeres en la Historia de Colombia”. Mujeres y Sociedad”. Tomo 3 (137-157), citado además por Cristina Eugenia Valcke Valbuena, en su texto “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana” (14) para referirse a la orfandad en la línea materna que padece la literatura de nuestro continente.
La familia siempre ha sido asunto de interés para los análisis socioculturales, en este caso, la escritura es la forma manifiesta del arte para visibilizar problemáticas tan añejas como perennes. Las últimas décadas arrojan estudios en cuanto al rol que ocupa el núcleo familiar como perpetuador de la violencia de género. Justamente el texto que traigo a bien presentarles: “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, contenido en el ya mencionado libro de ensayos: “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana” (13-36), publicado por la Colección La Tejedora, en el Programa Editorial de la Universidad del Valle en Colombia, evidencia elementos que pudiera diseccionar en pos de legitimar el referido planteamiento.
Aunque quizás el texto seleccionado para esta reseña eluda construcciones semánticas y esquemas propios de marcos teóricos explícitos, las perspectivas generadas desde la crítica social, la historia o el análisis del discurso, aparecen como una exigencia de la lectura crítica propiciada por el mismo ensayo y no como una exigencia de la teoría para abordarlos. Con esto la autora tiene la marcada intención de que contribuyan a hacer conocer el valor que tiene una escritura femenina condenada a la exclusión en los ámbitos de la cultura hegemónica y así mismo propone una interpretación apropiada que no disuelva el carácter vital que ellas expresan.
A través de los subtítulos que guían el hilo conductor del ensayo: “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, su autora evidencia de forma constante y subyacente el rol tan poderoso que la familia ejerció, no solo en la vida de la protagonista de la obra sino en Soledad Acosta de Samper, quien la escribiera en 1867. Desde el primer acápite, comencé a interpretar y encontrar hilos que me ayudaron a construir toda una genealogía de esos distintos tipos de invisibilidad perpetuadas en el seno familiar. Pero, primero me gustaría hacer potable la lectura entre las mujeres que trataré en la presente reseña, teniendo en cuenta que estoy en presencia de tres autoras: Cristina Eugenia Valcke Valbuena, autora del ensayo que disecciono, Soledad Acosta Samper, escritora analizada en dicho ensayo y Dolores, la protagonista de la obra que refiere. Como verán, tengo tres puntos de vistas que enriquecen el análisis. Según estudios referenciados por Valcke, se ha hablado de posibles rasgos autobiográficos de Soledad Acosta en su obra “Dolores”, sin embargo, la falta de información documental respecto a la autora imposibilita validar dichas especulaciones.
Pero, de dichas similitudes en torno al análisis que compete hablaré más adelante. Primeramente, quiero referirme a una construcción metafórica de familia que establece la autora del ensayo al mencionar a madres y padres de la literatura para dar paso a su visión de orfandad por la línea materna, algo que desde el inicio brinda una gráfica muy clara de los porqués en torno a estos estudios. Imaginemos un Diagrama de Venn para establecer una teoría de conjuntos que pretendo desarrollar en esta lógica; al unir ambos círculos, por un lado estarían los estereotipos y conflictos familiares con los que cargaba Soledad Acosta al enfrentarse a la escritura de la obra, y por el otro los que cargaba Dolores (constructo de Samper, lo cual podría entenderse como una reproducción de su modo de pensar), y en el medio, los propios principios que impone la familia imaginaria de la literatura. Entendemos entonces por los parlamentos de Valcke y los ya citados criterios de Jana Marie Dejong, más los de Sandra Gilbert y Susan Gubar en su ensayo: “La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria en el siglo XIX” (636), cómo desde ese concepto de familia hegemónica, donde ha de haber un padre y una madre, la línea materna siempre ha quedado mutilada. Madres auténticas, solo las más arriesgadas, madres que asoman la cabeza hoy luego de siglos en el silencio eternizado por las épocas. ¿Padres?, también los auténticos, los dispuestos a ceder espacio a los nombres de las madres, aunque sin reconocer el oficio de la escritura como propio de ellas sino más bien un don de hombres en manos ajenas, madres-padres obligadas a la falsa identidad, y así, generación tras generación.
Harold Bloom, como Sandra Gilbert y Susan Gubar hablaron de una ansiedad del escritor, pero, el ensayo demuestra que distaban muchísimos las traducciones del concepto de uno a otras autoras, pues, según Bloom, cada autor tiene tras de sí una tradición de escritores tan extensa que el poder de la influencia tiende a silenciarlos, así que para poder superar esa crisis se hace necesario “matar al padre”. Entiéndase esta metáfora como la inminencia de sobreponernos a los referentes y buscar nuestra propia voz en el ejercicio escritural. Sin embargo, Para Gilbert y Gubar, esa misma teoría se aplica más bien a lo que provoca en las mujeres escritoras la negación al legado ancestral de madres silenciadas.
Cierto es que las autoras, al igual que los autores, cuentan con siglos de literatura detrás suyo, en su mayoría masculina, y que también pueden temer las influencias de los padres literarios, pero su situación es mucho más compleja, porque enfrentadas al vacío de una tradición escritural femenina podría incluso sospecharse que la presencia, en sus obras, de algunos rasgos de la escritura de autores consagrados por el canon, puede hacerse incluso muy deseable para ellas, puesto que podría representarles cierto reconocimiento (15).
La novela “Dolores” está marcada por letras, si bien no es el móvil de la trama sí es parte importante del argumento, de hecho, todo se mueve a través de la escritura, y la familia una vez más toma el protagónico como un personaje que se transparenta y va desplazándose conforme avanzan los capítulos, hasta solidificarse con los derroteros de sus personajes. La narración de la obra se manifiesta como lo escrito por Pedro, primo de Dolores, quien a todas luces representa al narrador. Según el ensayo, la mayoría de los parlamentos de los personajes se suceden a través de sus escritos, entre los que figura el diario de la protagonista, es así como el lector conoce de sus posturas ideológicas más íntimas. En voz, bueno, más bien letras, dado a que lo especifica en sus textos, Pedro deja claro que la verdadera vocación escritural la tiene su prima dando fe de su talento; este hecho, sumado a que la novela fue creada por una mujer, podría dejar inferir aproximaciones entre una y otra y hace de la literatura femenina uno de los asuntos determinantes de la novela.
Las relaciones maternas y paternas en la obra son muy complejas. Dolores quedó huérfana de madre desde pequeña, al igual que su primo Pedro. Ambos fueron criados por la tía Juana una vez que Jerónimo, padre de Dolores, desapareció cuando esta tenía doce años, muriendo supuestamente, pero luego ella descubre que había enfermado con lepra y para librarla de tal martirio se exilió en una isla. No obstante, previamente, Jacinto había sido un padre dedicado que asumió “el rol de madre”, dice Valcke y cito: “Es claro que la muerte de esta mujer, despertó en Jerónimo el afán de suplir su falta, asumiendo un poco el rol materno, por esto -a mi juicio- en el padre existen algunos rasgos de carácter femenino como la marginalidad” (24). En este planteamiento quizá subconscientemente ella también está reproduciendo patrones de género adjudicando que en los cuidados y el amor hacia los hijos está bien que existan asunciones de roles.
Uso este pasaje específicamente para referirme a las inferencias que se han hecho en cuanto a lo autobiográfico que pudiera tener esta obra de su autora, pues, acorde a lo revisado por Valcke, Soledad Acosta de Samper tampoco tuvo influencias de la madre durante su vida, pues, invisibilizada tras la figura de un prócer de la Patria, como lo fuera el padre, quien murió antes que la madre cuando ella tenía dieciocho años (justo como el de Dolores en la novela), de igual modo nunca refirió pasaje alguno de su vida donde la figura materna tuviese valor para ella. Incluso, la propia Dolores solo hace referencia a la suya en dos pasajes breves faltos de adjetivos, lo cual ofrece muy poca información, pero al mismo tiempo evidencia su nula necesidad de la madre, como si no tuviese nada significativo que aportarle. También quedó demostrado por Valcke en el ensayo, citando un pasaje de la obra, la invalidación de la hipótesis que plantea la ausencia de recuerdos de Dolores hacia la madre, ya que ella misma revela datos que conoce por sí.
Podría creerse que murió cuando la niña no tenía todavía uso de razón, sin embargo, el hecho de que tenga conciencia del cambio de actitud de su padre, niega tal hipótesis. Lo cierto es que parece que Dolores no reconociera ninguna herencia de la mamá, como no fuera el cariño del padre. Es significativo también, saber que a los doce años –justamente la edad que tenía Dolores cuando recibe la noticia de que su padre se ha ahogado y queda al cuidado de la tía- la escritora es enviada a Halifax (Nueva Escocia- Canadá), donde, bajo el cuidado de la abuela materna, continúa su educación.
Por último, me gustaría referirme al supuesto reconocimiento que brindara el esposo de Soledad Acosta de Samper a su obra. José María Samper (también escritor) la incita en 1869 a publicar una compilación de textos que ya habían visto la luz bajo pseudónimo. Éste, en su “infinita bondad”, la alienta a reconocer su escritura como algo distinto de un acto íntimo, más que “escribir para nadie”, como decía ella, frase rectificada después con la de “sólo para mí”. Lo planteado ampara la idea de que en realidad Soledad fue comprendiendo que escribir para uno mismo es escribir para nadie y de que la escritura necesita un público. Sin embargo, en el prólogo que escribió para su libro, al referirse a la escritura de su mujer, lo hace como “autor”, sugiriendo que en tanto al oficio de escribir ella es un hombre.
Expresa en éste, que Soledad Acosta no se ha atrevido nunca a creerse escritora, que sólo considera su trabajo como un simple ensayo, que no ha aspirado jamás a la fama, que la actual publicación es una idea exclusiva de él y que el motivo que hay detrás es el de perpetuar el nombre paterno contribuyendo humildemente a la formación de la literatura de la joven república (15-16).
Lo expuesto hasta aquí valida lo que pretendo resaltar en cuanto al enfoque del ensayo: otro triste ejemplo de la marginación a la que se han visto sometidas escritoras-personajes a lo largo de la historia de la literatura latinoamericana escrita por mujeres. Incluso cómo ellas mismas pudieron llegar a normalizar tal desprecio bajo la sumisión de un oficio liderado por hombres.
No obstante, Dolores sabe que su primo viene en camino y también, tiene la certeza de que no alcanzará a verla con vida pero no quema su diario, no lo destruye, lo deja como testimonio de su existencia, esta ‘no acción’ de desaparecerlo, quiero leerla como su último y desesperado gesto de ser a través de la palabra, de no haber vivido en vano. Un gesto que muchas escritoras han repetido a lo largo de la historia, cuántos cuadernos de las abuelas no ocultarán a la escritora que anhelaba un día salir de la oscuridad (36).
Citas:
Bloom, Harold. “El canon occidental. La escuela y los libros de todas las épocas”. Barcelona: Anagrama, 1995
Dejong, Jana Marie. “Mujeres en la Literatura del Siglo XIX”. En “Las Mujeres en la Historia de Colombia. Mujeres y Sociedad”. Tomo 3. “Mujer y Cultura”. Bogotá: Norma, 1995. pp 137-157
Gilbert, Sandra y Gubar, Susan. “La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria en el siglo XIX”. Madrid: Cátedra, 1998
Valcke, Cristina E. “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, En: “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana”. Colección Las tejedoras, Programa Editorial de la Universidad del Valle, Colombia, 2010. pp 13-36
Hasta las luces de Helen Ceballos
Muchas cosas cambian en esta isla. Van dejando un desazón que aruña al nervio y queda latente hasta que un nuevo dolor invade. Así, ciclo a ciclo. Sin embargo, a veces parece que doliera menos. Solo a veces. Pienso en Comala. Se queda vacío Comala. Fantasmea. Pobre de los Páramos que aún la habitamos, sin sabernos vivos o muertos… Quizás Rulfo sentía lo mismo cuando entonces.
Deambulo el pasillo de la Casona, medio sola a pesar de las fiestas. Fiestas, me digo, a quién se le ocurre pensar en fiestas. Pareciera que todo está bien. Varias de las locaciones muestran distintos performances. Una nueva expo enarbola las paredes en la Casa del Joven Creador de mi ciudad. Ha comenzado el “Almas Nuevas” en el marco del Festival del Caribe. El patio aguarda el inicio de una obra. Han querido lograr el efecto de invasión artística por doquier, simultáneos actos de fe. Disonancias al mundo exterior. Burbujas. Creamos burbujas, es la única forma de salvarnos. Resistencia, resistencia, resistencia; todo cuanto leo en los subtítulos que salen por los rostros de la gente. Debiera irme, pienso. Al filo de la puerta me debato entre romper el globo y dejarme tragar de nuevo por la realidad. Más, ella grita: “hasta las luces, mi niña, no mires atrás, nada hasta las luces”.
El rostro de aquella mujer hizo que detuviera en seco la catarsis en la que andaba, como escudo remanente de batallas anteriores. Contaba una historia. Me senté a observarla. Todo su ser hablaba desde un “yo-tu-nosotros” difícil de discernir. Nada en aquel circo era más real que su discurso. Descubrí que compartíamos una ambivalente gracia, dígase que, condiciones geográficas similares, aunque no fuese ese precisamente el motivo de la ambivalencia… ni de la gracia. Isleñas que huyen. Ella huyó, no le quedaba de otra. Su madre huyó, pero tendría que seguir huyendo por mucho tiempo. Su hermana nació en el seno de otra huida. Y yo, bueno, pues, no había tenido modo de hacerlo. Pero estaba ahí para escuchar su Rito de paso. Así se llama el proceso creativo que nos mostró esa tarde Helen Ceballos: artista puertorriqueña transdisciplinaria, como se define a sí misma. Lo que veíamos era una especie de documental sobre esa obra. Incluía videos cortos, audios, imágenes de performance que realizó por distintas islas del Caribe, documentando los diferentes niveles por los que ha atravesado el material. Quedé prendida de sus modos de hacer.
Volví a encontrarla en la Residencia Artística El cruce, un proyecto que se estrenó en el marco de la 42 Edición del Festival del Caribe este año, cuya sede está ubicada en la calle Calvario. Una noche, luego de haber recorrido las habituales locaciones de estas fiestas populares, fui hasta allá. No quería perderme la experiencia de coincidir con el arte más alternativo que estaba generándose en la ciudad, del cual ella era parte. Me saludó con entusiasmo, muy dispuesta a que entabláramos nuestro diálogo.
—Mi nombre artístico es Helen Ceballos —me dijo, y recordé cuando mencionó la noche antes que ese había sido una de sus identidades falsas en el proceso migratorio, siendo aún una niña— soy artista transdisciplinaria, trabajo mayormente con videos, instalaciones, fotografías… Lo que se presentó ayer en la Asociación Hermanos Saíz en el marco de este Festival del Caribe, no fue una pieza performativa, sino más bien una conferencia magistral, con un desmontaje del trabajo Rito de Paso. Pero lo que me trae este año a Santiago es una Residencia Artística que se llama El cruce; nació a partir de un proyecto que dirijo en Puerto Rico, llamado Plataforma Eje, pertenece a una de sus tantas gavetas de gestoría, porque Plataforma Eje es ya una Organización. Para esta primera edición de la Residencia Artística en Cuba, decidimos invitar a cuatro artistas santiagueros y cuatro de distintas regiones del Caribe como República Dominicana, Puerto Rico, Martinica y también Estados Unidos, para que entren en comunión con los artistas locales. El objetivo es que haya un compartir de saberes, para eso se están realizando talleres, conversatorios, encuentros más que nada. También en algunos momentos se hace muestra de obras.
La AHS me invitó a hacer una pieza performativa en su programa Almas Nuevas, yo, como tengo tantas cosas encima ahora mismo a raíz de la Residencia, decidí no mostrar una obra como tal, sino más bien usar el espacio para hablar un poco de mi trabajo, del proyecto El cruce y de esa manera darle promoción a lo que estamos haciendo en este marco que creímos el más idóneo para la idea desde un principio. El año pasado sí mostré pieza en el Festival. Estuve en el Teatro Cabildo, y bueno, fue hermoso, tuvo muy buena crítica significando una experiencia poderosa. Sin embargo, en esta ocasión no tengo la necesidad de hacer teatro de urgencia, tengo más ganas de tener contacto con la gente, de profundizar, de no apurarme por mostrar, sobre todo cuando estamos enfocados en un programa pedagógico tan importante como es la Residencia Artística. Es darle un poco más de importancia al proceso que al resultado final. Ciertamente, yo traje mis vestuarios, los audios y los videos y todos los elementos de las piezas, y podría hacer un performance incluso hoy mismo, pero estoy decidiendo, con toda intención, no hacerlo esta vez porque me parece importante honrar mejor el trabajo que se está intencionando desde El cruce.
Particularmente, mi práctica se basa en un tipo de teatro e intervenciones performáticas que tienen que ver con los rituales. Se conoce dentro del género, si le tuviésemos que poner una sombrilla al trabajo, como piezas site specific, lo que quiere decir que para yo poder montar una obra tengo que estar varios días sintiendo el espacio, viendo cómo se ve, intercambiando con él, y donde más he estado es aquí, en este sitio maravilloso que le nombramos de cariño La metatranca, sede de la Residencia Artística El cruce. Un lugar de pensamiento, de encuentro artístico, así que, todas mis creaciones donde podían tener mejor cabida es aquí. Ahora mismo se está proyectando un video de mi autoría y en la parte exterior de la casa hice una instalación, todos son procesos que no tienen ninguna intención de llamarse obras terminadas. Estoy en un espacio de formación, a diferencia del año pasado que sí estuve como una artista invitada para exponer. Siento que subestimamos mucho estos procesos de trabajo. Para mí es más tentador verlo nacer de la nada que ya creado sacando todo de la maleta para montar una obra y ya, como si fuera magia. Es igual de valioso presenciar al artista formándose, haciéndose preguntas, cuestionándose si su trabajo está terminado o no: ¿cómo ustedes lo hacen acá? ¿Cómo se consiguen financiamiento, o no lo consiguen?, o sea, ¿cómo es tu guerrilla? Y que yo te puedo contar cómo es mi guerrilla del otro lado del charco, pero a mí me interesa saber cómo es la de acá. Cuando digo guerrilla lo digo de manera coloquial, no refiriéndome a cuestiones políticas, sino más bien a la guerra interna que vivimos los artistas en situaciones precarizadas, y El cruce es eso, un cruce entre artistas.
Me autodenomino como una artista transdisciplinaria en vez de multidisciplinaria como muchos de mis colegas, porque con lo que hago, intento, que como práctica habitual atraviese las fronteras de lo uno o lo otro. Hago converger el videoarte, la fotografía, las instalaciones, la escritura, el teatro y lo performativo, pero no hay una barrera. También hago piezas sonoras con otros artistas que son músicos; si hay un videoartista que quiere sumar su video a mi trabajo y a mí me resuena y hay un diálogo pues, lo hacemos, igual instalaciones de conjunto. A mí me encanta teñirme del trabajo que hace la otra gente, así que ya ni me peleo con eso de si soy actriz, o soy teatrera, performera, yo soy artista, y bebo de todas las disciplinas que me pasen por delante. También tengo un trabajo con mi cuerpo y no me considero bailarina, pero me muevo, y me muevo con toda la información que mi cuerpo lleva, como una mujer afrodescendiente, queer, gorda, caribeña, con toda mi ascendencia que habla de otras mujeres como yo, eso también es una danza. Cada vez que mi cuerpo está en el escenario no solo yo estoy ahí, se paran conmigo todas mis ancestras y todas las personas que viven realidades similares a la mía en términos de fisionomía y de vida. Pero, si ahora me preguntasen que si también soy bailarina, pues sí, lo soy, porque bailo salsa y reguetón, aunque no tenga una técnica especializada de ballet ni danza contemporánea, pero siento que mis movimientos también informan y transmiten, componen a nivel creativo, entonces a mí me interesa más un arte al que se le caigan las etiquetas, respetando por supuesto a todos los profesionales de cada rama, a toda esa gente que tiene años en lo suyo y técnicas y desarrolla pulsión específica en un área. Pero yo, sin dudas, soy una artista transdisciplinaria, mi trabajo y mi hacer bebe de muchas fuentes, y cada vez que yo me acerco a una, pónganle la firma que la estudié antes de pararme en un escenario, me tomo tiempo en conocer al respecto primero y estudiarla. Si yo en esta ocasión, porque me pinta, me dan ganas de escribir poesía, pónganle la firma que antes de pararme a hacerlo estuve al menos un año escribiendo hasta pulir eso, solidificarlo para poder atreverme a mostrarlo. Quizás también por eso en esta ocasión decidí no mostrar obra, porque me siento más llamada a pensar en la práctica y los procesos, y porque llega un momento en el que uno no quiere hacer por hacer, ni por llenar un hueco ni cubrir un programa. Hay momentos en el que uno necesita encontrarse con su trabajo; y bueno, parte de la práctica también me ha llevado a entender que ya casi yo no hago para el público, ni para que el otro me vea y se pare y aplauda como una foca, no, yo hago para mí. Porque yo necesito hacer este trabajo, y si yo no estoy contenta pues no lo voy a hacer.
Rito de paso es una pieza en la que estoy trabajando. Se entiende como rito de paso a ese proceso espiritual que viven las personas que están próximas a cometer un suicidio. En ese tiempo hay un momento donde la persona se desasocia de sí y se le olvida quién es, pasa de ser un neurótico a ser un psicótico. El neurótico da cuenta de sí y del otro, el psicótico en ese momento no da cuenta del otro, por eso es capaz de hacer cosas que luego no están en un nivel de conciencia que dé cuenta a la existencia de los demás, incluso no da cuenta de sí, por tanto, es capaz de hacerse daño a sí mismo, eso se conoce como rito de paso, es como ese umbral que te lleva a otro estado de conciencia.
Rito de paso para mí es una pieza muy importante, que dicho sea de paso su tema central ni siquiera es el suicidio, es una metáfora más bien que yo uso para hablar del trabajo sexual en el Caribe y lo que viven las mujeres que tienen que literalmente hacer sus ritos de paso para poder ir desde sus niveles de conciencia y poder ejercer el trabajo sexual como una manera de supervivencia. Es como si pasara a otro nivel de conciencia que te empodera para hacer otras cosas. Este trabajo tiene tres años de investigación, estuve en Martinica haciendo entrevistas a mujeres que han sido trabajadoras sexuales, también en República Dominicana. Es un trabajo que se ha ido montando de a poco, y así seguirá, yo no tengo apuro. La he ido mostrando por fragmentos, como procesos de trabajo, y cuando no puedo hacerla al menos puedo hablar de ella y en cualquier contexto, tanto hablando como mostrando los gestos performativos que la componen, la obra también crece, no todo es producto, hay algo que tiene que ver con el proceso que también es bien rico.
La escuchaba y resonaban en mí las imágenes del día anterior, cuando desmontaba el trabajo Rito de paso en la AHS, iba complementándola mientras hablaba. Aquella frase: “hasta las luces, mi niña, no mires atrás, nada hasta las luces”, dicha por su madre cuando estaban llegando a las costas de Puerto Rico desde República Dominicana, me hizo ver el inicio de todo. De golpe supe que sin dudas ese sería el título de este texto. Tal vez no esté ni remotamente cerca de la verdad, pero, como de este lado, quienes apreciamos el arte tenemos el derecho absoluto para interpretar, asumo la licencia de que ahí comenzaba a armarse la artista conceptual que es hoy Helen Ceballos, o como desee nombrarse esta mujer inmensa, que encontrará siempre la luz en sus disímiles formas de sentir y hacer.
A propósito de la Beca Transcultura, Leonardo Padura y Tips de Técnicas Narrativas
A propósito de mi aceptación en una de las 12 becas para el Curso de Escritura Creativa que ofreció el programa de la UNESCO Transcultura (integrando a Cuba, el Caribe y la Unión Europea mediante la Cultura y la Creatividad, financiado por la Unión Europea), les comparto algunas nociones de técnicas narrativas que estuve refrescando para el examen de postulación. Quizás les sea de interés y ayuda. Además, me hará feliz que dejen sus comentarios en el post y polemizar al respecto. Retroamilentarme con sus puntos de vistas.
Antes les comento un poco sobre esta beca y su programa de estudio: Transcultura lanzó una convocatoria de 24 becas para participar en dos cursos presenciales, con doce plazas para cada uno: Escritura creativa y Edición y publicación de libros. Es sin dudas una gran oportunidad. Fue para mí una especie de superación académica ya que tuve la suerte tremenda de egresar del Centro De Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en su decimosexto Curso de Técnicas Narrativas, hace ya casi diez años (2013-2014). En aquel entonces varias fueron las personalidades de las letras, tanto cubanas como internacionales que ofrecieron conferencias intencionadas hacia la formación de los jóvenes aspirantes a escritores que allí estábamos, Leonardo Padura entre ellos. Ahora, una década después, tendré el inmenso placer de volver a las aulas bajo su tutoría.
¡Y pensar que por poco no me entero de esta convocatoria! Por eso, como siempre digo, «los amigos y amigas son el alma de nuestros logros», pues, aun cuando debamos el éxito a nuestro propio empeño y constancia, ellos siempre están ahí para sostenernos. Cuando supe de esta oportunidad andaba vuelta loca, cargada de quehacer como casi siempre, trabajando online en algún artículo, ya ni recuerdo bien, y una amiga a la que aprecio muchísimo me mandó el link por Whatsapp solo acompañado de un mensaje que decía -Lis, esto es para ti, postúlate-. Lo revisé un rato después y confieso que al ver la poca capacidad que ofrecían a nivel internacional incluyendo a Cuba, y lo próxima que estaba ya la fecha de cierre, dudé en cuanto a presentarme. Pero, si no lo hacía violaba mi propio código de trabajo, nunca debemos ser nosotros mismos quiénes establezcamos límites que atenten contra el posible éxito, así que, me postulé y dos semanas después vino la fantástica noticia de la aceptación. Creo que todavía no he concientizado bien la magnitud de lo que este curso internacional que ofrece la UNESCO significa. No solo en la formación sino en lo que representa para el currículo el haber obtenido una de estas becas y alegar la tutoría del escritor Leonardo Padura. Marcará, como lo hizo en su momento el Centro Onelio, un antes y un después en mi carrera como escritora.
Seguidamente les comparto mis respuestas en el examen diagnóstico para el Curso de Escritura Creativa. Para ello basé mi revisión bibliográfica, amén de mis conocimientos, en el libro Desafíos de la ficción, compilado por el maestro Eduardo Heras León, fundador y director por muchos años del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, La Habana, Cuba, lamentablemente fallecido la madrugada de hoy, jueves 13 de abril. En paz descanse.
Examen Diagnóstico
Curso de Escritura Creativa con Leonardo Padura
¿Cuáles son las principales herramientas para escribir una novela?
- -Elegir minuciosamente el conflicto
- -Construir un croquis cronológico de la historia
- -Definir estratégicamente quién contará la historia
- -Diagramar los personajes, detallarlos aun cuando toda la descripción no se vaya a usar. (Es para tener una idea lo mejor concebida posible de quiénes son esos personajes, cómo lucen y cómo piensan para no perder el norte nunca con sus actitudes)
- -Pensar, crear y montar las escenas o capítulos (que no tienen por qué ser sinónimo siempre) por separado, ver cuán funcionales son por individual y de conjunto
- -Fijarse en mantener el ritmo de la historia, manejar la intensidad y la tensión (como les llamaría -Cortázar a factores para la eficacia narrativa) en dosis precisas y previamente conciliada con el argumento y los personajes de la obra
- -Tener un argumento sólido
- -Desarrollar bien dosificadamente el conflicto
- -Contundencia para el desenlace del conflicto
¿Cuál es la estructura del cuento?
- -Inicio de la historia: presentación de los personajes y esbozo del conflicto (independientemente del espacio-tiempo que se elija). Despliegue de los recursos literarios de los que va a comenzar a valerse la obra
- -Desarrollo de la historia (en dependencia de la técnica, ya sea el resumen o la escena). Entresijos del conflicto. Caracterización de los personajes. Interacción entre ellos y con el lector desde el uso de los recursos literarios.
- -Desenlace del conflicto (o no)
Tanto ha mutado ya con la experimentación creativa este género literario, como el resto de las artes, que resultaría un poco improcedente abordar reglas que a la larga se ven desafiadas por la propia ficción. No obstante, en teoría narrativa clásica, el cuento parte de la noción de límite, y en primer término de límite físico, pues una vez pasado de un número x de hojas ya se comienza a considerar como «nouvelle» (noveleta), término medio entre la novela y el cuento. No es una ley que se aplique en todas partes, pero sí es real la condicionante del límite y lo conciso de la idea a desarrollar.
A diferencia de la novela, que va ganando puntos capítulo a capítulo, en el que no todos tienen por qué estar en el mismo nivel de impacto ya que cada uno lleva su propio objetivo, previamente calculado y analizado según avance el croquis de la historia, el cuento sí funciona por knockout. La novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, tiene tiempo de narración para ello, pero el cuento va a contra reloj y para estar bien logrado debe ser incisivo, mordiente, mantener el ritmo de inicio a fin, contundente desde la primera frase. Pero, tengo la convicción de que esto no debe entenderse literal a pie de letra, «porque el buen cuentista también puede ser un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden quizás parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya la resistencia más sólida del adversario» (Cortázar, Teorías del cuento I, 1995).
No obstante, se puede hacer un balance, intentar una aproximación valorativa de la estructura de este género de tan difícil definición, tan huidizo en sus múltiples y antagónicos aspectos. Pero sí considero importante no olvidar que la creación espontánea precede casi siempre al examen crítico y está bien que así sea. Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse después de conocer sus leyes, en primer lugar, porque no hay tales leyes, a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que han ido construyendo una estructura.
¿Cuál es la diferencia entre el cuento y el relato?
La diferencia básica está en la existencia de un conflicto, el cual a medida que avanza la historia va desarrollándose, amén de que al final se logre un desenlace o no. Hay estudios que también hablan de cuentos sinflictivos. Imagino que le mantengan la categoría de cuento basándose en otros argumentos como el plano ficcional, por ejemplo, puesto a que los relatos tienden más hacia lo anecdótico. Pero, ciertamente, todos estos conceptos se han vuelto cada vez más subjetivos o relativos.
¿Qué es el argumento?
El argumento es todo el bagaje que sostiene el desenvolvimiento de la historia. Es incluso la historia en sí misma, el desarrollo del tema escogido para narrar. Este puede ir mutando de a poco según la interacción de los personajes, pero nunca desligándose de la idea original, que es lo que mantiene la coherencia. Un argumento bien llevado, con la cualidad del imán, como diría Cortázar, atrae todo un sistema de relaciones conexas, que coagula en el escritor y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entreversiones, sentimientos y hasta ideas que flotaban en la memoria o la sensibilidad del escritor. Es el elemento en el que el escritor puede regodearse y jugar con la intensidad y la tensión de lo narrado según lo permita la obra.
Menciona los autores más influyentes de la historia de la poesía
Esta respuesta suele ser muy relativa teniendo en cuenta las apreciaciones individuales de cada lector. Y, desde un punto de vista crítico pudiera decirse que está incompleta, poco aterrizada a un contexto o período determinado. De este análisis cabe entonces concluir que la influencia de la poesía no ha sido siempre universal ya que no siempre existió un universo poético, aunque los poetas se remonten casi a los inicios de la propia existencia sapiens.
No obstante, si echamos un vistazo a la historia del género lírico podríamos mencionar nombres como: Safo de Mitiline, en el período Helénico, cuya impronta marcó pautas importantes en la identidad sexual del ser, definiendo desde entonces un antagónico poético; también fueron influyentes Píndaro y Anacreonte. En Roma pudiéramos mencionar a Séneca, aunque en realidad en el período romano proliferaron otros géneros más que el lírico, como el teatro con Plutarco, Terencio, por ejemplo; la oratoria. También dejó gran impronta poética Virgilio, con la Eneida. En la Baja Edad Media podemos mencionar Los cantos del Mío Cid, el Cantar de los Nibelungos, pero ya en la plena Edad Media como tal, lo que más floreció fue la literatura sacramental, los Autosacramentales.
Una vez comenzado el Renacimiento encontramos a Shakespeare, Chosen. Luego en el Barroco están Quevedo, Góngora, donde también floreció mucho el teatro. En el período romántico son numerosos los nombres que podríamos mencionar como influencias en la historia de la poesía: Gustavo Adolfo Béquer, Poe, Goethe, el padre del romanticismo. Pushkin, padre de la poesía rusa. En el siglo de oro de la literatura en español no puedo dejar de mencionar a Sor Juana Inés. Hacia los más contemporáneos mencionar a Baudelaire, Rimbaud. En el siglo XX hubo una gran proliferación de poetas influyentes: Rubén Darío, Octavio Paz, Neruda, Vallejo, Lorca, Ezra Pound, T.S. Eliot. Sucesivamente podemos mencionar a Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Ernesto Cardenal. La lista podría ser todo lo horizontal que el bagaje de lecturas de cada quien permita.
¿Qué es el tiempo y el espacio en la narración?
«El espacio», entiéndase con eso punto de vista, ya sea desde dentro o desde fuera del mundo narrado, lo define el tiempo gramatical que ocupa el narrador. Al definir quién va a contar la historia las opciones pueden parecer muchas, pero en realidad se resumen a tres:
- -un narrador-personaje (que ocupa la 1era persona gramatical)
- -un narrador omnisciente (que ocupa la 3era persona gramatical)
- -un narrador ambiguo (que cuesta a veces definir si se encuentra dentro o fuera del mundo narrado y ocupa la 2da persona gramatical)
- La definición de la persona gramatical nos ubica en la situación que el narrador ocupa en relación con el espacio donde ocurre la historia que nos refiere.
- «El tiempo» es ese elemento del plano narrativo, distinto al real, incluso cuando se cuenta en presente, y cuyo tratamiento define el del espacio, el poder persuasivo de una historia. Está regido por los tiempos gramaticales. El tiempo en que transcurre la historia es, o debe ser tan ficcionado como los personajes. Es importante mencionar que hay un tiempo cronológico y un tiempo psicológico que cobran singular importancia en la medida en que sepamos graduarlo en la historia.
Cómo se engulle una isla
Surgen los encuentros a veces de la manera más insólita. Son tiempos donde la vida está al clic de un ícono, al envío de un mensaje de texto, a la reacción de un like en redes sociales. Mas, reconforta cuando pese a tanta virtualidad aún persisten costumbres de siempre, ahí cuando nada supera a la charla entre cafés y el calor del roce humano. No obstante, he de admitir que, en esta historia, tanto poder tuvo lo uno como lo otro.
Hace tal vez un año y poco más, una noche de insomnio como tantas, mientras navegaba el infinito mundo online, un chico anunció por WhatsApp la venta de algunos libros de uso. Descubrí en aquel grupo, llamado El Librero, varios títulos que desvelaron ya por completo mis nervios, pero poco fue eso ante lo que vino después. Al escribirle para preguntar al respecto, del otro lado contestó un jovencito de apenas veinte y poquitísimos años, pero cuyo conocimiento superaba en creces su corta edad. Siempre me hace muy feliz comprobar que nuestros jóvenes sí leen, que aún los libros son capaces de apasionar tanto. Hay quienes no confían en el poder de esas cosas simples frente al monstruo enorme de Internet.
Descubrí a aquel muchacho y se me llenó de júbilo el alma. Poder compartir juntos nuestro amor infinito por los libros, sus olores, frases específicas de algunos autores y otras manías bibliofílicas, se convirtió en un pasatiempo agradable que además nos retroalimentó muchísimo. De ese modo pudimos encontrar entre nosotros varios títulos que llevábamos tiempo buscando. Así, cada vez que viajaba, me pedía que encontrase algún volumen para él, sobre todo libros de Leonardo Padura, autor que significó el vaso comunicante de esta “historia-reseña-entrevista”, ajiaco de géneros que traigo a bien compartirles hoy, sin etiquetas; ¿qué más da en cuál encaje siempre y cuando sea capaz de relatarles cómo a veces la vida hilvana los caminos?
Llegó abril y con eso mi aceptación para una Beca de Escritura Creativa con Padura y el equipo de su editorial en Cuba: Aurelia Ediciones. Entre las actividades del curso estuvo nuestra presencia especial en la presentación de un nuevo título de este aclamado autor cubano. En cuanto mi amigo supo de esto se le disparó el fanatismo y buscó por todos los medios la forma de obtener el libro, entre otros que también estaban a la venta. A los becarios nos daban la oportunidad de un descuento, pero solo para la obtención de un ejemplar. Con gusto le cedí ese cupo a él, para ser sincera, nunca he sido fan a la literatura de Leonardo. Mientras transcurría la actividad literaria más impresionante que he visto en mi vida dada la cantidad de público y el número de ventas, yo iba enviándole fotos y detalles de todo cuanto ocurría. De repente, mi amigo me manda una foto mía sentada en medio de la presentación de Padura. Alguien más tomó esa imagen para él. Aquello me pareció rarísimo, fue entonces que supe de otros amigos suyos que también estaban ahí. Les había dicho que yo ocupaba la primera fila, alardeando de tener asegurado su nuevo ejemplar del crack de las letras cubanas. Así surgió el encuentro con Lester Ballester y Javier Vila López, compilador y diseñador de La isla devorada, donde se encuentran recogidos una serie de cuentos breves cubanos contemporáneos. Por esa sentencia titular para la obra comenzó la entrevista, una vez llegados al punto protocolar de la conversación, cuando ya nos habíamos asombrados de la capacidad de nuestro amigo en común para unir gente de toda Cuba a través de sus libros de uso en venta.
En realidad, lo de contemporáneo sí, pero cuento breve no creo. Más bien son minicuentos, –acotó Lester–. Pero el editor se encaprichó en acuñarlo de ese modo. Creo que lo más relevante de esta compilación está en agrupar tanto voces nobeles, fuera incluso del panorama literario cubano, de los que nunca se ha oído hablar, como otros escritores que ya tienen una obra edita bastante sólida o en camino a serlo. Lo bueno es que hay una pluralidad. Entre las voces más conocidas podemos mencionar a Elaine Vilar madruga, Milho Montenegro, Rainer Castellá Martínez, Barbarella D´Acevedo, Anisley Miraz Lladosa, Argel Fernández Granado, este último una de las figuras más importantes de la literatura en Las Tunas, mi provincia.
¿Cómo inició el proyecto? –pregunté.
A inicios del 2020, iniciando la pandemia en Cuba, lanzamos una convocatoria con el respaldo de la Editorial Avatares (Pasto, Colombia). Pero la propuesta salió del editor Jonathan Alexander España Eraso, quien vislumbró la oportunidad de reunir a varios autores jóvenes bajo el hilo conductor de la narrativa breve. Luego las cosas se complicaron para ambos al enfermarnos de COVID. Perdimos comunicación durante un tiempo, incluso, confieso que me preocupé mucho, había hecho un compromiso moral con esos autores y debía sacar la compilación a como diera lugar, así que comencé a buscar otras editoriales para presentarles el proyecto. Pero por suerte reestablecimos vínculos. Sin embargo, siento que ese año y pico sirvió para mantener abierta la convocatoria por un plazo mayor, lo cual hizo posible el envío de más de cien propuestas. Yo realicé todo ese proceso de recepción de los originales y posteriormente la selección de las obras que integrarían el volumen. La primera preselección fue de ochenta textos, después decidimos quedarnos con los cincuenta mejores que de alguna forma representan el quehacer actual de este género en el país. El proceso que sí nunca se detuvo fue el de la parte visual que llevaría el proyecto. Desde el principio tuvimos la idea de ilustrarlo y Javier Vila López, junto a otro colega nuestro: Andy J. Gonzales Sanz, se encargaron de esa parte del trabajo.
A inicios de 2022 volvimos a enfocarnos en el proyecto. La primera editorial con la que pensamos saldría la coedición del libro, Editorial Quarts, de Perú, no continuó en el proceso, en su lugar se sumó Nueve Editores (Bogotá, Colombia), con la que finalmente trabajamos de conjunto. El manejo con ambas editoriales fue fructífero, serio y comprometido desde que decidimos reestablecer los tiempos de edición de la obra. Jonathan Alexander España Eraso tuvo a cargo el prólogo de la compilación y Andrea Vergara G., gerente editorial de Nueve Editores, se ocupó del epílogo, así como de la portada del libro ya que también se desempeña como artista visual, así que, es una obra suya. La nota de contracubierta tuvimos el honor de que la hiciera Raúl Brasca, reconocido escritor argentino, multipremiado internacionalmente, estudioso de la minificción, uno de los referentes más reconocidos del género en Latinoamérica.
Quedamos contentos con el resultado, pero sí siento que se nos quedaron fuera muchos escritores importantes del panorama literario actual en Cuba, que tal vez no se hayan enterado de la convocatoria. Así que pensamos en un segundo tomo para más adelante, donde tal vez se incluyan de nuevo voces nacientes con otras más consagradas en pos de hacerlas confluir.
Mira, –me dijo mientras miraba su reloj– justo ahora debe estarse presentando por primera vez el libro en Colombia, era a las siete de la tarde, aquí son ya las ocho y cuatro minutos.
Que coincidencia, ¿no? Estaba teniendo en ese momento la primicia. Por primera vez entrevistaban al compilador y al ilustrador de La isla devorada en Cuba. Confirmó Lester Ballester que próximamente estaría participando en las Romerías de Mayo, promocionando el libro bajo el amparo de Ediciones La Luz. Según pude apreciar, la obra tuvo su espacio dentro del programa de las Romerías, evento de arte joven más importante del país y posteriormente continúo presentándose en otros eventos.
A día de hoy, ya la Biblioteca Redonet, del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, cuenta con un ejemplar del libro. La iniciativa de que cada egresado del centro resguarde su obra ahí, garantiza un repositorio interesante para el estudio de la narrativa en la isla, información que cada año se actualiza con el egreso de nuevos narradores y los resultados de trabajo de las decenas que ya hemos logrado publicar.
Javier Vila, el ilustrador, se había mantenido bastante tímido hasta el momento. Ambos son jóvenes aún, no dejaba de asombrarme que se hubiesen lanzado con la responsabilidad de este proyecto. Lo sonsaqué un poco y se animó a contarme sobre las ilustraciones de cada minicuento. Comentó que había pasado años en la construcción de los bocetos, todo el tiempo que duró la edición, desde las primeras selecciones de los textos que integrarían el volumen. El otro ilustrador Andy J. Gonzales Sanz vive actualmente fuera de Cuba, pero aseguró que mantuvieron comunicación durante el proceso de trabajo.
El resto de la noche la pasamos compartiendo ideas respecto a la nueva obra de Padura, los entresijos de la literatura actual y sus marañas habituales. Decidí llamar a nuestro amigo en común, el joven vendedor de libros de uso por WhatsApp. Agradecer por incitar el encuentro, lo cual supe, en algún tiempo, daría paso a otro trabajo que disfrutaría escribir. Preguntó por sus libros de Padura, sonreí mientras pensaba qué historia de pérdida inventaría para hacer vibrar la venita de su frente. Sin embargo, para mi sorpresa, ignoró la malicia de mis comentarios respecto a haber dejado los libros en la cafetería, solo preguntó si me había hecho con algún ejemplar de La isla… y que, como era lógico sería suyo. Yo me quedaba con el privilegio de la entrevista a su compilador y, evidentemente a él le correspondería el libro como pago. Bibliofilia, señores, ahí se justifica todo.
Los caminos de Rostros
En varias ocasiones he sido invitada para conversar sobre mis libros publicados. Acá en Cuba recientemente finalizó la Feria Internacional del Libro, itinerante por todas las provincias del país. Tuve la oportunidad de estar en La Habana para la presentación de mi cuarto volumen publicado, una reedición del primero, Rostros, que esta vez salió en epub por el sello Cubaliteraria con el título Zona inexplorada. Así llamé hace ya nueve años al primer cuento que escribí en mi vida mientras cursaba el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Me hizo feliz que la editora Daína Rodríguez sugiriera publicarlo con ese nombre, así hago honores a ese primer cuento.
La vida y sus azares es realmente asombrosa, pues, justo cuando se conmemoraban los dos años de publicado mi primer libro, sale reeditado en mi país sellando otra primera vez en mi carrera como escritora, siendo también el primer libro que publico en Cuba. Así que ya marcaron esos mismos cuentos dos importantes primicias: primer libro publicado, y luego primer libro publicado en mi terruño. En general, Rostros ha traído un sinfín de alegrías y siento fortuna por ello, pues, conozco a no pocos colegas que reniegan de su primer libro. Ciertamente, a medida que uno va madurando en este oficio, lo que debe ocurrir, si te tomas en serio el trabajo, es que evoluciones creativamente, también en cuanto a estética y vayas perfeccionando tu propio estilo. Si no pasa así, preocúpate, es sano que podamos evidenciar esos cambios, pero no avergonzándonos de nuestro primer hijo/libro, ese al que tanta fe le tuvimos una vez, tanta confianza como para lanzarlo al mundo.
Allá por 2020 comenzaba a ponerse de moda una editorial en EE.UU promocionando el slogan de “libros como puentes” para unir a la Isla con ese extremo norte que tanto lleva de Cuba en sí mismo. Fuimos y somos muchos los escritores cubanos que enviamos manuscritos inéditos y no inéditos a las manos de Eduardo René Casanova Ealo. Ese cubano establecido en Miami hace ya unos cuantos años, escritor, laureado en sus tiempos de juventud acá en la Isla, dio vida a ese sueño editorial que tuvo desde siempre. Así nació Editorial Primigenios. Estuve al tanto desde la apertura de sus puertas, y me lo pensé varias veces para enviar el volumen. Me hubiese gustado mucho que mi primera obra saliera publicada en mi país, pero, eso ya en ese momento era bastante utópico, ahora cada vez más, teniendo en cuenta como siguen las crisis, no solo la del papel. Decidí enviar mi libro, con aquellos quince cuentos realmente primigenios en mi carrera y poco después supe que había sido aceptado. Pasaron unos cuantos meses hasta que estuvo listo y se hizo el lanzamiento por Amazon el 18 de febrero del 2021. Claro, no fue así de simple. Antes estuvo todo el proceso editorial de las propuestas de portadas, las cuales rechacé una detrás de la otra hasta dar con esta que, me atrapó de súbito. Fue amor a primera vista, pero previo ya había rechazado, con tremenda pena, unas cinco portadas, más toda la revisión que hice yo en Internet a la búsqueda de una imagen que resumiera la esencia de Rostros.
(Algunas de las propuestas de portadas de Rostros que rechacé durante su concepción editorial)
Tuve por primera vez el libro en mis manos en junio de 2021. No puedo describir la emoción que sentí. Realmente una sensación poderosa de triunfo. De amor profundo a esas páginas que tanto soñé ver publicadas. Hice hasta una fiesta en casa con mi familia y amigos más cercanos.
No obstante, una vez pasada la emoción, comencé a revisar detalladamente el volumen y noté erratas que nunca antes percibí durante el proceso para la maqueta final del libro. Son cosas que pasan, sobre todo ante la inexperiencia, amén de que nunca es igual revisar un documento en físico que digital. Muchas veces le pasé por encima al PDF creyéndolo listo, luego comprendí que una obra nunca queda lista del todo. Estuve rumiando varios días la idea de la decisión que luego tomé: hablé con el editor y mandé retirar el libro de las plataformas de ventas, pues, luego, en un análisis más a fondo, me convencí de que el libro podía tener mejor edición, merecía una mejor edición. Sin darle más vueltas envié el documento último sobre el cual había trabajado con la editorial (previa consulta con su gerente y tras obtener los permisos) a un amigo editor cubano y pagué por sus servicios. Hicimos un buen trabajo de conjunto y sin alterar el orden de los cuentos, ni las historias, concebimos un mejor Rostros. Coloqué algunos exergos que en la primera maqueta faltaron y la verdad, quedé complacida. Luego envié una vez más el libro ya reditado a la Editorial y volvieron a ponerlo en venta.
Amén del contratiempo con la edición, mi primera obra publicada me ha dado muchísimas alegrías. Estuvo tres días consecutivos en el número uno de literatura erótica en Amazon y en el cincuenta y nueve de obra de ficción, con más de trescientas descargas por día tras una promoción que realizara la Editorial.
El libro estuvo en dos Ferias Internacionales del Libro: en Cartagena de Indias, Colombia y en Miami, en los stands de ventas de la Editorial Primigenios.
Esta gestión editorial ha permitido que mi obra llegue hasta donde no he podido llegar yo. Aunque, de alguna forma, los autores siempre estamos en todos los caminos que recorran nuestras letras.
Pero, sobre todas las cosas, Rostros me ha permitido llegar al público lector, porque este primer libro que publiqué fue la puerta abierta para todo lo demás que se ha desencadenado en mi camino como escritora y merece unas crónicas sobre cómo ha hecho florecer mi carrera. Creo que siempre seré recordada como la autora de Rostros, aunque salgan cien libros míos más, y eso me hace feliz.
El lunes más largo
Hace unos días les dejé por acá un post sobre mi más reciente viaje a La Habana y los bichos que me acompañaron: Un viaje con bichos en la cabeza. Como bien pronosticó el chofer del ómnibus en el que iba, a las tres de la madrugada de ese lunes, ya estábamos en la terminal de Villa Nueva. Y allí llegó esta santiaguera, casi más capitalina que cualquiera porque con las veces que viajo en el año a desandar sus calles, trabajo pa’rriba, trabajo pa’bajo, imagínense ustedes.
Mi hermano debía estar esperándome para recoger una jaba con comida que la familia de su novia les había enviado, (están becados en la UCI), pero no fue así. No quise hacer catarsis tan pronto. Me acomodé hacia una esquina luego de haberme ubicado bien donde estaba, pues, hacía tiempo que no iba por esa zona de Vía Blanca a inicios de Diez de Octubre, pero bueno, dicen que lo que bien se aprende no se olvida; la cosa era cómo llegaba desde ahí hasta la tienda de Carlos III a las tres de la madrugada. En realidad, nunca he temido el andar sola por las calles, ni en La Habana ni en mi provincia ni en ningún lugar, y no lo digo vanagloriándome de ello, es una imprudencia de mi parte, siempre he pensado que tengo un poco adormecida la noción del peligro, pero bueno, en fin, solo restaba esperar. Hice la primera llamada y mi hermano no atendió el teléfono. Los taxistas me tenían loca ofreciéndome sus servicios hasta la puerta de la casa. “Casa”, ¡qué pena me daba con Amelita el tener que llegar a estas horas! “Taxi”, ¿de dónde? Esta cubana de a pie había viajado con lo básico. En lo que mi hermano devolvió el timbre tuve tiempo de cargar los matules hasta una de las sillas dentro de la terminal. Allí esperé con calma cerca de media hora, quizás un poco más.
–Estamos aquí –escuché al otro lado del teléfono. Al salir, supe que no había llegado solo. Mejor, me preocupaba el saberlo por ahí de madrugada. Un colega de la Universidad y un primo lejano nuestro lo acompañaban. En realidad, viene siendo ya como pariente tercero en el pedigrí, es contemporáneo con papá, así que por una cuestión etaria le llamamos tío. Tremenda peste a alcohol traían. –Tuvimos que hacer tiempo empinando el codo, tata –dijo el mocoso ese, ni corto ni perezoso. Le di su jaba, que era lo único que me entorpecía el lanzarme a desandar porque he aprendido a viajar ligera, no como antes que cargaba medio armario. Pero bueno, no hizo falta, mi hermano se fue rumbo a casa del colega y mi tío alquiló una máquina para los dos.
Fuimos hasta una cafetería y me compró unos jugos, no había pizzas. Luego, a su apartamento. Me dijo que podía quedarme ahí para que no tuviese que despertar a mi amiga tan tarde. Lo creí prudente. Dejamos las cosas y me propuso salir a buscar algo de comer. No lo supe en ese momento, pero desde entonces había comenzado mi aventura en “Casa Tomada”.
La comunidad trans, el activismo que realizan a favor de sus derechos, de su legitimidad legal, la búsqueda del respeto absoluto, la integración y el reconocimiento de su identidad sexual, son tópicos en los que comienzo a inmiscuirme como parte de un estudio bastante holístico que realizo en cuanto a temáticas recurrentes en la literatura escrita por mujeres de Latinoamérica, amén de mi vínculo directo a las cuestiones de feminismo en las que sí llevo inmersa hace ya algunos años desde la coordinación de Diversas.
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Un proyecto que pretende desde el arte desmitificar cuestiones de género y del cual soy una de las coordinadoras. Sin embargo, a pesar incluso de la deconstrucción que una ha venido fomentando a lo largo del proceso cognitivo sobre estos temas, la supuesta falta de prejuicios y la comprensión, mentiría si dijese que una a veces no se sorprende al estar en presencia de personas trans y, al menos en mi caso, de forma ingenua, el asombro disimulado ante lo bien logrado del cambio, o quedarme un poco lela ante sus maneras de vida, o con recelo a preguntar cómo debo llamarle.
Esa madrugada con mi tío mientras comprábamos las pizzas, fuimos testigos de muchas escenas en una esquina caliente de Cayo Hueso. Variopinto se tornó el paladar. Por momentos me sentía en un libro de Pedro Juan Gutiérrez. Por más que venga de mes en vez a La Habana, no estoy acostumbrada a estas cotidianidades, Santiago no es la capital. Agradecí la experiencia, que ya las he tenido antes, pero que siempre vienen bien para entender las otredades y alimentar el morbo y la pluma. Mi tío se mantuvo en una postura de aceptación ante la diversidad, pero de lejitos, machistas la mayoría de sus comentarios, entre otros adjetivos que mejor no mencionar para no extenderme en descripciones innecesarias, «rifles colgados en la pared», le dicen los narradores.
Nosotros permanecimos afuera, por el mostrador. Desde ahí hicimos el pedido a una señora rendida en una silla a la que un hombre tuvo que sacudir prácticamente para que cobrase las pizzas. Ahí las recibimos y desde ahí vimos llenarse las mesas dentro del paladar. Varias parejas que comenzaban a salir de los bares y clubes nocturnos hicieron también sus pedidos. Hombres y mujeres trans que parecían conocer a mi tío, una flaca que preguntó si yo era su novia y sin esperar respuesta lo haló por un brazo diciéndole algo al oído. Luego supe que quiso saber si mi tío fumaba Hashís, para que le comprara y echársela juntos. Éste respondió que no, tal vez por pena conmigo (si supiera), y después la flaca le gritó que entonces le regalara cien pesos para comprar cigarros. –¿Cuánto? –dijo mi tío.
Un señor trans se empecinó en sacarme la lengua. Ya se me había atorado media pizza. Los jugos se quedaron en la casa y el paladar solo tenía cerveza. No tomo cervezas. El ron no es aconsejable con los lácteos. Aquello estaba rebosado de queso, mucho queso, como el señor.
Yo realmente estaba agotada. Sugerí que podíamos ir a casa, pero tío invitó a seguir caminando un rato por el malecón, estábamos cerca. No quería ser descortés. Era un poco raro todo aquello. No veía a ese pariente desde mucho tiempo atrás. Por suerte, suelo aclimatarme bien a los espacios y a las personas. Pero ya comenzaba a sentirme incómoda.
Al regresar a casa me mostró el cuarto donde iba a dormir. El aire acondicionado no encendía. Bueno, al menos la cama era cómoda. La pila con agua caliente no soltaba más que un hilillo fino. No hubo forma de que la ducha hiciera honor a su nombre. Confieso que valoré saltarme el baño. Necesitaba reposar esta cuerpa sobre la cama, aunque no durmiese mucho; el insomnio me habita poro a poro. Pero luego de 17 horas de viaje, tiempo de espera en la terminal, cafeterías y escenas diversas, era tiempo de un descanso.
Al final, me dieron las 6 de la mañana sentada en la ducha, llenando cubos de agua caliente. Pero valió la pena. Luego cada gota casi hirviendo arrastraba de mí el cansancio, revitalizándome de manera mágica. Cuando comencé a coger el sueño el móvil sonó varias veces. Mis amigas mandaban SMS recordando la fiesta de esa noche.: «Casa Tomada», Lis –decían– olvidarás que es lunes.
Sobre las once de la mañana salí de casa de mi tío rumbo a la de Amelita, la amiga con la que debí haber ido desde que llegué, pero realmente me daba pena despertarla tan tarde, y con lo perezosa que es, aquello iba a pesarle en el alma. Un almuerzo riquísimo me esperaba con ella. Había estado timbrándome al móvil desde temprano, preocupada porque no di señales de vida. Siempre disfrutamos mucho el tiempo juntas, aunque nos vemos con frecuencia se nos queda una nostalgia grande cuando nos despedimos.
Ame lleva una vida sosegada, muy diferente a la mía. Tiene establecidos ritmos que para nada atentan contra su debido descanso y su paz. Me cuesta ir a su paso, ¡tengo siempre el tiempo tan ocupado!, tantos proyectos que parezco teletransportarme de un sitio a otro, multiplicar mis horas en el día como si fueran panes y peces para cumplir con todo el mundo. Por más que lo intento no puedo echarme a procastinar, sin embargo, este viaje pasé tres días con ella y, realmente disfruté su modus de vida. Sentí que logré descansar. No obstante, entre charla y charla, anduve leyéndome un libro, cuya reseña tengo en punta para próximas publicaciones. Una guagua es un país, un libro de crónicas de una periodista cubana bastante popular por sus historias llenas de sandunga y cubanía. Disfruté mucho esa lectura. Fue el segundo título leído en ese viaje. A veces me pregunto, ¿cómo pretendo no andar siempre con dolores de cabeza si parezco una polilla devoradora de libros?
Sin percatarme apenas llegó la hora que había pactado con otra amiga para encontrarnos en la parada e ir juntas hasta Marianao para la fiesta de “Casa Tomada”, una intervención comunitaria que lleva el proyecto MirArte en La Habana, y que colabora con muchas otras iniciativas para el apoyo a la comunidad LGBTIQ+. ¡Por dios!, aquella parada del p14 en el Parque de la Fraternidad estaba en candela. El tiempo que hacía que no luchaba con guaguas. En Santiago ando pa’rriba y pa’bajo en bicicleta, y cuando no, en motos. No tengo paciencia, ni tiempo para echarme horas en eso. Pero bueno, hay sitios un poco estratégicos para los que no queda opción, ese era uno de ellos.
La guagua nos dejó en… en algún lugar cerca de donde íbamos, ahora mismo no recuerdo. La cosa es que anduvimos unas cuadras, nos perdimos, y de pronto una mujer con una niña a cuestas nos preguntó si llevábamos rumbo a «Casa Tomada», dijimos que sí y pidió que la siguiéramos, que ella estaba allá pero había ido a buscar a su hija y retornaba. Aquello me sonó un poco fuera de lugar. ¿Cómo iba a llevar esa mujer a su niña pequeña a una fiesta de adultos a esas horas de la noche un día de semana? Pero bueno… Cuando llegamos allí comprendí todo. El ambiente era «Jorodowskyano» para mí, que no estoy acostumbrada a esas fiestas llenas de colores, estilos, diversidad total. El show ya había comenzado. El resto de nuestros amigos estaban allí.
¿Qué es «Casa Tomada»?
Es un proyecto que inició en marzo del 2017 cuya sede está ubicada en Ave. 43, no. 13003 e/ 130 y 132. Marianao, La Habana, Cuba.
Sus objetivos son los siguientes:
- Establecer una residencia de perfil didáctico para artistas, activistas autónomos, individuos o grupos en situaciones de vulnerabilidad.
- Visibilizar la familia lesboparental afrocubana y que interactúen con otros ámbitos.
- Fortalecer el emprendimiento psíquico, intelectual y económico de la familia y otros actores sociales.
- Crear actividades de apreciación-creación de diversas manifestaciones sociales, artísticas, culturales y recreativas.
Trabaja con la Barriada de Coco Solo, uno de los 6 Consejos Populares del municipio Marianao, al noreste de La Habana. Con la comunidad LGBTTIQ+, con iniciativas Antirracistas, con la Red de Promotores de Salud y la Red de Educadores Populares formados en el CMLK.
La iniciativa Casa Tomada MirArte se desarrolla en el hogar multigeneracional de una familia lesboparental afrocubana. Pese a los esfuerzos gubernamentales y de otros actores sociales que accionan para la transformación civil, esta localidad, que en gran porciento está conformada por personas con salarios bajos y que no son favorecida por las remesas familiares del extranjero, históricamente ha presentado problemáticas como:
- Salideros y contaminación de aguas potables con residuos albañales, debido al deterioro de las redes hidrosanitarias.
- Deficiente educación ambiental e higiénico-sanitaria en la población ya que no se clasifican los residuos domiciliarios cuando se llevan a los depósitos.
- Deterioro físico de inmuebles, viviendas, parques, calles, aceras.
- Hacinamiento habitacional.
- Vertimiento directo de desechos a ríos y zanjas colindantes.
- No respeto a las regulaciones urbanísticas.
- Escasos los sitios culturales y recreativos.
- Nulos los de creación artística.
- En reciente diagnóstico se observa aumento del consumo de alcohol y drogas en jóvenes, lo cual provoca a la vez indisciplina social. Señalamos que esta localidad es mayoritariamente de prácticas religiosas Africanas. Aunque también convergen otras religiones.
Es, como podrán percibir, un proyecto con una fundamentación bien pensada y analizada desde el punto de vista del impacto sociocultural. Articulado además con otros proyectos afines tanto nacionales como internacionales, lo cual les ha permitido establecer una red de colaboración para el desarrollo de las intervenciones comunitarias, destinadas a todo tipo de público. Entre ellas estuvo la noche de este lunes que les relato, donde los artistas de la Comunidad LGBTIQ+ tuvieron su espacio y la inclusividad desde los más diversos conceptos se respiraba en el aire.
Compartí durante toda la noche con un hombre trans, mayor, arraigado en la cultura popular de la barriada de Coco Seco y practicante de la religión Yoruba, con el cual establecí diálogos muy interesantes. Era un ambiente diáfano, de diversión sana. La pasé realmente bien y tal como profetizaron mis amigas olvidé que era lunes.
El ojo del ciclón
Anduvimos desandando La Habana Vieja el último día del Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica en esta 31 Edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana (febrero, 2023), despidiendo el evento a nuestro modo, el único modo en el que puede un joven comerse el mundo: abrazando todo cuanto encuentre a su paso en una ciudad saco, que cuelga en el hombro de un señor mayor, con cara de buena persona.
Si no caminamos cerca de 10 km ese sábado, lo mismo por separados que juntos, entonces, no caminamos nada. Hablábamos y se nos escapaba el tiempo en alguna esquina del saco, el viejito alegre nos dejó ser. Pasamos de Café en Café como de libro en libro. Debatimos sobre premios y faroles mientras abusamos de los buenos precios en el O’RELLY, de dónde tal vez no nos hubiésemos ido nunca. Un niño en la Plaza Vieja se me acercó con una flor de papel, origami a cambio de lo que yo quisiera. Quizás debí pagarle con un beso, abrazarlo con todo el amor del mundo, eso iba a llenarlo más que unos pocos billetes.
Todas las calles se parecen. Una es idéntica a la otra, y la otra a la de más arriba. Nunca supe dónde apareció el Ojo del ciclón. Si tuviese que volver a ir sola, no creo que encontrase el lugar. «Tango gratis», decía el cartel donde un portón abierto dejaba en primera plana la parte de atrás de un Polski, rediseñado a lo «rockanrolezco». Mientras, el viejo Jodorowsky hacía bregar sus palabras desde un televisor incrustados a la pared, aclimatándonos a los variopintos adornos que parecían cobrar vida en el camino. Un bulto de algodón colgaba del techo, simulando nubes en torno a maletas volantes, fotografías y cuadros, todo como parte orgánica de una instalación cuyo objetivo no parecía ser otro que transportarnos al más armónico reguero del que tenga recuerdo.
John Lennon nunca imaginó portar un cuerpo tan polifuncional como aquel que allí le adjudicaron, quedando su cabeza como si de algo completamente sincrónico se tratara, pose que nunca comprendo al ver la estatua, porque si de algo no pudiera culparse a ese flaco de espejuelos redondos es de normalidad (entiéndase a-normal por lo divino).
Una pareja jugaba al futbolín hacia una esquina, centrados, como si nadie más caminara alrededor, el diseño de lo que para mí era el asomo de una molécula química los envolvía. Un objeto acampanado y giratorio servía de estribo a zapatos de tacón sin par. Todo cubierto de libros: Filosofía Marxista, Cultura Política, Religión y Sociedad, entre otros alegres títulos. El ojo de Orus nos observaba desde una columna. Tres pedazos de mampostería, sabrá Dios arrancados de dónde (el ojo del ciclón siempre ha de ser una fuerza poderosa), dejaba al descubierto la anatomía de un cuerpo, como si de autopsia fuésemos testigos, se me antojaba cuerpo de mujer. En su interior solo un objeto se me hizo familiar: «una taza de café». Seguro una úlcera crónica fue la causa de muerte (respondo asumiéndome perito en el dictamen de los resultados macros).
Mártires en la pared del fondo. Eusebio Leal, anonadado, se transfigura en el fenómeno atmosférico de su querida Habana Vieja.