Mauricio Escuela
No es solo otro congreso
o es solo otro congreso de la AHS, sino la oportunidad de abogar para que se llegue a un consenso en torno la necesidad de jerarquizar y establecer pautas en torno al arte joven en el país. La Asociación Hermanos Saíz se ha reunido y en ello existe la certeza de que hay una vanguardia articulada que requiere de los mecanismos para su posicionamiento. No solo se trata de dineros, ni del recurso o el respaldo de las instituciones. Los creadores son esa porción de la sociedad que no va a pedir permiso para expresarse y que hará su obra a contrapelo de lo que sea. Toca a las entidades entenderlo, crear espacios de diálogo y darles protagonismo a esas voces que pueden transformar las comunidades no solo en entornos en desarrollo material, sino con una proyección más allá de las limitaciones que nos impone el momento. La cultura no solo se trata de bellas artes, de manifestaciones de lo hermoso o lo trágico, sino que es todo aquello que actúa sobre el ser humano.
De manera que se trata de un terreno mucho mayor que la simple conceptualización de las cuestiones del arte. Y en eso la AHS posee todo un recorrido como organización que conoce las inquietudes de los jóvenes y sabe canalizarlas. Hoy se entiende la creación solo en el sentido de las presentaciones de teatro, de la literatura, de la pintura, pero en realidad el nuevo horizonte de las redes sociales y del cambio de paradigma ha hecho que todo se torne híbrido. Las distancias desaparecen y las instituciones que eran mecanismos de comunicación con el mundo, extensiones de la universalidad hasta lo concreto de nuestro contexto, se tornan en brazos inanimados que no alcanzan a poner en movimiento lo que se requiere en materia de promoción, de posicionamiento. Por ello, en el caso sobre todo de Cuba, se impone una revisión de lo que está pasando con el sistema de jerarquías de las artes y a partir de ahí trazar las acciones de la política cultural vigente. Uno de los elementos que más saltan en el proceso de análisis de las problemáticas de la cultura es que no hay una correspondencia entre los diagnósticos y el sistema de prevención y de programación de las actividades. Con contadas excepciones en la geografía nacional, está primando un toque de esnobismo y de importación que no mira con criticismo el tema del consumo. A la vez, los artistas del patio son llevados de la mano de estas pretensiones para poder subsistir en un ecosistema cada vez más marcado por las relaciones de mercado.
¿No es esto competencia de la AHS y de su congreso? Más que eso, tendría que haber una correspondencia entre los factores a nivel nacional para que desaparezcan los escollos que niegan la naturaleza de un decurso artístico necesitado de otra mirada. El papel de la crítica de arte, de los espacios de debate, la superación y el vínculo entre las instituciones y la gente; son cruciales en la manera en que se repiensa la cultura. La cuestión pasa por formas de entender no solo la creación sino la regulación de la conducta, el adecentamiento de los valores y la construcción de entornos de convivencia. Por ahí van los disparos de todo debate que se haga desde y para la cultura, sin demeritar las disquisiciones más concretas de cada sector.
La sociedad de los artistas no pertenece a la univocidad de sentido, sino que hay en su interior las frases más diversas y las esencias más dispares en torno a lo que debe ser la expresión humana, de ahí que sea necesario que los cubanos tengamos sentido de lo que allí se decide. No es solo un congreso, sino la manera en la cual miramos la construcción de sentido. Los creadores son a la vez que demiurgos de la realidad más hermosa, cocreadores de un sistema de apreciación de la vida y de las esencias sociales. Eso hace de los espacios de la AHS algo aún más trascendente, ya que no se niega que haya diversidad, sino que se la promueve y en tal sentido se hace una fortaleza en medio de las más duras condiciones de hoy. En el país no existe todo para que florezca un creador, de hecho, se atraviesa por un periodo de escasez de los mayores. Bienvenida la iniciativa que rescata las voces, que las reposiciona y les da el matiz necesario dentro del concierto de las polémicas en torno al arte y su papel.
Pudiera pensarse que es solo otro congreso para decir lo mismo o evaluar lo que se acordó y que no se ha llevado a cabo. Pero más que eso, la gente requiere verse las caras, concretar desconciertos, hacer de su vida algo más allá de la desazón. Los artistas poseen todas esas sinergias y donde estén harán de los espacios algo que no caída en las conformidades, en las enrarecidas aguas del desasosiego o la apatía. Más allá de reunirnos, los artistas que somos miembros de la AHS siempre podemos hacer las tormentas perfectas en torno a lo que somos y queremos ser. De ahí que no haya oportunidad menor, ni detalle que se salga del tiesto en estos quehaceres de la organización. Si en un sitio se es disconforme a la vez que trabajador y se hace por la cultura en su más amplio espectro ese es la Asociación Hermanos Saíz.
El congreso no va a arreglarlo todo, de hecho, no es el mecanismo idóneo ni único en tal sentido, pero resulta vital para que se concrete una parte de la utopía. La AHS es eso, a fin de cuentas, la imposibilidad de quedarse quieto en la realidad llana e inmóvil, la necesidad de ir más allá.
El andar de Aristóteles por los caminos pandémicos
La enseñanza, ese espacio que llenaran los alumnos de Aristóteles que, en una caminata constante, iban de la oscuridad a la luz, círculo cuya eficacia depende de ese movimiento indetenible, enemigo de la petrificación del dogma. Sí, en el griego antiguo, la técnica, algo que hoy asociamos casi exclusivamente a las ciencias duras, era referente al arte, ya que de este salió la verdadera sabiduría. El conocimiento era amor a la belleza. Todo hombre debía ser hermoso y bueno. Sin una cultura así, no habríamos llegado hasta el presente como civilización occidental, ni existiese todo un universo detrás de nosotros como salvaguardia de los altos valores. Cuba, en el centro del huracán desatado por el golpe de la Covid-19 en un Occidente carcomido, es ejemplo en la enseñanza de aquellos dorados lineamientos antiguos.
Nuestras escuelas de las artes sirven de referencia en el presente, cuando todos estamos en las casas y debemos echar manos a lo creativo, para guardarnos las vidas. Allí están los magros recursos dedicados a que lleguen las teleclases o que estén disponibles en plataformas masivas como you tube. También, la sociedad civil del arte, básicamente la Asociación Hermanos Saíz, ha diseñado estrategias para que los creadores, a la vez que exponen su obra e interactúan con el público, ejerzan una función pedagógica sobre las masas mediante las redes sociales. Los mecanismos de promoción de los talentos son, en estos minutos, más que vitales. No se cuenta con todo el internet, ni con los mejores soportes técnicos, pero el talento está allí, esperando a que lo nombren, para aparecer como un mago en medio de la tragedia y el vacío.
Cuba no puede renunciar a las esencias culturales, a los legados, pues como nación que se halla en el epicentro de la batalla por lo simbólico, sabemos que recibirá los más fuertes ataques del proyecto hegemónico post pandemia que se gesta. No habrá un mundo más justo cuando esto acabe, sino uno donde los recursos para el desarrollo serán más caros e incluso inaccesibles para casi todo el planeta. El reparto tendrá que ver con el vínculo hacia una élite que hoy maneja las líneas de lo políticamente correcto y que, incluso, plantea el derrumbe de los Estados, para erigir un nuevo orden. Quienes vivimos en pequeños terrenos, sin muchos recursos naturales, y dependemos de la soberanía para seguir existiendo, tenemos que defender lo simbólico y lo nacional.
La defensa de lo cultural se inicia en la preservación del peso de lo que somos universalmente y que el nuevo poder hegemónico quiere avasallar: un país fundado sobre el Estado de Derecho y la democracia republicana, de raíz occidental, con una visión humanista. Detrás de tal andamiaje se hallan nuestras obras literarias y artísticas, los discursos que acompañan el devenir cotidiano, las construcciones políticas y los círculos sociales. Abandonar la enseñanza del arte, entonces, incluiría dejarles a los enemigos el campo de batalla del símbolo, para que lo siembren de la cizaña que ya crece allende el globo: el dogma falaz de que unos seres “merecen” vivir más que otros. Así, no es extraño que se predique en medio de la pandemia la medida del contagio del rebaño, que induciría supuestamente a una inmunidad natural luego de la muerte de un determinado número de personas más débiles. De ese mundo, especie de nuevo nazismo eugenésico, debemos huir como nación que se basa, precisamente, en todos y para el bien de todos.
Vayamos a uno de los símbolos más esenciales de la cultura cubana, la novela Paradiso de José Lezama Lima. Allí hay valores que, a la vez que se enraízan en ese pasado luminoso occidental, nos revelan la esencialidad de lo cubano mediante unos fundamentos que hoy se quieren atacar desde el afuera: la familia, lo identitario, lo criollo. Y en tales bases suelen surgir nuestros mejores momentos como país, cuando nos unimos por encima de las diferencias para proteger a ese hermano, hijo, amigo, pues su sonido espiritual es tan cubano como el nuestro. La enseñanza de José Cemí, a lo largo de las páginas, más que aprehender una técnica para la poesía, avanza en el terreno denso y vital de la cultura cubana, siendo él, al cabo, un maestro de sí mismo. Porque Cuba extrae ese poder de su propia savia, de los cemíes del pasado.
Tales virtudes, presentes a lo largo de la cultura, nos defienden como vacuna de lo que vendrá: un universo donde las plataformas informativas ya no son siquiera propiedad de Estados, sino que, privatizadas, responden a una élite, especie de gobierno profundo, que necesita que el orden financiero, aunque vulnere los derechos naturales de la mayoría, continúe dando los dividendos de siempre. Ya lo vemos en You Tube, donde todo video que incrimine con fuerza a la élite es borrado y a su autor se le penaliza. O en Facebook, con fuertes vínculos con quienes manejan el Big Data en los resultados de procesos eleccionarios, donde el fraude se basa en el conocimiento cultural, esto es de las costumbres, gustos, tendencias, comportamientos y se traza así la ingeniería social. Si Cuba abandona el cetro que ha detentado como nación occidental que se defiende y que conserva unos valores, no habrá enseñanza del arte que nos rescate luego.
Lo que veremos, ya lo avizoró José Ortega y Gasset, es una deshumanización de la creatividad, una distancia total entre el legado brillante y el presente obtuso y medieval. La ingeniería social transhumanista se propone disolver el derecho natural, sustituirlo por una arbitraria clasificación que privilegie determinados cánones de la cultura de cara al servilismo y la pasividad ante la injusta rebatiña de recursos.
En una reciente entrevista ante el diario El Mercurio de Ecuador, el periodista e investigador Daniel Estulin recordó sus tesis vertidas en el libro La trastienda de Trump, donde precisamente habla del Estado profundo detrás de las apariencias, ya que no se trata de una guerra entre naciones ni partidos, sino entre dos modelos del mismo capital. La caída del financismo en las garras de su propia estrategia, la baja en la producción mundial resultante del auge especulativo y por ende la carencia de recursos y empleos para todos, nos trae la estrategia de las élites de matarnos a una parte, la mayoría, antes de que nos sublevemos. Del otro lado, los poderes industriales sufragan al viejo capitalismo productivo, representado en Trump y la ultraderecha conservadora y nacionalista en alza. De tal enfrentamiento entre élites, el resto del planeta es ente pasivo y víctima. Estamos en la crisis sistémica de un capital basado en la propiedad y el monopolio y no en la socialización de las riquezas y el trabajo. Pero en todo ello la cultura nos puede salvar o hundir, todo depende de cuáles cantos escuchemos: ¿los de la escuela de las artes de Grecia o los de las sirenas que quisieron ahogar a Ulises?
Para seguir siendo hombres y no convertirnos en transhumanos ni sucumbir a un mundo financiero dominado por la robótica y la ingeniería social, para que la técnica sea de nuevo arte y no mero instrumental de dominio; Cuba deberá sufragar como hasta ahora el corazón de su soberanía: la cultura y su enseñanza. No habrá quizás un cambio planetario, pues no somos nosotros quienes conspiramos en clave de hegemonía, pero cuando miren hacia acá quizás vean otras luces, las del andar de Aristóteles, en un legado que no podremos ocultar pues será parte y esencia, vida de lo que somos.
Estos Saíz de ahora
En la AHS cabemos todos, siempre que amemos y hagamos…
La Asociación Hermanos Saíz se ha convertido en ese lugar donde los jóvenes hallan un remanso de creación en medio de tiempos difíciles, de hecho aún los más refractarios reconocen que el sistema de becas y premios que tiene la organización resulta envidiable para cualquier país, ya que no se sabe de un programa similar en todo el continente, cosa que además existe de manera totalmente gratis.
Surgida como una necesidad y para cubrir los vacíos en el horizonte del crecimiento artístico, la AHS no le teme al irreverente, al que experimente, más bien tiene esa noción de vanguardia como punto referencial a la hora de elegir una militancia.
En cada uno de sus congresos, el gremio dejó claro que sus estándares estéticos están a la altura de lo más elevado y exigente. La AHS pudiera incluso hacer muchísimo más, pero cuenta con recursos limitados, que usa no obstante con una eficacia digna de elogio, una lección administrativa para el resto de las entidades de la sociedad civil cubana, incluyendo la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC).
Por otro lado, mientras en otros espacios se espera a cierta mayoría de edad de los autores, en la AHS se tiene una fe sincera en los que vayan surgiendo, causa que dio origen a las más recientes vanguardias que hoy prestigian a Cuba.
Son los jóvenes y sus ganas de hacer quienes han nutrido esta experiencia, de hecho muchos que viven hoy allende el mar, crean grupos de Facebook y siguen en una militancia férrea cada paso que da la organización, la cual más que eso ha funcionado como una hermandad en ocasiones.
El espíritu de los hermanos Saíz, asesinados en medio de un crecimiento creativo prometedor, se ha adueñado de los miembros que hoy brillan en los panoramas de la música o la pintura. Prueba esta de que la juventud, lejos de estar perdida, se busca a sí misma constantemente y trata de inventar espacios alternativos donde sea el arte el punto de mira y no el consumo ciego o la obediencia a cánones convenientes en función de intereses pragmáticos. ¿Hay algo más socialista que eso? La Asociación nos ha asociado, valga la redundancia.
El Noticiero Cultural dedica esta semana su segmento contrapunteo al análisis del trabajo de la Asociación Hermanos Saíz a un año de nuestro III Congreso. Súmate al debate a través del correo electrónico contrapunteonc@cubarte.cult.cu, ingresando al sitio en facebook NoticieroCultural.Cuba o simplemente deja tu comentario en este post.#AHSViva #A1AñoDelCongreso #Aniversario33
Publicada por Asociación Hermanos Saíz en Jueves, 10 de octubre de 2019
Más que socios, somos amigos, apoyos los unos para los otros, como sucede en la sección de literatura, cuando hacemos talleres y surgen ideas incluso mejores que las que llevamos en un inicio. Entender el arte como un estadio de gracia, una especie de iluminación, ha sido el camino ante otras escaseces como las que existen en el plano material o humano en tantas otras instancias.
En la AHS cabemos todos, siempre que amemos y hagamos. Y en esa máxima se basa una militancia que he preferido antes que otras, aunque se conoce que el camino para los asociados no ha sido fácil, pues estuvo plagado de un cúmulo de subestimaciones y falta de comprensión.
He estado en no pocos espacios en los que ser joven y artista ya se mira mal, sin que te pregunten siquiera el nombre. El burócrata se acostumbró a una infamia universal que tiende a prefijarle conceptos a la realidad, de manera que es esta la que debe amoldarse a un pensamiento específico.
Si algo logró vencer la AHS fue ese prejuicio y lo ha hecho mediante una obra inmensa, desde lo individual hasta lo colectivo, porque su huella puede verse en cada provincia, incluso en municipios y bateyes. El arte resulta el mejor argumento, en una pelea en que del otro lado solo está el vacío.
Para nuestro país es imprescindible que espacios como la AHS sigan existiendo, si queremos un futuro donde los estándares de una sociedad de hombres libres e iguales se sostengan,más hoy, cuando vivimos momentos en que desde el mercado se nos llama a cerrar los sentidos.
Existe la eterna tentación de irse a otras áreas mejor remuneradas, donde priman lógicas instrumentales que pagan bien porque te mueras espiritualmente. A nadie le ponen una pistola en la sien para que deje de ser artista, pero un fajo de billetes y facilidades pesan demasiado en un universo plagado de arbitrariedad y falsos recovecos.
Desde la sección de literatura de la provincia de Villa Clara, incluso con mis visitas esporádicas a la sede nacional, he constatado que la AHS goza de salud, que sus miembros sostienen un activismo sin par, y que la mejor lección en la cultura cubana hoy proviene de ellos que impulsan proyectos siempre nuevos.
¿Queremos una muestra mejor que el Encuentro de Escritores Hispanoamericanos, que se hace en Santa Clara, en una filial supuestamente en los confines provincianos? Para brillar en la AHS solo hacen falta brillo y una idea, lo demás siempre resulta bien acogido, como pasa en estos momentos con la revista Zona Crítica, una propuesta que cumple con estándares académicos y viene a suplir los vacíos.
La gran diferencia entre un asociado y otro tipo de seres es que el primero siempre habla de hacer, de escribir, pintar, actuar, componer, mientras los demás se concentran en cómo vivir mejor. No hay nada más digno del legado de José Martí, no hay mejor patria que esa que ellos dibujan, ni hermanos más brillantes que estos Saíz de ahora.
Publicado originalmente en Cubahora
La voz que nos mira con vista de águila.
Tomado de La Jiribilla
En tiempos en que pareciera que el poder económico y no la cultura vuelve a decidir entre los cubanos, siempre llama la atención la viabilidad de un proyecto intelectual, más aún si se hace en los rincones del archipiélago, alejado de los planes editoriales, la promoción, el reconocimiento y las recompensas materiales. Los talleres dedicados al uso de los espacios públicos para el debate y la investigación del arte, que sesionaron como parte del evento “Pensamos Cuba” de la Asociación Hermanos Saíz, evidencian la existencia de esa inquietud joven, alejada de manoseos monetarios convencionales. [+]