Yorisel Andino Castillo
La Guasotrovancia, más allá del río
Prueba de sonido o una presentación necesaria
Juntar la personalidad musical de Azucena (Annalie López), Pedro Antonio Sánchez, Audi Vargas y Yoyi (Jorge Barrett), es la resultante de una fórmula a base de esencias guantanameras y cubanas con flow a mundo. Conga con changüí, kiribá y sones, aires rockeros, funky, bossa, bolero y rumba resultan entre los ingredientes fundamentales del tal coexistencia. Sabrosura con sentimiento, bomba y un swing tremendo son el resultado en escena de esta cofradía con la que coincidí los primeros días de agosto en la jornada de La Canción Política en Guantánamo.
Hace algunos años tuve la oportunidad de conocer las canciones que por entonces firmaba Pedro Antonio Sánchez Zapata, Pedrito, cuando era estudiante de Letras en la Universidad de Oriente, y despuntaba junto a otros muchachos muy jóvenes, en una nueva promoción del panorama trovadoresco santiaguero alrededor del 2010 aproximadamente y durante los siguientes años. El tiempo se ha encargado de confirmar la relevancia que tuvo en su formación tras la guitarra, el trasiego entre las ciudades Guantánamo-Santiago con todo el reservorio musical de ambas. Después a la usanza de los bardos de siempre su ruta continúa un periodo por Camagüey, hasta asentarse posteriormente en La Habana.
Con ella, me crucé allá por el 2016 en las inmediaciones de la Casa del Joven Creador en Guantánamo cierta vez que asistí a un evento de hip hop, entonces era conocida como Annalie López. Luego tuve noticias de Azucena cuando ya su obra mereció varios lauros en el circuito de la música y el audiovisual desde La Habana, pues la negrita de losotrodía como en epíteto se autodefine en uno de sus versos, para dicha propia y del panorama actual de la canción cubana logró visibilizar su trabajo en los medios nacionales. La coincidencia en su tierra natal el 2023 y el año en curso permitieron acercarme a su peculiar hacer, lo mismo en conciertos a cielo abierto o teatros, que al estilo de la guitarra y la voz en espacios más íntimos.
A la música de Audis Vargas recién llego, tuve la suerte de conocerle a su vuelta a la tierra natal este agosto, en ocasión de realizar junto a sus cohabitantes de guitarras y canciones más que un concierto, el show de La Guasotrovancia. Después conectamos entre los pasillos y las descargas en el hotel, tan importantes como los mismos programas oficiales de los eventos. Audis es de los trovadores con mayor sentido de la musicalidad que he conocido en tiempos recientes, de los que se disfruta no echar a correr las canciones sino gozarse el tempo natural de estas, un guitarrazo informal en su compañía se transforma en un momento de aprendizaje. Tiene una energía tremenda con o sin guitarra, y verle ofrece la sensación de estar frente a alguien con un vasto canal musical más allá de cualquier etiqueta.
Esa noche en concierto escuché a los muchachos invocar teléfono en escena del otro lado del WhatsApp a Yoyi, Jorge Barrett Bayeux. Una videollamada y el momento nos remitió al rol de la diáspora eterna entre los músicos y artistas de todas latitudes. “Aquí solo falta Yoyi pero está con nosotros”, dijeron. Con él tuve comunicación semanas después gracias otra vez a la telefonía móvil y ante mi iniciativa de una conversación a voces, fue el primero en contestar interrogantes y comentarios.
Desde los primeros minutos intuí que aquella presentación eslabonaba significaciones sociomusicales ancladas a zonas importantes de la música cubana hoy como manifestación plural. Con zonas no solo me ubico en referentes geográficos sino en resultantes discursivas (lírico-sonoras) que si bien parten de raíces muy distinguibles asidas al oriente cubano, se hibridan además con el concepto trashumante de la canción que a su paso asimila elementos múltiples de toda la insularidad, hasta maridarse con sonidos de muchas partes del orbe, sobre todo, ciertas músicas de Latinoamérica y el Caribe, pero donde prevalecen de manera arrolladora esos sonidos raigales inherentes al trovasonear primigenio entre sones, nengones, kiribá, changüí y rumbas en lo fundamental.
La Guasotrovancia además, tiene puntos de contacto con otros proyectos que en decenios recientes han sentado pauta para generaciones de músicos y públicos, en los que las formaciones se sostienen a partir de una estructura semiabierta, donde sus miembros fluctúan entre la creación colectiva y el desarrollo de sus carreras individuales, a la par que acontecen evidentes confluencias de una a otra. Creo que en este sentido los referentes apuntan a casos como Habana Abierta, Interactivo o La Trovuntivitis, salvando los conceptos musicales que les distinguen y diferencian a unos de otros, los contextos e historias inherentes al nacimiento y desarrollo de cada caso en particular. Lo que sí está claro es el afán aglutinador que manifiestan estas agrupaciones y a la vez ese don por dejar volar lo individual.
En realidad vale anotar que este hecho o cofradía entre indiviualidades de la música es tan longevo como nuestros más representativos momentos en la historia musical cubana. El fin de aglutinarse varios hacedores de canciones siempre fue, además de lo lúdico, un mecanismo de preservación y apoyo gremial. Recordemos a los grandes y casi primigenios trovadores a inicios de la anterior centuria coexistiendo entre el trovar según canónico modelo de voz y guitarra, en paralela mutación hacia los primeros tríos, cuartetos, sextetos y septetos soneros en los que, evidentemente hubo mucho más que sones. Sindo Garay, Manuel Corona, Alberto Villalón también incursionaron con éxito en la guaracha. María Teresa Vera integró el Sexteto Occidente, por solo citar trovadores icónicos que supieron muy bien bailarse el son. Desde entonces las aperturas son múltiples y coincidentes.
De vuelta a los muchachos del Guaso, a ese hecho aglutinador debo reconocerle también otro nexo común con la Canción Cubana Contemporánea, término aportado por Joaquín Borges-Triana para englobar a esa zona de la canción de autor que desde los 90´ a la actualidad ve la emergencia de piezas asociadas a un estilo que permiten ser escuchada-bailadas o viceversa, y que acoge creaciones disímiles, desde lo más lírico a lo más gozoso, sin deslindarse de los más raigales códigos texto-musicales distintivos en la canción trovadoresca cubana. Audis Vargas invitaba en algún momento de la presentación al ¨meneo inteligente¨ en clara referencia a la dualidad comentada.
¡Se destapó La Guasotrovancia!
Lo que sería la reseña a un concierto, se trasmutó en diálogo vía virtual con sus integrantes para dar lugar además de mis percepciones, al testimonio de los guasotroveros. Azucena, Yoyi y Pedrito obraron de voceros a través de un chat del que los cuatro integrantes estuvieron pendientes. Mientras se armaba el diálogo por partes, Audis y yo hemos ido tejiendo hilos hacia el futuro cercano. Aquí vamos a voces, coros, guitarras, percusión y todas las músicas que a la vez sean descubiertas por el lector.
-¿Cuándo y dónde surge La Guasotrovancia? ¿Ustedes remontan los orígenes al contexto guantanamero y los pasos iniciales de cada uno?
Yoyi. Formo parte de la Guasotrovancia desde sus inicios, todo comenzó con Barra Abierta, un proyecto de jóvenes que iniciaban en la AHS de Guantánamo, una banda que vistió las canciones que componíamos y tocábamos, claro, estábamos en crecimiento. Las jornadas de La Canción Política fueron un espacio para lograr que nos desarrolláramos como movimiento, en la edición 40 hicimos el tema del aniversario titulado Guasotrovero; hay un video colgado en Youtube que muestra los rostros de Barra abierta.
En ese momento ya se reconocía a La Guasotrovancia, fue como destapar el pomo, jóvenes haciendo música cubana, la trova mezclada con ritmos de nuestra región. Considero que desde antes éramos guasotroveros porque en los eventos de la AHS que se hacían en el país participábamos Audis Vargas, Pedro Antonio Sánchez, Annalie López Caballero y un servidor, como somos de Guantánamo, conocido como El Guaso por el río, las otras provincias nos identifican como guasotroveros.
-Azucena. En mi caso, comencé haciendo coros en Barra Abierta, por ahí fue donde conocí a Yoyi, a Pedro y Audis, quien me dio entrada en la agrupación. Tiempo más tarde inicio mi proyecto independiente, sin embargo, el que no estuviera ya en la nómina no quiere decir que no trabajara con ellos. Barra Abierta nos daba un espacio como trovadores de la Asociación, aun no existía como definición La Guasotrovancia pero recuerdo que las primeras canciones que yo hacía en serio, corresponden a ese momento y ya nosotros nos reuníamos. O sea, que inconscientemente no era un proyecto como tal pero teníamos la oportunidad de hacerle coros a Barra Abierta, por ejemplo Yoyi, Pedro y yo le hacíamos coro a Audis, y después él a nosotros, y así sucesivamente. También coreábamos los temas de la agrupación, que tenía montadas canciones de Audis. La Guasotrovancia fue un proyecto que nació de ahí sin darnos cuenta.
Hubo un tiempo más tarde, en Santa Clara, recuerdo que presentamos unos pitching del proyecto y a partir de ahí tomó fuerza el reconocer en sí La Guasotrovancia. Pienso que los integrantes iniciales y actuales somos nosotros cuatro, los de nuestra generación. La Guasotrovancia, se acuñó como tal en Santa Clara con la presentación mencionada. Pedro y yo nos conocemos hace mucho tiempo, guantanameros los dos, aunque él se fue para Santiago a estudiar, fue el primero que salió de Guantánamo a otra provincia, lo veíamos poco pero a veces me aparecía con Barra Abierta en la Universidad de Oriente.
Pedrito. Cuando se decidió nombrarle como Guasotrovancia, ya en ese momento yo no vivía en Guantánamo, me había ido a estudiar a Santiago. De hecho no estuve en la grabación de la canción fundacional ni en el video de Guasotrovero, que no era en lo absoluto la primera canción pero sí la que promovía un concierto importante como parte de la 40 edición de La Canción Política. De todos modos creo que La Guasotrovancia no surge ahí, la génesis estuvo en el momento en que nosotros nos unimos y empezamos a tocar juntos. Recuerdo que Yoyi y yo nos conocíamos porque estudiamos juntos en la primaria y en la secundaria. Los dos estábamos aprendiendo a tocar guitarra y luego fuimos al pre, Yoyi estudió en un politécnico de electricidad, y empezó a hacer canciones; en mi caso entré a la Vocacional. Esa inquietud de componer todavía no la tenía y empezó porque él me animó.
Ahí empecé a escribir las primeras canciones, luego coincidimos con Yuri García que era un trovador contemporáneo con Audis, y le preguntamos cómo era aquello de ser trovador, nos remitió al reparto Caribe con alguien que resultó ser el propio Audis Vargas, y fuimos hasta su casa. Le hicimos la misma pregunta, qué hacía falta para ser trovador. Teníamos una onda muy inocente. Audis nos preguntó si teníamos temas propios, y le cantamos los nuestros, tres o cuatro, seguramente malos (risas). Cuando escuchó dijo: bueno, ya ustedes son trovadores. Fue una especie de ¨Yo, Audis Vargas, los nombro trovadores y tal¨ y salimos de allí con una alegría e ímpetu tremendos.
Luego comenzamos a asistir a la AHS a las peñas de trova, y movidos por el ambiente nos aprendíamos las canciones uno del otro, nos hacíamos coros en ocasiones. Audis tuvo un dúo que se llamaba Ébano, con Aliosky Ramírez Kindelán, cantautor de Guantánamo que actualmente reside en La Habana. Más tarde nació el proyecto llamado Barra Abierta que ya te han comentado Annalie y Yoyi. Al principio funcionaba con un concepto de complemento, porque no teníamos guitarrista ni bajista o percusionista sino que rotábamos en los temas de cada uno para acompañarnos, después empiezan a entrar músicos, que tomaron esa función. Hasho, Hasiel Mesa Peregrín era el rapero, especie de director no musical, porque en materia de arreglos casi siempre Alioski y yo hacíamos los intentos, pero Hasho era como especie de teólogo de la parte conceptual, esa era su dirección.
Audis y Hasho eran los mayores. El segundo había estudiado informática en la universidad de Moa, y venía con toda una cultura general muy rica. Con todo eso surgió Barra Abierta. En un primer momento a nivel de cantautor, Audis era la figura referente, luego cuando partió a La Habana, Barra Abierta siguió acompañándonos a todos indistintamente.
Después es cuando voy para Santiago, ciudad que cambió mi vida, entre la universidad y conocer a Reinier, Ruslán y a Noelito, que en mi opinión, tanto como Audis, Annalie y Yoyi, son las influencias más importantes que tiene mi música. En Santiago creamos la Chagotrovansia que ahora mismo no recuerdo si fue antes o después que la Guaso, porque la primera fue un nombre que se le ocurrió a la poeta Anisley Díaz Boloy. Empezamos a hacer conciertos en Santiago y yo iba menos a Guantánamo, me reunía con los muchachos pero no estaba tan activo dentro de la Guasotrovancia como sí estuve con parte santiaguera.
Ya digo, la proyección estaba desde muchos antes, cantautores que se acompañan entre ellos, con conceptos de música popular bailable, de música tradicional. Los que iniciamos a cantar y hacer esa música juntos fuimos Audis, Annalie, Alioski, Hacho y yo, digamos que como cantautores. De instrumentista estaba Randi Jorge Malet, tuvimos a un baterista llamado Adrián, Luis Ernesto, Robert, y algún otro que haya pasado.
-¿Dónde residen los elementos musicales y extramusicales que dotan de autenticidad a La Guasotrovancia?
Azucena. La Guasotrovancia se nutre de nosotros mismos. En mi caso por ejemplo tengo la influencia de mis padres, me remonto a mi niñez en que mi papá escuchaba en casa desde tango con canciones de Gardel y Le Pera, Roberto Carlos hasta Sabina, Serrat, que en la radio ponían a Ana Gabriel, Juan Gabriel, Braulio. Luego más tarde, en el grupo Barra Abierta empecé a conocer la trova. Había escuchado mucho a Drexler, a Serrat no tanto, también Pablo es una de mis influencias, a mi papá, ¡que tiene unas canciones! y el impulso que me ha dado en la música ha sido casi todo, mi madre también pero más él.
Al conocer a estos trovadores, algo nuevo para mí, comencé a armarme de valor para tocar aún más la guitarra; me leía un libro y hacía canciones sin ni siquiera haberle escuchado la música. Tenía los referentes que te mencioné pero del entorno nacional no conocía a más nadie, entonces a partir de los eventos fui viendo a otros trovadores y relacionándome. Empecé a escuchar otras músicas pero siempre me ha interesado parecerme a mí misma, aunque siempre existirán influencias nunca intenté parecerme a nadie. Pienso que de donde soy, cuando uno es arraigado es celoso con esa cuestión, por ejemplo, siempre me llamó la atención el changüí, mucho la rumba, que no es oriunda de Guantánamo pero me interesaba todo lo que tuviera que ver con clave e instrumentos de percusión como el cajón, las cosas que tuvieran bomba, siempre me sentí atraída y si no escuchaba eso en un tema, y Yoyi lo puede decir, sentía que no podía tocar (risas). Eso ya no me sucede pero fue así. En cuanto a mi influencia, pienso que en la clave, está la clave de todo.
Al nosotros mezclarnos se dio un engranaje perfecto pues somos amigos, socios, cada uno se sabe las canciones de los otros. Las influencias foráneas siempre han estado, a mí me gusta el blues, el funky, el soul, el rap, trova, reggae, el raggamuffin, el bossa nova, siempre hemos estado abiertos, y me tomo la atribución de hablar por todos, y a la vez el changüí, nengón, la conga, todos esos géneros siempre tendrán influencias en nosotros de alguna manera, no quiere decir que mañana no hagamos otros.
Pedrito. Voy a dar mi criterio sin la pretensión de intrusismo y pasar por musicólogo, creo que hay un sonido digamos de iniciación que tiene que ver con diversas fuentes como Habana Abierta, José Oliva, también con una zona de música pop que estaba en boga cuando éramos adolescentes; todo eso junto a Silvio, Pablo, y un poco de rap que se ponía mucho en la AHS en esos años, pero sobre todo hay mucho referente de la música de Kelvis, Vanito, Josué Oliva, Vivanco.
Luego cada uno tomó caminos distintos. Yoyi y Audis se fueron a México, primero Audis estuvo en La Habana; en mi caso como se ha mencionado me moví a Santiago, Annalie se quedó un tiempo en Guantánamo y después pasó un tiempo en México, regresó y se ubicó en La Habana; y un grupo de influencias inesperadas llegaron a nuestras vidas.
También hay mucho de la gente de nuestra generación, creo que en muchos sentidos le debemos a otros cantautores contemporáneos, hablo de Ramón David, de Frank Martínez, Reinier Fernández, Ruslán Fernández, Jorge Noel Batista, Manuel Leandro Sánchez, Charly Aliaga de Bayamo, del Gato, Enrique Téllez, Daulin Aldana, hablo de Amauris Gonzáles Muro, Santa Massiel, Yuris Giralt, Pedrito Velis, Carlitos Abreu. Todo ese sonido de gente de nuestra generación era muy cercano para cada uno y siempre que alguien te enseñaba una nueva canción te llenabas de eso, era muy común en esa época que nos veíamos en todos los festivales.
Había un grupo de voces que en aquel momento tal vez no lo entendíamos, pero estábamos haciendo algo distinto a lo anterior, a La Trovuntivitis, Habana Abierta, Interactivo, todo lo que fue con aciertos y desaciertos, y que ha dado por resultado lo que somos. Nos define el hacer música con una propuesta textual que reflexione o que divierta, que vaya a extremos sentimentales, pero con una base rítmica, sin la grandilocuencia de la canción trovadoresca. También hay elementos de la timba, de la música popular bailable, de la música urbana, de toda esa proyección de guarachar que ya estaba en todo lo que nos influenció, en el son, en el changüí, kiribá, en la conga, la rumba, lo africano con todo lo que se mezcló está ahí.
-¿Se propusieron mantener alguna premisa o conceptos estéticos en particular?
Yoyi. Yo creo que la máxima ha sido apoyarnos para engrandecer nuestro trabajo en el escenario, no era una ruleta musical, desde los comienzos cada uno aportaba algo al juego de vivir y disfrutar las canciones que hacíamos, coros, tocábamos la percusión y nos acompañábamos las canciones desde el alma, algo que era también importante, las hacíamos nuestras.
Somos diferentes dentro de la actuación, cada uno tiene una manera, forma de proyectarse y también diversas maneras de componer. Cuando coincidimos, la conducción musical es decisión de todos y eso nos hace crear una atmósfera bien rica y diversa tanto en las presentaciones individuales y como grupo.
Pedrito. Respecto a las premisas, yo creo que éramos muy inocentes, teníamos claros algunos detalles, como por ejemplo nosotros no queríamos tocar guitarra sentados, queríamos estar de pie, nos parecía que eso era importante, y eso tiene que ver con la proyección de otros géneros como el rock and roll, y el performance de la misma timba. Ahora me parece que era una idea inocente respecto a todo lo que significaba, queríamos ser profundamente originales, cosa normal en todos los artistas, teníamos la pretensión de hacer canciones que cambiaran a la gente, al mundo, era una época en la que no nos preocupaba grabar, no teníamos afán de trascendencia ninguno, no teníamos grandes pretensiones. Eso vino después.
Azucena. En cuanto a la estética de La Guasotrovancia surge a partir del sello que cada cual tiene, ninguno de los cuatro nos parecemos, y eso es lo que me parece genial, pues tenemos una estética diferente y por ahí va. Nada es planificado del todo, como ves estamos geográficamente distantes pero mantenemos un grupo por whatsapp muy fluido, si Pedro hace un guaguancó lo acompañamos como te mencioné, o si Yoyi toca un changüí o Audis un bembé, si yo vengo y toco una balada, una rumba, un funky. Nosotros estamos abiertos a los géneros, hacemos más del oriente del país pero también nos paseamos por toda Cuba en cuanto a musicalidad. En el caso de Audis, tiene una influencia del funky muy abierta y eso nos cuadra. Cada uno de nosotros nos diferenciamos y a la par funciona nuestra confluencia porque nos gusta y admiramos lo que hace el otro.
-¿Quiénes fueron los iniciadores?
Yoyi. Los iniciadores creo que no se contabilizan porque éramos parte de un compendio de artistas que estábamos en una ciudad como Guantánamo. Cada uno continuó su camino musical y solo nos fortalecimos los que teníamos la convicción de estar comprometidos con nuestra canción.
-Cuéntenme de la distribución de roles y liderazgos entre los miembros actuales.
Pedrito. Los miembros actuales somos Audis, Annalie, Yoyi y yo, creo que por una cuestión de afectividad, de respeto por la música que hace la otra persona, porque sí; creo que no hemos sacado a nadie del proyecto, fíjate que yo no estuve al principio y me incluyeron de forma natural. Después en el grupo por whatsapp empezamos a soñar, crear y armar ideas, que se han ido materializando en la medida de lo posible.
Líder como tal no tenemos, Audis dice algo que me parece muy importante, y es que cada miembro de la Guasotrovancia tiene sus poderes, sus dones, y sabemos cada cuál cuales son y en función de eso, dejamos que la persona más eficiente en determinada actividad lidere en ese momento. Ya sea en gestiones o en escribir proyectos, o realizar arreglos, o en mantenernos unidos, algo que parece sencillo pero no, y debo reconocerle ese don a Annalie, que siempre escribe en el grupo y se ocupa de aglutinarnos porque la vida es complicada. No hay un líder pero cada uno tiene un liderazgo.
-Cada integrante encauza una carrera en lo individual que evidencia frutos, ¿cómo coexisten esas diversas personalidades en la música en un solo proyecto?
Azucena. Nosotros somos los líderes, los iniciadores, el todo del grupo, todo el mundo tiene la misma palabra, no hay descuerdo entre nosotros, pienso que por eso se ha prolongado el proyecto, y seguimos haciendo una obra individual y colectiva porque cada cual puede dar su criterio. Somos parte del proyecto y tenemos nuestra carrera individual, cuando nos juntamos es una fuerza mayor, porque cuatro lenguas pueden más que una, y pienso que eso fortalece al grupo y al trabajo de cada uno.
Pedrito. La coexistencia es natural, creo que en principio no teníamos claro la importancia de lo que hacíamos juntos, con una fuerza y un poder para ser efectivo para ser un hito de la canción y a la vez, para ser efectivo a nivel comercial, para ser exitoso. En los años más recientes hemos llegado a la conclusión de que tenemos una oportunidad como proyecto, algo distinto a nuestras carreras individuales, y que vale la pena intentarlo, ver qué pasa, darlo todo en ese sentido. Es sumamente concretar cosas porque estamos lejos, porque todo lo económico es complicado, no tenemos manager ni productor, ni apoyo institucional que se evidencie a nivel monetario, es difícil pero ahí vamos. Hicimos un primer concierto en el que creo firmemente que participamos los cuatro aunque Yoyi no estuviera presencialmente, y eso significa que se puede. También hay otros proyectos en camino.
Yoyi. Siento que la esencia de La Guasotrovancia es que los cuatro tenemos un trabajo individual. Eso se pone en evidencia por la idiosincrasia de cada uno, la manera en que nos hemos desarrollado en el crecimiento musical, la composición. En esas particularidades se fortalece nuestro trabajo y en la amistad. El arte nos une aunque estemos fuera de nuestro circuito, nos fortalece, y reitero la palabra porque es lo más importante para todos.
-Todos los miembros actualmente no residen en Cuba, cómo se aglutinan para el trabajo colectivo con Azucena y Pedri en La Habana, y Audis y Yoyi en México.
Azucena. Nosotros todos no vivimos en Cuba pero como ya mencioné tenemos un grupo por Whatsapp muy positivo (le da una entonación prolongada), eso es fuego a diario, nos comunicamos a diario, tan siquiera para enviarnos mínimo un stiker, reímos, intercambiar lo que estemos haciendo en cuestión musical y así nos mantenemos al tanto en lo que tratamos de coincidir cada cierto tiempo.
-¿Proyectos de Fonogramas?
Yoyi. Hemos tenido varios proyectos de fonogramas, sería bueno agrupar canciones de nuestro trabajo. Hay videos y canciones en las redes sociales que dan fe de ello. Respecto al trabajo a distancia que hacemos deseamos proyectarnos juntos en algo más grande de estudio, ya hace falta un disco de La Guasotrovancia y materiales tenemos.
Pedrito. Nosotros tenemos una idea que la venimos manejando hace tiempo que es hacer un EP, con arreglos y producción de Daulin Aldana, una canción cada uno, o sea cuatro temas. Empezamos a trabajar en la canción de Annalie, en la mía, y eso está a medio camino digamos, espero lo podamos realizar, creo que es una propuesta necesaria; y además de eso tenemos fonogramas individuales. En mi caso tengo el proyecto discográfico al oído, con arreglos y producción de Luis Barbería, ya se terminó el proceso de pos producción y estamos ultimando detalles para hacer el lanzamiento. Annalie se ganó la beca El reino de este mundo y tiene en inicios su disco, lo va a arreglar y producir Daulin Aldana, excelentísimo cantautor, multi instrumentista, arreglista y productor camagüeyano. Yoyi tiene varias grabaciones, él ha sido muy centrado en eso y siempre estamos al tanto de las cosas que va grabando. Audis se encuentra también en ese proceso ahora creo que a través de Topete.
Azucena. Nosotros hemos grabado varias canciones sueltas, por ejemplo, en Azucenas, Yoyi me hace coros; también tenemos la canción Guasotrovero que fue idea de él, ahí está la voz de Audis que ya entonces andabag por México; Pedro por Santiago y no le pudo poner voz, aparecemos los otros tres. También hubo un tiempo que grabamos unas canciones agrupadas como De Trova y Tal y quedaron en la radio de Guantánamo. Audis registró entonces una canción titulada Ciudad libélula, dedicada a Guantánamo; no recuerdo cuál hizo Yoyi; yo grabé Portal de sueños, una de las primeras cuatro canciones que hice. Ese proyecto debe estar guardado en la radio, teníamos muy jóvenes las voces pero sí existe.
Hay otras canciones, las individuales las unimos como proyecto, y también nos visibilizamos así. La Guasotrovancia no solo es lo que podamos hacer los cuatro juntos en un estudio sino también lo que hace cada uno como proyecto, como trovador, y cómo podemos brindar las canciones que hacemos. Tampoco contamos con un financiamiento para hacerlo posible.
Ah mira sí, la Guasotrovancia en algún momento tuvo otro integrante, Jorge Serpa de la Hoz, un habanero que vivió promedio de tres años en Guantánamo, fue breve su paso con nosotros, y recuerdo que estuvo en un proyecto en los estudios Areíto de la EGREM, Santiago, en el que dentro de otra pretensión podíamos grabar como la Guasotrovancia. Recuerdo que entramos a estudio con unas canciones y lo que nos entregaron fue algo de muy mala calidad. Era una beca y las personas no entregaron lo que debían, fue algo muy decepcionante.
De nosotros entrar en un estudio y grabar las canciones en conjunto sería genial lo que no hay es presupuesto. Pero tenemos la suerte como proyecto de presentar lo que tenemos cada uno. Ahora Pedro grabó su disco que todavía no ha salido; yo firmé con la EGREM recientemente, todavía no tengo mi disco pero ya firmé con una disquera. Y todos tenemos grabaciones sueltas, Audis, Yoyi, Pedro, yo también.
-Sitios de aquí y allá donde la gente pueda guasotrovar.
Pedrito. Ahora mismo sitios de presentación en el que estemos todos no es posible, Annalie y yo coincidimos en La Habana; Yoyi y Audis en México pero en estados diferentes, Yoyi en Veracruz y Audis en el DF. No hay un sitio en que nos estemos presentando los cuatro, pero estoy seguro que habrá alguno.
Como Guasotrovancia creo que solo he estado en este concierto reciente en La Canción Política. Hemos hecho presentaciones juntos pero no como esta de ahora. Hay una mezcla de La Guaso con la Chagotrovancia a nivel afectivo y hubo un concierto importante que debo mencionar, en el que estuvimos Yoyi y Yo junto a Ruslán y Reinier que lo hicimos en la Sala Dolores, se llamó La cocina mágica.
Azucena. Mi actual trabajo con Pedro claramente es producto de la Guasotrovancia, porque estamos en La Habana y surgimos de ahí. Eso parte de la amistad que tenemos y la unión previa a la misma Guasotrovancia. Claramente nosotros estamos aquí y nos toca mantener ese espacio.
De momento no estamos juntos en la proximidad física, pero a Pedro y a mí en La Habana nos pueden encontrar bastante a menudo, y eso forma parte de lo que somos como grupo. Ahora recién estuvimos reunidos en Guantánamo en La Canción Política, y pensamos muy pronto hacerlo en el DF y ver cómo fluye La Guasotrovancia fuera de Cuba. Yoyi ha estado fuera mucho tiempo; Audis entra más frecuente y nos unimos pero igual, aunque no estemos los cuatro siempre en el mismo espacio físico, siempre todos vamos a ser un pedacito de ella.
Sobran los Motivos con Santa Massiel
Para la trova no hay manuales. Esencia de la cultura musical cubana los trovadores legan la guitarra y la voz, el pensamiento en síntesis de las generaciones. Un país necesita de sus trotamundos, de esos que ensillan las ideas y unas veces con furia, otras con dulzor, entonan y desenfundan la verdad. A Santa Massiel, mujer de verso y canción ensortijados en sus cabellos la avistaba de lejos, horizonte allá de alguna pantalla, noticia su nombre, músicas en boca de otros trovadictos. Ante el hallazgo de su presencia en el programa de la más reciente edición de La Canción Política en Guantánamo, supe que dejaría de ser una experiencia ajena para hacer de ello uno de mis motivos de trovar.
Es el cuatro de agosto, nueve de la noche, centro cultural Danza Fragmentada, escenografía minimalista: una guitarra se ubica al centro del universo. El público que llega se acomoda a cielo abierto entre banquetas de madera y sorbos de café. Aunque es festival el ambiente es íntimo, todos los sentidos dialogan con la mujer que de pronto acuna las cuerdas. Y es que el discurso de Santa traza particulares sendas en el universo trovadoresco femenino. Ella arpegia una tradición a los lenguajes lírico-sonoros de sus particulares decires. Ya lo dije alguna vez en una de esas coincidencias a la distancia: las palabras de Santa Massiel son sus propias canciones ¿o viceversa? Todo el fuego en la canción que digo es aforismo que devolver/ este acto final, que devoraré.
Santa Massiel define sus esencias a partir de personalísimas interpretaciones de diversos géneros y estilos de la cancionística insular en lo fundamental, con paralelos aconteceres asidos a lo guarasonero sin que ello resulte un primer plano sonoro. La selección de su repertorio salvaguarda y actualiza una canción de trovadoresca raigal.
Los primeros acordes y convite de voz apelan a la canción y el bolero, abriendo los primeros tonos del amplio abanico por donde pasea el estilo de Santa Massiel, suerte de diálogo de afluentes que entrecruzan cantares de muchas y añejas zonas de trovasones cubanos donde lo más canónico se hibrida al lenguaje postmoderno. Los registros vocales, su impronta entre las cuerdas y trastes abanican posibilidades inagotables donde el bolero-cha, soneos, feeling asoman sin desespero aires rapeados en convivencia con reasimilaciones congueras, junto a frases músico-vocales donde la clave cubana aparece para dar paso a sonidos universales.
Massiel abraza al auditorio con inmediatez, lo alcanza sin estridencias, tan solo con la palabra que arropa el instrumento y su presencia. De vez en cuando lleva en préstamo el concierto del otro lado de la escena, el auditorio corea algún estribillo, completa alguna frase o juega rítmicamente con las melodías.
En una de esas canciones, la rapsoda dejó de ser única presencia en escena para hibridarse al tres con Alejandro Almora y Ernesto Castillo entre la caja y los bongoes. Por un lado, la base rítmica se confía en algunos temas a las cubanísimas posibilidades en la ejecución de bongoes, casi siempre en función de acompañamiento lejos de toda acrobacia sonora, elemento donde a mi juicio radica el virtuosismo de Ernesto, en el don de matizar las bases rítmicas maridándose al sentido comunicativo y los conceptos de la protagonista. Es en la caja donde el percusionista en sobria comunicación con Massiel, en determinados momentos exhibe su mayor espectáculo.
Mientras tanto, la presencia de Alejandro a manos del tres habla de una intención de validar la propuesta del formato en una de las más auténticas zonas de la musicalidad cubana, y es que el tres, de sus emporios raigales en la sonoridad de la llamada música campesina y su hegemonía en sones y trovas apegados a la tradición, demuestra su ductilidad para trascender y afianzar sus posibilidades tímbrico-armónicas ya en el acompañamiento o como instrumento solista en las más actuales formas del cancionero joven.
Los motivos del poeta signaron la presencia de Roberto Fournier, quien ya sostuviera anteriores cofradías en espacios de Santa Massiel en Ciego de Ávila. Con varios volúmenes publicados, la de Fournier es una voz necesaria entre la joven poesía cubana. Con actual residencia en Santiago de Cuba, el poeta de origen guantanamero trae consigo siempre a flor de labios algún verso punzante que uno no llega a imaginar antes de su performance.
Entre los invitados de la noche hubo especial espacio para la muy jovencita Lucía Travieso, quien honra su apellido con la traviesa inteligencia de sus primeras composiciones, las que para bien ya son razón de buenos comentarios con cierta dosis de asombro en el gremio de la canción. Lucía es una adolescente con sapiencia anticipada, sus textos contienen una madurez que preludian a una próxima grande de la trova.
Santa Massiel tuvo a bien hilar en su convite la savia de representantes de varias generaciones y geografías, lo cual señalo por los disímiles ingredientes músico-líricos en la imbricación de discursos polisémicos y en armonía a la vez con el epicentro del concierto. Desde Las Tunas con una zona intimista de la Nueva Trova, llegó Richard Gómez, quien apela a conexiones muy espirituales en su decir que musicalmente trasiega la Isla y la América del Sur. Desde el olimpo de la canción mexicana trajo su voz Andrea Dubois, cuando ella canta, la noche y la congregación a cielo abierto le reverencian.
Otro fenómeno de relativa joven aparición en nuestra escena musical del que en próximas fechas debemos dialogar se unió a los motivos de Santa, me refiero a los integrantes de la Guasotrovancia. Pedro Zapata, Annalie López (La Azucena) y Audis Vargas, guantanameros por la isla y el mundo son de esos sucesos a los que hay que prestar oídos. Cada uno de ellos tiene un trayecto notorio, un hacer en sus carreras y juntos conforman un necesario tsunami. En la noche del 4 de agosto hicieron el ventu voz y guitarra con la anfitriona en los compases finales como ilustración de las interconexiones sonoras Oriente-Centro-Occidente que hicieron de esta una ocasión para atesorar entre los motivos memorables de actual canción trovadoresca cubana.
En cierta oportunidad, kilómetros y vida on line mediante, expresé que la trovadora de origen y largo arraigo en el centro de la Isla apuesta en su oficio por echar al suelo las bisagras de cualquier cartografía con una delicadísima poética que, a ratos se desarma del instrumento a la voz que en murmullo arrolla, hoy que del brazo de su guitarra cruzamos las melodías, reitero la lluvia de sus girasoles:
Mira como riego girasoles/ mira como rifo tu querer ay ay/ mira como tocan las campanas/ para ir a dormir cuando vas a pasar/ que tanta palabra me disocia/ tanto desamor para un velero/ y yo que no doy, fío ni presto/ rezo porque un día seas ola/ ayer, ayer fuimos luz para no perder/ tal vez, tal vez, nuestro tiempo dejó de ser/ mañana atardeciendo voy bajando/ pagando la colina de tus besos/ no encuentro qué me salve de este invierno/ así que mejor lo doy por hecho/ seré, seré lo que siempre te hará nacer/ tal vez, tal vez, fuimos luz para no perder/ donde te encontré ha pasado algo/ algo que hoy espanta hasta lo cierto/ algo que intenta errar mi canto/ y no es cosa fácil de lo advierto/ mira como riego girasoles(…)
Que si vienes por aquí yo me voy pállá/ si canto para ti conga nacerá.
Vivir el arte en uno: Orlando González y el teatro (+Galería de fotos)
De seguro mi adicción al teatro le descubrió tras la máscara de algún personaje. Pero fue con mi arribo a la Vocacional de Arte en Santiago de Cuba, que vi los ojos de Orlandito. Inquieto y apasionado, así lo defino si la prisa manda. Con el tiempo observo sus pasos siempre en ajetreo al ritmo que impone la creación. Su cerebro es una avenida de doble vía que transita de la enseñanza del arte hacia Calibán Teatro, y viceversa. A sus 37 años, uno percibe que es u hombre de las tablas. Lo atestiguan no sólo las pieles asumidas en la escena; a su dirección, cada una de las puestas es un maremoto de sensaciones. Su modo de habitar la escena transforma el entorno.
Me place compartirles el tiempo y las razones de alguien que admiro.
¿Cómo llega Orlando a la actuación? ¿En qué momento decidiste este camino profesional?
Cursaba el décimo grado en la Vocacional “Antonio Maceo” cuando escuché por primera vez la sigla ISA, sin la idea de qué era. Cuando niño a la guía de mi abuelo que es locutor, tuve inclinación por el decir de poemas y otras cosas sencillas. Pero me era ajeno el mundo de la actuación y el teatro como tal. En la Vocacional me explican acerca del Instituto Superior de Arte. Con el 12 grado me presenté a las pruebas para el ingreso, muy empírico todo. Ese año se realizaron en Guantánamo y a los meses me notifican la aprobación. Fue algo inesperado, no lo planifiqué de siempre como afirma la mayoría en sus discursos, no. Aunque de pequeño la gente decía este niño va a ser artista, hice la enseñanza general hasta que acontece este suceso que nos sorprende tanto a mí como a la familia. Es mi primer acercamiento al mundo del teatro.
De tus años como estudiante del ISA, ¿qué experiencias y aprendizajes consideras que definieron tu desarrollo posterior?
El ISA es un lugar con magia al que agradezco mi paso y formación. Me transformó como ser humano y puso ante mí las herramientas para ser artista. Era algo novedoso. Llegas y te encuentras con su arquitectura, lo primero que deslumbra. Era muy bonito estar allá, sin las grandes condiciones, pero con muchos deseos de hacer. Te enamoras de ese lugar que tiene algo propio, y de tu carrera.
Los primeros años fueron duros pues muchos no teníamos nociones. Cuando entras a una escuela de arte, al menos me sucedió, piensas, “qué voy a dar aquí, qué cosa es actuar”, sobre todo cuando no vienes con una formación previa. Sorprende lo complejo de la carrera cuando comienzas a saber de Stanislavski, todas las cuestiones técnicas y los diferentes métodos de actuación. A veces estás en la escena, la clase práctica, y no se logra lo que el profesor solicita. Te percatas de lo complejo de la actuación. Los inicios fueron difíciles en el sentido de la adaptación a ese rigor.
En mi caso, el cuarto año fue decisivo en lo que me aportó en ese momento como futuro actor. En dicho curso comenzamos con un profesor que es una de las personas que más admiro como ser humano, docente y director de teatro. De Eduardo Eimil he aprendido muchísimo o eso trato. Ya él había impartido un semestre con mi grupo en segundo año, momento en que se hace el género del cuento cubano.
Puedo decir que mis mayores aprendizajes estuvieron entre cuarto y quinto año. En cuarto, hicimos obras maravillosas como Cornudo, apaleado y contento; El gallo electrónico, de Yerandys Fleites, que luego la hice en el ISA acá con mis estudiantes. Es una fiesta el trabajo con Eduardo y mucho el aprendizaje. Conoce las particularidades de cada estudiante. Este fue el curso que corroboré que sería actor. Hasta entonces pasaban los semestres y lo veía muy complejo, en ocasiones dudé de mí. De esa fecha al presente certifiqué ese amor que me hace ser una persona de teatro.
Luego la tesis tuvo la guía de Eduardo también. Fue un punto muy fuerte de mi carrera, era una obra completa de teatro psicológico, de Tennessee Williams. Me gradué con El zoológico de cristal, con el personaje de Tom Wingfield, fue una escuela este tipo de trabajo.
Egresar del ISA y de regreso a Santiago con ganas de comerte el mundo, ¿cómo fueron los inicios ya en el ámbito profesional?
Hay un nombre que siempre aflora en mi vida y es Norah Hamze. Era la directora de Calibán Teatro cuando estoy al graduarme del ISA, estaba en La Habana en un año sabático y tenía vínculos en el Instituto. Me pregunta si quiero entrar a Calibán de regreso a Santiago. Me agradó la posibilidad porque era de mi conocimiento el trabajo de la agrupación. Norah es quien propicia mi entrada a Calibán tras mi egreso.
Cuando uno se gradúa tiene muchos sueños y ansias de comerse el mundo, muchos miedos también. Piensas que pasaron cinco años y cuestionas tu capacidad. Luego te percatas de que lo que has estudiado lo incorporas a la escena o en la emisión de criterios, hay una base en la que a veces no se cree pero está.
Previo a la graduación hice intentos para quedarme en La Habana. En el ISA éramos un grupo muy unido, en los dos últimos cursos hicimos alrededor de seis obras de teatro. En algún momento surge la idea de quedarnos como proyecto dentro del Instituto, al respaldo del trabajo realizado en clase con Eduardo. Eso no fructificó, me decepciono y decido venir.
Llego a Santiago de Cuba y me uno a Calibán Teatro, la agrupación con la que todavía estoy. La acogida fue buena. Al inicio siempre hay tensiones cuando llega alguien diferente, sobre todo de un nivel que las personas consideran superior, por decirlo de alguna manera. A veces hay reservas. En ese momento eran actores que fueron dirigidos en su mayoría por Norah. Estaba Mae Pérez como directora general del grupo. Una de mis particularidades es que trato de hacer empatía con las personas y la tengo, creo vínculos y doy tranquilidad para que todos se sientan bien con mi presencia.
En ese momento Calibán está en el montaje de Jacques Hippolite y su tambor. La retoman para la ocasión con Valerio Bringas, uno de los actores grandes de esta ciudad. Llego y me toca sentarme, por supuesto. Pero hay algo más fuerte que yo y comienzo a dar todas las notas de lo que sucede en escena. A Mae le llama la atención mi manera, la forma respetuosa de dirigirme a Valerio, una personalidad. Considero que con la edad y trayectoria q tenga el actor, debe recibir notas, siempre y cuando tengan un enfoque con todo el respeto. Mi inicio en Calibán fue ese, me senté a dar notas a una obra en reposición. Creo que desde entonces se me valoró como alguien con intenciones en la dirección. En ese momento no había un director artístico en Calibán, Mae era la directora general y Norah acababa de ir a La Habana.
¿Qué obras de aquel primer periodo marcaron tu crecimiento actoral?
Mae se da a la búsqueda de un director artístico en Calibán y llega el maestro Ramiro Herrero Beatón, ya no está entre nosotros, uno de los grandes nombres del teatro santiaguero también, hombre de teatro. En esa etapa pasaba los setenta años, pero cuando creaba era un niño con certeza en todo lo que hacía. Un director que apreció la libertad de los actores para la creación colectiva. Es entonces que llegan mis primeras obras como actor. Inicio con La maestra, de Enrique Buenaventura. Ramiro la había hecho en muchos lugares, era un espectáculo raro, más bien un ejercicio actoral que un espectáculo teatral. Creo que él experimentaba con ello y así conoció al elenco de ese momento que la mayoría éramos jóvenes.
Luego aprieta la tuerca y aparece La declaración, basada en Petición de mano de Antón Chéjov. Es una obra con montaje de lo que restaba y murió del teatro de relaciones aquí. El resultado de un híbrido de lo que traje del ISA y lo que Ramiro como director acumuló de sus vivencias, era una persona que vio mucho teatro en varias partes del mundo. En La declaración hago el protagónico, Iván Vassiliyitch. Se estrena en una de las últimas ediciones del Festival de Teatro de Relaciones y gano mi primer premio de actuación con este personaje. Era una puesta muy enérgica, de intenso desgaste físico al aire libre, es complejo porque a nivel corporal te agotas, es parte del trabajo actoral y mientras más sudor, mayor el disfrute en mí. Traía algo en mi cabeza desde el ISA y es Trabaja sobre el cansancio y lo aplicaba todo el tiempo, era mucho más joven también (risas).
Ramiro tenía la idea de hacer una trilogía con Chéjov. Otra obra de las iniciales de Calibán fue La Institutriz, una pieza también del autor, que conocí en el Instituto por Eduardo. Yo hacía esta obra con una muy buena actriz, Aimé Martínez, y también nos dio un premio de actuación en otro Festival de teatro de relaciones acá en Santiago de Cuba.
¿Te sorprendió la dirección artística de la agrupación? ¿Qué pretensiones trajiste contigo a este empeño?
El propio Ramiro es quien me induce a que comience a la dirección artística. Aunque él llevaba esta línea, siempre hubo afinidad en nuestro trabajo, me escuchaba mucho. Era alguien que ofrecía muchas posibilidades, no era un director con celos profesionales y eso brinda comodidad. Él imparte un postgrado de dirección en la Universidad que culmina con el montaje de una obra o escenas de algún proyecto. Escojo Las Pericas, de Nicolás Dorr, monto el primer acto con los propios actores de Calibán, que eran jóvenes y confían en mí. Lo hago con las ideas y herramientas de entonces. Actualmente rememoro y no lo repetiría (risa). Es que uno evoluciona. Fue mi primer acercamiento a la dirección y eso lo agradezco a Ramiro muchísimo.
Pasa el tiempo y Ramiro enferma, no continúa su labor en Calibán. Se necesita alguien en la dirección artística. Mae está a punto de jubilarse. Desde un principio dejé claro que no asumiría la dirección general, porque evito un descuido de la creación. Entonces la dirección del Consejo de las artes escénica decide que Maikel Eduardo tome la dirección general del grupo y que yo me dedique a dirigir las obras.
Fue sorpresivo pero existió una preparación. Luego del trabajo para el postgrado, Las pericas se montó completa, los muchachos del grupo me lo sugirieron y fue la primera obra que dirigí. Se puso en la escena muchísimo, tuvo muy buena aceptación popular. Se trata de una farsa a partir de otros códigos fuera de lo acostumbrado. El género se asociaba al teatro de relaciones, ésta además de ser una obra de sala, generó comentarios como que en la farsa no se llora o sufre, y yo le decía a la gente que sí, se llora, sufre como una obra dramática, lo que el tratamiento es otro. Es muy complejo encontrar esa verdad cuando tienes que ser grandilocuente y además asumes un personaje con una máscara facial. Pero sí se es visceral en todo lo que se haga.
Cuando me llega la dirección tenía los montajes de Las Pericas y Cualquier lugar menos éste. La segunda, del teatro psicológico norteamericano que también se llevó a escena con Calibán. Es decir que ya contaba con un inicio en la dirección de actores y mis primeras puestas en escena.
Compártenos acerca del trabajo colectivo para la selección, construcción de las obras y puestas escénicas de la agrupación.
Creo que es imprescindible que cuando uno selecciona una obra el actor sienta motivación por lo que va a realizar. En Calibán nos reunimos en el consejo artístico del grupo y proponemos lo que queremos. Más allá, no me gusta que se quede en este espacio y opto por compartirlo con los actores, escucho sus ideas, porque quien dirige lo piensa de mil maneras, que si el actor no se identifica no haces nada.
Por lo general escojo el repertorio. Con tristeza digo que hay muy pocos actores con inquietudes para la proposición de una obra. Me encantaría que si por ejemplo quieren hacer un monólogo vengan con el texto y digan “quiero hacer esto”. Pero casi siempre los actores esperamos por el director.
Luego, cuando veo la aceptación de los actores ya sé que puede funcionar. Empezamos el trabajo de mesa, donde aparecen todas las dudas y hay que aclararlas. Es lo que te dice la visión del director, y la tuya como actor, qué le vas a poner a ese personaje. El trabajo de investigación es fundamental antes de subir a escena.
Siempre sitúo a los actores con respecto a la escena que se trabajará al día siguiente, lo mismo puede ser la primera que la última. Dejo que ellos se muevan, inicialmente con el texto en las manos. A partir de lo que surge organizo las piezas de lo que busco como director, pero les doy libertad y no me aferro a lo que ya pensé. Lo que ellos hacen inevitablemente modifica lo que preví, siempre pasa, hasta llegar a una fusión.
El actor necesita hacer verídico lo que sucede en escena y el director debe su entendimiento a que cada quien lo imagina de una forma. Ese consenso es positivo y trato de mantenerlo. Eso sí, hay aspectos que se tienen muy puntuales y no es la intención un cambio en el discurso. También hace falta la valoración de si lo que el actor propone es funcional o no.
Hay una obra que es referente en mi carrera e ilustra estos procesos, Quijotísimo. En cuestiones de la dirección me dio muchísimas herramientas en Calibán, más que las anteriores.
El montaje de Quijotísimo lo comienza Ramiro Herrero cuando regresa en uno de sus viajes a España, y me propone que haga el Sancho en esta versión del Quijote. Es el personaje que lleva la obra. Pasan dos años al intento y no funciona. En ese periodo sacamos Tragatierras, una obra que hicimos con Cristine en la Alianza Francesa; luego otra y la primera, nada. Aunque Ramiro era de la creación colectiva, los actores no estuvieron identificados. La propuesta se salía de los parámetros del grupo en el teatro dramático para adultos, porque se dirigió a los niños. Él se va a España y en algún momento me da la libertad de concluir a mi manera.
Conversé con los actores del interés que la puesta podría suscitar en los niños por lo que significa El Quijote y el acercamiento a la lectura como la novela maravillosa que es. Les propuse un montaje de cero, todo lo previo se quitó, incluso la producción de la obra. Se concibió para espacio abierto y nosotros la llevamos a sala. En los inicios no incluía luces, era una obra para carnaval. Hicimos nuestro taller, la escenografía, los vestuarios y diseños de las máscaras todo se cambió. Éramos muy jóvenes y llegamos a esos extremos que en la actualidad no me atrevo. No tengo mil años pero uno le toma respeto a esas cosas, a esa rebeldía de romperlo todo, quitarlo (risas), eso es muy de jóvenes. Y era ese el momento, siempre por una buena causa, por hacer el teatro.
Mucha gente se molestó, lo comprendo; yo digo que salvamos algo que hubo que cambiar y se hizo, entre todos, con nuestros recursos. En la idea original se usaban dos caballos de madera, me los imagino y hubiera sido muy molesto porque era la cabeza del caballo y un palo alargado como un caballito donde iban montados Sancho y el Quijote todo el tiempo en una obra que duraba una hora. Una de las cabezas de caballo se convirtió en un personaje, el Secretario le nombramos. Salía un caballo negro inmenso con el que se emocionaban los niños, era ver un esperpento. Los actores se enamoraron y la dirección artística estuvo compartida, porque fue un proceso que inició Ramiro y yo le respeté todo el tiempo. Cuando Ramiro regresó de España se encontró con otra cosa, le pareció bien y nunca hubo un sí ni un no por eso. Hice justamente lo que me dijo: “has lo que quieras” y él estuvo conforme.
La manera de trabajo de Calibán es esa, a veces con mucha diversión. Rechazo la amargura, evito la rigidez por la salud del proceso artístico. Valoro el punto donde la seriedad y la responsabilidad coexistan pero que no se vuelva amargo ni pesado. La creación tiene mucho que ver con el juego. Entonces trato que fluya el buen estado de ánimo aún en las obras más terribles, más dramáticas. Propicio que en los momentos en escena, de búsqueda y construcción colectiva los actores encuentren un buen ambiente y hasta algún chiste.
Hay obras que llevan el espíritu de uno mismo. En tu caso, ¿cuáles son esas piezas que en Calibán por una u otra razón te resultan espejo?
Aquí vuelvo a La declaración, ya hablamos de esta obra que me movió mucho y en lo profesional hizo que encontrara al actor. Hacerla me dio mucha seguridad, encontré elementos cuya presencia en mí ignoraba hasta entonces. Soy una persona tímida, los actores cuando tenemos esa característica pasamos dificultad en escena porque uno se inhibe y se revisa demasiado. De hecho en la actualidad aunque estudié cinco años como actor, prefiero la dirección. La declaración hizo que sacara muchos demonios. Logré lanzarme, ser grandilocuente sin miedo a los excesos. Apelé a varias herramientas y sentí la sorpresa del público, la expectación, esas sensaciones las tuve en cada puesta. Aunque soy tímido tengo una energía fuerte, muy alta. Me permitió hacer ese desborde energético que maravillaba a la gente. Combiné toda la preparación física que me dio el ISA, era algo muy intrépido, un personaje muy ágil. Todo en una hora y cinco minutos hasta la muerte del personaje, con una partida que en sí eran solo segundos de descanso porque revivía. Era una obra que al público le gustó mucho. Se acercaban para preguntarme de las próximas puestas y sobre mi personaje de Iván Vassiliyitch.
Incluso en un Máscara de Caoba se acercó Ariel Bouza, uno de los mejores directores que existen en el país. Después de ver La declaración me ofreció un lugar en Pálpito, sólo que mi interés ya era dar mi contribución a Santiago.
La Institutriz es una obra cuya mención vale, ahí hice la señora de la casa. Es una puesta que me permitió la improvisación, disfruto de este recurso en escena. Tengo anécdotas espectaculares de la puesta en el patio del Cabildo. Es la historia de una mujer que estafa a la sirvienta el día del cobro, y de una suma de sesenta u ochenta pesos le entrega once solamente. La gente se identifica con la historia y reacciona con intercambios y acotaciones desde las gradas al espacio de representación.
Con una de las puestas de esta obra, me divertí muchísimo tras un aprieto. Hay un momento donde la señora le exige a la institutriz que cuente el dinero. Cuando la criada lo hace llega a diez y reclama, a lo que la señora contesta “Ah bueno busca por el piso que seguro dejaste caer el último”. Alguien del público lanza un peso, cuando en realidad la idea es que no apareciera. Tengo que improvisar y la frase que llega es la famosa “Ojalá que llueva café en el campo”. Del público comienzan a llover pesos que inundaron el patio de monedas, y la señora recoge todos los pesos.
Siempre recuerdo como ya hablamos a Quijotísimo, aquí actué y realicé la dirección. Se trabajó la espectacularidad, que deslumbraba a todo el que la vio. El texto es preliminar, sin embargo la construcción de la puesta sí es buena. Se recreó la batalla de los molinos, un momento fabuloso, lo hicimos con unos vestuarios de una obra anterior, y eso lo usamos en los molinos, que llevaban como aspas en las manos, especie de banderas de saco como todo el vestuario, con aquellas capuchas y batones inmensos encaramados en unos coturnos. La batalla desde la coreografía junto al diseño de luces cobraba misterio, era mágico. Es una de las obras que todavía nos piden reponer. Y a pesar del tanto tiempo transcurrido todavía valoro traerla a escena nuevamente.
Y está Agnus… por supuesto.
En tiempos recientes, la puesta de Agnus Dei resultó de buena acogida por el público en cada una de sus puestas. ¿Qué se llevó de ti y qué dejó cada uno de estos momentos?
Yo conozco a Agnus, que luego transformamos el nombre como Agnus Dei, por el significado de Cordero de Dios. Con esta pieza se gradúa la mitad de mi grupo en el ISA. Yo lo hago con Zoológico de cristal junto a tres estudiantes más, y el resto, que eran mujeres, se gradúan con Agnus. Eduardo Eimil era el director de nosotros y quien montaba la tesis
La obra tiene mucho de Eduardo, cuando pienso Agnus, pienso en su calidad como profesional. En aquel entonces y sin saber que iba a dirigir después, tuve la intención de hacerla algún día. Supongo que lo visualicé como director porque todos los personajes son femeninos, y el planteamiento no soporta que un actor interprete alguno de éstos.
Eduardo concibió un espectáculo para la tesis, con vestuarios espectaculares, escenas que recreaban la navidad, las imágenes que uso toman como partida aquellas. Era una puesta de sala y no intimista como la asumí. Se cantó, porque mi grupo en el ISA tenía el don de la musicalidad y él aprovechaba eso. Todas las actrices cantaban. Era casi un musical, que conservó el dramatismo propio del argumento.
Hace casi dos años con las clases que imparto en el ISA al tercer curso, periodo en que tratamos el teatro psicológico, selecciono escenas de Las Brujas de Salem, y doy con Agnus de nuevo. Monto alrededor de tres escenas para los estudiantes. Y en este proceso me sentí listo para su realización. Agradezco el tiempo que transcurrió para desprejuiciarme de lo que formé parte y conocía de memoria. En el ISA me quedo fascinado con el trabajo de Karina Alcina como la psiquiatra; la vi en el personaje y le hablé de la posibilidad del montaje con Calibán.
El espacio del ISA donde se realizó es un aula pequeña, siempre se hizo frontal, pero a partir de esa visualización me decido por la modalidad de teatro arena con la agrupación. Quise que el público tuviera la oportunidad del roce con el actor al momento de su desgarramiento, lágrimas, sonrisas, inocencia. Me enamoré de esa manera de plantear Agnus y me dio la oportunidad de desprenderme del espectáculo del que fui testigo. De desprenderme de eso, no de las enseñanzas de Eduardo. Tenemos muy buena comunicación, cualquier duda se la consulto y escucho sus criterios. Su opinión para mí es sagrada. Los aspectos que guardan similitud o que encuentran su génesis en ese espectáculo del ISA se las consulté, aunque el tratamiento no tiene que ver, es diferente. Los personajes guardan distancia con los que se plantearon con anterioridad.
Es una obra que ofrece inmensas posibilidades al actor. Aposté por una puesta muy minimalista, cuya responsabilidad recayera en la actuación. Hay acciones en que se fuma un cigarro, sirven un té, anotan en una libreta, lo demás es el actor con el otro, en un intercambio de emociones que sustentan esa historia terrible a la gente que tiene alrededor.
Nos ha dado regocijo porque Santiago de Cuba no tiene costumbre de tener puestas de este tipo. Nosotros somos más pintorescos, y no está mal, me parece fabuloso, pero se necesita variedad.
Me dio un poco de temor al principio. Me pregunté si funcionaría en el público, su aceptación. Y sí, también detrás de la historia hay un género policiaco que a la gente le atrapa porque todos quieren saber qué sucedió ahí. Es una historia plena de información, densa, que no aburrida. Ponemos ante el espectador un drama fuerte que lo mantiene en tensión. Esa misma curiosidad, ese policiaco, el personaje de la doctora Livingstone, una psiquiatra que a la vez hace de detective, amarra a la gente. Con el tema de la mujer y la maternidad además, se identifica la mayoría.
En otras ocasiones las personas me indagan acerca de la temática religiosa en la obra. Desde mi concepción el espacio de la religión es un pretexto. La razón principal no es la delación de cosas que sucedieron en la iglesia católica aunque sí lo digan. La intención no es juzgar a la religión o a la ciencia. La esencia es la provocación del pensamiento y veas que tus razones no son absolutas, que hay una mirada del otro lado. La psiquiatra no justifica que Agnes haya tenido un hijo que no fuera de un hombre; y la monja sí, porque ve en ella a una criatura suprema, celestial. Esa batalla entre ellas es como desmembrar a un ser en dos partes, que es lo que consiguen al final. Agnes es quien paga una disputa entre ciencia y religión. Es una historia que a la larga hurga en el asesinato de un bebé, conmueve y desgarra.
Estoy muy feliz con el trabajo que se ha hecho. Próximamente nos proponemos su reposición porque está fuera de cartelera un tiempo. Claudia Valdés asume el personaje protagónico y es una obra que pretendemos mantener.
Comedia a la antigua te da la oportunidad de realizar la dirección artística a la entrega de los maestros de A Dos Manos. ¿Cómo se entrecruzan juventud y experiencia en la escena?
Tener a Nancy Campos y a Dagoberto Gaínza en escena es un lujo para cualquiera. Todo el proyecto comienza en las captaciones del ISA con otro de los nombres importantes en mi vida profesional, Corina Mestre. Ellos le piden que les sugiera una obra, algo que para mí es muy valioso. Son dos actores mayores, Dagoberto tiene ochenta años y Nancy setenta, y a esa edad las ganas de permanencia sobre las tablas lleva un reconocimiento infinito. También me identifico con esas edades, emocionalmente me trasmiten mucho, lo relaciono con mi abuela que ya no la tengo. Una persona adulta es sagrada.
Corina les remite a Comedia a la antigua, que se hizo hace mucho tiempo en Teatro Estudio. Me sitúa en la pieza pues no la conocía. Corina pregunta quién se las va a montar y ellos contestan que Orlandito. Ahí sí quedo en un “¿cómo que yo?”, mira la cantidad de trabajo que tengo, era como un ¡ay dios mío! ¡Pero lo agradezco tanto de verdad! Por ahí empieza esta historia.
Hicimos las captaciones, a los cinco días ya tenía la obra en mi poder. Corina asume la asesoría de todo el proceso, del diseñador, trabajo con Nelson Acevedo, profesor en la escuela de Camagüey, investigador, una persona de teatro con muchos conocimientos. Él me asesora toda la parte dramatúrgica. Viajaba una semana al mes mientras se hizo el trabajo de mesa y arreglo de texto porque es una obra muy extensa que se sintetizó. A las historias se les hizo cambios o más bien se excluyen partes en las tramas de cada personaje, no se desarrollan todos los conflictos que tiene cada uno. Es una pieza muy extensa que duraría al menos más de tres horas.
El trabajo con Nancy y Dagoberto es una escuela, es ver a dos actores con unas condiciones inmensas, con un respeto a la profesión que emociona y cada alumno debería conocer. En ellos hay respeto al escenario, la profesión.
Al inicio entré con nervios, qué te voy a decir. Me pregunté cómo hacerlo, cómo les digo las notas. Sencillamente hice lo que siempre, conversaciones, ensayos, dirigí como si fuera a los actores más jóvenes del mundo, con respeto y buen trato como lo hago de forma habitual. Así funcionamos. Para mí ha sido una gran escuela la experiencia con ambos, hay elementos que incorporas. Tienen recursos que uno se asombra la manera que hallan para resolver distintas situaciones. Son muy profesionales, les tengo mucho respeto y estoy más que agradecido.
Ellos quieren montar algo más conmigo, estamos en ese proceso con El último cartucho, de autor francés. La encontré en internet, también es para dos personajes. Me comuniqué con el señor y dio su aprobación. Estamos inmersos en ese proyecto, es lo más grande ver a personas de esa edad en escena. Es por lo que apuesto siempre, porque la gente ame por sobre todo el teatro. Es nuestro refugio, eso me dejó la escuela, Eduardo, Ramiro y Corina cada vez que coincido con ella. Ese amor sin medidas por lo que hago, el teatro, y ese respeto que es permanencia.
Estás ante la reposición de Pasaporte, me gustaría que hablemos de esta pieza.
Pasaporte es una obra de Yunior García, la conocí por Víctor Garcés, uno de mis alumnos en el ISA, ahora está en la Habana con Celdrán. Leo el texto y me encantó.
En ese momento estábamos en Calibán en algún proceso de montaje. Nosotros tuvimos mucho vínculo un tiempo atrás con la Alianza Francesa. Con Cristine, la directora entonces, Maikel y yo montamos Tragatierras, obra con la que fuimos en el 2011 al Salvador. Ella montó otras cosas en Calibán con Dalia. Trabajamos con Cristine y Maurice, entonces su esposo. Maurice viaja a Cuba con la intención de continuar el montaje de vez en cuando de alguna que otra obra. Monta La Tabla de salvación, se va a Francia y ese tiempo coincide con mi lectura de Pasaporte.
Le hago llegar el texto, a él le fascinó y viene a Cuba con la idea de su preparación. De hecho es una puesta de Maurice. Para esta ocasión actual, y las funciones que se posponen por el rebrote, no he tocado la puesta. Sí trabajo con los que se incorporan al elenco, o sea, en este caso realizo la dirección de actores. Se trata de jóvenes egresados de la Academia que ya es hora de verlos en escena. La obra no tendrá cambios en su montaje y el actor la asume como muchos de ellos la han visto. Trato de trabajar con ellos desde su punto de vista, porque la concepción de montaje está pero el personaje lo crea el actor. Las particularidades las encuentran ellos.
Teníamos funciones los pasados fines de semana. Son actores jóvenes con muchas ganas. Fueron los de la iniciativa por estrenarse, algunos todavía me dicen profe. Yo con todo el placer me bajo, y cedo mi personaje a alguien. Me parece que es una manera de enseñanza y que los jóvenes se motiven. Los personajes no son de uno, están escritos. No se puede vivir con temor, mucho menos con alguien que fue estudiante tuyo. Se trata de dar oportunidad a que se haga con dignidad y que el actor crezca.
Pasaporte tiene esa cualidad, de que las nuevas generaciones pasen por ella, es una obra escuela. Vamos a llamarle así, es un pasaporte a Calibán. Me alegra que no sea una puesta mía porque así ellos experimentan otra manera. Quiero que cuando comiencen las funciones se mantenga un buen tiempo en cartelera, para que puedan foguearse en eso.
Tu construcción profesional se alimenta con el ejercicio de la docencia en la Escuela Vocacional de Arte José Ma. Heredia, en la actualidad eres el responsable en el departamento de actuación. ¿Cómo se complementan el actor, director de escena y el docente?
Mira, la escuela es una escuela para todo el mundo. Siempre aprendes en este escenario. Me gradué y empecé en Calibán en el 2006 y en el 2007 comencé a impartir clases, sin la idea de nada. Cuando tomé un programa en mis manos fue algo inquietante. Sin embargo vi mucho de lo que cursé en el ISA. Nunca pretendo saberlo todo, siempre escucho. Esto no es un grupo de teatro, aunque cuesta entenderlo, no lo es. Es un lugar para brindar herramientas y formación, con todo lo que aborda la palabra, en una persona, actor, adolescente.
En la medida que impartí la docencia, me posibilitó que en mis primeros años en Calibán experimentara una mayor seguridad. En el aula en el intercambio con los alumnos, los señalamientos, sugerencias, incorporé como actor otras herramientas. El ejercicio de la docencia y el de dirección te sistematizan un proceso. Diriges al estudiante pues, aunque sea un proceso de formación es directivo. Antes de la enseñanza estás en tu burbuja y luego, la burbuja se rompe. La docencia es fundamental, al menos para mí.
Soy alguien que crea mucho sentido de pertenencia, llego a un lugar y ahí me mantengo. Hablo del 2006 y todavía continúo en Calibán; digo el 2007, y permanezco en la escuela. Son dos lugares por los que siento, protejo y cuido mucho.
Defiendo la cohesión y prestigio del departamento, la tenencia de un claustro lo mejor posible es clave en eso. Busco que persistan las buenas energías pues trabajamos entre artistas. Ahora tengo la responsabilidad principal, algo que confieso no deseaba, justo por razones como que el curso pasado no impartí docencia porque la carga era mucha y debía dedicarme a una u otra cosa. Sin embargo en el presente ya no resistí y estoy directamente con la docencia y el departamento. Es mi razón de ser.
Por ejemplo me encanta montar en tercer año el verso, y me adueño porque lo disfruto. Persisto en que los estudiantes se identifiquen con esta expresión tan compleja. Hablamos del siglo de oro español, algo que no tienen cercano, no hay teatro en verso, en la actualidad no se hace. Muy difícil que quizás en La Habana se monte una obra, pero aquí no. Es mucha la distancia e intento que se enamoren de eso. Veo la parte mágica, un importante ejercicio para el futuro actor. Quien pueda decir un verso de forma correcta, puede asumir un texto en prosa con acierto por el resto de su vida.
Tengo a la Vocacional de Arte al mismo nivel que el grupo de teatro, no los puedo separar. Es un lugar con mucha responsabilidad porque formas a tus colegas, a los actores, a diferentes generaciones. Un actor, un artista tiene una responsabilidad social muy fuerte. Tiene el encargo de la movilización del pensamiento, o simplemente de divertimento. Es la responsabilidad que trasciende tu persona o cualquier grandeza, es tu función social. Eso no se debe olvidar y es de las ideas que trato de inculcarles a los muchachos. Es difícil, sobre todo en nuestro medio, porque la gente quiere reconocimiento. Trabajo con una frase de Stanislavski que es en apariencias sencilla, Vivir el arte en uno, y no a uno en el arte. Es lo que defiendo dentro del mundo del teatro, ya sea en la escuela como en el grupo profesional. Tal vez por eso he tenido empatía con muchas personas.
Creo que ahí está la clave de lo que hago, como en los casos de Nancy y Dagoberto, dos personas inmensas, personalidades del teatro cubano; que confiaran en mí para dirigirlos, es grande.
Esa frase nadie la usa por simple, ¡pero dice tanto!, Vivir el arte en uno, y no a uno en el arte. Eso me define como persona.
Susuki-Camaquito: ¡semilla, tiempo y estímulo! (+Fotos)
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«La enseñanza de música no es mi propósito principal. Deseo formar a buenos ciudadanos, seres humanos nobles. Si un niño oye buena música desde el día de su nacimiento, y aprende a tocarla él mismo, desarrolla su sensibilidad, y disciplina y paciencia. Adquiere un corazón hermoso». Shinichi Suzuki
Lo admito, el proyecto Suzuki-Camaquito para la enseñanza del violín en Santiago de Cuba me resulta muy cercano. Son dos las principales razones por las que me siento parte. Adriana Mercedes, mi hija, otra vez fue guía para el hallazgo. Ya escuchaba noticias sobre el taller a cargo de docentes de la enseñanza artística musical, atriles además de la Orquesta Sinfónica de Oriente y colegas en la Sala Dolores. Y fue con la petición de Adriana por aprender el instrumento que me avecé en este universo. La segunda causa, como con otros aconteceres sonoros, proviene de la participación de la Sala de Conciertos en la labor que protagonizan músicos y pedagogos de la ciudad.
Por esos vínculos familiares y de profesión e informaciones previas, entiendo que el fin del método Suzuki trasciende la intención de que los alumnos lleguen al ejercicio profesional de la música. Su enseñanza se entiende como un concepto de vida más amplio.
Tras el término de una primera etapa con la graduación del Violín de Cartón, y el paso al violín de madera, me vale motivo para esta conversación con la pedagoga y violinista Jana Marieta Perdigón Milá, coordinadora del proyecto.
¿Qué es el Método Suzuki como filosofía para la enseñanza-aprendizaje de la música?
El método Suzuki es novedoso, revolucionario por así decirlo. Entrado el siglo XX el violinista y pedagogo Shinichi Suzuki lo crea para su aplicación en la temprana edad, con la premisa de que el talento no es innato, sino que se desarrolla. Esa idea rompe con la concepción de lo que es la enseñanza tradicional. Siempre se ha dicho que el individuo nace para la música o no, y que quien no posea un oído de Mozart no tiene oportunidad. Tal criterio es una interpretación fatalista.
El musicólogo Alberto Alén, quien además estudió psicología, bajo el rubro “Diagnosticando la musicalidad”, critica el proceso de las pruebas de captación. Plantea que éstas diagnostican lo que el niño desde que nace hasta que llega a esa etapa ha aprendido en su ambiente, y que no garantizan que se desarrolle o no en la música. Ese libro ganó premio Casa de las Américas en 1968 aunque su publicación acontece después. Tiene relación con la filosofía Suzuki aún sin conocerla. En ese pensamiento se basa el método, su idea es que el talento no es una predisposición genética sino que responde a incentivos. Cada pequeño aprende a su ritmo, unos más rápido que otros pero todos logran conocimientos y habilidades a través de esta enseñanza.
La máxima de nuestro método es que todos los niños pueden alcanzar objetivos en la música, lo cual incluye a aquellos con diagnósticos como el autismo, síndrome de Down y otros. Sigo en Facebook a una profesora Suzuki italiana que trabaja con estos infantes.
Suzuki llamó a su método el enfoque de la lengua materna. Hace una analogía entre el proceso de aprendizaje de la lengua y la música. La primera se aprende en un contexto, en un ambiente donde es todo lo que el individuo escucha. Quien está pendiente a la palabra, su pronunciación es la familia. Él hace una traslación de estas nociones a la iniciación musical. A niños muy pequeños se les ponía la música que luego iban a tocar. Esa música se les quedaba en su oído interior y luego eran capaces de replicarla no solo con el sonido sino con la afinación.
Al final el propósito de Suzuki es la educación a través de la música, hacer de los niños personas sensibles. Él sostuvo la afirmación que si cada persona del mundo tocara un instrumento se acabara la guerra. El método tiene muchos beneficios, un menor que desde temprano aprende una disciplina, desde una constancia y sistematicidad, valora el logro desde el esfuerzo. La filosofía se sustenta en el trabajo constante con esencias del pensamiento oriental y la aplicación de un proverbio japonés como Tarde o temprano, la disciplina superará al talento.
Luego de la II Guerra Mundial Suzuki amplía el método al piano, el chelo. En la actualidad se adecua a la flauta, guitarra, trompeta, contrabajo y otros instrumentos.
¿Cómo llega esta metodología a Santiago de Cuba?
Conocimos el método a través de la profesora y chelista Yaqueline Jardines. Nos llegaban audiovisuales de niños asiáticos muy pequeños tocando de manera asombrosa, y la distinción de la palabra Suzuki pero no la información de qué se trataba. Pensamos que era una cuestión de niños prodigios, algo innato.
Jardines tiene la oportunidad de ir a Francia a cursar estudios en un importante Instituto Suzuki. Ella regresa y se encuentra con profesores en Santiago de Cuba, comienza el empleo de los arreglos orquestales del repertorio Suzuki con niños de la Vocacional de Arte. Ese fue el acercamiento dentro de una orquesta infantil en el referido centro, que siempre estuvo a cargo del profesor Ignacio Mora Clavel. En cada ocasión que Jaqueline venía a Cuba se realizaron estos conciertos.
Más tarde llega un amigo suizo, contrabajista, que pertenece a la ONG Camaquito. Nos habla de una profesora suiza Suzuki que viene a Camagüey a impartir unos talleres y por supuesto nos interesamos. Cuando llega a Santiago recibimos por dicha profesora el primer curso de filosofía Suzuki e introducción al Libro I del método, nos enamoramos. Nos introdujo entre otras cuestiones en la noción acerca de las clases individuales y grupales para la socialización de los infantes, la importancia de que aprendan desde los valores. Ese fue el impulso de lo que existe hoy en Santiago de Cuba, ese movimiento que está en nacimiento. Primero a partir de Jaqueline y luego esta profesora que impartió un primer curso en el 2017 y otro en 2019.
A nuestra disposición para iniciar como profesoras Suzuki, recibimos el apoyo de la ONG Camaquito para asistir a un festival en Lima, Perú que acontece cada enero. El evento ofrece capacitación para profesores latinoamericanos en la metodología. Ahí recibimos adiestramiento en el 2018 Cecilia Rosales y yo en Filosofía Suzuki y en Libro I. Al siguiente año sumamos a las profesoras Claudia Rodríguez y Mayra Yeline. Las primeras accedimos al Libro II y III, además de curso de lectura musical y de otro método que se utiliza en muchas escuelas en el mundo, el Dalcroze. Este año vimos la integración de otras dos profesoras que ya trabajaron con nosotras en la comunidad de Ducureaux, Claudia Pantoja y Cecia Machado. Ellas pasan por el proceso de iniciación, yo hago Libro IV más otro método conocido como el Kodály.
En Santiago de Cuba somos hasta el momento un equipo de seis profesoras, cuatro trabajamos en el taller vocacional del Conservatorio, y las otras dos en el primer proyecto que hicimos en 2018 cuando regresamos del primer Festival. Queríamos aplicar el método. Nos invitan en el Conservatorio a exponer nuestra experiencia y se hallaba presente una estudiante teórica y de violín, cuyo padre es pastor en la comunidad de Ducureaux. Ellos tienen una guardería desde los 18 meses a edades tempranas y les interesaban las clases de música. Estuvimos un año completo de trabajo allí.
Se nos dio la oportunidad de presentar el proyecto en el Conservatorio para que formara parte del taller vocacional que cada escuela debe implementar.
El método presupone la participación familiar como guía en la formación de valores en los niños. Compártenos al respecto.
Como cuando un niño aprende a hablar, los padres participan en el aprendizaje musical de su hijo. Asisten a clase con el niño y sirven como maestros en casa durante la semana. Un padre a menudo aprende a tocar antes que el menor, para que comprenda lo que se espera que haga. El objetivo es la educación a través de la música. Este pensamiento incluye a la familia.
La presencia de la familia es muy importante, es otra de las diferencias con respecto al método tradicional. En éste el estudiante llega a la escuela y recibe la clase individual del profesor. El niño en la casa debe tener la capacidad con 8 años de recordar y resolver todos los problemas sin que nadie medie. Después que conozco el Suzuki pienso en cuán difícil lo ya establecido.
El método lo resuelve con la figura de la madre o el padre u otro familiar, en lo que se conoce en esta filosofía como el triángulo Suzuki, que ubica al niño encima y en la base, en una esquina al profesor y en la otra al familiar. El padre se convierte en el profesor en casa. Conozco a una madre en Perú que aprendió violín para enseñarles a sus hijas y hoy es profesora Suzuki. No llega a un nivel de un libro V que tiene conciertos de Bach, Mozart, pero para comenzar con niños pequeños ella funciona a la perfección. Una de sus hijas ha ganado concursos. Incluso esa familia proviene de la cordillera andina. Hacían viajes de horas hasta Lima para que recibieran las clases.
Es un reto, trabajamos con el niño y también con la familia. Nuestra cultura tiene tendencia a la impaciencia con los pequeños. Queremos que el niño aprenda ¡ya! No nos percatamos que cada uno tiene su ritmo de aprendizaje. Vemos familiares que se desesperan a plena clase cuando el niño no realiza un ejercicio o rutina como debe alcanzar. Por eso debemos nuestro trabajo también a la familia para que interiorice el proceso.
La clase comienza con una reverencia muy al estilo de las artes marciales. De esta forma el alumno siente el respeto hacia el maestro y se genera un intercambio de enseñanzas de uno a otro lado. La dinámica de la clase propicia que el niño aprenda desde el disfrute. Cuando finaliza el encuentro repetimos la reverencia. La admiración al maestro es otra de las cuestiones que vemos diluirse en la actualidad.
Para muchos padres la participación quizás sea una práctica normal, cotidiana, mientras para otros que están muy ocupados o piensan que la educación instrucción es solo responsabilidad de las instituciones, constituye un llamado a dedicarle su tiempo a los procesos de crecimiento del hijo. Se trata de conformar un equipo donde los padres son coprotagonistas.
Cuéntanos de la trayectoria del proyecto en Santiago hasta el momento actual.
Pienso que lo más significativo ha sido despertar la atención de los niños y sus familias hacia el mismo. A partir de las características de cada uno está el logro de la motivación y los primeros resultados. Incluso ellos se sienten ya violinistas. Eso incluye sus participaciones en los conciertos de la Orquesta Sinfónica, porque este universo musical necesita de ese ambiente que le aporte conocimiento. Al final es eso lo que vemos como un taller vocacional.
Quizás a la edad requerida el infante por cualquier motivo acceda o no a la Escuela Vocacional de Arte pero tuvo una ganancia, una preparación previa. Lo que se aprende a esas edades es algo que te marca. Es una persona que va a ser asiduo a una sala de concierto, con una sensibilidad y noción cultural.
De esta primera etapa hay niños que alcanzaron pasar la etapa previa del violín de cartón, con habilidades del instrumento como el agarre del arco y una rutina básica con un violincito construido, y la apelación a imágenes infantiles como un conejito, y otras dinámicas que trascienden el mero juego. Con ellos llegamos a una nueva etapa con nuevos retos.
En sentido general el proyecto tiene mucha salud a partir de los logros correspondientes y las expectativas que genera.
¿Existen perspectivas para la posible integración de esta metodología a la enseñanza artística cubana?
Comencemos por reconocer que lamentablemente el Suzuki es un método desconocido por el profesorado cubano. Se le ve hasta con prejuicio por algunos, a causa de lo anterior. Hay quien lo asocia con juegos de niños y le restan credibilidad. La mayoría de los profesores del ámbito tradicional no lo ven como una posibilidad, herramienta o camino hacia la música profesional.
Considero que actualmente no se está preparado para asumir el método Suzuki en las escuelas de arte, porque no hay un referente todavía. Nosotros estamos llamados a ser el referente, con la capacidad que tengamos para demostrar sus aportes. No se trata de imposiciones. Si miramos la filosofía hay varios aspectos diametralmente opuestos a la enseñanza tradicional.
La enseñanza artística prevé formar a la vanguardia artística y se entiende por eso que quienes accedan deban ser los de mejores condiciones desde el inicio. En Suzuki todos los niños pueden. En las escuelas de arte hay un tiempo límite para el cumplimiento de los programas y con ello el pase de año y nivel, y quien no cumpla dicho estándar abandona los estudios.
En Suzuki difiere la idea, ¿qué pasa si no llega? Al final lo que aporta a tu vida es mucho más. El método más bien plantea que el niño debe ser feliz tocando la música. En lo tradicional no siempre se ve eso. Hay quienes sufren porque no llegan o logran en breve tiempo algún objetivo.
Fui educada en lo tradicional y aprendí mucho de mis profesores, a los que respeto y agradezco todo lo que sé. Estoy orgullosa, conocemos el nivel de los músicos cubanos, pero no me conformo.
Qué hago yo, y opto por la responsabilidad de hablar por mí. Además del estudio del método Suzuki, me avezo en otras superaciones y métodos como el Dalcroze y el Kodály. Quisiera que mis colegas en Cuba los conozcan porque brindan herramientas novedosas para el trabajo con las individualidades de cada niño.
Por ejemplo, coloco marcas en los diapasones a los estudiantes de primer año en el nivel elemental y llegan a la escuela y sitúan los dedos donde corresponde. Con asiduidad cito a los padres, ahora no por el tema de la covid, pero lo normal es que con los de primero y segundo tengamos clases en las que les muestro cómo tienen que estudiar con sus hijos en casa. Eso ofrece logros insospechados. Y hablo de padres que no son músicos. Ellos indagan de cómo llegar a los diferentes procederes para hacerles de guía en el estudio y se notan los avances en los estudiantes hijos de madres y padres con profesiones ajenas a la música, tanto como en aquellos que tienen un progenitor músico o violinista. De esa manera aplico herramientas del método en mi clase de enseñanza artística.
En el método tradicional se comienza con sonidos un poco largos; sin embargo nuestro método enseña que el niño puede tocar con movimientos más rápidos y cortos, semicorcheas y corcheas, y ellos lo logran. Esa importancia a ambas manos los hace más atrevidos a la hora de comenzar. Eso lo aplico y me da resultado.
De manera general, lo que veo es la necesidad de abrir el panorama a conocimientos y a nuevas formas de transmitirlo. Así como la sociedad se abre a las tecnologías, nos tenemos que expandir a nuevos métodos de enseñanza. Sería bueno un entendimiento.
Por lo que nos compartes, el Proyecto se adscribe a los talleres de formación vocacional del Conservatorio Esteban Salas…
El CNART en su política 2017-2021 propuso que cada escuela desarrolle talleres vocacionales dirigidos a diferentes beneficiarios, grupos de edades, comunidades con el fin de aumentar la información cultural y los valores de la identidad cultural en la población. El Conservatorio Esteban Salas buscó alternativas entre los propios profesores. Nosotros en paralelo ya teníamos nuestro taller en Ducureaux y coincide con que la ONG Camaquito nos da la noticia del financiamiento para la compra de instrumentos, violines pequeños para los integrantes del proyecto. Camaquito es una ONG suiza que trabaja solamente con el estado cubano. Nuestro proyecto fue aceptado por el Conservatorio como nuestra propuesta de taller vocacional. Así se legitimizó este empeño de colaboración internacional. En noviembre de 2019 nos llega la primera donación de violines que es la que utilizan actualmente los niños. Como taller vocacional es la respuesta que la cátedra de cuerdas dio al Conservatorio como Institución de la enseñanza, con la aplicación de esta metodología para niños preescolares.
Son varias las familias santiagueras que a partir de la reciente graduación de la etapa Violín De Cartón se interesan por la matrícula de sus hijos en el Proyecto. ¿Tienen prevista alguna fecha para la siguiente hornada con niños principiantes?
Ahora mismo no prevemos ese momento. La razón es que somos pocas profesoras y es mucha la demanda. No es correcto comprometer la palabra porque no discriminamos entre los niños, para nosotros quien toque a la puerta tiene las mismas oportunidades que el otro. También trabajamos conforme a la cantidad de instrumentos que tenemos, y ya estamos al límite, aunque se espera que entre otra donación. Eso depende de posibilidades externas. Para el Suzuki en violín debemos esperar transcurra un ciclo de niños que lleguen a la edad límite que podemos tener.
La otra posibilidad es el aumento a otros instrumentos y eso espera a que pase la situación actual de la covid, que rompió algunos planes. Previmos la invitación de una profesora Suzuki de piano, porque tenemos profesores del instrumento con el interés e incluso ya con un núcleo de algunos niños pequeños para el comienzo. Esa y otras capacitaciones se realizarán en posteriores momentos.
Es un tema delicado, para ser profesor Suzuki se recibe una capacitación de su filosofía y herramientas técnicas. No se trata de apelar a cualquier profesor o violinista y asignarle un grupo de niños. Esto se estudia, implica una filosofía. El Suzuki va mucho más allá de tocar un repertorio. Cada una de esas primeras piezas tiene su objetivo para la mano izquierda y su objetivo para la derecha. Solo cuando el docente recibe la formación se le considera un Suzuki.
Cuando escuchaba a otros profesores emitir juicios negativos del método como equivalencia a juego de niños me percato que no se dan cuenta que hablamos de infantes de dos, tres años, edad preescolar. El aprendizaje tiene particularidades y el juego cumple un rol principal. Los más pequeñitos por ejemplo no tienen la claridad de la repartición espacial. Incluso hay diferencias notorias de un año a otro y buscamos las maneras de desarrollarles las habilidades. El método incluso se concibe para que el profesor hable lo menos posible, porque en estas edades tempranas cuando sucede lo contrario el pequeño se distrae. El niño aprende haciendo y a través de la imitación.
Después de cada curso tenemos intercambios con otros profesores a través de clases grabadas y en esa dinámica también crecemos. Lo que más nos señalan a las profesoras cubanas es que hablamos demasiado. La clase debe ir más a lo práctico, con el empleo de la imaginación que proviene del entorno infantil.
Coméntanos acerca de la proyección de Suzuki Camaquito en las redes sociales. ¿Por qué canales se puede acceder a sus informaciones?
Hasta el momento tenemos dos espacios en las redes, uno propio del proyecto, Suzuki Santiago Camaquito, donde brindamos informaciones y para los padres diversas enseñanzas como la importancia de educar al niño con el pensamiento de que sí puede alcanzar los objetivos. Compartimos además nuestros quehaceres pedagógicos y los resultados de nuestra labor cotidiana.
También está la página de Camaquito Español, en la que además de nosotros aparecen todos los proyectos que desarrolla la ONG con la infancia cubana. Existen en Camagüey, Ciego de Ávila y Santiago de Cuba en expresiones como la danza, el teatro, deporte como el fútbol en los barrios, los hay de enfoque comunitario desde Casas de Cultura.
En ambos sitios se ofrecen guías sobre nuestras dinámicas.
Como dijera Shinichi Suzuki, Dos cosas necesita una semilla: tiempo y estímulo, esa es la guía de nuestro proyecto.
Páginas de Facebook de los proyectos:
https://www.facebook.com/suzukisantiagocamaquito
https://www.facebook.com/camaquitoespanol
Antonio López: hechizo de canciones y ficción
Llegué a su nombre por la lectura de su primer título desde un estante en la otrora área de Investigación de la Música Pablo Hernández Balaguer. Tiempo después nos conocimos por mediación de otro gran amigo e intelectual cubano, Joaquín Borges-Triana. Preparábamos la edición correspondiente al 2010 del Festival de la Trova “Pepe Sánchez” y Joaco me sugirió invitarlo al espacio teórico. Aquella fue una celebración de las trascendentales, con sismo y réplicas incluidos. A los investigadores santiagueros, manzanilleros y de Guantánamo nos acompañaron estudiosos como el propio Joaquín, Alicia Valdés, Ana Casanova, Alain Gutiérrez, entonces fotógrafo del Centro Pablo, y él. Tuve el privilegio de compartir tanto los espacios académicos como los trovados almuerzos, conciertos, descargas nocturnas y hasta el viaje al Santuario del Cobre. A partir de entonces, Antonio López Sánchez se me hizo Tony, el amigo, periodista y escritor cuya obra creció a zonas y reconocimientos literarios, incluso insospechados por él.
Arribas a la Universidad en la carrera de Comunicación Social, la “trovadicción”, ¿antes o después?
La trova-dicción, y todo el resto de mi confesa melomanía, estuvieron casi desde siempre. Te hago una anécdota y creo que en buena medida sirve de referencia. De muy, muy pequeño, tal vez cuatro o cinco años, tenía una guitarrita de juguete y le hacía unos “recitales” a mi abuela (que encima decía que yo cantaba bien, nada como tener abuelita). El final de estas actuaciones, en la sala de mi casa, siempre era con Te doy una canción, de Silvio Rodríguez. Las canciones se quedaron a acompañarme, pero lo que sí no se cumplió del sueño fue la guitarra. Esa la cambié por las palabras en algún sitio del camino. De todas formas, tengo amigos músicos y trovadores muy generosos que, en descargas y hasta alguna que otra vez en escena, me acompañan con sus sonidos y me dejan “echar un par de temas” para matar el enano. Igual, aunque sea en manos de otros, la guitarra sigue conmigo.
Qué herramientas tomaste de tu disciplina para hacer de la trova más allá del disfrute, objeto de estudio.
El periodismo implica entrenar la capacidad de observación y afinar bien los canales propios de comunicación para trasmitir eso que observas. Un periodista es muchas veces un intermediario entre un hecho, sea una canción o una guerra, y un público que por tu trabajo descubre o hasta interpreta contigo este hecho. Eso conlleva una ética, un compromiso con la verdad y, aunque en muchos géneros periodísticos la opinión de un analista es importante, muchas veces hasta ese análisis incluye también ser lo más imparcial posible y dejar que las personas hagan su propia interpretación y no se queden con la de ese intermediario. Mi carrera me ayudó a escuchar mejor, a escudriñar detrás de una obra, de su autor, de los contextos e historias de ambos y luego a tratar de contárselo al resto, para que no se lo pierdan.
Estos acercamientos como oyente y joven investigador confluyeron en el ejercicio de tu tesis de grado dedicada a la Nueva Trova. Para la ocasión tuviste tutoría y tribunal de lujo. Rememoremos aquel momento.
Mi generación tuvo la fortuna de que todavía nos tocaron como profesores grandes “monstruos” de la academia y la enseñanza de este país. A pesar del durísimo periodo donde me tocó estudiar (del 93 al 98 del siglo pasado), la Universidad fue para mí un tránsito muy importante, placentero y formador. Mi carrera, la defensa de mis tesis, y, por supuesto, su hechura previa, me permitieron descubrir que yo era un periodista y que incluso podía hacer algo porque mi disfrute musical fuera también del prójimo. En predios más “universales”, podía aportar un grano de arena con mi trabajo para preservar y esclarecer en algo la riquísima historia trovera y cultural de este país.
Del lujo de la tutoría y de mis evaluadores, te lo resuelvo al modo deportivo. Aquí va este line up de cuartos bates. En el tribunal estaban los periodistas Juan Orlando Pérez, Manuel González Bello y Joaquín Borges Triana. El oponente fue Víctor Casaus. Mis tutoras fueron doña Miriam Rodríguez, que me enseñó a hacer entrevistas (algo de lo que hoy sigo aprendiendo), y Margarita Mateo Palmer, trovadora, profesora y escritora, que me mostró muchas puertas para entrar el mundo de la trova (y en las aulas, al de la literatura).
Como consultor de la teoría de la comunicación estaba don Rafael Rivera Gallardo, un gigante de la enseñanza de esa materia. Valga apuntar que Noel Nicola, además de concederme su entrevista, se tomó el trabajo de ir a la discusión y luego fue el principal gestor de la publicación de ese texto en Atril Ediciones Musicales. Desde entonces, por respeto y honra, trato de que la calificación que me otorgaron se mantenga en todo lo que escribo y hago.
Los resultados de aquella investigación vieron la luz en tu primer libro, La Canción de la Nueva Trova (2001). Del discurso académico a un lector general, ¿cómo se logra el traslado de lenguaje sin prescindir de elementos e ideas esenciales?
Como es obvio, el ejercicio académico de una tesis de grado implica el manejo y escritura de una serie de códigos y elementos de cierto calado y densidad, menos apto para grandes masas lectoras. Sin embargo, como siempre tuve claro que mi tesis era un escalón para llegar a eso que yo quería contarle al público, desde un inició asumí la claridad como territorio y no tuve que luego ponerme a “traducir” del lenguaje doctoral al castizo entendible. Huelga decir que ser directo y claro no eliminan ni el rigor y ni la valía y solidez de ningún argumento. Mi formación como Licenciado en Comunicación Social me permitía que, luego de sortear algunos pasos académicos imprescindibles y sí de mayor profundidad teórica, el producto definitivo casi llegara a los posibles lectores tal cual se había escrito. Además, Manuel González Bello apareció de nuevo en esta historia, se encargó de la edición del texto y así se desataron los últimos nudos ilegibles que pudieran haber quedado. La noticia sobre ese libro es que estamos en conversaciones con una editorial para volver a publicarlo, con nuevas entrevistas y páginas ampliadas. Las verdaderas investigaciones no acaban nunca.
¿Tu pasión por la trova y la experiencia periodística en la Editorial de la Mujer fueron la coalición perfecta para la fragua de Trovadoras?
A la Editorial de la Mujer debo mi acercamiento a un mundo fascinante y un saber muy útil como el de las teorías de género. Por supuesto, sin considerarme para nada un experto, pero algo se pega. Una vez empapado de este aprendizaje, el paso lógico siguiente era unirlo con mi tema habitual de investigación.
Te cuento que Trovadoras es un libro casi fortuito. Las entrevistas de esas páginas eran el complemento de dos investigaciones más amplias, una sobre un recorrido histórico por la participación femenina en la trova cubana y otra sobre la imagen de la mujer en las canciones de la Nueva Trova. Gracias a Aida Bahr, por entonces directora de la Editorial Oriente (y al maestro Eduardo Heras León, por un consejo inolvidable) Trovadoras pudo ver la luz. Te añado una noticia. El ensayo sobre la imagen de la mujer en los textos de la Nueva Trova debió aparecer publicado en esta Feria del Libro 2020, bajo los auspicios de la Editorial Capiro, en Santa Clara, en un libro titulado Convertida en canción. Esperemos que la pandemia nos permita hacerlo en la próxima edición.
Sitios digitales como La Jiribilla observan el ejercicio de tu criterio, sobre todo en escritos del entorno musical cubano. ¿Dónde radica para ti el encanto de la escritura virtual?
Amiga mía, el encanto lo percibo en toda mi escritura, por el simple hecho de que disfruto, y hasta sufro, por completo todos los actos que implican pensarla y hacerla tangible. Amo escribir, qué decirte, sea cual sea el tema, género o soporte final que divulgará esas letras. Ahora bien, los predios virtuales son un canal más, que cada día gana mayor terreno y ofrece innúmeras posibilidades. Como periodista, con un pie en lo analógico y otro en lo digital, aprendí rápido a asimilar cada nuevo vehículo y a utilizarlo.
Los medios digitales tienen el valor agregado de que un trabajo puede ser leído por muchas personas, en muchas partes, con una velocidad y unas magnitudes que superan las del periódico mejor distribuido. Además de que, en el caso de algún viejo escrito, basta teclear en un motor de búsqueda y ahí está, sin ir a la biblioteca ni coger coriza en estantes empolvados. Por supuesto, nadie asuma que abogo por destruir bibliotecas o algo así. Algunas corizas se estornudan con sumo gusto si nos enseñan algo desde unas páginas reales. De todas formas, gran parte las memorias de estos tiempos ya habitan en las computadoras y ahí hay que estar también. Y sobre la música, al igual que con la escritura, hay placeres agregados en investigarla y contarla.
¿Cuándo descubriste a Tony el escritor de literatura de ficción? ¿Por qué la fantasía heroica y el terror?
Eso también se lo debo de alguna manera a la Editorial de la Mujer. Mi primera novela, La guerreras de la luz, se publica en 2011 por esta editorial. Fue literalmente un descubrimiento porque lo que pensaba sería un texto breve, con una historia más o menos sencilla, se convirtió de pronto en una novela con todos los hierros. Agradezco ese volumen, lleno de primeras veces buenas y malas (todas sinceras y apasionadas, eso sí), por mostrarme caminos. Además, la sección de Literatura para niños y jóvenes de la Asociación de Escritores de la UNEAC tuvo la gentileza de concederle el Premio La Rosa Blanca 2012 al mejor texto. Además, me acercó al público.
No soy para nada famoso, pero que un par de lectores te reconozcan y agradezcan en una Feria del Libro es un premio estupendo. No saben ellos que uno lo agradece el doble, pues pocas veces un escritor conoce a sus destinatarios. Luego de esa experiencia, empezaron a llegar ideas y así nacieron las tres novelas siguientes.
Me gustan mucho las posibilidades de esos géneros fantásticos, además de que siempre he sido un admirador de ese tipo de historias. El horror llegó ahora, con Grimorium, para regresar al catálogo de la Editorial Oriente y sé que ha funcionado para el público. Debo decirte que mi obra de fantasía es la más visible, por ser la más publicada hasta el momento. Pero en mi disco duro, además de un par de libros de literatura infantil, con fantasía también (y hasta su poquito de horror en clave más ligera), hay dos libros de cuentos y otra novela, todos de puro realismo. Hay además otro par de volúmenes, una noveleta fantástica y una historia corta, que deben salir pronto en predios digitales. Sólo que, supongo le pase a otros escritores, escribo más rápido de lo que publico. Eso, para no contarte las páginas que tengo en mi cabeza, esperando nacimiento.
Reinciden en algunos de tus títulos la figura de la heroína, protagonizada por guerreras que luchan contra espíritus del mal encarnados por personajes masculinos. ¿Hay una intención feminista en tu literatura?
No sé si lo logro, pero sí hay una intención feminista. Quizás menos explícita, sin banderas alzadas y con posibles errores, pero tangible y pensada. Por motivos literarios, y vitales, meterse bajo la piel de una mujer, una maga o una guerrera; el intentar descubrir cómo piensa o por qué actúa de cierto modo un personaje femenino, es un ejercicio retador y muy complejo. Un reto, incluso, siendo uno mismo el que las inventa, porque respetar y hacer creíble ese personaje y a sus actos, va incluido en el paquete de lograr que sirva para algo. Además, me gusta que esa suerte de sello propio aparezca en mis textos.
De hecho, en mis obras inéditas también hay muchas protagonistas femeninas. Desde mujeres que defienden sus amores, cabezazos y decisiones vitales, no sin sufrimientos y precios, hasta varitas mágicas y muñecas que también empuñan espadas, combaten a los malos y rescatan ellas mismas a sus galanes. Creo que cualquier aporte que se haga en la lucha por igualar las oportunidades y derechos de mujeres y hombres, y de paso borrar discriminaciones, prejuicios y límites, hará mejor a la sociedad toda.
En fechas recientes has compartido desde tu perfil de Facebook varias series de lo que titulas De–Cimitas. ¿Es un proyecto que trascenderá las demarcaciones de la llamada cuarentena?
Como muchos de los que escriben, profesionalmente o no, también yo empecé haciendo poesía. Todavía algunos amigos recuerdan mis incursiones como poeta en escenarios y peñas de la Universidad, junto a trovadores y humoristas. Por supuesto, aunque menos, todavía escribo poemas. Las De–Cimitas nacieron antes de la llegada de la pandemia. Fue una idea, con la mera pretensión de un divertimento para compartir a los amigos, que me permitió unir dos de mis pasiones, la fotografía y la escritura. Siempre digo que no soy fotógrafo: yo hago fotos, que no es lo mismo. Sólo que esas imágenes, un poco aleatorias, de temas que me saltaban a la vista, no tenían ropajes adecuados para ser publicadas. Casarlas con una décima fue la solución. Así nació la sección, con carácter semanal en mi muro de Facebook.
Sin embargo, con los encierros de las dos cuarentenas en La Habana, cometí la locura de publicarlas en series, de modo diario. Ahí empezó a crecer la bola y pedí colaboración a varios amigos, estos sí, diseñadores, fotógrafos (y fotógrafas), ilustradores y hasta músicos, y terminó saliendo un trabajo interesante y que varias personas me han dicho que disfrutan mucho. Agradezco, además, que me dio la oportunidad de unir mis textos con imágenes de profesionales geniales a quienes quiero, admiro y respeto mucho.
Romperse la cabeza, buscar ideas, tratar de no repetirse aunque los temas sean semejantes y estar a la altura de los dos o tres “bárbaros” con los que hice alianza, son ejercicios muy satisfactorios. Por otro lado, me hizo ganar nuevas amistades y, para mí y quizás para quienes las leyeron, hizo más llevaderas las duras circunstancias que se han vivido este año 2020. Por motivos personales actuales he dejado de publicarlas un tiempo. De hecho, la idea original era hacer la sección sólo por un año. No obstante, pronto debo volver al ruedo y ya estoy pensando cómo estirarlas un poco más.
Al final, pienso que sí, ojalá eso se pudiera reunir y publicar, creo que lo merece, pero no es algo que dependa de mis posibilidades. Hay un par de ideas para tratar de lograr esto, pero todas muy verdes todavía. Más que mis versos, creo que hay dibujos, fotos, intenciones y mensajes que no debieran quedar colgados sólo en Facebook y debieran reunirse. Ofrecerles vida como conjunto podría resultar en un producto interesante y apreciado por muchas personas.
¿Qué propósitos te ocupan en la actualidad?
Escribir y, sobre todo, publicar. Además de mantener mis secciones de colaboración periodística con diversos sitios, en Cubaliteraria, en En Vivo, en las revistas Cartelera, y Palabra Nueva, entre otros, tengo mucho trabajo literario por redondear. Entre novelas, libros de cuentos y otras ideas, al menos tengo tres o cuatro proyectos a medio escribir, sin contarte los que tengo en la cabeza. En predios fuera de las páginas escritas, pues vivir, amar, descubrir, escuchar más música y leer más. Al fin y al cabo, luego las páginas escritas se alimentan de todo eso.
Sonia García, polifonía de vida
Tiene una apariencia menuda y sosiego en lo que hace. La distingue la mesura en su sonrisa y una modestia que con todo el esfuerzo por pasar desapercibida, desborda su virtud. Quien la ve sin conocerle no imagina cuánta prisa y faena lleva cada una de sus jornadas. Sonia Ivette García Colombat es una mujer que va entre el Orfeón Santiago, la academia, el toque de congas desde la ciencia musical, a la agrupación vocal que le acoge.
La admiro en grado sumo desde hace años, me precio de nuestra lindad amistad profesional. Incluso celebramos la coincidencia de idéntico día de septiembre para contar nacimientos. Esta entrevista es el pretexto que trasciende el diálogo de trabajo para hacerse disfrute.
Acordamos vernos tras la conclusión del ensayo del Orfeón pero imposible sustraerme al deleite. Llegué con el tiempo suficiente como para la apreciación de un concierto en familia.
Egresas del Conservatorio Esteban Salas en la carrera de Dirección Coral, y más adelante, en el 2013, del ISA como musicóloga. De una especialidad a la otra, ¿por qué?
Me gradúo de dirección coral en 2001 en el Conservatorio Esteban Salas. Mis inicios fueron con el estudio del piano básico en la escuela Lauro Fuentes, luego opté por la Dirección Coral porque definitivamente me fue mejor que lo que hubiese sido como pianista (risas). Igual me ayudó mucho el piano pues para la carrera de Dirección hay que tocarlo muy bien y reproducir las obras que se cantan a cuatro voces. Tuve muy buenos profesores.
Cuando egreso, comienzo a trabajar en la Escuela Vocacional de Arte, y confieso que pensé en la carrera de musicología por embullo. Yilian Matos, colega de estudio y entonces de labores en la Vocacional de Arte, manifestó la intención de entrar al ISA por curso dirigido y me invitó a acompañarla. Para la fecha no tenía un conocimiento vasto de lo que aborda la musicología. Decidí hacer las pruebas, nos preparamos en La Habana con la profesora Yanela Pérez Cuza, procedente también de Santiago de Cuba.
Me hubiese gustado el curso del nivel superior en la dirección coral, pero presentamos situaciones con algunas asignaturas, en ocasiones no tenemos muy buenas referencias en las cuestiones metodológicas por lo que era difícil el acceso. Aunque existen las alternativas de carreras sociales y humanísticas en la Universidad, aposté por la ciencia de la música porque tenía el interés en la realización de una disciplina universitaria dentro del universo musical. Me atrajo además la posibilidad de estudiar en La Habana por el hecho de que ya se tenía mayor acceso a la tecnología y a las informaciones actualizadas; el claustro de profesores constituye un referente. De tan solo 11 plazas y para felicidad nuestra fuimos aceptadas.
Entre quienes contribuyó a que me enamorara de la carrera estuvo el profesor Lino Arturo Neira Betancourt. Maestro en la percusión con un doctorado por trabajos realizados con la música abakuá, me abrió al mundo de la cultura en Santiago de Cuba, mucho más de lo que yo conocía. Me instó a la indagación sobre las congas: allá ustedes siempre hablan de la trova y los coros pero tienen una riqueza cultural que no se ha investigado. Y es cierto que Santiago es una ciudad con valores folklóricos pero no abundan las investigaciones de este corte. Se constituyen vivencias culturales cuyos estudios no resultan frecuentes.
En mí influyó la pasión de Lino Neira al momento de impartir sus clases. Nos enseñó una metodología a la que introdujo aportes. Realizó investigaciones de campo con equipos de trabajo conformados por personas de diversos saberes con lo que garantizaba la transdiciplinariedad de los resultados.
En el Instituto además aprendí de otras asignaturas de la mano de grandes profesores y una información al día. Eso junto a una buena biblioteca que disfrutaba muchísimo. Saberes como la Historia de la Música y la Armonía se estudiaron con mayor profundidad.
Cuéntanos acerca del tema con el que defendiste tu tesis de grado, el cual presentaste en eventos de la música en aquel periodo.
Comencé las indagaciones desde primer año alrededor de las congas.
En un inicio quise abordar aspectos en relación con el Orfeón y la personalidad musical de Electo Silva pues ya me hallaba en el coro. Ya esta figura la había investigado la musicóloga Iránea Silva, una parte de su quehacer; pero se mostraba carente la exploración acerca de la música inédita del maestro. Electo tenía reservas al respecto y no daba accesos a su documentación, para él constituía un bien muy personal. Con Electo los ensayos y conversaciones eran momentos para el aprendizaje, pero para la investigación sobre su obra se requería de ser algo más persuasivo.
Yo traía latente la seducción por las congas sobre todo por lo inédito del tópico. El maestro Lino Neira invitó a todas las muchachas del año a trabajar con las raíces de sus provincias. En mi caso esa indagación respondió al tema de mi tesis.
En Santiago hay varias congas, se hizo necesario identificar un estilo único en todas aunque cada una presenta su forma de ejecución. Apliqué un cuestionario para determinar cuál era la de mayor popularidad, lo que no cuestiona la calidad del toque entre unas y otras. Comienzo la labor con la conga de Los Hoyos, siempre se afirma que tiene un estilo único, y me interesó la indagación desde la ciencia de la música. La tesis estuvo dedicada a la identificación y caracterización del toque de esta agrupación, porque la conga siempre implica otras cuestiones.
Se inició la convivencia con la agrupación. Imagínate yo… que las personas me ven y dicen esta muchacha tan delicada… y siempre gusté de la conga. Yo no era de arrollar pero lo disfruto y llevo en sangre aunque no lo exteriorizara. Mi mamá si es fanática, de las que se metía. También admiro la rumba, por la riqueza rítmica de esos géneros.
La convivencia con los integrantes de Los Hoyos era otro tema, que va más allá del concepto musical a las interacciones que generan las prácticas cotidianas, el entorno, la comunidad, que se congenian para llegar a una caracterización de lo musical y extramusical, y esas herramientas las adquirí en el ISA.
Realicé el trabajo de campo, de convivencia, de visitar sus casas, de terminar los ensayos y si se iban a una esquina a compartir me iba con ellos, porque estaba urgida de llegar a su entorno familiar. Al principio me veían de manera extraña y hasta pensaban traía algún interés comercial. Usualmente las congas son investigadas por personas procedentes de otros países, y en muchos casos les reporta un beneficio económico, pues además de ser expresión del patrimonio cubano, la otra lectura es la de “postal”.
Una vez que se creó un clímax de confianza, ellos entendieron de qué iba la tesis, y fueron muy amables. Tuve que realizar transcripciones y cada integrante utilizó su tiempo en favor de esa cuestión. Luego de ensayos o presentaciones se quedaban para tocar cada uno de los instrumentos. Conservo eso con mucho amor y bajo siete llaves en varios almacenes digitales.
Quisiera socializar esos resultados en posteriores eventos y publicaciones pues si en ese momento lo hice, aún aspiro a una mayor inserción.
Como musicóloga has colaborado en el desarrollo de temas relacionados con géneros y figuras de la música cubana en los medios de comunicación de la provincia y nacionales. ¿Consideras que el criterio especializado de los musicólogos debería crecer en estos y otros espacios?
Pienso que sí. Sobre todo desde una perspectiva educativa. El musicólogo tiene vías que, muy académicas o no, tiene la facultad de llegar a todo tipo de público. Existe una creencia de que un especialista del ramo solo emplea palabras enrevesadas. Traigo el ejemplo de la reciente edición del Guzmán, Yanela Pérez Cuza integró el jurado y tuvo una voz importante, sus criterios eran entendibles, sin la necesidad de apelar a valoraciones rebuscadas, siempre evaluó las presentaciones de cada participante con el consecuente cuidado de la imagen de la persona. Apeló a un lenguaje ameno y coloquial, a la vez que implicaba los tecnicismos, una forma muy sutil que caló en la teleaudiencia.
El musicólogo tiene la posibilidad con sus juicios de educar al espectador. Y hace falta no solamente para el público, también para las instituciones que decisión con la música y la cultura.
A veces hay conceptos respecto al funcionamiento de las instituciones de la cultura y las políticas musicales. Al musicólogo le resulta inherente el cómo la música puede adecuarse a los espacios, incluso la cuestión de la afluencia de público al lugar en sí, y hasta la comercialización de un producto cultural. La ciencia va más allá de la crítica o la investigación sobre cuestiones técnicas de la música. Es una disciplina que integra varias aristas como la organografía, la praxis musical, crítica, comercialización de un producto musical, fonografía, y abarca los conceptos para la producción de un disco o la de un espectáculo musical.
Entonces, por nuestra conversación me atrevo a especular que en la práctica, al menos en lo local, la disciplina permanece subvalorada, se ignoran los aportes de la ciencia.
Hace pocos días participé del consejo técnico de la Empresa de la Música y la directora me decía que nosotros podemos ayudar a los administrativos y a los trabajadores con clases y dinámicas acerca de la historia de la música, porque ellos trabajan con quienes la hacemos y con los públicos que asisten a las diversas instituciones y espacios. Urge, por ejemplo, el conocimiento acerca de para qué públicos se presenta el músico; qué géneros se acoplan a cada espacio. Incluso el conocimiento debe llegar hasta el que labora con los recursos humanos. Y luego la crítica es importante porque ayuda a perfilar lo que se consume musicalmente y además educa a las audiencias.
¿Y de regreso a tu caso particular y las colaboraciones con algunos medios de comunicación…?
En 2008 participé en el programa Dando la nota del Telecentro santiaguero, se trasmitió durante el verano de aquel año. Iránea Silva estuvo a cargo del desarrollo de las temáticas musicales y ante la imposibilidad de continuar sugirió que yo lo hiciera. Ahí elaboraba una nota acerca del tema, ya de un género, formato, espectáculos o figuras. Resultó algo muy novedoso para mí pues por ejemplo cuando estudias no se profundiza en aspectos como el espectáculo o la música electrónica. Son temáticas que para la academia no ocupan un lugar significativo en los programas de estudio. Abordé entre otras, temáticas como la música electrónica, el cabaret, que implican cuestiones artísticas que trascienden lo musical.
También comento que en Santiago no tenemos muchos musicólogos. Se da el caso de que a veces disminuye el interés en las cuestiones investigativas porque requiere tiempo, consagración y luego está la cuestión económica que a veces no acompaña el proceso. Te involucras en otros proyectos que no dejan oportunidad a la investigación. Esta labor requiere de paz, consagración, equipamiento tecnológico de los que a veces se carece. Una cuestión preocupante que merma el desarrollo musicológico al menos en nuestro entorno, es la carencia de espacios y eventos teóricos en los que se posibilite la socialización de los procesos. Con anterioridad, Maritza Puig tenía el coloquio Pablo Hernández Balaguer, y teníamos ese incentivo para la acometida de investigaciones y presentar resultados en ese momento. Sí se mantiene el espacio teórico de la Trova.
En la edición del Festival de la Trova Pepe Sánchez correspondiente al 2019, tuvimos la oportunidad de asistir en el espacio teórico a tu conferencia ilustrada acerca de la presencia trovadoresca en el repertorio del Orfeón Santiago. Por favor, comparte con los lectores las motivaciones de esta incursión.
Bien, antes de esta conferencia, ya tuve una participación anterior. Fue cuando se celebró los 90 años de la Estudiantina Invasora. Me solicitaron que impartiera la temática pues se trata de la estudiantina más longeva en activo que existe en el país, y se aprovechó aquella edición para realizarle un homenaje. Así que me fui a recolectar datos, entrevistas, pues yo misma desconocía varios aspectos. Los músicos me colaboraron en grado sumo con tal de que se reconociera y diera valor a la agrupación. Para entonces realizamos una especie de conferencia ilustrada en el Museo de la Música Pablo Hernández Balaguer. Abordamos la historia de la formación, su importancia y aportes para la cultura de Santiago de Cuba. Resultó una vez más algo de valía pues tampoco guardaba relación con lo que había estudiado hasta ese momento. El formato es típico, importante dentro de la música cubana.
Entonces llega la pasada edición del Festival de la Trova y el espacio teórico con Yorisel, ella es una persona muyyyyy persuasiva (risas). Me convenció de realizar una presentación teórico-musical con el Orfeón. A partir del repertorio del coro nos propusimos un recorrido por la presencia trovadoresca en la música coral, y cómo evoluciona el proceso de composición y arreglo de la música trovadoresca hacia la coral. Me atrajo la idea y otra vez abordé una temática inédita. No teníamos mucho tiempo por lo que es una investigación que podemos enriquecer.
Analicé e ilustramos con las ejemplificaciones del coro cómo se comportan los arreglos en cada etapa, los compositores que se avezan en la música trovadoresca, tanto los de hace años como los contemporáneos. Focalizamos la labor de Electo Silva, quien fue uno de los primeros en realizar arreglos ya con una connotación puramente cubana. En su estilo resultan significativos además de los ritmos, el que se reproduzca la sonoridad de las agrupaciones trovadorescas, las emisiones de guitarra, bajo, y otros instrumentos en traslado a la música coral a través de cada una de las cuerdas. Es decir el bajo vocal asume el bajo de la música tradicional, el tenor recrea en un pasaje lo que es de la guitarra, asimismo las contraltos, y la melodía la lleva la soprano, ese sello es de Electo.
De música trovadoresca ya existían muchos arreglos pero cuando los escuchas no percibes el estilo de la trova, solamente una melodía que te remite a la obra en cuestión.
Desde muy joven integras como cantora el emblemático Orfeón Santiago. ¿Qué significación representa en tu formación profesional?
Fui integrante de todos los coros de esta ciudad. Recién graduada en 2001 comencé en el Madrigalista en la etapa en que Reinier Silegas era el director; luego, alrededor del 2008 pasé a integrar la Camerata Música Áurea con Delvis Sánchez; y unos cinco años más tarde vengo para el Orfeón Santiago a solicitud de Daria Abreu. Cuando llego al Orfeón Santiago ya Electo no tenía una presencia física diaria, estable, porque era muy mayor. Venía unas dos veces por semana, hacía años Daria estaba al frente y él llegaba a supervisar el montaje de las obras. En ocasiones Daria iba al ISA en La Habana y me dejaba al frente del coro y Electo podía llegar en cualquier momento.
Imagínalo ya con sus achaques, realmente resultaba difícil, un reto los ensayos cuando él se encontraba. Pero con su presencia mucho aprendí, era buen conversador, a veces lo llamaba a su casa. El maestro poseía una vasta cultura. Yo me fijé en el sonido que se empeñó mantuviera el coro. Asimismo adquirí experiencia a través de Daria porque Electo fue el típico pedagogo que forma discípulos, la palabra del maestro hacia el alumno, que implica varias esencias. Y Daria fue una de ellas. Además crecí y gané seguridad a través de los cantores; comencé y había integrantes de cuando el coro trabajaba a pleno con Electo, y ellos me enseñaron también. En las ocasiones en que tenía que estar frente a la agrupación tuve que aprender hasta que se lograse el sonido del Orfeón, que lleva una forma en particular, que Electo acuñó.
Pertenecer al Orfeón Santiago tiene la significación que implica el tratarse de una agrupación emblemática desde el surgimiento, no solo por el coro sino por la figura del maestro, y los aportes a la música coral cubana. Electo, con todos los arreglos que hizo le imprimió una técnica vocal única al Orfeón, que de alguna forma supo impregnar en sus estudiantes. De esa escuela son fruto Magalys Sánchez, Delvis Sánchez, actuales directoras del Coro Madrigalista y el Vocal Música Áurea; ellas fueron alumnas del maestro e integrantes del Orfeón Santiago. Siempre hay algo que aúna el sonido coral de Santiago de Cuba. Cada una le hace su aporte, tiene que ver con su época.
Desde hace algún tiempo asumes la dirección en funciones de la formación coral. ¿Qué retos implica mantener el legado que acuñó Electo Silva y la continuidad de Daria Abreu?
En lo personal, es de consagración y sacrificio, se me hace corto el tiempo y tengo que estudiar muchísimo. El repertorio del Orfeón hoy asume complicaciones técnicas. En los inicios era un coro de aficionados, Electo enseñó a los cantores obras sencillas o polifonías para empastar, luego el coro evolucionó en sonoridad y repertorio. Requiere de preparación a un alto nivel porque las personas siempre tienen una expectativa de la agrupación. Daria tiene una personalidad fuerte, que impone disciplina y rigor en tantos años que ya lleva frente al Orfeón. En mi caso no tengo el carácter de líder, tuve que reconstruirme, reinventarme como una actriz, y eso sacó de mí algo que agradezco, una fortaleza antes desconocida, y sobre todo la madurez.
Yo había dirigido coros en el Conservatorio pero esas formaciones juveniles responden a otras dinámicas. Cuando dices Orfeón, las personas siempre esperan algo grandioso, y mantener ese nivel tanto en el público como en los cantores fue muy difícil. El reto era casi sobrenatural y lo he logrado, también se debe a que no me gusta quedar mal. Busco que en los lugares donde esté las cosas queden con calidad, y si me comprometo tiene que funcionar, si no más nunca lo hago.
Ha sido un desafío incluso con el repertorio, y la preservación del sonido del Orfeón que fíjate, a Daria le costó y tuvo sus detractores, porque Electo evidentemente tenía un sonido y ella también tiene su idea del mismo a partir de sus conocimientos. Incluso la captación al coro cambia, antes el maestro escogía un determinado sonido de soprano, a veces en este momento se trabaja con lo que nos llegue, pues también disminuye el interés en personas con cualidades para formar parte de un coro. En ocasiones escogemos un cantor y debemos obrar con insistencia hasta que se alcanza el objetivo, eso implica que el sonido cambie.
Además, están las individualidades de cada director. Daria abordó un sonido; en mi caso trato de mantenerlo, porque aunque estoy al frente, ella sigue siendo la maestra del coro. También le pongo un poco de lo mío (sonrisas), pues eso está presente. Por supuesto, Daria me da libertades para la selección del repertorio. Se aproxima el sesenta aniversario del Orfeón, el 15 de Noviembre, y entre las dos hemos conformado el programa. Ella quería estar pero no será posible. El propósito es presentar un digno concierto en celebración a esta fecha.
A las anteriores realizaciones profesionales, integras además tu desempeño en la agrupación Vocal Adalias. Coméntame sobre tu rol en esta formación que a los años de experiencia suma un atractivo repertorio, distinción en los arreglos de voces y coreografías.
Vocal Adalias lo formamos profesoras de la Escuela Vocacional de Arte, en aquel momento todas las integrantes laborábamos allá. En los inicios fue un sexteto, comenzó en 2001. No estuve en el primer año, entré después. Eran muchachas formadas como teóricas de la música, Yurka, Yanet Fernández, Rayzaris como directora… luego sale una de las integrantes, Ileana García, y nos quedamos como quinteto vocal.
Esta ha sido otra gran experiencia, pues desarrolla mi faceta como solista, me ayuda en el logro de la independencia escénica. Cuando cantas en coros te atas al de al lado, tratando de buscar empaste; en el grupo vocal también se empasta pero tienes que estar muy seguro porque son cinco voces diferentes y luego tienes partes solas. En los coros casi nunca hice solos porque como era muy tímida mi proyección no resultaba abundante. Con Adalias sí lo desarrollo con frecuencia.
Con la agrupación vocal se hace un repertorio diferente al coro. El segundo es más académico, con obras con arreglos intensos. La música vocal puede llevar arreglos difíciles pero es más popular, en este caso, porque hay otras formaciones que sí abordan lo que es la música antigua por ejemplo, u otros géneros. Vocal Adalias asume la música popular de cualquier país. Nos enfocamos en la música cubana y como una zona de ésta es tan bailable, integramos las coreografías para hacer de las presentaciones algo más atractivo.
Con el quinteto vocal gano la experiencia de cantar y bailar, y una vez en el escenario se integran varios elementos como la expresión corporal y emisión vocal. Es difícil hacer voces y llevar el baile, las líneas melódicas son muy complicadas, y a eso se añade el tocar un instrumento de percusión menor. Todo eso me enriquece y lo traslado al trabajo coral. En las agrupaciones vocales, por ejemplo, se acude con frecuencia a las onomatopeyas, y eso lo hacemos en lo coral, donde es complejo llevar tantas voces a este recurso con contratiempos, y he aprendido estrategias en la música vocal que aplico a la coral.
Gracias a la agrupación vocal también he conocido otros espacios, festivales, eventos en distintos países, ritmos y músicas foráneas.
¿Cómo resulta la convivencia interior entre la musicóloga, directora del Coro y la integrante de Vocal Adalias? ¿Se entrecruzan uno y otro rol?
Como te dije, todo se involucra y contribuye. Por ejemplo, en el Orfeón cuando vamos a ver un repertorio investigo la obra que se abordará, mucho más si son obras descontextualizadas, es decir, periodos o estilos lejanos en el tiempo. Se investiga de esa pieza como se hacía, cantaba, qué se propuso el compositor con ella; de ahí se comparte con los cantores antes de la interpretación el por qué las características y su significación. Entraña un previo trabajo de indagación, eso me lo aporta la musicología con sus herramientas y sus técnicas, y así mismo se lo explico a los cantores, con la posibilidad de que se sumerjan en el mundo de la pieza. La musicología está en todo, incluso en lo extramusical.
A lo mejor fue de casualidad pero todo lo que estudié, la musicología, la Dirección y hasta el piano me contribuyen inmensamente. Gracias al piano veo mi desarrollo en todo. Hay obras de la dirección coral que casi son obras pianísticas y tienes que tocársela al coro con todas las voces. Mis estudios se imbrican.
¿Cuáles son los sueños y expectativas profesionales de Sonia?
Me gustaría realizar una investigación con todo el rigor que lleva, ir mucho más allá de lo que hice para la tesis del ISA, de las congas, no solamente de una sola sino de todas las que existen en la ciudad. Quiero dar mi contribución al valor de estas agrupaciones, más allá del gozo y del momento en que salen a las calles, que cuenten con el aprecio de la mayoría, hasta de quien no le gusta, a lo mejor no se involucra pero llega al conocimiento de la trascendencia cultural, el entendimiento de que esa expresión es identitaria del cubano.
Aspiro a conciertos de relevancia con ambas agrupaciones. Quisiera se obre la realización de grabaciones de valía, patentadas por un sello, porque el acceso a los estudios de grabaciones todavía se torna difícil, eso es un sueño.
Quiero y veo mi permanencia dentro del sector de la música y que algún día lo que hago tenga valor para alguien. (risas)
Tahimí Cugat: la disección del alma (+Fotos)
Espejismos del ser
A Tahimí Cugat Estévez la veo desde hace años en sus idas y vueltas con su instrumento musical a cuestas; sin embargo, confieso que lo que me animó a esta entrevista fue el descubrimiento de su obra como artista de la plástica. Hace meses la observo, hasta que de pronto experimenté la abstracción que nos produce el arte, al punto de hacernos parte de ella.
La tomé por asalto al chat y aunque es persona dada a la introspección enseguida accedió.
La obra de Tahimí se adentra en un universo personal que resulta compartido, de lo individual a lo social. En ella se focaliza el sujeto femenino y más allá las esencias humanas en las interacciones del yo con el entorno en cuestión. La representación del cuerpo trasciende la piel para ungir la desnudez del pensamiento, los sentimientos, las tristezas, agonías, conflictos y diversos estados del ser que en imágenes plantean un diálogo cuestionador, incisivo.
En su hecho pictórico hay prevalencia del expresionismo que le viene de la conexión con la obra de un Munch o Picasso, a ratos se hibrida de acercamientos fovistas y hasta surrealistas en formas, atmósferas y colores. Tales reinterpretaciones a partir de la emergencia de su voz hablan del medio comunicativo que encuentra la autora para entregarnos la idea desgarrada ante las situaciones que captan sus piezas. Ausencia, partidas, reencuentros, anhelos, soledades, liberación, crecimiento e incluso la alegría son algunas de las temáticas recurrentes en el discurso pictórico de Tahimí, en el que también aflora el erotismo. Aunque en temas como el abrazo de pareja se revele angustia, preocupación y el rostro de ella se oculta en la figura varonil, a pesar del dolor que se expresa hay una sensualidad que envuelve el instante.
Para el dossier de la exposición La disección del alma la artista compartió:
Trabajo directamente con las emociones y sobre todo con las mías propias. Canalizo mis sentimientos en obras donde se observe latente el dolor, la tristeza o la alegría que siento; sin dejar de soñar y de creerme que así también afecte a todos. Pinto con mis azules la soledad y el abandono; así como también en algunos de mis retratos la mujer se muestra deforme a consecuencia del parto y todos los cambios físicos que trae consigo la maternidad.
En algunas piezas empleo colores cálidos como expresión de cariño y amor entre los miembros de la familia y las figuras se abrazan y se tocan constantemente; la idea de la unión familiar y el anhelo por la felicidad se convierten en un motivo que se repite una y otra vez, como si llevándolo al lienzo lograra convertirlo en realidad.
La creación plástica de Cugat remite a varias exposiciones colectivas en galerías de la santiaguera ciudad, así como la participación en Salones Provinciales, el Salón Internacional 2015 Caribe, dedicado a los 500 años de la villa de Santiago de Cuba. En algunos de estos certámenes ha resultado premiada.
Con Génesis, 2014, en la Galería El Zaguán, inaugura la ruta de sus exposiciones personales. Cuatro años después la Galería Arte Soy la recibe con la exhibición de Redención. De La disección del alma, con la curaduría de María del Carmen Tamayo, se insertarán varias piezas en la próxima muestra de la autora. La propia curadora afirma:
Las féminas de Tahimí no son representaciones idealizadas. No existen construcciones. Estas mujeres son recreadas en diferentes escenarios y, desde allí, evolucionan. En la medida de su progreso se reconocen a sí mismas como lo que son, dejando fuera todo “complejo de castración”, aspecto que puede ser autorreferencial. Cuando la figura masculina desaparece comienza esa búsqueda en lo más profundo de su ser. Se arrancan la máscara de la “feminidad”, y con ella, la actuación, la mímica, la mascarada de un “ser-mujer” ficticio. No hay capas decorativas para ocultar la verdadera identidad.
A la revisión del catálogo de La disección… resultó inevitable la toma de apuntes en torno a algunas obras. La maternidad llega en canto sublime en piezas como Amor incondicional e Inocencia. La lactancia materna, capta ese tiempo de unión “umbilical” entre el sujeto madre y su descendencia. La figura materna aparece en la desnudez del cuerpo y el espíritu, al igual que la criatura.
No veo, no oigo, no hablo, ¡no siento! resulta una pieza colmada de símbolos: la pareja se sitúa frente al espectador de la obra como si aguardase sentencia de nuestra apreciación. Una tercera figura, en este caso mujer, rodea a la pareja y al borde hay armas que apuñalan un lienzo azul, la desilusión.
En Impotencia 1 la figura femenina yace en el suelo, sujeta a las ataduras y de espaldas al espectador. Su silueta se observa lánguida y con heridas, el puñal con las marcas de la incisión se evidencia en la parte posterior a los pies del contorno femenino. Otra vez la mujer se representa al desnudo, mas no es su erotismo lo que se destaca sino su dolor.
Ella cabizbaja se muestra en Impotencia II al intento por alcanzar el caballete aun con las manos en impedimento. Su cuerpo muestra el desgaste y las estrías del cuerpo, ¿y el alma?
Muñecas (Danza) manifiesta una intensidad fovista. La figura masculina, vestida y de frente al espectador acoge a una silueta femenina de gris contraste. Ella permanece al descubierto y de espaldas a nosotros, quizás al mundo. La cabeza de ella es una pieza ausente como si penetrara en una porción oscura del universo simbólico de la obra.
Hay piezas como Muñecas 2 en que el ser femenino se muestra decapitado, lo mismo que objeto del deseo. Sin embargo llega el momento en que esta mujer regresa su rostro al espectador aun cuando permanezca la sensación de angustia, es el caso de Meditación, cuyo entorno se asume fovista-surrealista.
En Muñecas (Retrato) la figura femenina aparece sentada frente a una mesa circular, ocupa toda la focalización de la obra, su tratamiento es desde la melancolía y el azul grisáceo expresionista picassiano. Su mirada connota meditación y sus manos permanecen rodeadas por una cuerda. Es de las pocas piezas donde la figura humana se representa con vestuario. Hay un contraste entre el expresionismo azul gris de la figura central y el fondo rojo muy a lo fovista.
La Partida ofrece el clímax arremolinado, líneas ondulantes en comunicación de la ruptura familiar.
Tahimí además apuesta por Descubrir las máscaras del alma. En consecuencia Muñecas (Liberación) representa a la mujer que se retira la máscara, va en marcha y alza el rostro y la mirada, aparece una expresión de sonrisa y complacencia. Ella se representa con un rojo y en su nariz se cita el verde de Henry Matisse en La mujer de la raya verde, aunque las expresiones entre una y otra dama son totalmente contrapuestas.
Miserere I y II al igual que Reencuentro reiteran el motivo del abrazo: mujer y entorno familiar en sentimientos de acogida y preocupación entre la calidez de los colores.
Su obra toda, la convergencia entre tonos, matices, trazos, sonidos, timbres, incluso silencios, el encuentro con la artista en su pluralidad creativa se constituye motivo.
La conversación: entre el WhatsApp y el Café
Café La EGREM, Calle Enramadas; la arteria es convulsa. Optamos por compartir sobre las 11.00 a.m entre las tazas del néctar criollo y un pomo con agua como garantía de la estancia. Ella gusta de hacer letra de su espíritu en creación, yo además de la conversación a la tradicional usanza.
Eres músico de formación académica, egresada como violinista por el Conservatorio Esteban Salas. Entre tus primeras experiencias luego de graduada cuenta el estar entre los atriles de la Orquesta Sinfónica de Oriente. ¿Qué marcó esta experiencia para tu desarrollo profesional?
Antes de graduada ya tenía experiencia en el trayecto de la música, por aquellos años había un grupo de trova que, no sé si recordarás, se llamaba Tiempo Abierto. Ellos me llamaron porque necesitaban una violinista, yo tocaba y hacía coros. Fue bonito pues todos éramos muy jóvenes; trabajé con ellos en mi proyección escénica, no era la mejor porque tengo mucho miedo escénico, puede parecer ilógico, pero así es. Con esta formación también aprendí la interpretación de la llamada música tradicional, aunque en la escuela se hacen prácticas fue allí donde desarrollé todo aquello que ya tenía como aprendizaje, hasta en mi graduación ellos colaboraron.
Me gradué en el año 2002 con 19 años, antes ya hacía prácticas en la Orquesta Sinfónica, así que ya tenía un camino recorrido; también hice mi servicio social con la Camerata Esteban Salas. En general fue una experiencia maravillosa, porque tuve un entrenamiento bien fuerte. En ese momento dirigía la Orquesta Sinfónica de Oriente el maestro Daniel Guzmán, y su proyecto era traer como invitado cada mes a un director diferente (ya fuera del patio o foráneo). La dinámica era tal que tocábamos muchísimo y a la batuta de varios directores, por supuesto se aprendía constantemente. Por esa época existía el Encuentro de Orquestas Sinfónicas de Cuba, tuve la suerte de realizar varios viajes a la Habana, donde conocí a músicos y artistas de otras ramas; con la Orquesta de Cámara me sucedió lo mismo. Fui fundadora de la Camerata y viví la mejor época, hicimos giras nacionales, conciertos y festivales. En aquel momento tuve una vida muy activa en la música, de alguna manera eso pudo haber influido en mi obra plástica, pues conocí el arte que se hacía en el país.
Desde hace algunos años a la actualidad integras la Orquesta Típica Tradicional, formato musical con dinámicas que difieren de lo anterior en aspectos como son el repertorio, espacio de presentación y públicos. ¿Cómo asumes desde tu proyección individual el rol de esta agrupación en la preservación del patrimonio musical cubano?
Hace diez años aproximadamente que trabajo en la Orquesta Típica Tradicional. Al principio fue un poco difícil, pues la plaza que ocupé era de violista, por lo que en tres meses tuve que dominar la técnica de la viola que –aunque tiene su parecido con el violín– cambia en las cuerdas y en la clave. En el pasado reciente había tenido algunas experiencias en una orquesta de música popular a la dirección de Daniel Guzmán.
Se ejecutaban danzones, entre éstos el tema Almendra, también uno que otro danzonete, bolero, o sea, aunque provengo de una formación clásica, sí participé de la interpretación en otras ocasiones de la música tradicional. Así que si en el sentido de ajustarme al instrumento fue difícil, en otros me siento más a gusto porque, por ejemplo, somos un número menor de músicos y se crea un ambiente de más confianza.
También le doy mucho valor a la música cubana en general, así que para mí tocar en una Orquesta Típica Tradicional es un privilegio y un orgullo.
¿En qué momento de tu espacio interior convergieron la músico y la artista de la plástica?
Recurro a una anécdota: ya de labores junto a la Orquesta Sinfónica de Oriente –aunque nunca había pintado ni tenía vínculos aún con las artes plásticas en Santiago–, siempre andaba con una libreta realizando dibujos… muchísimos. Recuerdo una oportunidad en la que mientras dibujaba, César Castellanos, especialista de la Sala Dolores, y yo, sosteníamos una conversación. Él ve mi dibujo y me propone ir a casa del pintor santiaguero Rafael Campañá con la finalidad de que pudiera impartirme algunas clases y así se dieran mis primeras incursiones en el aprendizaje.
En ese momento dudé un poco, no creí que podría pintar un cuadro ni mucho menos. A la semana César me llevó a casa de Campañá y sucedió la inmersión en el maravilloso mundo de las artes plásticas. Sí creo que la música tiene incidencias en mi creación plástica, estoy convencida de que el arte es una sola, expresada por diferentes medios. Aunque hasta ahora no observe en mi creación un vínculo explícito entre ambas manifestaciones artísticas, creo que en el futuro puedo realizar alguna exposición donde se entrelacen.
¿Hay un hilo discursivo que predomine en tus exposiciones personales y las colectivas en las que participas? ¿Qué temáticas te interesa jerarquizar?
Cuando tuve conciencia discursiva, es decir: pintaba y dibujaba con ideas claras, mi primer motivo fue la expresión de una situación de emociones desde lo personal. Creo que desde el inicio ese ha sido el leitmotiv de mi obra. La pintura se convirtió en el momento en que a solas podía descargar frustraciones, la impotencia ante situaciones de la vida; también la alegría de vivir. Con el tiempo eso se hizo extensivo a otras personas con las cuales interactuaba, cuyas vidas me movilizaban a hacer alguna pieza. He trabajado mayormente historias de mujeres, quizás por esa razón los observadores me sitúan en una posición feminista, pero debo decir que no es así.
Hasta ahora la mayoría de mis proyectos y obras han rondado el tema femenino; por otra parte trabajo mi preocupación por el medio ambiente, el amor de pareja y la maternidad. Si tengo que jerarquizar un tema –es algo que no quisiera hacer– serían los seres humanos.
Te digo que no quisiera porque soy inquieta en los temas y medios expresivos. Me gusta experimentar aquí y allá. Jerarquizar no es mi propósito, al contrario, quiero explorar todo lo que esté a mi alcance.
Este año, incluyes tu obra en la Edición del Salón de Artes Plásticas Regino E. Boti, Guantánamo 2020, con la Serie Miserere. Compártenos acerca de esta ocasión.
Como sabemos este ha sido un año muy difícil para la humanidad. Yo no quedé exenta. Todos estos meses de angustia, por el paso de la Covid 19, hice un gran esfuerzo por mantenerme creando; pasé muchas horas en las redes sociales, ahí fue donde vi la convocatoria del Salón Boti 2020, el cual conocía pero sin el registro de mi participación.
Estos salones virtuales le dan una cobertura “otra” al artista, y no tienes que llevar las piezas en físico, algo que es un poco difícil para mí porque mis piezas son generalmente medianas y grandes. En esos salones envías las fotos de tus piezas con los datos y ya está. Fue una experiencia interesante y nueva. En vez de contemplar tus piezas en una galería las ves en un video o galería virtual, puedes interactuar con los demás artistas a través de las mismas redes.
Creo que es algo que llegó para quedarse. Se han generado muchas exposiciones virtuales que ayudan a la visibilidad de artistas emergentes.
La puesta escénica de la obra Agnus Dei por Calibán Teatral integró una muestra visual homónima de tu autoría. Coméntame acerca del surgimiento de la idea y el proceso de creación.
Conocí a Orlandito[1] –como todos le dicen– en Internet. Él había hecho un comentario en la página de alguien, que me impactó mucho por lo que decía sobre el arte, y le envié solicitud de amistad. Recuerdo que le dije que el teatro era un terreno que me interesaba explorar, porque nunca había visto una obra –aunque te parezca incierto– así fue. Entonces me habló de su próximo proyecto: Agnus Dei.
Es una pieza teatral que se desarrolla en un convento, donde una monja queda embarazada. Versa en torno a tres mujeres con diferentes historias de vida con elementos que las conectan. La historia me pareció controversial por sus matices. Le planteé hacer una exposición en el Cabildo con algunas obras que tenía hechas, luego me percaté que era mucho más atractivo la creación de piezas para el estreno. Así que estuve presente en cada ensayo para empaparme del montaje, los personajes y el ambiente, incluso el vestuario. Cada día me sumergí más en el proceso. Hice piezas de algunos personajes y de situaciones que se ven en la obra. El proyecto final resultó la exposición de mis piezas una hora antes de la puesta, luego los espectadores a la salida ven nuevamente la muestra para tener una nueva perspectiva visual, condicionada por la escena. Creo que fue una idea interesante el nexo entre las dos manifestaciones artísticas.
El trabajo con los actores lo considero emocionante porque pude vivir cada ensayo, lo que debe hacer un actor para el logro de un personaje. Es una experiencia que marca mi carrera. Hoy día son todos mis amigos y he hecho grandes vínculos con el teatro, al punto de soñar con nuevos proyectos.
En la actualidad preparas tu próxima exposición personal. ¿Qué elementos de tu discurso pretendes compartir a través de la misma?
Debo entonces remitirme a mi segunda exposición personal que fue en el año 2018, en la Galería Arte Soy. Esta muestra se llamó Redención, tema que puede parecer recurrente en mi obra. La mujer: su posición ante la sociedad, qué la aprisiona, cómo se desarrolla y desenvuelve. A través de los años ha sido silenciada en el ámbito del hogar, sin embargo –en esto tiempos– ha logrado abrirse paso para ser una mujer libre que toma sus decisiones. Este proyecto con otro título, La disección del alma, se iba a mostrar en La Casa de México, en La Habana y por motivos de la Covid se suspendió. Al constituir un tema de interés el cual aún ofrece lecturas, decidí reutilizarla en mi próxima exposición, en el Centro de Arte y Diseño de Santiago de Cuba, el año próximo.
La pretensión es realizar un recorrido por hecho desde el año 2016-2017 hasta estos días, pero con una nueva mirada. Pienso en la hibridez de las obras realizadas durante el periodo con la literatura y el audiovisual, manifestaciones que siempre han marcado mi vida: me parece una oportunidad maravillosa para mostrar ese vínculo. Muchas de las obras que expondré estarán acompañadas de poemas de la autoría del escritor santiaguero Rodolfo Tamayo Castellanos.
También realicé una serie de cuatro piezas de gran formato inspiradas en un poema de su próximo libro El gran concierto; o sea, esta vez mi espectro se abre, no es solo la exhibición de cuadros sino la convergencia entre varias manifestaciones y medios que enriquecen toda la muestra y propician una mirada mucho más profunda. Con Jaulas Humanas, título de la muestra, considero que daré un paso adelante en cuanto al nivel conceptual en mi obra.
Estoy muy conforme sobre todo por el apoyo que recibo de amigos como María del Carmen Tamayo, quien apoyará en la curaduría y diseño de montaje, una joven que va por muy buen camino en la especialidad.
¿Crees que la inevitable introspección creativa ocasionada por la Covid influyó en tu creación, estilo, necesidades comunicativas como artista visual…?
La pandemia de la Covid 19 trajo consigo innumerables situaciones. En mi caso te puedo decir que afectó la creatividad, mis ánimos se fueron al suelo. Noticias por todos lados, miles de muertes diarias, necesité varios meses para reponerme psicológicamente.
Solo hace un tiempo retomé la pintura. A duras penas hice varios estudios para un cuadro y quedaron inconclusos. Por lo que la Covid me afectó emocionalmente. Aun así en esos meses aproveché el tiempo en lecturas y un poco en el estudio de las obras de grandes referentes artísticos. En la redes pude ver que muchos artistas canalizaron todo a través de su obra, algo que me pareció muy bien. Debo decir que en otros momentos también lo he hecho, pero esta vez ha sido demasiado fuerte el estrés por la situación. Simplemente no pude.
Eres de los artistas que crea conexiones con el universo artístico-literario actual de la ciudad y desarrollas una vertiente como promotora a través de las redes sociales. ¿Qué espera Tahimí de estas interacciones?
Hace tres meses creé el grupo Promocion@arte en Santiago y ya cuenta con casi 1 200 miembros. La idea surgió a partir de las oportunidades que te brinda la tecnología; además con la situación del coronavirus tuve mucho tiempo para pensar mejor los proyectos, oportunidades e intereses.
Internet se convirtió en el sitio donde la gente se reunía para saber de todo, donde nos manteníamos unidos a pesar del distanciamiento social. Siempre quise encontrar un lugar en Internet con la información de lo qué se hacía en Santiago en materia de arte, y me di cuenta que se necesitaba un sitio para agruparlo todo, ¿quién mejor que uno que es artista para hacerlo?
También en todo este proceso vi la relevancia de todos los espacios y peñas que se realizan en Santiago y merecen la atención; solamente peñas literarias hay unas cuantas, igualmente existen sobre teatro, música y artes plásticas. Creo que se necesita un mejor enfoque promocional y por eso doy mi pequeño aporte a mi ciudad desde el grupo. En estos sitios se hacen muchas conexiones entre artistas, se comparte información, se le da visibilidad a todos sin distinción. Por ese medio los propios artistas pueden hacer sus publicaciones: videos, fotos, carteles de sus peñas… es decir, es una herramienta de fuerza intelectual.
Perfiles en redes sociales de Tahimí Cugat
Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100009135395428
Instagram: https://www.instagram.com/cugatestevez/
[1] Orlando González es director del grupo Calibán Teatro.
El mundo de Daniela: boleto de ida
A sus tres años la miré como si no hubiese salido de mis entrañas. ¿“Tal vez” y “Quizás” son hermanos? Pasaron algunos segundos antes de que lograra reponerme. Casi de inmediato me vi envuelta en una explicación sobre sinónimos que en verdad no sé si fue acertada. A partir de entonces los retos se multiplican a diario. Todo alrededor de ella despierta curiosidad. Los días, todas las cosas y las palabras entre juegos y verdades se antojan laberintos. Ante mí hasta el aire, como entonces a Teresa, también me parece nuevo. Por eso El mundo de Daniela resulta espejo que comparto. Lo leí en su primer nacimiento por Ediciones Santiago, y años después de la mano de la Editorial Oriente (2018) y junto a mi Adriana fue que, en verdad, hallé el reflejo.
Desde su colección de poesía Ala y Espuela, la Editorial Oriente personalizó el primero de los libros que Teresa Melo escribió para los niños, por el que mereció el premio La rosa blanca. Este es un volumen de indagaciones sobre asuntos sencillos y complejos de la existencia, de esos que también agradece descubrir el adulto lector. Estas páginas no solo hurgan en las interrogantes de las que dispone el universo de quienes en años crecen. Si bien por la estructura literaria estos textos clasifican como poesía, sus esencias son relatos en los que la vida se personaliza y en los que en cada planta del jardín, gatos y perros, floreros, retratos, juguetes y vestidos crecen aprendizajes, recuerdos y porvenir.
El apartado El mundo de Ellas ofrece un paisaje de letras e imágenes que bien invita a la estancia. La edición descansa en el estilo de Rosana Mena. Sergio Rodríguez tuvo a su cargo el diseño de una cubierta que desde la mesura de la grafía y los tonos al uso resume las esencias literarias. Las ilustraciones a cada una de las interrogantes y sapiencias de Daniela tuvieron para sí la segunda ocasión de la artista argentina Mariela de la Puebla, quien realizó unas completamente nuevas para este “mundo”.
Abel Prieto dijo en su dibujo-prólogo El lobo de los cuentos: “Estos poemas son demasiado bellos y demasiado tiernos y delicados y respiran por sí mismos de un modo demasiado limpio y auténtico y hay demasiada luz de la buena en este libro para venir yo con un lápiz a llenarlo groseramente de monstruos, que son, realmente, mi especialidad. (…) es por eso que aquí aparece alguien que asoma brevemente su hocico en el poema Mentiras y verdades (…). Ahí lo tienes: lo pinté lo más lindo que pude, con una flor y un elegante pulóver, incluso, para dulcificarlo”.
En el apartado Mi deseo la autora confiesa que este libro le ha sido dictado por Daniela, escrito con algunas de las frases con que su hija de tres años le hablaba. Solo discrepo en algo, Teresa, estos poemas no son pequeños. Tal vez en su estructura lo parezcan, pero sus respuestas al interior del ser humano alcanzan lo contrario.
¿Alguno de ustedes olvidó cómo era ser niño? ¿Alguno abandonó el hábito de las preguntas? Los hallazgos se componen de ellas, por eso Daniela hurga a su alrededor. Las fotos muestran sitios y personas desconocidas, un antes donde no estás pero contiene las esencias de lo que eres hoy: “Yo las miro una a una/ con atención/ y a mamá le pregunto: / ¿dónde estoy yo?”. Lo confieso, para mí la parte más divertida no son esas interrogantes, porque de alguna manera sabemos que en cualquier momento nos emplazarán. En este juego lo risible casi siempre son nuestras respuestas para explicarles, por ejemplo, cómo llegaron ellos al vientre materno. Hay quien incluso desplaza las respuestas a otro adulto, y a quien le falla la voz o lo aplaza. Pero es en vano, quien busca también tiene hipótesis y no cesará hasta encontrar tu palabra.
“Mi primera palabra fue papá. / Pero él no está”. La vida es tan plural como quienes la habitan. Este libro nos introduce en un escenario donde los modelos de familia son disímiles y válidos. Palabra nos remite a un modelo fuera del clásico “Mamá, Papá y Nené”, para presentarnos la maternidad independiente como un camino donde también es posible la realización del hogar. La figura paterna es un personaje cuya presencia se reitera desde los silencios en cada una de estas páginas. Sin embargo, es un planteamiento sereno, no hay una visión traumática en esta verdad. La protagonista comparte el disfrute de su vida infantil a través de los espacios de la casa y el entorno, y a partir de los roles maternos que de forma inevitable y feliz se pluralizan: “Con ella voy al patio/ a ver la tierra,/ nos mojamos las manos/ de lluvia fresca. Con ella voy al parque; / sobre la arena/ en el columpio rojo/ me balancea./ Ella tiene tesoros:/ libros, flores, botones/ y hace letras”.
El patio hogareño es muchas veces centro del universo madre-hija. En el apartado Como el mundo, cada elemento de la naturaleza cobra realce. Las flores, los colores, las hormigas, las plantas, los zunzunes y la tierra crecen en la inmensidad del entorno familiar como símbolo de amor. El patio es espacio de esta intimidad madre-hija, donde cada elemento se antoja tierra fértil para el crecimiento humano: “El patio de mi casa/ como el mundo es:/ yerbas buenas/ yerbas malas/ que las manos de mamá/ separan.
¿Sienten los ladridos, el maullar de un gato? ¿Alguna travesura de mascota interviene su lectura? Yo los percibo, acaricio sus orejas y con la ilusión los alimento. Recuento todas cuantas han pasado por mi historia. Colecciono en la memoria las miradas de mis perros y los gatos que aunque no busqué, también comieron en mi casa. Porque ellos en esta entrega literaria cobran vida.
El poema de mi gato es una reflexión sobre la ruptura de prejuicios por cualquier diferencia. El color del gato es metáfora para que entendamos: “Yo le explico bien despacio/ que no importa cuál color/ tenga su pelo sedoso:/ basta con que esté orgulloso/ de lo que ser le tocó”.
Dina, es el nombre de la perra que recibió la niña como regalo de una amiga y crece junto a ella, y además convive con el gato rojo-amarillo. Estos poemas presentan el amor hacia las mascotas y los afectos que estas brindan a las personas: “es mi perra, me quiere/ como debieran quererse/ los ʽhumanosʼ”.
Un personaje habita muchos de los cuentos clásicos de la literatura universal. ¿Acaso será el mundo como la literatura? Mentiras y verdades retoma al lobo como protagonista de la cadena alimenticia que generan las diferencias: “la salamandra comió/ a la mariposa,/ el gato a unos ratones./ Unos a otros comidos y tragados”.
Sensible resulta la poética que entraña el apartado Jugando con mi primo. Sus palabras desafían la división de juegos y juguetes según las construcciones y roles de género. Desde hace cientos de años el mundo norma lo que según, rosados o azules hayamos nacido, nos toca mañana, y en recreo lo eterniza desde el hoy. Para las niñas llegan los juegos de cocina, peluches y enfermera; para ellos los aviones, carros, soldados, espadas y pistolas. Para todos, un universo de estereotipos. Si se eliminaran las diferencias en los juegos se acortarían muchas distancias en la adultez: “Si yo juego a las espadas/ cruzando brillo con brillo/ no me parece que el juego/ vaya a cambiarme el vestido”.
En el televisor se descubre un mundo que va entre las fantasías de un dibujo animado, hasta llegar al desconcierto que traen imágenes de la guerra para un niño: “Y luego veo las llamas,/ gente que corre entre ella,/ un niño llora y me dicen: es la guerra”. “Prefiero poner entonces/ ante fuegos y tristeza/ ronda de niños y niñas/ jugando a la rueda rueda”.
Lógica comprende otra de las conversaciones hija-madre que a lo largo de estas páginas se descorren ante el lector. En casa todo adquiere un sentido sagrado, un manténgase alejado del alcance de los niños. Las formas, materias y colores invitan al tacto pero todo tiene accesos prohibidos: “-¿Y la luna, mamá?/ -No se puede tocar…/ -Es de cristal?”. La solución literaria me parece uno de los mejores momentos en que el humor aparece en el volumen con la sutileza que caracteriza a la Melo.
Siento particular predilección por la lectura de Los Mayores. Vuelvo a él lo mismo que maquillaje por rectificar ante el espejo. El prospecto de defectos del universo adulto es extenso y camaleónico según indiquen las circunstancias que creemos maniobra: “Mi mamá es como una niña/ que habría que regañar:/ fuma y fuma sin parar”. “En una mano la pluma/ en la otra mano el cigarro,/ pero si mojo mis pies/ me pronostica un catarro”. “A las personas mayores/ no las puedo comprender,/ hablan y hablan pero hacen/ lo que yo no debo hacer”.
El orbe de las protagonistas alcanza otros entrañables vínculos familiares que van de las presencias a las ausencias, de la alegría de la vida a las incógnitas de la muerte. El apartado Mi tía Alina le canta a Daniela, pues una figura compinche que le acompaña con sonrisas y regaños. Lee los cuentos como muestra del importante vínculo afectivo que puede existir en estas relaciones parentales.
Todo título infantil que se honre tiene un Tesoro. También Daniela y Teresa focalizan el personaje de la abuela en el universo familiar y en el domicilio afectivo de la mayoría de los niños. Los cuartos de las abuelas resultan islas ávidas por la navegación de esos piratas. Un broche o botón, una postal, fotos, collares y alfileres, para ellos todo resulta una cartografía: “En el cuarto de mi abuela/ hay tesoros escondidos/ en los bolsos y carteras,/ en gavetas y vestidos(…)”. “Y hay un tesoro más grande/ cuando ella en su cuarto está:/ mi abuela joven, hermosa,/ siempre mía, siempre más”.
La muerte es un tema tabú en casi todos los hogares con niños. Varios autores en la actualidad visualizan el tópico desde la literatura cubana para infantes. De las tristezas indaga en las ausencias tras la partida física de algún familiar y en la sabiduría de los niños para encontrar respuestas en las evasiones y silencios de los adultos: “En el cuadro está mi abuelo./ Pregunto dónde está/ y me dicen: ʽno estáʼ/ o ʽestá en otro lugarʽ./Y nadie dice más./ Pero mamá lo mira/ cuando nadie la ve/ y los ojos le brillan,/ está triste, lo sé. (…)”. “Pero la tristeza por el abuelo es otra./ Yo le digo: ʼno te preocupes, mami,/ donde él está,/ está mi perro Gitano/ que yo creo que se murióʽ”.
¿Qué niño no tiene jardines de palabra?, unas con posibilidades de florecer, otras, con derecho a la poda. Noel, el de los jardines toma la palabra como plataforma de valores: “Algunos de estos jardines/ parecen dar flores raras,/ pero irás aprendiendo/ en poemas y palabras/ cómo nombrar sentimientos/ y cómo mover montañas/ con la magia de las letras:/ vida y canto, fuego y alas”.
“-¿Por qué no cambiamos tu cabeza y la mía?/ -Porque la tuya es nueva, niña mía”. Cabeza nueva es otro de los pasajes estelares para una buena carcajada. Quienes crecen te interpelan a cualquier hora y lugar con escenas que semejan la ciencia ficción. El cuerpo es nuestra primera casa, por eso sobre su anatomía y funciones a diario y por años llueven las indagaciones. Lo difícil son las respuestas.
Sueños posibles para soñar regala el Dibujo más hermoso que haya hecho Teresa Melo tal vez en su literaria vida: “Pondré a Daniela en el dibujo,/ en cada mano lleva un color./ ¿No la conoces dentro del mundo?/ Ella soy yo”.
El mundo de… es de todo aquel que pueda desandarle con su lectura. Daniela es la protagonista y como uno de los poemas, Guía de viaje que invita al universo compartido de la literatura. Transcurrieron varios años desde que Teresa y ella comenzaran este descubrimiento por un “nuevo mundo”. Ya Daniela es una inteligente y hermosa joven, creo que a la madre se le cumplieron con creces sus deseos de entonces: “Como para ella el mundo es todo nuevo, acabado de estrenar digamos, yo también trato de verlo así, para que ella, además de ser mi hija quiera ser mi amiga”.
Aquiles Jorge: conversación con un rockero mambí
Aquiles Jorge Rabaud es un creador inquieto. Guitarrista concertista de formación asume diversos conceptos en su quehacer. Quienes siguen sus presentaciones en la santiaguera urbe son testigos de las presentaciones a guitarra clásica que de conciertos rockeros acompañado por algún formato para la ocasión. Gusta también de aliarse a jóvenes cantautores, artistas de la plástica, poetas, actores y hasta historiadores.
Su visión como creador comienza por su instrumento y pasea otros intereses como la promoción de la historia y la cultura del territorio, la protección medioambiental con el Bridge Proyect y la integración con varias expresiones artísticas. Como compositor atesora piezas para música incidental y varias para guitarra de concierto. Ha escrito para documentales, videos, reportajes y dos películas. Es fundador de la AHS y el Proyecto Nacional de la misma. Su obra le mereció galardón en el Festival Los Días de la Música en La Habana, Premio Caracol, y lauros por su música para teatro entre otros.
Aquiles Jorge se reta a sí mismo en cada una de sus presentaciones que son de las más asiduas en la ciudad. Contra los apremios del hoy mantiene su hacer lo mismo que mambí contemporáneo. Es de esas personas que admiro y decidí esta vez el café virtual con él.
Tienes una formación académica como guitarrista concertista. Tus estudios acontecen entre el Conservatorio Esteban Salas y en Instituciones de La Habana con prestigiosos maestros. Háblame de tus procesos en el estudio del instrumento.
Comencé el estudio de las Artes Plásticas en la Academia Hermanos Tejada y después cambié para la música por mi amor a los Beatles y Paco de Lucía. Matriculé en el Conservatorio Esteban Salas en la especialidad de guitarra. Obtuve varios premios provinciales en las ediciones del concurso Amadeo Roldán hasta que con el premio nacional obtengo la beca en la Escuela Nacional de Artes en la capital. Allí tuve la oportunidad de tener como pedagogos a Martha Cuervo, Victor Pellegrini y Aldo Rodríguez, además de las clases magistrales de destacados maestros como Leo Brouwer, Alirio Díaz, Robert Aussell, Costas Cotsiolis entre otros.
De mis estudios en Santiago destaco la influencia de mis profesores Fernando López Bello, Francisco Rosa y Pedro Rodríguez en especial, quien me estimuló al virtuosismo técnico, típico en los adolescentes. El maestro Pedro me mostró la obra de Tárrega, Albéniz, Falla, Villalobos, en adelanto a mi nivel en ese momento.
Hay en ti una vocación pedagógica que se encauza en tu experiencia docente en la Escuela de Música Laureano Fuentes, y también en cada clase didáctica o taller que haces de cada una de tus interpretaciones. ¿De dónde te llega esta necesidad de trasmisión del conocimiento?
Al tener la oportunidad de acceder a tan buenos maestros se impregnó en mí el don de la pedagogía. Años más tarde descubrí la obra de José Martí, más allá de las tímidas clases escolares. En apariencias no tiene relación con la pedagogía de la música, pero el pensamiento de los genios es aplicable a todos los oficios y profesiones en la vida.
Me percaté que mediante explicaciones y el ofrecimiento de sencillos datos de autores y piezas en mis presentaciones despertaba la curiosidad de la audiencia, quienes manifiestan interés por los temas después de cada concierto. Esto conlleva una duplicidad en el estudio pero proporciona mucha felicidad en mi carrera; también genera polémica ante detractores, los menos, al brindar información que no aparece a simple vista. Los conocimientos los adquiero tras arduas investigaciones o por fuentes orales a través de historiadores, pedagogos y músicos.
¿Qué fueron el grupo Calibán y Teatro Danza del Caribe en tu trayectoria profesional?
Las Artes Escénicas fueron el escalón para alcanzar el desarrollo artístico que va más allá de ser músico. Significaron la oportunidad de componer música para teatro, danza y ballet. Nunca lo había hecho, pero la guía de Norah Hamze y Eduardo Rivero me enfocaron de tal manera que todo fluyó como si hubiese tenido estudios de composición, cuando solo lo hago de forma intuitiva, sin reglas ni conocimientos técnicos que a veces no te permiten desarrollar el arte al estar sometido a cánones estrictos.
En otros casos se convierte en falta de originalidad al perder la autenticidad y ser parte de una especie de mimetismo sonoro, como el que sucede en la actualidad, que no se puede identificar quién toca, canta o pinta, porque todo es muy parecido o igual.
Hay en tu obra una especie de duelo entre tus facetas como concertista y músicas de otros géneros o corrientes alternativas como el rock y la fusión. ¿Cómo haces para que convivan en el diario quehacer diferentes intereses y ser pródigo en tus creaciones?
Creo que la escucha de géneros tan diversos, que van desde la música clásica, folclórica, flamenco y música exótica de todo el mundo creó un universo sonoro muy ecléctico dentro de mí que a veces es incomprendido por algunos que no están abiertos a nuevas formas de expresión y preguntan: “¿pero eso qué es, clásico, concertante, rock?” Yo les respondo: “Mi música”.
La improvisación es gran parte de mi obra, la que más disfruto. El hecho de desarrollar un tema, lo hacía Bach, Mozart, Beethoven, Liszt, todos los grandes y son ellos a quienes yo miro. Voy al original siempre, la base, los primeros. Muchas veces me ha sucedido que al decir “voy a improvisar” en TV, Salas de Conciertos, Actos, ¡se horrorizan! Entonces invento un título al momento para que no se asusten cuando en realidad estoy improvisando. La obra es efímera, no existe y es irrepetible. Eso es lo que más me gusta.
Escucho toda la música del mundo que cae en mis manos y después de tantos años uno desarrolla cierto nivel técnico que te permite el salto de un género a otro, lo que implica cambios en la técnica del instrumento o el propio instrumento en sí, como es el caso de la guitarra eléctrica, el bajo, la guitarra de doce cuerdas, guitarra Folk y la clásica, la mandolina entre otros.
La guitarra eléctrica por ejemplo tiene muchas formas de ejecutarse en dependencia del género que toques. El Blues requiere técnica primitiva. El sonido debe ser muy orgánico y la forma de agarre de la púa también, incluso provocando la suciedad de la interpretación porque al hacerlo surten efectos sonoros con ambas manos que son característicos del género. Recuerda que surgió de personas sufridas, explotadas, sin ninguna preparación y esto es lo que le da el verdadero toque o “Groove” al Blues. Si lo tocas limpio y bonito no saldrá, no tendrá sabor.
Otro caso es el Hard Rock y Heavy Metal. El primero es un poco más desarrollado pero todavía conserva la esencia de la escala petatónica, lo primitivo y la escala. El Heavy Metal requiere de virtuosismo total en la ejecución y el dominio de más escalas, la articulación del fraseo y el uso de nuevas técnicas como el Tapping o Hammer, que requiere de ambas manos como si fuese un piano la guitarra, además de la forma de percutir las cuerdas en el diapasón de la guitarra.
El flamenco aunque se interpreta con la guitarra acústica muy parecida a la clásica, no es lo mismo, la posición de la mano derecha, el dedo pulgar, el limado de las uñas, la articulación del fraseo si improvisas y las guitarra no es igual a la clásica. Se usan, maderas y diseños diferentes y eso contribuye a que suene realmente flamenco. Entre otros géneros me gusta la música hindú que también hay que tocarla con técnica muy particular, tirando los dedos de la mano derecha como si fuese un citar, además de las escalas que te dan la sonoridad requerida. La Guitarra clásica es muy sofisticada desde el correcto limado de uñas, la técnica, el respeto a los diferentes períodos, estilos, a la partitura y la intención del autor.
En una ciudad tan caribeña y defensora de la “tradición”, ¿cuándo afloró en ti el interés por la creación rockera y la música alternativa?
(Risas) Es complicado porque debo caer en la “otrora ilegalidad” para responderte, pero lo haré porque son otros los tiempos y es parte de mi vida, además, los detractores TODOS están fuera del país. Los que me llevaban a la dirección de la escuela y me condenaron. ¡Ya pasó, Gracias a Dios! Mira, la primera vez que escuché una guitarra eléctrica, “me electrizó”, nunca mejor dicho. No sabía qué era ni cómo se llamaba aquello. Era un niño. Lo que sí tenía claro es que no quería ser como los músicos que veía en la TV. No eran un paradigma para mí y esto me trajo muchos problemas.
Vivía pegado a la radio extrajera todas las noches en los años 70’ y al programa “Perspectiva” de Radio Progreso escrito y conducido por Jorge Gómez. Ahí comprendí de qué se trataba todo, cómo aportaron no solo a la música sino al Arte Eterno, la Cultura Universal y a cambiar la sociedad y el modo de pensar siempre de forma positiva. Muy lejos a lo que muchos pensaban, no estaba reñido mi amor patrio con mi gusto estético. Luego quedó demostrado hasta hoy. Me quedé en Cuba. Ese ha sido mi mayor “Acto de Rebeldía”. Gracias a Dios ya nadie me cuestiona por mi estilo de rockero, motorista hippie con calaveras (Risas). Lo que agradezco mucho.
Cuéntame de los proyectos musicales conque a lo largo de tu carrera has dado vida a estas musicalidades otras.
De Proyectos tendré que simplificar pues son muchos. El más querido por mí se remonta al año 2006 cuyo estreno acaeció al año siguiente con el auspicio de la Alianza Francesa, Las Artes Escénicas y las Artes Plásticas. Fue la primera vez que se hizo un concierto audiovisual de esa manera, que resultó de la combinación de las pinturas animadas por computados, de los pintores impresionistas en proyección en grandes pantallas en sincronía con mi música en vivo. Cámaras ocultas detrás del escenario, efectos especiales sobre pantallas alternativas hicieron de este espectáculo algo muy novedoso para la época. Se llamó “AQUÍ…LES PEINTRES IMPRESSIONISTES”.
Otros importantes han sido “The Bridge Project” con prestigiosos músicos norteamericanos y cubanos por la hermandad entre nuestros pueblos y el medio ambiente. Mi Banda Fantasy con músicos de Canadá está en pleno desarrollo. Antes de fin de año debe ver la luz nuestro CD.
“Conciertos Martianos de Luz” es otro proyecto único en Cuba, pues se realizó por todo el país con la exhibición de objetos de alto valor histórico junto con mi concierto, donde yo intercambiaba con el público y les ilustraba acerca de la historia de Cuba. Tuve el privilegio de tener una Gira Nacional con éste.
¿Crees que tu pluralidad musical ha limitado la visión que tienen otros músicos de academia acerca del alcance o “seriedad” de tu trabajo como concertista?
Definitivamente sí, porque ellos están en una especie de burbuja y no amplían su horizonte. En el mundo es más reconocido quien muestra creatividad y originalidad. ¿Te imaginas?, hoy no hubiese muchos artistas por las mentes estrechas de otros.
Hay un concierto que considero muy importante incluso en la dinámica artística de la ciudad, el programa de rock sinfónico junto a la Orquesta Sinfónica de Oriente en junio de 2019.
Sí. Ese marcó mi quehacer porque era mi Proyecto con toda la música original, pero ya en 2003 yo había ofrecido el primer concierto de Rock Sinfónico con la Orquesta Sinfónica de Oriente, en Sala Dolores, tocando la guitarra clásica y la eléctrica con la obra de The Beatles.
Recuerdo que se agotaron las capacidades y hubo que sacar los taburetes de ensayos y colocarlos en los pasillos de la Sala, también se agotaron los talonarios de tickets y tuvieron que dejar pasar a las personas libremente. Nunca lo olvidaré. He sido privilegiado.
¿Cómo se traduce la vocación Martiana-Maceísta en tu creación?
Esto acontece a partir de la necesidad de crear obras musicales instrumentales originales que describan hechos históricos, que en ocasiones lo hacían los trovadores. Es de vital importancia porque tengo que ser creíble ante un auditorio al que le cuentas una historia que debe reflejarse en la música y yo no sé cantar, no tengo ese don, entonces la es guitarra la protagonista junto con las anécdotas.
Hay un hecho que distingue tu carrera y que trasciende la ejecución musical, y es tu permanente labor como promotor de los valores de la cultura cubana y esencias de la Patria. Repasemos algunas etapas.
Como te expresé antes, no está reñido mi gusto estético y la imagen con mi amor patrio. Tal vez esté avalado por mi sangre mambisa y la participación de mis antepasados en todas las Gestas históricas en Cuba. Desde las Tres Guerras de Independencia hasta la Juventud del Centenario. Fuimos Mambises, Rebeldes y Clandestinos, orgullo para mí.
La Peña Mambisa, en la sede del antiguo ayuntamiento, fue el más alto honor que me ha hecho la ciudad al seleccionarme para que este emblemático edificio fuese la sede de mi actividad artística.
Mi nombre es Martina, ¿y el tuyo?
La Sala Mambí, sede del Guiñol Santiago es una de las instituciones culturales emblemáticas en Santiago de Cuba. Atesora toda una tradición que por décadas construyó el teatro para niños en esta ciudad a la guía de Rafael Meléndez Duany. Aunque hoy la institución de referencia se desmembró en dos agrupaciones, los conceptos han de mirarse siempre en la reserva que les antecede para que las actuales generaciones de infantes tengan acceso a lo más valioso de su historia y actualidad.
Desde que Adriana tiene tres años hemos asistido a todas las puestas en la Sala Mambí. La verdad es que como a otros santiagueros me preocupó cierta penumbra que por un tiempo observé en varios sentidos. Primero que nada lastimaba la escasa asistencia de público a las presentaciones. Ya sé que la crisis de audiencias afecta la vida institucional hoy, que entre otras muchísimas causas profundas, tienen un clip en el abuso de las tecnologías que sumen a algunas familias en burbujas “desconectadas” de la realidad out-line.
Ese distanciamiento entre el público ideal y la Sala teatral también ocasiona la pérdida de normas de comportamientos y apreciación en los primeros, quienes aún en el transcurso de la obra no logran desprenderse de sus teléfonos, jabitas y meriendas. Pero el Guiñol siempre fue y ha de ser promotor de valores culturales y centro de formación de valores estéticos y espirituales. También me colocó en alerta la reiteración de escasas piezas en cartelera, no siempre con la más oportuna concepción artística.
Mas algunas de mis desazones se atenuaron con la esperanza que colocó el estreno en agosto de 2019 de la obra Mi nombre es Martina. ¿Los motivos? Pues una escenografía plena de buen gusto en coherencia con el argumento y la puesta en sí. A eso se entretejen la acertada adaptación del original en una versión contextualizada en cualquier lugar de Cuba o el Caribe, y que en lo personal me situó en un bichindario santiaguero. Las casas, con sus tejas criollas recrean el entorno al estilo arquitectónico de nuestras ciudades, especialmente ésta del oriente cubano que habito. La distribución de cada elemento en escena resulta además de agradable, oportuno en los usos de sus escenas. La música combina las piezas en audio con las interpretaciones cantadas del elenco actoral. Lo que se escucha es festivo en una fusión de ritmos cubanos desde arreglos contemporáneos.
El Proyecto Campanadas, casi un año después tiene la dicha de reponer la puesta justo cuando la Sala Mambí acaba de ser remozada para el disfrute de las agrupaciones teatrales y la familia cubana. Sobre el texto La cucarachita Martina, de Manuel Morán, Jorge Socarrás presenta esta versión bajo su propia dirección artística y la general de Liorge Reyes.
La trama acontece en el bichindario. Sus habitantes son una nueva cucarachita Martina junto a su alter ego Martina, personaje que interpreta una actriz como mediadora del conflicto, en interacción con los títeres. Un gallo vanidoso, un perro haragán, el gato de poca higiene y el ratón Pérez integran la lista de pretendientes. Otros compinches de la cucarachita habitan cada una de las escenas. Los actores cohabitan con la manipulación de títeres en el retablo a lo largo de la historia.
Desde un lenguaje asequible para todos, la versión actualiza conceptos como el amor y la convivencia en tiempos de equiparación de géneros, o al menos el intento. Con una propuesta dinámica y sensible, aflora en las tablas el cuestionamiento a la desigualdad doméstica, el machismo, el sometimiento femenino o el egocentrismo. Los actores interactúan a ratos con los asistentes en el afán de educarlos en una necesaria visión que movilice al cambio desde edades tempranas. Martina, la cucarachita, no se amedrenta ante las decepciones y se rehúsa a las propuestas de sometimiento de los pretendientes que en pasarela van a la conquista. Es esta una cucaracha emancipada, cuya felicidad trasciende los motivos matrimoniales. No obstante el ratón Pérez hará valer el peso de su protagónico en la historia y será el causante de la celebración final.
Estamos ante una puesta que moviliza a las palmas, los pies y el pensamiento. Si ud es el adulto, seguramente cuestionará razones de su existencia cotidiana. La primera ocasión en que Adriana y yo la presenciamos, me sumergí en una profunda conmoción. Aquel sábado el regalo fue más bien para mí. Salimos y ella con su ternura agarraba mi mano hacia la calle segura de los buenos afectos.
Ahora que repetimos la experiencia, ella me ofreció su criterio de experta, ¿quién mejor?, y yo me dispuse a la tecla.