Antonio Enrique González Rojas


La muerte de un burócrata o la importancia de criticarse el ombligo

En medio de un contexto fílmico nacional decantado por lo autoral y el realismo social, La muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea) propone un valiente diálogo con el vilipendiado cine de género, desde la orgánica y abierta apropiación de códigos de la comedia absurda y silente; sucedida por Aventuras de Juan Quinquín (Julio García Espinosa, 1967), tributaria del western e igualmente humoroso. Desencadenó y legitimó entonces, líneas y posturas estético-discursivas pervivientes hasta hoy. [+]



Colmillos iconoclastas en el trópico: Vampiros en La Habana y más que fueron menos

Entrada la década de 1980, en tanto el ya antológico personaje de Elpidio Valdés se «dignificaba» en largometrajes y posteriores cortometrajes como paladín libertario cada vez más impoluto, y las otras producciones de Juan Padrón (Tabey, Los valientes, La pregunta, N´Vula, Celedonio) replican el algoritmo de una u otra graciosa manera —siempre salvado el resultado final por la solidez narrativa, el montaje y el guión— el autor de marras toma, celuloide en ristre, el sendero estético-conceptual transitado ya prolíficamente en el terreno gráfico con series como Vampiros y Verdugos, pletóricas de negrísima comicidad, muy lejos de todo recreacionismo histórico y contención tonal. [+]



La pesadilla de la razón engendra draags

Cual reverso semántico de los gigantes «morales» que Jonathan Swift hizo conocer a Lemuel Gulliver en la fantástica isla de Brobdingnag durante su segundo viaje, los descomunales draags del planeta Ygam, recreados por el francés René Laloux en su cinta El planeta salvaje (La planète sauvage, 1973), resultan pesadillezcos titanes que reducen a los «diminutos» seres humanos —llamados oms— a la condición de meras mascotas, de simples plagas a exterminar (en el caso de su descontrolada reproducción en estado «salvaje»). [+]



La parábola del buen jardinero o el alarido de los corderos

La vida […] es un cuento que cuenta un idiota,

lleno de ruido y de furia, que no significa nada.

William Shakespeare

 (Macbeth, IV acto)

Par de décadas antes de que el simple e inocente Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) —basado en la novela homónima (1986) de Winston Groom— se erigiera en conservadora y graciosa alegoría del American Way of Life, glorificador de la ingenua honradez y la llaneza espiritual como virtudes esenciales del americano ideal, el irreverente director Hal Ashby adaptaba al cine la novela Desde el jardín (Being There, 1979), escrita por Jerzy Kosinski en 1971, con muchas menos pretensiones moralizantes. Todo lo contrario. [+]



Monty Python y el Santo Grial o la cuadratura de la mesa

Los soldados franceses que desde lo alto de su fortaleza lanzan vacas, patos y todo tipo de trastos, entre sornas y mofas, al desapercibido e ingenuo Rey Arturo que los interpela desde los cimientos, en la cinta Monty Python y el Santo Grial (Terry Gilliam y Terry Jones, 1974), establecen inmediato diálogo, allende el tiempo, con la también inolvidable escena de la surrealista La Edad de Oro (Luis Buñuel, 1930), donde —en otra de sus memorables secuencias—, desde una jirafa hasta un obispo son aventados por la ventana de un hotel, junto a otra caterva de objetos, en medio de una situación paroxística. No puede menos entonces la antológica comedia británica marcar una ineluctable militancia en los terrenos del surrealismo, fuente donde el absurdo bebe fructífera y creativamente. [+]



A Cuban Movie o el making of de un exorcismo psicosocial

Uno de los muchos desfases entre mi palmarés personal de la 15 Muestra Joven ICAIC y las decisiones del jurado oficial es el documental La película (Janis Reyes y Colin Costes, 2015). Resulta una suerte de enjundioso making of del filme (muy) independiente cubano Corazón cubano (2014), que fue rodado durante más de un año por un grupo de habitantes del barrio de Jesús María, y luego distribuido por canales (muy) alternativos. Sobre todo, estuvo destinada al cosmos barrial de sus creadores, donde gozó de enorme éxito, redundante sobre todo en la legitimación social de estos y —como testimonian ellos mismos—, en su reivindicación social. [+]



El ojo del niño Pepe

En su novela La insoportable levedad del ser, Milán Kundera definió al kitsch en todas sus variantes políticas, comerciales, artísticas, y sociales, como «la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable». Es kitsch entonces, la idealización excluyente de cualquier cosmovisión e iconosfera, placebo consensuado, anulador puritano de aparentes defectos, delatores de fisuras inquietantes en cualquier superestructura promocionada como non plus ultra existencial.   [+]



Charlot en el país de las sombras largas

El 26 de junio de 1925 se estrenaba mundialmente La quimera del oro (The Gold Rush)[1], una de las cintas «mayores» protagonizadas por Charles Chaplin, en esas épocas siempre travestido como su sempiterno e inefable Charlot. Reasumía en este largometraje de seis rollos la singular pendulación entre la pura humorada slapstick y el gag chispeante, característicos del personaje, y la dramaturgia compleja de una historia con inflexiones trágicas. Sin embargo, cuenta con una moraleja más explícitamente llana (happy end en estado casi puro) que una obra como la previa El chicuelo (The Kid, 1921), donde se plantea un conflicto más «realista», social e íntimo. [+]



Barbarroja o el samurái médico

En tanto temática y contexto, el filme Akahige/Barbarroja (1965) viene a pertenecer a ese tercer eje creativo de Akira Kurosawa (1910-1998), que pudiera catalogarse como de concepción intimista-humanista, coexistente con su más (re)conocido cine de samuráis (El bravo, Trono de Sangre) o de corte noir (Los canallas duermen en paz, El infierno del odio), todos coincidentes en la general connotación épica. [+]