Ana Margarita Arada Clavería


Lo importante es resistir: «Piedra de Sacrificio»

 

Lo importante es resistir parece sentencia filosófica, pero es poesía. Y es que la poesía es raíz y sustancia y, al mismo tiempo, Piedra de Sacrificio. Punzón que atraviesa el alma del individuo y su realidad. Bien lo sabe Alexander Jiménez del Toro (Las Tunas, Cuba, 1987), quien construye desde la sagacidad del artista un discurso poético capaz de remover las fibras más profundas del hombre.

Piedra de Sacrificio su más reciente título, premio Pinos Nuevos (2020), publicado por la editorial Letras Cubanas es un poemario vibrante. Escrito con un lenguaje sencillo, preciso, pero con un ímpetu arrasador en cada imagen poética. A ratos filosófico, reflexivo, angustiante, este libro es un espejo de la sociedad y de cómo vivimos (sobrevivimos) en ella. 

La piedra es símbolo. La piedra que es fuerza y resistencia y también inmovilidad. La piedra en el camino del hombre, que como Sísifo repite una y otra vez un sacrificio absurdo. La piedra como metáfora de la sociedad que nos aplasta. No importa:

Lo importante es resistir

como andamios en la resaca de los días,

declarar que estás vivo, que la vida es más

que una habitación en penumbras.

Lo importante es la familia,

los amigos y sus granos de mostaza,

mirar con los ojos limpios

el incendio de los mares…

Y si la piedra es símbolo, el sacrificio es signo. Parece que este mundo nos ha signado el sacrificio, el trabajo como legado. Así lo decretan estos versos:

Fuimos sembrados aquí

como las semillas

de un árbol

que reparte sus frutos en la noche.

Pero hay esperanza, y esa esperanza es la poesía, el verso sincero y visceral. Piedra de Sacrificio es un libro construido desde lo personal y desde ahí nos revela todo el entramado social que nos envuelve y nos supera. Escrito con la sinceridad del hombre y la belleza del artista, Alexander Jiménez confiesa que este texto es casi una autobiografía poética y bien puede ser la de cada uno de nosotros. Su lectura es caminar descalzo por las ruinosas catedrales del miedo y entender, al fin, que el sacrificio consiste en vivir en las palabras.



Un niño perfecto: La magia que necesitamos

Las maestras no hacemos magia. Así le dice la maestra a Ecuánime, madre de un niño especial. Tras esa frase absoluta, la certeza de que no hay cabida para el otro, el diferente, el que no encaja en los estándares.

En Un niño perfecto, el más reciente título de Giselle Lucía Navarro, publicado por la Editorial Abril 2023 y que resultara Premio Calendario de ese mismo año en la categoría de narrativa infanto-juvenil, es un libro singular, como cada uno de los personajes que lo habitan.

Tamer no es un niño común. Saca buenas notas y es el mejor de su clase. Eso debiera bastar, pero no. Tamer es un niño antisocial, no se relaciona “normalmente” y ya sabemos: En las escuelas comune  solo te enseñan asignaturas básicas…

A partir de esta situación, que pareciera absurda, sino fuera porque es una historia que se repite en los sistemas de enseñanza alrededor del mundo, se desencadena una trama detectivesca. No hay crimen, pero sí muchas víctimas (de exclusión, incomprensión, desamparo). Tamer, junto a un equipo de investigadores peculiar, de niños especiales –¿cómo él?–, intentarán resolver el misterio de quienes han creado esos estándares que los excluyen.

Desde un lenguaje simple y profundo, en tanto invita a la reflexión y el análisis, la autora logra tejer una historia sensible con personajes pintorescos y a la vez reales. Un novela visceral que aborda la temática del autismo desde la mirada sencilla de los propios niños y su derecho a convivir en paz y armonía sin ser etiquetados como diferentes. Una lectura fluida, con justas dosis de humor, suspicacia e ironía, te regalan estas páginas, unido a la naturalidad con que se abordan temas sensibles, lo que hacen de él un texto necesario.

Cada niño es especial, perfecto, en ellos la esperanza del mundo. Un mundo si exclusión, sin barreras. Para eso, solo nos falta un poquito de sensibilidad y magia.



La luz sobre el asfalto

Apuntes en torno a La acera del Sol… Impactos de la política cultural socialista en el arte cubano (1961-1981).

Hay periodos, épocas o contextos que parecen impregnarse substancialmente en la memoria popular. Así sucede con el Quinquenio Gris. Todos creen tener algo que decir o apuntar. Se suele hablar de él con absolutismo, autoridad o recelo en dependencia de quien hable (tanto si lo vivió o lo imagina). Aunque si hay algo en lo que todas las voces coinciden es que fue un periodo difícil para el arte y la creación nacional. Marcado por momentos de tensiones y la lucha al interior del proceso revolucionario entre varias perspectivas intelectuales y políticas por imponer un canon desde el cual trazar la política cultural. El resultado: incomprensiones, censura, aislamiento de varios artistas e intelectuales.

Hamlet Fernández Díaz vuelca su mirada aguda de crítico e investigador sobre los convulsos años del quinquenio. Su agudeza le permitió estudiarlos desde los años que antecedieron e influyeron inevitablemente en el periodo y ver un poco más allá, las consecuencias posteriores a 1976. El libro La acera del Sol… Impactos de la política cultural socialista en el arte cubano (1961-1981), premio Alejo Carpentier de ensayo en 2019 y publicado por Letras Cubanas es el resultado de un estudio profundo, examina y reflexiona sobre los procesos políticos-culturales y las relaciones establecidas entre instituciones, artistas y el poder.

Muchos estudiosos se han acercado al tema, Ambrosio Fornet, Fernando Martínez Heredia, Juan Antonio García Borrero, Eduardo Heras León y otros, desde diversos enfoques y manifestaciones. Pero existía cierto vacío epistemológico y en el campo de las artes visuales. Quizás porque como afirma el propio autor: En el caso específico de las artes visuales se tiende a pensar que del quinquenio gris no fue tan dramático como en el teatro, la narrativa, la poesía o las ciencias sociales. Da la impresión de haber sido más alineada con la política oficial…

Este es uno de los aportes del libro, arrojar una investigación basada en profundos análisis y fuentes documentales variadas sobre la producción simbólica de esos años. Desde el mismo primer capítulo, el autor arroja preguntas que antes hicieron los estudiantes de la Escuela Nacional de Arte  (ENA) en 1966. En ellos, las incertidumbres, angustias y contradicciones de los futuros artistas de la Revolución. A partir de ahí Hamlet nos regala un ensayo fluido pero riguroso en el uso de palabras y términos específicos. La acera del Sol… es un relato historiográfico de enfoque culturológico. Un libro preciso y valiente que se acerca a los sucesos y artistas visuales de esos años y a la construcción ideoestética que se implantó y exigió de ellos, fundamentados en el realismo socialista. El autor lo hace desde la imparcialidad de quien no estuvo “implicado” no carga con “heridas” ni culpas”, por tanto escribe desde la sobriedad y visión del presente.

Tengo que confesar que a pesar de haber estudiado Historia del Arte y acercarme a la lectura con referencias anteriores al tema, descubrí historias, personas y sucesos y redescubrí otros desde una visión más completa, que hace ver nuevos matices y valorar quizás, con más justicia esos acontecimientos. Especialmente agradezco el acercamiento a la figura de Reinaldo González Fonticiella, si bien conocía la obra de Antonia Eiriz, Raúl Martínez o Humberto Peña, Fonticiella fue un maravilloso descubrir. Solo me hubiera gustado que este libro contara con imágenes que apoyaran el texto. En materia de artes visuales el apoyo visual es casi imprescindible.

El título es sin dudas, además, un acto de justicia con creadores que vivieron (sufrieron esos años) rechazados por ciertas autoridades culturales y cierto pensamiento estético. Estamos ante un volumen necesario y novedoso. Hamlet optó por lo complicado y bello de caminar por La acera del Sol. Así y solo así es posible arrojar luz sobre el asfalto.



«Antología de poesía argentina actual»: ensayar una pequeña magia

Leer poesía es ensayar una pequeña magia. Intentar definirla es tropezar con las mismas dificultades que se nos plantean como cuando tenemos que definir un color, un sonido, el significado de la ira o el amor. ¿Cómo describir entonces la magia que entraña este libro? ¿Explicarlo, presentarlo? No hay otra forma de hacerlo que dejándose llevar por esa misma magia, por la maravilla.

Antología de poesía argentina actual, un libro que desde el propio título se nos revela ambicioso, abarcador, y cuando lo leemos descubrimos que sí, lo es. Casi cien años de poesía argentina encontramos en sus páginas. Nicolás Antonioli, el antologador, nos presenta 12 poetas que desde la polisemia de sus estilos dibujan un cosmos poético singular que permite leer, disfrutar y hasta analizar la poesía de Argentina de gran parte del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI. Pero, si de poesía se trata, no se precisa más que el sentimiento como único pasaje para esta aventura literaria.

Temas que discurren sobre el amor, la muerte, la soledad, en un tono intimista que resalta la belleza de las imágenes. Igualmente la antología poetiza sobre temas sociales y políticos, sin perder esa belleza pero resaltando la fuerza expresiva década línea. Como en estos versos de Cristina Molina: La boca de Angelina Jolie en la pantalla/ y sus ojos plásticos cuando se los cambia/ le mataron a Él en un país comunista// se lo mataron/ y todos sufrimos/ cuando las mariposas vuelan entre las telarañas de la selva/ ella y él /y un beso/ que sufrimos…

A pesar de la multiplicidad de estilos y temas se respira equilibrio y armonía. Las voces poéticas logran una unidad estilística en léxicos cercanos y códigos estéticos parecidos. Sobre todo en la generación de poetas nacidos en los años 80 y que son los que priman; en ellos se siente ese lenguaje depurado y directo, desenfadado en la construcción y estructura de los versos, prescindiendo de signos de puntuación.

El escritor argentino Cesar Melis expresó: Existe en el mundo de hoy, pero principalmente en un país abaratado y atérmico en lo cultural como Argentina, cierto desprecio de los editores en general por publicar y divulgar poesía. Por suerte aquí seguimos apostando por difundir lo verdaderamente valioso. Y gracias a la Editorial Sanlope en Las Tunas y a su compilador Nicolás Antonioli (uno de los poetas que aparecen) podemos disfrutar de este libro, que fue editado por el escritor Antonio Gutiérrez Rodríguez y cuta corrección fue de la mano de Maritza Batista.

Toda selección entraña el peligro de decantar, olvidar, apostar por unos. Esta antología no escapa de ese peligro, pero sale airosa gracias a la calidad de sus textos. Me place profundamente ver en esta muestra representativa de 12 poetas, de ellos nueve sean mujeres. No podría quizás ser de otra manera, Argentina es la tierra de Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik, y la grandeza e influencia de su legado se siente en esas voces femeninas. Este es otro de los méritos del libro, de la selección.

La poesía es brasa y fuente, asidero y revoluciones, respuestas y muchas interrogantes. Su idioma, como el del sentimiento, es universal, por eso más que descubrir a poetas argentinos nos autodescubrimos en una imagen, un verso, una metáfora. Ahí está la esencia, la maravilla. Basta eso para ensayar la magia de leer este libro.



Más de un siglo de iconografía martiana

Recuerdo cuando niña el cuadro de Martí que había al fondo del aula. Un retrato solemne, en el que se nos presentaba como ya nos había enseñado la maestra, siempre vestido de negro y con la mirada fija. Al lado, unos zapatos rosa que habíamos hecho entre todos, la mariposa de papel y unos versos que imaginaba sencillos. Demasiado serio pensaba. ¿Y este hombre escribió La Edad de Oro? No puede ser. ¡Ese cuadro necesita colores!

Pasarían años hasta que otra vez en un aula, ya estudiante de Historia del Arte, descubriera que aquel retrato era una copia del pintado por Menocal en 1902, uno de los primeros que se acercarían a la figura del Maestro. Descubrí también que después llegarían muchos más, con diversos estilos y técnicas. Encontré varios retratos de Martí, cuya visión plástica era como la que mi imaginación de niña me hizo sospechar. Aunque admito que el cuadro de Menocal no necesitaba más colores.

Y es que Martí es la figura revolucionario de mayor protagonismo en la iconografía plástica cubana. Pero «¿cómo habría de ser pintado él mismo, de qué modo sutil, moderno, esencial, podría hallar su iconografía una correspondencia mínima con el hombre que se quería todo pincel y todo luz?»[1] En los primeros cuadros, como en el caso de Menocal, el héroe es representado desde el tecnicismo académico y la búsqueda de un realismo casi siempre estricto. Con la llegada de las vanguardias artísticas y su búsqueda incesante de la identidad, la figura de José Martí sería, junto al paisaje, la forma ideal de vindicar la nacionalidad. Así, Arche nos regala un Martí noble, tan cercano y natural como el paisaje que lo cubre al fondo. Sereno, vestido de blanco, con una mano en el pecho y otra sujetando su propio cuadro, en un gesto misterioso pero sublime. En tanto, la pintura de Carlos Enríquez no solo se aparta de la solemnidad de Menocal o de lo subliminal en Arche. Carlos Enríquez muestra a un Martí en apariencia frágil. Herido, envuelto en una agitación de luces y transparencias está el hombre intrépido que se lanzó al combate, acaso a la muerte.

El triunfo de la Revolución provocaría un profundo cambio en todos los estratos de la sociedad cubana. La historia, vista como actitud y replanteo se convirtió en uno de los temas más singulares de la cultura cubana. Lo cierto es que a partir de entonces Martí será un tema recurrente y lo veremos a veces insolente, travieso en otras formas, dogmático, pero cada día más humano, más cerca de sus artistas y su pueblo. Los años 60 y su fervor y jubileo popular aportaron una de sus visiones más espontáneas y alegóricas. Del pincel de Raúl Martínez brota un Martí todo luz y color. Desde la asimilación del arte pop el creador muestra al héroe seriado, pero en el que cada contraste de luces y colores deja entrever también distintas fases y expresiones del hombre.

En la década de los setentas, entre grisuras y desencantos, «Martí suele aparecer  como un hombre sin conflictos, que ha de ser tocado con engañosas manos de seda; pátina fetichista contra la que reaccionará la escandalosa sinceridad de los años venideros»[2]. Los años ochenta, conocidos por el renacer en las artes, mostraron una fortísima desacralización de los héroes. Martí es representado alejado de himnos y consignas, pero desde el homenaje sincero. Juan Francisco Elso, en su obra: Por América, esculpe un Martí mártir, con el cuerpo perforado. Pero el de Elso no es un Martí débil, avanzando entre dardos machete en mano, el de Elso es un Martí guerrero, irreverente. «Hay una imagen de Martí antes de Elso y otra después».[3]  En los años siguientes la iconografía martiana seguiría en ascenso y cada vez se muestra más auténtica. Martí compañero, cederista, comandante, de blanco o de negro o desnudo. Martí vivo.

Nelson Villalobos, Kamil Bullaudy, Alexis Esquivel, Tomás Sánchez, Alejandro Aguilera, Agustín Bejarano, Sandra Ramos, Alicia Leal, entre otros. Cada artista, como cada cubano, tiene su Martí. Los tuneros también se han acercado a la representación pictórica del Maestro y no pocas veces le han dedicado jornadas expositivas y salones de arte. Desde las diferentes maneras de hacer y soportes, la imagen del más universal de todos los cubanos ha llegado a las galerías tuneras. Leonardo Fuentes, Alexander Lecusay, Rogelio Ricardo, Jesús Vega Faura, Lester McCollin, Gustavo Polanco, junto a otros jóvenes que han encontrado en los Salones 19 de Mayo y Homagno una oportunidad de expresión desde la visón martiana. Entre ellos Baire Cartaya, Fernando Estrada, Raúl Leyva y Yahiron Villalobos, que con su obra Solo va al alma lo que es del alma, muestra un Martí espiritual, donde el color se diluye, se opaca, y el diálogo con el espectador se vuelve más íntimo. Daimí Silva, en su obra El fruto de Martí, dibuja al Apóstol en una güira, material alternativo que no solo simboliza cubanía sino resistencia. En el Martí de Yamila Coma, los rasgos del personaje-mujer, característico de su obra, se funden con los del Héroe.

Martí, al decir de Lezama, es ese misterio que nos acompaña. A 171 años de su natalicio se transmuta en el imaginario de un pueblo que lo ha hecho suyo según sus experiencias. Y es que a José Martí la mayoría de los cubanos lo conocemos Héroe. Desde niños su imagen nos acompaña en el cuadro del aula o en la imagen de un libro. Pero a quien se acerca un poco más no tarda en revelársele poeta, crítico de arte, periodista, amigo, confesor, hombre, luz. Captar la esencia de un ser humano excepcional, más allá de sus rasgos faciales, no es tarea fácil, y nuestros artistas han creado una iconografía martiana tan amplia como diversa.

 

Notas:

[1] Rufo Caballero. Agua bendita, p. 123. Editorial Letras Cubanas, 2009.

[2] Ibidem.

[3] Ibidem.

 



Teatro Tuyo: 25 años sembrando sueños

Este artículo podría ser solo sobre una presentación infantil. La crónica de una actividad más en la AHS de Las Tunas. Hablaría de la felicidad de tener a la Compañía Infantil Teatro Tuyo en casa, de ver otra vez en los rostros de los niños las sonrisas que provocan las narices rojas. Pero no, esta no fue una presentación cualquiera.

Fotos: Tomadas de perfil de Facebook de la AHS Las Tunas

Justamente un 15 de enero de 1999 se presentaba por primera vez Teatro Tuyo en la Pérgola, en ese sitio que solía ser mágico ocurrió el milagro de los inicios. Hoy decir Teatro Tuyo es sinónimo de arte y consagración. Con empeño y talento la tropa de “los tuyos” no solo ha apostado por el arte del clown sino que lo ha dignificado con obras que desde la risa transmiten mensajes profundos de superación y amor. Hoy bajo la amparo de ese nombre nació también el Taller Internacional de Payasos, la Escuela Nacional de Clown y la Compañía Infantil. Hoy no se puede escribir la historia del teatro cubano sin hablar de Gris, Super banda clown, Juegos Olimpiclowns o ese Clowncierto que tantos sí les ha traído (Premio Villanueva de la Crítica 2023), aunque en esta su tierra fuera la despedida de su público.

Por eso, aunque desde la Asociación Hermanos Saíz, que es su casa, hayamos celebrado este 15 de enero el 25 aniversario del grupo con la presentación de la Compañía Infantil, no dejamos de sentir la ausencia, el vacío que dejaron. La tristeza de que a pesar de tantos resultados y reconocimientos que obtuvieron desde aquí, no fuera en este lugar su celebración.

Fotos: Tomadas de perfil de Facebook de la AHS Las Tunas

Nos consuela saber que tuvieron el agasajo que merecen, (con muchas presentaciones teatrales y del libro Clownteo Regresivo de Ernesto Parra), los oídos que escuchan y las puertas que se abren. Que siguen materializando sueños y robando sonrisas. Nosotros los seguimos desde acá y celebramos sus triunfos. Nos queda el compromiso de impulsar esa semilla que nos dejaron y por eso nos permitimos reír, jugar con los niños y cantar juntos las felicidades para Teatro Tuyo. Con la certeza de que los volveremos a ver, porque lo que es tuyo nunca se va.



Artes visuales tuneras: ¿Cerrando ciclos?

En los últimos meses del ya pasado 2023 las artes visuales tuneras estuvieron en el centro de las noticias culturales: exposiciones, salones, reapertura de galerías, proyectos colectivos que empiezan a materializarse y hasta críticas en las redes sociales. Muchas miradas apuntaron hacia allí, miradas que por tiempo se tornaban esquivas. Un repaso por esas muestras, gran parte de ellas todavía abiertas al público, permiten visualizar un camino, que no exento de tropiezos, parece al fin encontrarse.

El mes de octubre traía la esperada reapertura de la galería Fayad Jamís del Fondo Cubano de Bienes Culturales, luego de dos años de cerrada al público; para ello se reservó una expo que suscitó varios análisis y opiniones de artistas y especialistas. Aquí Estamos fue el nombre elegido, como para reafirmar que los artistas tuneros están haciendo arte en medio de un panorama galerístico que se vislumbraba desalentador. Unos días antes el Salón UNEAC, quizás sin saberlo, nos daba una pequeña muestra de lo que sería.

Más de una veintena de artistas de diferentes generaciones se reunieron en la citada galería. Conceptos vanguardistas afianzados en el paisaje artístico tunero, desde Jesús Vega Faura, Yamila Coma, Alexis Roselló o Rogelio Ricard,o acompañados de una generación pujante que revierte códigos y hace de la posmodernidad su bandera. Luis Antonio González, Liset Gutiérrez o Jarol Rodríguez demuestran el talento y empuje de los más jóvenes que apuestan por la experimentación sin abandonar las técnicas tradicionales. Diversidad de estilos y lenguajes en grabados, esculturas y fotografías coexisten en la Fayad Jamís. Sinergia que se siente a ratos forzada y en la que se respira cierto ahogo por la cantidad de obras en un espacio que les quedó pequeño. Solo gracias a la curaduría y disposición oportuna de tantas piezas se logró atraer y dialogar con los visitantes, que felizmente no han sido pocos. Y ese es otro de los méritos de la exposición, la capacidad de convocatoria y promoción que tuvo al incentivar a los críticos a emitir análisis en torno a la muestra.

Noviembre nos sorprendía con la grata noticia de que se retomaría el Salón de Pequeño Formato José Antonio Díaz Peláez, en el Centro de Desarrollo para las Artes Visuales. Tras varios años de ausencia llegó nuevamente para revitalizar esta manifestación en una provincia en la que, más allá de un epíteto, el arte escultórico echó raíces. 

Mucho se extraña la escultura en la mayoría de las exposiciones y amén de conceptos reiterativos e inacabados, el Salón demostró que al convocar y motivar a los artistas, unido al aprovechamiento de recursos no convencionales, se pueden lograr trabajos dignos y provocadores. Paralelo se realizaron otras iniciativas como conversatorios y espacios teóricos que, sin tener el alcance de antaño, dio indicios de un interés por reanudar las inolvidables Bienales de Escultura.

Por su parte la expo colectiva Año Cero sorprendió con su lenguaje provocativo, arrollador. Las instalaciones artísticas, propias del arte contemporáneo conceptual, proponen la intervención de espacios mediante la utilización de diversos materiales, medios físicos visuales o sonoros. Sin dudas el espectador tunero estaba ávido de disfrutar este tipo de propuestas.

En la galería del Consejo de las Artes Plásticas encontramos siete artistas, siete voces, a veces gritos que invitan al diálogo más que a la contemplación. Llega como parte del proyecto Zona Creativa, que bajo la guía del artista Leonardo Fuentes Caballín pretende incentivar la creación al apostar por espacios y recursos alternativos.

Por último se nos presenta Selfie como ese espejo donde nos autodescubrimos y revelamos nuestra esencia. Veintisiete autorretratos de varios creadores que desde sus particulares estilos dibujaron más que al artista al ser humano que son. Pinturas, fotografías y dibujos componen la exhibición tan atrevida como sugerente y que dio espacio a varias voces que llevaban tiempo fuera de las galerías, en la que se recogen nombres como Yamila Coma, Alexander Lecusay, Damayanty Mena, Gustavo Polanco.

Aunque cada obra posee el encanto de atrapar el gesto del artista desde su propia mirada e introspección, vale resaltar el trabajo de dos mujeres cuyos lenguajes van ganando fuerza en el circuito galerístico. Daimí Silva con la belleza y pureza de sus trazos nos revela la mujer-artista desde una visión hedónica en la que se sabe libre y talentosa, gustosa de su condición. Y Liset Gutiérrez, quien prefiere desdibujar el rostro, presentarlo como un todo en el que cada mujer puede pintarse y encontrarse a sí misma. Su obra se alza como denuncia por tantas veces que a las mujeres les ha tocado esconderse, callar. Todavía está a tiempo de visitar esta exposición en la sede de la Fundación Nicolás Guillén y disfrutar de una muestra original y convincente.

Me gustaría pensar que más que cerrar, los últimos meses del año abrieron ciclos creativos, de dinamización, en los que finalmente los artistas y públicos se encontraron, se generaron debates profundos y analíticos sobre los procesos creativos, donde las instituciones cumplieron su objeto social y convocaron a sus artistas, convirtiéndose las galerías en ese espacio vital que necesita hace mucho el arte tunero.



Tomás Escobar: «Médico y escritor por vocación»

Su voz enérgica y una mirada intuitiva captan rápidamente la atención. Mas, sabemos que las primeras impresiones son importantes pero no definitivas. Por eso de su voz nacen versos pujantes que laceran o cicatrizan. Porque Tomás habla del hombre, de su dolor y sus heridas, pero también habla de salvación y auxilio. Médico y escritor por vocación, como se define, no puede ser de otra forma. La suya es una voz profundamente humanista, que va a las esencias y de ahí su inexorable fuerza.

Tomás Eugenio Escobar Avila (Jesús Menéndez, Las Tunas, 1997) es un joven poeta y narrador, miembro de la AHS. Ha publicado Una línea de mercurio, Editorial Primigenios, Poesía, 2023. Poemas suyos aparecen en la antología Conteo Regresivo: antología poética de jóvenes tuneros. Recibió en 2023 menciones en el Concurso David de poesía y una especial en el Eliecer Lazo. Fue además finalista en el evento literario Mangle Rojo del pasado año, y ganador de la XXIII edición de “El Árbol que Silba y Canta”.

Leerlo es la certeza de que sus versos empiezan un camino en el que ha de cosechar muchos frutos, pues como lo definiría el también escritor Armando López este autor, en pleno apogeo creativo, en plena ascensión, en pleno dibujo de una cosmogonía de reconocimiento, imprime a sus textos la frescura de un oleaje tácito, pero a la vez la gota desafiante de los huracanes que cobran vida desde el trópico.

Médico de profesión, escritor por vocación, ¿cuánto hay de un oficio en el otro?

Médico y escritor por vocación. No podría hacer algo que no me apasione, que no me motive. Han sido los caminos en los que he hallado mi esencia y que mantengo a pesar de ciertas separaciones. Visión común, en las que se complementan y mantienen la premisa de salvar (me). Respondiendo cómo influye uno en el otro, diría que es un proceso inconsciente. A la hora de crear (que puede ser en cualquier momento) suelen venir imágenes propias de la Medicina, lo que equivale a decir: humano, dolor, cura. Mirando entonces desde el otro extremo no he podido dejar de contemplar al paciente con la sensibilidad añadida del arte. Incluso el arte como parte de la terapia.

Eres un escritor joven de los más recientes crecimientos de nuestra Asociación. Sin embargo, tus resultados en los eventos literarios son evidentes en este año.

Tuve la sorpresa de ingresar a la Asociación a inicios de este 2024. Cuestión que agradezco al escritor y amigo Armando López, quien me apoyó a lo largo de este tiempo y fue de los primeros en creer en mi obra. Ingresar en la AHS, por su parte, me ha posibilitado acceder a un torrente de voces a las que he ido incorporándome, poco a poco. Creo que el mejor resultado ha sido ese.

Cómo valoras el sistema de promoción de eventos y premios literarios de la organización?

Creo que son una ventana para exponer las nuevas voces, los nuevos rostros de creación literaria. Existe mucho talento dentro y fuera de la misma, pienso siempre en esto. Los premios lo impulsan, lo validan.

Recientemente ganaste el evento El árbol que Silva y Canta, impulsado por la AHS de Báguanos. Coméntanos sobre el poemario ganador.

Concursé con “Los límites de la cicatriz”, un cuadernillo con 13 poemas. Extracto de uno más amplio, en el que hago un recorrido por eventos que han dejado marcas, heridas, separaciones. Un intento por delimitar el dolor, dejarlo fuera o interiorizarlo. Sobreponerme.

Vives en una provincia de una tradición y vida literaria notable. ¿Encuentra Tomás sus referentes literarios en Las Tunas?

En el preuniversitario descubrí a escritores tuneros como María Liliana Celorrio y Nuvia Estévez Machado. Y mucho antes a Mayda Elena Arias. El deslumbramiento que produjeron en mí me ha llevado a vivir de una manera más poética. Sus obras me indujeron a buscar un camino, a expresar mi propia voz. Luego fui conociendo a otros autores. Su lectura ha sido tremendamente necesaria.

¿Cuáles son los proyectos futuros?

Pues vivir para crear, espero… Me mantengo trabajando en algunos poemarios inconclusos. Siempre dándole un significado o propósito a este tiempo que compartimos.



Las súbitas crecidas: un mar literario profundo

Sentí temor ante el reto de presentar este libro. Además de ser la segunda vez que asumía el desafío de una presentación literaria, ahora me tocaba un libro de poesía. Mi experiencia como historiadora del arte me acerca más al ensayo, a la crítica artística, sobre todo la de artes visuales y preferentemente con los géneros literarios me quedo con la narrativa. Pero el autor me hizo asumir el compromiso y me dio una idea, una luz; me dijo: míralo como una pintura. Entonces me dediqué a su lectura como me entrego a la contemplación de un cuadro. Por eso estas líneas esquivan el análisis literario profundo y prefiere hablar de emociones y sensaciones, que son al fin y al cabo la esencia de la poesía.

Las Súbitas Crecidas de Armando López Carralero (Las Tunas, 1986) publicado en 2021, por Ediciones El Abra, de la Isla de la Juventud, es un poemario visceral. Llega con la fuerza repentina de un mar que lo inunda todo. Mar-agua que es metáfora y traslación de una realidad. Si fuese un lienzo, en él no faltarían los tonos grises tan intensos como el azul; o los claroscuros con sus luces y sombras. Sería un cuadro con la pujanza de la vida: terriblemente bella.

Premio Ciudad de Nueva Gerona 2020, donde el jurado lo integró Teresa Melo, Eduardo Sánchez y Juan Nicolás Padrón, Las Súbitas Crecidas es un libro ecléctico. Escrito en su mayoría en prosa poética que a su vez transgrede los límites de la prosa y la poesía, de la realidad y la ficción. El autor utiliza un lenguaje sencillo, que resalta por la profundidad reflexiva y la fuerza de las imágenes. Alejado del realismo obsceno ya tan manido en la literatura cubana, la poesía de Armando es limpia y diáfana que entreteje historias desde una (i)realidad donde utiliza al agua como espejo. Y en ese espejo según nuestras experiencias nos reflejamos.

El libro está dividido en tres apartados o capítulos: Aguas templadas, Aguas cálidas y Otras aguas-otros cuerpos negándose a la orilla. Cada uno prueba un contorno que va indagando de lo colectivo a lo individual, y viceversa, en la medida que se construyen historias significantes a partir de un símbolo: el agua.

Textos nucleares que narran la colindante realidad. No hay metafísica sino condición absoluta del presente. Así lo clasifica la poetisa Miladis Hernández en el prólogo y así lo veo yo.

El agua es el personaje poético, el hilo arquetípico, que implanta sus humedales en el tejido individual y colectivo del poema. Son las palabras de contracubierta de Eduardo Sánchez Montejo.

Armando tiene publicado varios poemarios tanto para adultos como para niños, entre ellos Luz de apocalipsis, La fuga de unas alas, y recientemente Duende del Agua, premio Calendario 2022. Le debemos a Ediciones El Abra un libro diseñado cuidadosamente, editado por Eduardo Sánchez Montejo con ilustraciones interiores de Lisandro H. Lugo, tan expresivas y vivenciales como el texto y que se acoplan a él y lo complementan.



Fotografías Eróticas y Body Heat, erotismo sin tapujos

Cuerpos desnudos en poses desafiantes provocan al espectador de una manera ¿descarada? Nuestras galerías lo exhiben, lo legitiman y… ¿por qué no? ¿Dónde está el límite del erotismo? ¿Se puede hacer arte sin excitar, sin insinuar? ¿Se puede provocar siendo sutiles? ¿Si mostramos la sexualidad sin tapujos somos vulgares?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estas preguntas rondan mi cabeza desde que se inauguró la exposición, Fotografías Eróticas, en la sede de la Uneac. Fotógrafos del proyecto Sx Fotos (Diana Santiesteban y Reyler Ávalo) y Yoandri Sardiñas Martínez se unen en una exposición cuya temática central es el erotismo. Erotismo que básicamente apunta al amor y el deseo sexual. Este es un tema característico de la historia del arte y particularmente en la fotografía es un campo tan explorado que conceptualmente a menudo se queda en lo superfluo. Pero como anota Leonardo Fuentes, uno de los curadores de la expo junto a Carlos Tamayo, en las palabras al catálogo: su contenido suele sobresaltar a manera de inmoralidad (…) se considera pervertido la incitación a algo tan natural como hacer sexo.

No había terminado de cavilar posibles respuestas cuando se expuso Body Heat en la galería Guernica de la AHS. Y ahí si se calentó mi mente. Imposible no detenerse a mirar los hombres desnudos que nos invitan a pecar, a dejarnos llevar por ese ambiente lujurioso en que el único final posible es el placer. Pero historiadora del arte al fin, después de la primera impresión recordé la expo de la Uneac, salvando las distancias estéticas y hasta conceptuales, volví al mismo punto. ¿Cuál es el límite del arte erótico? ¿Dónde se salta la línea y comienza la vulgaridad?

Pienso en el David de Miguel Ángel, en la Maja Desnuda de Goya o en Courbet y su Origen del mundo. Pienso más acá en las fotografías de Robert Mapplethorpe que alborotaron una sociedad que se esconde de sí misma. Definitivamente estas exposiciones no me escandalizan, no son pervertidas. No es un cuerpo desnudo por más profana que sea su pose quien define la vulgaridad o el erotismo. Porque los misterios están más allá, están en lo que se insinúa, lo que provoca. Y es ahí donde está mi recelo con estas exposiciones.

Pero vamos por partes. Fotografías Eróticas es solo eso: fotografías eróticas en las que se apela a posiciones, desnudos y ángulos grandilocuentes para sustentar un discurso. Y no es que esto no funcione o que no sea importante, tanto, como los contrastes, el encuadre, la escenografía, que en mayor o menor medida se logran en cada una de las imágenes. Pero una exposición es un discurso que hilvana las historias contadas individualmente en cada obra. Es un todo que aúna, que organiza, más allá de una misma temática o estética. Este punto creo que pudo solventarse en la curaduría. Yoandri Sardiñas es un fotógrafo del que es imposible no reconocer su creatividad y calidad artística. Sus fotos se reconocen a penas entramos en la galería. El uso de la luz y el color, las escenas que recrea y las que sugiere. Su estética evidentemente más consolidada que la del proyecto Sx Fotos (asunto lógico si se tiene en cuenta que solo llevan un año trabajando de conjunto) nunca llegó a integrarse orgánicamente a la otra. No se logró el necesario equilibrio en el que ambos estilos brillaran sin opacarse. Y es que el hecho de que la temática sea la misma no implica que como muestra empasten. Es innegable que los tres fotógrafos tienen inquietudes artísticas que encuentran en el erotismo su medio de expresión. Ahora la búsqueda creativa y el estudio de referentes ha de ser constante y garantizarían un necesario crecimiento conceptual que le otorgue solidez a la obra.

Body Heat llega por la misma línea del erotismo pero mucho más atrevida desde su concepción curatorial (gracias al ingenio y soluciones creativas de Lisbet Avilés y Luis Antonio González) y la exploración de temáticas homo eróticas. Esta, la primera exposición de Aram y Almir Mestre, es toda una provocación al público que para apreciarla de frente, completamente, primero debe despojarse de prejuicios. Aunque siempre hay quien la mira de reojo. Pero la mira. Porque la cuestión es que Body Heat tiene el gancho del homo erotismo donde la sigue un uso del color preciso, contrastado, que realza cada pieza y las vuelve más llamativas. Hombres de cuerpos esculturales cual efebos griegos nos miran, nos desafían, se dan placer sin pudor, porque se saben bellos, deseados, jóvenes, y no necesitan ocultar lo que son. No les importa si los miramos de frente o de reojo porque lo que les complace es que los miremos.

Y no es que Aram o Almir propongan un tema nuevo, ya lo dije, el arte está desbordado de sexualidad y erotismo, pero las llamadas orientaciones disidentes siguen siendo de los temas menos visibles en nuestras galerías y en el caso de Las Tunas es todo un suceso. Tal vez por eso Body Heat ha suscitado tanta polémica. Por prejuicios o falsa moral. Admiro la valentía de los artistas. La capacidad de defender su obra desde el arte digital, de conformar ambientes sórdidos, violentos, que envuelven y embullen al espectador en cada imagen. Aunque creo que si las obras se acompañaran de conceptos más sólidos que exploraran desde la sexualidad la relación social y la psicología de los personajes, se volvería más firme y aguda. Porque a ratos sentimos vacíos conceptuales, ideas inconexas.

Voy respondiendo las preguntas a medida que escribo. Compruebo que el arte no tiene límites como no los tiene la creación. Al final el límite está en el ser humano, artista-espectador. En su imaginación, en su creatividad, en la capacidad de decir, de tejer historias y subtextos más allá de lo invisible o evidente.