Yenny Hernández Valdés
La última cena en matriz radiográfica
El escritor italiano Ítalo Calvino dijo en una ocasión que un clásico nunca termina lo que tiene que decir. Esto es lo que sucede, precisamente, con la icónica obra La última cena, de Leonardo Da Vinci. Y es que esta ha sido analizada y reinterpretada incalculables veces a lo largo de la Historia del Arte. Punta de lanza, a su vez, que le ha servido al fotógrafo cubano Yomer Montejo (Camagüey, 1983) para articular conceptualmente su más reciente proyecto, concebido, madurado y producido bajo los efectos y consecuencias de una pandemia.
La última cena, no ya la de Da Vinci, sino esta interpretación en clave contemporánea que nos presenta Yomer, viene a trastocar todo sentido religioso y representacional. El artista parte del sentido simbólico de los doce apóstoles y una figura central para entablar un paralelismo con las trece partes en las que se divide el cuerpo humano; cuyo elemento nuclear, a partir del cual se diagrama el resto de la composición viene a ser la cabeza, encarnada simbólicamente en la imagen de Jesús. Por tanto, el artista subvierte aquí la representación icónico-religiosa, así como también el tratamiento instalativo y el medio que asume para articular su obra.
Esta suerte de “última cena”, más que un homenaje icónico a su precedente estético, resulta un gesto manifiesto de Yomer Montejo por reinterpretar, desde su horizonte de acción, un discurso transversal a la historia de la Humanidad. Cada una de las trece cajas que conforman la obra-instalación comporta en su representación visual una parte esencial del cuerpo humano. Cada imagen, cada caja, incluso la propia disposición compositiva sobre la mesa-testigo de esa suerte de “última cena” que nos ofrece el artista, comporta una pluralidad de sentidos. Ahí radica, esencialmente, el alcance artístico y su importancia cultural en este minuto de modernidad.
Yomer vuelve al principio de todo: rememora La última cena, propone un giro sobre su representación y discurso, y nos ofrece, entonces, su propia “última cena”, donde mezcla los rituales de una cultura popular tradicional con la ritualidad de creencias contrastantes que coexisten y que forman parte de su (nuestra) experiencia vital cultural. Son cajas de comida rápida, de cumpleaños o de eventos festivos que en la cultura popular cubana se han utilizado generación tras generación. Ello da pie a cuestionarnos ¿Por qué el cuerpo fragmentado en trece partes? ¿Por qué la “cajita de cumpleaños” como recurso objetual empleado? ¿Por qué el uso de la radiografía como soporte técnico-estético para esta obra? ¿Cuál es la postura del artista ante esta situación? Una obra, en mi opinión, que genere más preguntas que respuestas, que invite al cuestionamiento más que a la complacencia (retiniana y/o conceptual) es una obra certera en este camino complejo y subjetivo del arte, sobre todo, del arte contemporáneo.
¿Será acaso una suerte de “última cena” que nos propone mirar desde la introspección corporal y espiritual de una cultura que se extasía entre la tradición religiosa y popular, entre el sincretismo resultante de confluencias culturales y trascendencias históricas? ¿En ello radica el interés por la radiografía cual metáfora técnica para develar ante los ojos humanos las esencias interiores, cuasi imperceptibles, de nuestros cuerpos?
El artista recurre aquí al sentido simbólico de la tradicional “última cena” a partir de las acciones humanas que se derivan, de manera diversa, de cada uno de los fragmentos corporales que conforman esta instalación fotográfica. Y llama la atención, especialmente, la exquisita manera en la que mixtura esa esencia simbólico-religiosa que emana de un episodio evangélico con un aliento fresco de contemporaneidad y rejuego alegórico de la sociedad actual, amparado en una necesaria participación, casi performática, del espectador sobre la obra.
La última cena de Yomer Montejo se regodea en la intervención deconstructiva de quien observa, en la exaltación de detalles, en la factura elástica entre el buen acabado y la materialidad visible del objeto intervenido; y todo ello le otorga a la obra esa cualidad de gesto y signo estético. Gesto porque subvierte un ícono tatuado con tinta histórica. Signo porque encuentra su posible desciframiento –siempre certero y bienvenido– en la conciencia y experiencia cultural de la sociedad, del sujeto de hoy: de ese sujeto que, la mayoría de las veces, olvida regresar al inicio, mirar al interior, encontrar una imagen de sí mismo en matriz radiográfica y a conciencia.
La última cena, de Yomer Montejo, invita a todo ello y a más. Ella es, apenas, la punta de lanza, para, una vez más, lanzarnos a reinterpretar un clásico y que, tal como lo dijo Ítalo Calvino, diga todo lo que tenga que decir y más.
El dibujo como articulador expositivo
Las primeras manifestaciones gráficas
de la humanidad corresponden al dibujo.
José Parramón
Asunto: Ejercitación es la más reciente muestra que acoge por estos días y hasta el mes de junio de este año, la galería La Nave, perteneciente a la empresa Génesis Galerías de Arte. La muestra reúne la obra de siete artistas emergentes cubanos aunados bajo el pretexto curatorial de repasar un denominador plástico común: el dibujo.
La voluntad de los artistas compendiados en esta propuesta expositiva se ancla en haber asumido el dibujo, de manera recurrente como técnica y lenguaje, en el devenir de sus respectivas carreras. Elio Jesús Fonseca, Daniel Madruga, Sergio Marrero, Miriannys Montes de Oca, Gabriela Pez, Harold Ramírez y Ariel Santos constituyen la nómina de esta muestra, cada uno con una propuesta muy singular y personal en discurso, formato y dimensiones.
La frescura que se respira en cada pieza, la variedad del oficio asumido y la “ejercitación” técnica, la pluralidad de soportes y medios, la exquisita distribución compositiva y museográfica –que revela un aprovechamiento a conciencia del espacio y un diálogo armónico entre las piezas y el entorno galerístico–, le imprimen a esta muestra un cariz abierto y fresco. Precisamente, como indica uno de sus curadores: “En contra de toda ortodoxia académica y en beneficio de la libertad de las formas se recrea esta exposición que ironiza sobre el sentido de «ejercitar» bajo condiciones inespecíficas, sin algoritmo ni guiones que tributen a una manera de hacer” (Jorge Peré. Palabras al catálogo).
Ese rejuego de sentidos, que pretenden ensanchar los límites significativos no solo de las palabras que dan título a esta muestra, sino también la mixtura de medios y formatos de los artistas para discursar desde sus propios nichos experienciales, sin dudas, resulta un plus favorable para esta propuesta expositiva.
Exquisita en su despliegue museográfico, la muestra se tantea entre el mega-dibujo proyectado cual suerte de obra instalativa, como las propuestas que nos ofrecen Miriannys Montes de Oca o Daniel Madruga, desde sus respectivos recursos y discursos estéticos; hasta piezas más discretas en su extensión compositiva, pero con una fuerza impactante que viene dada por la síntesis con la que se comunican simbologías y reacciones –dígase, por ejemplo, la obra que nos propone Harold Ramírez, o piezas más autorreferenciales como las de Gabriela Pez.
Cada artista, desde su propio lenguaje plástico, le aporta a esta muestra la pulsión manifiesta de lo gestual y lo simbólico, del work in progress y la constancia, de la figuración y de la síntesis formal. Se advierte aquí una cofradía estética que encuentra su punto neurálgico en la riqueza del dibujo; ese al cual, parafraseando al escritor y artista español José Parramón, la humanidad le debe las primeras manifestaciones gráficas.
Asunto: Ejercitación deviene, entonces, en una propuesta curatorial que presenta al dibujo no solo como recurso técnico y lenguaje estético, sino también como un gesto, como un sistema de pensamiento que continúa vivo, que sigue despertando en los artistas jóvenes la curiosidad y el desafío por experimentarlo y ejercitarlo desde la audacia creativa y la inconformidad plástica.
La fotografía como aliciente de vida
(Entrevista a Lourdes Guerra Mesa)
Cierto es que el artista posee una sensibilidad inherente a su personalidad que le lleva a escoger determinados caminos por los cuales expresarse desde el arte. Lourdes Guerra (La Habana, 1956), precisamente con esa sensibilidad y alma de artista, incursionó con pie certero –o, mejor dicho, con ojo certero– en el universo de la fotografía con una capacidad para concebir imágenes que remueven los sentimientos.
Su producción no es fortuita. Ella lleva a cabo un proceso de realización a conciencia, meticulosamente pensado y enfocado para establecer un diálogo con el receptor. No intenta imponer un criterio, sino persuadir a partir de la sutileza y dulzura que emanan de sus piezas, para apreciar en nuestro contexto, en nuestra cultura, en nuestro devenir flashazos que recogen lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno, la quietud y el movimiento, la belleza en aquellas zonas destruidas u olvidadas.
He aquí los testimonios de una carrera en ascenso, que procura un desarrollo y alcance exquisitos dentro del panorama de la fotografía cubana. Sigamos de cerca los criterios y las imágenes que emanan de esta artista del lente.
Coméntame un poco cómo y cuándo comenzaste en la fotografía.
Creo que ya sea un arte, un oficio, una profesión, incluso hasta un hobby, todos tenemos un denominador común y es el hecho de habernos valido de personas cercanas que nos han ayudado a dar los primeros pasos. En casa siempre hubo cámara fotográfica –una Kodak– que mi padre utilizaba para dejar constancia de eventos familiares. Con el transcurso del tiempo, vinieron otras como la Vilia, una Smena, una Praktica y allá por los 90´s llegó a mi mano una Ricoh que para mí constituyó un puente entre la época analógica y la era digital dadas las prestaciones que esta cámara tenía y con la cual pude documentar viajes de trabajo que hice a Alemania y Namibia en esa misma época.
Definitivamente, fue mi madre quien determinó esa inclinación dado su gusto por repasar con cierta regularidad todas las fotos de la familia y las artes en general. Ahí comenzó el hechizo, aun sin tener conocimientos de fotografía. No puedo dejar de mencionar a un querido amigo y gran fotógrafo cubano, Leonel Fernández Delgado, quien también contribuyó mucho a mi formación académica al tenderme su mano de forma desinteresada e incondicional.
Por lo que explicas, podemos decir que eres una fotógrafa de vocación autodidacta, pero quisiera que me comentaras brevemente cuáles han sido tus experiencias desde un aprendizaje académico. ¿Cómo ello ha influido en tu carrera como artista?
Luego de mis primeros pasos de la mano de Leo, como te decía, llegaron Tomás Inda, Rogelio Durán, Márgel Sánchez, todos de la Escuela de Fotografía Creativa de La Habana (EFCH); Rufino del Valle, el Dr. Ramón Cabrales, ambos de la Academia de Arte y Fotografía (hoy Casa del fotógrafo); El Chino Arcos con su magnífico Taller de la UNEAC; y, Grethell Morell, una extraordinaria mujer, curadora, historiadora del arte y Premio Nacional de Crítica, quien definitivamente vino a marcar la diferencia entre un antes y un después en la búsqueda por la distinción de ese rasgo que identifica tu trabajo y los detalles que resultan invisibles a otros ojos.
Tienes una exquisita producción fotográfica donde has abordado la danza con un halo preciosista y elegante, y una delicadeza visual y técnica en el trabajo con las luces, los movimientos, las puestas en escena, los bailarines, que han sido para ti motivos de lauros –de lo cual hablaremos más adelante–. Este halo poético también siento que emerge en otras de tus series, por ejemplo, en Travesías de Madrid a La Habana, Poesía del sujeto o Con La Habana a cuestas. ¿Cómo entablas esa relación entre tus fotos y lo poético?
Como bien expresara Eusebio Leal, hay que conocer de dónde venimos para saber a dónde vamos. Tanto la educación que me dieron mis padres, como la formación que tuve de ballet, y mi trabajo como traductora, hicieron que me convirtiera en la persona que soy hoy.
En mi casa siempre se ha escuchado música clásica; mi padre fue abogado, mi hermano médico, mi esposo economista: todos apasionados de la literatura con una sed casi desmedida por la lectura; por eso hoy día cuando entro en una casa y no veo un libro se me enfría el alma. También mi desempeño como traductora/intérprete en un centro de investigaciones políticas me dio la oportunidad de trabajar con intelectuales, académicos, diplomáticos y, con todos, se abrieron en mí nuevos horizontes. Con ello quiero decir que estos múltiples lenguajes aprehendidos a lo largo de la vida me han permitido crear el mío propio y como consecuencia navegar en aguas mansas para buscar y hallar lo poético a través del lente, pero sobre todo con perseverancia, que la creo mucho más importante que el talento.
De igual modo, eres una artista que trabaja la cuestión social, antropológica y sociológica en tus fotografías, con ese marcado acento poético, lírico que le otorgas a tus imágenes, como ya estuvimos dialogando. En ese sentido, ¿cómo decides escenas y encuadres? ¿Hay una concepción previa, un análisis consciente antes de disparar el obturador?
Para llegar a ello es indispensable primero mucho estudio, ver muchas imágenes, buena filmografía, mucha práctica y lecturas tanto de literatura en general como aquellas, casi obligadas, relacionadas específicamente con la fotografía, digamos Historia de la fotografía, Estética fotográfica, El instante decisivo, La cámara lúcida y muchos otros títulos. Una vez que logras interiorizar toda esta información teórica además de conocer tu cámara para explotarla al máximo, el ojo ya entrenado te permite componer y por tanto decidir los elementos que conformarán la escena teniendo en cuenta para ello iluminación, color, textura, etc.
En mi caso, como tiendo mucho al detalle, a la simplicidad y a los encuadres cerrados, efectivamente hay un análisis previo, consciente: me valgo de la teoría del in y el out para destacar el centro de interés y dejar fuera el resto de la historia con el objetivo de que sea el espectador quien la complete. Dentro de la escena, también me ayudan aquellos elementos que representen figuras geométricas sobre todo las líneas: tengo un amigo que acostumbra decir que soy euclidiana.
Quien observa tu trabajo en conjunto puede apreciar que hay, en tu modus operandi, una inclinación especial por las luces y sombras, por reflejar un tratamiento minucioso y delicado con las zonas iluminadas o ensombrecidas, lo cual en muchos casos es el toque fundamental de la escena. ¿Cómo ha sido tu trayectoria y crecimiento en este sentido?
Creo que el manejo de las zonas de sombras y luces es algo que lo tengo incorporado desde la infancia teniendo en cuenta mi formación. Mi madre, aunque indocta, tuvo la suficiente inteligencia natural para inculcarme su ascendencia artística: José Vilalta y Saavedra, importante escultor del siglo XIX y principios del XX con una vasta obra tanto en Cuba como en Italia, país donde tuvo su propio taller, y donde lamentablemente falleció olvidado y en la más absoluta pobreza. Además, sembró en mí lo que acostumbro a llamar “un pensamiento semilla” que se traduce en la búsqueda continua de las luces y las sombras: fíjate siempre en las luces y las sombras, me decía incesantemente. Hoy por hoy, constituye mi leitmotiv y esto me permite captar escenas con sensaciones tensas, misteriosas, melancólicas, según el espacio que se presente ante mí o el mensaje que quiera transmitir con la imagen.
El fotógrafo español Fernando Guerra expresó en una entrevista: El simple hecho de que la luz cambie hace que la fotografía también cambie. Lo que era banal hace media hora, se convierte en la fotografía.
¿Cuáles artistas, sobre todo del lente, ya sean cubanos o extranjeros, consideras que son referentes de cabecera para ti y tu trabajo?
A medida que uno transita este largo camino creo que los referentes van cambiando teniendo en cuenta los trabajos realizados y la madurez alcanzada. Cuando me preguntan por los referentes siempre viene a mi mente la idea de un río que, en la medida que avanza su cauce, va nutriéndose de diversos afluentes que enriquecen su caudal. Por tanto, trasplantando esto al plano fotográfico, digamos que los referentes han tributado al desarrollo y madurez de todo el trabajo.
En mi caso particular, como creo nos pasa a todos, han sido varios: en un principio me identifiqué con la obra de Rosemarie Klausen, fotógrafa alemana especializada en teatro; Josef Koudelka, fotógrafo checo quien en sus inicios también desarrolló este género y Sonia Almaguer, gran amiga y fotógrafa cubana con una vasta obra dedicada a este género.
En el caso de la arquitectura, pues los clásicos Alfred Stieglitz y su discípulo Paul Strand, además de José Grandal y Lissette Solórzano. Si hablamos de danza no puedo dejar de mencionar a Robert Doisneau, André Kertesz, Alexey Brodovitch, Leysis Quesada y Jorge García Alonso.
Actualmente, mencionaría a Torben Eskerod, fotógrafo danés con un exquisito trabajo de interiores; Italo Zannier, considerado el padre de la fotografía moderna italiana; Todd Hido, quien destaca por el trabajo de la luz y la limpieza del color; la danesa Trine Sondegaard; Inge Morath, maestra del blanco y negro, llamada “la fotógrafa de la calma”; Marc Riboud, francés, de encuadres muy concentrados en la relación de los lados; Chauncey Hare, maestro en dividir las escenas y aprovechar ventanas y toda puerta abierta; Diana Markosian y Vanessa Pallotta quienes también van por esta línea y la Pallota en particular lleva los elementos al borde del encuadre; la alemana Cándida Hofer y sus ambientes laborales que van desde la opulencia hasta lo minimalista; y por supuesto, Sabine Weiss, suiza naturalizada francesa, aun en activo, considerada la fotógrafa de la luz y la ternura, enmarcada dentro de la corriente de la fotografía humanista. Hay muchos otros, pero la lista se haría interminable… y espero que muchos referentes más lleguen y continúen enriqueciendo mi caudal.
En tu carrera artística has sido merecedora de varios premios y reconocimientos. Coméntame sobre algunos de estos lauros, en el marco de cuáles eventos han sido entregados y qué han significado para ti dichos reconocimientos.
Efectivamente, han sido varios, y estoy muy agradecida por cada uno de ellos. El premio más reciente, fue el pasado mes de diciembre (2020), durante la VI edición del concurso “Lente Artístico”, evento que organizó la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos del Centro de Patrimonio Cultural de La Habana, así como la mención especial que en este mismo concurso me otorgó el Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA).
Anteriormente, en 2017, me premiaron en el Salón “Ciudad sin Límite”, concurso que se celebra anualmente dentro de las conmemoraciones por el aniversario de la Villa de San Cristóbal de La Habana.
En 2016 obtuve otros dos: el Premio “La Academia”, por toda la obra realizada, otorgado por la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle y el premio entregado en el I Salón de Mujeres Fotógrafas “Tina Modotti”, auspiciado por la Galería Angelus.
También he recibido a lo largo de todos estos años varias menciones y reconocimientos entre los cuales se incluyen varios organizados por grupos de fotografía que circulan en las redes sociales con sede en India, Estados Unidos y España dadas las nuevas condiciones impuestas por la Covid-19.
Por naturaleza soy una persona discreta, que intenta mantener un perfil bajo sin ánimos de sobresalir ni ser el centro de atención. Muchos han llegado a pensar que es arrogancia cuando en el fondo no saben que soy profundamente tímida. No persigo concursos ni premios, mucho menos trabajar en función de estos últimos. No obstante, cada vez que recibo alguno o me veo “colgada” en una pared –que éste es siempre mi fin– es la prueba de que las horas de desvelo, el esfuerzo y la dedicación han valido la pena y como consecuencia el compromiso con mi trabajo y el respeto por el espectador es cada vez mayor.
Como sabemos, la COVID-19 ha impuesto nuevas dinámicas de vida y de realización profesional; nos ha llevado a replantear cuestiones que van desde lo íntimo, lo familiar, lo social, y ello ha influido, de manera cardinal, en nuestros modos de ver y enfrentar la vida. Háblame sobre tu experiencia a raíz de esta circunstancia: proyectos, reformulaciones en el trabajo fotográfico, superación, etc…
Innegables son las difíciles circunstancias que ha impuesto la Covid-19, tanto en Cuba como en el resto del mundo, en todas las esferas de la vida, y mi trabajo fotográfico por supuesto también se vio ralentizado provocando incluso un largo momento de impasse.
Primero que todo, porque me aterré al pasar de una vida dinámicamente normal a la interpretación de un protagónico de ciencia ficción. Con el paso del tiempo y resignándome a esta “nueva dinámica”, en lo personal pienso que ha resultado positivo: he aminorado la marcha, pues soy una persona que siempre ha estado al límite, y la actual situación me ha permitido un mayor tiempo para estudio, lecturas pausadas e incluso, como bien dices, reformular el trabajo fotográfico, orientarlo hacia otra línea que desde el mes de febrero desarrollo y me desvela –como la serie de los interiores–, permitiéndome llevar adelante tres trabajos al unísono que de alguna manera se relacionan: Saba, una historia de vida compartida entre memoria y recuerdos de una mujer extraordinaria cuyo universo íntimo me permitió penetrar y en el que me vi atrapada entre sus luces y sus sombras; Interiores, donde reflejo ambientes y objetos habaneros desde lo más general hasta lo mínimal; y, El ojo en vigilia, una serie donde la presencia humana directa, sin rostro, me permite descubrir sujetos en situaciones muy privadas pero confiados y cómplices ante la cámara. Estas dos últimas aún en proceso, así que no adelanto nada más.
Henri Cartier-Bresson afirmó “fotografiar es como gritar, pero no para dar uno pruebas de su originalidad, es una forma de vivir”. ¿De qué manera y hasta qué punto vives y te involucras en tus trabajos fotográficos?
Como te comentaba anteriormente, soy una persona que siempre ha estado al límite desde temprana edad pues el ballet es una disciplina muy fuerte, de mucha entrega, sacrificio, incluso restricciones y eso, como quiera que sea, te va forjando. Todo ello hoy lo veo reflejado en mis trabajos; una vez que decido llevar adelante un proyecto es porque ya desde el momento inicial me siento involucrada y que va desde el primer encuentro con mi retratado o su espacio hasta el día en que veo las piezas colocadas, listas para la inauguración. Realmente, la fotografía es una forma de vivir y de sentir, de mirar con sensibilidad y en busca de nuevos caminos. Es un aliciente para mí en todo momento.
Leyenda de obras:
- La Quinta, 2016. De la serie Yo tengo un sueño, 60×80 cm
- Entrega, 2019. De la serie Poesía del Sujeto, 30×40 cm
- Isadora, 2015. De la serie XXX Retazos, 60×50 cm
- Somos uno solo, 2021. De la serie Interiores (serie en proceso), 30×40 cm
- Amanecer, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm
- Haciéndose a la mar, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm. Esta obra fue premiada en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020
- Indiscreción, 2015. De la serie Con La Habana a cuestas, 50×70 cm. Obra que recibió mención en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020, otorgada por CODEMA
- Ya no somos los mismos, 2021. De la serie Saba, 30×45 cm
Relatos de un tiempo: Una catarsis desde el arte
La situación de confinamiento social que tuvimos que experimentar todos a causa de la pandemia de la COVID-19, incidió en todos los niveles de la dinámica social y personal del mundo entero. Desde el plano individual, colectivo, social, económico, cultural, político, cada región geográfica tuvo que reconducir su devenir y quehacer en función de enfrentar una situación no solo compleja, sino totalmente nueva y atípica. Fue en esa coyuntura que los artistas a nivel mundial tuvieron que redirigir sus concepciones y procesos de trabajo con el objetivo de mantener la creatividad, de generar nuevos proyectos y reformular visualidades diversas que, en su mayoría, estaban vinculadas directamente a esa nueva realidad, interpretada y construida de acuerdo a los horizontes personales y contextuales de cada sujeto. Durante todo este tiempo, el mundo se volcó hacia el arte y la cultura como alicientes al final de un camino espinoso y difícil.
Sin lugar a dudas, el arte devino en un exquisito antídoto en tiempos de caos y preocupaciones desmedidas; en una fuerza de resistencia donde plantear nuevos lenguajes, nuevas imágenes, nuevas realidades, nuevas metas. Mucho se ha dicho, escrito y creado a raíz de la experimentación de esos días raros, de temporadas largas de confinamiento social, de soledades abrumadoras. Y, el arte, se erigió como esa hoja de ruta que ofrece mayor claridad, que nos entrega perspectiva, que nos muestra zonas de permanencia posibles donde habitar en medio de crisis sanitaria, social, psicológica, individual, económica… Esa frase popular que circuló mucho durante ese lapso de aislamiento más fuerte, que versa “El arte nos salvará”, no es una gratuidad del momento o un hashtag de moda. El arte sí tiene esa capacidad de salvación, de curar en nosotros las angustias del presente y las incertidumbres del futuro.
En medio de ese ciclo obligatorio de confinamiento social, muchos artistas se vieron imbuidos en el proceso de creación; en narrar desde sus experiencias las circunstancias y consecuencias que la COVID-19 generó, así como el impasse que dominó la realidad de la Humanidad toda. Desde el momento justo en que esta pandemia forzó a un cambio radical en la vida de todos, comenzaron a surgir imágenes y procesos creativos como resultados de los comportamientos, de la situación de cada región y de estados de ánimo que fluctúan entre lo esperanzador y lo fatídico: historias que comportan una carga visual y discursiva en las que se conjugan lo social y lo humanitario.
Fue durante este tiempo que la artista cubana Miriannys Montes de Oca (La Habana, 1993) encontró en los predios del arte la vacuna para resistir y sobrevivir en tiempos tan densos y convulsos como los de aislamiento social. Fue un período productivo de trabajo, de experimentación y creación para ella en tanto el arte fue el nicho de confort desde donde reflexionar, poner en cuestión y sopesar las angustias e incertidumbres que durante un buen tiempo sobrevolaron el espacio doméstico de todas las personas. Al interior de su casa-estudio-taller, Miriannys no paró de crear. Las ideas emergieron a flor de piel, matizadas por una experiencia singular sin antecedentes, aderezadas con la sensación de soledad, zozobra, inquietud, hastío, esperanza… Surgieron así las obras que dan cuerpo a una serie concebida, producida y cerrada bajo el velo de la cuarentena.
Relatos de un tiempo no solo deviene en el título de la última muestra personal de Miriannys Montes de Oca, sino también en el rótulo que comprende más de una quincena de piezas generadas al calor de una crisis mundial, específicamente durante el período de tiempo transcurrido entre marzo de 2020 y marzo de 2021. Lo que comenzó como una avalancha de ideas materializadas en lienzos, acumulados unos al lado de otros en su estudio, tomó forma de proyecto expositivo virtual con el objetivo supremo de mostrar tantas ideas, ansiedades y cuestionamientos de la artista en ese lapso de tiempo y “encierro”. Fue así como Relatos de un tiempo tomó cuerpo expositivo y curatorial, cuyo discurso se ancla en revelar a través de los canales estéticos y el matiz expresivo característico de la obra de Miriannys los disímiles momentos de intensidad emocional, de ebullición de sentimientos, de arrebatos psicológicos que afloraron en ella como sujeto social perturbado por las consecuencias del confinamiento impuesto durante un tiempo dilatado y difícil.
La muestra se dispuso expositivamente para ser apreciada desde los perfiles de redes sociales de la artista (ArteCubano Mmontes de Oca y @artecubano_mmontes_de_oca, dígase Facebook e Instagram, respectivamente), durante los meses de agosto y septiembre de 2021, en tanto se asumió el leguaje virtual tan explotado en los últimos tiempos como el modo más idóneo para socializar y compartir todo el cúmulo creativo de un año.
En esta quincena de obras se revelan las diversas sensaciones experimentadas durante un ciclo de mucho sentir, de mucha reverberación interior. Fue un período donde los deseos de decir se agolpaban y arremetían contra el lienzo. Son estos los relatos de un tiempo en cuarentena apreciados en clave poética, contrastantes en su despliegue cromático. Las emociones humanas centellean en su máquina de esplendor. De ahí la saturación de rojos y amarillos, de calor y fuego, de explosión y destellos. Pero también, los negros y los grises encuentran en estos soportes su protagonismo. El choque cromático no es una gratuidad estética de la artista; más bien es el efecto de su realidad contrastante, de una experiencia en la que el furor y la pasión (amarillos y rojos) llegaba a veces a bajar su intensidad ante las preocupaciones y la tristeza de la soledad (negros, grises, blancos). No podemos olvidar que, en medio de tantas esperanzas puestas en el horizonte, la realidad que vivimos seguía siendo gris en el mudo entero.
El “Yo” de la artista encuentra en estos lienzos diferentes situaciones de vida que se tornan colectivas, además de personales. Se advierte una intensión en ellos de intentar comprender al sujeto y, también, a nosotros mismos.
¿Cómo se comporta la sociedad ante un tiempo como el del confinamiento social? ¿Cómo nos sentimos individualmente? ¿Cuánto ha afectado este cambio radical en las dinámicas de socialización y expresión del ser humano? Intentar dar respuesta a estas y muchísimas otras inquietudes, se convirtió para Miriannys Montes de Oca en un desafío de esa etapa de vida. Cuestionamientos que afloraron en estado artístico, en estructura formal y cromática colmadas de zonas contrastantes y sugestivas, cuyo trasfondo se advierte común en todas las piezas: la soledad. Pero…, entendamos la soledad en tanto vehículo de reencuentro con nosotros mismos, en subterfugio para revisitar y analizar con nuevas miras nuestras carencias, cuestionar nuestra especie y apoyarnos en nuestra fe: esa que nunca podemos perder y que sirve de guía y sostén hasta en los momentos peores de crisis y desvelos.
Desde los propios títulos de las piezas se siente una identificación con momentos experimentados por todos; de ahí que más allá de lo individual, las realidades plasmadas en estos lienzos devienen instantes verídicos de cualquier sujeto: sensaciones y momentos reprimidos en medio del pecho que marcaron el devenir de muchos durante el período de cuarentena. Obras como Cargando la realidad, Mirando al cielo, El aparecido, El grito, Retrato a Manuel. El suceso o Derretidos nos sitúan en un paralelismo circunstancial que lleva a identificarnos con cada una de las escenas recreadas. Sensaciones que marcaron, y aún marcan, muestras concepciones de asumir, comprender y sobrevivir a tiempos tan complejos, donde la vulnerabilidad reinó completamente en los estados anímicos y psicológicos.
Asimismo, La gitana, Bailando en La Habana, Camino por Paseo, Los amantes o Autorretrato, revelan una explosión contenida de ilusiones, de anhelos por emprender y compartir, de situaciones por revivir y abrazar de nuevo. Miriannys Montes de Oca relata en sus lienzos la realidad de un tiempo intenso, similar al fuego y al hielo en sus extremos, al amor y a la soledad, al abrazo y al miedo. Busca trasmitir y exponer a través de sus obras la fe en el hombre y en su mejoramiento espiritual, a la vez que la tristeza peculiar de un tiempo sin precedentes. En mi opinión, su arte cura, repara grietas del alma, nos propone encontrar sueños en medio de espesas nieblas.
El arte ha logrado combatir la ansiedad de un tiempo pandémico. Ha sido un método eficiente de curación y expresión; ha sido el camino a través del cual vehiculizar miedos, emociones, sosiegos. Ha sido la mejor y más exquisita catarsis para expresar sentimientos difícilmente verbalizables. Para Miriannys Montes de Oca lo realmente importante está en el ser y en el arte, y ha asumido ambos polos para construir su lenguaje estético y su discurso en tiempos tan espinosos para el planeta.
La enfermedad sobre la enfermedad: el testimonio fotográfico de una realidad (+Galería)
El distanciamiento social al que forzó la COVID-19 a nivel mundial resultó ser una de las medidas más importantes para hacer frente y prevenir el contagio de una enfermedad que puso en jaque al mundo y en tela de juicio nuestra propia condición existencial. Esta situación afectó en todos los niveles la dinámica social y personal de la Humanidad. Desde lo individual, lo colectivo, lo social, lo económico, lo cultural, los artistas del mundo tuvieron que reconducir su quehacer en función de estimular la creatividad, la generación de nuevos proyectos y reformular visualidades diversas para nada alejadas de la realidad propia, interpretada y construida de acuerdo a los horizontes de cada uno.
Desde los predios de la fotografía, creo que no ha quedado un artista del lente que, de un modo u otro, no haya registrado la crisis que trajo consigo esta enfermedad. Para algunos, los balcones y las ventanas se convirtieron en los espacios de trabajo más demandados. Para otros, fueron directamente los hospitales o centros sanitarios los espacios desde donde documentar esta situación. Y para muchos otros la motivación ha partido desde el espacio privado, desde el ambiente social de la vecindad. Incluso, la motivación en ellos ha transcendido los límites de lo personal y hasta de lo geográfico, y artistas de diversas partes del mundo se han congregado en diferentes proyectos artísticos colectivos.
Aun en medio de un ciclo obligatorio de distanciamiento social, la narrativa visual de la fotografía y las potencialidades y alcance de las tecnologías, han permitido que los fotógrafos narren, desde sus experiencias, las circunstancias que la COVID-19 ha generado, así como el impasse que domina hoy la realidad de la Humanidad. Desde el momento mismo en que esta pandemia forzó a un cambio radical en la vida de todos, innumerables imágenes han circulado por la plataforma virtual, en tanto espacio de socialización por excelencia ante tal realidad, como muestra de los comportamientos, de la situación de cada región y de estados de ánimo que fluctúan entre lo esperanzador y lo fatídico: historias que comportan una carga visual y discursiva en las que se conjugan lo social y lo humanitario.
En tanto manifestación que se vale de la instantaneidad de su ejercicio, de la veracidad de su registro y de la facilidad para su circulación, la fotografía ha estado ahí, en la línea de fuego, reflejando a través de las diversas miradas de sus creadores no solo lo que sucede al interior del confinamiento, en la intimidad familiar, en ese complejo ambiente de convivencia al que todos hemos tenido que recurrir sin siquiera tener más opción. También, la fotografía ha registrado lo que sucede al exterior del confinamiento, evidenciando las huellas de un enemigo invisible que se mueve a la velocidad de la luz, y que deja a su paso una catástrofe mundial.
De diversas maneras posibles, los fotógrafos cubanos se han sensibilizado y comprometido con la situación sanitaria que desde un principio provocó esta enfermedad. Y es que, cuando se genera una suerte de ansiedad en el interior del artista es el momento en que surge la fiebre de la creatividad, esa necesidad de decir a través de imágenes lo que siente. Respetando las singularidades de cada creador, es la condición humana, su drama actual, la inseguridad y la voluntad de sobrevivencia los temas que unifican, curatorialmente si se quiere, todo ese enjambre de fotografías que circulan hoy sobre nuestra realidad.
El joven fotógrafo cubano Manuel Almenares (La Habana, 1992) ha venido desarrollando, desde el momento justo en que la COVID-19 impusiera un nuevo ritmo de vida y angustias en nuestro país, el ensayo fotográfico La enfermedad sobre la enfermedad, donde resume en blanco y negro, no por gratuidad sino por el matiz dramático y refinado que le ofrece a la imagen, escenarios reveladores del impacto de la enfermedad en su ciudad natal. La fuerza potente que encierra este ensayo le permitió a su creador ser galardonado con el Gran Premio de la Fototeca de Cuba y la Beca de Creación Alfredo Sarabia in Memoriam, en su edición de 2020.
Las imágenes que conforman este ensayo resultan una minuciosa crónica social y visual sobre el paso, evolución e impacto del coronavirus en los barrios de Centro Habana y Habana Vieja, así como sobre las consecuencias que facturó para el decursar cotidiano de su gente. Y me refiero a una crónica social no con el interés de anclar su discurso en el compromiso abnegado de un artista para con el momento que vive, sino desde la mirada de un joven fotógrafo que se debate a través de imágenes urbanas los modos de representación de la ciudad que habita. Son sus obras testimonios de una realidad que lejos de olvidarse, quedará perpetua en la memoria y en el pensamiento de todos aquellos que nos ha tocado experimentarla y, con buen tino, sobrevivirla.
El acierto de Manuel Almenares con su ensayo La enfermedad sobre la enfermedad radica, en mi opinión, en cómo el creador logra transgredir los límites del registro documental hacia un ejercicio de reflexión sobre una realidad que afecta a todos. Logra así que la mirada del espectador se detenga, que indague en esos ambientes urbanos, los cuales, aun cuando parecieran ángulos harto conocidos de la ciudad, se nos presentan desde una nueva sensibilidad coyuntural. Precisamente, ese anclaje circunstancial viene denotado por la presencia constante en el ensayo de la mascarilla o nasobuco, accesorio de primera necesidad y obligación que adherimos a nuestra cotidianidad producto de la pandemia, a lo que se le suman las expresiones de incertidumbre, angustia y desolación de los individuos captados por el lente de Almenares.
El artista “testimonia dinámicas de convivencias vecinales, pasillos sombríos y vetustos, interiores que abruman, solares que guardan todo tipo de historias, verjas que limitan el contacto mas no el saludo, exteriores de una ciudad que intenta sobreponerse a la enfermedad, zonas de fe autoconstruidas como escudo para soportar al emisario de la muerte. Es un testimonio enfocado en sujetos anónimos, héroes de su cotidianidad, superhéroes de sus familias, supervivientes de carne y hueso que intentan no flaquear ante lo espinoso, que encuentran una alternativa para deslizarse tangencialmente por el infortunio, para batear alegremente toda clase de bolas malas.”[i]
En líneas anteriores me refería al dramatismo y la elegancia que comportan las imágenes de Almenares, potenciado por el empleo del blanco y negro como recurso técnico y visual para su ensayo. Esa aclaración me permite introducir ahora un discurso más prolongado sobre la exquisitez de la técnica de este joven fotógrafo. Se advierte aquí una cuidadosa elaboración de la imagen, no en el sentido de una posproducción digital o en la preparación de una escenografía determinada. Ninguna de ellas tiene cabida en la praxis que revela este ensayo. Manuel Almenares traduce en arte fotográfico lo que se le presenta en la realidad inmediata; escoge meticulosamente las escenas, cuyo resultado visual pareciera como si estas estuvieran ahí, esperando por él para ser capturadas por su lente. Además, manifiesta un gusto por el enrarecimiento del ángulo a fotografiar, por complejizar la visualidad de la escena, en consonancia con cada situación reflejada. Así, le otorga a su trabajo un halo expresionista, dramático y hermoso al unísono, que remueve algo en el interior del que se acerca a observar.
Me atrevo a afirmar que para el proyecto South Florida Latin American Photography Forum (SoFLaFoto) y su fundador, el fotógrafo cubano radicado en Estados Unidos desde 1995, William Riera, el ensayo La enfermedad sobre la enfermedad comporta un potencial loable y necesario de visualización, motivo suficiente para compartir con la comunidad artística fotográfica que promueve SoFLaFoto.
Esta es una plataforma que nació a raíz del confinamiento que trajo consigo la pandemia, cuyo esbozo del proyecto fue desengavetado por su creador con la pretensión de crear un espacio que potenciara “la visualización y promoción de la fotografía latinoamericana y de aquellos trabajos de artes visuales basados en la fotografía que reflejan la vida de la comunidad latina (…) teniendo en cuenta la ausencia de espacios aglutinadores y de promoción e investigación del arte fotográfico en un área tan cambiante como el sur de la Florida. De esta forma, el proyecto SoFLaFoto surge como una plataforma que asume el desafío de localizar, recopilar, organizar y compartir la información relacionada con las obras de los fotógrafos que han documentado la vida de la comunidad latina, el decursar de la región latinoamericana (Hispanoamérica, Brasil y Haití), además de la variedad de temas que son relevantes para la sociedad como la memoria, la historia, la diáspora, la inmigración, la identidad, la familia, la religión, las cuestiones de género, el racismo, la adicción, la desigualdad, los derechos LGBTQ: todo esto dentro del ámbito de la fotografía latinoamericana, documental y callejera.”[ii]
SoFLaFoto, como proyecto de promoción y visualización de la fotografía contemporánea, acertó en auspiciar el ensayo fotográfico La enfermedad sobre la enfermedad como ejercicio expositivo disponible en la plataforma virtual The Exhibit. De esta manera, se traduce del lenguaje ensayístico que ofrece Manuel Almenares con su trabajo al lenguaje de la curaduría digital, herramienta actual en vigor en tanto dinámica de circulación y movilización de las prácticas artísticas contemporáneas en tiempos de pandemia.
Véase en este ensayo el nervio social de una ciudad que atraviesa la enfermedad sobre la enfermedad: una, de índole social, de una cotidianidad tensa que intenta sobrevivir ante los obstáculos que sobrevienen; otra, de matiz sanitario, que sobrepasa toda voluntad humana y se impone con voz cantante en el decursar del planeta.
Biografía del artista:
Manuel Almenares Estrada (22 de enero de 1992. La Habana. Cuba)
Email: almenaresmanuel@gmail.com
IG: @manuelalmenares_visual
FB: manuel.almenaresestrada
Teléf.: (+53) 58417385
Fotoperiodista de la Revista Opus Habana, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (OHC) (2017-2019) y fotorreportero de Carnival Corporation, Fathom (línea de cruceros) (2016). Ha expuesto sus obras tanto en muestras personales como colectivas en países como España, Ucrania, México, Estados Unidos y Cuba. Ha participado en diversos eventos de arte, entre ellos la Bienal de La Habana, la Muestra Joven del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), la Bienal de Fotografía Alfredo Sarabia in Memoriam, Fotofest International & Foundation for Culture and Society y PhotoESPAÑA 2019. Entre los reconocimientos obtenidos se encuentran el Gran Premio de la Fototeca de Cuba y la Beca de Creación Alfredo Sarabia al ensayo La enfermedad sobre la enfermedad; el Premio Jóvenes en el Lente (4ta edición); el Premio del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño de La Habana 2016; y la Mención de la Fototeca de Cuba en la Beca de Creación Raúl Corrales al proyecto Vida interior. Es además miembro del colectivo internacional de fotógrafos Jibaro Photos.
Notas:
[i]Fragmento del texto curatorial de la exposición virtual La enfermedad sobre la enfermedad en La Habana, del fotógrafo cubano Manuel Almenares, en la plataforma online de exposiciones The Exhibit. Abierta al público desde el 15 de enero hasta el 28 de febrero de 2021. Muestra auspiciada por el South Florida Latin American Photography Forum (SoFLaFoto). Link de la exposición: https://theexhibit.io/exhibition/hold-still-pandemic-in-havana
[ii] Fragmento del statement del proyecto SoFLaFoto, fundado en 2020. En Facebook e Instagram: @soflafoto.
Miriannys Montes de Oca: El arte es la emoción humana transmitida (+Obras)
Miriannys Montes de Oca (Matanzas, 1993) es una artista visual cubana que se adentra en las preocupaciones, angustias y anhelos del sujeto contemporáneo. Le ofrece a este, desde su arte, soluciones alternativas, caminos posibles, otras miradas al mundo que conocemos. Es una artista que se vale de todo recurso artístico que, para sí, comporte una fuerza discursiva y estética que sensibilice fibras, que le “mueva el piso” al espectador y se sienta identificado con las realidades otras que ella representa. Su praxis artística es fresca en discurso, atractiva visualmente y aterrizada en las bifurcaciones del individuo común.
La constancia y la versatilidad son dos de sus cualidades más notables al adentrarnos en su producción y cuando dialogamos con ella. Su trayectoria, perseverancia, motivación, desafíos y proyecciones podemos conocerlas, de primera persona, en esta entrevista que Miriannys Montes de Oca ha tenido a bien compartir al Portal del Arte Joven Cubano para conocer más de cerca las claves que giran en torno a su pensamiento como sujeto y a su trabajo como artista.
Eres una artista multifacética, diría que bastante inquieta en el proceso creativo, siempre explorando nuevos y diferentes nichos estéticos. Pero, vayamos por partes, ¿cómo, cuándo y por qué llegas al universo del arte?
Puede que esta historia suene un poco loca, pero cuenta mi madre que cuando tenía seis años le dije que quería ir a una escuela de pintura. Ella, sorprendida, se dijo: ¿de dónde esta niña habrá sacado esa idea? Como ella no sabía dónde impartían clases de pintura, su escapatoria para mi insistencia fue decirme que, cuando comenzara la primaria, me llevaría a una escuela de pintura.
Al cabo de un año, en mi primer día del curso, le pregunté a mi madre por la escuela de pintura. Ella averiguó y, por suerte para nosotros, en la ciudad de Cárdenas había una academia de Artes Plásticas. Para entrar debía tener mínimo ocho años, pero yo apenas tenía seis. Gracias a mi insistencia y a las lágrimas que caían, me dejaron hacer el examen de dibujo con esa edad. Pasé la prueba y ya con siete años hice mis primeras temperas.
Un poco más grande me incorporé en coros de música y en grupos de danza, pero lo primero que llegó a mi vida fueron las artes visuales. A veces no sabemos de dónde salen las cosas, pero me da por creer que traemos sucesos de vidas pasadas.
Presentas una pluralidad de lenguajes estéticos en tu obra –pintura, fotografía, performance, teatro, música, escultura, instalación– ¿Cómo decides escenas, temáticas, manifestación, soportes, a la hora de la creación de una obra determinada?
Tantas vivencias en las artes me llevan a la pluralidad. Desde que tengo recuerdos, siempre ha estado conmigo el dibujo; la pintura en la academia de nivel elemental. Tuve la dicha de tener muy buenos instructores desde la primaria. Y también tuve enseñanzas muy positivas sobre música, teatro y danza.
Luego, en la escuela de nivel medio de Matanzas, recibí clases de escultura y de diseño escénico, y otras como grabado, pero aquellas dos llamaron mucho mi atención. Lo teatral se acentúa en mí desde Matanzas, ya que hay un fuerte trabajo en esta manifestación. Todos los años hay teatro callejero, y la ciudad respira teatro. Además, el mar es un componente fuerte de donde vengo. Luego, en el ISA, toda esta información se condensó en mi obra.
Creo que una idea puede ser representada en todas las manifestaciones, porque el arte es una sola: es la emoción humana transmitida. El arte es cualquier soporte, pero por supuesto, después de estudiarla tantos años sé que hay algunos medios en los que despuntan mejor una idea que en otros.
No me interesa un arte herméticamente calculado, ni estadístico, ni que se afiance en el código universal ya preestablecido. El arte debe ser nuevo en cada momento, debe tener el objetivo de aportarle una estética diferente a este mundo. Debe transformar la realidad para bien. Entonces, no busco el rostro conocido; retrato al desconocido, las historias micros de nuestra familia o vecinos. Los sentimientos del hombre común son para mí más importantes. Por tanto, si hablamos de temas, me quedo con los más ambiguos, los que no logramos entender, pero mueven el mundo: vida, muerte, fe, resistencia, belleza, decadencia….
Abrazas las posibilidades estéticas que te ofrecen las diferentes manifestaciones que trabajas, pero creo que todo parte de un denominador discursivo común: el sujeto. Podemos verlo en las series Los soportables pesos del ser, Blanco y en la instalación Guerreros ¿Por qué cuestionar, desde el arte, los intersticios y las dinámicas del ser humano? ¿Por qué reflexionar sobre las apatías, los deseos y los artificios de los sujetos?
Desde siempre he tenido bombardeos de temas complejos como los referentes a la política. Es algo que nos llega a todos, y diría que nos preocupa de más en ocasiones. En mi opinión, las respuestas están dentro de nosotros. Si cada individuo hiciera lo posible por mejorar desde dentro de sí, el contexto lo afectaría menos, porque todo cambia si cambiamos nuestra mentalidad. La cuestión radica más bien en cambiar desde dentro de nosotros y, luego, proyectar esos cambios y esa mentalidad positiva en nuestros contextos.
Realmente, cuando decidí comenzar a discursar desde mi obra sobre teatro y artificio, fue porque sentí que me afectaba mucho la mentira humana, las máscaras que nos ponemos para vivir y sobrevivir, y de cómo existimos en un artificio total. Con el tiempo, he aprendido a vivir con la ilusión de la verdad y he tratado de ver lo bueno en lo que me rodea y me sucede.
Nuestro pensamiento, como sujetos en evolución, tiene un poder universal. Nuestras apatías, nuestros deseos, nuestros artificios son los que hacen que vivamos de un modo u otro. Está en nuestras manos escoger el camino. Por eso, me nutro de la gente, de cómo reaccionamos, de cómo vivimos, de cómo actuamos, de cómo soñamos….
Tu obra se mueve entre el expresionismo y un despliegue cromático, contrastante y llamativo visualmente. Además, transitas desde la praxis pictórica hasta la intervención teatral, y ello lo vuelcas en tu producción ¿Qué significa para ti discursar desde la teatralidad, desde la construcción de escenas –como mismo titulas una de tus series–, y como un ejercicio de traslación simbólica, las llevas hacia el plano pictórico?
Discursar desde lo teatral le otorga a mi trabajo un carácter dramático y contrastante, porque, además, la vida es así: llena de grandes contrastes. Cada cual juega un rol en su devenir, y lo mismo sucede en el teatro: a veces con mayor protagonismo, a veces con papeles secundarios para quien observa; pero desde nuestra perspectiva somos protagonistas de nuestra propia escena. Nuestra vida es nuestro teatro, y depende de nosotros cómo queremos que sea su guion, su desarrollo, su desenlace y su final.
En la escena, el actor juega un rol fundamental, y mi visión sobre la realidad se centra en la gente cuando la observo de esta manera. Como un proceso de selección innato, se eliminan de mi escena mental todo lo que no tiene que ver con el actor o, en este caso, con el sujeto social. El momento que vivimos, ya no es el tiempo en el que los grandes pintores trabajaban con modelos durante largas horas. La dinámica ha cambiado y, en estos tiempos en que la fotografía congela en instantes la realidad, puedo tomar de ella todo aquello que llama mi atención con mayor precisión. Construyo mis fotos como construiría un pintor del Renacimiento a su modelo; y el hecho mismo de elaborarla hace que también la asuma como obra de arte.
Guerreros es una instalación potente, en discurso y en montaje; y me atrevería a decir que marca un punto de inflexión en tu trabajo. Coméntame acerca de esta obra, de su nacimiento, proceso de realización, exposición y dónde se encuentra actualmente.
La verdad es que a veces me llegan las ideas como un soplo que recibo. Hubo un tiempo en que soñaba imágenes muy fuertes, y las esbozaba en cuanto me acordaba de ellas. La imagen de Guerreros fue una de esas que me llegó de pronto, como una adivinación. Ya luego, comencé a descodificar de dónde salían y qué significaban los símbolos que me llegaban.
Ha sido una de las pocas ideas que he logrado llevar a la escena real, con actores y vestuarios construidos por mí y, además, obtener de ella una excelente fotografía. Logré contar con varios modelos, pero la escultura que había pensado era como un ejército. Además, concretar la idea se complejizaba cada vez más por los materiales y, hay que tener un Pla A, Plan B y hasta Plan Z para poder hacer las piezas lo más similar posible a lo que uno se imagina.
Busqué incansablemente un financiamiento para poder concretar la obra y, finalmente, lo obtuve gracias al premio que gané con la Beca de creación El reino de este mundo que lanza la Asociación Hermanos Saíz, de la cual soy miembro también, y junto al Consejo Nacional de Artes Plásticas me otorgaron un presupuesto para llevarla a buen puerto.
Los locales de elaboración fueron el ISA y CODEMA durante un año sin pausa. Fue un período de trabajo constante, de reuniones y de coordinaciones, sobre todo para su posible incorporación al proyecto Detrás del Muro, que se desarrolla en el marco de la Bienal de La Habana. Como tantos obstáculos que te pone la vida por delante, una semana antes de la inauguración oficial de la Bienal, en 2019, recibí la noticia –“bombazo” diría yo– de que no tenía una ubicación para la obra. Fue un shock para mí, un golpe del que tuve que reponerme buscando alternativas que me permitieran visibilizar el resultado de tanto trabajo. Como se dice popularmente, “moví cielo y tierra” hasta que en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales me escogieron como uno de los proyectos colaterales de la Bienal.
Luego de la buena noticia, una vez más tuve que enfrentarme a los vericuetos de las coordinaciones, esta vez con Planificación Física para decidir el emplazamiento final. Para no hacer larga la historia… finalmente logré que los Guerreros se dispusieran en el Parque Mariana, en 23 entre C y D, en El Vedado. Esta locación, sin dudas, fue muy favorable. Muchas personas interactuaron con la obra de todas las maneras posibles: fotografías y selfies, juegos, preguntas, respuestas, miradas, asombros, conclusiones… Hasta los niños le pedían deseos a las bolas de colores que las esculturas sujetaban. El mes de la Bienal fue un tiempo intenso. Se realizaron muchas actividades alrededor de la pieza: clases de dibujo con niños, conciertos de música, proyecciones de video, performance. Realmente fue una experiencia muy bella y, sobre todo, muy enriquecedora para mí.
Considero que es muy bueno situar las obras fuera de las galerías. El hecho de colocarlas en los espacios públicos hace que estas se conviertan en obras interactivas, que se enriquezcan de miradas, significados, intervenciones. El público recibió con mucho agrado a los Guerreros. Actualmente, la obra se encuentra en la Quinta de los Molinos, bajo el cuidado del INSTEC y a buen resguardo bajo techo. El clima y la interacción directa con el público atentan contra una debida conservación, ya que son de una capa de cemento y cerámica. Durante el tiempo expuestas en el marco de la Bienal, varias esferas de colores se extraviaron por lo que decidí moverlas para su mejor cuidado y preservación.
En la serie En tiempos de artificios te distancias de la representación per se del sujeto, para asumir entramados metafóricos que responden a las “bajas” pasiones humanas, a los conceptos de belleza y pesimismo sobre los que se fabrica su devenir el individuo ¿Fue esta la antesala de la serie Aderezo? ¿Qué conexiones y/o tensiones te llevaron a realizar ambas series?
Tuve un tiempo donde buscaba transformar la realidad, y comencé a tapizarlo todo: pisos, piedras, mesas, lámparas, cuadros, ataúdes. Quería tapizar todo lo que veía decadente. Buscaba una belleza que encontré en los estampados de las telas. Como si vistiera la realidad, paseaba por las tiendas de textiles en busca de los más hermosos para mí, y regresaba a las cúpulas del ISA con mi deseo de transformación. Muchas piezas de gran formato nacieron de esa intensión. Trabajé superponiendo capas transparentes de textiles. Pintaba sobre la tela sin imprimar, directo en el textil, y dejaba relucir todo el estampado.
Creo que el arte, muchas veces, es un juego donde experimentamos con posibilidades, luego de tener una idea. Ese fue el caso de la serie En tiempos de artificios. Algunas de las obras salieron de esa búsqueda con el material. Luego, llegó la Bienal de La Habana con la temática de lo popular. Me uní con otra artista en el ISA e hicimos un proyecto curatorial.
La idea fue colocar las piezas en los pasillos de la escuela de Artes Visuales como si fuera la decoración de una casa cubana, utilizando elementos kitsch visibles en muchos hogares. En mi caso, utilicé la flor plástica. Emergieron una variedad de conceptos donde pegaba directamente la flor con grandes empastes de pinturas. Además, decoré con estas flores muchas esquinas durante la exposición. De algún modo, en ese momento sentía que el arte cubano necesitaba belleza. Fue un período en que las exposiciones de arte contemporáneo se me revelaban de manera fría e impersonal. Entonces, la búsqueda de la belleza fue el camino a esas visiones y el discurso de estas series.
Miriannys, como hemos visto hasta aquí, tienes una trayectoria poblada de series muy bien fundamentadas. Has participado en muestras personales y colectivas en diferentes espacios galerísticos del país que te han permitido darte a conocer en el entorno artístico cubano. Ahora, coméntame tu experiencia en el terreno internacional del arte: recepción y crítica de tu obra, intercambios, exposiciones…
El público que más ha comprado mi obra ha sido el de Estados Unidos. Muchas pinturas ya no están conmigo porque fueran adquiridas por estadounidenses; sobre todo piezas de la serie En tiempos de Artificios y Aderezo. En esto influyó el tiempo de apertura internacional que tuvo el arte cubano durante el período presidencial de Barack Obama, en el que el país recibió e intercambió de manera muy positiva con personas de ese país.
Luego, otra de mis fuertes presencias ha sido en México, con varias exposiciones, conferencias e intercambios. Fue un tiempo que, sin dudas, me permitió contactar e interactuar con varios artistas mexicanos. Otros proyectos importantes fueron dos exposiciones de arte cubano en Venecia, en el año 2019, donde tuve el placer de compartir con artistas consagrados de nuestro país como José Ángel Toirac, René Francisco, Rocío García, Arturo Montoto… Fueron dos exposiciones con una recepción muy favorable por parte de la crítica veneciana.
Por otro lado, varias revistas internacionales han publicado sobre mi trabajo, especialmente en España, entre las que están CdeCuba, Art y Hum y ArtePoli. Asimismo, formo parte de los artistas reseñados en la revista chilena Arte al Límite.
En estos tiempos de fluidez virtual y en que la comunicación y promoción circula de manera vertiginosa en las plataformas digitales, mi obra también se encuentra en las páginas y website de varias galerías como Cam Gallery y Gall Art, en Estados Unidos; y Sapere Aude, en Dinamarca.
Rufo Caballero, en su exquisito libro Agua bendita, afirmó: “El arte no quiere decir nada; el arte dice”. Entonces Miriannys, en pocas palabras, ¿qué dice tu arte en estos tiempos que corren?
Mi trabajo y mi discurso dicen que debemos buscar más dentro de nosotros; que el arte debe ser más visceral; que debemos buscar menos el artífico y más la verdad, o por lo menos reconocer la ilusión. Ayudar al mundo desde un sentido estético y humano, y no desde lo panfletario ni oportunista. Las artes deben unirse y ser una. La manualidad es una de las mejores terapias.
Se entrevé en tu obra y tu temperamento una versatilidad y dinamismo constante. Seguramente, ahora mismo algunas ideas se están cocinando en tu cabeza para proyectos futuros ¿Quisieras compartir algunos adelantos?
Suelen existir más ideas que recursos para elaborarlas. Ese es uno de los principales obstáculos en estos tiempos. Pero, sí, tengo en mente proyectos monumentales de escultura y proyectos socioculturales muy hermosos que en algún momento espero tener la oportunidad de llevar adelante. Tengo fe en que podré efectuarlos. Por lo pronto, dejo todas esas ideas esbozadas. He aprendido durante mi vida que es mejor no adelantar mucho los planes hasta que estos estén bien avanzados. Así que hasta que no los lleve a cabo, mejor no doy adelantos y, de paso, sorprenderé más con el resultado final. Creo yo.
Me enseñaron desde muy corta edad que todo lo que haga, debo hacerlo bien, porque de lo contrario, es mejor no hacerlo. Esa es una máxima que llevo conmigo siempre, que me mantiene con fuerzas en la carrera de resistencia que es el arte. He tomado este camino desde los seis años de edad y seguiré consecuente con mi misión en esta vida.
Poesía y teatralidad en la obra de Miriannys Montes de Oca (+ Obras)
La pintura es poesía; siempre se escribe
en verso con rimas plásticas.
Pablo Picasso
Figuras vigorosas y altivas, otras famélicas y marchitas, una paleta cromática excitante y diferentes alusiones a la intertextualidad e interdisciplinariedad de manifestaciones saltan a la vista cuando nos acercamos a la carrera de Miriannys Montes de Oca (Matanzas, 1993). Una artista versátil, intranquila. Una hurgadora en cuestiones antropológicas –como todo buen artista que se siente parte integrante de su devenir y actuante del mismo–, que toma al sujeto como núcleo discursivo de sus pasiones, no para regodearse en el ejercicio visual de la morfología y corporalidad humanas; sino para explorar la psiquis, el universo interno del sujeto.
El hombre, sus desafueros y procederes, constituyen en la carrera de Miriannys el punto centrífugo a partir del cual tejer, entrelazar, danzar, pintar, poetizar, proyectar y dar vida a los protagonistas de sus obras, las cuales se expanden más allá de la bidimensionalidad del cuadro para asumir el performance, la video-proyección, la fotografía, la instalación o el site specific como otras plataformas de expresión.
De ahí que el sujeto en sus escenarios vitales aparezca una y otra vez en sus proyecciones artísticas. Y digo “escenario” con toda intención porque la obra de esta creadora ostenta un halo teatral, performático, que le otorga mayor simbolismo y atractivo a su trabajo. Los fondos planos o ahumados cobran fuerza gracias a esos personajes recreados, dispuestos cual escenografía en marcha, cual congelación del momento clímax de una puesta en escena. Incluso, el trabajo con la luz se advierte –ante mis ojos– más teatral que natural, incidiendo en ángulos claves del encuadre, otorgando protagonismo a determinados personajes, gestos, miradas; o acentuando el dramatismo de una escena determinada.
Miriannys Montes de Oca es una artista comprometida con su discurso, con una ontología que proyecta como declaración pasional sobre asuntos conflictuales. Ella nos plantea los dramas de la existencia humana, pero no nos deja sumergidos en esa laguna de angustias, sino lanza un salvavidas para rescatarnos. No cierra del todo la puerta, deja un intersticio posible desde donde avizorar que la Humanidad aún puede ser salvada. Es por ello que más que referirme a Miriannys como una creadora que asume uno o varios estilos en su trayectoria, considero que es una artista de lenguajes, que explora nichos estéticos diversos desde los cuales proyectar ese camino artístico suyo, que transita del sentimiento al gesto, del gesto al trazo, a la instalación o al performance, donde su poesía se materializa en pintura, en metáfora teatral, con una visualización dramatúrgica cargada de simbolismo e intensidad. Su lenguaje es así: lírico, metafórico, vívido.
Ya sea desde la pintura, el performance o la instalación, Miriannys Montes de Oca hace de su praxis estética un acto de pensamiento crítico respecto a lo que siente y experimenta como ser social; un acto de escenas reales/teatrales, de colores a veces vivos, a veces pálidos; un acto poético y de fe en el sujeto de hoy. Sus personajes, los que recrea y los que personifica, no son el calco mimético de la naturaleza humana, sino la expresión poética de una reflexión fresca y, por ende, con motivaciones positivas. Es ese universo paralelo que ella recrea en el que se advierten relaciones espaciales con cierto sentido enigmático pero interesante, donde lo real y lo teatral armonizan, en ocasiones se contraen y se tensan, producto de una multiplicidad de posibilidades que le otorgan las miradas y los escrutinios de los espectadores.
Su punto fuerte está en la creatividad y la versatilidad con que asume y se enfrenta al hecho estético; en dar imagen y cuerpo a esa sensación que la sacude por dentro y que logra concretar desde los predios artísticos. Allí, donde su pincel se agita o su cuerpo interpreta roles múltiples, sale a flote esa poesía que la posee, así como esa capacidad que tiene para “traducir” en arte los sentimientos más íntimos que bullen en su seno creativo.