Kimany Fernández Santos
Martí y Nuestra América
… Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña(…) El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe…[1]
Debido a su posición geográfica, América Latina y el Caribe son consideradas a menudo la región más importante para el bienestar y la seguridad estadounidenses, pero las relaciones con los vecinos del sur no son fáciles, además de las evidentes asimetrías en el desarrollo económico, existen sobre todo enormes diferencias culturales entre las dos Américas.
José Martí en su ensayo Nuestra América avisoraba la política de dominación de los Estados Unidos hacia el resto del continente y llamaba a la unidad de nuestros pueblos frente al enemigo común. Casi 130 años después de su primera publicación Nuestra América marca el camino a seguir y su vigencia se acrecienta en tiempos de amenazas y peligros constantes.
El año 2020 está marcado por el crudo ambiente electoral norteamericano que en los apenas 5 meses transcurridos ha demostrado que todas las energías políticas están puestas en la campaña electoral, más allá de los desafíos planteados por el Covid-19 en el ámbito doméstico; la política exterior constituye históricamente uno de los espacios preferidos para librar la batalla presidencial en los Estados Unidos. Donald Trump tanto en sus expresiones como en su accionar, se ha mostrado cada vez más hostil hacia América Latina y el Caribe, una región que según expertos asocia directamente con sus intereses políticos internos; a simple vista se pueden identificar algunas de las cuestiones que pudieran direccionar la política hacia el resto del continente de cara a las elecciones de noviembre próximo de su gobierno y equipo de campaña.
La cuestión migratoria.
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre.[1]
Referido a la migración, el endurecimiento de las condiciones es evidente, y va desde la contrucción del muro fronterizo con México al encarcelamiento en jaulas de niños separados de sus padres previamente, aunque la escalada antimigrante ha mostrado límites o más bien ha encontrado obstáculos en la negación a aprobar determinadas políticas por parte del Congreso y la Corte Suprema, así como la en actitud de los llamados estados y ciudades santuarios. Mientras tanto el magnate continua con su retórica de criminalización a los latinos y no descansa en su afán de materializar una de sus promesas electorales claves en la campaña anterior, brindar más oportunidades de trabajo a los estadounidenses a partir de la reducción de la competencia que constituyen los inmigrantes latinoamericanos, quienes dada la general informalidad en que trabajan son sometidos a condiciones laborales deplorables y salarios mínimos que son más rentables para las empresas y negocios que los emplean que sus propios connacionales.
El discurso anticomunista y antisocialista.
«No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos.[1]
La idea de un hemisferio occidental libre de comunismo y socialismo costituye la base de la campaña de reelección de Trump, reflejados en la política interna con ataques costantes a todo lo que se aproxime o parezca de izquierda; prueba de ello han sido las denominaciones como amenazas socialistas a sus detractores en el Congreso y en las estructuras de gobierno tanto federales como estaduales así como la campaña de odio lanzada contra el excandidato presidencial demócrata Bernie Sanders, quien se considera a sí mismo como socialista, mientras en el ámbito externo se enfoca al desmontaje de organizaciones políticas regionales heredadas de los antiguos gobiernos progresistas como UNASUR, MERCOSUR, CARICOM, ALBA-TCP y la CELAC que hacen frente a su marioneta la desprestiguiada OEA, brindando apoyo a gobiernos afines a sus políticas como los de Ivan Duque en Colombia, Jair Bolsonaro en Brasil, Jeanine Áñez en Bolivia (resultado del golpe de estado policiaco-militar a Evo Morales), Lenín Moreno en Ecuador, entre otros; y centrando su agresividad en gobiernos de izquierda como Nicaragua, Venezuela y pr supuesto Cuba, que ocupan sus discursos y los de sus funcionarios pues una victoria frente a alguno de estos países consolidaría las posibilidades de ganar las elecciones en un estado péndulo de gran importancia como la Florida.
La guerra contra Venezuela.
«Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América (…) De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas.[1]
Venezuela es hoy sin lugar a dudas el principal interés geopolítico en la región, y aunque fue Barack Obama quien la designó como una amenaza inusual y extraodinaria para los Estados Unidos, ha sido Donald Trump el encargado de llevar a estadíos superiores la agresividad contra el gobierno de Nicolás Maduro y el pueblo venezolano. Pasando por la financiación de la oposición, los constantes llamados a la violencia y al golpe militar, las sanciones económicas y políticas contra empresas y entidades estatales así como a los miembros del gobierno y las fuerzas armadas bolivarianas, el reconocimiento casi instantáneo a Juan Guaidó como presidente interino, los ataques encaminados a desacreditar los órganos y los funcionarios oficiales, la feroz campaña que busca aislar económica y diplomáticamente el país con el apoyo incondicional de la tristemente celebre OEA, el apoyo a seudodiplomáticos y a los ataques contra las representaciones venezolanas en el exterior, los intentos por violentar las fronteras, los sabotajes organizados desde territorio de sus aliados, la amenaza constante de empleo de la fuerza militar para una invasión o bloqueo aeronaval teniendo como punta de lanza la agrupación de buques recientemente designada para el patrullaje de las aguas cercanas a Venezuela y las bases militares en la región, a lo que se suma el fallido intento de incursión marítima de hace apenas unos días que indiscutiblemente tiene la marca de las agencias estadounidenses y que ya el pueblo bolivariano celebra como su Playa Girón.
El aumento de la presión a Cuba.
«Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. (…) El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina(…).[1]
Desde el inicio de su mandato el magnate presidente se ha encargado de hacer retrocer las relaciones bilaterales a los tiempos de la guerra fría, desachando todos los avances logrados con la administración predecesora. El recrudecimiento del bloqueo con el incremento de la persecusión a las empresas de terceros países que comercian con Cuba especialmente a las navieras encargadas del transporte de combustibles, los intentos por desalentar el turismo internacional, la limitación del envío de remesas, el montaje de los supuestos ataques sónicos a la embajada en La Habana, nunca demostrados y usados como pretexto para retirar su personal diplomático, la obligatoriedad para los ciudadanos cubanos de realizar los trámites migratorios en otros países de la región con el consiguiente incremento del costo financiero personal y sin la certeza de una aprobación de ingreso a los Estados Unidos, la activación del Titulo III de la Ley Helms-Burton, el financiamiento y apoyo a los llamados opositores democráticos y a la subversión interna, los ataques constantes a la cooperación internacional cubana incluídas las de carácter excepcional como la brindada a varias naciones afectadas por la Covid-19 y la supeditación de toda negociación bilateral al retiro del apoyo al gobierno bolivariano del presidente Nicolás Maduro y el fin de la cooperación entre ambas naciones son apenas la punta del iceberg dentro de las acciones que desarrolla el equipo de trabajo de Donald Trump de cara a lograr resultados alentadores que pudieran constituir un aliciente para que la ultraderecha latinoamericana radicada en Miami apoye su reelección.
América Nuestra.
«Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino![1]
A la luz de los recientes acontecimientos ocurridos en Venezuela, el gobierno de los Estados Unidos, personalizado en Donald Trump y sus asesores más allegados, buscarán desviar la atención de la grave crisis sanitaria que vive su país que ha puesto indiscutiblemente en peligro el supusto mayor logro del mandatario: la recuperación económica nacional. La creación de focos de tensión en el exterior han constituido históricamente la forma de resolver los asuntos domésticos y nuestra región un punto clave en su geopolítica; nuevas acciones son de esperar en los meses venideros pues a medida que avance la campaña electoral nuevas tramas políticas se tejerán sobre nuestros países y desgraciadamente nuevas y tal vez, más crueles medidas nos esperen. Con la fe en la victoria que nos caracteriza seguiremos firmes ante los nuevos retos, unidos y fieles a las causas por las que tantas vidas se han entregado, en la defensa de las victorias alcanzadas pues ya lo dijo el ápostol:
¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Zemí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva![1]
[1] J. Martí Peréz, Nuestra América, Revista Ilustrada de Nueva York, 01-ene-1891.